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Francisco Javier Femández Conde


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en L.- pana
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••

U 'IVERSIDAD DE OVIEDO
<- en'icio de Pu blicaciones
LA RELIGIOSIDAD MEDIEVAL EN ESPAÑA
1. ALTA EDAD MEDIA (S. VII-X)

Fra ncisco Javier FernlÍndez Conde

U NIVERSIDAD DE O VIEDO

This One

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Portada : Mal'(/ Mltlu!; del Beato de Burgo de OSoma (S. X I )

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ÍNDI CE

,
PROLOGO ... ..... ... ......... ..... ....... ... ........ ........................ ..... ..... ...... 9
,
FUENT ES Y BIBLlOG RAFIA ............ ...... ....... ....... ... .... ..... .... ... 19

CA PÍTULO 1:
EL CRI STIAN ISMO VISIGODO FRENTE
A LA INVAS IÓN ISLÁM ICA ...... ..... .............. .. ... ............ ..... ....... . 61

CA PÍTULO 11 :
CRI STIAN ISMO y RELI GIOS IDAD DE AL-ANDALUS ......... 77
La dinámi ca acultu radora del Islam pe ninsul ar ... ................. .. .. 83
Infl uencias heterodoxas en la reli giosidad mozárabe .. ........... .. 95
Una res uesta radical : el martirio vo luntario ....... ............... ...... 105
Corrientes apocalípticas ........ ............ .... .. ........... .... ..... ... ... ..... ... 11 3

,
APENI>ICE 1:
INSTITUCIONES ECI .ESIÁSTICAS ......... .. ... .......... .. ... ,.. ", ...... " 123
Organización ad mini strativa .......... .... ........... ...... .......... ..... .... .... 125
I ,os monasterios .... ,.,.,.,.,., .......... ,.,.,.,., ... .. ..... ,., .,.,., ... ... ,.,.,., .... ,.. 128
L a l ·tturgta
' . .' nlozara
~.
' be" ..... ........ ......... ...... .. ................ .. ... ........ ... 130
,
ISLAM Y JUDA ISMO EN AL-ANDALUS .... ... .. ................... 13 1
Islutnismo ..................... ... .. .............. ...... ........ .... ......... .............. . 13 1
JudaíslllQ ...................... ... .......... ............... ........... ....... .. ...... .... .. .. 133

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ÚI Religiosidad M ediemll'l/ E.~pmil' . /. Alta EI/ad M edia (s. \111· X)

"Habría que considerar las fo rmas fundamel1lales de reli giosidad


popul ar -que vive todavía cn creencias y expresiones de muchas comu-
ni dades rurales recoletas O que se expresa de manera seCl/IO/: es decir,
vaciadas de conlenido religioso. en delermin adas manifestaciones fol-
klórit:as- como un "sistema global" de aprehender la real idad yeltiem-
po cósmicos. Yen ese sistema último de referencias -mel1lalidad colec-
ti va o cosmovisión primaria- figurarían vari os subsistemas coex istien-
do dia lécticamente. en estrecha vinculación con la evo lución diacrón i-
ca o histórica de la soc iedad: la cosmovisión cri stiana en cuanto sub-
sistema dominante y otras real idades rel igiosas, difusas. vagas y difí-
cilmel1le tematizables: en última in stancia, otros subsistemas que reco-
gen la herencia de la cultura prerromana y romana. en la forma de lo
que M. Vove lle llamaba resistencias de 1(II~~ a duración".

En realidad, no prestábamos entonces mucha atención a la impor-


tancia de Islami smo y del Judaís mo en esos complejísimos procesos de
ac ulturac ión asimétri ca que se producen a lo largo del Medievo hi spa-
no, que consideramos esenciales a la hora de co nocer y describir cabal-
mente la hi stori a de la reli gios idad med ieval en España desde los ll a-
mados "siglos visigodos" hasta los umbrales de las reformas del siglo
XVI.
Por otra parte, desde la publicación de la Historia de la Iglesia ell
Espaíia (B.A. C), dirigida por el siempre recordado profesor R. García
Villoslada. cuyo segundo volumen en dos gruesos tomos -La HiSToria
de la Iglesia ell la Espaíia de los siglos VIII al XlV, Madrid , 1982- tu vi-
mos la suerte de coordinar y de redac tar en buena parte, siempre hemos
sentido la neces idad de vo lver personalmente sobre aq uel tex to ampli o,
para colmatar lagunas ev identes, para contex tuali zar y moderni zar
muchos de los problemas abordados allí, y, sobre todo, para interpretar
con mayor correcc ión y ri gor muchos de los fenómenos reli giosos
desde una perspectiva económi co-soc ial, estructuras esenciales del
Feudalismo, que no puede menos de ser considerada como referencia

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LlI Relig iosidad M etlieml el/ Es¡uuia. 1. A lla I:.i./ad M edia (s. \11I X)
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se manifi esta formalmente en la organi zac ión de las distintas estructu-


ras de la admini stración ecles iásti ca tradi cional. Se trata de procesos
hi stóri cos diferenciados segú n las latitudes geográfi cas en los que se
produ cen. En muchas regiones. en las que el Cri stianismo era ya una
rea lidad soc ializada, ahora. es decir, después de la in vasión, lo que se
prod uce es una verdadera reorganización O restauración de formas y de
instituc iones cri stianas anti guas. En otras reg iones, sin embargo , los
primeros siglos. el VIII y el IX sobre todo. son los períodos de la
implamación definiti va del Cri sti ani smo. Pero ambos fenómenos, res-
tauración y conso lidac ión. corren parejos con la reorga ni zac ión de las
estructuras soc ia les sobre nuevos presupuestos soc iopolíti cos que cul-
-
min arán en la configurac ión defi niti va de un mundo de aldeas, de una
sociedad feudalizada. dos dinámicas hi stóri cas que se fortalecen
mu tu a me nte.
Qui zás llame la atención el hecho de dedicar nada menos que tres
capítul os a la reli gios idad de cuño monásti co: concretamente, desde el
cuarto hasta el sex to. Pero si se leen las fuentes con atención, se com-
prueba enseguida la enorme trasce ndencia que tu vo el monacalO, tanto
en su forma más primigeni a o eremítica, como en la cenobítica, en el
largo y arduo proceso de repobl ac ión o coloni zac ión de la primera Edad
Media. según había constatado hace tiempo con preci sión y claridad J.
Faci Lacasta, cuando aseveraba que "el monacat o hi spánico (de estas
centuri as) cumpl e la parte más importante en la tarea de la oc upación
del espacio. roturación y co loni zac ión que solemos ll amar reconqui s-
ta". Hasta tal pun to esto es verdad , que se puede ca lifi car la primera
fase de repoblación cri sti ana como de "monaca l y privada" .
En efecto, ll ama poderosa mente la atención la coexistenci a de
una ampli a corri ente de religiosidad de inspirac ión apocalíptica, crea-
da, alimentada y difundida por determinados centros de ascetismo, con
otra diametralmente opuesta en apariencia: el compromi so de los asce-
tas so litari os y de los embri onarios ce nobios. que ca lificamos aquí de
·'prebened ictinos". con las tareas repob ladoras y coloni zadoras.

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Lo Religiosidad M e(/ie w¡/ ell Esp(l/ia. l. Alta Edad M edia (s. VI/-X )

a un conoc ido y venerable hi stori ador y medievali sta ya clásico. Y,


además, o por esa razó n, estamos gozosamente condenados a esc ribir
e n cada época nuestra propia visión y comprensión de la hi storia y esta
sugesti va condena al"ectará irremediabl emente a los hi storiadores del
futu ro.
Al gunos lectores, y de manera especial ciertos hi stori adores más
fa miliari zados con las hi storias de la Igles ia tradicionales, podrían
e ncontrar nuestra hi stori a de la reli gios idad demasiado secul ar. La vin-
cul ac ió n estri cta de los hechos y de los fe nó menos reli gioso. a los pro-
cesos soc io-económi cos y políticos, co n frec uencia tan determinantes
de la evolución de las formas religi osas. ¿no podría diluir lo reli gioso,
e n lo que tie ne de ge nuino y específi co, hasta convertirl o en una reali-
dad hi stórica esencialmente natural o materi al? Qui zá pueda pensarse
de ese modo, pero aquí hemos procedido siempre como profesionales
de la hi stori a, una ciencia que utili za un método cienúfi co ple namente
contrastado ya y que no puede introducir nunca ex plicaciones de carác-
te r trascendente o metafísico. Si nos hubiéramos mov ido en esta segun-
da direcc ión, habríamos hecho Teología, pero nunca hi storia propia-
mente dicha. Los problemas fundame ntales de la naturaleza sobrenatu-
ral del cri stiani smo y de la hi storia como vehícul o de salvación no
podían formar parte. lóg icamente, de nuestro di scurso general.

Ove /i. VIII Ka/. Aprilis


Anllo 2000 "ab Ill cama/iol/.e DOlllini ".

Francisco Jav ier Fernández Conde

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Es difíc il anali zar de form a compl eta y coherente e l trasce nden-
ta l acontecimi ento de la in vasió n islámica de la Penín sul a y la estrepi -
tosa de rrota de los ejé rcitos cri stianos en G uadalete, e l IIlio 7 11. fre nte
a los musulmanes, en su mayoría bere beres, de l1:U-iq. que propic iaría la
in vasió n y después una co nqui sta rápida y re lati vamc nte fác il de casi
todo e l ,ímbit o territorial hi spano. dominado hasta entonces por los
soberanos visigodos. Y, sobre todo, resulta sie mpre arriesgado estable-
cer una concate nación causal. orde nada y ri gurosa. para tratar de ex pli -
car los hechos más significati vos. En c ualquier caso. todos los hi stori a-
dores está n de acuerdo en la compl ejidad de estos avatares que di eron
al traste co n e l entramado soci o-políti co, cultural y re li g ioso de l llama-
do re ino visigodo de Toledo. Que e n e l trasfo ndo de aque l desastre mili -
tar de los visigodos actu aban factores determ inantes de índo le socio-
económica, está fuera de toda di sc usión. Como decía hace años Lev í-
Prove n ~a l : " no hay ejempl o de que un Estado organizado se deje ocu-
par pasivamente por unos cuantos esc uadrones de jinetes audaccs. si
ese Estado goza de bue na salud ".
La Hi storiog rafía mu sulma na sue le contex tuali zar la primera
victoria de los mu sulm anes e n Espalia y de sus posteri ores co nqui stas,
considerándo las como otros tan tos hit os de l co njun to de acontec i-
mi e ntos que co nfo rman e l impres ionant e mov imi ent o ex pansio ni sta
de l Islam en la última part e del sig lo VIII , después de la mue rte de l pri-
mer califa o meya. Para los ej érc itos musulmanes. consumada ya la
co nqui sta de Eg ipt o a partir ele l 64 1, plant arse e n las costas de l
Atl ánti co era, senc illamc nle, c uesti ón de ti e mpo y. a la vez, constituía.
con toda seg urid ad. un obj eti vo importante para su predo mini o maríti -

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El cristianismo I'isigodfJ In'll/e a/(I illt'asió" i",MlI/iea

los negocios de carácter estatal o político, contribuyendo, al mismo


tie mpo, a la creac ión del clima propici o para mirar con cierto escepti-
cismo e indiferencia la presencia de los primeros ejércitos provenientes
,
de Africa. aunque éstos profesaran una fe distinta de la cristiana como
era la del Islam. Al fin y al cabo, no estaban todavía e n condi ciones de
comparar su deprimida situación con la que les depararían los nuevos
se llores, un a vez superados el caos y los desastr'es de los primeros años
de la invasió n. Andando el ti empo. "parece se r que la población con-
qui stada aceptó a los intrusos con poca o ninguna res istencia. y que su
ituaci ón mejoró en comparación con la domin ación visigoda"2
Esta panorámica soc ial de bía de ser aún más negati va y sombría,
si tene mos en cuenta otros factores que suelen e numerarse al anali zar
la decadencia del reino visigodo de Toledo. Entre ell os se mencionan
los desastres naturales, las cri sis económi cas y la ex istencia de una
especie de me ntalidad colecti va. de tinida hace años por Orlandis como
un clima diJilso de desllloralización fJopulw; tan difícil sie mpre de defi -
nir y de eva luar 3 Ante una panorámica ge ne ralt3n negativa. nada ti e ne
de ex traño que a corto plazo la mayor parte de la població n de al-
Andalus. la sometida y dependi ente, se encontrara en mejores condi -
ciones que bajo el dominio visigodo. P. Chal meta lo po nía de reli eve
hace poco; " La ruptura, e l cambi o -siquiera parcial - con la fa se anteri o r.
in virLi ó el sentido de la evolució n peninsular e n los campos demográfi -
co, soc ial , formas de producc ión y objetos de c ultivo. En vez de la ero-
sión progres iva de los derechos de los indi viduos pertenec ientes a los
grupos soc io-económi cos más desheredados y de la crecie nte impor-
tancia de los lazos de hombre a hombre, la soc iedad andalusí tende rá a
favorecer el paso desde un s/aI1/.~ . ervil al de libre y al establecimie nt o
generali zado de relaci ones directas entre individuo y Estado,,4

1 Anw:U' G, Chcjnc. H istoria de la ¡::,'il'mll1 1II1Isu/lIIlIIUl . p. 20,


3 J, OrlilIld i ~ , H i.\'forjo de la Espaiia Visigoda, pp, 2 92 ~94 ,
" p, Chahncla. ¡II "lIsM/I e islami:;,a d óll , p, 389,

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El criSlilllli.\'1II0 I·i.\"ip.odo j ivnlf (/ la il/ l'(ls;ÓI/ islúmica

Mvzarabica menciona al arzobispo de Toledo, Sinderedo. adornado de


buenas cualidades personales pero muy vinculado a los intereses políti-
cos de Witiza. que "atemori zado por la in vasión de los árabes, abando-
na sus tieles y se dirige a Roma, comportándose por ello como un mer-
cenario en contra de lo di spuesto por los preceptos de sus antepasados'·S.
Seguramente que no fue el üni co prelado prófugo. Otros preferirán los
. eguros refugios de las mont,lIias de Cantabri a, de Asturias. de los valles
pirenaicos O de otras ti erras foráneas más alejadas, y no resulta difícil
seguir 'us huellas. Así. e n la segunda miwd del siglo VIII , al comenzar
la conocida di sputa adopcioni sta. el obispo Eteri o, protagoni sta destaca-
do de la controversia teológica del Adopc ioni . mo. aparecerá retirado en
un peq ueño monasterio de la Liébana. e n compañía de Beato. Era titu-
lar de la sede epi scopal de Osma. que por entonces se encontraba bajo
el dominio musulmán. Y podrían citarse más ejempl o parecidos. En el
siglo XII , todavía, el obispo D. Pelayo (1101 - 11 30) redacta un curi oso
documento que se hace eco de aq uel los obispos con sedes episcopales
e n ciudade ' so metidas al dominio mu 'ulmán, durante los primeros
siglos de la conqui sta, que encontraban en territorio ast uriano acogida y
sustento adecuados. Pero. segün el tex to del autor de la C. MvZC/rabica,
citada anteriormente. el clero y los titul ares de otras sedes epi copales
pudieron reemprender las tareas pastorales. pasados los sobresa ltos de
los primeros años. como se explicará más detenidamente e n otra parte
de este trabaj o, al describir el C ri sti an ismo e n los distintos núcleos sep-
te ntrionales. Así. por el año 7 19, el obispo de Guadi x, Fredoario. y los
mi embros de la clerecía toledana, Urbano y Evencio. lIle/odic/lS (chan-
tre) y arcedi ano respecti vamente,"sobresa lientes en doctrina, sabiduría y
santidad. confortaban con todas sus fuerzas a la ig lesia para que viviera
en fe , esperanza y caridad, según las enseñanzas de las escrituras 9

p. "
' 11m' /.. 1 __.
" l/Jiil .. p. 38.

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El c ri,," ¡a l/ismo vis igodo ! I'('f /te a la illl'{/sió" islámico

económi co y social. Y. de hecho, ocurrió así en cas i todas las laLitudes


oc upadas por los ejércitos islámicos. Con todo, las dos cróni cas cri stia-
nas redactadas sólo unos años más tarde de la conqui sta, cuando el sis-
tema político musulmán estaba ya establ ec ido, parecen mirar la situa-
ción creada con cierta naturalidad , como se sugirió más arriba. Si enfa-
tizan en algún aspecto, éste es, casi sie mpre, el hacendístico.
La comunidad judía. que había vivido la ll egada de los musul-
manes al suelo peninsular como una liberac ión, se apresta a co laborar
con ell os sin ninguna clase de reparos. Los tex tos cro nísticos árabes
afirman que algún jefe islámico puso al frente de determinada ciudad a
la com unidad hebraica.

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C ristitmi.HIIO y ReJi¡.:iosidlld de al·Alldalus

pocas gene rac iones"l . La hi stori og rafía actual, tant o la árabe como la
más occ ide ntal, se mueve sobre presupuestos bi en di stintos, acen-
tu ando el carácter profunda mente ori e nt al y novedoso de la c ultura
andalu sí o, al me nos, su clara espec ificidad fre nte a la hi spa no-visi-
goda, q ue habría sido absorbida e integrada co n relati va rapidez, al
igual que ocurri era e n otras latitudes más o me nos alejadas de Espa ña
y conqui stadas por los ejérc itos mu sulmanes. Asín Pal ac ios y
Amé rico Castro (La rea lidad histórica de Espolia, 1954) co nstituye n
dos bue nos eje mplos de esta nueva perspecti va histórica, que c ue nt a
ya con numerosos partidari os y di versas mati zac io nes a la hora de
enfa ti zar sobre lo específico andalu sí o lo orie ntali zante de la c ultura
producida por los hi spano- mu sulm anes. Tie ne razón P. G uichard
c uando afirm a que "si la evo luc ión hi stó rica de la Espa ña musulma-
na sig ue a prox im adame nte la mi sma línea q ue la de Be rbería a pa rtir
de la co nqui sta, ¿po r qué vac il ar e n reconoce r tambié n la amplitud de
la ruptura que se prod ujo entre los años 7 11 y 7 16 e n la hi stori a de la
Pe nínsul a?,,2
Es cie rto que los primeros continge ntes de beréberes y árabes que
reca laron en España durante la primera parte del siglo VIII no e ran muy

I C. Sánchcz Albornoz. "EI Isltll1/ de ESfJw;a y el de OCódellle" (Seui mane di SllIdio


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2 P. Guic hard, A/·Andallfs. f :itnu:lltra ammpo/óg ica de II//{l .mciec/ad islámica en
OCI.:idellw. p. 33. En la int roducción de esta importante obm. a la que pcrtenccl. " la ci ta tcx tual.
se h ~l cc n vari as considemciones sobre la nalU ra lcza oc la culwra andalusí y apo rt acio ll e~ de
Illuchos autores al rcspecto. Nos parecen mu y ati nadas las obscrvaciones de V. Cant arino.
relati vas :.l la misma te máti ca: "En resumen. podemos afi rmar que la cultura hisp.mo·musul·
ma na no incl uye. con todas las: transformacio nes que hu bier;:m sido necesarias. la trad ición
cultu ml hi spi.Ulo·visigod;.\. al modo quc. en Damasco y en Bagdad. la cultura Illusul mana
incl uye y. i\ su manera. cont imía las tmd iciones cultur¡lIes hele nistas y persa!) . Ahora bie n. si
c:-. cierto que en el sent ido cultu ra l. como en el político. al·Andal us es una provi ncia de la ll a-
mada civili zación ¡írabc·m usul mana. no lo es menos que al-Andalus es una provincia ¡UltÓ-
noma que no sicmpre. ni en lodo. se adapt;.¡ y que con mucha frecuellcia da clara prueba de
sus carm:¡crísticas escnci<.¡les: "Enrre monjes y "ulsu/maues. El co"flicto q/U' file Es/u";,,. p.
69. Cfr. también: J. T. Monroc. ls/a/1/ (lm/ rlJe Amhs in S¡U11liscll Scho/arship. Leydc n. 1970.

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Cri.\ 'fitlllis/}/(} y Religiosidad ,le (d·Amla /I/.\·

ocasiones miembros de la c lerec ía e, inclu so, los propios ob ispos , no


tenían ningún esc rúpul o e n recabar e l apoyo de las auto ridades musul-
ma nas para conseguir sus respecti vos nombramientos. La pintura que
hace e l abad Sansó n e n e l siglo IX del ob ispo Osteges is, de ser cierta,
constituye un buen testimoni o del sometimie nto de c iertos prelados a
los titulares del poder político del Islam. Llama profundame nte la
atención e l comportamiento del famoso Recafredo, metropolitano hi s-
palense, durante e l gra ve conflic to provocado por los partidarios del
" martiri o voluntario". Según e l autor de la Vi ta ElIlog ii. "arremetió
contra los c lérigos, partidari os de esta actitud. como un vio lento tor-
be llino , e ncarcelando a cuantos sacerdotes pudo" 7 En pleno ca lifato
de ' Abd a l-Ral)mfm 111 (9 12129-6 1), Rece mundo, conoc ido ta mbi é n
por e l no mbre de Rab i Ibn 'Zayd: un mozá rabe c ullo, que hablaba per-
fectamente e l árabe y e l latín , era mie mbro del "ofic io palatino" de
Córdoba. Sus buenas re lac iones con e l al - a$iri le sirvieron para que
fuera no mbrado obi spo de Elvira y ll evar a cabo un a importante
mi sió n diplomática de la corte cordobesa ante Otón 1. Más tarde,
empre nde también viajes a Constantinop la y Siria con e l encargo de
conseg uir obj etos va li osos, que sirviera n para adornar la res idenc ia de
Med i nat al-Zahra'. Este c ulto prelado fue e l autor del cé lebre
Ca /el/da rio de Córdoba, que redactará para al-J-¡ akam 11 (98 1-976)8
Se encuentran muchos obi spos que ti ene n igualmente e l doble antro-
pónimo latino y árabe . Por lo demás, la ce rca nía y las buenas re lac io-
nes de muc hos prelados de a l- Anda lu s con lo. responsab les de los cen-
tros de pode r musulmá n era ta mbi én un med io eficaz que pod ían utili-
zar los responsab les de las iglesias moz,írabes para garanti zar la fi sca-
lidad ecles iústi ca, si estaba ya organi zada o para procurarse de algún
modo e l oportuno suste nto econó mi co.

7 Á lvaro de Córdob.1. Vira l'(d Pa.\'.\'io 1:lIlogii (CSM l. p. J32.


$ E. Lc vi-Provt· Il,"al. 0.('.. p. 123.

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CristianislI/o y Rel ig;o.\'id{/d de al-l\ lIdalll.li

tuviero n que ex pe rimentar también. de forma negat iva, las convul sio-
nes inte rn as y las revueltas, de las que muchas veces formaban parle sus
compañeros de ra za y de reli gión. Así, en pl e na cri sis soc ial, provoca-
da en Córdoba y e n otras ciudades de al -Andalu s por el conoc ido
movimi ento de los partidarios del " martiri o voluntari o", el emir
Mui)ammad (852-886) decide apa rlar de su cargo a todo fun cionari o
que no qui siera abrazar la religión del Islam . Sabe mos que esto había
ocurrido tambié n durante el mandato de ' Abd al-Rahmán 11. Un her- •

mano de Eul ogio, llamado José, había sido cesado de su empleo por
este e mir l 5 Con todo, las fue ntes me ncionan , a veces, so ldados mozá-
rabes formando parte de la guardia em iral o actuando como mercena-
rios e n las campañas de los ejércitos islámicos contra los rein os cri sti a-
nos del Norte. Al Maqqari los me ncio na expresamente, al desc ribir las
razzias de Almanzor contra Barcelona y COlHra otras ciudades castell a-
no-leonesas.
En realidad. a partir de la instaurac ión del Ca lifato (929), 'Abd
al-Ral)mán 111 , después de superar las rebe li ones intern as y los mov i-
mi entos autono mistas, especialmente poderosos e n la periferia de sus
dominios po líti cos, pone en marcha una políti ca de tolerancia y de libe-
ralidad , que propicia el proceso. imparable ya de islam izac ión de la
comunidad c ristiana de al-Andalus , a pesar de las dificultades que
habían experimen tado algunos grupos de seguidores de Ibn l-jaf5t1n e n
las ca mpañas e mprendidas por al -Nf~iri contra el jefe rebe lde l 6 Esta
tolerancia inspirará, de algún modo. las relac iones del soberano con los
reinos cristianos. En la primera parle de su gobi erno. además de tratar de
errad icar los principales focos de insumi sión que había heredado de sus

15 Z. García Villada. o.c.. p. 87.


16 P. Chal mcla. " AI - A llda l ll~ ..:·. p. 79 . :11 tratar sobre esta campaña de 'A bcl a l - Ra t~ll1rUl .
di stin gue entre d co mportami ent o de los ll1uladícs y el de los cristi anos. Parece que éSlos
fueron mucho m.ís radical es. luchando h..ls l;\ la muert e. y po r ello fueron \!jcc ulados. para
evi tar posibles rebrotes de radi cali smo. como e l del siglo IX. De spués. subraY:1 este aut or.
que se impone entre 1.1cOlllu nidtld cri stiana el "p~ lrtid o de la paz...

