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I. ESTADIOS DEL DESARROLLO SEGÚN J. PIAGET Piaget distingue cuatro grandes períodos en el
desarrollo de las estructuras cognitivas, íntimamente unidos al desarrollo de la afectividad y de la
socialización del niño. Habla en varias ocasiones de las relaciones recíprocas de estos aspectos del
desarrollo psíquico.
El primer período, que llega hasta los 24 meses, es el de la inteligencia sensoriomotriz, anterior al
lenguaje y al pensamiento propiamente dicho. Tras un período de ejercicios de los reflejos en que
las reacciones del niño estén íntimamente unidas a tendencias instintivas como son la nutrición, la
reacción simple de defensa, etc., aparecen los primeros hábitos elementales. No se repiten sin
más las diversas reacciones reflejas, sino que incorporan nuevos estímulos que pasan a ser
“asimilados”. Es el punto de partida para adquirir nuevos modos de obrar. Sensaciones,
percepciones y movimientos propios del niño se organizan en lo que Piaget denomina “esquemas
de acción”. A partir de los 5 o 6 meses se multiplican y diferencian los comportamientos del
estadio anterior. Por una parte, el niño incorpora los nuevos objetos percibidos a unos esquemas
de acción ya formados (asimilación), pero también los esquemas de acción se transforman
(acomodación) en función de la asimilación. Por consiguiente, se produce un doble juego de
asimilación y acomodación por el que el niño se adapta a su medio. Bastará que unos movimientos
aporten una satisfacción para que sean repetidos (reacciones circulares). Las reacciones circulares
sólo evolucionarán con el desarrollo posterior, y la satisfacción (único objetivo) se disociará de los
medios que fueron empleados para realizarse. Al coordinarse diferentes movimientos y
percepciones se forman nuevos esquemas de mayor amplitud. El niño incorpora las novedades
procedentes del mundo exterior a sus esquemas (podemos denominarlos esquemas de
asimilación) como si tratara de comprender si el objeto con que se ha topado es, por ejemplo,
“para chupar”, “para palpar”, “para golpea”, etc. Cabe afirmar que los diversos esquemas
constituyen una estructura cognitiva elemental en grado sumo, al igual que lo serán,
posteriormente, los conceptos a los que incorporará los nuevos informes procedentes del exterior.
Durante el período sensoriomotriz todo lo sentido y percibido se asimilará a la actividad infantil. El
mismo cuerpo infantil no está disociado del mundo exterior, razón por la cual Piaget habla de un
egocentrismo integral. Gracias a posteriores coordinaciones se fundamentaran las principales
categorías de todo conocimiento: categoría de objeto, espacio, tiempo y causalidad, lo que
permitirá objetivar el mundo exterior con respecto al propio cuerpo. Como criterio de objetivación
o exteriorización del mundo (inicio de una “descentración” respecto al yo), Piaget subraya tal
hecho de que el niño busca un objeto desaparecido de su vista mientras que durante los primeros
meses dejaba de interesarse por el objeto en cuanto escapaba de su radio de percepción. Hasta el
final del primero el niño no será capaz de considerar un objeto como un algo independiente de su
propio movimiento y sabrá, además, seguir los desplazamientos de este objeto en el espacio. Al
finalizar el primer año será capaz de acciones complejas, como volverse para alcanzar un objeto,
utilizar objetos como instrumentos (palos, cordeles, etc.) para conseguir sus objetivos o para
cambiar la posición de un objeto determinado.
2. Período Preoperatorio.
El período preoperatorio del pensamiento llega aproximadamente hasta los 6 años. Junto a la
posibilidad de representaciones elementales (acciones y percepciones coordinadas interiormente),
y gracias al lenguaje, asistimos a un gran progreso tanto en el pensamiento del niño como en su
comportamiento. Al cumplir los 18 meses el niño ya puede imitar unos modelos con algunas
partes del cuerpo que no percibe directamente (por ejemplo, fruncir la frente o mover la boca),
incluso sin tener delante el modelo (imitación diferida). La acción mediante la que toma posesión
del mundo, todavía es un soporte necesario a la representación. Pero a medida que se desarrollan
imitación y representación, el niño puede realizar los llamados actos “simbólicos”. Es capaz de
integrar un objeto cualquiera en su esquema de acción como sustituto de otro objeto. Piaget
habla del inicio del simbolismo (una piedra, por ejemplo, se convierte en una almohada y el niño
imita la acción de dormir apoyando en ella su cabeza). Con un problema práctico por resolver, el
niño todavía es incapaz de despegará de su acción para pasar a representársela; con la mímica,
simbólicamente, ejecuta la acción que anticipa (con un gesto de boca, abriéndola o cerrándola,
por ejemplo, pretende representar su dificultad para introducir en una caja de cerillas una
cadenilla, estando la caja poco abierta). La función simbólica tiene un gran desarrollo entre los 3 y
los 7 años. Por una parte, se realiza en forma de actividades lúdicas (juegos simbólicos) en las que
el niño toma conciencia del mundo, aunque deformada. Reproduce en el juego situaciones que le
han impresionado (interesantes e incomprendidas precisamente por su carácter complejo), ya que
no puede pensar en ellas, porque es incapaz de separar acción propia y pensamiento. Por lo
demás, al reproducir situaciones vividas las asimila a sus esquemas de acción y deseos
(afectividad), transformando todo lo que en la realidad pudo ser penoso y haciéndolo soportable e
incluso agradable. Para el niño el juego simbólico es un medio de adaptación tanto intelectual
como afectivo. Los símbolos lúdicos del juego son muy personales y subjetivos. El lenguaje es lo
que en gran parte permitirá al niño adquirir una progresiva interiorización mediante el empleo de
