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13 místicas vieron a las almas del purgatorio:

están tristes y sufren


Roberta Sciamplicotti | Ago 08, 2018

Santa Brigida, Natuzza, Santa Faustina: sus visiones tienen


muchos puntos en común. Estas son las descripciones detalladas

13 místicas afirman haber visto a las almas del Purgatorio y de haber


dialogado con ellas. Cuenta sus visiones Marcello Stanzione en el
libro “Il Purgatorio nella visione delle mistiche” (edizioni
Sugarco). Stanzione explica que el Purgatorio es un dogma de fe y que por
tanto “pertenece al patrimonio inalienable del Credo de la Iglesia”. Esto es
lo que ellas vieron…

1) Santa Perpetua (siglo II-III)

Perpetua sufrió el martirio en el año


203, y gracias a ella podemos saber
que los primeros cristianos creían
en el purgatorio y en el valor de la
oración por los difuntos. Mientras
esperaba su ejecución, iba contando lo
que le sucedía en la cárcel:

“Pocos días después de la sentencia de


nuestra condena a muerte, mientras todos rezaban, de repente en medio de
la oración me salió un grito y llamé: Dinócrates. (…) Comprendí también
que debía rezar por él (…) Veía a Dinócrates salir de un lugar oscuro –
durante la noche, en visión – donde había muchas personas áridas y
sedientas, con los vestidos sucios y palídísimas, con una herida en el rostro,
como él tenía cuando murió. Era un hermano mío, que murió a los siete años
consumido por un cáncer en el rostro (…) Lejos del sitio donde se
encontraba, había un cubo lleno de agua, pero cuyo borde estaba
mucho más alto de donde él podía llegar, y él intentaba alargarse como si
intentara beber (…)”.

“En el día en que permanecimos atados, en la cárcel, tuve la siguiente visión:


Vi el lugar de antes, y esta vez Dinócrates, con el cuerpo lavado, bien vestido,
disfrutando; donde había estado la herida había una cicatriz, y el borde del
cubo estaba más bajo y llegaba ahora al ombligo del niño, él bebía sin
descanso. En el borde había una copa de oro llena de agua; Dinócrates se
acercó y empezó a beber de la copa de oro, y esta no se vaciaba;
después de que bebió suficiente, se puso a jugar todo contento, como hacen
los niños, y en ese momento me desperté y comprendí que había sido
liberado de su pena”.

2) Santa Brígida de Suecia (1303-1373)

Se cuenta que un día Brígida tuvo una visión del


Purgatorio y oyó la voz de un ángel que, consolando a
las almas, repetía estas palabras: “Bendito sea el que,
viviendo aún en la tierra, socorre con actos y buenas
obras a las almas purgantes, ya que la justicia de Dios
exige que sin la ayuda de los vivos, estas sean
purificadas en el fuego”. Y oyó también otras voces que
añadían: “Gracias sean dadas a quienes nos aportan alivio en
nuestras desventuras; vuestro poder es infinito, Señor: dad el ciento
por uno a nuestros benefactores, que nos llevan más rápido al umbral de
vuestra luz divina”.
3) Santa Catalina de Siena (1347-1380)
Catalina, que recibió los estigmas
como signo de su perfecta
identificación con el Crucificado,
refiere la descripción que le hace Jesús
sobre el purgatorio:

“Y si te vuelves al purgatorio encontrarás


allí mi dulce e inestimable Providencia
hacia esas almas mediocres que
perdieron el tiempo, y que ahora,
separadas del cuerpo, ya no tienen
tiempo para lograr méritos. A ellas yo he
provisto por medio visetto, de quienes
aún estáis en la vida mortal y tenéis el tiempo para ellos, y mediante la
limosna y el oficio divino, junto a los ayunos y las oraciones hechas en estado
de gracia, podéis abreviarles el tiempo de la pena, confiando en mi
misericordia”.

4) Santa Francisca Romana (1384-1440)

A través de muchas visiones, Santa Francisca


Romana pudo ver el paraíso, el infierno y
también el purgatorio. Define este último como
“Reino de los dolores” y lo describe como
dividido en varias regiones: la superior, en la que
se encuentran las almas que sufren la pena del
daño, las que no pueden ver a Dios, y penas
sensibles menos graves por culpas leves; aquí el
Purgatorio consiste en una infinita nostalgia de
Dios y de su visión beatífica.
En el purgatorio de en medio sufren las
almas que tienen culpas más graves que expiar. La tercera región,
la más baja, está muy cerca del infierno y llena de un fuego que penetra en
los huesos y la médula, fuego que se distingue del infierno sólo por su
obra purificadora y santa. Cada una de estas regiones se divide en varias
zonas en base a las culpas y las penas.
Según Francisca Romana, Dios acoge las intenciones de quienes ofrecen
oraciones u obras de reparación o de penitencia en beneficio de un alma
determinada, a menos que no haya motivos particulares para esas obras o
las oraciones no le aprovechen.

