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INTRODUCCION A LA ECONOMIA

INGENIERIA COMERCIAL. 2014-08-30

Rusia:
Muerte y Transfiguración de un Imperio.
Por Eric Haindl
Revista Economía y Administración Nº103. octubre 1991
Universidad de Chile
El fin de la Guerra Fría

Los acontecimientos recientes ocurridos en la unión soviética, probablemente


constituyan el hito Histórico más importante de los últimos años. Por sus implicaciones
presentes y futuras, seguramente merecerían ser incluidos en el libro de Stephan Zweing
“Momentos estelares de la Humanidad”, justamente a continuación de aquel relato en
que Lenin aborda un ten especial que le facilita el alto mando alemán para que viaje
desde su exilio en Suiza hacia el poder de Rusia.
¡Qué difícil es poder proyectar los acontecimientos históricos! Tan sólo dos años
atrás el mundo se dividía en dos polos irreconciliables, uno liderado por Estados Unidos
y el otro, por la Unión Soviética. Parecía que el destino fatal de la humanidad era el de
tener que sufrir un holocausto nuclear, en el cual se resolviera la supremacía de alguna
de las dos superpotencias. Afortunadamente, el camino que se siguió en definitiva fue
diferente.
La tercera guerra mundial no fue una guerra de enfrentamiento abierto. Pese a
que algunas veces la “guerra fría” como se llamó, estuviera a punto de transformarse en
una “guerra abierta”, siempre primó la cordura en el último minuto. Seguramente el
fantasma de la amenaza nuclear, con su “destrucción mutua asegurada (MAD)” actuó
siempre como un factor disuasivo.
La “guerra fría” que se libró entre la Unión Soviética y Estados Unidos desde la
década de los cincuenta hasta el fin de la década de los ochenta tuvo tres importantes
características. Fue una guerra ideológica, de desestabilización, y económica.

-Guerra ideológica

La primera característica distintiva de la guerra fría fue la de haber sido una


guerra ideológica. Mientras Estados Unidos representaba los valores de la igualdad y de
la solidaridad. La lucha ideológica de estas dos superpotencias se transmitió con fuerza
a todos los países,

La " guerra fría " librada entre la Unión Soviética y


Estados Unidos fue una guerra Ideológica, de
desestabilización y económica
en especial a los del tercer mundo. Los partidos de centro y derecha: liberales y
conservadores, se transformaron en los aliados naturales de Estados Unidos, y pasaron a
encarnar los valores de la libertad, la democracia y la defensa de los derechos del
hombre. Los partidos de izquierda: comunistas y socialistas, fueron los aliados de la
unión soviética. Sus bases programáticas privilegiaron siempre los conceptos de
igualdad y solidaridad.
Esta característica significo llevar la guerra fría directamente a la arena política
contingente de los distintos países. Aún más, existían partidos, como el comunista, que
eran instrumentos directos de la Unión Soviética en el plan de dominio mundial. Los
países que tenían regímenes democráticos, estaban sujetos a cambiar de órbita si los
partidos políticos que apoyaban a la Unión Soviética llegaban al poder. Sin embargo,
este mecanismo no operaba en el sentido inverso. Los países, que estaban en la órbita
socialista no tenían regímenes democráticos, y se eternizaban en el poder. Ello parecía
darle una enorme ventaja a la Unión Soviética, ya que en esta guerra ideológica sólo
ganaba nuevos países, y no perdía ninguno. Así logró controlar casi la mitad de la
población Mundial.
En definitiva, la guerra ideológica fue ganada por Estados Unidos. La
democracia se impuso como sistema de gobierno y la libertad y el respeto de los
derechos del hombre fue adoptada como bandera de lucha por todos los pueblos.
Incluso los partidos de izquierda tuvieron que aceptar estos valores (“renovarse”) para
evitar desaparecer. De nada sirvió monopolizar el poder, cuando los pueblos se
rebelaron y derribaron las dictaduras dependientes de la Unión Soviética.

-Guerra de Desestabilización

La Segunda característica de la guerra fría fue la de ser una guerra de


desestabilización. Al no poder enfrentarse en forma directa, la Unión Soviética comenzó
a desestabilizar los países del área de influencia de Estados Unidos. Se formaron grupos
guerrilleros en las zonas rurales y comandos terroristas en las zonas urbanas, quienes
debían desestabilizar por dentro los países, y luego ayudar en la toma del poder total.
Esta estrategia fue exitosa en el caso de Cuba, Nicaragua, Vietnam, Laos, Camboya y
varios países africanos.
Diversos países latinoamericanos sufren actualmente las secuelas de esta
estrategia de penetración, en términos de actividad terrorista e inseguridad de la
población.