signos verbales, sociales y transmisibles oralmente. Pero el progreso hacia la objetividad sigue una
evolución lenta y laboriosa. Inicialmente, el pensamiento del niño es plenamente subjetivo. Piaget
habla de un egocentrismo intelectual durante el período preoperatorio. En niño todavía es incapaz
de prescindir de su propio punto de vista. Sigue aferrado a sus sucesivas percepciones, que
todavía no sabe relacionar entre sí. El pensamiento sigue una sola dirección; el niño presta
atención a lo que ve y oye a medida que se efectúa la acción, o se suceden las percepciones, sin
poder dar marcha atrás. Es el pensamiento irreversible, y en ese sentido Piaget habla de
preoperatividad. Frente a experiencias concretas, el niño no puede prescindir de la intuición
directa, dado que sigue siendo incapaz de asociar los diversos aspectos de la realidad percibida o
de integrar en un único acto de pensamiento las sucesivas etapas del fenómeno observado. Es
incapaz de comprender que sigue habiendo la misma cantidad de líquido cuando se trasvasa a un
recipiente más estrecho, aunque no lo parezca; por la irreversibilidad de su pensamiento, sólo se
fija en un aspecto (elevación de nivel) sin llegar a comprender que la diferencia de altura queda
compensada con otra diferencia de superficie. Tampoco puede comparar la extensión da una
parte con el todo, dado que cuando piensa en la parte no puede aún referirse al todo. La
subjetividad de su punto de vista y su incapacidad de situarse en la perspectiva de los demás
repercute en el comportamiento infantil. Mediante los múltiples contactos sociales e intercambios
de palabras con su entorno se construyen en el niño durante esta época unos sentimientos frente
a los demás, especialmente frente a quienes responden a sus intereses y le valoran.
la Adolescencia. En oposición a la mayor parte de los psicólogos que han estudiado la psicología de
la adolescencia, Piaget atribuye la máxima importancia, en este período, al desarrollo de los
procesos cognitivos y a las nuevas relaciones sociales que éstos hacen posibles. Desde el punto de
vista del intelecto ha y que subrayar la aparición del pensamiento formal por el que se hace
posible una coordinación de operaciones que anteriormente no existía. Esto hace posible su
integración en un sistema de conjunto que Piaget describe detalladamente haciendo referencia a
los modelos matemáticos (grupo y red). La principal característica del pensamiento a este nivel es
la capacidad de prescindir del contenido concreto para situar lo actual en un más amplio esquema
de posibilidades. Frente a unos problemas por resolver, el adolescente utiliza los datos
experimentales para formular hipótesis, tiene en cuenta lo posible, y ya no sólo –como
anteriormente ocurría- la realidad que actualmente constata, etc. Por lo demás, el adolescente
puede manejar ya unas proposiciones, incluso si las considera como simplemente probables
(hipotéticas). Las confronta mediante un sistema plenamente reversible de operaciones, lo que le
permite pasar a deducir verdades de carácter cada vez más general. En su razonamiento no
procede gradualmente, pero ya puede combinar ideas que ponen en relación afirmaciones y
negaciones utilizando operaciones proporcionales, como son las implicaciones (si “a”.... entonces
“b”...), las disyuntivas (o “a”... o “b”...), las exclusiones (si “a”... entonces “no es t”..), etc. Y como
en un fenómeno se dan diversos factores, aprende a combinarlos, integrándolos en un sistema
que tiene en cuenta toda la gama de posibilidades. J. Piaget no niega que las operaciones
proposicionales vayan unidas al desarrollo del lenguaje, progresivamente más preciso y móvil, lo
que facilita la formulación de hipótesis y la posibilidad de combinarlas entre sí. Cree, sin embargo,
que la movilidad del lenguaje es, igualmente, un efecto de la operatividad del pensamiento como
causa. En todo caso, se da una relación recíproca. J. Piaget subraya que los progresos de la lógica
en el adolescente van a la par con otros cambios del pensamiento y de toda su personalidad en
general, consecuencia de las transformaciones operadas por esta época en sus relaciones con la
sociedad. Piensa que hay que tener en cuenta dos factores que siempre van unidos: los cambios
de su pensamiento y la inserción en la sociedad adulta, que obliga a una total refundición de la
personalidad. Para J. Piaget la refundición de la personalidad tiene un lado intelectual paralelo y
complementario del aspecto afectivo. La inserción en la sociedad adulta es, indudablemente, un
proceso lento que se realiza en diversos momentos según el tipo de sociedad. Pero, como norma
general, el niño deja de sentirse plenamente subordinado al adulto en la preadolescencia,
comenzando a considerarse como un igual (independientemente del sistema educativo). De la
moral de subordinación y heteronomía, el adolescente pasa a la moral de unos con los otros, a la
auténtica cooperación y a la autonomía. Comprende que sus actuales actividades contribuyen a su
propio futuro así como al de la sociedad. Con las nuevas posibilidades intelectuales, que pueden
englobar problemas cada vez más generales, y dado su creciente interés por problemas de mayor
alcance que el aquí y el ahora, comienza a buscar no ya unas soluciones inmediatas, sino que
construye unos sistemas tendentes hacia una verdad más genérica. La adolescencia es una etapa
difícil debido a que el muchacho todavía es incapaz de tener en cuenta todas las contradicciones
de la vida humana, personal y social, razón por la que su plan de vida personal, su programa de
vida y de reforma, suele ser utópico e ingenuo. La confrontación de sus ideales con la realidad
suele ser causa de grandes conflictos y pasajeras perturbaciones afectivas (crisis religiosa, ruptura
brusca de sus relaciones afectivas con los padres, desilusiones, etc.).
