CAPITULO 3
El Discurso
Pedagégico
|, EL DISCURSO PEDAGOGICO:
ESBOZOS DE UNA PRETENDIDA ARQUEOLOGIA*
‘A modo de advertencia preliminar
Un homenaje se inscribe siempre en la logica simbélica propia del
hhumano, en ese incesante juego de presencia-ausencia que la palabra
misma evoca.
Homenajear a un ereador exigo —sin duda— tomar una posicién
subjetiva en la compleja y singular trama de su produccién discursiva.
Buscar en ella algo de lo que uno anhela para sf; beber en esa fuente de
‘saberes; poner en acto la apropiacion imaginaria de un autor que s0loes-
‘6 allf furtivamente.
Sabido es que recorrer sus obras no es trabajo simple ni lineal. Si-
tuarse, pues, como lector, conlleva en sf un verdadero desafio que pone
en jaque aquel ideal vigente de encarnar uno mismo el pensamiento dia-
leéctico que tanto se pregona, En esta perspectiva, interpelar sus escritos,
se torna ya casi una arrogancia, ¥ sin embargo, no hay otro modo: valo-
rar su obra supone no s6lo preguntar sobre ella, sino también, reprodu-
cir sus movimientos, nutrirse con sus idess, sabiendo —como punto de
artida—que no hay repeticién de la palabra que escape al sello de la
diferencia.
Es el propio pensamiento de Foucault el que convoca a la prolifera-
cién de la materialidad discursiva. Es el poder de sus saberes el que jus-
tamente produce efectos de posibilidad, de apertaras y de descentra-
mientos; efectos de ruptura frente a los alambrados que impone todo te-
rritorio disciplinar, Sin lugar a dudas la pretension de ocupar un sitio en
ese espacio convocante deviene en ardua tarea: la de otorgarse autoriza-
cin para formular y sostener interrogantes.
Ardua tarea ala que invita Michel Foucault cuando afirma que “lo
que cuenta en los pensamientos de los hombres no os tanto Io que han
pensado, sino lo no pensado, que desde el comienzo del juego los siste-EDUCACION, SALUD, DISCURSO PEDAGOGICO
matiza, haciéndolos para el resto del tiempo indefinidamente accesibles
al lenguaje y abiertos a la tarea de pensarlos de nuevo"?
(Qed no naman do Font
Entrar en el orden de un discurso y tomar posicicn en su compleja
trama, supone satisfacer ciertas exigencias que calificdn y autorizan pa-
racllo, La materialidad discursiva esté controlada, seleccionada y redis-
tribuida Socialmente a través de diversos procedimiontos tanto de exclu-
lala teateeite a arteearat een voluntad de
|Yerdad) como de control (el principio de! comentario, el principio del au-
tor y el de Ta disciplina) y de sumisi6n de los dis (los rituales del
Ihabla, las sociedades de discursos, los grupos doctrinales y las adecua-
ciones sociales). Tales procedimientos, destinados al enrarecimiento de
la discursividad, ge vineulan entre si constituyendo —eomo afirma Fou-
cault— “especies de grandes edificios que aseguran la distribucion de los
sujetos que hablan en los diferentes tipos de discursos y Ia adecuacion
“de los diseursos a categorias de sujetos”?
‘Ahora bion, septin Foucault*“en una eseala més amplia, se hace ne-
cesario reconocer grandes hendiduras en lo que podria llamarse Ia ade-
‘cuacion social det discurso”.
Acto seguido, advierte: “La educacién, por més que sea, de derecho,
1 instrumento gracias al cual todo individuo en una sociedad como la
nuestra puede acceder a no importa qué tipo de diseurso, #0 sabe que si-
‘gue en su distribucién, en lo que permite y en lo que impide, las Iineas
que le vienen marcadas por las distancias, las oposiciones y las luchas
sociales. Todo sistema de educaciin es una forma politica de mantener 0
de modificar Ia adecuacién de los discursos, con los saberes y los poderes
«que implican.
‘Y ms adelante se pregunta: “;Qué es, después de todo, un sistema
de ensefianza, sino una ritualizacion del habla; sino una eualificacion y
una fijacidn de las funciones para los sujetos que hablan; sino la consti-
tucién de un grupo doctrinal caando menos difuso; sino una distribucién
yuna adecuacién del diseurso con sus poderes y saberos? (..) ,Acaso el
sistema judicial y el sistema institucional de la medicina no constituyen
‘tambien, al menos en algunos de sus aspectos, similares sistemas de su-
isin del discurso?”
Es posible afirmar que, en términos generales, Foucault admite ala
‘edueacién bajo el estatuto de Institucién on un sentido equivalents al que
‘postulan algunos contempordineos del movimiento institucionalista fran-
‘65, es decir, como productora de simbolos sociales y efecto de una com-
plefidad de instancias —politicas, sociales, econcmicas, histérieas, etc —
ae ee
tir como humano implica sit mundo de laEL DIScURSO PEDAGOGICO
nes gmc nd fl
permitido y o rohibid, Desde esta perspectva, la educacdn se sta
como una de las tantas instituciones que intervienen en el devenir cans-
tifutivo de la sujecién social humana.
Indudablemente, la educacién se materializa a través de los varia-|
dos sistemas de enseianza existentes, que trascienden y exceden los
mites del sistema educativo formal, y que adoptan formas singulares co-|
mo las que Foucault d baj na bajo el nombre de sociedades de discurso 0}
como doctrinas.
Por otra parte, todo discurso no sélo ritualiza su habla en tanto de-
fine e instituye un conjunto de gestos, comportamientos, modalidades
enunciativas, efectos, etc. como cualidades que deben poseer sus hablan-
tes, sino que, a su vez, asumen el poder de una distribucién y adecuacién
social de los saberes posibles de su discursividad.
Sabido es que este control de la distribuecién social de los conocimien-
tos, d6 lo que se debe y se puede saber con él correlato de lo que se prohi-
be transmitir, ha sido historicamente motivo de luchas y antagonismos.
‘Tanto en la historia de la humanidad en general como ‘en el contexto de
los paises latinoamericanos, en particular, abundan ejemplos al respesto.
Ahora bien, si la educacién no es reductible al nivel de la organiza-
cidn de los sistemas educativos ni los sistemas de ensefianza, para pod
constituirse —al decir de Foucault— en un instrumento o en una,
‘He aqui —quizas— algo del orden de lo no-pensado por Foucault
incrustado en sus propios pensamientos. Cabe pues soportar la inodgni-
ta de por qué no ha conferido estatuto de Discurso a aquel. cio de ex-
terioridad en cuya trama el hombre irremediablomente se sitéa ya que
Ja educacién garantiza la perpetuacién de la especie humana, supervi-
vencia que asienta en la instaura la
Al respecto, Sara Pain afirma que as{ como el instinto es el dispositivo
‘que garantiza la conservacién de la especie animal, en el hombre, el pro-
ceso exclusivamente humano del aprendizaje posee un valor funcional
equivalente, ya que asegura la vigencia histérica en cada humano sin-
gular— de una civilizacién cuyas adquisiciones culturales producen su-
jecion a una legalidad constitutiva.*
Cabe también, invertir los términos de un enunciado afirmativo
que Foucault formula como interrogante. La educacién es concebida co-