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La micro-política es un deber moral para evitar que cualquier devenir de la macro-política nos

joda la vida. Silvia Rivera Cusicanqui

O. Introducción.

Invitado a conversar en torno a la micropolítica y a hacerlo partir de la experiencia de los


últimos años como parte del Colectivo Situaciones, propongo explicitar el uso que damos a
la noción de micropolítica para nuestro contexto y desarrollar alguna hipótesis propia para, al
final, referirme a un texto utópico- colectivo que puede contar algo más de nuestras
preocupaciones actuales.

II. Micro y macro

En un texto clásico decían Deleuze y Guattari: “Todo es política pero toda política es a la vez
macropolítica y micropolítica”. ¿Cuál es la especificidad de la micropolítica? Lejos de
constituir la parte chica del todo grande de la política, las micropolíticas tienen al menos dos
grandes posibilidades que le son propias: la elaboración de nuevos afectos (o modos de
vida) y la creación de un nuevo tipo de percepción en la escala en que se desarrollan estas
modificaciones de los afectos colectivos.

A la micropolítica le corresponde, por esto, un contenido ético, en la medida en que pone en


primer plano la relación entre modo-de-ser y sus conexiones posibles (no-dadas) con el
mundo. Le conciernen las dinámicas en desplazamiento, así como el advenimiento de
posibles que no encuentran nunca una traducción adecuada y exhaustiva al mundo de la
política a secas.

En términos políticos, la activación micropolítica crea lugares de pensamiento autónomo, de


producción de mutaciones subjetivas, de deserción y creación de proyectos existenciales.

La política (a secas), en cambio, trata de la contraposición de intereses y de las


representaciones de actores ya constituidos. Tiene su centro en la “decisión política”, y en la
capacidad de arraigar y traducir procesos moleculares. Funciona a partir de la
distribución/asignación de un sistema estable de juicios y percepciones.

Como advirtió hace unos años Suely Rolnik, la relación entre política y micropolítica no
remite de ningún modo a dos mundos separados. Su indisoluble relación constituye antes
un punto de partida problemático para las prácticas, que un horizonte a alcanzar. La política
depende siempre de unas micropolíticas (aunque no siempre lo reconozca) y, al mismo
tiempo, las micropolíticas no dejan de aspirar a producir efectos en la macro proponiendo
nuevos problemas, afectos y lenguajes.

En palabras de Silvia Rivera Cusicanqui: La micro-política es un deber moral para evitar que
cualquier devenir de la macro-política nos joda la vida. Es un deber mantener ese espacio de
la micro-política porque el Estado tiene una tendencia y una inercia colonial, por un lado, y
totalizante, por otro, es decir, de moldear todo a su propia imagen. Entonces, tal aparato
funciona a veces al margen de las personas y por eso los espacios micro-políticos son tan
cruciales.

III. la disyunción del 2001


No es disparatado tomar como punto de partida de nuestra reflexión la disyunción producida
durante el año año 2001 entre dos realidades diferentes. La atmósfera securistista que se
crea con los atentados a las torres gemelas para buena parte de occidente, que Agamben
llama estado de excepción permanente, a nivel global. Y al mismo tiempo, la frustración de la
tentativa que en nuestro país y en parte de la región sudamericana bregó por sostener la
crisis de legitimidad del neoliberalismo basada en la represión.

Es un hecho que casi una década después, buena parte del occidente capitalista se
encuentra en crisis, y los países del cono sur de América son percibidos como una zona
alejada de la guerra, y portadores de los recursos naturales indispensables para el
abastecimiento de buena parte del planeta.

IV. Antagonismo y polarización

En nuestra región existen al menos dos dinámicas en juego. De un lado una polarización
muy fuerte entre un modelo de rasgos neodesarrollistas y el viejo núcleo neoliberal de la
postdictadura. Los antecedentes de esta polarización remiten al año 2003, y luego al
conflicto por la resolución 125. Mientras que los elementos del antagonismo (que marcan el
proceso de fondo) se dan a partir de una coexistencia promiscua entre una penetrante
microfísica neoliberal, y una infra-política de tipo anticolonial, cuya genealogía remite al año
2001.