Al nacer, la principal característica del recién nacido es la actividad motora refleja. H. Wallon llama
a esta etapa estadio impulsivo puro. La respuesta motora a los diferentes estímulos
(interoceptivos, propioceptivos y exteroceptivos) es una respuesta refleja. A veces parece
adaptarse a su objeto (succión, prensión-refleja, etcétera), otras veces actúa en forma de grandes
descargas impulsivas, sin ejercer el menor control en la respuesta, debido a que los centros
corticales superiores aún no son capaces de ejercer su control. En este sentido, la forma más
degradada de la actividad es la que posteriormente se da cuando queda abolido el control
superior (en las crisis convulsivas, por ejemplo). Cuando no se desarrolla normalmente el sistema
nervioso, es la única respuesta, y sin posible progreso. Los límites del primer estadio no son muy
precisos. Con todo, aun apareciendo nuevos modos de comportamiento, H. Wallon no habla de
nuevos estadios, sino cuando realmente ha prevalecido un nuevo tipo de conducta. Ha hecho
retroceder a los seis meses lo que llama el segundo estadio, lo que no implica que necesariamente
hasta los seis meses únicamente se den las respuestas puramente impulsivas del comienzo de la
vida. Por el contrario, H. Wallon atribuye gran importancia a la aparición de las primeras muestras
de orientación hacia el mundo del hombre; la alegría o la angustia; ya manifiestas a los tres o
cuatro meses: sonrisas, cólera, etc. Pero hasta los seis meses ese tipo de relaciones con el mundo
exterior no es el dominante, y así H. Wallon habla de un segundo estadio, o estadio emocional
cuya existencia niega J. Piaget basándose en que la emoción en sí nunca es dominante ni
organizadora, H. Wallon caracteriza este estadio como el de la simbiosis afectiva que sigue
inmediatamente a la auténtica simbiosis de la vida fetal, simbiosis que, por otra parte continúa
con la simbiosis alimenticia de los primeros meses de vida. El niño establece sus primeras
relaciones en función de sus necesidades elementales (necesidad de que le alimenten, le acunen,
le muden, le vuelvan de lado, etc.), cambios que adquieren toda su importancia hacia los seis
meses. En este estadio, tanto como los cuidados materiales, el niño necesita muestras de afecto
por parte de quienes le rodean. Le son necesarias las muestras de ternura (caricias, palabras, risas,
besos y abrazos), manifestaciones espontáneas del amor materno. Además de los cuidados
materiales exige el afecto. Según H. Wallon, la emoción domina absolutamente las relaciones del
niño con su medio. No sólo extrae unas emociones del medio ambiente, sino que tiende a
compartirlas con su o sus compañeros adultos, razón por la que H. Wallon habla de simbiosis, ya
que el niño entronca con su medio, compartiendo plenamente sus emociones, tanto las
placenteras como las desagradables. El tercer estadio de H. Wallon es el llamado estadio
sensitivomotor o sensoriomotor; coincide en parte con lo que dice J. Piaget, salvo que para H.