-Guerra Económica

La tercera característica de la guerra fría fue la de ser una guerra económica. Por
un lado, Estados Unidos producía bienes y servicios basados en un esquema de libre
mercado; por el otro, la Unión Soviética producía bienes basado en un esquema de
planificación central. En esta batalla de la producción se enfrentaron los dos gigantes.
Cada cual trataba de demostrara al mundo su capacidad para producir un mayor
bienestar para su población, para hacer las mayores proezas tecnológicas (carrera
espacial) y para producir la mayor capacidad de armamento.
Este plano de la guerra fría fue la que le dio el éxito definitivo a los Estados
Unidos. Su economía de libre mercado demostró ser claramente superior a la
planificación central, al elevar significativamente el bienestar de su población y
demostrara una mayor capacidad de creatividad tecnológica. Sólo en la producción de
armamento la Unión Soviética fue capaz de mantener un nivel de paridad con respecto a
Estados Unidos. Por otro lado, para la Unión Soviética mantener la paridad
armamentista mientras perdía la batalla de la producción de bienes y servicios,
significaba un sacrificio creciente. Cada vez era necesario destinar una mayor fracción
de su PGB a armamento y una fracción cada vez más baja para el consumo de su
población.
El golpe definitivo lo dio el presidente Reagan, cuando decidió incrementar
fuertemente el gasto en defensa de Estados Unidos, y anunció el plan de la “Guerra de
las Galaxias” a comienzos de la década de los ochenta. La Unión Soviética intentó
ponerse a la par. Ello lo demandó tal esfuerzo, que terminó por desarticular la
producción de bienes de consumo y alimentos. La producción de armamentos llegó a
representar más del 25% del PGB de la Unión Soviética, mientras los alimentos se
podrían en las redes de distribución, y una desabastecida población hacía interminables
colas para adquirir los bienes más elementales.
Ante la perspectiva de una revolución popular, el presidente Gorbachov decidió
retransformar la economía de guerra rusa en una economía de paz, que entregara bienes
y alimentos a su empobrecida población. Creyó que la clave para lograr tales cambios,
era introducir la libertad y la democracia en la Unión Soviética. Nació así la
“perestroika” (reestructuración) y la “glasnost” (transparencia).

Al adoptar la Unión Soviética las ideas de libertad y


democracia y querer convertir su economía al libre mercado,
se puso fin a la guerra fría.

Al adoptar la Unión Soviética las ideas de libertad y democracia, por un lado, y


querer reconvertir su economía de acuerdo a un esquema de libre mercado, por otro, se
terminó la guerra fría. La conversión del líder originó una verdadera reacción en cadena
de conversiones entre sus seguidores. Tan sólo China, que ya había adoptado
previamente el libre mercado; y Cuba, que se resiste a cualquier cambio, permanecen a
la fecha con sus jerarquías intactas.

-El fin del imperio ruso

Dentro de la Unión Soviética existían quince repúblicas, con diferentes pueblos,


idiomas, culturas y religiones. Una de estas repúblicas, la rusa, con ciento cincuenta
millones de habitantes, dominaba las otras. El comunismo era el cemento aglutinante de
este imperio. Al caer el comunismo, ya no había nada que las uniera, por lo que
comenzaron a operar fuerzas centrífugas. El nacionalismo de cada república reemplazó
al comunismo, por lo que no tardaron en manifestarse movimientos independentistas en
cada una de ellas. Tan sólo una dictadura que volviera a instaurar el comunismo podía
impedir esta disolución, al menos por algún tiempo. Es posible que el abortado golpe de
agosto hubiera sido capaz de diferir en el tiempo esta disolución. Su fracaso sólo logró
acelerar un proceso inevitable.
El fin del imperio ruso aún no se ha concretado, pero es sólo cuestión de tiempo.
Ello significará el surgimiento de un conjunto de nuevos países que se incorporarán a la
comunidad internacional. También significará una nueva realineación de fuerzas en el
escenario mundial. Estados Unidos queda como la gran súper potencia del mundo. Esto
le da la oportunidad de transformarse en el árbitro de la política mundial, o también le
permite recluirse en sí mismo, sabiendo que ya no es necesario su poder para equilibrar
el de la Unión Soviética.

El fin del imperio ruso puede dar origen a nuevas guerras limitadas y de tipo
convencional. Ello ya se está produciendo en Yugoslavia, y es posible que se gesten
otras entre los estados sucesores del antiguo imperio (azeríes contra armenios,
etc.).También origina un vacío de poder a nivel mundial, que sólo puede ser llenado con
el surgimiento de nuevas superpotencias. Una posibilidad es que éste sea llenado por la
Comunidad Económica Europea, actuando como un estado multinacional. Otra es el
surgimiento aislado de Alemania, de Japón o de China. Ello cambiará el centro de
gravedad de la política mundial. La gravitación creciente del Asia parece ser una
consecuencia inevitable de la caída del imperio ruso.

