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5 verdades sobre el Espíritu Santo

26 OCTUBRE, 2017 | Alistair Begg

BIBLIA & TEOLOGÍA


Jesús dijo: “Pero Yo les digo la verdad: les conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a
ustedes; pero si me voy, se Lo enviaré” (Jn. 16:7). Ahora, no quiero enseñarles algo que ya saben, así que permítanme
hablar brevemente un poco del trasfondo de este versículo. Ya saben que la palabra griega traducida en este texto como
“Consolador” es parakletos. En su forma técnica, tiene una dimensión jurídica; se refiere a alguien que sería un abogado
defensor. En su contexto más amplio, habla de consuelo, de protección, de consejo, y de guía. Jesús también habló del
Espíritu como el Consolador en Juan 14, y lo introdujo como “el Espíritu de verdad” (14:17; 16:13).

Creo que lo mejor que puedo hacer es simplemente decir una serie de cosas relativas a la identidad de este Consolador con
poco adorno.

Primero, necesitamos notar que el Espíritu Santo es una persona única y no simplemente un poder o una
influencia. Se habla de Él como “Él”, no como “eso”. Esto es importante porque si escuchan atentamente cuando las
personas hablan, incluso dentro de sus propias congregaciones, pueden escuchar que se refieren al Espíritu Santo en
términos del neutro. Incluso puede que algunos de ustedes lo hagan. Si lo hacen, espero que se muerdan la lengua
inmediatamente. Tenemos que entender que el Espíritu de Dios, la tercera persona de la Trinidad, es personal. Como
persona, puede ser afligido (Ef. 4:30), puede ser apagado en términos del ejercicio de su voluntad (1 Ts. 5:19), y puede ser
resistido (Hch. 7:51).

Segundo, el Espíritu Santo es uno tanto con el Padre como con el Hijo. En términos teológicos, decimos que es
co-igual y co-eterno. Cuando leemos todo el discurso del aposento alto, descubrimos que tanto el Padre como el Hijo serían
quienes enviarían al Espíritu (Jn. 14:16; 16:7), y el Espíritu vino y actuó por ellos, por decirlo así. Así que la actividad del
Espíritu nunca es mostrada en la Escritura aislada de la persona y obra de Cristo, o aislada de la voluntad eterna del Padre.
Cualquier esfuerzo por pensar en el Espíritu en términos totalmente místicos y divorciados de la Escritura nos llevará a
todo tipo de desviaciones, y eventualmente al precipicio.

Tercero, el Espíritu Santo fue el agente de la creación. En el relato de la creación al principio de la Biblia, se nos
dice: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra. La tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie
del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas” (Gn. 1:1-2). La palabra hebrea traducida como
“Espíritu” aquí es ruach, que también puede significar “aliento”. El ruach elohim, “el Aliento del Todopoderoso”, es el
agente en la creación. No es la inmaterialidad del Espíritu que se ve aquí, sino más bien su poder y energía; la imagen es
de la energía de Dios exhalando la creación, por así decirlo, creando los mundos por su palabra, poniendo las estrellas en
el espacio. Así, cuando leemos Isaías 40:26, y nos hacemos la pregunta: “¿quién los creó?”, tenemos la respuesta
en Génesis 1:2; el Espíritu es el poder irresistible por el cual Dios cumple su propósito.

Tomando una tangente… una de las preguntas en la escolaridad del Antiguo Testamento es sobre a la medida en que
somos capaces de descubrir la personalidad distinta de Dios el Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. En otras palabras,
¿podemos entender la naturaleza de su hipóstasis en el Antiguo Testamento? Cuando leemos Génesis 1, no es difícil ver
que tenemos en el segundo verso, ciertamente a la luz de todo lo que posteriormente se ha revelado, una clara y distinta
referencia a la tercera persona de la Trinidad.