Wallon, aparece al final del primer año o al comienzo del segundo. Según con lo que denomina
“sociabilidad incontinente”, el niño se orientará hacia intereses objetivos y descubrirá realmente
el mundo de los objetos. H. WalIon concede gran importancia a dos aspectos diversos del
desarrollo, el andar y la palabra, que contribuyen al cambio total del mundo infantil. El espacio se
transforma por completo al andar, con las nuevas posibilidades de desplazamiento. En cuanto al
lenguaje, la actividad artrofonatoria (espontánea, imitativa posteriormente), que supone una
organización neuromotora sumamente fina, se convierte en una actividad verdaderamente
simbólica. H. Wallon define la actividad simbólica como la capacidad de atribuir a un objeto su
representación (imaginada) y a su representación un signo (verbal), cosa que ya es definitiva a
partir de un año y medio o dos años. En sus primeras publicaciones distingue el estadio
proyectivo. Aunque en algunas de sus síntesis no lo menciona, con todo, es un estadio que posee
considerable interés en la medida en que guarda relación con toda la concepción genética
walloniana del paso del acto al pensamiento. Es el estadio en que la acción, en lugar de ser, como
será más tarde, simplemente ejecutante es estimuladora de la actividad mental o de la que Wallon
llama la conciencia. El niño conoce el objeto únicamente a través de su acción sobre el mismo, lo
que nos retrotrae a la noción epistémica de egocentrismo de Piaget, ya que Wallon insiste en el
aspecto de la importancia de la acción como postura, que durante algún tiempo oscurece lo
demás. Las percepciones visuales carentes de la idea de resistencia y obstáculo serán los
instrumentos fundamentales del posterior progreso de la “objetivación”. Mientras dura el estadio
proyectivo, el niño siente una especie de necesidad de proyectarse en las cosas para percibirse a sí
mismo. Quiere eso decir que sin movimiento, sin expresión motora, no sabe captar el mundo
exterior. H. Wallon afirma que, primordialmente, la función motora es el instrumento de la
conciencia, sin la cual no existe absolutamente nada. Al empezar su vida propiamente mental, el
niño ha de tener el sistema motor a su entera y completa disposición. En ese estadio el acto es el
acompañante de la representación. El pensamiento es como proyectado al exterior por los
movimientos que lo expresan, y si se expresa menos en gestos que en palabras -palabras que, por
lo demás, constituyen una repetición del gesto-, hemos de decir que no hay tal pensamiento. No
subsiste el pensamiento si no se proyecta en gestos. Un quinto estadio es lo que H. Wallon
denomina estadio del personalismo. Tras unos claros progresos marcados por el “sincretismo
diferenciado” (con los diversos matices de los celos o de la simpatía), el niño llega a prescindir de
situaciones en que se halla implicado y a reconocer su propia personalidad como independiente
de las situaciones. Llega a la “conciencia del yo” que nace cuando se es capaz de tener formada
una imagen de sí mismo, una representación que, una vez formada, se afirmará de una manera
indudable con el negativismo y la crisis de oposición entre los dos años y medio y los tres años. El
hecho de que el niño tiene ya auténtica conciencia de sí mismo, lo da a entender, por primera vez,
el excesivo grado de sensibilización ante los demás; es la llamada “reacción de prestancia” al estar
a disgusto o el sentirse avergonzado por lo que hace, cosa que pone en entredicho su adaptación.
Pasado el tiempo en que siente esta vergüenza característica motivada por el hecho de
representarse a sí mismo tal como lo ven los demás, de verse como lo ven los otros, se afirmará y
extraerá las consecuencias propias de su afirmación. Este desdoblamiento le permitirá adquirir
conciencia de su propia personalidad y, de hecho, va a hacerla reconocer ante los demás. Para él
lo más importante es afirmarse como individuo autónomo, para lo que son válidos todos los
medios a su alcance. Afirmarse en la oposición o haciendo tonterías para llamar la atención es la
reacción más elemental posible de ese nivel. Es de capital importancia comprender que para el
niño significa que ha dejado de confundirse con los demás y que desea que los demás lo
comprendan de este modo. Este importante período para el normal desarrollo de la personalidad
suele comenzar por una fase de oposición y concluye con una fase de gratitud. Cuando ya ha
adquirido plenamente la capacidad motora y gesticulatoria, el niño, que en un principio buscó su
propia afirmación en la oposición, puede ahora hacerse admirar, querer y ofrecerse a la vista de
los otros. Esta toma de conciencia de sí mismo es aún frágil. Se ha podido producir gracias a una
serie de acciones en que alternativamente el niño se muestra activo o pasivo, cambia de papel,
etc. Pero todavía se solidariza con la idea que tiene de sí mismo y con la “constelación familiar” en
que está integrado. Cuando llega a la edad escolar, hacia los seis años de edad, posee los medios
intelectuales y la ocasión de individualizarse claramente. La nueva vida social en que entra a
formar parte al llegar la edad escolar le permite entablar nuevas relaciones con su entorno,
relaciones cuyos lazos se van estableciendo progresivamente, pero se aflojan o fortalecen según
los intereses o las circunstancias. Es la fase de personalidad polivalente en que el niño puede
participar simultáneamente en la vida de diversos grupos sin hacer siempre la misma función ni
ocupar el mismo puesto, se convierte en una unidad que tiene abierto el paso a diversos grupos y
que puede influir en ellos. Se le abren las posibilidades de las relaciones sociales; H. Wallon recalca
la importancia de los intercambios sociales para el niño en edad escolar primada y los beneficios
que le reporta. El trato favorece su pleno desarrollo y es cimiento del interés que, en el transcurso
del tiempo, ha de tener por los demás y por la vida en sociedad, si sabe desarrollar el auténtico
espíritu de equipo, el sentido de cooperación y solidaridad, y no el de denigración y de rivalidad.
Todavía hay una importante etapa que separa al niño del adulto: la adolescencia. H. Wallon
subraya el valor funcional de la adolescencia, coincidiendo con otros en la importancia de la
adolescencia para el desarrollo humano. Se ha dicho que la adolescencia es una etapa en que las
necesidades personales adquieren toda su importancia, la afectividad pasa a primer plano y
acapara todas las disponibilidades del individuo. Pero, como ha mostrado J. Piaget, esta etapa es la
del posible acceso, intelectualmente hablando, a los valores sociales y morales abstractos. No hay
que dejar pasar esta etapa sin interesar al adolescente en los valores, sin hacerle descubrir el
deber de orientar la vida social hacia los valores espirituales y morales. El momento en que puede
descubrirlo en el momento en que tiene que descubrirlo, ya que después será demasiado tarde.
Hay un momento apropiado para el aprendizaje; es el momento de aprender todo cuanto ha de
constituir la orientación de la vida del hombre para poder ser llamada verdaderamente humana.