La Transformación Económica de Rusia

Transformar una Economía de planificación central en una economía de


mercado es una tarea mayúscula. Si esto es cierto para cualquier país pequeño, se podrá
comprender la envergadura de la tarea que significa lograr la transformación anterior en
la mayor economía planificación central del planeta.

La magnitud de las distorsiones económicas, de la carencia de mercados, de la


falta de preparación de sus administradores, de la mentalidad burócrata de sus
ciudadanos es tal que literalmente no se sabe por dónde empezar.
Posee un Estado hipertrofiado, con muchos burócratas de dedicados a
obstaculizar a los demás, y a espiarlos y pocos dedicados a prestar servicios públicos.
También hay exceso de dotación de personal en el ejército, el cual estaba dimensionado
más para conquistar el mundo que para defender Rusia. La industria también opera con
un exceso de dotación. Cálculos conservadores, indican que una reducción moderada
del exceso de personal en todas estas áreas dejaría alrededor de 30 millones de
trabajadores cesantes. En cierta forma, ello significaría abandonar los principios de
igualdad y solidaridad en nombre de la eficiencia.
La estructura productiva de su economía debe cambiar por completo. La
industria de armamento y de defensa está hipertrofiada y debe ser cerrada o
reconvertida. Lo ideal sería reconvertirla y reorientarla hacia la exportación. El sector de
servicios es prácticamente inexistente. Su creación y desarrollo generaría gran cantidad
de empleo, que permitiría absorber parte de los cesantes de otros sectores. La
agricultura debe ser privatizada para que el país sea capaz de alimentar a su población.
Todo el intercambio de piezas e insumos entre las industrias de las diferentes repúblicas
debe corresponder a transacciones voluntarias de mercado y no a meras órdenes de los
funcionarios de planificación. En fin, es necesario que nazcan nuevas actividades y
desaparezcan otras. Ello es siempre complejo y doloroso.
La reforma más importante que deberá emprender Rusia, si quiere tener una
economía de mercado es la instauración jurídica del derecho de propiedad. Actualmente
no existe una legislación que regule el proceso de compra-venta de activos y
propiedades. Tampoco existen conservadores de bienes raíces en donde se pueda
registrar quién es dueño de qué. Un contrato de cualquier tipo es firmado por los
gerentes de una empresa y puede ser desconocido a continuación con el mayor
desparpajo. Por ello, actualmente los contratos en Rusia no tienen mayor valor que el
papel en que están firmados o de la buena voluntad del funcionario de turno.
Una economía de mercado requiere de derechos de propiedad claros y
establecidos, y de contratos que puedan ser reforzados. De otro modo, las personas no
saben realmente lo que están comprando o lo que están firmando. Recientemente el
Estado decidió privatizar las casas de veraneo entre sus funcionarios. Ellas salieron a
precios de reventa realmente ridículas. Una casa de veraneo a orillas del Mar Negro se
vendía en alrededor de 2 mil dólares. Sin embargo, al no existir conservadores de bienes
raíces, el comprador nunca está seguro de que nadie va a venir a quitarle
posteriormente la propiedad.
En materias fiscales, lo más importante es la reducción del enorme déficit que
supera el 15% del PGB, lo que obliga al Estado a emitir en forma descontrolada para
cubrirlo. Esto tiene a Rusia en el borde de la hiperinflación. Al intentar sujetar la
hiperinflación mediante el control de precios, las colas se agravan y desaparecen los
productos de los mercados. Con ello crece el descontento de la población. Para lograr
una estabilidad monetaria, Rusia debe aplicar un drástico programa de austeridad fiscal
que permita reducir su enorme déficit. La aplicación de dicho programa agudizará su
actual recesión. Sin embargo, no le queda otro camino si no desea entrar en un proceso
de hiperinflación desatada.

Al borde de la hiperinflación, si Rusia desea lograr la


estabilidad monetaria deberá aplicar un drástico plan de
austeridad fiscal

Al eliminar los mecanismos de planificación central, y no haber creado las


condiciones para remplazarlas por una economía de mercado, la economía rusa ha
entrado en un estado creciente de anarquía. Ello ha provocado una fuerte recesión que
ha hecho caer el nivel de actividad durante 1990 y 1991. Cálculos preliminares indican
una caída de 10% del PGB durante 1990 y de más del 15% durante 1991.La caída del
poder adquisitivo ha sido enorme. Muchos rusos comienzan a mirar con nostalgia la era
de Brezniev, y culpan de sus males a la “perestroika”… la cosecha agrícola de este año
fue inferior a la del año pasado, lo que obligará a los rusos a importar alimentos. Esto se
produce en una situación de virtual agotamiento de divisas. Si occidente no los ayuda es
probable que en este invierno haya hambre ente la población. El abastecimiento de
petróleo también ha estado fallando últimamente, por lo que es posible que tampoco
haya suficiente calefacción para soportar el frío invierno.

