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El desafío de narrar

Módulo 5. Cuestiones técnicas de relevancia para la narración

Clase 5. Corrección estilística y gestión editorial de manuscritos

1.1.- Introducción

Terminar una última frase y colocar luego de ella un punto final, no significa en
absoluto terminar una obra. Ya sea un conjunto de relatos o una novela, luego de su
supuesta conclusión, queda un arduo trabajo que muchas veces no estamos en
condición de afrontar. No es, sin embargo, incapacidad lo que nos frena, sino el hecho
irrebatible de que no logramos vernos con objetividad a nosotros mismos ni a nuestra
obra, y es ese el momento en que otros deben intervenir. Dada la intensidad del
proceso creativo y todo lo que en él pone en juego el escritor, no es posible que se pueda
guardar una distancia de la exaltación y beneplácito que produce el hecho de concluir
una obra a la que probablemente hemos dedicado meses e incluso años.

Ha llegado entonces ese minuto en


que sólo podemos hacer dos cosas: o
bien guardar durante un tiempo
prudencial nuestra obra en una
gaveta, tomando una considerable
distancia de ella, o bien entregándola
a un corrector de estilo que por su
pericia y capacidad crítica nos resulte
confiable. Transcurrido ese tiempo o
habiendo puesto nuestra obra en manos confiables, tal vez estemos en capacidad deber
o advertir las fallas internas de muestro propio trabajo para el cual resultó o pudo haber
resultado un bloqueo la pasión con que, paso a paso, lo construimos.

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Una vez de vuelta, mirando nuestras páginas de ayer casi con ojos de extranjero, lo
recomendable es que realicemos un riguroso trabajo de corrección en base a lo que
podamos detectar por nosotros mismos o a lo que una mirada experta nos haya
señalado. En este sentido es de suma importancia que volvamos nuevamente sobre
nuestro argumento, percatándonos a profundidad de las diferencias existentes entre lo
que fuimos planeando para el desarrollo de la historia y lo que realmente aparece
contado sobre ella. Se trata de actuar sin autocomplacencia y con el mayor rigor del
que seamos capaces. Examinemos a fondo el comportamiento de nuestros personajes
y su coherencia para con su propia naturaleza y el resto de personajes que componen
la trama.

De manera especial sugerimos revisar en


nuestra versión de Word las entradas y salidas
que tiene cada uno de los personajes de peso.
Fijémonos nuevamente en qué dicen y cómo lo
dicen. Preguntémonos si el lenguaje que
utilizan es realmente el adecuado de acuerdo a
su constitución psicológica. Detengámonos
nuevamente en las descripciones de espacios
abiertos y cerrados, intentemos ver y
reformular escenas que tal vez merecen algún
tipo de rectificación.

Por lo general suele ser un mito infundado el hecho de que una obra, una vez
terminada, no debe ser retocada o recompuesta. Revisemos nuevamente fechas o
espacios que hayamos propuesto dentro de un límite de coherencia y verosimilitud.

No nos comportemos de forma obsesiva, pero no nos conformemos con la versión que
más simpática nos resulte, imprimamos una versión primitiva o primer borrador y
trabajemos sobre él de forma tenaz y persistente, olvidemos toda idea que nos lleve a
la tentación de publicar: en caso de que pudiéramos publicar de inmediato, ello podría
ser un desenlace engañoso que a la larga redundaría en una afectación para nuestra
obra.

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No tengamos miedo recortar textos, eliminar incluso párrafos, páginas enteras. Todas
las grandes obras fueron en principio humildes borradores, versiones imperfectas y
por completo inferiores respecto a su composición definitiva. Disfrutemos del
reencuentro con nuestras propias palabras y pensemos que la nueva etapa que para
nosotros se acerca es justamente la de encontrar la forma correcta de gestionar nuestro
manuscrito. Es ese el punto donde todo escritor que comienza sus primeros trabajos
debe de buscar el mejor destino posible para su libro, de acuerdo a su línea argumental
y temas abordados. Esto sería reconocer en qué tipo de línea editorial encajaría nuestro
trabajo y a partir de ese momento comenzar a manejarnos con inteligencia y un agudo
sentido del olfato.