5) Santa Teresa de Ávila (1515-1582)

Teresa consideró una de las gracias más


grandes una visión en la que Dios le mostró el
infierno y el puesto que se le habría reservado si
hubiese continuado en la tibieza y
superficialidad con que estaba viviendo la vida
religiosa. Desde entonces sentía un fuego
devorador por el infinito deseo de preservar a las
almas de este abismo.
En su obra mística “El castillo interior”, describe
el tormento que las almas del purgatorio deben
sufrir a causa del ardiente deseo que tienen de la
visión de Dios que aún no se les ha concedido. En este tiempo, escribe
Stanzione hablando de la gran santa española, Dios “da al alma un
conocimiento tan vivo de quien es realmente, que el tormento llega al
punto de impulsarla a gritar. Ahora el alma no puede hacer otra cosa, aun
estando acostumbrada a soportar con paciencia sus tremendos dolores,
pues no siente dolor en el cuerpo, sino en su intimidad más profunda”.
“Las penas de las pobres almas del purgatorio justo de este tipo”, escribía
Santa Teresa, “pues estando libres del cuerpo sufren mucho más de lo que
se puede sufrir cuando se está aquí en la tierra”. “El alma se consume por
una sed ardiente de la posesión de Dios, pero no puede alcanzar esta
‘agua’”.
6) Santa María Magdalena de’ Pazzi (1556-1607)
Carmelitana, tenía continuamente fatigosos
éxtasis. Entre lo que vio sobre el purgatorio
en sus experiencias y visiones, recuerda en
especial la muerte de su hermano Alamanno.
Maria Magdalena, recuerda Stanzione,
“estaba descansando con algunas hermanas
en el jardín del monasterio. De repente cayó
en éxtasis y se puso a gritar: ‘Sí, estoy
dispuesta a venir”. Con estas palabras, cuyo
significado no comprendieron sus hermanas,
la santa comunicaba su disposición a seguir a
su ángel guardián en un viaje a través del
purgatorio”.
“¡Oh pobre hermano mío, cuánto debes
sufrir! ¡Pero consuélate! Sabes que estas penas te abren el
camino a la bienaventuranza eterna!”, dijo cuando vio el alma de su
hermano difunto. Prosiguió: “’Yo veo que no estás triste, porque soportas
penas, que son tremendas, ¡pero de buen grado y feliz! Cuando estabas en
este mundo no quisiste escuchar cuando te advertía y te aconsejaba.
Ahora, deseas que yo te escuche. ¿Qué quieres de mí?’. Él le pidió un
determinado número de misas y santas comuniones”.

7) Santa Margarita María Alacoque (1647-1690)

“Mientras estaba ante el Santísimo el día del


Corpus Domini – se lee en sus escritos – de
repente se me presentó delante una persona
envuelta en llamas, cuyos ardores penetraron
tan fuertemente que me parecía arder con ella.
El piadoso estado en el que me hizo ver que se
hallaba en el purgatorio, me hizo derramar
muchas lágrimas. Me dijo que era ese religioso
benedictino que una vez escuchó mi confesión y
me ordenó que comulgara; para compensarlo por tan útil consejo, Dios le
permitió dirigirse a mí, para que le aliviase sus penas, pidiéndome
durante tres meses estar en todo lo que hiciera o sufriera”.
“Me sería difícil contar cuánto sufrí en esos tres meses. No me dejaba
nunca, y me parecía tener el lado en que él estaba, envuelto en una llama
de fuego, con dolores tan agudos que yo gemía y lloraba casi
continuamente”. “Al final de los tres meses volví a verlo bien distinto:
lleno de alegría y rodeado de gloria, se iba a gozar la felicidad eterna;
dándome las gracias, me dijo que me protegería ante Dios. Yo estaba
enferma. pero como mi enfermedad desapareció con la suya, sané en
seguida”.