Es importante el valor funcional del acceso a los valores sociales. Hay que movilizar la inteligencia
y la afectividad del adolescente, del joven adulto, hacia el acondicionamiento de una vida nueva
en que tendrá gran importancia el espíritu de responsabilidad tan esencial en una vida adulta
plenamente realizada.
SEGMUN FREUD
Los Estadios De La Evolución Libidinal. Tanto en sus primeros momentos como a lo largo de su
expansión, el psicoanálisis ha estado influido por los movimientos evolucionistas. S. Freud
consideraba muy importantes los aspectos filogenéticos y la evolución temporal del sistema
psíquico en general, fundamentalmente de la libido. Aun cuando en sus primeros trabajos confirió
la absoluta primacía a lo genital, posteriormente introdujo los estadios pregenitales (oral, anal,
fálico). La fase oral responde al placer del niño por excitación de la cavidad bucal y los labios,
placer que se produce al ingerir alimento. El placer oral no sólo va unido a la función nutritiva sino
que también tiene efecto al excitarse la mucosa oral, tegumento erógeno. Si bien el primer
objetivo del erotismo oral lo constituye la excitación autoerótica, posteriormente lo será la
incorporación de objetos. Al incorporarlos se une a los objetos; la introducción por la boca es
también el ejecutante de la primitiva identificación. En la fase oral pueden distinguirse dos etapas:
un estadio precoz de succión preambivalente, en que el niño únicamente busca el placer de
succionar, y otro posterior a la aparición de los dientes, y en el que sólo desea morder el objeto (K.
Abraham). Este estadio, denominado sádicooral, es una acción de morder y devorar, que implica la
destrucción del objeto. La fase sádico-anal se da entre el segundo y el cuarto año,
aproximadamente y se caracteriza por una organización de la libido que va unida a la evacuación y
excitación de la mucosa anal, los primeros impulsos anales son, por descontado, autoeróticos,
pero el placer que le supone el eliminar -como posteriormente la retención- adquieren significado
estrechamente relacionado con la función defecatoria, la expulsión-retención, y el valor simbólico
de las heces. K. Abraham distingue dos períodos en esta fase. En el primero, el erotismo anal se
manifiesta en la evacuación y el impulso sádico en la destrucción del objeto. En el segundo, el
erotismo anal va unido a la retención y el impulso sádico al control de su posesión. La fase fálica
aparece entre los tres y los cinco años; los órganos genitales se convierten en la zona erógena
principal. La tensión se descarga mediante la masturbación genital acompañada de imágenes.
Durante la fase fálica es cuando se vive de manera especial el complejo de Edipo, complejo que
está formado por la suma de deseos amorosos y hostiles del niño hacia sus progenitores. En su
forma positiva, al niño se le ofrece como un conflicto entre sus tendencias libidinales más o menos
genitalizadas, tendentes a poseer a la madre en exclusiva, y la culpabilidad que siente al desear la
desaparición del padre, su rival, para conseguir lo primero. El angustioso temor a la castración le
hace renunciar a la posesión exclusiva de la madre. La llamada forma negativa del complejo de
Edipo implica la atracción hacia su progenitor del mismo sexo y el odio por celos al de sexo
contrario. De hecho, ambas formas aparecen en diversos grados en el llamado complejo de Edipo
pleno o total. En la niña, la evolución hacia el padre, mucho más compleja, se va abriendo camino
por las decepciones en la relación con la madre, fundamentalmente por la carencia de pene. El
deseo de tener un pene viene a ser reemplazado por el de tener un hijo del padre. El final del
complejo de Edipo señala la aparición de un período de latencia en el que el desarrollo sexual se
define o sufre una regresión temporal. El declive responde en el niño a la imposibilidad de realizar
el doble deseo amoroso y criminal. D. Lagache piensa que corresponde a una disminución de la
intensidad de los impulsos debido más bien por la cultura que por el crecimiento biológico. El niño
olvida la “perversión polimorfa” de los años anteriores y contra los impulsos desarrolla la ética de
la moral social. S. Freud admite que dicha evolución, condicionada por el organismo y fijada por la
herencia, puede producirse en ocasiones sin que tenga que ver nada la educación. Mientras se
resuelve el complejo de Edipo, se producen importantes cambios. El rechazo será especialmente
activo durante la latencia y los mecanismos de identificación se mostrarán muy activos; al no
poder suprimir al molesto rival, el niño tiende a identificarse con él, que es una forma de no
perder de vista su objetivo edípico de conquista del progenitor del otro sexo ya que trata de obrar
como el triunfador. La gran ventaja evolutiva del proceso de identificación consiste en que el niño
acepta diferir la realización de sus deseos. Seguidamente se producen una serie de
desplazamientos sucesivos de los afectos hacia nuevos objetos, así como un juego de defensas
contra los mismos afectos, ya sean positivos o negativos: el más evolutivo de dichos
desplazamientos y defensas lo forman las formaciones de reacción que originan posturas
contrarias y una verdadera distribución de las energías impulsivas. El rechazo de los impulsos
sexuales entra en un terreno “neutro”, “no conflictivo”, que favorece las adquisiciones educativas
y desarrolla los intereses cognitivos. En la fase genital, el impulso sexual, hasta este momento
fundamentalmente autocrático, descubrirá en esta fase el objeto sexual a cuya realización
cooperan todos los impulsos parciales y se subordinan las zonas erógenas a una primacía de la
zona genital. Durante este período el Ego luchará contra los impulsos y tenderán a reaparecer las
tendencias rechazadas: se entabla la lucha contra antiguas catexis, contra los padres como objeto
de amor, para escapar del estado de dependencia. Tanto durante este período como durante la
adolescencia, como dice S. Freud, el ser humano se halla ante la gran tarea de desligarse de los
padres, y hasta que no lo haya logrado no dejará de ser un niño para pasar a convertirse en un
miembro más de la sociedad. Ello implica un trastrueque total, cuyo resultado depende de las
soluciones que se le hayan dado al complejo de Edipo en el momento de declinar éste. La
investigación psicoanalítica no se reduce, desde el punto de vista genético, a un estudio de la
evolución de los diversos estadios tal y como se ha indicado. Partiendo de los estudios de
psicoanálisis infantiles, una nueva ontogénesis basada en la labor de S. Freud sabrá valorar
diversas formas de organización de la totalidad del sistema psíquico, investigaciones tendentes
fundamentalmente, al estudio de la organización pregenital, en sus primeros momentos.