S9

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CriSlilmisJ1Jo y Rd ig i().~·id(ld de al·Amlalm

c iones de l árabe vul gar20 Pero. en cualqui er caso, e l atractivo y el des-


lumbramie nto de los mie mbros de la mozarabía por la lengua y la cul-
tura árabe de bían de ser uni versales. En otra parte de este trabajo repro-
-
ducimos la denunc ia de este fenó me no que hacía Alvaro de Córdoba a
mediados del sig lo IX , pero, a pesar de conde nar esa moda. por utili zar
un término moderno. los mi smos escrit ores mozárabes constatan e n sus
escritos, con c ierto énfas is, cómo algunos de los mártires eran ex pertos
conocedores del árabe.
En ple na época omcya, y, sobre todo, a partir del sig lo X, surge
una fec unda corrie nte poéti ca de carácter popular: e l zéje l, en la que se
combinan, con gran perfecc ión, e l árabe vul gar y e l dialecto romance.
Si hace mos caso a Ibn Haldün , cstc tipo de poemas, creados y cantados
por los campes inos y los habitantes de las ciudades, seguían co mpo-
ni éndose todavía e n suliempo. Según un autor árabe moderno, la te má-
tica de este género lit erario era muy variada: "obtener y dar gracias por
presentes, dine ro o villlallas .. . agradar y alabar a sus compañeros en una
vida de place r, de l tipo de "ViIl O, IIIlIieres y C(l/IÚOll es". en un bello
marco primaveral de noches de pl e niluni o y rutilant es estrellas" . Las
lIIulVas/uila/¡. tambi én conti ene n e lement os poéti cos populares. E.
García Gómez describe así su estructura: están e laboradas a base de
"cinco o se is estrofas, e n árabe c lásico. dividida cada una en dos par-
tes: una con rimas independi entes, y otra con rimas y'€..~ tru c lUra s exac-
tamente iguales a las de la jarcha. que queda incluida e n la última estro-
fa". Así pues. en esta c lase de poesía se combina lo culto con lo popu-
lar, el árabe con e l romance de los mozárabes 2t .

20 "Sic A r¡lbc~ el Hisp;mi :-o llas res quisque cX lollcnll!:- in UIIUIll dcniquc colllere. lit omlli~
rcrc in prornis('·lIo forcnt : agrico l¡¡e Latina lingu:I ll1a g i ~ quam Arl.lhi ca ulcbanlUr. urbani lItra·
que. linde cvenit ut sin ceru s loqucndi u:-.us perverlcrclUr": J. Gil. COrpl 'J Scriplo/"wlI
MI';,ambicolTl1l. pp. XX III · XX I V (Prtlefar io ). Sobre la lengua de: los l1loz:írabc:-.: A. Galmés
de FucllIcs. f)i(lfj~C:lolog ía lIIo::tírabt'. Madrid. 1983.
21 A. R. Nykal. N i.\·/Nfl/o-Ambk POL'II:\' (I/ul II.\' R~,(IIiO/I.\· u'j,,, ,I,e O/ti Pmn~II (.'(l1
"houhadoflrJ. p. 27 0 . La trad ucción C ~ I ;í lomada de A . G . Chcjnc. O. C.. p. 20 1. Este ühimo

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Cristianismo y Religiosidad di' a/-AI/da/us

bradas erróneame nte" , es decir, porque ce le braban esta sole mnidad en


una fecha equi vocada, hac iéndo la coinc idir, seg uramente, con el cale n-
dario de la Pascua judía u ori ental (CSM , 1, 5 1).
Los proble mas de la fecha de la Pascua y los días de ayuno apare-
cen reiteradamente en la documentación de la época como una prueba ev i-
dente de las posibles relaciones, influencias o discusiones con los miem-
bros de la comunidad hebrea. Dos carlas de Félix. obispo de Córdoba. y
Pedro, se ocupan de esta temática hac ia el año 764 (CSM, 1, 54-58).
Para denunciar y corregir las prácticas judaizantes -"sinagogizare"
en ex presión de l mencionado Pedro- y sus posibles contagios con las cos-
tumbres musulmanas, el papa Adri ano I (772-795) envía a al-Andalus al
obispo ti'anco Egil a y al presbítero Juan . Conocemos dos carlas pontifi -
c ias. en las que el obi spo de Roma insiste a su enviado sobre la neces i-
dad de ayunar el sábado. qui zá porque algunos cri stianos mozárabes se
resistían a hace rl o para no desagradar a los judíos que ce lebraban su fies-
ta semanal ese día y tenían costumbre de ayunar los mru'les y los jueves 25
En la seg unda mi siva e l papa hace un largo di sc urso sobre la ce le-
bración de la Pasc ua, cuya Fecha debería acomodarse a lo di ' puesto por
e l co nc ili o de Nicea, poni endo en guardi a a los mozárabes sobre otros
cale ndari os litúrgico ' de inspirac ió n judeo-oriental. A l final de esta
carta, Adri ano 1 se hace eco de otro probl ema , re lac io nado con la bon-
dad mora l de determinados manjares: "alg unos (cri sti anos) perseveran -
do en e l error, pred ican que qui e n no co miere ca rne de bestias, sangre
de cerdo y de animales estrangul ados, se comportaba como un ho mbre
bruto e ignorante". Al fin a l e l papa condena semejante actitud y no
sabemos muy bien por qué. Tal vez tratara ele poner e n guardia a los
mie mbros de la comunidad moz,írabe de posiciones ex tre mi stas frente
a judíos y mu sulm anes e n los háb itos alimenticios26

:25 El tex to de i:.'sta primera can a dl~ Adriano 1: ES. V. 527-29.


26 Z. G<lrcía Vi llacla. O.C. • p. 56. parece int erpretar errónca mcllIe el tex to pap¡lI: "otros.
siguiendo la cosllImbrc j udía_ tenían por inlllunda la sangre de los 'lIlimalcs", Ad riano 1 a

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Lo Ne/(f: illsida(/ M edif lY¡/ f ll /::S/)(I;10. l. AI/(l f:."dad M edía (s. VII -X)

No tenell10s ll1ucha inforll1ac ión sobre las pos ibles conversiones


de cri sti anos al Judaís mo. Q ui zá fu era enlOnces un fenómeno infre-
,
cueme. Conocemos la co mroversia de A l varo de Córdoba co n Bodo. un
ex traño diácono de procedencia germ án ica. co nvertido a la fe judaica
co n el nOll1bre de Eleazar. que perturbaba las ge ntes de la Béti ca con
sus doctrinas mes i,-lnicas:l l .
En el ca ll1po de la Teo log ía y de las cree nci as, el mayor proble-
ma que se plantea en la cOll1unidad de los mozárabes. que convi ve n con
el Islam, tiene que ver con los dogmas cemrales del C ri . ti ani. 1l10: la
Trinidad y la Encarnación. El rígido monoteís mo del Corán chocaba
front alll1ente co n los principi os básicos del Símbolo cristiano, aunque
la va loración de Jesús de Nazareth fuera muy positi va en el libro sagra-
do de los ll1usulll1 anes. Nada tiene de ex traño que muy pronlO, y desde
el seno de la propia cO ll1unidad mozárabe, se imentaran exp licaciones
teol ógicas rel ac ionadas con estos d02.mas basilares. En al 2. un<ls de ellas
~ ~ ~

no res ulta difíc il encontrar moti vac iones ireni slas -en l a actualidad las
Il all1aríamos ec ull1éni cas- lue trataran de hace r ll1 ás comprensibles
e. tas creencias a l os seg uidores y maestros del Islall1. En alguna oca-
sión, como tendrell10s oportunid ad de ver. las forll1ula ci ones erróneas
no van más all á de ex travagan tes elucubraciones de algún perso naje
poco relevant e y sin la debida form ación para elabora r expl icaciones
dotadas de un a mínima coherencia.
Segú n un a versión modern a de la C. Mv:a rabica. elmetropo lita-
no de Toledo. C i x il a (745-54). al fin al de su epi scopado se habría
enfrentado a un personaje eJe nombre desconoc ido. que propalaba el
Sabel i ani smo: un a vieja herejía trinitari a. conoc ida tall1bi én como
··1l1oda li smo·'. seg ún la cua l el Padre. el Hijo y el Espíritu Sa nt o no eran
nuís que modos . meras forma s o manifestac ione de un solo Dios. De

.11 La_ , ideas rn¡,;:-:iiín ic<ls de C!'IC crisli ano·convcrso re ~lIlt a ll hoy bi en conotidm;. gracias

a la p ()I~ l1li ca c!lln: é~ t l' y Alvw'o de Córdoha, Cont C: l1l pOr,Ülco suyo. Más ;.bajo. harclllos
re fcn:lll"ia a di cha P() I ~ I1l i<" L

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Cristi(llli.\"Il/o y Religiosidad dl' ol·Andalll.\'

esa forma trataba n de arrojar un poco de lu z sobre el mi sterio de la tri -


nidad de personas y la uni c idad de nalllraleza. Explicado a, í este
logma, result aría. seguramenre, más e para los mu. ulma-
nes de l sig lo V III ,2
En la segu nda pa rte del sig lo VJ 11 los probl e mas c reados por las
ex pli cac iones de la Trinidad se hacen m,ís agudo . . Adriano I (772-95)
dirige una nueva carta. esta vel- ha todos los obispos de España. espe-
c ialmente a Elipando. a Anscari o y a sus parti dari os, por la herejía o
blasfem ia de ll amar al Hij o de Di os adopti vo",3 El primer capítul o de
la hi storia de este nuevo co nfli cto doctrinal había sido protagoni zado
por Migec io. secundado tambié n por Egil a. e l " legado apostó li co"

e nviado a la igles ia mozárabe hi . pana por Wulchario de Sens. de acuer-


do con e l pontífice Adriano , para pro mover la reforma ec les iásti ca y
correg ir las desv iac iones o errores propic iados seguramente por su par-
ti culari smo. Las ex travaganc ias teológicas y di sc iplinares del menc io-
nado M igecio fueron condenadas enseguida por un a asa mbl ea de obi s-
pos celebrada en Sev ill a durante los prim eros años de la década de l 780
con la pm't ic ipac ión de l metropo litano de To ledo, Elipando . M igec io,
ausente casi seg uro de aq ue ll a re un ión de pre lados. trata de j ustifi carse
envia ndo un esc rit o al to ledano, ca lificado por éste en su respuesta de
"fetidísimo libe lo". Grac ias a la can a de Elipando. podemos conoce r
los ll amati vos planteam ient os de l iluminado y poco cult o Migecio: a
partir de un a exégesis pintoresca de la Sagrada Esc ritura decía que en
la Trinidad había tres personas corpóreas: la de l Padre era Dav id. la del
Hij o había nacido (adslllllla ) de la Virge n, yel Espíritu Santo era Sa n
Pabl o; vincul aba la capac idad mini ste rial de los c léri gos a su santidad
personal; y formul aba también teoría. sobre las comidas, los excre-

32 El texto de la C. Pacel/ se incl uye eS!"1 noti cia: ES. V III. p. 3 18. J. G illambién en la C.
MI·::.arobic.:a. pero sólo en el aparat o crít ico. lumándola de mClllllsa iw:-, del siglo X III (CS M .
L r 48).
33 El tex to de esta Cima: ES. V. pp. 537·539.

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La Religio.\idad M ('dit!ml ('11 EspOlia. l. Al/(¡ Edad Ml'dia (.\'. VII· }()

me ntos y la sign ifi cac ión ecl esia l de Roma, sobreva lorándola al inter-
pretarla en cl ave apoca lípti ca: la nueva Jerusa lé n desce ndida del cie lo.
Qui zá en este últim o apanado de sus di sparaladas aprec iaciones había
influido la re lación con Egi la. que todavía se sentía vinculado al obis-
po de la Sede romana a pesar de las singul ares posiciones que había
adoptado.
La réplica de Elipa ndo a M igec io presenta todas las caracterís-
ti cas del estil o pol émi co y grandiloc uen te del ve hemente arzob ispo
(CSM, 1. 68-78). En rea lidad. e l problema teológ ico era intrascende nte,
pero e l co noc ido metropolitano. detrús de su vigoroso discurso. reves-
tido de un a sonora y e loc ue nte ret óri ca, ofrece una argu mel1l ación bas-
tante vacía e inútil. Después de expresar ab ien amel1l e su fe en " las treo
personas de l Padre y de l Hij o y de l Espíritu Sa mo: esp irituales, incor-
póreas. indi visas, inconfusas. coesenciales, consustanc ial es, coeternas,
con un a mi sma potestad y majestad, sin principio ni fin" (CS M. 1, 74),
la reafirma e n una profesi ón breve -Silllbolusjidei Elipol/dione (CSM.
1,78-80)-, pero al final formula la creencia en una doble fili ación y per-
sona lidad de l Hij o: la divino-ete rna del Verbo de Dios y la humana, la
de Jesús de Naza reth. naci lo de María y elevado a la categoría de hij o
adopti vo del Padre (CSM . 1. 80). Adriano 1, e n e l tex to de la te rcera
mi siva. c it ada más a rriba. que conde naba las form ul ac io nes de
Mi gec io, las de l to ledano. las de Anscario y las de todo aque ll os que
estu viere n de acuerdo con los obi spos. vinc ul a las doctrinas de estos
últimos a las del Nestorio, el co nocido heresiarca del sig lo V, ca lilicán-
do las de blasfemas. En efec to. e l 'estori ani smo, al e nfati zar sobre la
rea lidad de C ri sto en cuanto Dios y en cuanto hombre, había supuesto
,
la ex iste nc ia de una doble persona lid ad e n El. lo cual. imp líc itame nte,
por lo me nos. e ra tanto como considerar la humanidad de Jesús e leva-
da a la categoría de hij o adopti vo. aunque esta última consecue nc ia no
la hubieran formul ado de form a exp líc ita. El Nestori an ismo estaba aún
vivo durante el sig lo VIII e n a mbi e ntes asiúticos. por lo que algún autor
ha querido re lacionar la e mergenc ia de esta herejía en la España de los

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Crisri(lllislllo." I?digio.f idlld de 1I1·AlldaltlJ

primeros omeyas como una influe nc ia de los sirios que capitaneaba


Bal g Ibn Bi sY- cuando e rradi ca n la revuelra de los beréberes e n la déca-
da de los años cuarenta o de los que llega ron nllís tarde, al asentarse e n
Córdoba 'Abd al-Ra~man 1(756-88). Parece más lógico ver en este giro
doctrinal de va ri os obispos andalusíes un simple intento de explicar e l
mi steri o trinitari o, y al mi smo ti empo el de la Encarnación , de una
forma más comprens ibl e para los mu sulmanes y para los propios
judíos. Adcmás, la jerarquía mozárabe podía encontrar e n la trad ici ón
teo lóg ica peninsular y en la propia liturg ia hi spánica expres iones pro-
pi cias para rundamelllar y exp li car así los menci onados capítulos dog-
máticos 34
En cualquier caso, Elipa ndo despliega un amplio co mercio epis-
tolar para justificar sus "novedosas" posic iones teológicas. escribi e ndo
a un abad , llamado Fidel , que vivía "en las lejanas ri erras de Asturias",
a los obi spos del Imperi o, a Cario magno, a Alcuin o, árbitro y ment or de
la E cue la palatina imperial , y al ob ispo de Urge ll , Félix , a quien salu-
da como un "converrido desde hace poco riempo" (CSM , 1. 80- 111 l.
Parece que en Asturias el adopc ioni smo había co nseguido un
auge notable hasta provocar la reacción violenta del abad Beato y del
obispo de Osma , Eteri o, que se e ncontraba refugiado en aquellas tie-
ITas, contra e l arzobispo de Tol edo. La elllrada de ambo. e n la di sputa
teológica, así como la participaci ón del titular de Urgell e n la mi sma.

,l-lSobre b gém:sis y mOli v3c ion..::s de la herejía adopcionisla: l .E Ri vera Recio, El adop-
ciol/islI/o (' 1/ I:;s/uu/o (s. \1111), pp. 77 Y ss. El autor es p:trtidario de la inllucncia de la 1('oJo-
gía nes toriana en Elipando )' en Félix de Urg..::l l. pero l a ~ razones; aduci das nos pa l'cc~n poco
convincent es. R es lllt~1 poco verosím il suponer una c:-.peciC' de "magistcri o" en 10:-' soldados
sirios que arrihan ~I la Península a medi ados del siglo V III. Ya 10 habían n ~g ado autores de
la solve ncia de E. Allla nn. Sobre la ilrgulllclII:lción teológica d..: Elipandu. aducit.'ndo textos
de padres visigodos y d..:: la propia liturgia hispana : cfr. In ca rta ele Elipanelo:.l 10:-:: obispos del
im¡>crio (CSM. 1. pp. 83-84). M illcl-Gérard. en un trabajo rec it' llIc. cxcl u e las posibles
influencia s IlcslOri ;lI1:t:-:: en l:t evolución del Adopcionismo: D . Millcl Gerard . Cr/¡hiCl1s
U/o:,ambes ef l'IdWrt, iS!lIlIIiqu(' (1011.\' ¡ 'EspaglJ/! c!(' .'i \11l1e.- I Xe. s;ec!{,s. pp. IR9 Y ss. Oc
hecho. los tex lOs nCSlOrianos. conocidos y cilados. son postcri orc:-: a la cOl1lrov..::rsia hi spana

-
del ¡"lo VIII.

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!JI Rt'!ip,imi(/m/ M et/i('\'al (J JI Espaiia. l . Alw J::dad JHn!ia (s. VII ~X)

propiciaron durante algunos años la intervención de Carl omagno y de


sus teólogos en esta controversia. a la que te ndremos ocas ión de refe-
rirnos más detenidamente e n otra parte de esta obra. De este modo, las
consec uencias de las imprec i as formulaciones doctrinales de vari os
obi spos hi spa nos. traspasaron. con mucho. los límites de la iglesia
, -
mozárabe-') .
De Anscario. a quien Adriano I condena por los mi smos plantea-
mi entos adopci oni stas, conocemos una carta sobre la resurrecc ió n de
los que habían muerto allles de C ri sto y la respuesta de Tuseredus a la
mi sma. con un e lenco interesante de proposic iones sobre esta te máti ca
(CSM , 1. 11 3- 124). En e llas no se hace ninguna refe re nc ia a l adopcio-
ni smo y ni siqui era sabemos con seguridad que estos dos personajes
fu eran mozárabes·16 En c ualqui er ca. o, sería erróneo . uponer que todos
los pre lados andalus íes hab ían seguido la ' tes is e lipandianas. En e l
-
~ -
si!!lo sigui ente. Alvaro de Córdoba me nc iona e n un a de sus cartas. la
cuarta e n concreto. a Teodu la -probabl eme nte obi spo de Sev ill a- que
había conde nado sin retice nc ias los postulados adopcioni stas: " Si
alguien con tiesa que la naturaleza humana de C ri sto fuera e levada a la
condic ión de adoptiva del Padre, sea anatema. Amen " . Basili sco, c ita-
do tambié n por e l mi s mo polígrafo cordobés. se había enfrentado , así
mi smo . a la teología de los adopcionistas (CSM. 1, 180- 18 1).
El año 839 se ce lebra un co nc ili o en Córdoba. a l que asisten
varios prelados y metropolitan os. e n e l que se conde nan a un os herejes
denominados "acéfalo s". que habían incidido e n vari os errores. funda -
me ntalmente de carác te r práctico y co n coslllmbres laxas. que les acer-
caban e n al gunos puntos a la moralmU 5ulman a (CSM, 1, 135-141 ) .

.' 5 M;b adel<mlc. ;\1 OC Up;lJ'IlOS de la rc li g i o~ id<ld de los mk lcos cri stianos del Norte. nos
referi remos tamhién a e~ l a cé lt'hn.: controvers ia.
]f> M. Diaz y Dí~lZ hace ob ispo de Astorga a Anscario. No !j,abcl1lo~ nada de Tuscredo.

Sólo nos COIl:-la lJue su cpil alio rue ('~('ri (U por el propio Aseario en hex ámetros (h u/ex....
11 •.187-89).

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CriSfial/ ismo y I?d igiosidad de al·Alldalus

las rev ue ltas sea erradicado de al -Andalus. Los mi embros de la co muni-


dad mozárabe que parti cipaban en ell as nunca pretendían sobrepasar los
objeti vos de los j efes musulmanes, a quienes sec undaban .
Nos consta que durante e l e miralO de 'Abd a l-Rai)miin 11 se agu-
di za la crisis econó mi ca de la mozarabía po r e l aumento de la presión
,
fi scal. Alvaro de Córdoba. e n e l II/dicull/s Il/l/lillosl/s. lo expresa con
cl aridad : "¿Acaso (los cristianos) no estamos atados al yugo de la esc la-
vitud , aplas/ados por cel/ sos ill sopo r(ables, despojados de nu estras
cosas. o primidos po r di chos injuri osos ex presados en sente ncias y can-
c io nes, y co nve rtidos todos nosotros en escarni o para la gentilidad T
(CS M, 1, 275 ). Con todo, no parece quc las estrecheces econó mi cas
fu eran e l verdadero o e l princ ipal factor determinante de es te mov i-
mi e nto ex trem o protago ni zado po r los Imírtires y por . us teóri cos. La
razón última habría qu e bu scarla, segurame nte, en una denuncia radi -
ca l. mediante c l martiri o vo luntari o o espo ntáneo, del avan zado proce-
so de islami zac ió n al que habían llegado muchos mi embros de la comu -
nidad cristiana e n las costumbres. arabizadas e n numerosos aspectos,
e n la falta de ri gor no exenta de irenismo a la ho ra de formular las ver-
dades central es de l dogma cristiano. que podrían resultar mal sonantes
para árabes y judíos, y, sobre todo, e n el verdadero de slumbrami e nto
ex periment ado po r muchos frente a la cultura y a la lit eratura mi sma de
,
los árabes. Lo formula con extraordinaria claridad e l mi s mo Alvaro en
un texto capital y muy co noc ido del Il/dicl/ll/ s:

"Os pregunto ¿Quién puede encontra r un laico inteli ge nte entre


nuestros fi eles. que. fami li arizado con las sagrad as escrituras. consulte
los escritos latinos de cualqui era de nuestros autores. i.Quién se abrasa
de amor por los lex tos evangé licos. proféticos o apostólicos') Todos
nuestros jóvenes cri sti ano$. de rostro acicalado. de conve rsación fácil.
distinguidos por su erud ic ión pagana. preclaros a causa de su elocuen-
cia en lengua árabe ¿Aca so no consultan CO Il avidez los libros de los
caldeos, leyéndolos atentamente disertando ardorosamente, reuniéndo-

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La Neligiositlad M nlit'l'(/I ('1 1 Espa;iao loAIra I:.°r!at! M edia (s. VII ~ X)

se con gra n cuidado. y divul gando con alabanzas la difu sa y li gada letra
árabe . a la vez que ig no ra n la elegancia de las obras ecles iásticas. des-
prec iando por l11 uy vi les los sabrosos manant ia les de la ig les ia que bro-
tan del paraíso') Oh. dolor. hasta la l punto los cris ti anos no conocen su
le ng ua y no co nsidera n con ate nc ión el latín. que e n sus asa mbl eas a pe-
nas se enconlrad li no l!ntrc mil que sea ca paz de diri gi r. de forma con-
venieme. letras de saludo a su herman o. y. por el cont rario. se puede
encomrar una muil illld que explique las celeb raciones ca ldeas de mane-
ra erudita" tCS M . 1. 3 14-3 15).

,
Si eSlaS ex pres ioncs de A l varo rc n eja;] de algünmodo la rea lidad
c ultural de al - And alus. y en pani cular de los ambi entes cord obeses.
más co ndi ci onados e influido s por el peso de la admini stración po líti ca
árabe y. co nsi gui entemente. por su poderosa y ri ca cultura. el grado de
ero sió n c ultural y reli g iosa de la co munidad mozárabe o. al menos, de
al gunos grupo s urbanos com o el cord obés. había alcan zado ya un ni vel
mu y elevado. El m an i ri o espománeo y voluntari o. propi c iado por las
menc io nadas co nve rsiones al islami smo. y, so bre todo. por los in sultos
a Maho ma y a la reli gió n musulmana. fu e adoptado como un medi o de
sacar de la tibi eza a los arabi zados mozárabes.
Co nocem os un a breve semblan za de Mahoma recog ida por
E ul ogi o de Córd oba en el Libe,. ApologeliclIs M a rtr /'lll1l. que empieza
,
a SI:

Comenzó el heresiarca M ahomet en ti empos del empe rador


Hc raclio. dura nte el aflo séptimo de SlI impe rio. correspo ndie nte a la e ra
cri sti ana 656 (a. 6 18) ... El nefando pro feta consigui ó el poder por diez
años. transcurri dos los cual es. sufri ó la Illuert e y fu e sepultado en el
infie rno. S us co mi enzos fu e ro n los si2uienles:

c uando e ra toda vía un
jove n Illuchacho e ntró al se rvicio de una Illuje r viuda ; Y. mie ntras pasa-
ba el tiempo oc upado en los negoc ios como un an sioso usurero. comen-
zó a estar prese nte, de forma asidua. en las reuni ones de los cri stianos

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Cristilll/is/l/o .r R (~/h:i()s
, idlld de (tI·A llda/lls

y al ser un hij o de las tini eblas Illu y astuto. consig uió aprender de
me mo ri a al g unas cosas oídas e n e llas hasta llegar a se r nüis sabio que
todos sus '"brutos" árabes. f\ brasado por los libidinosos insti ntos. ma n-
tu vo relaciones con su seriara. segú n la cos tumbre de los bárbaros.
Ensegu ida. apa rcciélldose lc e l espíritu de l e rror e n fo rma de ho rnb re
cod ic ioso que le mostraba la boca de o ro. le a nunc ió que e ra el ünge l
Gabriel y le ordenaba presentarse a su gente en calidad de profeta. Y.
COIllO estaba i nvadido por el cánce r de la soberbia. empezó a predicar
cosas. nunca o ídas hasta e nto nces. a aq ue llos bru tos ani mal es y. C0 111 0

si estu v iera lle no de razón. cons iguió que se a lejaran de l c ulto a los ído-
los para adorar al Dios corporal en los ciclos. A los que creyeron en él
y le sigui eron. les mandó asoci arse. ordenándoles ani qui lar a sus ad ver-
sari os con nuevo celo reli gioso .... · (CSM . 11. 483-84).
~

Eul og io de Córdoba no esc ri bi ó esta espec ie de panflelO b iogní-


!"i co q ue inc l uye en el L. Apolo 'elicl/ s. L o hab ía encontradu en L eire en
el transcurso de su conocid o v iaj e a avarra , y parece que su auto ría
debe ser atri buida a un c léri go anda luz a f in ales del siglo V III. pero él
lo utili za, sin esc rú pul o, como in stru ment o apo logéti co:l k .
E l mentor esp iritual del mov i m iento marti r ial fu e el abad
,
Speraindeo. el cual. seg ún un texlO hag iog ráfico de A l varo, era cé lebre
por su doct rin a e influ ía en toda Bét.i ca co n su ex t.raord inari a p rud encia
(CSM , 1,33 1). Parece q ue había co mpuesto tamb ién un li belo cont ra el
Islam , criti cando con dureza las enseñanzas de la escato logía mu sul -
m ana. q ue concebía el c ielo. segú n él , co mo un " obsce nísimo lu panar"
(CSM. 11 , 376). Eul og io fu e el gran im pul sor y animado r del mov i-

3S ¡'vI. C. Díaz y Diaz. " Los texto!'> all l il1lah o lllCl allO~ lmh
,
an l i g uo~ el1 <:tklices Io!~paiio l e~ ··.
ArcJ¡iI:('s d' Hi.\'toire Donril1a/t' el Lillemire du M onm At,'e. ~7. 1970. 149· 164 . Del mismo
• •
.1l1l0!": hu/ex. .. . n. 46 1. La traducción. al igua l que 1.15 resta ntes del CS ~¡1. es llul.!str<t. pero
cx i ~lc UIl.\ de toda la obr.t ele Sa n Eulogio: A. S. Ruiz. Obrm f OlIf/JleIflS de :;(11/ Eu logio, cd.
bil ingüe. Córdob¡¡, 1959.