En su libro El Espíritu Santo, Sinclair B. Ferguson señala que si reconocemos el Espíritu divino en Génesis 1:2, eso
proporciona lo que algunos llaman el eslabón perdido de Génesis 1:26, donde Dios dijo: “Hagamos al hombre a Nuestra
imagen”. Ferguson observa que esta es una clara referencia antecedente al Espíritu de Dios que está trabajando
en Génesis 1:1-2.

Este tema nos recuerda, incidentalmente, que es útil leer nuestras Biblias de atrás hacia adelante. A medida que leemos de
atrás hacia adelante, descubrimos la verdad del principio interpretativo clásico atribuido a Agustín: “El Nuevo [Testamento]
está en el Antiguo [Testamento] oculto, y el Antiguo está en el Nuevo revelado”. En otras palabras, descubrimos las
implicaciones de esas enseñanzas y eventos que vienen antes en las Escrituras.

Cuarto, el Espíritu Santo es el agente no solo de la creación, sino también de la nueva creación de Dios en
Cristo. Es el autor del nuevo nacimiento. Vemos esto en Juan 3, en el encuentro clásico entre Jesús y Nicodemo, donde
Jesús dijo: “En verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” (v. 5). Esta
verdad, por supuesto, se ve revelada en el resto de las Escrituras.

Quinto, el Espíritu es el autor de las Escrituras. 2 Timoteo 3:16 nos dice: “Toda Escritura es inspirada por Dios…”.
La palabra griega detrás de esta frase es theopneustos, que significa “exhalada por Dios”. En la creación, tenemos el
Espíritu respirando su energía, liberando el poder de Dios en el acto de la creación. Tenemos lo mismo en el acto de
redención, y lo vemos nuevamente en el acto divino de darnos el registro en las Escrituras mismas. La doctrina de la
inspiración está íntegramente relacionada con la obra de Dios el Espíritu Santo. Pedro afirma este entendimiento,
escribiendo: “Pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el
Espíritu Santo hablaron de parte de Dios” (2 Pe. 1:21). Los hombres que escribieron los libros bíblicos no estaban
inventando cosas. Tampoco eran autómatas. “Eran personas reales en tiempos históricos reales con ADN real escribiendo
de acuerdo con su contexto histórico y su personalidad. Pero la autoría de la Escritura fue dual. Fue, por ejemplo, Jeremías
y Dios, porque Jeremías fue usado e inspirado. De hecho, en el caso de Jeremías, Dios dijo: “‘Yo he puesto Mis palabras en
tu boca’” (1:9). Lo hizo sin violar la personalidad particular de Jeremías, y entonces escribió la mismísima Palabra de Dios.
Es por eso que estudiamos la Biblia, porque este es un libro que existe como resultado de la exhalación del Espíritu Santo.

En cuanto a la identidad del Consolador, podríamos ir ad infinitum, pero debemos ser selectivos en vez de exhaustivos. Su
identidad es como “otro Consolador”. La palabra traducida como “otro” aquí es alos, no heteros. Jesús prometió a un
Consolador de la misma clase en lugar de otra clase. El Espíritu es el parakletos, el que viene al lado. Jesús dijo que Él
estaría “con ustedes para siempre… porque mora con ustedes y estará en ustedes” (Jn. 14:16-17). En otras palabras, su
ministerio es tanto permanente como personal.

ESTE FRAGMENTO ESTÁ ADAPTADO DE LA CONTRIBUCIÓN DE ALISTAIR BEGG A HOLY, HOLY, HOLY: PROCLAIMING
THE PERFECTIONS OF GOD [SANTO, SANTO, SANTO: PROCLAMANDO LAS PERFECCIONES DE DIOS].
PUBLICADO ORIGINALMENTE EN LIGONIER. TRADUCIDO POR KEVIN LARA.
IMAGEN: LIGHTSTOCK.
Alistair Begg ha estado en el ministerio pastoral desde 1975. Se graduó del London School of Theology, y es el pastor principal
de Parkside Church cerca de Cleveland, Ohio. Él y su esposa, Susan, se casaron en 1975 y tienen tres hijos adultos. Begg es miembro
del Concilio de The Gospel Coalition.

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