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Los impuestos son instrumento del Estado para dirigir la inversión y también una fuente financiera
para el Estado y otros entes públicos. Sólo consideramos el Impuesto Sobre el Beneficio de
Sociedades (Ley 43/1995, de 27 de diciembre, del Impuesto sobre Sociedades, B.O.E. 310, de 28
de diciembre). Algunas de las innovaciones que introdujo esta ley son las siguientes:
El impuesto afecta directamente al beneficio y a los flujos de tesorería y, por lo tanto, a los
modelos de valoración dinámicos. El impuesto de sociedades afecta también a los incrementos de
patrimonio del inmovilizado y también a la rentabilidad directa o indirecta del inversor y, por lo
tanto, al valor que otorga a los pasivos emitidos por la empresa. Normalmente, el impuesto reduce
la rentabilidad financiero-fiscal de las inversiones, puesto que se trata de un coste, aunque a su
vez reducen el coste de la financiación, por ser éste un gasto deducible el importe anual de la base
imponible. Eso abarata la financiación ajena con respecto a la propia y favorece el apalancamiento
financiero; por lo tanto, es lógico pensar que tienda a incrementar la estructura financiera óptima.
D Valor de mercado de la deuda que suele coincidir con su valor nominal salvo situaciones
de insolvencia
Según la expresión anterior el flujo de caja percibido por una empresa endeudada es igual al
flujo de caja de una empresa sin deuda que paga impuestos, X (1-t), más el aumento
correspondiente a la deuda que tenga la empresa KiDt. Así, el valor de una empresa con
deudas es siempre superior al valor de una empresa no endeudada, debido a la ganancia fiscal
obtenida ya que el coste de capital decrece en función del ratio de endeudamiento.
La conclusión es que la estructura de capital de la empresa se hace óptima cuando está
formada en su totalidad por recursos ajenos.