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LlI !<eligio.údad Mediem/ en Es/w;;u. 1. Afia I::dod 1\4edill (.f. VII-X )

,
miento martirial. recibi endo de su ami go A l varo el merecido título de
" hacedor de mártires"·. A l comenzar las mu ert es de cri sti anos. escribe
desde la cá rce l una ex hortación mart irial. diri gida a las vírgen es Flora
y María. que estaban en el " ergástul o" (CSM , 11. 461-475). Su obra fun -
damental fuero n los tres li bros del M ell/o ria /e SallClOrtllIl, (C SM. 11,
263 Y s.) on numerosos relat os martiri ales, y vuel ve a cantar las exce-
lencias del martiri o en el L. Ap%geliclIs (CSM , 11 , 475 Y s.) para sa lir
al paso de un a ampli ¡l corri ente de opini ón, ex tendida dentro de la
mi sma igl es ia mozárabe. co ntra la oportun i lad de esta forma ex trema y
rad ica l de enfrentarse a las aut oridades andalu síes. La obra apologética
de Eul og io con 'Iuirá con la ex periencia personal del martirio, el año
859. cuando había sido elegido para oc upar la sede metropol itana de
Toledo. Á l varo. laico con an cestros judíos por parte de padre, pero edu -
cado en el cri sti ani smo, sec und6 a Eul og io en la defensa de los tmírti -
res y dej ó el precioso relat o hagiográfico del gran ca mpeón mozárabe:
la Viw el Passio EII /og ii (CS M, 1. 330-43 ) .
Una buena parte de los mártires vol untari os eran monj es ( 16
monjes y 6 monj as) que procedían de vari os monasteri os situado ' en
los alrededores de la capital del Em irato.19 El principal foco del mov i-
mi ent o fu e el monasteri o de Tabanos. pero tambi én sali eron mártires de
Peñamelaria y C unrec lara. En la nómin a co mpleta de l martirol og io
mOl.<Írabe figura. asimi smo, el nombre del monje Jorge, de procedencia
ori ental. En cualqui er caso. este acontecimi ento reli gioso tu vo una
dimensión fundam entalmente localista. ce ñid o al ámbit o cordobés y
circun:crito. en buena medida. a ambientes monásticos . alejados de la
v ida urbana y co mprometidos en una asces is intensa. co ntra la qu e cho-
caban front almente las actitudes tibi as e ireni stas de muchos cri sti anos
contemponí neos. incluidos va ri os de los mi smos obispos. A la hora de
calificar todo el fenómeno. qui zá convenga enfati zar menos sobre un

:W Seguimo:- el clcm:o cI"bor;ldo por J. F. Ri vera Recio en "La Iglcsi<1 Illozürabc", H. de


la I¡.; /e.\'¡a en E.f/}w;o. v. [1 / 1. pp. 59-60.

I 10

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Cr;stiani.'illl(l \' I?l'Iif.!,io,
• • fidad de al·AIU/n/us

supuesto "fanati smo" de muc hos de sus protagoni stas y subraya r sobre-
manera este ri gori smo intran sigente propi o del estil o de vida cenobíti -
co, en e l que se perc ibe con claridad , co mo vere mos más ade lante, la
ex iste nc ia de inqui etudes re li giosas de carácter apoca lípti co.
A lo largo de todo e l proceso no faltan pág inas menos brill ant es.
Se sabe tambi én de debilidades y apostasías. Y, además. no ex isti ó una-
nimidad en la comunidad mozárabe a la hora de e njuic iar las numero-
sas muertes. En una especie de conferenc ia de obi spos, convocada e n
Córdoba por e l e mir ' Abd a l-Ral)man 11 (8 52) para tratar de cortar aque-
lla sangría, no hubo unanim idad e ntre los parti c ipantes. El arzobi spo
hi spal ense Recafredo se e nfre ntó, sin reti cenc ias, contra los partidarios
de l martirio voluntari o, secundado por e l exa ClOr Gómez, más preocu-
pado por de fe nder el puesto en la admini stració n califal que de perse-
verar en su confes ión de c ri sti ano. Qui enes pre ferían esta tendenc ia. a l
parecer bastante ex tendida e ntre la pobl ac ión cri stian a, val oraban más
e l vivir e n paz con los señores de l pode r políti co y econó mi co, a pesar
de las precari edades que pudi era comportar esa actitud conc ili adora.
que enfrentarse a los musulmanes y dec lararles la guerra reli g iosa.
Co ntra semejante estad o de o pini ó n esc ribi ó Eul og io s u L.
Apologelicus. Y al gún obi spo como e l titular de Córd oba, Saúl , tomó
partido por la causa de los mártires.
Leyendo dete n id amente los re latos hagiográficos re lac ionados
con los acontec imie ntos martirial es de eslOS nu eve alios (8 50-859), se
ti ene la impresió n de que sus autores e ntabl aro n con los mu sulmanes un
combate más dialécti co-teóri co qu e real. No utili zan un le nguaje fác il.
caracte rístico de unas ex hortac iones parenéti cas destinadas a e nfervo-
recer a los devotos y a erradicar la tibi eza de los c ri stianos arabi zados
e n la lengua e islami zados en muchos de sus hábitos y costumbres, que
no desdeñaban parti cipar en la admini strac ión de l estado mu sulm án ni
colaborar con e l poder sie mpre que tuvieran ocasión. Manej an un esti-
lo y una le ngua , la latina, consigui e ndo un tex to que resultaría mu y difí-
cil y hasta ininte li gibl e para los posibl es destinatarios. Se trata , pues, de

lit

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LlI /((,/i,l: iosid,,,/ M l,clil'l'ol ell ESluuia. l. AIra E,lad ¡'vI(flNa (s. VlI·X)

• •
La famo sa COnCepC JOn hi slori ológ ica de las seis edades había
ca usado ya fuerles desazones en los últimos deceni os del siglo VII ,
tan la en ambienl es cri stianos COIllO en los influ yenles círcul os de la
com unidad hebraica. Las oscuras profecías del Libro de Daniel sobre
los cualro reinos (c. 7) y las selenla semanas (c. 9) fueron lambi én
objeto de múlliples inlerprelaciones y de comp lej ísimos y artifIciosos
cálc ul os, para tratar de enlrever los indic ios del Ilnal de los li empos a
lo largo de lodo el Medievo. Y eslo se puede percibir en aUlores y
escril os provenienles de cri slian os, de judíos y de los mi smos musul -
manes. Al fin y al cabo, las lres reli giones dependían de la Biblia y la
convive ncia de sus respeclivas comunidades favorecía influencias y
procesos de acu lturac ión inlensos y conSlantes, como ya se puso de
reli eve más arriba. al anali zar la reli gios idad de los mozárabes andalu-
síes. Co n lodo, los vat ici ni os escalO lóg icos O apocalípticos de judíos y
cri stianos lenían un a diferencia sustancial: para las co munidades
hebreas de lOdas las laliludes el final de los ti empos estaba relaci ona-
do con la venida del Mesías que aú n esperaban. Los pensadores cris-
lian os elaboran sus planleami enlos sobre las poslrimerías a partir de la
realidad mesiáni ca de Jesucri slo. cuya segunda venid a era conceb ida
como la culminación de la hi Sloria salvífica, para inau gurar así el reino
de Dios definitivo. Pero esla seg unda venida lenía que estar precedida
de la lem ida y terrible ll egada del Anticri lo. Durante los primeros
siglos medi evales. en períodos de enfrenlamienlo entre la minoría
judía y las mayo ría s cristianas dominanles , a los esc ritores cri slianos
les resultaba fáci l y cómodo, al menos desde el punlO de vista polémi-
co y apo logéti co. asimilar e identificar al Mesías judío, que estaba para
llegar, con ellemible y perturbador Anti cri slO, el precursor del final de
·
l os llempos 47
-.

.J 2 Sobre la ul ilil <lción política de la cscat olog í<.t y de I <.I~ creencias apoc¡¡ lípti ca~ en di ~·
lilll ¡J ~ época)\, del M edievo cfr. la rnisct:hínea: Tllt' l/ Si! lIml ohme (?{ 1:.. . .w·(I/olo¡.;hy ¡l/lile Middle
Agl's. Lenve n. t 988.

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Cristial/ismo y Relig iosid(ld dl' (l/-Amhdus

Sin descartar la innuencia de las cOITi entes apocalípticas e n el pen-


samiento re li gioso de Mahoma, mu y relacio nado con ambientes judíos,
sobre todo primera época 43 . resulta perfectamente comprensible
que la del siglo VII. impresionada por las in vas iones de los
ávaros y eslavos y la caída de una parte sustanti va del Imperi o cri stiano
de Oriente en poder del Islam. viera en e l propi o Mahoma la representa-
ción hi stórica de l Anticri sto de los últimos tiempos. Y fue tambié n e n e l
contexto de ese catastróllco hori zonte para la Cri stiandad. c uando se e la-
boró la fam osa leyenda de l último emperado /; atribuida a Metodi o. obi s-
po de Patara, pero compuesta por un siri o del siglo VII y traduc ida al latín
en e l VIII por e l monje Pedro. Su autor, inspirándose en las ramosas pro-
fecías de Danie l, vati c inaba que e l último rey (emperador) de Roma, etío-
pe de natural eza. después de vencer a todos los puebl os y a los árabes,
inauguraría un período de extraordinari a paz. A continuación, sentados
sus reales e n Jerusalén. entregaría a l Señor en la Cru z de l Gólgota la
corona de l Imperi o romano. Entonces, co nsumada la hi storia y los pode-
res terrenales. vendría e l Anticristo como precursor inmediato de l triunfo
fi nal de Di os e n la parusía+l.
En Españ a. desde la segunda parte del sig lo VII , se entrecruzaron
esta serie de corrientes escatológ icas. en espec ial las proveni entes de la

,,1)Para la lcm;ltica relacionada con el mesianismo apocalíptico de 1ahoma hemos tenido muy
en cuenta el precioso IJ,lb¡uo dI>! J. Gil : "Judíos y cristianos en la Espail'l del siglo Vlr·" Ois/xlllio
Sacra, 30. 1977.9- 11 0 Y··Judíos y cristi;.mos en Hisp'lIlia". L c.. 31. 1978-79.9-88. Cfr. cn con-
creto. las pp. 47 Yss. del primer :1l1ícu lo: " Our.uuc su ndolesccncia y ju ventud Mahoma :-.icnte las
¡1,ullada., mesiánicas judí'l"i. vive l o~ sermones trel1le ndi ~ t as dc los 1ll00UCS cristianos. Tamhién
llega a convcncerse de que el mundo c.uni na hacia su I1lil1;1 y que c... preciso actuar a lU c~ de que
sea dcma.,iado tarde. Poco a ¡xx:o la pa:-.ión lo desborda y el que debiera haber sido un precursor.
un profeta apocalíptico. rc."ul ta se r. tm~ un laf"'l¿o y complir..·.ldo proceso mcntal . el profcta por anto-
nomasia". El autor. en esl!.! largo artículo. analizol con eXlrnordirmria meticulosidad. las comcllIcs
apoc al ípl i ca~ d..: la época. osotros nos rcfcrircnlos también allnislllo a:-.unto. cuando ana liccmos
las cOITicllles ;:IPOC,llíptic,IS cn l o~ .nnbielllcs eremíticos de los domin ios r..:ristianos en c... ta época.
.14 Para la edición)' estudio de c~te teXto apocalíptico: E. Sackur. Sybilli"isc¡'e Texre mul
F"o l".\"dl/lIlge1/ Smdiell ( P.,·(Judoml!tlu)(liw·. Ad.'w III/d dilJ Ti/mfri"isc!u' Sy/Jil/(J J. pp. 60 Y ss. É.
A mann. ··S yby11 i n ~ (1 i vres y'. Dictimlllaire lle Th¿o(ogie Cm/lO/ iqlle. v. 14. Cr..:. 2027-.12. Cfr.

I 15

Malerial prOlagido por derachos de autor


La Neligiosidlld ¡\tIedil'WlI ell /::.\'J'llIia. /. Aira /:"'d(/(I Ml'ditl (s. VII -X )

comunidad hebrea, inqui eta por la esperanza en la próx ima llegada de su


Mesías libertador al finali zar la sex ta edad (en torno al año 700) y de la
propia iglesia católica con sus parti culares prev isiones ~QbJe el final de
esa mi sma edad . Las fu ertes contradicci ones económicas -y' sóc iales de la
soc iedad visigoda, sometida a un nípido proceso de señori alizac ión con
las graves sec ue las de sus continuas rupturas soc iopo líticas y la con. o li -
dación de una atmósfera antijudía cada vez más espesa e intran sigente,
fueron OIro tantos factores que propi ciaron la elaborac ión de fantá sticas
eluc ubrac iones apocalípticas y de inquietantes vatic ini os sobre el tin de l
mundo. S. Juli án (c.652-690). arzobispo de To ledo, esc ribía e l a¡jo 686, a
petic ión de Ervigio, su De sex/a e ae/mis comprobcilione adversll s judae·
os (PL. 96), para salir al paso de las predicciones de los pensadores
hebreos sobre la proximidad de las postrimerías. Después de demostrar
la condic ión mes iánica de Cri sto a partir de las profecías del Antiguo y
Nuevo Testame nto. en la última parte del tratado intentará probar. con
cálculos forzadísimos y sumamente arbitrarios, que el te mido año 700 no
era e l comi enzo de l último mil eni o bíblico. según la cronolog ía de las
se is edades desde la creac ión elel mundo. o sábado ce lestial como creían
los judíos. y al parecer algunos círc ulos de cri stianos, imbuidos de ideas
milenarísti cas o qu ili ásticas. porque la fatídi ca fecha ya había pasado
para él. Parece que el fervor mil enari sta y escato lógico fue común en la '
comunidades hebreas de todo el Meditemíneo. provocando a l mi smo
ti empo fuertes reacc iones anti semitas en los reinos cri stianos 45 .

también: M. Gal'cía-Pl!b yo. E/reil1o dt· D io.\· lIrqul'li¡w fJofítito. pp. 59 Y gs.: J. Gi l. "Judíos
)' cri stiano:-. en la Hi ~ pil n iil cid :-.igl(l V iL ..... L.e .. pp. 57 Y s ~ .
4, Sobre Csh; ~\lnbi c l\lc y los co mplejo:.. cómput os cronulógicos hcc.:ho:-. I.!Il dislinl,¡:o. ol>l'm.. ;
J. Gi l. "Judío:-. y c.: ri stiano:-. en la Hispan ia del siglo V II ". pp. 79 Y ss. Eli Ja p. 9 1: "He aquí
cómo. en 1Il¡:1l0S de UIl dCI.·cnio. loda la e.lIe ll e a mccliterr{¡nc<l se convierte en un hervidero de
dC(Tclo~ alllijudaicos . La centuri a acababa como había empezado. )' es de suponer que de
lluevo cxi).,tía alguna \'inclIlaci()n CllIrc CSIOS acontecim ientos. Parece ev idente que los judíos
de la Italia longobarda el de Biz,lIlcio compartí<t11 los mi:-:1llos anhelos tllcs idnicos. la mi sma
esperanza en 1;1 pronla lIeguda de. la redención qu e los j udíos de Hispani:l . y qu e se enlrega-
b¡:11l con e l mismo :lráll a 1;1 labor de pro~e lili s lll o·· . Sobre el mesiani smo apoc:llíplico j udío:
A.H. Sil ve r, A H i .\·IOI ) · (JJ ¡\ti I'ss;ouic Sl'eclllm;ol/. BO:;;IOI1. 1959 (2:' cel.).

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Crisfianismo y Nl'ligiosidad de al-Anda/lis

Al producirse la in vas ión y conquista de Hi spania por los árabes,


a comienzos del sigl o VIII, los autores mozárabes, y más tarde los que
escriben desde los rein os cri stianos del Norte. utili zan con normalidad
estas claves apocalípti cas para tratar de ex plicar los desastres que supo-
nía para los reinos cri stianos la presencia triunfante del Islam. A fin ales
del siglo VIII el Anticristo también fu e un recurso exp li cati vo. maneja-
do con cierta profusión por los protagoni stas de la polémica adopc io-

IlI sta.
La conoc ida ChrOllica bizctr/lillo -arabica hace ya refere ncia al
emperador Heracli o (6 10-64 1), otrora vencedor de los persas, influido
por cree ncias astrológicas y apocalípticas, que le hacen va lorar co n
res ignada indiferencia las primeras escaramu zas del Islam sobre sus
terri torios:

·'Teodoro. hermano de Heraclio Augusto. emprend ió contra los


sarracenos muchos combates. Al enterarse el emperador le adv irti ó que
no combatiese a aquellas gentes. porque. como era expert o en a~ tro l o­
gía. estaba al tanto de lo que debía ocurrir" (CSM. 1. 8-9).

La Chrollica Mvz;orabica, escrita unos años más tarde. vuelve a


insistir en la mi sma temática. Al parecer, los presentimi entos escatoló-
gicos del gran emperador provocaron la retirada del campo de batalla
contra los mu sulm anes de su belicoso hermano (CSM , 1, 18).
En esta mi sma Cróni ca aparece documentado el mes ianismo del
judío Sereno, al que nos hemos referido más arriba. Al parecer, en los
primeros año del s. VIII tom3 cuerpo una cree ncia entre cri sti anos y
judíos sobre el fin del dominio árabe el año 722: el primer centenario
de la Hégira46 . También nos oc upamos del mesiani smo de Bodo, cris-
tian o carolingio, convertido al judaísmo y vigoroso defen .. or de este

,J(, c rr. J. Gi l. "J udíos y c ri stiallo~ en Hi 5pani a (~i g lo:-, V III y I X )"', L. (: .. p. 10. ci tando a
Va~ iJ i cv .

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LlI Religiosidad M edi(,\'(/J (' 11 E.\7JlIl1(1. J. Alta Pdod Media (s. VII ·X)

credo en al-A nd alu s. A medi ados del siglo IX, cuando tiene lu gar la
conversión del curi oso personaje. pulul aban en di versos ambi entes,
cri stianos y judíos, ideas de car,1cter apocalíptico. Para los primeros el
fin de los ti empos estaba ya próx imo y el Anti cri sto, su prec ursor, esta-
ba a punto de ll egar. Pero el turbador perso naje no era otro que el
Mes ías esperado por los judíos, cuyas comunidades ex perimentaban ,
as imi smo, una notabl e efervesce ncia por esa mi sma ca usa. El mencio-
nado Bodo estaba tan imbuido de esa mentalidad escatológica que no
tu vo inconveniente en empuñar las armas para emprender la guerra,
como si el inicio de la era mes iánica deliniti va hubi era de decidirse
tambi én en el campo de balalla. En este clima y con estos plantea-
,
mi entos surge la cO ntroversia literaria entre é l y Al varo -de ascenden-
cia judía-, contenida en un interesante epi stolari o de siete carlas, con un
tono cada vez más subido y agri o. La profecía de las selenta semanas
de Daniel constitu yó. lógicamente, un re ferente muy socorrido en
ambos polemistas (CSM , 1, 227-270) . Bodo alude, además, a otra
creencia característica de las polémi cas de los judíos conlra los cri sti a-
nos, la afirmación de la venida del Mesías oc ulto: desde la destrucci ón
del templ o de Jeru sal én el Mes ías permanecía escondido y aherrojado,
esperando su epifanía definitiva. Parece que se mejante creencia innu -
yó de algún modo en la escalología mu sulmana47
,
Al varo utiliza a veces la ironía para combatir semejantes creen-

CI3S:

"Herm¡lIlo ¿Te crees IÚ mejor que el Mes ías? Tú eSlas libre. él se


encuentra pri sionero: ttÍ eres aÜIl j oven. ¿I ya es un viejo. Y qui :l.ás
ell vejezca cada día , a 11 0 ser que di gas que no eSI" sometido al diario
crec imienl o de la edad , afirmalldo que es illsellsible como los meta-
les.. ." (CS M . 1. 242).

" J . Gil . IMd .. p. 44.

I 18

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Cri,wiwlisl1Iu y Rdigiosidad d(' al-i\IU/alu,\'

cientos sesenta y seis. En este tiempo brilló en nuestra doctrina Isidoro


de Sevilla y Sisebuto consiguió el culmen del poder real".

Juan conclu ye despachándose con un retahíla de lindezas contra


el fundador del Islam (CSM, l. 200-20 1).
Desde perspectivas distintas y por diversas razones, en los dos
primeros siglos de la dominación musulmana. pulularon y se entrecru-
zaron en todos los ambientes sombríos presagios apocalípticos y mes iá-
ni cos. J. Gil , al analizar hace afíos este tipo de problemática en el com-
plejo mundo cultural y religioso de al-A ndalu s. hablaba con ex traordi -
naria lucidez de la ex istencia de una "reli gios idad promisc ua, con la
repercusión subsiguiente no só lo en el pensamiento ... sino tambi én en
las respectiva ' formas de ser y sobre todo de se ntirse cri stiano. judío y
musulm¡ín, dado que los estímul os ex ternos condi cionan la manera de
entender ese concepto abstracto que es la reli gión. o ex iste una barre-
ra infranqueable entre los creyentes de las tres Reve lac iones, por más
que algunos intentaran elevar entre elJ os un muro de desprecio e igno-
rancia. Más que de influjos musulmanes y judíos en el cristiani smo
hablaría, en consecuencia, de una mutua interacción de las tres rel igio-
nes, ya que toda convul sión reli giosa que afecta a una comunid ad reper-
cute por fuerza , positiva o negativamente. sobre las demás,,49

':9 J, Gil. ·'Judíos y cri stianos en Hi spania (s, V II )' I X)"·, L.e .. 24,

12 1

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.-
APENDICE 1

Instituciones Eclesiásticas

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orgall i zaciólI adll/illisl mI i va
La rapi dez de la conqui sta islámi ca y el dominio musulmán sobre
gran parte de la Penínsul a tenían que produci r un impacto negativo muy
gra nde en la compleja y bien acabada organi zación ec lesi¡ística de la
época vis igoda. Y sabemos que esto fu e así. por más que un a referen-
c ia documental, escrita en árabe por un cléri go del siglo XI. presente un
panorama muy halagüeño:

"U n ob ispo ocupa la si ll a de cada una de estas metrópolis. y a


cada metrópoli corresponden sillas episcopales quc están bajo elmctl'O-
politano, y el número de sillas en España es de sese nta y dos. ocupada
cada una por un obispo"5U

Además. e l conci li o de Córdoba del 839, reunido para condenar


la doctrina de los acéfalos y correg ir ciertos ex tremos de la disciplina
eclesiástica. parece reflejar, as imismo, una si tu ación de normalidad en
las estructuras de la iglesia de al-A ndalus. En el capítulo primero se da
por sentada la vigencia de un a sentencia ca nóni ca. según la cual "nadi e
puede ser reconoc ido como obispo de un determinado luga r o sede
episcopal, si no fuere eleg ido por el clero y el pueblo de la propia ciu -
dad" . Las ac tas de esta reuni ón conci li ar supraprov incial aparecen fir-
madas por tres metropolitanos. el de Toledo, el de Sevilla y el de

51) crr. Z . G;m:ía Villi.da. O.c.. 111. 4 7. El tex to Illcncion:ldo figuró'. al parecer. en UIl
manuscrito de la B. . de M~l drid : Ms. ~879 .