La aceleración de las reformas económicas resulta fundamental para que Rusia


pueda alimentar y vestir a su población. Crear los mecanismos de mercado para lograr
lo anterior, parece ser la única forma de que el país siga siendo viable. De otra forma, el
inmovilismo llevará a una desintegración del país y probablemente a otra revolución.
Para renacer, Rusia debe transfigurarse, volver a recuperar sus raíces milenarias
y emerger como un país moderno y eficiente. De no ser así las fuerzas centrífugas que
ha puesto en marcha terminarán por destrozarla.

El Pueblo Ruso

Cuando se visita Rusia, lo primero que llama la atención es la uniformidad de


sus habitantes. Todos visten parecido, comen más o menos lo mismo, viven en casas
similares. Es el hombre-masa personificado. Nadie se destaca por su casa o su
vestimenta, pero tampoco se ve pobreza. La igualdad de sus habitantes es, ciertamente,
algo que llama la atención del visitante occidental.
El rango de salarios es bastante estrecho. Las obreras no calificadas ganan
alrededor de 7 dólares al mes. Los gerentes de las fábricas alrededor de 25. El salario
promedio es de alrededor de 15 dólares al mes. Parece un salario miserable, pero en
Rusia no lo es. El arriendo que se le paga al Estado por una casa es de un dólar al mes.
Ello da derecho a calefacción, agua, gas y electricidad. Un dólar también vale una
botella de Vodka. Si la persona tiene la fortuna de tener teléfono, su cuenta mensual es
de 15 centavos de dólar. Sin embargo, una cajetilla de cigarrillos vale un dólar y medio,
y no se puede comprar más de 2 al mes. La educación y la salud son completamente
gratuitas. También es gratis el transporte colectivo en buses. El precio del transporte en
metro es ridículamente bajo (5 pasajes valen un centavo de dólar). El pan vale alrededor
de 1.4centavos de dólar el kilo (después de una hora de cola). Toda la alimentación es
muy barata, si la persona tiene la suerte de encontrar el producto y la paciencia para
hacer la cola. Sin embargo, el vestuario es enormemente caro. Un blue-Jean vale
alrededor de 45 dólares, lo que significa tres meses de sueldo de una familia promedio.
Un par de zapatos puede requerir cuatro meses de sueldo. Vestirse está fuera del alcance
del presupuesto de un ciudadano Ruso. No es extraño encontrarlos por las calles con los
zapatos rotos y la ropa raída.
En Rusia nadie vive en casas. Todos viven en edificios de departamentos. Sólo
en algunas áreas rurales se pueden ver algunas casas individuales. Los departamentos
estándares son de 25m². Como en esa superficie no cabe baño o cocina, existen baños
comunes y cocinas comunes que deben compartir varios departamentos. Los
departamentos más grandes alcanzan a 45m². Estos departamentos sí tienen baño y
cocina privados, pero ellos sólo están disponibles para los gerentes de las fábricas o los
funcionarios importantes. Existe una tremenda escasez de vivienda en Rusia. La gente
debe postular a una vivienda y debe esperar más de 10 años para conseguirla. Esto se ha
visto agravado con la repatriación masiva de soldados que ocupaban Europa Oriental.
No cabe duda que el pueblo ruso vive hacinado.

El pueblo es la mayor riqueza de Rusia: con incentivos


adecuados y una economía de mercado debería ser una
potencia económica.