8) Santa Francisca Cabrini (1850-1917)

La santa tenía un afecto particular por las


almas de los fieles en purgatorio. En las
apariciones de las almas purgantes hubo
también testimonios de reconocimiento y de
devolución de favores por parte de ellas. Tras
la muerte de un monseñor, al acercarse un día
la santa a la comunión en sufragio suyo: lo vio
delante diciéndole: “Esta santa Comunión la
harás por mí”. Durante un mes se repitió en
sus oídos la misma petición, y al final del mes
lo vio sonriente y le escuchó decir: “Ahora
basta, te doy las gracias; hasta ahora
me has ayudado, a partir de ahora te
ayudaré yo”.
9) Santa Faustina Kowalska (1905-1938)

Durante la convalecencia de una


enfermedad, Santa Faustina recuerda
haber pedido a Jesús: “¿Por quién tengo
que rezar?”. “Jesús me respondió que me lo
diría la noche siguiente. Vi al Ángel de la
Guarda, que me ordenó seguirle. En un
momento me encontré en un lugar
nublado, lleno de fuego, y en él una
muchedumbre enorme de almas sufrientes.
Estas almas rezan con gran fervor, pero sin
eficacia para sí mismas: sólo nosotros
podemos ayudarlas. (…) Pregunté a esas
almas cuál era su mayor tormento. Y
unánimemente me respondieron que su
mayor tormento es el ardiente deseo de
Dios”. “Vi a la Virgen que visitaba a las
almas del purgatorio. Las almas llaman a María ‘Estrella del Mar’. Ella les
da alivio”. “Oí dentro de mí una voz que decía: ‘Mi Misericordia no quiere
esto, pero lo exige la justicia’. Desde entonces estoy más cerca de las almas
sufrientes del purgatorio”.

10) Beata Catalina Emmerick (1774-1824)

Monja agustina alemana que recibió los estigmas,


tenía particular dedicación a las almas del
purgatorio, de cuyas numerosas apariciones hizo
informes detallados, in base alle quali le anime
prendono parte reciproca al loro stato e provano
consolazione e gioia, se alcune di loro vengono
liberate o giungono a gradi meno dolorosi di
purificazione. Le anime che si trovano già nel più
alto grado, ottengono da Dio la libertà di
manifestare il loro amore apparendo, per
consolarle, a quelle che soffrono ancora le pene
più gravi, o a persone devote ancora vive.
Vide anche gli angeli condurre dal Purgatorio al Paradiso le anime, le cui
figure grigie, man mano che ascendevano, diventavano più chiare e
splendenti, finché entravano a far parte della beatitudine in tutta la loro
gloria.

11) Sor Úrsula Benincasa (1547-1608)

Fundadora de la Orden de las Teatinas, recibió


los estigmas dos años antes de morir, pero
desde joven tuvo conatos de éxtasis. Tuvo gran
devoción por las almas del Purgatorio y a veces
tomo sobre sí sus penas.
Se cuenta un episodio que sucedió cuando
asistía a su hermana Cristina que iba a morir.
La venerable se dio cuenta de que la hermana
sentía un terrible miedo al purgatorio. Para
consolarla y liberarla de aquella angustia,
Úrsula pidió a Dios que le condonara a la
moribunda las penas del purgatorio y la hiciera
sufrir a ella en su lugar. El Señor acogió su
oración y Cristina se libró en seguida de los tormentos y del miedo,
muriendo serenamente. Úrsula, en cambio, tuvo inmediatamente
grandes dolores que no la abandonaron hasta su muerte.

12) Maria Simma (1915-2004)

Durante muchos años, los libros de Maria


Simma sobre el purgatorio fueron
auténticos best-seller de la literatura religiosa.
Consideraba que Dios quería que ella ayudara a
las almas del purgatorio con la oración, el
sufrimiento expiatorio y el apostolado.
Ya desde la infancia ayudaba a las almas del
purgatorio con oraciones, ganándoles
indulgencias. A partir de 1940, las almas del
purgatorio venían a veces a pedirle que rezara
por ellas. El día de Todos los Santos de 1953,
María empezó a ayudar a los difuntos con sufrimientos
expiatorios. Durante la semana que sigue a la fiesta, parece que
las almas reciben gracias por intercesión de la Virgen. El mes de
noviembre parece ser para ellas un tiempo de gracias particularmente
abundantes.

13) Natuzza Evolo (1924-2009)

Esta mística italiana


recibía apariciones de los
difuntos, que hablaban
con ella y le
confirmaban la
existencia del
purgatorio, del paraíso
y del infierno.
Para ella, el purgatorio no
es un sitio particular, sino
un estado interior del alma,
que hace penitencia “en los
mismos lugares
terrenos donde vivió y
pecó”, incluso en la casa
donde vivía. A veces las
almas hacen su purgatorio en las iglesias, cuando superan la fase de
mayor expiación. Natuzza subraya a menudo la importancia de las
oraciones y sufragios por las almas del purgatorio y sobre todo la
celebración de las misas, subrayando así el valor infinito de la
sangre de Cristo.
Natuzza, escribe Stanzione, “invita a tener un profundo sentido del
pecado. Una de las grandes desgracias de hoy es precisamente la pérdida
del sentido de pecado. Las almas purgantes son cada vez más. Esto
muestra la misericordia de Dios, que salva a los más posibles”.

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