125

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I..JI RdiMio.ü(/tIll M edit' lYIl () tI J::.\plIIia. l. Alta El/ud M edia (.,.. VII -X)

Mérida. juntaJ11e nte con los titul ares de cuatro dióces is andalu síes:

Quiricio de Acci (G uadi x). Leobes indo de A.w ig i (Ec ija). A l1lalsv indo
de Málaga y Ne rri d io de I1eberis (Elvira) (CS M. 1. 135-4 1). Al re pasar
las fue ntes escri tas disponibl es de estos sig los. se e ncuentran infinidad
de refere ncias a me tropo litanos y a prelados de di stintas sedes que pare-
cen funcionar con cie rta normalidad baj o el poder del Islam, sobre todo
las de To ledo. Sev illa. Córdo ba y Zaragoza. Pero sería un error tratar de
deducir de esta apare nte normalidad la conclusión de que todo el mapa
geográfico de la igles ia andalusí o mozárabe permanec ió siempre per-
fectame nte definid o y que todas las sedes que lo integraban a ntes de la
in vasión y conqui sta islámicas seguirían c umpli endo su cometido sin
grandes alte raciones. Sabe mos con certeza que infinidad de ellas, e n la
prov incia ec les iásti ca Cartagine nse y e n la Hi spale nse, desaparec ieron
para . ie mpre. Otras cambi aro n de lugar y, consigui e nteme nte. de no m-
bre, y muc has. desaparec idas . se restaurarán tardíamente, como ha
puesto de re li eve e l mej or espec iali sta de este capítulo, por lo general
muy complejo, de la hi stori a ec lcsiüsti ca 51. A la hora de recompone r los
epi scopo log ios de todas ell as se conocen nombre sueltos de obi spos,
pero resulta im pusible e labo rar las seri es completas de los mi smos e n
cad a una las correspondie ntes sedes epi scopal es. La metropo litana de
Toledo, con vari os titulares dc re nombre y bien co nocidos en la hi sto-
ri a de la igles ia mozMabe, ta mpoco ti e ne un epi scopolog io seg uro e n
al gun o de sus períodos hi stóri cos. Y c uando se produce la conqui sta de
Toledo por Alfo nso VI ( 1085). la minoría mozárabe, que debía ser

51 Cfr. D. Mansilla Reo)o. ·· P~lIlor:tln a hi ... tóril.:o·gcognílico de I.t lglcs i:.t csp:.ulola ( i glo~
V III al X IV,. ·. en fl hilo,-ia de la lgll's;n ('11 I::sf'mia. v. 11/2°. pp. 609 Y s~. Así. en la Provincia
C¡¡ rla gi ll e l1 ~c o Toledana no se rC~ l a ll r:.t ro l1 CO/Ill'Judo (Alca lá). Ore' lO (Gr:lIlálUl a). M e11lt!sa
(La Guardia. JaC:n). ClÍslll lo (C<lz lon,t. Jaén ). 1:'10 ( M olllcalegrl.! ). S('wbi (JúlÍ va). Oialli(/
(Dcnia ). /llichi (E lche), /Jigas/ro (Cchcgín). En la P. Hispal ense. 110 ~c rc~ la ur;¡ rO Il IIlI!iCCl
(Sa llli pOllcC). Eleplcl (N ieb la). Anigi (E<:ija ). Eg(/bro (Cabra) y 7;1(.:c; ( M a rl o~). Olms scdc!\
de 1" época visigoda 1 i.lI llbi~11 de:-,aparcci-.:ron y !'oólo fueron rcsli,tU r:'lda:-, tardíamente: ¿l p¡¡fli r
de las gr::mdc, co nq ll i ~ la~ l a rd o J1l cdic\'a lc ~ . A lgu sClllcjamc ocurrió con algunas !>cdes t:pi!'-
copa les del cCllIro y noroc'lC de Hix1'allill .

126

lIotegido por ::'los :le a 10r


Il/sI iludlJ/Il'S Ed('sifíSI icas

important e, carecía tambié n de guía espiritual. Ri vera Rec io, e l hi sto-


ri ador de esta archidi óces is. me ncio na a un tal Pasc ua l. como metropo-
lit ano to ledano, en los años inmediatamente ant eri ores a la conqui sta
cri sti ana. Pero no parece que es te ex tre mo te nga sufi cie nte base docu-
me ntal 52 .
En los re inos del norte. e l avance de la conqui sta e n territori os
do minados por los mu sulmanes iba acompañada. frec ue nte me nt e. con
la restaurac ión de las antiguas sedes epi scopal es completa mente arrui -
nadas después de vari os siglos. Y la re novaci ó n de la sede e pi scopa l o
la c reación de otra nueva, que a veces se suponía he redera de a lguna
tardorromana o visigoda desaparecida, con stituía, co mo veremos, una
forma más de repoblar o de reorgani zar la vida soc ial y admini strati va
e n las tierras ganadas para los di stintos re inos cri stianos 53
En la e lecc ión de obi spos para sedes so me tidas a l domini o
mu sulmán tu vieron que produc irse. lógicame nte, intro mi sio nes de l
poder po lítico. Eran cargos de mas iado determinantes en la co munidad
mozárabe para que sus titul ares fu eran designados al margen de los
,
e mires o de l califa. Es c ierto que Al varo hace re fere nc ia a la e lecció n
de E ul og io para ocupar la metropolit ana de To ledo de fo rma canó ni ca ,
es decir. por "todos los coprov inc ial es y obispos vecin os" (CSM , 1.
336). pero no podemos o lvidar e l carácter hagiogrMico de esta re fere n-
cia que, por lo de más, es singular. Y. por otra parte, tene mos noti c ias de
intromi siones de las autoridades mu sulmanas e n e l ej erc ic io de las fun -
c iones mini ste riales de ciertos pre lados. Lo mi smo podría decirse de la
celebraci ón de los conc ili os, una de las in stituc io nes más importantes
de la época visigoda. Conocemos las actas de l C. de Córdoba de l 839.
menc ionado ya ante ri orme nte, pero otras re uni ones () asambleas de pre-

51 J.F. Ri VCril Recio. "Toledo", Oh-dol/(fl'io de H istoria Eclt'siá,\ lica de ESJ1aiia . v. IV. p.
2570. E:-tc historiador se 'Ipoya en las r¡;fcrcm:ias documentales de '-1. Flón:z. que 110 l'onsi-
der;ullos suficienteme nte seguras: ES. V. pp. 384 Y 373-3 7--1 .
Sol Cfr. las pp.45 I y ss. de ~sle tr.lbajo.

127

M- lnlIegido pot' ~ de a
Lo Religiosidad M edient l ('// F:spmia. /. AIra Ed{/d M(~d;(/ (.r. \l1I-X )

lados. celebradas al producirse cri sis doctrinales -recuérdese la de


Sevilla (782) en el problema de Migecio- o cuando surgía n contli clOs
que pudieran elllurbiar o poner en peligro las relaciones de IOlerancia
religi osa. como había oc urrido con el mov imienlO de los mánires
~

vo luntarios. no parece que puedan califi carse de concili ares en sentido


estri cto. De hecho, la segunda de ell as (8 52 ) tu vo luga r a instancias de
. Abd al-Ral)lllfm 11 y contó con su apoyo ellliral.
En la documentación moárabe conoc ida aparecen a veces clérigos
con cargos eclesiásticos como el de chantre, diácono o archidi ácono, vin-
culados, casi siempre. a sedes episcopales. Pero desconocemos la pervi-
vencia y la realidad concreta de estructuras administrativas en cada dióce-
sis. Los mozárabes debían de agruparse en torno a iglesias urbanas y ruru-
les. adaptándose. con más o menos rigor, al sistema de organización fi scal
al que estaban sometidos. De hecho. algunas de las iglesias conocidas en
las ci udade, más impoI1antes como Toledo y Córdoba tenían un peso muy
notable en sus respecti vos núcleos urbanos. San Zoilo, en Córdoba, puede
,
constituir un buen ejempl o, En ella se formaron Eulogio y Alvaro.

Los 1I100WSlerios

La documcntaciónmozárabe menciona. con relati va frecuencia. cen-


tros monásti cos en diversas regiones de al-A ndalus. fundados, , eguramen-
te, por familias ricas. provenientes de la clase privilegiada hispano romana
o visigoda, que había sabido sortear con habilidad la crisis de las in vasio-
nes islámi cas. Alguno de ellos, silllado en territori o navan'o, tenía. según el
testimonio de la Vi/{{ Eulogii. ISO monjes "regulares", y una nutrida biblio-
teca. de la que puclo llevar el cordobés un buen alijo de libros:

"E l libro de La Ciudad del bealísimo Aguslín. la Eneida de


Virgitio. tos libros mélricos de Ju venal. los espléndidos poemas de H .
Flaco. opúscul os miniados de Porfirio, las obras de epigramas de

128

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La Religiosidad M (;'(!ie \'{d en ES¡J{/¡in. l. Alw /:"'dnd M ('di" (J. "" -X)

cenobios constituían una pieza básica de la organi zación del poblamien-


to, con funciones parecidas a las de las propias aldeas. Más adelante vol-
veremos con cierto detenimiento sobre este ex tremo:

"En aquel cenobio (Tabanos) el menci onado Isaac tenía un


pri mo herman o. llamado Jeremías, destacado por su reverencia y temor
de Di os. afamado por sus riquezas y abundallles bienes; é l, su mujer, la
venerable Eli sabeth. los hij os y casi IOda su pare nte la, construye ndo la
fábrica del cenob io a sus expensas, se habían recluido allí. dispuestos a
observar las divinas leyes". El responsable de la disciplina monástica
era un abad llamado l'vlartín (CSM. 11.402).

La mártir Sa nta Columba, hermana del abad Martín y de


Eli sabeth, se acogerá tambi én a la disciplina del famoso cenobio
Tabanense (CSM, 11. 447 -52)54

La lilllrgia "/l/ ozárabe "

Con este ténni no, a todas luces impropio como se indica en la última
parte de esta obra, suele aparecer denominada la liturgia peninsular, creada
en la t¡U'Cla romanidad y durante la época visigoda. como un conjunto ritual
distinto del romano y del característico de otras liturgias paniculares.
Después de la invasión musulmana, tanto en los reinos cristianos del
N0I1e hasta la implantación definitiva de O,do /OIIIa llUS (s. XI), como en

5-1 F. Arte. "Los lllon~ls tcri os conjobcse~ de Tabanos y Peil<llllc!;,u'ia a la luz de los tex tos
y Sil entorno hi slórico". IJol. Arqm'{}/ogio M n liel·a l. 6. 1992. 157· 170. Este autor in siste en
que los constnlctorcs de estos cenobios " I)C rt c ll(~cían a UII segmento Illu y {:oncrcto de la socie-
dad moz.ímbc: el de la nlllci<l cl ase poseedora hispmw que habí'l conseguido retener parte de
sus propiedades y pri vilegios gracias a los paclos concert .. dos con los conquistadores musul·
manes". Con las esc¡¡s¡¡s noticias de las fucntes li terarias illlCIlI¡¡ establccer una aprox il11<1ción
¡¡ las formas arqu itectónicas de los dos importantes centros de vida Illon;h ticn.

130

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UI Rdigiosid(ld Merliem/ ¡'1/ E,\'IUula. /. Aira Edad Media (.\'. VII ·X;

capítul os más característicos de la religiosidad , tanto en el campo de las


elaboraciones filosófico-teológicas como e n e l ámbito del derecho o de la
moral individual y social. Los guías espirituales de la '/11/11//(/ durante estos
tres siglos se mantuvieron muy vincul ados a las corrientes más OJ1:odoxas
y conservadoras de los Omeyas de Damasco de la primera época. Lafa/-
sara o '"fi losofía helenística del [slam·': un esruerzo ex traordinario de
retlexión rac ional. inspirada en la tradic ión ari stotélica que tiene como
representantes más destacados de la primera época musulmana a l árabe
a l-Kindi (s. IX ) y al turco al-Fiirabi que mue re a med iados de l sig lo
siguie nte, no tu vo seguidores en e l a l- Anda lu s de los omeyas 56
La lectura del tex to sagrado del Corán, su exégesis y los estudi os
sobre e l mi smo, fuero n rea li zados habitua lmente por expertos e mi gra-
dos o formados en Ori ente y _iempre de probada ortodox ia. Lo mi smo
habría que decir de la orie ntación de los trabajos sobre las hadi¡f¡ o
Tradiciones proféticas.
De las cuatro escue las jurídicas clásicas ex istentes e n e l mundo
islám ico, la malikí fue la más importanl e. por no dec ir la úni ca de al-
Andalu s, aunque ta mbié n se conoc ieran y tuvieran algún partidario las
otras. Fundada en la segunda parte del siglo V[ll por MaJik Ibn Anas
(m. 795), postulaba una observancia rigurosa del Corán y de las
Trad ic iones y era tambié n la única del Afri- ca occidental, perviviendo
todavía en las co marcas africanas del norte menos en Egipto, donde
conserva, asimi smo, partidarios.
En realidad , el Islam peninsular careció, rea lmente, de grandes
pensadores ori gin ales e n Filoso fía y en Teo logía hasta e l siglo X I, por
lo menos , cuando desc ue ll a la ex traordinari a y polivalente personalidad
de [bnl-!azm (994- 1064). Para e l período ante ri or, quiz,) habría que des-
tacar la singul ar figura de Ibn Massarah (883-93 1) -b ien conoc ido por
los lrabajos de Asín Palacios 57 - partidario del M il '¡azili.\"Il1o ori enta l

56 R. Arn áld l.!z. ··Fal ~ar... ··. Ellcye/ofJédie e 1'/,\'1(/1/1. pp. 7Sg·94 .
57 M. Asin Palacios. "Abcn m3SSarra y su esc ue la", Obras e.w:ogida.\', M ~ldrid . 1946.

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I.\"/am •\. Judaúmo en (I/·AIU/a/us

que no puede imponerse en al-Andalu s a la ortodox ia malikita.


Retirado a la periferi a montañosa de Córdoba, promueve una corri ente
de espiritualidad, a la que se incorporan discípulos, aproximándose en
su estil o, en c ierta manera, al sufi smo islámico: un fenómeno bi e n
conoc ido e n la hi storia de la Místi ca. Dos libros suyos podrían o frecer
muchas noti c ias sobre las tendencias esp iritua les de los massaries, pero
se han perdid0 58

Jlldaísmo

La minoría hebraica de al-A ndalu s, que dese mpeña un pape l


importante en los primeros tiempos de la invasión y la conqui sta por su
enem iga hac ia los hipano-v isigodos y después por sus actividades
co merc iales a lo largo y ancho del mundo islámi co, tampoco destacó,
de forma excepcio nal , en sus creac iones filosófica s, teológ icas y reli -
giosas. En ese complejo proceso de aculturación, la comunidad judía
pudo arabi zarse mu y pronto y sin grandes dificultades. De hecho, en e l
aspecto re li gioso te nía muchos puntos comunes con los musulm anes 59 .
Las buenas re laciones que los judíos mantu vieron habitualme nte
con e l poder político-social del Islam les permiti ó comuni carse fácil -

58 Sobre los mu 'ta zila d. M. Cruz Hcrmíndcz. Hüwria de/ pensamiel/to eu el lIIuudo
i.\'llÍlllic(). 1: /Jesd(J los orígell es hasllI el siglo XII. pp. 89- 109. Enfati zahuTl ~obrc 13 un ic id ad
de Al.lfUl. di scu rrian sobre la cie ncia diviml conocedora de los eve ntos no Ih::ce:->arios a par-
tir de su lll <lI1ire ~ t ac i ó ll y postul<lban. as imismo. la unicidad erc<ldom de Oio$. de la 'luto: se
derivaba e l no ser. las pri vaciones y los accidentes ncg.ltivos. Un mi nl.lcio:->o ~\ n {¡ li s is de las
posic io nes políticas y teológicas de est" corri ente isl;ímica en FM. Pareja. La religiosidad
IIIII.w lmm/(l. pp. 11 5 Y ss. Los seg uidore s de esta corri ente eran partidario:-> . adc m;ís. de la
armoni zación de ];,1 fe coráni ca ¡;on la racionali dad de la fil osofía heléni ca. cuando l:Oll1cn ·
zarOIl a co noce r el pell!'amicllto de sus autorcs Ill;ís destacados : pp. 123.
5\' Un trabajo gc ncral sobre el pcn:-> amic nt o judío de la época: L. Jacobs, "Thcology".
EllticJo/w ediajuda"co , 15. 1103· 111 0. También: A. Chouraqui , Le pl'lIsée j /l"¡·e. París. 1968.
Para Espaila siguc siendo Illu y útil: J .~',if, Mill ás Va ll icrosa. LiIemlllra /¡{>bmiro-espmiola.
Barce lona . 1967.

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La Rdigiosidod Medil'l'ol efl D ..,)(/i¡a. l . AIra Edad Media (.\'. VII -X )

me nte con otras comunidades ori e ntales de la mi sma raza y re lig ión.
facilitando. de ese modo, la renovación y e nriquec imi ento de su cultu-
ra re li g iosa específi ca. Sabe mos que desde e l siglo IX pudieron di spo-

-
ner de textos masoréti cos del Antigu o Testame nto di stintos de los de la
ve rsión de los Setenta, que era la utili zada por la igles ia mozárabe. A
med iados de l sig lo s igui e nte. f-:! asdai Ibn Shaprül. nClsi o represe ntante
ofic ial de todas las co munidades hebreas. méd ico y co laborador po líti-
co de los dos primeros califas. funda en Córdoba la primera gran escue-
la talmüdica peninsular. co nsolidando. así, la ya existente al dotarla de
libros comprados o adq uiridos fuera de al-Andalus. que habrían de
impulsar las in vesti gacio nes sobre las principales fu entes del Jud aísmo.
hac iendo tambi én aport aciones a la Mi sná. Esta importante esc ue la
hebrea de Córdoba podrá contar ent re sus mie mbros con rabinos judíos,
que llegan a España al prod uci rse la decadencia de las escue las orie n-

tal es y del norte de Ah'iea, Gracias a l empuje de \-:fasdai lbn Shaprüt la
cultura religiosa judía de España experimentará un notab le fl orec i-
mi ent o al abrirse a c ienc ias tan profanas como la medic ina, la fil ología.
la gramáti ca y a otras disciplinas simil ares. Una de las primeras figuras
de esa esc uela filológica hebrea de Córdoba fue Menal)em ben Saruq (¡O

(iOUn trabajo importan te y rebti\'¡lm CIlIC reciclltl.:! y en castellano ~obrc esta escudó' <lnda-
Ju si: C. del Vall e R(ldrígucl.. La I:.-'wllda fh'br('(I de Córdoba. M;¡drid. 198 1. El aul or dedica
Illu c ha ~ p<'iginas. 16gitameme. a M ella l ~11l ben Saruq. err. 1¡lInbién: A. Kl cin -J.M . Klci n. 7he
Jt!u 's of /\tJos/el/ Sp(//¡ien. Philadelphia. 1973 (traducción de 1;1 obra csc rila en hebreo por E.
ASlhor. Jcrusn Jén. 1960: Co /'Otlw-}'dllldiJ/l hi-Sefarad ¡w -lIIu xlt)mil). Unas bre ves re feren-
cias sobre la prcsclll.:i<1 de los judíos en al -A nd¡ilus: Y. B;acr. Historia di' lus judíos eH /(1
E'il)(/i¡a cristiw1fI. v. 1. pp. 18 Y ss.

134

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~

CAPITULO III

Consolidación y evolución
del cristianismo en los núcleos políticos
del norte peninsular
después de la invasión islámica

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La amplitud y profundidad de l C ri stiani smo en e l Orle y e n el
Nordeste penin sul ar, concretamente en las regiones e n las que la in va-
sión islámica había sido sólo episódica y poco duradera. tu vo muc ho que
ver con los anteri ores procesos de romani zac ión, muy desigua les, asi-
mi smo, e n aque ll os territorios. La romanización había sido. sin lugar a
dudas, un esplénd ido vehíc ulo para las creencias y las prácticas cri stia-
nas, sobre todo, 11 partir del siglo 111. Militares, mercaderes y miembros
de la administrac ión imperial fueron los principales respo nsables de la
nueva reli gión que comienza a abri rse paso con mucha fuerza desde la
paz constaminianea (3 13). La fi sono mía de este Cristiani smo pe ninsular
tuvo impronta afri cana, sin negar, en modo alguno, la influe nc ia de otras
latitudes -de Itali a, por ejemplo- muy cristiani zadas ya.
Es muy conocida la carla del obispo C ipriano de Carlago (a.
254), a tenor de la cual se debe afirmar, sin duda al guna, que había, por
entonces. núcleos de cri sti anos organi zados e n León- Astorga, Mé rida y
Zaragoza l . Se podría co leg ir lo mi smo para las prov incias del Sur y del
Levante penins ul ar, incluida la Tarraconense. All í, durante los últimos
siglos de la dominac ión roma na y a lo largo de la é poca visigoda. la
implantación del Cristi ani smo con sus estructuras e instituc iones ecle-

1 Cfr. Obras (le S. Ci/Jlümo. (B.A.C. . n.67). p. 63 1 Y ss. Para una visión Ill{¡~ complcla d~
la historia de la iglesia peni nsular en la época tardorrolllalm. )' en concreto durante l o~ siglos
III -I V. puede verse: M . Sotomayor. "La histori a de la igles ia ~n la E."pana romana" , v. J de 11/
Historia de la Iglesia (' I/ Espajiil. dirigido por R. García Villoslada. J\demtís: A. Trano)'. Lo
Galice Romail/l'. P.¡rís. 198 1. Y un;.¡ síntesis sobre los pueblos. de Norte. Galicia incluida. con
especial ;.ltcnciÓn <1 las fuentes .¡rqueológicas: J.M . Novo Güi sán, Los /)[I('blos Vc:,SCO '
Ctlf/túbri('os y Galaicos en /t, Anlixiiédad 'úlrdía. Siglos III·I X. U lli vc rs id ~ld de AJcal{j. 1992 .

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COllsofitlaciáll y erofud6n del crisIialli.m/O (' 1/ los IIlkl('()s políIicos dd I/()"((~ I'l~lIiI/Slllar...

con seguir resultados duraderos. tu vo lugar en ti erras cántabro-astures.


en comarcas pobladas por Vadinienses, concretame nte e n C uadonga
(Covadonga) . e l año 722. Los acontecimientos relac io nados con este
hit o hi stórico, han s ido profusame nte tratados. aunque desde perspecti-
vas muy di stintas y distantes. Los trabajos de C. Sánchez Albornoz y
los de A. Barbero y M. Vigil representan las tendencias más importan-
tes y al mis mo ti empo más diferenciadas 3 Rec iente me nte. ha visto la
lu z un artículo largo, en e l que se rev isan, de manera especial. los pro-
blemas relacionados co n los primeros lugares de c ulto en Asturias. y se
plantean, a l mi smo ti empo, algunas hipótesis nuevas4 .
El aná li sis menc ionado más arriba ti ene e n cue nta, como punto
de partida, e l posibl e a lcance del fenómeno de la aculturaci ó n que supu-
so para esta región la coloni zac ión ro mana. Es indudabl e que dicho
acontecimiento cultural no llegó a ser tan importante en Asturias como
e n otras lati tudes de la Penínsul a, pero debió de alcanzar dimensio nes
notab les. debido a los gra ndes atracti vos económicos que supo nía para
Roma la riqueza minera de varias comarcas astures y. e n menor medi-
da, las posibilidades agropecuarias de muchas zonas, en las que podían

3 C. :.ínchez Albornoz. On:s.:ellt's di' la ,vudú" e.'i¡Jmiola. Estudios críticos sobre la his-
toria del I?l'ÚIO de Astllria.\·. 3 vo ls .. Oviedo. 1972-75. Lo rel acionado con Cuadollga. v. 1.
Ovicdo. 1972. A. Barbero -M. Vigil. Sobre los o ,.(~elles sociales di' la Recouql/isla.
B'lrcclona. 1974: Ul formación del FetUlalislllo ('1/ la Pel/íusula Ibérica. l3<!rcelon.1, 1978.
Otras visiones Ill:ís pe rso nal e~. enl'atiz.mdo. sobre IOdo, en los ,1Spcc tos socia les: 1. Torrelllc
Fernández. "Pravia, sede rcgia", Oríge1J( s. Arte y cultllro (' ti Asturias. Siglos VII-XV. pp.
J

3
105- 107:, de 1,1 mis llm autora: " L,t Corte de Ovicdo". L.e .. pp. 11 5- 119. Adcm:.ís. M Jesús
Su(¡rez i-\Ivarcz. " La primcr:\ sodedad med ieval". L.c .. pp. 3 1-37. También conviene tener
sicmpre en cucn ta e l esplénd ido trabajo de L. Barrau-Dihigo, "Rccherchcs sur I'histoire poli-
tique du Roy.aumc :lsturie n", Rel'/le Nispauiql/e, 52.192 1. 1-360. Un trabajo más recientc:
J. 1. Rui z de la Peña Solar. " LI Monarquía Asturiana", El Rei no dc León en In alta Edad
Media. v. 111 : UI Monarql/ía aswrleOlWSlI. De Pe/ayo a Alfo11.\'() VI (718 -1109). Colección dc
Fuentes y E~llId i os de HistOria Leonesa. n. 50, pp. 9- 127 . El aut or hace una lectu ra rigurosa
de las fucntes y siguc las interprctaciones cJ:ísicas de Stinchez Albornoz. i1cklr<lndo .tl guno!"
aspectos de interés .
.¡ EJ. Fernándcz Conde. "Lugares de culto en Asturias duran te la époc;:1de tr,msición",
Aswr;ellsia M{'diel'Olia. 7. 1985,3 )·55.