La falta de mayores expectativas y estímulos ha hecho que el trabajador ruso no


se esfuerce en lo más mínimo. Su subsistencia la tiene asegurada y adquirir más que eso
parece algo imposible. Ello le ha infundido un terrible conformismo y pesimismo. Todo
lo espera del Estado. Nada de su propio esfuerzo. Por todos lados impera la ley del
mínimo esfuerzo. Todo es lento, burocrático e ineficiente. Los trabajadores llegan tarde
y se van antes de la hora. Los funcionarios tienen una tendencia natural a ponerle
dificultades al resto, y de espiarlos. Todos temen tomar una decisión, de la que podrían
arrepentirse más tarde. Ello hace que las empresas sean terriblemente poco efectivas, y
que todo se demore más de la cuenta.
Su falta de expectativas ha agravado su tradicional problema de alcoholismo. El
gobierno ha intentado controlar este problema, racionando la venta del vodka. Pero esto
sólo ha hecho florecer los mercados negros. Existe un creciente pesimismo en la
población. Esta se ve triste. Contempla el derrumbe del imperio ruso con resignación y
con temor hacia el porvenir.
La juventud mira deslumbrada hacia Occidente. Sus reuniones recuerdan la
música y la vestimenta de los años sesenta. La música rock y brasilera y la minifalda se
mezclan con los ritmos del Volga. El corte de pelo asemeja un “punk” sobrio. Todo lo
Occidente es bienvenido en estos círculos. Muchos sueñan con poder emigrar a algún
país occidental.
El nivel de educación del pueblo ruso es bastante alto. También lo es su nivel
cultural. La juventud gusta de escuchar a Mozart y a Bach. Su televisión es
extraordinariamente cultural en su programación. El pueblo ruso es mayoritariamente
eslavo. Muy buena raza, en general. Es un pueblo fuerte, sufrido y confiado. En general,
es de una honradez que ya no se ve en Occidente. Prácticamente no hay criminalidad.
La gente es dura y fría por fuera, pero tras la coraza exterior frecuentemente se esconde
un corazón de oro. Los rusos son tremendamente sentimentales. Sin duda, el pueblo es
la mayor riqueza que tiene el país. Con los incentivos apropiados, y con una economía
de mercado ese país debería ser una potencia económica. Es sólo cuestión de darle una
oportunidad a la mano invisible para que dirija la asignación de los recursos.
En 1992 se cumplen mil años de la introducción del cristianismo en Rusia. Este
aniversario encontrará a su iglesia ortodoxa en pleno renacimiento. La gran mayoría de
las iglesias fue cerrada por el gobierno comunista, para instalar “museos del ateísmo”.
Estos museos se están volviendo a retransformar en iglesias y nuevamente sus
campanas y cúpulas de oro vuelven sus miradas al cielo. Asistí a una de sus misas en
Moscú. Es algo impresionante. Las paredes de las iglesias están cubiertas de oro y con
centenares de íconos rusos. Los fieles les prenden velas e incienso. Los sacerdotes con
unas vestimentas llenas de oro encabezan las ceremonias. El fervor religioso es
inmenso. De pronto me sentí como transportado a la vieja Rusia de los Zares. Es el
espíritu de la vieja Rusia milenaria que renace. Es el encuentro de un pueblo con su
historia. Siento que aquí está la fuerza que le permitirá los rusos soportar todas las
terribles pruebas que significará la reconversión de su economía. La fuerza que, en
definitiva, los volverá hacer nuevamente grandes.

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De la crisis de una ideología al fin de un
imperio.
Carlos E miranda V
Revista Economía y Administración Nº106, enero 1992.

El 25 de diciembre de 1991 fue arriada del Kremlin la bandera roja con la hoz y
el martillo que presentaba a la Unión Soviética y en su lugar fue izada la vieja bandera
tricolor de la Rusia imperial. Al día siguiente, Mikhail Gorbachov dimitía de su cargo
de presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en un acto no exento de
ironía, casi superfluo, porque de hecho el Estado que él gobernó durante casi siete años
había ya dejado de existir.
Ambos acontecimientos pueden ser considerados como símbolos, impactantes,
dramáticos, del reconocimiento del término definitivo de una serie de importantes
realidades de este siglo: la caída de uno de los líderes políticos más influyentes; la
extinción de un estado imperial que fue una de las superpotencias dominantes en el
escenario internacional durante mas de cuatro décadas; y la muerte de una ideología
que, a pesar de estar basada en una utopía imposible, fue capaz de concitar la adhesión
de millones de hombres en el mundo entero. Adicionalmente, los mencionados eventos
también significaron la confirmación definitiva de la solución de la estructura bipolar
del sistema internacional de la posguerra y el final de la guerra fría, que fue la
consecuencia inevitable de dicha estructura configurada en torno a dos grandes polos
hegemónicos inconciliable entre sí.
El sorprendente proceso de radicales cambios que en el curso de unos pocos
meses en 1989 había desintegrado al bloque que parecía más homogéneo y
cohesionado, culminaba así con la propia desintegración del poder central que lo había
dominado. Sin duda, este desenlace fue el más inesperado, algo que nadie pudo
predecir, porque parecía inconcebible semanas o incluso días antes de que
efectivamente ocurriera.
Por cierto, la historia registra la caída de muchos grandes imperios y revela que
las veleidades del poder constituyen quizás la característica más constante de la política.
Ello es así porque la política, y especialmente la política internacional, ha consistido a lo
largo del tiempo esencialmente en una lucha por el poder. En consecuencia, todos los
cambios significativos en la distribución internacional del poder han sido el resultado de
guerras, es decir, del empleo de la violencia. En la presente situación, sin embargo, los
cambios se han producido sin disparar un solo tiro. Al respecto, la pregunta pertinente
es. ¿Cómo y por qué pudo producirse un hecho tan inusitado, tan sin precedentes en la
historia?