Espistemología
Genetica
El estudio de como se llega a conocer el mundo a través de los propios sentidos
APRENDIZAJE
Adaptación
Organización
Equilibrio
Función reguladora
Asimilación__Acomodación
FUNCIÓN: Proceso de organización y adaptación.
ESTRUCTURA: Operaciones y esquemas responsables de un comportamiento específico
(MENTALES)
CONTENIDO: Comportamiento y/o actividad sensoriomotríz y conceptual observable.
SENSORIOMOTOR
(0 A 18/24 meses)
OPERACIONALES CONCRETAS
preoperacional (2-7 años).
P. OPERACIONAL
(7-11 años)
OPERACIONES FORMALES
(11-12 A 14-15 años)
1. CONDICIONAMIENTO OPERANTE.
a) ¿Qué es el aprendizaje para Skinner?
Es un cambio en la probabilidad de una respuesta. En la mayoría de los casos, el cambio es
originado por el condicionamiento operante. .
El condicionamiento operante es considerado como una serie de actos que consigue que un
organismo haga algo. Se presenta una conducta → se presenta un reforzamiento → y aumenta la
probabilidad de la ocurrencia de una conducta
b) ¿Cuál es su concepción de Inteligencia?
Es el proceso que se refiere a los mecanismos internos al sujeto que darán cuenta de porque se
produce una determinada conducat.
c) ¿En qué medida los sujetos se adaptación a su medio?
El condicionamiento operante es considerado como una serie de actos que consigue que un
organismo haga algo. Skinner lo representa con el esquema R-E-R (Respuesta-Estímulo –
Reforzamiento)
En base a lo anterior, entiendo que los sujetos se adaptan a su medio en medida que los
reforzadores tienen efecto de incrementar el comportamiento o conducta que ocurre
inmediatamente después del reforzador.
“El condicionamiento operante es el que opera sobre el ambiente para generar consecuencias”.
Un organismo opera sobre el ambiente, en el cual se encuentra con un determinado tipo de
estímulos, llamado reforzador. Este estímulo especial tiene el efecto de incrementar ese operante.
Teoría de B. F. Skinner
2. TEORÍA PSICOGENÉTICA
¿Qué significa desde la teoría psicogenética que la inteligencia sea la herramienta humana para
adaptarse al medio?
Desde la teoría psicogenética, la inteligencia necesita una organización para relacionarse con el
ambiente. Y a partir de esa organización se forman estructuras, las cuales son operaciones
coordinadas que tienen implicaciones y resultados en el comportamiento observable del
individuo. Este comportamiento o conducta es un intercambio funcional con el medio, es decir,
una adaptación al medio.
La inteligencia es un proceso de adquisición en el intercambio con el medio, es una capacidad
adaptativa que implica la relación del individuo con el medio ambiente. El individuo se relaciona
constantemente con el mundo, y a través de esos intercambios -que van desde los biológicos
hasta los racionales- se adapta a determinadas situaciones.
Según Piaget la adaptación debe identificarse como un equilibrio entre las acciones del organismo
sobre el medio y las acciones inversas.
¿Qué te sugiere esta afirmación?
Los seres humanos siempre estamos buscando adaptarnos a nuestro medio. La inteligencia se
desarrolla cuando logramos una adaptación y organización al medio, la cual se da a través de la
asimilación de la realidad y la adaptación a esta realidad. Las personas utilizamos la inteligencia
para adaptarnos al medio en que vivimos.
¿Por qué desde la perspectiva psicogenética del aprendizaje se señala que los seres humanos
somos inteligentes a todas las edades pero de manera diferente?
Porque los seres humanos tenemos una tendencia innata a la adaptación y por lo tanto todos los
seres humanos tenemos inteligencia durante todo nuestro ciclo vital. La tendencia a la adaptación
es innata, desde el mismo momento de nuestro nacimiento, somos todos inteligentes y lo
seguiremos siendo a lo largo de nuestra vida porque es nuestra herramienta para adaptarnos al
medio.
Lo que variara con los años será la inteligencia. A cada edad seremos inteligentes de una manera
diferente. A cada edad nivel de desarrollo y por lo tanto la inteligencia es lo que varia.
La teoría de Jean Piaget.