El mundo editorial, como todo lo


que tiene que ver con cualquier
proyección intelectual, es de suma
complejidad y abrirse paso no es
tan sencillo como muchos desde
fuera llegan a creer. Para presentar
una obra a una editorial de
importancia hay una serie de
procedimientos habituales que el
escritor debe tener presentes para
asegurarse de que su obra es correctamente recibida y valorada. Cualquier editorial
recibe un mínimo de media docena de originales al día, de ahí que, si el escritor facilita
su tarea, siempre tendrá un punto a su favor. Por eso es imprescindible preparar una
carta de presentación y una propuesta editorial. Estas actuarán como presentación del
escritor y de la obra a examen y permitirán al editor una primera valoración de los
méritos de autor y texto. La carta de presentación debe ser muy concisa e incluir los
datos de contacto del autor además de aquellos más relevantes sobre su faceta de
escritor, así como un brevísimo resumen del argumento de la obra. Procuremos que la
carta de presentación no supere las trescientas palabras. Resumamos cuanto se pueda,
omitamos detalles poco relevantes y, en cualquier caso, tratemos de no superar la
página.

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Si es posible, enviemos la carta por correo electrónico. Hoy en día, prácticamente todas
las editoriales disponen de página web donde es sencillo encontrar un correo de
contacto. Mostrémonos profesionales en nuestra comunicación, evitemos un tono
informal o de confianza. Incluyamos nuestros datos de contacto: nombre completo,
dirección, teléfono, correo electrónico, página web o perfiles en redes sociales (si no
tenemos web o presencia en redes, es hora de que nos lo vayamos planteando).

Además de todo lo anterior, la carta de presentación debe incluir como encabezado el


destinatario al que va dirigida. Lleva su tiempo, pero es recomendable personalizar
nuestras cartas incluyendo el nombre completo, la editorial y el puesto que ocupa (si
lo sabemos) de aquella persona a quien nos dirigimos. Que el receptor comprenda que
no hemos enviado la misma carta de manera masiva. Aportemos en ello todos los datos
que consideremos de interés en cuanto a nuestra faceta como escritores: participación
en concursos, premios recibidos y otras obras publicadas. En caso de no haber
despuntado antes en el mundo de las letras, tratemos de que nuestra propuesta
literaria resulte original y convincente: una primera obra puede tener la suficiente
fuerza y calidad como para producir un impacto considerable, la historia de la
literatura está llena de esos casos, solo se trata de no desanimarse y persistir.

No perdamos las esperanzas si llegamos a coleccionar por docenas cartas de rechazos


o si ni siquiera recibimos contestación alguna: grandes autores de todos los tiempos
atravesaron por lo mismo y lograron imponerse a fuerza de perseverancia. Otra de las
alternativas de publicación y obtener ganancias de nuestra obra es enviándola a
concursos literarios. Aunque suelen ser casi siempre polémicas y no del todo
transparentes las deliberaciones de los jurados, pensemos que nuestra obra en algún
momento puede resultar elegida y alzarse con todo el reconocimiento y visibilidad con
que alguna vez todo autor ha soñado. Elijamos de antemano aquellos concursos que
consideremos más apropiados para enviar nuestra obra, la cual sugerimos, antes que
todo, sea asentada en un registro de derecho de autor para no correr riesgos de
apropiaciones por parte de terceros.

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Roberto Bolaño (1953-2003), uno de los escritores más


influyentes en lengua española: coleccionó cartas de rechazo
de las más grandes editoriales del mundo hispanoparlante,
pero no se rindió, su tenacidad fue una de sus grandes virtudes
como escritor.

En este sentido debemos armarnos de paciencia y no apresurarnos en función de


obtener alguna notoriedad o resultado; por numerosas dificultades que se presenten,
tengamos la certeza de que nuestra obra, a pesar de cualquier tropiezo, encontrará su
sitio y su debida repercusión: lo más importante es haber trabajado en ella y haberla
concluido con pasión y tenacidad. Esta es la fase de postproducción de toda obra,
importante en sí, pero tan solo una parte complementaria de haber incursionado en
eso que llamamos el desafío de narrar, que es el compendio de todos los peligros y
aprendizajes necesarios en el camino de formación para cualquier escritor. Narrar es
un arte tan complejo como gratificante. Cualquier dirección que tomemos cambiará
nuestra forma de ver el mundo, y sobre todo de actuar en él. No hay camino de regreso
para quien asume el reto de contar su primera historia. Esto es algo que podremos
comprobar al concluir cada proyecto, cada manojo de páginas con que digamos al
mundo quiénes somos.

Bibliografía:

Heras, E. (comp.) (2002). El desafío de la ficción. La Habana: Abril

García Jiménez, J. (1994). La imagen narrativa. Madrid: Paraninfo

Lukács, G. (1974). Teoría de la novela. Madrid: Grijalbo

Vargas Llosa, M. (2005). La verdad de las mentiras. Barcelona: Seix Barral

Roth, P. (2011). El oficio: Un escritor, sus colegas y sus obras. Madrid: Penguin
Random House

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