La crisis fue multifacética, ya que se manifestó en las esferas


económica, social, política y moral, afectando los cimientos del
sistema

A mi entender, para intentar rastrear la respuesta a esta interrogante es preciso


remontarse por lo menos a los inicios de lo que Zbigniew Brzezinski (1989) llamó la
“crisis Terminal del comunismo” que se hizo patente a mediados de la década pasada.
La crisis fue multifacética, ya que se manifestó en las esferas económica, social, política
y moral, con el agravante de que las dificultades en un área repercutían en las demás. Y
es que además, quizás principalmente, fue una crisis ideológica, es decir, afectó los
cimientos del sistema, de tal modo que cuando éstos comenzaron a ser carcomidos, todo
el edificio tambaleó y terminó desplomándose.

El Diagnóstico de 1985

En marzo de 1985, la reunión Plenaria del Comité central del PCUS eligió como
secretario General del partido a Mikhail Gorbachov. Su elección de ninguna manera
puede ser considerada un hecho fortuito, ya que si bien él representaba una nueva
mentalidad, ésta era concordante con la percepción crecientemente extendida - aunque
todavía permaneciera públicamente silenciada - de los problemas de diversa índole que
aquejaban a la Unión Soviética. En otros términos, era inevitable que el poder pasase a
manos de una reformista. En cierto modo, esta necesidad ya se había vislumbrado en el
breve gobierno de Yuri Andropov, quien sucedió a Brezhnev 1982 y planteó los
primeros ataques contra la corrupción y el estancamiento del sistema. Pero la repentina
muerte de Andropov en 1984 paralizó momentáneamente el incipiente impulso
innovador, al asumir el poder Konstantin Chernenko, un anciano representante de la
vieja guardia conservadora. Sin embargo, su período de gobierno fue aún más breve que
el de su antecesor y ciertamente no logró contrarrestar las presiones reformistas ya
desatadas en estratos cada vez más amplios de la sociedad soviética, incluyendo entre
ellos a importantes sectores del Partido Comunista. Esta situación explica la llegada al
poder de Mikhail Gorbachov, un hombre de una nueva generación y de una nueva
mentalidad.
Cuando Gorbachov emerge como figura dominante existía una percepción
generalizada del anquilosamiento del sistema soviético, de su incapacidad para cumplir
sus propias promesas y así satisfacer las apremiantes demandas sociales de mayor
bienestar. Los retirados fracasos económicos y el retraso tecnológico eran cada vez más
evidentes e indesmentibles, lo que era grave no sólo desde el punto de vista puramente
económico, sino también desde una perspectiva psicológica y moral: la ideología
sustentadora de todo el sistema, basada en un supuesto conocimiento científico de las
leyes de la historia y de la economía, estaba mostrando sus insuficiencias prácticas y su
inferioridad respecto del vituperado capitalismo. Era claro que la competencia en el
desarrollo científico y técnico, a la que se había ostentosamente desafiado a occidente
veinte años antes, se estaba perdiendo. Por consiguiente, el problema prioritario que
había que resolver era cómo recuperar el dinamismo de la economía, cómo elevar y
mejorar la productividad. Por cierto, encontrar una solución adecuada a este tipo de
problemas es difícil en cualquier lugar del mundo, pero en una sociedad como la
soviética lo era aún mucho más.
En efecto, de acuerdo al diagnóstico de los nuevos líderes, el estancamiento
económico era la manifestación externa de un fenómeno de raíces más profundas,
consistente en la gradual erosión de los valores ideológicos y morales de la población.
Esa situación era la consecuencia indeseada de la persistente actitud de los dirigentes de
mantener el fervor ideológico mediante la presentación de una visión exitista de la
realidad, ocultando las dificultades o renovando la promesa de solucionarlas. Pero si
bien esa táctica pudo ser útil durante muchos años, terminó provocando una irreparable
pérdida de credibilidad en la palabra oficial: la brecha entre las proclamas y los hechos
fue haciéndose progresivamente ostensible.
En tanto el sistema se mantuvo cerrado, la percepción de la mencionada brecha
careció de la posibilidad expresarse externamente y, por lo tanto, no ocasionó mayores
dificultades políticas; pero fue inevitable que se extendiese subterráneamente, lo que
tuvo un efecto corrosivo en la mortalidad ciudadana y variados males comenzaron a
aparecer. Como consecuencia de la pérdida de fe en un modelo que no funcionaba, se
comenzó a debilitar la mística ideológica, emergió la desconfianza en los dirigentes y
en el partido, y se suscitó un conjunto de comportamientos morales perjudiciales para la
recuperación de la eficiencia productiva y administrativa. Ante la falta de estímulos y de
expectativas, empezó a reinar una actitud de generalizada apatía, de pasividad pública,
de falta de compromiso social, con secuelas tales como el cinismo y la hipocresía, y
también el alcoholismo y la drogadicción. Esta serie de reacciones negativas en el
plano moral, consecuencia directa del fracaso de la economía, se convirtió de este modo
en la principal causa de nuevos deterioros en dicho sector.
En suma, los nuevos dirigentes advirtieron, con bastante lucidez, que la
insatisfacción de las aspiraciones materiales estaba conduciendo a una progresiva
descomposición moral, la que, a su vez, repercutía negativamente en la eficiencia de
todo el sistema. En otros términos, se había establecido una perniciosa interconexión
entre el ámbito económico y el ámbito moral, de tal manera que los problemas en uno
de ellos tenían efectos en el otro, los cuales retroalimentaban las faltas del primero, y así
sucesivamente. Las implicancias políticas y sociales de este corrosivo proceso eran
obvias. Con el fin de detenerlo y revertirlo, era preciso actuar en varios frentes a la vez.
Para alcanzar este crucial objetivo, Gorbachov diseñó sus dos célebres campañas: la
glasnost y la perestroika.