139

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1.// Religio.\'h/(/d M edieml el/ E.'Ij)mia. l . AIra Edad M edio (.\. VII-X)

crear I'il/oe mu y rentables. Si e l culrnen de la influenc ia romana tuvo


lugar en el s ig lo 111. desde e nt onces y de la mano de los propi os roma-
nos. como se in sinuó m;ís arriba , ve ndría tambi én su cultura y su reli-
gios idad . en la que comenzal a a tener peso espec ífi co e l C ri stiani smo.
Por e ll o . todo parece indicar que habrá que adelantar la presencia de
indicios y de núcleos de la nueva religi ón hasta e l sig lo IV, por lo
menos. corrigie ndo así las opiniones habituales de autores que se han
oc upado de esta problemática.
En ge neral , se puede constatar que los hi storiadores sue len
retra sar la a pari c ión de vesti gios c laros de Cri stiani s mo hasta la tarda
romanidadmuy avan zada. e. inc lu so , hasta med iados de la época visi-
goda 5 Si se parte de l hec ho de una ro mani zac ió n escasa de la cultura
asturiana y sabemos co n certeza qu e la influe nc ia de los vis igodos
e ntre los astures fu e mu y débil. por no dec ir que prácticame nte ine-
xistente. te ndre mos qu e admitir la au. e ncia cas i total le núcleos de
poblac ión cri stiana durante los siglos IV-VII, y en ese caso ¿cómo
exp licar la ex isten c ia de una c ultura cri stiana ve rdaderame nte domi-
nant e durante el s ig lo VIII. c uand o se co nso lidan es tru cturalme nte los
centros de poder de los primeros jefes po líti cos de la Monarquía
Asturiana ?

~ F. Diego Sa n(()~, por ejc mpl o, insislía, hace un o~ ai1o~, ell el ca rácler lardio de la
implant:¡ción cri~tia ll a, de:-. pués de anal ilar d.i ve rs o~ objelOs de supu csto u ~o lil úrgico. apa·
rcc idos ya en la región: '·Lo:. hallazgo!" de eslO:. .iarro~ (Iilúrgil'os) bien pucden Jl1arc~l r. cn el
:.iglo V II. el ;.Ín~~a d(' expansión de l Cristi a ni smo visigodo al Norte de la Cord ill era
Canli'íbri ca": Historia de Asturias, v. 111 : Asturias mll/l/IllI y l'isiguc!CI , p. 256. A. Jiméncl
Ga rn ic~1. " L a l'uhura visigoda en A!->lUria!->". N¡,\·torit, di' ASllIrirl.'i (ed. 1.• \ Nuev o¡ Espa ñil). v.
1. p. 257. ¡!I'innab:¡ que "Iwsta el , iglo V I los restos dc Cristianismo son csc:J!<.ísimus e. inclu-
so, al gunos cuc!->tionahles·'. en eSlas regiones !<>eplcntrionalcs. La cOlllilolid;.¡dón de 1:.\ tClilis
retard'II .:tri" se debe. sobre todo. a A. Barbero )' M. Vig iL (lwnc!o ill ~is t ~ n en la per\'ivc ll c i ~1
de 1<1 estrUl't llf"<.l gcntilicia durante mucho tie mpo. y en la consbtcllL' ia dc I;"¡ cu hura Clllt(,<:: IO·
na y rcligio..; amcT1l c paga na. a lo largo dc loda b rom:tnidad tardía y durante los reinos dc los
monarca~ v i~igodo~. co n un dominio mu y CS"::;lSO de.- éslOs CII dichas latitudes. al igua l que
hah ía ocurrido ('0 11 las :lut orid;ldcs romanas. En realidad, seg ún los mencionados autores. el
Cri!<>lian islllo. en C U ~IIlIO fe nómeno socio-c ultu ral import ante. 110 cOl1lc.!lza ría a rcsul!;¡r signi ·
Iicativo hasta l o~ mios de lo!'> prill1t: ros reyes a~ tur ianos: So/m.: los orí,r;elles.,., pp. 188 Y ss.

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Consolidación y evol uciól/ del crisfial/ismo en los núcleos !Jo/írico.!i delnorle penil/slllar...

La documentación arqueo lóg ica, con unos reg istros todavía esca-
sos y no mu y elocuentes, puede aportar nu evas informaciones qu e com-
pletan y precisan, a veces, las referencias diplomáticas y cronísti cas
sobre la hi storia de esa época oscura de Asturias y de las reg iones vec i-
nas del Norté.
En la actu alidad, sabemos co n certeza que la co marca de
Xixó n, la vieja Gigia romana, fue una zo na asturiana mu y romani za-
da . Cerca del empl aza mi ento de la urbe, amurall ada en e l siglo 111 ,
hab ía sido co nstruido un import ante poblado castreño en época pre -
rromana. la Ca mpa Torres. La oc upac ión romana (s. 11. a. Xto. ) dura
hasta el siglo 11/111 , cuando sus pobladores se tras ladan a la vec in a
ciud ad o a otras villae de la co marca. Posteriormente, el castro vo l-
verá a ser reut ilizado. De esta etapa posteri or. se han enco ntrado tro-
zos de cerámi ca paleocri stiana. ornament ada con l'ls co noc idas pal-
metas. en una cabaña indígena. construida sobre casas de impronta
romana , ant eri ores al siglo IV. Es te tipo de cerámi ca. qu e por sí
mi sma no co nstitu ye una prueba co nc lu ye nt e de la ex istencia de
Cri stiani smo , aparece tambi én en otros empl aza mientos castreños
asturi anos. En la vec ina rivitas de Xix ón fueron desc ubi ertas, as i-
mi smo. piezas de ce rámi ca co n cri smones estampill ados, de la
mi sma tradi ción paleocri stian a -la conocida terra sigillata afri ca na
0 - datadas en el siglo V o a comi enzos del V I. En los reg istros arqueo-
lóg icos de algunas vi!lae fi guran igualmente e lement os cerámi cos
ornamentados con las clásicas palmetas. En rea lidad, los indi cios rela-
ti vos a la posible ex istencia de un núcleo o núcl eos cri stianos en la
comarca gij onesa no son muy expres ivos, ni tampoco pueden evide n-
ciar. por sí solos, la ex istencia de lugares de culto cri sti anos en la

(, J.M . Novo GÜi sán. en su obra IlIcllcion'lda más arriba. ut¡li z¡¡ t<Hllbién lodos tos rC1!
• • is-
Iros de fUI.!J1l cs di spon ibles. sin dejar fuera. como es lóg ico. e l arqueo lóg ico. para ana li za r la
transición de la tarda romanidad al ailo Medi evo en estas regiones. Aquí se tenc!d muy en
cuelll a c ~ t l.! trabajo.

t4t

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UI Religiosidad Mn!ieml (' 11 Espw;a, 1, AIra Edad Mt'dia (s, \f/I·X)

Ca mpa o e n la c iu dad y e nt orn o de X ixón. lo c ual , e n principi o, pa re -


ce veros ímil , i te ne mos e n c ue nta la im po rt a nc ia de la co lo ni zac ión
ro ma na e n toda la fra nja marítima de la zo na. Si n embargo. los tra-
bajos publi cados hasta ahora no recoge n ni ngú n in dicio de esos pos i-
bles lu gares de c uh 0 7
La vill a de Veranes. situada en las cercanías de la c iudad g ij one-
sa. en el territori o dependie llle de l import ante centro de la admi ni stra-
ción romana. fue. con toda seguri dad. otro asentami e nt o. donde fu nc io-
nó un lugar de culto cri sti ano. La perspecti va compl eta de las edifica-
ciones ex istentes. y, sobre todo. la pervivencia de un gran editl cio absi-
dado. vin cul ado a otro más pequeño de pl anta oc togonal, hacen pensa r
inmed iatamente e n los restos de una basílica paleocristiana con su bap-
ti sterio. As í lo suponía un conocido hi storiador asturi ano. cuando reca-
pitulaba su estudi o sobre este llamati vo conj ulllo arquitectóni co: "En
resumen. la bas íli ca y bapti steri o de San Pedro de Veranes es el edifl cio
ec les iástico más an ti guo de Asturias, anterior en unos tres cuartos de
s ig lo a la in vas ió n de los árabes"8 Después de las excavac iones arq ueo-
lóg icas ll evadas a cabo en esta loca lidad, se impone la revi sión de la
naturaleza y de la dataci ón de los e le mentos arquitectónicos que pervi-
ven e n esta loca lidad. Veranes fue, en efecto. un a vil/a tardorromana,

7 Un bn.!\'t.! rt!:.lIllh.! 1l :.obre lo:. rC ~lI l1ado:. de las excavaciollc!'I en la Campa Torres: J,L.
laya·F. eue:.ta, "El C¡¡!-o tro d~ la Campa Torrc !-o": Lo.\' orígenes de GUán, pp, :n · 52, Pura Llml
panodm ica de la cuhura (,: a:.lrciw : J,L. M'lya, Úl e /l/fllm 1I1((It' ril/1 de 10,\' C{/,\'I ms aSlIIriallos,
( nl1 , ... ·5 de E,wudio,\' sohre /(1 Antigüedad), Una rc!'>cña sobre la!-o cXl'ilvacionc!'l de Xix6 n: C.
FCl'Ilández Ochon. " La mural la ro mana de Ci madcvi lla", Lo,\' or(¡:elw...... PI', 5~· 7 1, Un an;.í·
li si~ cc nírni co minucio:.o de la mi:.ma mllora: "G ijón en el período tardoantiguo: ceni micas
il11portada~ de la!-o cxcav;ll'iones de Cimadcvi lla": Anuario ';'~\'pw;ol de Arqlll'olog(a", 65,
1992, 105· 1"'9, Tam bién : "Conquisla y fOman izi!c.:ión de los iI!'iturC!'i", 1\.\"II/I't.'S. PI/eb/os y cul·
IIII'l1S el1 la frmllertl del Imperio R OI1l(u/o, PI', 89·98,

J, Mmlza narc:. Rodríguez. El "Torrexó,, " de SOI1 Pt'dm ", (' /1 Verane.\'. /}asflica "aleo ·
S
triSI;flI/(/ ('On baprislt'I'io (,\', VII), O vicdo, 1968: e l p<Írrafo cilado en las concl usiones, p, 24,
Th, Hausc hild incluye la !'I UpllC!-oW b:ISíliGI de la dI/a de Verane!'!. en el grupo de las contc m·
pol';íneas a ivbri;tlba, León (:., IV· V ): " Die ll1 ;irt yre r-kirchc vO n Maria lba bei León", Legio
VII Gemilla, PI', 51 1 Y ss,

l~ ?

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VI N(Jligiosidad Mediel'{¡J en Espwia. 1. AIro Edad Mnlia (s. VII-X)

vil/a. bordeada po r e l río Nalón y flanqu eada por va rios poblados cas-
tre ños. situados e n las ce rcanías. La advocación de Santa María
Magdalena puedc constituir un bue n indi c io de la ex iste nc ia de un
lu gar de c ult o e n aquel lu gar desde época mu y temprana: en los últi-
mos ti empos de la influ enc ia de Ro ma o, a lo sumo e n la primera
é poca medi eva l. El aba ndo no de aquel núcl eo romano-cri stiano
podría estar re laci onad o co n la e me rgenc ia de la vec ina poblac ió n del
actual Samianes, do nde se levanta, e n la última mitad de l siglo VIII ,
la segunda co rte de los sobe ranos astures por obra de Silo y Adosinda
(774-783 ) 11.
No te nemos ning una info rmac ió n sobre la pos ibl e ex iste ncia de
un luga r de c ulto cri stiano primiti vo e n e l actual so lar de la ig les ia de
Sanlianes (Prav ia). dond e Silo y Ados inda organi zaron la corte o el
ce ntro po líti co-re li g ioso de su re in o. El templ o fu e restaurado hace
algunos años y ha n aparecido num erosos e le me ntos ornamemales y
arquitectónicos de clara impro nta hi s panov isigoda . Pero esto no
induce a pe nsar, de ning ún modo, en la preex iste nc ia de otra igles ia
ant eri or e n aquella loca lidad . De hec ho, la autoría de Silo sobre la
mi sma no ofrece ning una duda , ya que se conserva. parcialmeme. su
in sc ripc ió n fund ac io nal, e l conoc ido acrósti co: SILO PRINCEPS
FEC IT I 2
Tampoco sabemos a ciencia ciena por qué Silo establece la cone en
las proximidades de Pravia. Si esta localidad es, según tocios los indicios. la

1I F J. Fcrn:índez Condc-M.C. Santos del Va lle. "La Cort e de Pravia. Fuentes docu mc ll -
-
wles c ro llí~ li éas b ibli u!!rüfi(.~ a s · ·. [Joleríll del IIISlillllO de ESffulim' ASllIria1/os. 42.. 1988.
865·932. En el artícu lo mcncionado más arriba . re lativo a los lugarcs de c ulto. poníamos de
re li cv~ qUl! 1.1 úni ca dific ullad para adlll iti r un lugar dc cult o ¡mti guo d e d ic~ldo a 1<1
~"'a gd ak ll ". era la tard ía introdu cc ión (h.: la vC Ilt:' ración de la Santa c n el S'1I110ra l oli eial de

-
Occident e: fi nales del si210 V I: V. Saxcr. Le ('ulre c/e MlIri<J M {ulélein e f!1I Occidf!1II des 01';·

.f!in es {I la jill de M oyel/ :\ ge. P.uú. 1959.
12 El. Fcrná lldcz Co nelc-i'vl.C. Santos de l Va lle. " L i t Co rte de Pr3via. Infl uencias visigo-
das de los tcslimonio$ arq ueológicos". Boletíl/ del l llstillllO de ESllIclios ASllIrial/os. 4 1. I Y87.
J 15-44 + 22 pp. ele I:íminas.

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1...(1 Rdigioshlad M('dh' I'al (! " ESI'lIIia. l. AI/(/ Edad M edia (s. VII-X)

e n la rasa coste ra, vincul adas al monasterio ga ll ego de Máximo, e n e l


que estaba ubi cada la sede de Britonia, un lugar de emi grac ión de cris-
ti anos bretones o británicos 15 La notic ia es import an tísima porque
remite a una informac ión relativa a la ex iste ncia de un ¡ímbito de
Cri stiani smo. con c ierto grado de organi zación y a la época sueva, lo
c ual supo ne lógicamente la presencia de núc leos de cri stianos en una
época anteri or, cuya datación no sabemos preci sar por la parquedad de
la refe rencia documcmal. En c ualqui er caso y como se anali zará más
hdelame, la ex iste nc ia de cristianos en estas latitudes de Asturias ti ene
mucho que ve r con la expa nsión de la nueva re li g ión grac ias a la acti-
vidad mi sionera de grupos momísti cos. que formaban parte de movi-
mientos migratorios provenientes de las c ri stiandades insul ares o britá-
ni cas 16
En un examen detenido de otras zonas de las Asturias centrales
con restos arqueológicos romanos o de tradición romana, frecuente-
me nte vinc ulados a poblamientos castreños, no hemos podido identifi -
car, co n claridad. elemen tos material es que ev idenc iaran la ex istenc ia
de lugares de c ullo cri sti ano. Sólo in sinu amos la posibilidad de que e l
hagiotopónimo de San L1orente, si tuado en e l espacio costero de
Rod iles, Villaviciosa, pudiera responder. efecti vamente. a una pequeña
ig lesia de la época de transición. Sus coi nc idenc ias con la Madalena de
La Lle ra (Pravia) podrían reforzar esta sugere ncia, Con todo, la necró-
poli s re lac ionada con ese supuesto lugar de c ulto recuerda las cUl'acte-
rísticas de los enterrami ent os asturianos de los siglos IX -XI, perfecta-
mente conoc idos 17

15 P. J).wid . o.c.,
p. 44.
16 e fr. las pp. 163 Y ss. dc ('~ IC trabajo.
17 1... 1 mayor Ixlrtc de las informaciones sobre C~I¡¡ chis\! de y at:i m icllt os: arq ueológi cos se
deben a publicac iones del gran arque61ogo e historiador J.M. Gonzál ez y FcrniÍndcz Vall es.
P.lra la SUpU CSI;i iglesia de San Llorente: " Los restos arqueológicos de Rodiles" , Valdediós.
t 959. 2:1-:18,

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I

I
CVfl.wlidac:iólI ye ro/l/ció" del cristianismo en los lIIíc/f!OS políticos dl-II101H !U" úll.w/al", ..

En los te rritorios de la zona ori elllal de la actual Asturias, do mi -


nada ya por pueblos cá ntabros o cántabro-astures, tambi é n se pueden
rastrear huellas de Cri sti ani smo tardorromano con pos ibles lu gares de
c ulto vinc ulados a probabl es santuari os paganos. Aquell as comarcas
c. ta ban habitadas por puebl os con restos de estructuras soc iales primi -
ti vas. que rec uerdan , e n bue na medida, a las formaciones tribales o ciá-
ni cas. El más conoc ido de todos es el de los Vadinie nses. sobre las már-
ge nes del río Sella I R. En ese ambie nte se producirá la subl evación de
C uado nga (722) y el establecimi e nto de un centro de poder po líti co de
forma s ex tremadame nte precari as: Can gues d ' Onís, que constituirá el
punto de partida de la llam ada Monarquía asturiana .
La abundante doc ume ntación e pi gráf"i ca de las lápidas fun erarias
vadini enses permite comprobar el alto grado de ac ulturación romana y,
al mi smo ti e mpo. la pervivencia de sus estructuras 'ocio-culturales y
reli giosas de tradición indíge na. Tres de ellas, en concreto, hall adas
cerca de Cangues d ' On ís y datadas en torno al siglo V. han sido o bjeto
de numerosos estudios, con di stintas conclu siones sobre su posibl e sig-
nifi caci ón cri stiana. La conocida como de Dov ide na no parece que
tenga todav ía nada que ver con la fe cri sti ana. pero sí la segunda : la de
Nore no. el nombre del niño, al que va dedi cada 19 El tercero de los e pí-

18 En el !;iglo 11 Pto lOlllcu util iz'lba ¡;; I ténni no de cil'iws para dcnom ina r ;'1 este pueblo
prcrroman o y 110 porque cxbti era. realme nt e. una CiUtl;ld con ese no mbre o . si :-;c qui ere. un
luga r de habitación co n li sonomía urbana. ~j ll o po rque ese té rmi no e ra e l üni co que e l gcó·
grafo podía ut ili zar par;\ nombrar a UIl grupo soc ia l con estruc turas de p¡¡rclltcsco y de an i-
(" UI;H:ión anti guos. que no coi ncidían cu n las es lrUClU ras rom an a:-.. Para un a n :l l i~ i s re novador
sobre los Vadin ienses : A. Barbcro-rv1. Vi gil. Sohre lo." ol'Í.i!.('lIe.\'.. .. L. r . Tmn bié n: R.M. Cid
L6pcz. " La sociedad aSlUr bajo la dominación romana", H istoria d(J AS/liria.'; (cd. L I NlI ~v a
España), v. 1. pp. 160 y ss. Nuevas acotaciones hist6rico c rÍl k as : M. Cmz GOll z:ílcz
Rodríguez. Los A SlIIres y Jo.\" CÓl/labms Vodill;clI.\·(' s. VilOria. 1997: il de lll á ~ "La o rganiz;l·
ció n soc ia l a ~ l l1 r" ·. A Slltres. Pueblos y ClIl lura.\· ell Ja jivl/lera .... pp. 129· 139.
19 El lI.::xto de :l l11 bib con ~u corrc~ pondic l1lc transc ri pc ió n: F. Diego Salllos. I:.i)igr(~ría
romana de A.wul'ia,\'. pp. 140- 142 tia de Norc no). y pp. 145 - 147 (1:1 de Dov idc na ). A.
Rodrígucz Col me nero. "¿ JIl!)(Tipc iollc :-, tTislianas e n el Mu :-.co de OvicdoT. M el1lorias t/l'

147

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UI Religio,\·idml M n /iel"fll (' 1/ ESfJwia. 1. Al/(l P:dml /\t!edia (s. VII-X)

grafes, conocido como el de Mag nenti a, resulta más expresivo y, al


mi smo tiempo. e. susceptible de interpretaciones diferentes:

Magncn/ti a cxcecl it an nor\'( m) v/i(gi)nti (c1i ervm ) XXV. ex dOlllv


domi"ica 10

El problema se plantea en 'la interpretac ión de la última expre-


sión: "ex domv dominica". ¿Se trata de la "casa de l Señor" , es decir, de
una igl es ia o templ o cri stiano, O má. bien habría que pensar en una
fo rm a de denomi nar la casa señori al, es decir, un centro de poder polí-
ti co-social? A. Barbero y M. Vigil les parece más correcta la segund a
interpretación, lo cual supondría la existe ncia de un poder político en la
co marca de Cangues d'Onís, de ámbi to reducido, por supuesto, que se
habría mantenido pagano hasta la última parte de la época visigoda.
Entonces y por la inlluencia de eremitas-mi sioneros, que trataban de
sustituir los lu gares de culto pagano por el cri sti ano, se habría conver-
tido aq uel cen tro político al Cri stiani smo. La Cova dOl/linica del cerca-
no Inonte Auseva, relacionada con el menci onado centro de poder de la
vega de Ca ngues d'Onís, y santuario pagano, asimi smo, se transforma-
ría tambi én en santuario cri stian o, dedicado posteri ormente a la
Virgen2 1. A nosotros nos parece acertada la lectura de carácter laico o
secular de Barbero y Vig il , relat iva a la dOl/llls dOl/lin.ica 22 Que la
ex presión coba dOl/linica, referida a Cuadonga en la versión Rotense de
las Crónicas Asturiana.\' tenga connotac iones religiosas parece, además,

/-lislOr;a Antigua, V II I. Ovicdo, 1987, pp. 177-86, <lnaliz:1con cuidado los dos epígmfcs y le
pa rece ev idente [;) nalUral cza c: risti ana de la de Norcllo. pero al guno de sus razonamientos no
resulta. a nuestra manera de ve r. sufi cicnlcmcnt¡,: convincent e.
:w F. Diego Sant o~. O.e.. pp. 1-1.1- 144 .
21 A . Barbero- M . Vigil. Sob re los orígene..... .. L. e, pp . 193 Y !O$. A . Rodríguez Colmenero.
L. e., también considera cri:-.tiana la inscripción. :-.uponicndo la ex istencia de una necrópoli s
en Cangucs d·Oní:--. vinculada ¡¡ otra basíl ica del tipo de 1<:1 de Vcra ncs.
21 EJ. Fernándcl Conde. ··Lu gan.'s de cul to .. :·. L. r .. pp. 44 Y ss.

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COII.wlidació" y el'olllciólI del cri.'i1itmismo ell IO.f mí(·leos político.",· del " 01"1(' penil/sular ...

bastante claro _Aquel santuari o, ya cristi ani zado, debía tener una rele-
vanc ia espec ial para los puebl os y los jefes loca les de la comarca del
Sell a, ya que es en él o en sus cercanías. donde se ce lebra el fam oso
"concilium" al que se une el caudillo Pelayo para sum arse a la rebeli ón
contra las autoridades musulman as por cuestiones tributari as:

"lile qllide m (Pelagill s) 11lontana petens. qllantosclI11lqllc ad con-


ciliull1 properant c$ invenit, sec ul11 adilln xit adque ad l110ntem magnllm ,
cui nomen est A sclI va ascendit el in Imere l110nti s antrull'l qllod sciebat
tutissi11lll11l se contulit"23

Todo hace pensar que e:e "antrum tuti ss imum", es la cueva. en la


que se encontraba la "domulll Sa ncte Mari e", CO Ill O puntuali zará. más
adelante, la Rotell.l-e. Que aquel templ o o erelllitori o, dedicado a la
Virgen, hubiera sido anteri orlllente un lugar de culto, frecuentado por
los Vadinienses, entra dentro de lo posible y de lo razonable.
El hecho de que Pelayo, el vencedor de Cuadonga, estableciera en
Cangues d'Onís la sede de su poder político. todavía de álllbito o alcance
muy local y rudimentari o, resulta perfectamente coherente con la pree-
xistencia de una rea lidad política en la zona, CO IllO se apunt aba más arri-
ba. El sucesor de Pelayo en la jefatura de los rebeldes astures, Favila
(737-739), edifica allí un sencillo templo cri stiano dedicado a la Santa
Cruz, con una larga inscripción fundac ional. que contiene algunas noti -
cias de notable interés24 El "resurgit" del prilller verso puede interpretar-
se en sentido estricto: "se levantó o se construyó de nuevo". o de forma
más genérica: "se edificó". Si se adopla la primera de las dos acepciones,
estaríamos afirmando que la pequeña igles ia de la Santa Cruz habría sido

:!.~ Crónicas aSlIIri{/l/as ( v. ROlellse). L. c. , p. 124.


2-l Sobre l o~ probkmas de autentic idad que ,,1'IIHe;.! es ta inscripción. cuyo soporte matc-
rial se ha perd ido. au nque conservemos todavía una fOlografía ori gin al del mismo: J.
Fern;'Índcz Conde. "Centros de culto... ··, L. c., pp. 47 )' s ~.