¿Qué otros conceptos consideras importantes para sintetizar la postura del autor?
• Percepción: Las informaciones recibidas a través de los sentidos son transformadas en
conceptos o construcciones que a su vez son organizadas en estructuras coherentes.
• Realidad: Reconstrucción hecha a través de procesos mentales acerca de sus percepciones.
3. TEORÍA SOCIOCULTURAL
¿Cómo aparecen los procesos psicológicos superiores?
Los procesos psicológicos se originan en la vida social, es decir, en la participación de sujeto en las
actividades compartidas con otros. Las funciones psicológicas superiores están culturalmente
mediadas; para que se desarrollen éstas tiene que haber interacción con lo sociocultural y por lo
tanto comienzan y permanecen cultural, social e históricamente situadas y son específicas de un
contexto.
De acuerdo con Vigotsky, el niño nace con habilidades mentales elementales, entre ellas la
percepción, la atención y la memoria. Gracias a la interacción con compañeros y adultos más
conocedores, estas habilidades “innatas” se transforman en funciones mentales superiores.
Comentarios
Otro psicólogo llamado Lev Vygotsky propuso una teoría del desarrollo
cognitivo de los niños que ha pasado a ser una de las teorías más influyentes
e importantes, especialmente en el campo de la educación y el aprendizaje.
Del mismo modo que Piaget, Vygotsky es un psicólogo constructivista, y
pensaba que los niños aprenden de forma activa y a través de experiencias
prácticas. Ahora bien, a diferencia de Piaget que explica que el conocimiento
se construye de manera individual, Vygotsky concluye que el aprendizaje se
construye mediante las interacciones sociales, con el apoyo de alguien más
experto.
Así pues, según esta teoría del desarrollo psicológico, el contexto social
forma parte del proceso de desarrollo cognitivo, y no se lo puede considerar
algo externo que tan solo "influye". El propio uso del lenguaje, por ejemplo,
es a la vez algo colectivo e individual, y permite que aparezcan las grandes
habilidades cognitivas superiores, basada en el desarrollo de conceptos muy
abstractos.
Vygotsky fue importante para poder entender el aprendizaje colaborativo y
para saber más sobre la influencia del entorno sociocultural en el desarrollo
cognoscitivo de los niños.
Para ahondar en esta interesante teoría, sólo tienes que pinchar aquí: “La
Teoría Sociocultural de Vygotsky”.
Aprendizaje y "Zona de desarrollo proximal"
Según la Teoría Sociocultural de Vygotsky, el papel de los adultos o de los
compañeros más avanzados es el de apoyo, dirección y organización del
aprendizaje del menor, en el paso previo a que él pueda ser capaz de
dominar esas facetas, habiendo interiorizado las estructuras conductuales y
cognoscitivas que la actividad exige. Esta orientación resulta más efectiva
para ofrecer una ayuda a los pequeños para que crucen la zona de
desarrollo proximal (ZDP), que podríamos entender como la brecha entre lo
que ya son capaces de hacer y lo que todavía no pueden conseguir por sí
solos.
Los niños que se encuentran en la ZDP para una tarea en concreto está cerca
de lograr poder realizarla de forma autónoma, pero aún les falta integrar
alguna clave de pensamiento. No obstante, con el soporte y la orientación
adecuada, sí son capaces de realizar la tarea exitosamente. En la medida en
que la colaboración, la supervision y la responsabilidad del aprendizaje están
cubiertas, el niño progresa adecuadamente en la formación y consolidación
de sus nuevos conocimientos y aprendizajes.
La metáfora del andamiaje
Son varios los seguidores de la Teoría Sociocultural de Vygotsky (por ejemplo:
Wood, 1980; Bruner y Ross, 1976) que han sacado a colación la metáfora de
los ‘andamios’ para hacer referencia a este modo de aprendizaje.
El andamiaje consiste en el apoyo temporal de los adultos (maestros, padres,
tutores…) que proporcionan al pequeño con el objetivo de realizar una tarea
hasta que el niño sea capaz de llevarla a cabo sin ayuda externa.
Una de las investigadores que parte de las teorías desarrolladas por Lev
Vigotsky, Gail Ross, estudió de forma práctica el proceso de andamiaje en el
aprendizaje infantil. Instruyendo a niños de entre tres y cinco años, Ross
usaba múltiples recursos. Solía controlar y ser ella el centro de atención de
las sesiones, y empleaba presentaciones lentas y dramatizadas a los
alumnos con el objetivo de evidenciar que la consecución de la tarea era
posible. La doctora Ross se convertía así en la encargada de prever todo lo
que iba a ocurrir. Controlaba todas las partes de la tarea en las que
trabajaban los críos en un grado de complejidad y magnitud proporcionado a
las habilidades previas de cada uno.
El modo en que presentaba las herramientas u objetos que era objeto de
aprendizaje permitía a los niños descubrir cómo resolver y realizar por sí
mismos la tarea, de un modo más eficaz que si sólamente se les hubiera
explicado cómo solucionarla. Es en este sentido que la Teoría Sociocultural
de Vygotsky señala la “zona” existente entre lo que las personas pueden
comprender cuando se les muestra algo frente a ellas, y lo que pueden
generar de forma autónoma. Esta zona es la zona de desarrollo próxima o
ZDP que antes habíamos mencionado (Bruner, 1888).