Llamo anticolonial a las infrapolíticas antagonistas porque su eficacia consiste en desarticular


una y otra vez esa mezcla de racismo y clasismo que divide a letrados de iletrados, blancos
de negros, lo político de lo social, villas de barrios, etc.

De la polarización se puede decir que “abre pero cierra”. Que retoma binarizando todo
aquello que durante la crisis funcionó según el par destitución/apertura. Del antagonismo se
puede decir que subsiste como una dinámica de desborde. De allí que el impasse no sea
enunciado desde la impotencia sino desde al inquietud.

V. Hipótesis

La hipótesis que propongo es doble: por un lado (a) que, incluso contra toda apariencia, las
actuales innovaciones macro-políticas del continente sudamericano encuentran su
orientación ética (de modo muy evidente desde hace algo más de dos décadas) en el
conjunto de micropolíticas que opera como fondo, base y a veces como causa directa de
dichos procesos y que; (b) los gobiernos llamados progresistas (que constituyen un avance
notable en muchos sentidos) no asumen con facilidad la productividad irreductiblemente
“micro” de estos fenómenos que sin embargo los atraviesan; que tienden a identificar
contenido democrático con un mayor presencia del estado en el juego político de intereses
constituidos; y que suelen caer en el error de considerar ciertos rasgos autónomos de la
infra-política como una rémora de la resistencias pasadas contra el neo-liberalismo antes que
como una dimensión esencial del procesos que vivimos.

VI. Impasse y constitución política

Cuando hablamos de impasse no nos referimos al decurso de las alternativas macropolíticas


en juego sino al proceso de formación incesante e inacabado del poder colectivo. Ese
proceso (que remite al incesante ensamblaje entre los cuerpos singulares-colectivos) fue
muy visible durante la crisis, y ha sido devuelto a un nivel infrapolítico a partir de lo que ha
dado en llamarse la “recuperación” económica e institucional del país.

Es natural que en cualquier democracia coexistan aquellas narraciones que remiten a la


legitimidad de las instituciones junto a otras que remiten a los puntos de vitalidad o bloqueo
de procesos vivos, situaciones singulares con sus dificultades y hallazgos. Estas últimas
rebelan el fondo material de constitución de cada momento del poder colectivo, y desafían,
hoy más que nunca, al entramado político e institucional en curso.

No se trata sólo del pasaje de un sistema de afinidades que aproxime estos discursos antaño
alejados, sino de la capacidad de conversión constante de la institución en proceso y del
proceso en institución, es decir, de superar la imagen soberanista de la institución. O de
replantear la cuestión de la política: menos el problema del origen del poder político, y más el
origen político del poder colectivo.

Es evidente que la racionalidad del conjunto dependerá de la capacidad de ambos niveles


del proceso de constituir espacio para elaborar democráticamente las lógicas antagónicas
que tienden a emerger y a expresarse de diversos modos. El impasse, entonces, puede
traducirse en una interrogación sobre las instituciones que hoy surgen en la región.

VII. Artensanalidad

Que ambas dinámicas se tocan, se traducen y se solapan mutuamente es, finalmente, lo que
se trata de comprender. No existe exterioridad entre el proceso de composición de afectos y
pasiones, constitución de relaciones y poder político.

La micropolítica (positiva o negativa) tiende a hacerse “poder colectivo, político” en virtud de


su naturaleza contagiosa, transindividual, expansiva, comunicativa, imitativa, semiótica,
constitutiva. A su vez la política macro, el poder colectivo constituido opera a partir de un
conjunto de dispositivos de racionalización, representación, segmentación, integración y
condensación de las fuerzas de los afectos que operan en la micro.

Decíamos que la relación macro-micro constituye un punto de partida. El modo virtuoso de


ese encuentro se da cuando el ensamble de los cuerpos da lugar a ciclos afectivos positivos
que favorecen la interacción con el poder colectivo democrático. El nivel micro político de los
afectos verifica el proceso y da nuevos contenidos de lo político.