149

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COlIsolidación y (:I'olllciól/ del cristi(lnismo en los I/Ikkos político." lI(-l lIon" pl'llillsul(fr ...

qui zá para desarrai gar de esta c lase de pobl amie ntos las hue ll as o
creenc ias paga nas ancestra les que pudieran conservarse25
En Ov iedo, donde Alfo nso 11 e l Casto asentará de finiti va mente
la sede de la Cort e de la Monarquía asturi ana (791), fue fundado e l
monasterio de San Vicente e l año 78 1. Y a l lado de la primera edi fica-
c ión " mo l1<lstica" , Frue la I construye la ig les ia ded icada a San Sa lvador
de Ov iedo, reformada más tarde y convertida e n catedral de la nueva
di óces is de Ov iedo por e l Casto hacia e l 8 12. La corte de Ov iedo con-
tará ya con una verdadera hie rápoli s, pues la recién in augurada sede
epi scopal aparece tlanqueada por un a ig lesia dedicada a S. Tirso y otra
a Sa nta María. para servir de panteón reg io a los soberanos astures, a l
lado de l vec ino "monasteri o" de San Vice nte y de otra pequeña c ripta o
igles ia, sobre la que más tarde se levantará e l poderoso cenobi o de San
Juan Bauti sta y San Pe layo de Oviedo. Y todo esto sin olv idarnos de la
ex traordinari a basílica de San Juli án de los Prados, en las afueras de la
c iudad, de e locuente tradic ión paleocri sti ana, un verdadero a larde de
pinturas mural es que co nstituye la ex pres ión más acabada de la ideolo-
gía po líti co-re li g iosa de la nueva Monarquía astur, que tal vez qui siera
emul ar la construcc ión po líti ca carolingia, cuya ex pres ión artísti co-
arquitectóni ca más acabada entonces era Aquisgrán 26 .
Como conc lusió n de esta seri e de refere ncias, relati vas al prime r
C ri stiani smo asturiano y a los más anti guos santuari os o ig lesias,
podrían establ ecerse algunas afirm ac io nes que parecen justifi cadas y
sostenibl es.
A la visra de la docume nt ac ión arqueo lóg ica ex iste nte, que tras-
cie nde. con mucho, la info rmación doc ume nt al y epi grá fi ca, todo hace
pensar que e l fenó meno de acultu rac ión ro mana en Asturi as, as imétri -

15 J.M . Gonz{¡!cz y Fern{¡ndez Valh:.~s . ··EI culto cristiano en los l' ll1 pl azalllic nto~ de los
C<l ~ tro s de ASluri;.¡s··, H isfOria de Alill/rias. v. 11 : ASfllr;as /n-ofo /¡¡:\lúrh:a. pp. 239 Y ss.
~tí F.J . Fcrn;índcl Conde. ··La ideología polític;'I en Ii! Edad Media. L,¡ éPCX'i.l de 1..1
Mon,lrCluía ól sllI riall il·· (inédito. en vías de publicación).

151

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UI Religiosidad M edil'wtf (' 11 ESlwl1a. /. Alw Edtl(l M('dia (s. VI/-X)

co y desigual, ll evó aparejada, como en OtTOS lugares, la propagación de


la nueva re lig ión cri stiana desde la tarda ro mani zac ió n, concretamente,
desde los siglos IV y V. No tene mos demasiados moti vos para suponer
que el bino mio roma ni zac ión-cri sti ani zació n funcionara e n Astu rias de
forma di stinta a lo que ocurría en otras partes.
Durante la época que so le mos deno min ar " visigoda", parece
lóg ico pe nsar que el C ri sti ani smo de las comarcas asturi anas fuera en
aumento. aunque de mane ra mu y paul atin a, grac ias . seguramente, a los
contactos norm ales de los habitantes de las mi smas con los de otras
regiones vec in as. de la Bracare nse, por ejemplo, donde la re ligión y las
in stituciones cri sti anas estaban ya mucho más arraigadas. Este proceso
de ósmos is re li gioso-c ultural no pretende desmentir o corregir, en
modo alguno, la tes is sobre la nul a prese ncia de l poder de los visigodos
e n las Asturi as transmontanas, como han dejado ya bi en asentado, de
mane ra reiterati va, muchos autores. Si durante esa é poca no hubie ran
ex istido núcleos de C ri stiani smo ¿cómo entender la ex istencia de dos
grandes "di strit os parroqui ales" que controlaban los cri stianos de las
Asturias centro-occidentales en la segunda parte del siglo V I?
Q ue el C ri stiani smo de los asturi anos de la é poca tardorromana y
a lto llledieval mantu vie ra aún numerosas formas de reli giosidad pagana,
roma na o indígena, entra de ntro de lo lóg ico y de lo prev isibl e, sobre
todo. si te nemos en cuenta ese fe nóme no de la e me rgencia de las
estructuras soc io-cultu rales indígenas, que se produce a partir del sig lo
]](, vinculado a la decade ncia generali zada de la presencia dominante
de Roma.
Los primeros lugares de c ulto cri sti ano tu vieron que ser de factu-
ra pobre. Algunos. simpl es hábit ats rupestres o sencill as cabañas indí-
genas. Desconocemos la primiti va fá bri ca de Cuadonga, dedicada a la
Virgen María. pero sí nos consta la modesti a arquitectó nica de la igle-
sia de Santa C ru z de Cangues, edificada por Fav il a y su mujer. En
Ov iedo, al lado de la ig les ia ele San Salvador, construida y re novada
profund ame nte e n el corto período de c in cuenta añ os, ex istía ya, segu-

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COIIsofidaci611 y evolución di'l crhuicmiSlIlo eH los IIÚc!f!{JS políticos dtd lIorte (l('lIinmlar .. .

rame nte. la pequeñísima cripta que hoy protege y e ncubre e l templo


monástico de San Pe layo. En la parte más ori e ntal de Asturias. a l laelo
ele Tinamayor, se docume nta. e ntre varias iglesias. la ele Santa María ele
Tina e l año 932. A partir ele unas excavac iones recientes se pudo com-
probar tambié n que en aquel lugar ex istía un centro de cult o de minús-
culas proporcio nes, acogido más tarele por una importante ig lesia de l
siglo XIII. reformada y ampliada en el XVII 27 Es probable que cuan -
do se ll eve n a cabo otras in vestigac iones arqueológicas simil ares, pue-
dan encontrase ejempl os parec idos, que nada te nían que ver todavía con
los edifi c ios más emblemáticos elel Prerrománi co asturiano. tal como
hoy lo conocemos.
Con todo, podemos supone r tambi én que los mo narcas aSllIres,
e n especial a partir del año 800, se mov ían política e instituc io nalme n-
te en un ambiente cultural o, si se quiere, e n una me ntalidad do minan -
te, de la que fo rma parte e l uni verso c ri stiano como pi eza y refere nc ia
esenc ial de sus siste mas y de sus actuaciones, sin que e llo exclu ya, e n
modo alguno, la prev isible ex istenc ia de verdaderas " bolsas de paga-
ni smo" e n las comarcas más a isladas. Las esplé ndidas fábrica s que
constru yen muchos de estos príncipes. constituyen ya la prueba e lo-
cuente de un "C ri stiani smo triunfante", que encue ntra en los propios
reyes astures a poderosos e interesados va ledores.

Núcleos cristiallos entre los ASlllres Cislllol!lanos. LeólI -Astolga

Las reg iones de los Astures C ismontanos , que coinc idían con
muchas de las comarcas aClllales de León y Astorga, te nía n ya núcl eos
de cri stianos importantes, por lo me nos, desele el sig lo 111. En c1efiniti-

27 El Fcrnándcz Conde. "Sant¡t María ele Tina Mayor (AslUri¡¡s). Primer balancé de unas
c! xcavacionc!' arqueológicas" , HOII/cnaje (t Carfo.fi Cid. pp. 177 Y ss.

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VI Rl' ligiosidad ,\!fedieml ell !::"sJUli¡(I, /. Alw Edad M edia (s, VII-X)

va, la presencia y las influencias de Roma e n estas latitudes tu vo que


ser, a buen seguro, mu cho mayor que entre los Transmontanos, Baste
recordar la menc ionada carta del ob ispo de Cartago, C ipri ano. a med ia-
dos de dicha centuri a. diri gida a las comunidades cristi anas de León
As targa y Mérida y la prese nc ia de los ob ispos titulares de
León-Asto rga en e l conc ilio de Elvi ra a comienzos de la centuria
-
sigui ent e; o del de Astorga. so lame nte. e n los primeros concilios
nac io nales, respondi endo co n la doble denominación de los primeros
tie mpos a las funciones de capital idad milit ar de la primera y a la de
ce nt ro de admini strac ión políti ca de ASlllric:a, que acabará por prevale-
ce r como c iudad epi. copa l frente a León, al ir perdiendo ésta su impor-
tanc ia estratég ica con la ll egada de los pueblos germánicos18
Cerca de León fu e edificada una "iglesia martirial", Santa María
de Marialba. la única de éste gé nero en e l oroe. te peninsul ar, con una
primera fábri ca basili ca l construida en e l siglo IV-V y tran sformada
posten orme nte de ac uerdo con la nueva funci onalid ad c ultual.
Nu me rosas trad ic iones locales. carentes de fundamentos hi stóricos
sólidos. han vinculado los trece e nterrami entos del ábside de esta i!!l e- ~

sia con la leyenda del martiri o del centurió n S. Mm'celo y sus doce
hijos, pero no habría que descartar la razón de su natura leza martirial
co n las últimas persecuc iones de lus sig los III-I V, sobre tudo con la de
DiocJeciano. que fu e mu y crue nta e n ambientes castrenses. y León lo
era c iertamente 29 Para Astorga tenemos más informac ión literaria y

:!~ Sobre el <Jrige n de l C ri stiani smo e n e l orOcsIC co n e l con'cspo ndie nH,' a n:íli sis de 1<1
C.lrl¡l de San Cip riilllo y dd tex to de l fa llloso conc il io de Elvi ra: A. SOlomayor Mu ro. " La
hi :..toria de la igh.!sia en la Español rOI11 ..lI1 a", L. e.. pp, 42 Y s, Y 8 1 Y s:o., Una sfntesis brc\lt..'
sobre el C ri s li alli ~ mo en esta:.. regio nC's: .I ,M. Novo Glib.in, O.e.. pp. :\59 ~ 62,
29 Th. Hall ~c h i ld, "'Die M ;irt yrer· Kin.:he Vl)n Marialb.¡ bci León", l.egio VII GlmÚ1Il1
( Leó n. 1970 ). pp. 511 -52 1 (lambi l!n: "" La Ig lcsiil Martiri¡'d de Marialba", /3 o!t-rill dt' la Real
Academia di, !tl HiSTOria . 163, 1968, pp. 243-249), Sobre e l cullo a lm:í rlir S, Mareelo: M.
Sotomayor Muro. "La hi slOri a ck la ig lc:sia en b E:-' IJiuia romana", L. e.. pp, 60 Y ss, Parece
que el culto a este :-:al1lO 110 :-oc int roduce CII E:-:pail<l hasta cl siglo X: B, de Gaifticr.
-
"L' élog iUIll dan:-: la Pm;sion el..! Mareel le Celllurion' 0. I.::lltdes criliqlU'S ti '/wgiogml'''ie el ti 'icono-

154

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COII.wlidaciúlI y el'ofllóá// tld cri.\'Iia//i.'illlo en fo,~ mídl' {JO\" políticos dl'llUu·re pel/in.Hllar ...

arqueológ ica. Así. el sarcófago de Sa n Justo de la Vega, ig lesia silll ada


a las afue ras de la ciudad , fu e traído desde Roma a comie nzos del sig lo

-
IV30 Según las noticias de Hidacio, el soberano godo Teodori co JI
habría inflig ido graves daños materi ales a esta ciudad e n la centuria
-
sigui ente (457), destru ye ndo varias ig les ias con sus altares y preseas
sagradas. El conjunto de jarritas de bronce astorgano-l eone ses que se
conocen. c uatro cn su totalidad, pcrt enece n ya a la época vi sigoda, aun-
que, la datación de uno de e ll os podría ll evarse hasta el sig lo 111 o IV.
Probable mente se utili zaron para fun ciones litúrgicas31
Después de la in vasión islámica, la sede epi scopal de Astorga fue
restaurada pronto, conc retame nte durante el rei nado de Ordoño I
(850-65) dentro de un ampli o programa de repoblación ll ev ado a cabo
por este soberano fu era de la Cordill era Cantábrica. En el mi smo pro-
ceso de reorgani zació n soc ial o de re población. el mencionado sobera-
no crea la sede epi scopal de León. que comie nza as í su hi storia propia-
mente di cha e n calidad ele di ócesis epi scopal inde pendie nte.

El p rilll.er CrisliallimlO ell G{dicia

En la Gallaecia, la ac ulturac ión ro mana fu e ta mbié n intensa y en


algunas comarcas muy pro fund a. La mayor parte de los restos arqueo-
lógi cos conocidos llevan la impronta pa leocri stiana de la época
tantiniana, es dec ir, de los siglos IV y V. La mayoría de e ll os aparec ie-

gmpl1ie. pp. 81·90: cid m ismo autor: "A propos de Mareel le CI!1Hurion", An'Mm,\' Leoneses.
23. 1969. 13·2.1.
}U M. SOlomayor Muro. Sm"('(;fogos /,()II/(II/O-CTüticmo,\' ti" l·:sf1(/1ia. 1':sllIdio ;nmog ráfico.

pp. 47·5 ~ .
31 p, de Palol S¡lIdlas. IJml/res his1'tlllOl 'isigodos de origen medilerrÓnéO. 1: ./arr ilO.\' y
"artillas Jillí,:-.:i('{/,\', p, 65 Y S~, Sobre e l Ill:ís ami guo. perteneciell te a una colel:c ión privada:

J. L. Avello Alva rez. "Jarri to visgodo de ASlorga". ¡h ror;ca, l. 1983. 119 Y ss. También: A.
Qui lll ana Prieto. "Ja rriw lilúrg it·O·', O"~t;('I/(:s .... p, 11 2.

15:;

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Uf Nl'ligio." ;tlad ¡\t/edil'wtl (' /1 /:;spw;a. 1. r\lw Edad M l!dia (s. VII· X)

ron e n las co marcas de Lugo y cas i todos tiene n que ver con las fábri -
cas o constru cc ione: romanas preex is te ntes. a veces de natural eza re li-
giosa 32 Las ig les ias de la Hermida de Quiroga y de Ternes, am bas en
la provinc ia de Lu go, conti enen vari os e lement os arquitectóni cos de la
mi sma tradic ió n. e ntre lo que sobresale n dos pi ezas re levantes: e l
fam oso di sco de mármol con cri s món cri stiano en la primera y una rapa
de sarcófago constantinian o e n la otra . El sarcófago de Villanueva de
Lorenzana es posteri or, seg uramente del siglo VI 33 Santa Eulali a de
Bóveda, ig lesia levantad a en un pob lami en to castreño durante e l sig lo
IV y reco nstruida más tarde, e n ple na época de la Monarquía asturiana,
estu vo vinc ul ada en sus orígenes a una ed ificac ión romana , c uya natu-
raleza y ca racte rísti cas resultan difíciles de determinar, s in que se
excluya la posibilidad de que pudiera haber sido un ninfeo 34 Las pin-
turas de la segunda etapa constructi va ti enen parecidos con las murales
astures de l re in ado de Alfonso 11 e l Casto. qui zá un hermoso precede n-
te de é SUlS. Las este las y las fuellle s epigráficas de los siglos IV-V que
, -
se co nse rva n en la actualidad son mu y escasas")
El mov imie nto pri sc ili ani sta. que afecta una parte muy importan-
te de la iglesia hi spana del siglo IV. y en espec ial la del oroeste. pare-

32 Una síntesis de la arqueolog ía paleocri:-. ti ana de 1;1 GlIl/(Wlifl IIICell.'it! ; J.M. ovo
Gliis;í n. o.c.. pp . .162·66 .
.l\ Para el di,Sco de m;írl11ol co n cri smón: H. Sc hlun k. "I.os munUllll! nlOS p¡¡leocri s.tianos
de Ga ll aecia. especialment e los de In prov inciJ de Lugo". ;lelas del Coloquio Illlen w ciollal
sobre ellJilllilnwriu dt! Lllgo. pp. 193 Y ~s. Sobre la cubierta tic Te mes: l bíd.. pp. 194-96: y
tambi én: J. Gómcz Delg:¡do. " El co mplejo de- Tl! n h!~ l~. u n m OIlUlllén lO p<lleocrisli anoT. XV
COll8reslJ Naó(JIlll/ de Arqm'%K[a. pp. 1143 Y .ss. De este mb mo aUlOr: "L.¡ Biblia enl:¡ ico-
nog rafía pé trc;:l lucc nsc". Uoletíll €Id MI/seo P/"(JI'if/ c;ttl de LlIgn. 2. 1984 . 85 Y ss. Sobre e l
sarcófJgo de Lorenzana: H. Schl unk. L. e. . pp. 199 Y ~ s . Cfr. también: M.e. Diaz y Diaz. " La
cri sti anización de Go li L' ia". Uf roW(ilti: (u:iáll de Cl/licia. pp. 199 Y ss.; eMe aulor prclCnde
ve r hu cll a:-. priscilian baas en (':-.ta pieza arqueo l6gic;:1.
3-1 M. Ntíiicz Rodríguez. Arqllil('('/lI rtl prermllllÍll;ca. p. 46. pone de relieve la prob lem{¡·
ti ca que "urge cu¡¡nd o se tr¡¡t a de e:-.I¡¡hlcccr rel aciones emre los elementos romanos y cris·
tianos dI.:! una igles ia anti gua. Sa nta Ma ría de Bóveda co nstitu ye un buen ejemplo de dio .
.15 Una bre ve rcscfm : J.M. Novo Gi.iisán. a.c.. pp. J64~ 65.

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La Rel;g;o.'iidad M('d;e\'(ll (' JI Espm;a. J. AIra J:.:dad Mel/ia (s. VII-X)

De la época sueva en Ga licia (430-585) han quedado también


numerosas muestras de edifici os religiosos, La ig lesia rupestre de San
Pedro de Rocas, relacionada con el auge del ere miti smo del sig lo VI y de
la transición de la vida eremítica a la cenobítica, es, sin duda al guna, un
buen ejemplo de ellos 38 También se conocen restos arqueológicos de
otras ig lesias de la época 'ueva. de tradición paleocri stiana y tardon'o-
mana, sin que pueda pensarse por ell o en la ex istencia de un arte propia-
mente suevo 39 La larga , eri e de nec rópoli s tardorromanas, algunas de
ellas con elementos cri sti anos, constituye, asimi smo. otra referencia
arqueológica signifi cati va sobre la intensa presencia del Cristi ani smo en
la sociedad ga llega de este período. Con todo, la abundancia de los "sa r-
cófagos de estola", entendida esta ornamentación a manera de repre en-
tación simbólica de orantes y de ascendencia sueva, como pretendía
Chamoso Lamas, ha sido puesta e n entred icho por estudios posteriores,
que retrasan la datación de estas piezas funerari as hasta la plena Edad
Media 40 Santa Comba de Bande, en Ourense y el conjunto arquitectóni -
co de Saamases. ce rca de la capital Lucense, son, sin duda alguna, los
monumentos de índole religiosa más importantes y mejor conoc idos de
la época visigoda de Galicia , sin que estemos en condiciones de establ e-
cer una caracteriología dife renciadora de las fábricas eclesi<isticas ele los
dos períodos del "domini o" germánico en estas latitudes del Noroeste 41 ,

J~ E. Duro P~ña . El /1/0//(/.\'1 (71';0 de Rocas y S il colección dOClI11lellraJ ( Orel/ S l' ) . p. 30. M.
N líii ~z Rodrígucz. O.C.. pp. 19 y :-.~ .

~9 M . NlÍiicz Rodríguez. O.e. pp. 4 1 Y S~. hace ull a síntes is mu y prec isa de la producció n
art ísti ca de c~ l e períouo hi stórico. Anteriorm ente: H. Schlunk. "Los monumentos pateocris-
t¡an os dc.: . "Gallacc i¡¡" , é~ pc c i a llll c nt c los d~ la pro vincia de Lugo" : Aclf/s del Coloquio
J/l/ emociol/al sobre el }J;mi!l'lIoriu de Lllgo. pp. 204 Y ss.
-10 F. AClIIi¡t Cilslroviejo e l ¡tlii. Preh¡slOr;o e arqu('%xía ele Galicia. Esrado de la C IIt' l' ,
p. I 02 . P. Acuña Fc rn ~) nd cz- F.Arias Vi las ... t\ Igu nh<ls custións sobre os asc,;n l al1lenl Qs na
1;1)11.
Gal icia baixarromana" , 11 Semil/ar;o de Arq/leoJogifl del Noroeste. p. 270. Numerosa::-
rcrcn:~ n c i;ls :-.o hre este ti po de e le me ntos arqueo l6gicos: M . Nüñez Rodríg uez. o.c.. pp. 19 Y
ss. Cfr. tambié n: 1-1 . Schlunk. "Lo~ mOnllllh!llIo!' ...... L. e. pp. 20-1 Y ss.
4 1 Una buena sílllt!~ i s de los dementos arq ueológicos de e ste pe ríodo: M. Núilcz
Rod ríguez. o. c:.. pp. 65 y:-:5.

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Lo l?e1ixiosh!at! Medie ral en E.\'/III1;O . /. Alta Edad Media (s, VII·X)

Con todo. la posición religiosa de la monarquía sueva ti ene inte-


rés para conocer las primeras estructuras admini strati vas de la iglesia y
la actuac ión admin istrati va de sus o bi spos, cuya relac ión con los dis-
tintos reyes germánicos no podía ser compl etamente ne utral o indife-
rc nte . As í. los primeros so berano s s uevos era n paga nos . E l
C ri s tiani s mo, e n s u vers ió n arriana , fu e adoptado por e l rey
Re mi smundo en ajio 466. debido a la influencia de un mi s ionero lla-
mado Ayax , según las notic ias de l menc iona lo Idac io:

·'EI gálata Ayax apostat ,1 y se hace arrian o entre los Suevos con
la ayuda de su rey. resultando enemi go de la fe católica y de la di vina
Trin idad . Este veneno pestífero del enemigo del hombre ha sido traído
por los Godos de la Galia"4J

La conversión al Cri sti anismo ortodoxo de los monarcas suevos


elebió ele acontecer en la primera mitad de l sig lo V I, bien por la influen-
c ia taumatúrg ica ele San Martín de To urs, s i haccmos caso de la litera-
tura religi osa fran ca, o gracias al esfuerzo mi sionero y reorgani zador de
Martín de Panoni a. después obi spo de Dumi o y de Braga, que parece lo
más razonab le . Segú n e l testimoni o de San Isidoro. e l artífice po líti co
de di cha convers ió n habría s ido e l rey Teudem iro (559-70): el cual
" hab ie ndo alcanzado la fe católica, destruido e l error de la impiedad
arriana, volvió a los suevos a la unidad de la re"··. La conqui sta y la
sumis ión política e l re ino suevo. llevada a cabo por Leovigi ldo (585) y
la posterior convers ión al catolici smo de los reyes vi sigodos de To ledo,

j.ILk! de Accio. que ti la s'lzón llevaba a caho una expl!dici6n en las Galias"; Crollico/l de
/dacio. ohis po dt' Cl1m ·es. (.,·.IV·V). a. 43 1. cd. J. Campos. p. 75. Edi ción crítica: Hydace,
CJ/I'(J/Iiql/e. A. Tranoy. 2 vols.. (Soll rc:i'.'i Chrt;rieIllJJ. Il n. 2 18-2 19). París. 1974.
,(\ Crollh..:Ó". a. -t66. pp. 126- 127 (cel . 111\!I1(:io l1 <1da más .¡rriba). O parece que Richiari o,
el hijo de Richila. que acecele ;:1\ (rono a b I11UCI1 \! de éSle (a . -t48). se hubiera convenido ante·
ri onnclllc :11 Crislianislllo.
'¡.l S. Isidoro. Historia .)'1/('\'IJI'lII1l . ell. C. Rodríguez Alonso. p. 319.

160

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C()fJ.wlidaci611 y el'o/l/cid" del cristianismo eu los lIIícleo.\" políticos de/1lorte pellinsular...

no parece que puedan considerarse como acontec imientos ex traordina-


ri amente relevan tes en la evo lución reli giosa de la Gallaecia de la tarda
romanidad hasta los tiempos de la in vasión musulmana45
Sin embargo. el di seño de la admini strac ión eclesiástica del rein o
suevo, plenamente confi gurada después de la conversión de Teudemiro,
sigue una vez más, el viejo y tradi cional sistema adaptati vo, procuran-
do que las estructuras ecles iásticas respondi eran o se adecuaran de
forma conveniente a las políticas. En los dos concilios de Braga de la
segunda parte del siglo VI (56 1 Y 572), la iglesia sueva tiene dos ce n-
tros metropolitanos : la "provincia de Braga" con cuatro obispos de la
vieja provincia emeritense -Vi seo, Coimbra, Idahna y Lamego- y el de
la "prov incia de Gali cia" , que tenía a Lugo, co mo sede metropolitana46
Más tarde, después de la caída del reino suevo, semejante di visión ya
no tenía ningún sentido funcional, sobre todo. desde el punto de vista
político. Por eso, el arzobispado de Mérida recupera sus cuatro sedes
lusitanas (a. 666) y Lugo pierde ya la condición pri vilegiada de arzo-
bispado. para que esta capac idad admini strati va recayera sobre Braga.
Con rodo, más tarde, la anti gua civira.I' Lucellsis, durante muchos años
de la época de la Monarqu ía asturi ana la capital eclesiástica del reino
astur, vo lverá a rec uperar su antigua condici ón de sede sucedánea de la
vieja metrópoli bracaren e. La CrOllica Albeldense, ex presa la nueva
realidad con notable laconi smo y exactitud:

"FlaianllS Bracare LlIco episcoplls arce·17

.JS C fr. K. Sch¡¡fcrd ick, Die Kil'chC ;1I de" Rcic¡'ell del' ' Ve.Hj.,'o'i'lI his ::' /(I" Erridlll1l1g da
lt"eslgOl isc/¡ell katol ;selle" SW(l/ski rellell . Bcrl í n. 1967 .
.:¡6 J. Vives. O. r .. pp. 65 Y ss (1 C. de Brag~l) y pp. 78 Y ss ( 11 Conc ili o de Braga) .
•.17 C. p. 158 . Un estudio minucioso de 1:1 metrópoli eclesiástica de.
(I.\"{lIr ;allfls. L. e..
G.d ie ia dur::lIltc la Monarquía asturia na: P. David. t IlU/(' J .... pp. 11 9 Y ss. ("' La métropo lc
ccclcsitis li quc de Ga licie du Vllle .¡tI Xli.' siecle. Braga el Lugo··).