La pérdida de fe en un modelo que no funcionaba debilitó la


mística ideológica e hizo emerger la desconfianza en los
dirigentes.

Glasnost y Perestroika

Estas dos palabras rusas alcanzaron rápida divulgación en el mundo entero. Con
ellas se designó a dos procesos concebidos como recíprocamente complementarios. En
la práctica, sin embargo, estos corrieron destinos diferentes. Podríamos decir que el
primero alcanzó un éxito muy superior al previsto, y en este sentido resultó
contraproducente desde el punto de vista sistemático; y el segundo fracasó debido a la
confusión tanto en sus planteamientos como en el alcance de sus objetivos.

La Glasnost y sus efectos

Glasnost significa “transparencia informativa”. En términos prácticos, la


Glasnost representó una apertura a la libertad de expresión. En su primera fase, esta
nueva libertad, sin precedentes en la historia soviética, se volcó hacia la crítica pública
de la burocracia, y los principales blancos fueron la ineficiencia, la corrupción, los
abusos de poder. Estas críticas se extendieron rápidamente, porque no encontraron
resistencia. Ni aún los miembros de la nomenklatura se atrevieron a defender o
justificar sus prerrogativas. Por otra parte, las nuevas autoridades estaban interesadas en
fomentar estas manifestaciones de malestar focalizadas hacia el periodo de Brezhnev, ya
que de este modo se facilitaría la extirpación de lo que ellas consideraban meras
“desviaciones” del socialismo, con lo que se recuperaría la pureza ideológica; se
revitalizaría la moralidad pública en cuanto los ciudadanos se sentirían partícipes
activos y comprometidos en los procesos de toma de decisiones políticas; y, finalmente,
la economía se fortalecería gracias a los nuevos incentivos concedidos a los
trabajadores, cuya voz sería ahora reconocida y escuchada.
Este ambicioso programa pareció entonces factible, ya que fue diseñado
teniendo a la vista el diagnóstico de la situación de la sociedad soviética más arriba
reseñado. Dicho diagnóstico fue acertado en gran medida, pues posibilitó la detección
de una serie de problemas; no obstante, como pronto pudo apreciarse, resulto completo,
porque no logró descubrir la raíz de la corrosión, o no le atribuyó la importancia debida.
Dicho de otro modo, el deterioro en la economía no era la causa de la descomposición,
sino a lo más el detonante de ella. La verdadera causa era la erosión de la ideología,
contra la cual se había acumulado un resentimiento imposible de contrarrestar. Pero esto
sólo se hizo perceptible cuando la glasnost pasó a una segunda fase, es decir, cuando se
excedió el marco previsto por sus impulsores y las denuncias dejaron de circunscribirse
a la situación inmediata y a la era de Brezhnev. La crítica pronto se extendió hasta
abarcar el periodo de Stalin. Finalmente hasta Lenin, fundador del Estado Soviético,
cayó, literalmente, de su casi sagrado pedestal. Como ahora sabemos, éste fue el golpe
final del proceso de desintegración política, moral e ideológica del imperio. Lenin, líder
de una revolución triunfante, constituía la fuente última de legitimidad del sistema. Su
caída, consecuentemente, despojó a las autoridades del partido y del gobierno de los
restos de legitimidad que aún ostentaban. La crisis se generalizó y emergieron
amenazantes brotes de anarquía, a los que se intentó sofocar mediante el fracasado
golpe de estado de agosto de 1991.
En suma, las críticas desatadas por el proceso de la glasnost revelaron el amplio
convencimiento popular de que los errores y vicios del presente y del pasado no habían
sido frutos de la circunstancias, sino que eran inherentes al sistema imperante, inspirado
en una ideología engañosa que no conducía a la liberación humana, como prometía, sino
a una permanente opresión. Desde esta perspectiva, se comprende que la perestroika, tal
como fue originalmente concebida, era un proyecto imposible.