Para lograr una construcción de la realidad eficaz Marx sugería realizar una
adecuada construcción del objeto a estudiar, es decir alejar del objeto de
estudio las ideas, representaciones y conceptos previos, si estos elementos
se hacen presentes en el momento de estudiar la realidad, esta carecería de
objetividad. La construcción veraz del objeto requiere una observación
objetiva y directa de la realidad , aunque esto implica al fetichismo.
Sin embargo, Durkheim también resalta que los fenómenos sociales son
cosas y que por lo tanto deben ser tratados como cosas. A su vez, define lo
que es cosa como todo lo que se da, se ofrece o más bien, se impone a la
observación, y que por lo tanto da vuelta el método de la deducción y lo
transforma en inducción. Así, los sujetos deben considerar los fenómenos
sociales en sí mismo, independientes de las representaciones de ellos; es
decir, hay que estudiarlos desde afuera, pues así se presentan a los
hombres. Y, además, deben ser considerados como cosas hasta los
fenómenos que más claramente parecen ordenamientos artificiales.
b) Vía de acceso
Definir los objetivos educativos de acuerdo con las perspectivas educativas
c) Modelo insumo-producto
Temáticas y técnicas para desarrollar óptimamente los objetivos
2.- Formulación pedagógica
Dimensión educativa
Aborda la temporalidad de los niveles, planes, programas y contenidos (esto
refiere a cuando se debe enseñar ejemplo de esto es el no poder enseñar a
dividir sin haber pasado antes por el aprendizaje de la sumo resta y
multiplicación que tienen una implicación ene l proceso)
Dimensión pedagógica
Aborda los aspectos instruccionales del diseño curricular
• El hombre como ente individual
•Constructivismo como intervención pedagógica
• Globalización
• Componentes industriales
3.-Organización y secuenciación temporal
Diseño Curricular - Cesar Coll
Parte fundamental del diseño para ver si se lograron los objetivos
Tipos:
Evaluación inicial
Evaluación formativa
Evaluación sanativa
4.-Diseño de la evaluación
Entrada - contenidos
Proceso - actividades
Salida - resultados
COCEPTO DE CURRICULUM SEGÚN CESAR COLL. Es un proyecto que preside
las actividades educativas escolares, precisa sus intenciones y proporciona
guias de acción adecuadas para los profesores para su ejecución. QUE,
CUANDO, COMO ENSEÑAR Y EVALUAR.
(ya leei un poco sobre la globalización en preescolar)
Este libro es una recopilación extensa sobre las dificultades psicomotrices existentes
y las diversas técnicas de tratamiento influida por varias corrientes pero siguiendo las
directrices del Dr. Ajuriaguerra. Se suele aplicar como técnica reeducativa en las diferentes
dificultades del esquema corporal, en retrasos madurativos y en disarmonías
tonicomotoras a partir de sesiones grupales o indivuales.
Parte de un enfoque que, además de la técnica, enfatiza la importancia de conocer
la estructura de nuestra personalidad con el fin de evitar que nuestras contradicciones
internas pongan límites en nuestra acción terapéutica y ser capaces de reconocer nuestras
propias limitaciones e implicaciones. Esto suele permitir que el sujeto pueda modificar su
diálogo corporal con el ambiente.
La práctica de la reeducación psicomotriz parte de la base que la relación
terapéutica y las técnicas se deben complementar y asociar con el fin de devolver al niño
unas mayores posibilidades, mayor autonomía y equilibrio. La relación (establecida de
manera distinta con cada uno de los pacientes y difícil de sistematizar) y la técnica
(necesaria para potenciar el esquema corporal, la coordinación global y el equilibrio) son
dos facetas de una misma acción, englobadas ambas en un determinado clima donde la
relajación participa en todos los niveles de la reeducación. Las técnicas en un inicio son
escogidas para revalorizar y ofrecer una toma de confianza en vistas a la corrección de un
déficit particular. La evolución está subordinada siempre a varios elementos (resistencias,
negativa a toda experiencia nueva,...).
Dicho tratamiento tiene como objetivo que el niño adquiera un mejor desarrollo
psicomotriz aprendiendo a situarse en los límites reales y previsibles de sus actos a partir
del reconocimiento de identidad propia a partir de una experiencia interiorizada y asumida.
2 comentarios:
1.
Es oportuno el papel activo que se le otorga al niño dentro del proceso terapéutico,
llegando a considerar que la integración psicomotora que se busca sólo puede
llevarse a cabo a partir de las experiencias interiorizadas y asumidas por el sujeto
como propias, responsabilizándolo así de él mismo y de su identidad. Pienso que de
esta manera se puede ayudar a adquirir un descubrimiento de su identidad, aunque
considero que la responsabilidad también se puede desarrollar a partir de las
verbalizaciones que el niño hace sobre las sensaciones precisas que experimenta..
Por último, concluir que el tratamiento de las distintas formas de los síntomas
englobados en trastornos del esquema corporal, en retraso madurativos y en
disarmonías tonicomotoras me parece precisa. Me parece importante respetar el
objetivos primordial que precisa en cuanto a realizar una primera fase de
tranquilización el plano afectivo y una segunda fase de tranquilización en el plano
motor, ya que permite que el niño tome la iniciativa de utilizar sus nuevas
posibilidades tanto en la terapia como posteriormente en otras situaciones externas
a él.