16 1

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La RtJigiosida(/ Mt!di('\'al el1 E.''Pmia. /. Aira Edad Mn/ia (.\'. VII ~ X)

Con todo, e l origen y la primera hi storia de la mayor parte de las


sedes de Gallaecia presentan notables oscuridades. detenninadas, pro-
babl emente. por la mi sma realidad soc ial de la reg ión, predominante-
me nte rural , con te rrit orios geog rMi ca y soc ialmente definidos, y sin la
ex iste ncia de una red urban a densa y bien entramada como en otras par-
tes de Hispmli(/. Muchas de las comarcas rurales establec idas ya co mo
"circ un scripcio nes territoriales", que podían ser consideradas por los
ro manos en ca lidad de "civitates", porque era e l término administrati-
vo que manej aban con m<Ís fac ilidad , aunque carecieran de localidades
con una morfo lugía propiame nte urbana. pudían te ne r al frente unu o
más c léri gos de espec ial re levanc ia e. inc lu so, con e l título de obi spo.
Por ello. nada tie ne de ex traño que abundaran tanto los obi spos e n esta
zo na de l No roeste durante la époc a más ca rac terística de l
Prisc iliani s mo. Co noc idos autores de la hi stori02.rafía eclesiástica de
~

Galicia se han referido a este fe nó meno, al anali zar la génesis de la pri -


miti va administración ecles iásti ca de la ig les ia ga ll ega. Así, la primera
sede epi scopa l de la Galicia norucc ide ntal del "co nvenllls" lucense es
la de Celel1is (Caldas de Re is). La menciona ldacio (a.400), refiri éndo-
se a su obispu ex pulsado de la mi sma sede por los pri sc ili ani stas y e l 1
Conc ili o de Toledo de aquel año (mul1icipio Ce /enis). Pero esta loca li-
dad perderá su condic ión epi scopa l pronto. A mediados de l sig lo
sigui e nte. la inclu ye e l texto de l Parrochia/e SUeVOn/1/1 e ntre las parro-
quias-territorio de la sede iri e nse. Curiosame nte, en las actas concilia-
res toledanas fi guran dos pre lados vinculados a esta localid ad. Algo
in sólito ocurre con Lugo, me ncionado tambi én, por primera vez, por
ldac io (433 ): "en e l di strito de Lugo son consagrados obi spos: Pastor y
Siagriu. contra la vo luntad del obi spo de Lugo, Agresli o',48
La refere nc ia res ulta. asimi smo. signifi cat iva: un ob ispo de la
vieja c:ivitas. Agrestio. tiene que e nfrentarse al nombramiento y consa-

.IS Crol/iC'(ÍI/. a. 4~3. 1). 77.

162

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COIl:w/idllcióll y ('I'o lución del cristiallismo 1'11 10.\· IIlÍclco.\· pulí/ieus d<' ll/on e f}('lIiIlJular ...

gración de otros dos obispos en su COl/l'e l/lu s o di strit o. No parece que


pueda prec isarse, con claridad, la situac ión de los dos pre lados, nom-
brados a espaldas del titular de la ci udad. por más que los autores hayan
querido ver e l probl ema vinculado al movimiento pri sc iliani sta. pero e n
cualquier caso. si parece claro que Idacio se hace eco de una situaci ón
admini strati va singular. contraponiendo la existencia de obi spos que
ejercían su mini steri o e n comarcas diferenciadas de la c iudad. al titular
de la sede e pi scopal urbana. responsable. probab lemente. de todo e l
territorio. dependiente de la menc ionada ci\litas. Parece estar en lo c ier-
to Tranoy, cuando asevera que " Ia ausencia de c iudades importantes
ra vorece e l desarroll o de comunidades rurales, que. al igual que e n
Árrica, se agrupan e n torno a un obi spo que ell as mismas designan"49
Si mi aná li sis es con'ecto, constitu ye tambié n un testimoni o sobre la
" rura lidad esenc ial" de l Cri sti ani smo gallego en la tarda ro manidad.
P. David. al ana li zar dete nidame nte e l tex to de Parrochiale. apor-
taba un a suge rencia interesante. de la que vue lve a hacerse eco. ari os
más tarde y co n c iertas mati zac iones, A. Isla Fez: la direrenc ia entre los
topónim os más meridi onales de l menc ionado texto y de los correspon-
di e ntes a co marcas o reg iones septentri onales del mi smo: "parece bas-
tante claro que cuanto más se a van za hacia e l a rte. tanto más se afir-
ma el carácter arcaico de la organi zació n soc ial de los c lanes y pobla-
ciones50 Estas nuevas observac io nes vue lven a evide nc iar, de otra
fo rma. la ex iste nc ia de unas estructuras admini strati vas en la cri stian-
dad ga llega me nos evoluc ionadas que en otras latitudes.
La impronta de San Martín de Dumio. e l organi zador y rerorma-
dar de la ig les ia sueva e n e l aspecto admini strati vo y en las fo rmas de

·IY A. Tranoy. Ut Galic(' ROlI/o;lIe. Rl'r!ierche.\· sur le l/ord-O/u'sl c/e /a Péllil/sll le Ibériqll<'
dalls /'Allliq"iré. p. 427. Sobrt: las posiblc:-, relaciones de toda esta probl cll1(¡ ti ca con el
Pri sci li¡lIli!ii l11o: lhíd. . pp. -i25 ·28. Tam bién: M . SOlOlllayor Muro. ··L,¡ hi st\}ri" de la igle-
sia ...... L. e.. pp. 252-53. Cfr. asimismo: H. Clmdwick. O.c.. p. 289.
50 P. David. ÉWdl'.\".... pp. 8 1-82. A. Isla Fel. La sO";t'dlld galfl'ga ()u/a aIra t.·dad MNlia.
pp. 10 Y ss.

163

~ \erial .)ICIeglclo
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Co"solidllCirí" y (~ nJ/l/ció" l/el (TiSlilllliSfl/ o ell los núcleos pulílicm de/llorle ¡Jl'IIiIlSlIllJr ...

ti cas de la época tardorromana en ambientes mediterráneos. mucho más


influidos por procesos de una intensa aculturación. al igual que había
,
ocurrido en buena parte de la Gali a, de Italia, de Hispal/ia y de Afri ca.
El conoc ido hi storiador de la Igles ia, L. Duches ne, anali zaba, hace ya
Illucho ti empo, las vicisitudes de la iglesia de la Bretaña continental: la
Armóri ca galo-romana, de clara inlluencia insular, donde habían ll ega-
do también, a partir de mediados del siglo V, comunidades de bretones.
huyendo de las in vas iones de los anglosajones todav ía paganos. La pri-
mera igles ia de la Annóri ca, cuyas afinidades con estas gallegas pare-
cen claras. gozaba de cierta auton omía frentc a las restantes iglesias de
la Gali a. que estaban organizadas a partir de pautas mucho más episco-
pales y monárqui cas. Se conoce inclu so. la ex istencia de proyectos
autonomi stas frente a la metrópoli de Tours y a otros arzobispados cl á-
sicos, es decir. di señados dentro del estilo tradi cional de las formas
organi lati vas ecles iásti cas heredadas o inspiradas en la administración
I"Omana 52
Sabemos mu y poco sobre las vicisitudes concretas de la dióces is
de Britonia. a la que pertenec ían. co mo se ha indi cado ya en otra parte,
las co munidades de cri stianos existentes entre los astures. En el primer
concili o de Braga (56 1) fi gura entre los confirmantes cierto prelado lla-
mado M alioslIs, el mi smo. co n toda seguridad. que suscribe el
Bracarense Ir. utili zando el nombre de Mahil oc o Mail oc y que ll evaba
ex pl íc it amente el títul o de obispo en la "sede Britoniense". Y todo hace
pensa r que di cho nombre , que significa "grande", es de orige n bretón o
célti co. El responsabl e de la mi sma sede asiste tambi én al 111 co ncili o
de Toledo (589). Por lo demás, Britonia y el monasteri o de M,íx imo .

~2 L. Duchcsnc. L' Égli.w' a H \//" sh'c /('. París. 1932 (2~ ed.). También: E.A . ThoIllSOIl .
·'Britonia". C/¡ri.wiallily ;1/ Uriltlil/. 300·700. cd. M . W. Barky· R.P.C. Han : " oll. pp. 20 1-205 ,
.
W. Da vic)ol. " P ric ~ t :lI1d nlra l Co ml11u ll il ies in Cil ~ 1 Bri wlIl)' in Ihe ni lllh Ccnwry. ElUdes
Ce/fiques. 20/ 1. 1983. 177-97: G Bern it:1". "Les ChréticIlt6 brClOllncs co nti ncll wlcs dl!spui s
It!s ori ginc'\ j lIsqu' au IX sicclc··. Do.\',\';(' /,.\· tlu ClJIII n! Régiollal ;\ rcheologiqlll' d "Alel. Renne:..
1982 (trad. gallcg¡l: /]0 1('1(11 l lt'/ MIISl' O PnJl'illC;lI/ (h' LII~O, l . 1 9~3. 67-7--' ).

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COII.wlidaci611 y erolllc:iól/ lid cristiallismo en los IllÍdeos políric{J.\' ((d l/orle pellinsular ...

111, según la C. Albeldense. si bien es verdad que exi sten bastantes lagu-
nas sobre las se ries ep iscopales hasta bi en avanzado e l siglo XI. Yen la
sede Tudense, que no figura en e l epítome alfonsino, encontramos obis-
pos desde com ienzos del X, aunque presenta bastantes oscuridades
sobre este particular muy en trada la undéc ima cen turia. Con todo, no
parece adecuado afirmar que en los te rrito rios de todas las c ircunscrip-
ciones diocesanas antiguas ex istie ra una soluc ión de continuidad, for-
malmente dicha, ni e n la soc iedad c ivi l ni mucho menos en la eclesiás-
tica, por más que no podamos establecer con seguridad la nonnalidad
de sus instituc iones antiguas, ni descartar. lóg icamente, que hubiera
vacíos en los respecti vos ele ncos de autoridades de cada ig les ia, sobre
todo. en las primeras centuria. alt omed ieva les. Cada vez se afirma con
mayor seguridad que la in vasión mu sulmana no causa una despobla-
c ión propiamente dicha, por mucho que algunas fuentes documentales
in sistan e n e l hecho hi stórico-soc ial de la despoblación, y en el corre-
lato inev itable de la repoblación. Podría habl arse, efectivame nte, de
repoblación. a l igua l que hacen E. Portela-C. Paliares para Galicia y
J .M. Mínguez para otras latitudes de la Pe nín sula. Pero e n ese caso. e l
alcance sem,íntico del término resulta ya diferente al tradicional: repo-
blar consistiría, formalmente, e n integrar las comunidades campesinas,
con vínc ul os políticos muy débiles o inexi stentes por e l derrumba-
mi ento del estado visigodo. en un nuevo orde n o sistema político, que
iba confi gurándose primero a ni vel loca l. con la aparición de poderes
soc iales, muchos de índole monástica o ecles iástica, sobre todo al prin-
cipio, y más tarde en e l siste ma geopolítico astur-leonés, al ir consoli-
dándose paulatinamente la Monarquía astur, que descansaba, e n última
instancia, sobre poderes loca les de nuevo cuño en vías de feudali za-
c ión: la nobleza emergente, de naturaleza c ivil o eclesiástica, en cuyo
vértice figuraban , como es sabido, los propios obi spoS55

55 E. POrl cla Si lva. en un trabajo rec iente. es todavía más tajante:" o hubo repobl ación
en sentido literal. porqu e no hubo despobl ación pre vi;.a: otras cosas son las. por el IllUlllcnhJ.

t 67

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/ .11 ReI(J.:io.fidad 1\lfl',lil'l'{t! (' 1/ ES/UlIill. /. AII" Ee/ad Mel!ill (S. VII-X)

Orígel/es V evoluciól/ del Cris/iwlis/IIo el/ Cal//abria

La problemática sobre los orígenes y la cri stiani zación progresiva


de Cantabria es similar a la planteada para Asturi as. Y las secuelas socio-
re ligiosas de la in vasión islámica tampoco diferirán notablemente56 En
general. también se puede establecer aquí una cOITelación entre los proce-
sos de romanización y difusión del Cri stianismo. al igual que en muchas
partes de la Península ibérica y de todo el Imperio. Y parece claro que la
presencia de Roma en Cantabria. al menos durante los primeros siglos, fue
más intensa que entre los Astures y los Vascones. Desde el siglo ni esa
inlluencia romana pierde intensidad. produciéndose una profunda
decadencia de los centros urban os. pcrfectamente co nstatada en
luliobriga, con la aceleración de complejos procesos de ruralización gene-
ralizada. constatables por la multiplicac ión de las villoe tardon·omanas. la
desaparición progresiva de las relaciones comerciales. la autosuficiencia
de la econo mía. vinculada al nuevo sistema y la rev iviscencia del indige-
ni smo autóctono con todas sus connotaciones socio-culturales)?'

poco cO ll oc i d ~I S y difíciles de conoce r Iluctuac ionc:-. dClllog rüfiGls. induidos los des pl na-
mi entos de pobladore:-. en direccil)n norte o en dirección Mlr.. . No hubo wmpnco rcpobladón
en sClllido Iigur¡ldo. 110 hubo rcpobl:.ll"ión org:'lIl i7.<ldora. porque desde el PUllto d~ vb w de 1:1
orgóll1izm:ión terrilOrial )' social. nada indica qut.: haya cxi:-.tido un nujo de inl1ucncias desde
el punto de vista político. Galicia se integra en la monarquía asturi ana C0 l110 resultado de la
actividad ... de lo:;; reye!o> <l;;llIriano:-.: E. Portda Si lva. "Gulicia en la époc>l de Alfonso 111" . La
época di' AlJol/so 11/ y Sal1 Salt'{le/o,. dc' \'tdd(·dhh. Ovicdu. 1994. pp. 79-95 ( d l1i.írrafo c ita-
do. p. 9-l). Cfr. tóllubién: J. Mínguez Fern{¡ ndez. 1.•lIS .w)("iedades leuda/p.\". 1. pp. 92 Y l'.
56 1. GonzóÍlez Ec hegaray. "Car,.ictcr y mati ces dd Cri:-.li:mismo primitivo en Call1 abria''.
A/tamira. 4. ... 1 98~/8-" 121 - 139. E:;;wblecc tóllnbién el par:l1cl i~ mo cronológico entre la cri s-
ti ~lIli Lac i ó n lk los Vascos. de Ins A:-lIIres y de 1<1:-' Cá ntabro:... enfatizando. al mismo ti empo.
sobr(' d car:k ter {¡¡rdío del fe nómeno. que ¡¡pcm! .. habría empezado "el proceso dc l'U ex pan-
sión al tinal de la ¿poca roman a. dc:-.arrollándo!\c durante la época visigoda y no " iénelo:..c
"onslllllado h":;;t:1 el :;;iglo VIII". Las forma s co ncre tas de esta pri mera historia del
Cri stianismo serían. para c:-, ( ~ aut or tal' siguic nt es: UIl Cri .. tianislllo mOI1t1caL carismóí ti co y
taul11>1túrgico. scnsibili zólclo a lo dCllloníal"t). he ligcrantl' e inllovador. Un trabajo m¡ís antiguo
del mismo: Or(r:,('I/{·... d{' / Cri...tiallismo en Clllltabri(l. Santl.l ndcr. 1969.
57 J.M. Iglesias Gil. "Ciudades y co muni caciones en época rom;.ana". en u/memoria lIis-
tórictl lh' CtlIIIlIIJr;o. dirigido por J ..I\ . García de Cort¡ízar. pp. ·H -57. J. Gonzále-z Ec heg;.I ray.

168

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COllsolidfU,:ióll .r cl'oluciól/ del crisrianismo (>11 los lIlicleo!t po/flicn.\" del nol'te peninsular ...

Resulta impensable que e n los te rritorius cántabros nu ex isti eran


peq ue ños núcleos cri stianos propiciados por la presencia de importan-
tes contingentes de soldados roma nos. Se sabe , por ej e mplo, que e n el
s iglo IV fu e trasladada a luli obri ga la "cohors I Celtiberorum" , como
un inte nto, desesperado ya, de fre nar las in vas iones gérmánicas inmi -
nentes. Pero la ausenc ia de e leme ntos materiales o arqueo lóg icos de
tradició n cri stiana, durante los cinco primeros siglos es, prácticamente
total. De hecho, parece completame nte descartada la procede nc ia c ri s-
tiana del famoso crismón de vidri u, e ncontrado e n Juli obri ga y datado
hac ia e l año 400 5R , Y tampoco son c ri sti anas las dos conocida ' estelas
vadi nienses que sue le n considerarse como tal es, datadas por esta
mi s ma época y procedentes de l territ ori o del Sella, e n la parte más occi-
dental de Cantabria . Nos ocupamos de e llas, con c ie rto detenimi e nto, al
tratar sobre la primera cri stiani zac ió n de Asturi as , consc ie ntes, s in
e mbargo, de su naturaleza cántabra, y abundábamos en esta opini ón
negali va 59 .
La presencia de los visigodos en Cant abri a, al igual que en
Asturi as y e n LOda la Cordill era Cantábrica fue asimi smo poco re levan-
te, pero durante estos sig los, que tambi é n podemos cons iderar tardo-
rrom anos, la presencia de e le mentos cri stianos, documentales y arqueo-
lógicos, es ya ev idente y heterogénea6° En primer lugar, habría que
destacar la prese ncia de San Millán, e n la segunda parte del siglo VI ,

" Los t ultO$ religiosos y el proceso de romani zación \.~n Cantabria". Alram;l'fI. 47. 1988.29-
45. también se in siste en el "l:arik:tc r rural e indi gen ista de la soc iedad CiÍ nt:lbr;l. (que ) SI.!
pone de l1lanilie~ lO. una vez 1ll<1s. por e l espectacular retraso con que la religi ón c ri stiana
llega a eS ta reg ión" (p. 41 ). Ya habí,l abundado en ello <I!'i im b mo: A. A lonso Av ila.
"Indigen ismo y visigotistllo en la aCIlI;,¡1 Reg ión de Cmll abria". AIIfI"úra. 45. 1985.67-92 .
5X J.M. Solana Sai nz. Los cfÍ l l1l1hl'o,\' y la ciudad de Juliohriga. p. 305. Al parecer. no se
tr~l t¡¡ de UIl crismón prop iame nte di cho. sino de una rucd;:1 adornad"l con rayos. con una data-
ción IllUd l O más anti gua .
5\) Cfr. en es te mismo Cilpítulo. las pp. 147 Y S$..

lJt) Un reg istro de c ulIura mal erial de 1.1época vis igoda o de tradición \' isigoda: A. A l on ~o

Av il . l. L e:.

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La l?eJig;m'¡dad Medil' l'al e" Espr"'lI, 1. ;\1/(/ Edad Mt:t!io (,\', VI I-X)

segundo subco njunto aparece organi zado enlomo a Va lderredible, "Val


de Iberi " , corazón de la vieja Cant abria para los in genuos geógrafos de l
sig lo XI. "El va ll e, según MOIll'ea l Jime no, se caracteri za por impres io-
na nte panorama rupestre, sobre todo en lo que respecta a las igles ias,
e ntre las que se encue ntran las magníficas, por dimensiones y catego-
ría , de Va l verde, Arroy ue los y las Pre sill as, no desentonando el resto de
lo que es habirua l e n los conjuntos ru pestres, aco mpafiadas, a veces, de
ce ldas y necrópo li s"ó6 Si n descartar la ex istenc ia de e leme ntos de tra-
d ic ió n hi spano-visigoda, las refcrenc ias crono lógicas se establ ecen a
partir de los parale li smos con la arquitectura pre rro lmí ni ca asturiana y
la ll amada de repoblación, es dec ir, en los primeros siglos altomedi e-
vales, y, por lo general, antes de l año 1000. La relación de alguna de
estas igles ias con ere mitori os, parece c lara, como se in dicará más ade-
lan te, pero tampoco co nviene o lvidar q ue e l carácte r rupestre de este
tipo de fábri cas tie ne que ver, asimi smo, con la ex istenc ia de un h,íbitat
trog lodítico im portante e n parte de l territori o cántabro , al ig ual que
ocurre e n otros lu gares , donde ex iste n igles ias de la misma natu raleza,
lo cua l vendría a confirmar, además, la poli va le nc ia de los e rmitaños de
esto sig los, capaces de he rmanar la fun c ión ascética propiame nte
d ic ha y, a l mi smo ti e mpo, la pastoral , la cultural y la soc ia l, e n c uanto
vertebradores u organi zadore. de aq ue ll os poblamie ntos, En e l va lle de l
alto Ebro burgalés también pueden encontrarse edifi c ios re lig iosos
rupestres similares 67
Pero donde lTIejor se perc ibe la d iniÍmi ca de la evo luc ión y re li -
giosa de la tarda romanidad y primer Medi evo, es sin duda a lguna. en
e l conjunto arq ueo lógico de Re bo ll edo de Camesa, al sur de la actual
provinc ia de Sant ande r, cerca de Mataporque ra. La parte más anti gua
de l mi smo corresponde a un luj oso edific io de la primera época del

66 L.A. M omeal Jimcno. o.c.. pp , 42- 56: el párrafo l'itado, en In p, 56,


67 ¡liM .. pp. 47 Y ,.

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COII.wJidm:iólI y CWJlllciÚ" dt.'l cri.\·IÚlI1iSIIIO ('11 Jos mícleo.\- políricos lle/I/orte pel/illsular...

primeros núcleos cri stianos después de la invasión musulmana, ti enen


también mucho que ver con la trayectori a sin gul ar de esta pane de
Hispania en las épocas romana y visigoda y con la naturaleza de su
fl sonomía geográfi ca y social. Las comarcas montañosas pirenaicas,
más impermeables desde siempre a inn ovaciones de naturaleza socio-
económica y a cambios de carácter cultural y religio '0, pudieron man-
tener por más ti empo vínculos soc iales afianzados por relaciones de
parentesco. al igual que en otras latitudes del None penin sul ar. y una
riquísima cultura popular tradi cional en la que las formas paganas per-
sistirán durante mucho tiempo, en una simbiosis más o menos perfecta
co n el Cristiani smo. cuya prese ncia se percibe antes que en otras zo nas
más occidental es de la misma cord illera pirenaica. En cualqui er caso,
la relación de estos grupos sociales "mont añeses" co n la Gulia meri-
di onal , mucho más romani zada y cristiani zada antes que se prod ujeran
las in vasiones de los pueblos genmínicos, fue siempre imponante, hasta
alcanzar un ritmo intenso con la presencia de los carolingios en los
siglos VIII Y IX Y con la de los monj es negros de Cluny a lo largo del
XI o de los cistercienses a panir de la primera parte de la centuria
sioui ente 11.1
" A. Barbero ha puesto de reli eve, con extraordinaria erudi ción y
claridad. la ex istencia de una fuerte corri ente de influencias doctrinales
-
ca racterísti cas del mundo visi!!odo en ambientes carolin!!i os, desde los
primeros ti empos de la in vasión, grac ias a la presencia política de los
~

carolingios en el Nordeste peninsular y a la influencia de autores visi-


godos o godos de la Septiman ia en la cone de los monarcas francos.
Los nombre ' de Benito Aniano o Teobaldo de Orleans so n de sobra
co noc.idos. Y los capítul os doctrinales más ca racterístico. de esa
influenci a habrían sido en el aspecto teológ ico, la doctrina de la doble

113 Ch. Hi gOllllCt. "Une l:ane dc:-, rclat ions lllonastiqll cs transpyr6nécnIlcs ~I ll Moyc n
-
Agc". R(JI 'lIe de COlIlIl/il1gl S. 195 1 (3c . tri mctre l. tr;¡ducción por A. Ubicto Arlela . "Un mapa
J

de relac iones IlH.m á~ tica s tran:-.pircn¡licils en la Edad ~kd i a" . Pin' lI(' o ,\'. 7. 195 1. 543· 553.

199

MBleriHl protegido por derechos de autor


La Religiosidad Mn lil' ml {l1/ 1:'·.'ifJw;a . l. A IIa 1:.("((1 Media (s. \l1/~ X)

procesió n del Espíritu Santo que entró e n las fórmulas de fe franca y


ro mana. y e n e l político, la teoría y la práctica de la unción reg ia: un
poderoso in. trumen to ideológico de ra igambre bíblica, utili zado por los
visigodos para reforzar la concepción teoc ráti ca del soberano fre nte a
la vigenc ia e mergente de la e lecc ió n de los monarcas. que los hacía
muc ho más vulnerables ante al influenc ia siempre crec ienre de la ari s-
tocrac ia laica y eclesiásti ca de l siglo V II. De ese modo no se inte lTum-
pía e l generoso y amplio préstamo del pensamiento teo lóg ico. jurídico
y litúrgico de la producción cultura l visigoda a los más diversos
ambi entes culturales europeos, a veces directamente y e n muchas otras
ocasiones de forma indirecta y hasta un poco to rtuosa, mediante la obra
di vulgadora de monjes. obispos y mi sio neros in sul ares 114 .
Las comarcas prepirenaicas y las más meridi onales de la nación

que conocemos como Cataluña. habían recibido. desde muy pronto. el
fuerte influjo de la aculturación romanizadora. Tarragona (Tarraco), el
centro art iculador de esa nueva presencia soc io-c ultural, se convi rti ó en
una de las formaciones urbanas más importantes del Mediterráneo anti -
guo. En la tarda romanidad, la influencia de los visigodos. desde las pri -
meras décadas del siglo V y más tarde desde la formación del re ino de
To losa, también fue determinante para la futura Cataluña. Al fin y al
cabo, estas ti erras eran pa ' 05 obligados y fi'ecuentados para muchos de
los his¡Jalli con el Occidente europeo. Nada tiene de ex tral'ío que a lgunas
de sus ci udades contaran . desde muy pronto con la ex istenc ia de núcleos
cri stianos, documentados por textos escritos y por la arqueología 115.