El fracaso de la perestroika

Perestroika es un término que involucra las ideas de reestructuración y reforma.


Gorbachov planteó por primera vez esta estrategia en la reunión plenaria del comité
Central del PCUS celebrada en abril de 1985. Gorbachov concibió la perestroika como
un proceso necesario e inevitable y de alcances revolucionarios. Su objetivo era
reformar el sistema dentro del sistema, dentro del socialismo, con el propósito de
reforzarlo y desplegar sus potencialidades. La perestroika debía nutrirse de las
revelaciones proporcionadas por la glasnost. Pero desde el momento en que ésta excedió
los límites prefijados, la perestroika comenzó a desdibujarse y sus proclamados
objetivos se volvieron crecientemente difusos.
En realidad, la perestroika era un proyecto imposible, porque en su
planteamiento había una contradicción básica. El diagnóstico de 1985, confirmado y
reforzado por la glasnost, puso en evidencia la necesidad de reformar todos los ámbitos
del sistema, debido a que ninguno de ellos funcionaba adecuadamente, y a la ya
comentada retroalimentación recíproca de las dificultades de cada esfera en las demás.
La acertada percepción de la magnitud y amplitud de las reformas requeridas, impulsó a
Gorbachov proponer la perestroika, la reestructuración revolucionaria de todos los
campos de la sociedad. Pero Gorbachov impuso una condición que hacía inviable su
propio programa: las transformaciones debían efectuarse dentro del sistema. Al
parecer, Gorbachov nunca comprendió la inconsistencia de este propósito. ¿Cómo
reformar la totalidad de las partes del sistema y pretender, sin embargo, mantener el
sistema? Gorbachov quedó atrapado en esta contradicción que jamás logró resolver, y
que explica el fracaso de la perestroika y su propia caída.
El frustrado golpe de estado de los sectores conservadores del partido, en agosto
de 1991, constituyó una dramática y decisiva muestra de la dimensión práctica de la
comentada contradicción. Ese acontecimiento puso la lápida al proyecto de gorbachov:
el sistema soviético no era reformable y, por lo tanto, carecía de sentido persistir en un
camino no sólo fallido sino también peligroso, como ahora se comprobaba. ¿Por qué y
para qué, entonces, conservar un sistema que había mostrado sus errores y fallas por
todos lados? Lo que había que hacer era cambiarlo en su totalidad, aunque no se tuviese
claro qué lo reemplazaría.
Después del intento de golpe de agosto pasado, se ha desarrollado a un ritmo
vertiginoso una serie de acontecimientos que han implicado transformaciones profundas
y sorprendentes. Boris Yeltsin ha tratado de desmantelar las estructuras y bases de
poder de la vieja sociedad. Su medida mas audaz e impactante fue la proscripción legal
del partido comunista y la confiscación de sus bienes. La Unión Soviética ha dejado de
existir, y las quince repúblicas que la integraron son ahora Estados independientes.
Once de ellos han conformado una Mancomunidad, sobre cuya evolución no es
prudente pronunciarse por el momento. Los precios han sido liberados y se intenta
avanzar hacia una economía de mercado. Pero hay escasez de mercaderías, presagios de
fuerte inflación y cesantía, y un sinnúmero de viejos y nuevos problemas no resueltos de
índole política, social, militar, diplomática, etc.

El panorama es extremadamente incierto. El proceso de


cambios continúa y nadie sabe dónde ni cuándo terminará.
El panorama es extremadamente incierto. El proceso de cambios continúa y
nadie sabe dónde ni cuándo terminará. Se ha abandonado la ideología orientadora y
cohesionante, y no ha sido sustituida por un nuevo proyecto de sociedad. Este vacío ha
sido llenado por el despertar del nacionalismo, cuya irrupción en varias de las antiguas
repúblicas plantea amenazas de interminables y violentos conflictos.
En síntesis, la crisis de la ideología comunista provocó una cadena de crisis en
todos los ámbitos de la sociedad soviética y de su imperio. Hasta ahora, el proceso
desatado ha sido eminentemente destructivo. En algún momento tendrá que iniciarse la
etapa constructiva. Pero previo a ello, será necesario determinar qué se quiere o qué se
puede construir. Aparentemente, esto es algo que hoy nadie sabe en lo que, a falta de un
nombre mejor y más permanente, nos hemos acostumbrado a llamar la ex – Unión
Soviética.

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