VIII. Inquietud

Esta inquietud para quienes venimos intentando pensar activamente este impasse, puede
dar lugar a algunas ideas. En primer lugar, un cambio de actitud en la búsqueda de
detectar/activar asimetrías. La mixtura y la promiscuidad de elementos neoliberales y
resistentes de que hablamos antes no equivale a la indiscernibilidad o a la impotencia. Pero
no resulta suficiente con apelar a la existencia de gobiernos progresistas para destrabar todo
bloqueo, toda situación de injusticia. Si prestamos atención a la solidificación de ciertos
guetos urbanos como las villas dentro mismo de la ciudad de buenos aires, podemos darnos
una idea de la compleja trama infrapolítica a que nos venimos refiriendo.
En una nota del día 7/9/2010 el diario La Nación informa sobre un censo del gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires en el territorio de las villas 31 y 31bis de la zona de Retiro que
demuestra un notable crecimiento de población proveniente de países limítrofes. En la franja
etaria de los 20 a los 29 años, se obtiene que el 85 por ciento es extranjero, dato que avala la
hipótesis de ese cambio en las migraciones en la Argentina, ya que se trata de recién
llegados. El 38 por ciento de los pobladores de ambas villas llegó después de 2005. No
es difícil establecer una relación de proporcionalidad directa entre período de crecimiento de
la economía y de las villas.

De modo paralelo ha crecido estos años una economía de ultra-explotación a partir de los
talleres textiles de mano de obra mayoritariamente boliviana. Los últimos años estas cosas
han aparecido a la luz pública pero, en general, lo han hecho siempre bajo una forma
terriblemente estereotipada, negando siempre algo de la enorme complejidad y ambigüedad
de estos fenómenos.

Ante la dificultad de estas situaciones, un riesgo fuerte, en el nivel del trabajo micropolítico es
el de la estetización, la exaltación de la pseudodiferencia tolerada o exotizada. La activación
de una asimetría es siempre un proceso de problematización. La estetización, en cambio
resuelve en el nivel de la apariencia lo que en la realidad permanece frustrado.

Creo que otro desafío para los colectivos y movimientos infra-políticos pasa por la necesidad
de desarrollar una cierta disposición para la apertura sin contar para ello con códigos
funcionales, que no sean los clichés que día a día se nos ofrecen como sustitutos. Lo
colectivo se juega, quizás, en esa disponibilidad para lo público motivada –y no inhibida– por
esta falta de lenguajes comunes previos.

IX. infrapolítica

La tapa del diario página 12 del último domingo muestra a unos pocos chicos de las tomas
de los colegios secundarios bajo un título que incluye la siguiente frase: “somos hijos del
2001”. Buscando dentro, el artículo traduce esta frase en dos tipos de enunciados:
“desconfiamos de los políticos”, y nos interesa “la participación política” (piquete y asamblea).

Asocio esta desconfianza -tan diferente de la desconfianza liberal a toda acción que
cuestione a la figura del individuo pleno- con un modo infrapolítico, un estar al “acecho”
(como los animales de que habla Deleuze), siempre atentos a lo que pueda venir de
cualquier lado.

La acción política que desconfía de la política puede resultar en la fórmula de una contra-
efectuación, de una contra-actualización. No, ya, el “querer lo que ocurre”, sino más bien el
querer “lo que ocurre en lo que ocurre”. Querer no lo que sucede, sino algo en lo que
sucede”. La infra-política quiere repetir lo actual, recubriéndolo de virtualidades. Para que la
cosa no muera en la inscripción. Para que siga ocurriendo por siempre, como exceso in-
apropiable. Plus que rechaza de plano el cierre que nos ofrece la actualidad cerrada sobre sí
misma, con sus puntos-representación a los que sólo queda obedecer.

X. Lectura del texto-red de la casa

Hace un año estamos embarcados en un proyecto de gestión colectiva de una casa a partir
de reunir ciertas prácticas colectivas en las que participan viejos compañeros de movimientos
sociales, gente de escuelas, la editorial retazos, que trabajan con las telas remanentes de los
talleres textiles, jóvenes migrantes bolivianos, etc. Como parte de la discusión colectiva
tenemos un borrador llamado “La excusa perfecta”, un texto utópico, digo, porque antecede a
la ocupación de la casa. Creo que al leerle algunos fragmentos podré transmitirles aunque
sea un tono. Aquí lo pueden ver
completo: http://www.pablohupert.com.ar/archivos/2010/12/Palabras-y-preguntas-para-
seguir-pensando-sobre-el-proceso-de-la-Casa.doc

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