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11. J. Haberm as, La lógica de las ciencias sociales, M adrid 1988, 141.
12. Zeitschrift für Tierpsychologie 5 (1943) 235-409.
El lugar señero del hombre 39
3. La «antropología filosófica»
dible para poder dar respuesta a la cuestión del origen del espíritu
y, por tanto, del puesto señero del hombre. Esto cambió en los
trabajos posteriores que incluimos en la «antropología filosófica».
En su libro Die Stufen des Organischen und der Mensch,
publicado igualmente en 1928, H. Plessner mostraba ya muchas
más reservas que Scheler. Se ha dicho con razón que«en el lugar
en que las ideas de Max Scheler se vuelven más metafísicas,
Plessner introduce un concepto auxiliar» que precisamente evita
ese giro25. En vez de emplear la noción de espíritu, Plessner
habla de la posición excéntrica del hombre. En tanto que los
animales superiores poseen en sí mismos, a diferencia de las
plantas, el centro de sus manifestaciones vitales —un centro que
va constantemente fortaleciéndose en el curso de la evolución, a
medida que progresa el desarrollo del sistema nervioso central —,
el hombre, además y a la vez, es excéntrico. No tiene su centro
únicamente en él mismo, sino, simultáneamente, fuera de sí.
Con esta descripción un tanto oscura, Plessner caracteriza la
facultad que el hombre tiene para adoptar una actitud respecto
de sí mismo: la facultad de la autorreflexión, que es a la vez el
fundamento de la facultad humana de tomar distancia ante las
cosas, de aprehenderlas como objetos o, precisamente, como
cosas.
Así pues, la relación de fundamentación entre objetividad
descargada de instinto referida al mundo de las cosas, y autoob-
jetivación del hombre en la conciencia de sí mismo va, según
Plessner, en el sentido contrario del defendido por Scheler. La
capacidad de autorreflexión (la excentricidad) se presenta en él
como el hecho originario del que se deriva la capacidad de tratar
objetiva y distanciadamente con la realidad circunstante. Por lo
demás, la idea scheleriana del espíritu no está completamente
por Scheler a la teoría freudiana de los instintos (137). Cf. también Scheler,
El puesto del hombre en el cosmos, 55, 58ss. W . Schulz, en su exposición
global de la «antropología filosófica» Philosophie in der veränderten Welt,
1972, 419-467, escribe que las razones de Scheler para m antener la concepción
tradicional de la «suprem acía del espíritu» son la inevitabilidad de la cuestión
del sentido y la capacidad de reprimir los instintos (431). El juicio de que sobre
todo esta últim a función contradice la tesis de la «impotencia del espíritu» sólo
sería justo si Scheler no hubiera concedido al espíritu ninguna fuerza de m o
tivación en absoluto.
25. D. C lae ssen s, In stin kt, P sych e, G eltung. B estim m u n g sfa kto ren
menschlichen Verhaltens. Eine soziologische Anthropologie, Köln 1968, 23.
46 El hombre en la naturaleza y la naturaleza del hombre
26. El hombre, Salam anca 1987, 11. Las próxim as indicaciones de página
en el cuerpo del texto remiten a esta obra.
El lugar señero del hombre 47
29. La com prensión del hombre com o el ser que actúa se explica a partir
de los com ienzos idealistas de Gehlen, expresados en su Theorie der Willens
freiheit, de 1933. Acerca de cómo se transform ó esta ¡dea en una «m etafísica
biológica», cf. W . Schulz, Philosophie in der veränderten Welt, 442s.
50 El hombre en la naturaleza y la naturaleza del hombre
30. A. Portm ann, Zoologie und das neue B ild vom Menschen (1951), 62s
y 92s. Cf. también Id., D er Mensch —ein M ängelwesen?, en Entlass die N atur
den Menschen? Gesammelte Aufsätze zur Biologie und Anthropologie, M ün
chen 1970, 200-209.
31. M ensch und Tier (195 8), 45.
32. Conditio humana (1964), 47.
33. Biologische Anthropologie II (1972), 3-59; sobre todo, l i s y 19s.
Las próximas indicaciones de página en el texto remiten a esta obra.
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