11-1 El m,¡g nífi co Ir.lb.üo tI!: de l pro fesor Barbero: A. Barbero de Ag uiJera : ··Lu~ "s íIllO~
maS e~paúolcs · · y la políti ca rdig ios:I de Carlollmg no·'. La sociedad \'isigoda y S/I (~H10 mo
histórico. pp. i8~ 135. Cfr. también: M.e. Diaz y Diaz. '·La circ ul 'lIion des m'l1luscri ts dans
1:1 Péninsulc Ibériquc du VII I au X I s iel'lcs·'. Cal/in.\" d(! C¡' ·i lisat;oll /\4ét!i{'\"{/!t,. 11 . 1969.
2 19 -4 J: 383-92 .
Sohre la inf1u\;.'llcia de la c ul tura visigoda en Irl and:l: J.N. J-l ill g¡;¡ rlh. " Visigolhic Spain
amI Early ChrisliulI Ir(:l:'lIId··, Pmen/illg.\· (~rl/¡e Royal Iris/¡ Ami/tlm.\". n. 62. pp. 1 67~94.
J. Gi ralt i Balagucr6~ F. Tu:-.et. ·' Modelos de tra nsfonnílción del mundo urbano en el
115
nordeste peninsular. Sig los V-X!"'. 1\' Ctmgt'l',rt} de Arqueología Medievt¡/ t.~\·,){II;O/(I . v. 1:

200

Malenal prolegido por derechos de a"lor


COlIsolidaciólI y el'Oluciríll del cr;xl;al1;SIIIO en los I/lÍdeo.\· !Jo/írico.\' de/norte pellinsula ,....

Tarragona cuenta ya con sede episcopal desde mediados del sig lo


111 (259). Barcelona un poco más tarde, en la primera parte del IV (347).
La sede episcopal de Egara (Tan'asa) está documentada en el sig lo V
(450). Ampurias y Rosas tienen sus respectivos obispados e n la mi sma
centuria. Después de Vouillé (507). con e l cOITimi ento del re ino visigodo
de Tolosa hacia e l sur de la cordillera pirenáica. se co mpl etará e l mapa
diocesano de los territorios catalanes de fo rma, prácti camente definitiva .
Los episcopologios de Gerona. Lérida. Vic-AIISOIIC/ y Tortosa comienzan
a documentarse en el 516. En rgell so lo unos años más tarde, concreta-
mente e l 527. Tamlgona. capital de la provincia ro mana de su nombre. y
sede episcopal de origen supuesta o realmente apostó lico. será también la
capital de la metrópoli tarraconense, con un ámbito jurisdiccional amplio,
en e l que se incluían las di ócesis catalanas y las ex istentes entonces en e l
valle del Ebro l1 6 La irradiación del Cristiani smo desde los núcleos urba-
nos. los principales de e llos dotados con sede episcopal. será una e mpre-
sa paulatina. protagoni zada, al igual que en otras latitudes peninsulares,
por monjes -ermimños o cenobitas- y por cléri gos secul ares mediante la
instalación de iglesias, depe ndie ntes directamente de los respectivos pre-
lados o de algún señor de las correspondiente ' comarcas 117

AC1<lS: Sol"ietlac/(',\' ell IrallsióÓII , r\ li (' ~ llI c . 1993. pp. 37 y!'!' .. rCl'ogc las refcrenciil!<. arqueo-
lóg ic.:as sobre edilic~cio n cs c ri s lian~ s cn el interior de Barcelona. Dc Tarr ~go na rcst!ña 1"
infonn¡lción sobre rei' tos arqueológicos de lIilturaleza cri stian a. t!1l el ex terior de la ciudad.
Cfr. wmbién: J,M. L:tC;1rra. "P,lI1ora de la Histori a urbana en In Pcninsula Ibéric¡¡ dcsllc el
siglo V al X. Estudios de /a AIra Edad M edia ES/}(II;ola. 25-65: J.M . olb. Girol/a mmfllU/ :
de laflllulació alafll1 dd m61l al/tic, Girona, 1987 : X. Aquilt lc el ;lIi L TmnlCo. Gllía {lrqlU"
o/tigica, Tarragona. 1993: vv. AA .. I.ÁI C'iutcu hispallo-roll/lIl/o. B:lf('clona, 1993. También:
N.!\l1. Am ich-lM folla. "Girona goda i sarra'lm¡". QlUu/em {r"iSI()r;" dc' Girrma, 1992. pp.
476-785: P. de P~l o l Sa lcll as-G. Ripoll . Lo.'i Godos ell el ocódente eumpeo. o.'ilm~{)d(}s y
vi..,igodo3· ell los siglos \1- \1111. Madrid, 1988.
116 M. Ril! . "El publ alllcnl dei s Pircllucs, !'cgles V II -X IV". MUllfllIlY C'.\· i po!JIaóó. f:'I po.\"-
,lilll deIs Pir;IICI/S dl',\" tI 'tll/a pe,.s/)('Cfim 1IIl1llidisciplillll rill. pp. 197-9& ( "L organi ~;I(... iú el'lc-
siastic¡¡ del tcrritori" ),
117 M. Barccló. hacc jlllOS. ponía en duda la profundidad del Crbaiani:-.mo dc los p'lí:..cs
caI.llancs en vísperas de la in v:l:-.i6 n y dUf:Jltlc el siglo V III : "S igui l'OIl1 sigui . ¿s mol! pro-
b"lblc que el cri sli ani slllt! ros un c1 cmcnt idologic fon; a més formal il ZOIt a Iincs de l s. V III. iI

20 1
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Las relac iones político-soc iales y culturales de Gali cia con el
Bierzo de los ermitaños del siglo VII , así como la fama de éstos y de sus
gestas monástico-eremíticas, pudo propi ciar. con toda probabilidad, la
pervivencia de formas de vida ascética solitaria. propi as de ermitaños y
anacoretas. Y la insistencia. casi generalizada, en los orígenes eremítico-
anacoréti cos de muchos de los cenobi os medieva les gall egos, en un
período de recuperac ión menos hero ica y admirable pero sí más legili -
- -
mada desde el punto de vista jurídico, podría constituir. en principio,
indicios significati vos de esa posibl e ex istencia de ascetas e n los prime-
ros tie mpos de la reorgani zación soci o-políl'ica y religiosa de los núcleos
cri sti anos del oroeste y, en concreto, de los ga llegos. Cuando tengamos
registros arqueológ icos más fi ables de los distilllos lugare , en los que
ex istió realmente un hábitat en cuevas. podremos trazar. con mucha
mayor seguridad , el mapa del eremiti smo gallego altomedieval 18
Al sur de Galicia, en el Bierzo y en las di versas comarcas que con-
fi guraban la vieja di ócesis de Astorga, a las que se añ aden más tarde,
desde el reinado de Ordofi o I (850-66). las administradas por la di ócesis
de León, después de la creación de esta sede episcopal e n tiempos de ese
soberano astur. la ex iste ncia de monjes e rmitaños o de anacoretas se
mueve tambi én entre las leye ndas y la fi abilidad de al gunas referencias
doc umental es, casi siempre escuetas y muy poco elocuentes.
En el entorno de San Pedro de Mo ntes, una de las fundaci o nes
fru clUos ianas , se conoce la ex iste ncia de va ri as ermitas: Quinta na
Pri eto e nume ra cinco l 9 , e n las que pudo haber ex istido vida eremíti ca

I ~ A. G llli érrcl llltllc i on~t a San Mi guel de C() b;,¡~ (Oun.' ll se ) COl1l0 UIl posible eremi tor io
en ClIe";!. pero a IIUC!<I U'O j ui cio no parece que CX i!'l;lIl rcfcre nci,ls arq ueo lóg icas su ri CiC ll h;·
mente claras pa ra dic ha ase veración: A. Gu t i é rr(~z Gonz;ílcz. "!-I;.¡bit;IlS ru p!.! ~ lres allolllcdi c·
vó.llcs el1 la meseta Orle y Cordillcr3 C 1111ábri ca", ES/l/dio.\' flwlwl/ú/;cos. 4. J 982.49.
19 A. QUi ll l,11l<1 Prieto desc ribe m inucio:-<tIllCIlIC e l fenó m eno del C rC1l1i l i ~ lllo el1 est.¡ zo na.
pcro sus ali rmac io ncs 110 son sie mpre seguras o liab les. ya que util iza. co n frecllc nciu.
rl~ rc rc ll ci as de fu c.: llIes o de tr;.tdiciolles t:.t rdí:'ls: A. Q uint,lIl il Prie to. "EI CrC l1l ili ~ 1l1 o en la dió-
cesi:-- de ASlorga". EE. pp. 377 Y So .

Malenal prolegido por derechos de a"lor


La ReJigio.\'idad MNlie l'ul (' 1/ I::s/u/I/(I . /. A/w Edad Medi(/ (s. VII-X)

después de la in vasión islá mi ca. La prime ra de ellas, dedicada a la


Santa C ru z, se remo nta a la época de San Valerio, ya que había sido
fundada por un discípulo de éste 20 San Genadio. el resra urador del
célebre cenob io Rufi ane nse2 1, rehace su fábrica a comienzos del sig lo
X (905), pero no consta co n claridad que a partir de ento nces este
peq ueño templo fu era habitació n de monj es sol itari os. También se atri-
buyen al ob ispo Genadi o los orígenes de San lartín , sin que ex istan
pruebas fehacientes sobre la condi ción eremíti ca de sus clérigos duran-
te la alta Edad Media. Los orígenes y la naturaleza de la prime ra época
de San Cipriano y de Sa n Pelayo, son as imi smo osc uros, al igual que
los de Santa María de La Aguina. Es muy probable que durante el sig lo
X. una vez restaurada la vida cenobíti ca e n el monasteri o de Montes,
sus monjes alternaran la di sciplin a propiame nte monacal con las prác-
ticas ascéticas característi cas de los anacoretas . De hec ho, encon tramos
la firma de un Odoario "anacoriat" . validando cierto documento del
fondo del San Peelro de Montes, el año 98 1 2~ .
Cerca de Montes y en la ladera ele los montes Aq uil a nos se levan-
ta otro cenobio berciano no menos famoso por ser fundación directa de
Sa n Genadio y el lu gar de su muerte: Santiago de Pelialba. El conoc i-
do abad y obispo de Astorga (909-1 9) habl a en su testamento de una
ermita , construida por él mi smo. dedicada a Sa nto Tomás. Y, ademlís,
se conserva n referencias escritas claras sobre la ex iste ncia de anacore-
tas que aprovechaban las nume rosas oquedadades ex istentes e n las cer-
ca nías del mo nasteri o. para practicar la asces is característica de los
ermitaiios. El propio Ge nadi o, el año 920, concede a los monj es de vida
comunitaria y a los solit ari os de las cercanías una villa:

1fJ En notas :Intcl'iorl!!<I ya ofl'cCÍ;.\lIlO~ referen cias bibl iográficas ~{)bre este importuntc
m Ollj~ del Bierzo.
'11 Sobre la fUllc!al..' ión y r~:,lal1rac i 6 1l dc Sa n Pedro de MonteS": M. Du rany, SOIl Plnlm de
MOl/u'.'i. El dominio de 1111 mOJ/o.HtJrio benedictino dellJier:o. pp. 17 Y s.
"1~ A. Quintana Prieto. 7it/llbo \/iejo de Son Pedro de MOl/u'J. n. 13. p. 98.

226

Malenal protegido por derechos de 8"lor


El prilllrr IIUJ1I(fClIlO lIU!din{/l: (mllirm;os. (II/({("oI'I!/as.r ('enobiU/s

•.... la mitad de e lla (la villa de Laguna) para la comunidad de


Santiago (de Peñalba), que lleva vida ce no bítica y para aq ue llos q ue
viven recluidos e n los alrededores ... la otra mitad , para los restantes
ermitaños y que dividan de forma ec uánime lo que adquirieran con sus
--o
manos para vestl'do y sustento tI "'~

Según este tex to, Pe ñalba era un monasterio complejo, en el que


sus l110njes sabían compaginar la vida cenobíti ca o comunitaria, dentro
de las paredes del ce nob io, con la vida anacoréti ca. Y, además. en sus
proximidades había otros monjes dedicados a la vida propiamente ere-
míti ca, combinando la soledad con el trabajo manual en localidades
vec inas para proc urarse el suste nto. San Genadio deb ió de ser el gran
inspirador de este mov imi ento ascético. Y ex isten indi cios documenta-
les de que esta forma de asces is perduró mucho e n aquella localidad.
Quintana Prieto menciona una donaci ón de Ramiro II a Peñalba. data-
da el año 940, e n la que ejercen de testi gos hasta se is anacoretas, pre-
ced iendo a los abades que figuran en el correspo ndi ente escatocolo 24
También en el Bierzo, conc retame nte e n el va lle de Valcarce, a la
vera del Camino de Santiago, e n la localidad de Ruitelá n. parece que
pudo haher vivido la experi encia de ermitaño San Froilán. patrono de
Astorga y ob ispo de León (900-905)25 Por desgrac ia. las refere ncias

~.; Reprod uce d tCX It) latino: A. Quint ana Prieto. "El .:remitismo ...... L.f'.. pp. 402-403.
El doc ume nto compkto: P. Rodríguez López. Ep i.~c()pol().!;i() Asturicl'1l.H' . 11. apc nd. VI. pp.
484-86.
~-l A. Quint aJl<I Prie to. Pcija/ba. ES/lidio /¡isrá r ic(J dd 11/011(l,\'f(~ri{J berciano d(~ Samiagu
de Peiill/ho. apcnd. 1. p. 120. Este mismo autor el artku lo mencionado en la nota ante ri or.
pp. 409 Y s.. menciona Corullón C0l110 o tro CC lll ro de ere.:mitismo. que hundía sus raíc\!s en
la época de S. Fruc tuoso. pero en lo!oo siglos que siguen a la inv'lsiÓ n del Islam 1<1 vida ere-
míti c<.lllo re naccní en cst¡¡ localidad ha sta mu y ta rde. Sobre la trayeclori¡¡ l11on.htil:o-epbco-
pa l de.: San G~ llad i() : A. Quintana PriL·to. El Obispado de A stOl);a ell los siglo.\' I X y X. pp. 8 1-
2 16. Cfr. también otro trabaj o m á~ rel.:ientc del mismo alltor: "San Genadio y su época". El
M ()IIaClIfO e/l/n diócesis de A\'IOI'f,:a. pp. 5 1- T'Y"
25 Un" biografía sobre S. Froilán. !-in demasi;¡dos pujos crítit.;os: J. GO llzá lcz. Sall
Fmi/áll de Lt-ÓIl . León. 1946.

2'27

Malaria! prolegido por derechos da a"lor


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L,-/ Religiosidad M ecli('\'ol (' 1/ ESlwiia. /. Alta Edad M edia (s. \lI/· X)

ma de vida a las formas cenobíti cas. Pero e l testim oni o docume ntal
ti ene además un interés añ adido. porque los vec inos de Río de Po los
que se me nc io nan sin gularme nte son familia s ex ten sas o parente las
(jilios el I/ eplos de... el radice ... ) y la ig lesia comunal donada estaba
habitada por re li g iosos o mo nj es, que los donantes consideraban
como propi os (l/O.\'I ro.\' 1//OI/lICO.l' el l/OSI ros ji"at res) 19 Los vec in os de
Vegami án harán lo mi smo co n su ig les ia de Santa Marina e l año 1065 ;
e l carúc ter co munal , estrictame nt e popular o aldeano de la mi sma. se
pone de manifi es to al impo ne r estos aldeanos a los monj es de
Pardo mini o que pague n al obi spo de León ci erta cantidad de vin o
para co nsagrarla (colll odo de ad episcopulII el vil/ O pro ipsa eclesia
.\'ag mre). C uri osame nte, e n la va lidac ió n fi gura e l no mbre de ocho
abades e n calidad de confirmant es 20
En torno al mio 1100 los monjes de Pardol11ini o (col/fmlres de
Perdamel/ o) constru ye n un hospital en e l puerto de San Isidro en honor
de l Santo Sepulcro. para protege r a los pobres y peregrinos que se aven-
turaran por aque llos caminos. "porque e n di cho pue rt o muchos pere-
grinos y viajeros se mo rían de frío" . La reina Urraca concede a esta
a lberguería un pri vil eg io de inmunidad te rritorial en 111 8 21 . Durante
esta centuria e l términ o de Pardomini o se convierte en parroquia, reg u-
lándose los derec hos y deberes de sus feli greses y de l c lero que los
atendía. Los ermitaños o ascetas. que hasta entonces se había encarga-
do del servicio re ligi oso de los núc leos aldeanos de la zona. encontra-
~

rán e n e llllonasteri o de San Sal vador de PardOl11ini o, co nstruido por e l

I'J TexlO: J. M. Rui z A"cncin. Coler'('ir'm (/O('UIl/Cl/utl.... " . IV: (1032- 1/0<) ). !l. I 12J. pp.
336-36. L o~ Illo njl.!:- bcncfi c iaJo~ de aqucll,. donación quedaban grabados con la obli gación
de hacer ulla fUIl(,: ión c,xcCj ui al por sus bcndkiario!'i en San Barlolomé y de p¡¡gar una libra
de cera co mo UIl foro : "El pro diclll S ~IIl C' tj Azibí qui se aiunte ¡1Io abate ob 5l10S 1ll 0 ll aCOS
COII ipsas pl('\'c'> .. d San Bat1 010 lllci co n panc el vin o pro memori a de domnos de ¡pS.IS ere·
clitah.!s e l pro S ll ~I S a nimas lI l1 ~1 libra d e ce ra in fo ro".
20 TI!Xlo: 0 .('" \'. IV. 11 . 11 34. pp. 356-58.
! I TC,'( lo: J. M. Fc rnándcz C¡lt ó n. Coll'r'ó/m c/o('1/1IIcnral.. .. v. V: ( 11 09· // 87). 11 . 1364 .
pp. 77· 79.

290

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Fundol/es sociales (/(11 primer I1 lOfla crtfo medieml

obi spo de León e integrado en su juri sdi cc ión e pi scopa l, e l marco ordi -
nari o de su tradici ón eremíti ca 22
Dentro de este mi smo mode lo de evoluc ión de l mo nacato ere mí-
tico habría que me ncionar, probab lemente, la realidad de ig lesias
dobl es, adosadas o superpuestas, un fe nómeno re lati vamente norma l en
e l panorama de los ere mit ori os rupestres de fin ales de la época visigo-
da y de los primeros siglos medievales, tratado con de te nimi e nto por
L. A. MOI1J·ea l hace algunos años y repeti damente citado en este trabajo
siempre que nos referimos a dicha proble máti ca 23 En conjuntos rupes-
tres muy conoc idos como e l de Las Gobas. San Torcario y la Virgen de
la Peña. en e l condado de Tri viño , por eje mpl o. o e n e l mi smo San
Mill án de S uso, por me ncionar otra localidad ta mbi én mu y conoc ida,
se construyeron al mi smo ti empo, cas i con toda seguridad, dos iglesias
conti guas. ¿Con qué fun c io nali dad ?
Sc han dado vari as ex plicac io nes sobre este probl ema arquitectó-
ni co-arqueo lógico, por lo de más bastante frecuente e n otras latitudes
I"orüneas durante estos siglos, sin que tengamos todav ía una respuesta
completamente satisfactoria . Algun os autores propusieron la exi stencia
de monasteri os dúpli ces. con ere mitori os o ig lesias separadas para
ho mbres y muje res. Pero igua lmente podría pensarse e n otro tipo de
fu nc ionalidad o dedi cac ión del conjunto: una de e ll as de pos ible uso
funda ment almente ere míti co, y la otra para la atención de los poblado-
res de aq ue ll a comarca. algunos de los cua les podrían vivir tambi én e n
c uevas co mo los propios e rmitaños, con lo cua l volveríamos a encon-
trarnos la relac ió n de los ermilaños, ind ividu alme nte o e n grupo, y las
comuni dades a ldeanas, a las que servirían pastoralment e. evo luc ionan-
do de ese modo hac ia formas más desarroll adas o específi cas de mo na-
calO -los verdaderos monasteri os med ieva les c/.Im regula .'- o de confl -

21 El monasteri o de San Sa IV.lc!Qr fi gura ya en funcio nalllicl1lO el año 1177: TCXlO: o.c"
11 . 1597. pp. 468-470.
23 L.A . M onrcal Ji mcno. Erelllitorios rupestres .... pp. 254 Y ~.

29 1

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UI RelilÚ(J.f idad M edieml el/ I::spai;a. l . Alw Edad M edi(/ (.~. VII-X)


gurac ión administrativa de la iglesia local : las parroquias rurales ele los
sig los XI y sig uient es. Pero la cuesti ón sigue aún abierta. sin que pueda
darse una ex pli cac ión unívoca para todos los conjuntos rupestres cono-
cidos. en los que aparezcan estas igl esias dúplices. El propio autor me n-
ci onado más arriba formula incluso otra ex plicac ión más func ional y
natural al mi smo tiempo: la necesidad de construir dos huecos más
pequeños e n vez de uno so lo por proble mas de seguridad de los espa-
c ios conseguidos, e vitando de ese modo grandes oquedades y pos ibl es
derrumbes. Y conc luye afirmando que "es pos ibl e que la génesis de las
ig lesias rupestres pareadas no obedezca a una causa única'·24.

Co!ollio.l' de enlli{(//IOS y cell obios

Sospecha mos que e l "tercer mode lo" , la evoluc ión de las co lo-
nias ele errnitai'ios hac ia formas ce nobíti cas o monasteri os e n sentido
estri cto. debi ó de se r más frecuente que los dos ante ri ores, enlazando,
sin . olu ciÓn de continuidad , con e l monacato de los últimos tie mpos
visigodos. Desde el sig lo X. muchos de los monasteri os medi evales
co noc idos. que constituyen tambié n e l ce ntro de domini os feudales más
o me nos ex tensos y pode rosos. se formaron a partir de la influencia de
un anacore ta fam oso y, sobre todo. de al guna colonia de errnitaiios de
perfil es hi stóricos muy poco o nada conoc idos. Una vez fundad o y
organi zado e l ce nobi o y conso lidadas sus bases económicas, sus mon-
jes. ahora con las re ferencias y el control admini strati vo del abad, de l
obi spo o de algún seiior lai co. podían combinar las nue vas formas de
vida en común con las prácti cas de soledad y penitenc ia anacoréti cas.
Algunos mo nasterios, de orígenes in ciertos , pretendi eron presti giar su
protohi storia aureolándo la con "histori as" supuestamente eremíti cas o

- ' . 1I)f(' {.. p. 1_='- (l .

292

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Flfllciol/ es sociales del pr;m er II/Olla('(l/O medieml

sus de rec hos econó micos sobre aque l celll ro ecles iásti co. e l re fundad or
de Puerto ac ude al rey Garc ía de . ájera que tomará e l monasteri o de
Santoña bajo su protecc ión ( 1047). conced ié ndo le pri vilegios e inmu -
nidades y propi c iando para é l la inaugurac ión de una etapa hi stórica
marcada por la impronta de la conso lidac ió n y de un importante desa-
rro llo econó mi co9 1.

.'. .'. .'. .'..'..'.,'. .'..'. ,:.


• : •• : • • ; . ' j ' ' 1' .: •• ;, -:' .; . ' .'

Desde e l sig lo IX y a lo largo de l sig lo X encontramos, asimi smo .


muchos monasteri os propios o familiares. situados al sur de las monta-
ñas cantábri cas, en las comarcas de l va ll e de l Duero, fundados por per-
sonas sin gul ares, laicos o ecles iásticos. mu y re lacionados con los proce-
sos de co loni zac ión y orga ni zac ión del poblamie nto y de l terrazgo de
aque llas comarcas. co mo ya se . de re lieve arriba, cuando men-
cionábamos la rea lidad y las fun ciones de otros cenobi os o comunidades
complejas que habían come nzado en estas lati lUdes mediante la insti-
IlIc iona li zac ión de pactos monásti cos, in strumentos jurídicos cargados
de virtua lidades co lo ni zadoras. Podrían ponerse infinidad de eje mpl os.
El de San Emeterio y Celedoni o de Taranco, silllado en e l va ll e de l Me na
(Villarcayo). constituye un a bue na muestra de e llo. Por un docume nto
datado e l mismo año 80092 sabemos que e l abad Vitulo y e l presbít ero
Ervigio. su pari eme (cogenllC/l/ o) , construyen, con sus propias manos. la
basíli ca de San Vicellle y otras dos m,ís que se unen a la prime ra, elllre-

')1 MI 1. Lóring G,m: ia. "l;¡ resl:..t uraci6n de Sant<t María de Puerto y el rey García de
Nájcra: un C<l$Q de enl.:omcllclación mon{¡!,lica" . 1-~I1 I{/ Espmia llledie¡·(d. IV, pp. 537-64.
I)~ A . C. Floriano C urnhrci"io. f) ;"lol//(¡'ico .... \'. 1. n. J 6, pp. 95 3 n. Ellcx lO no pnl'ccc del
todo seguro. Floriano CUl11breño 10 cree illlerpo lado tOIl la trad ición rel.¡ti va a los orígenes
<Id cellob io. siendo en su forma aclual el rC ~ lIlt a d o de la rcrund ició n de tres c!OC'UI11CIIIO:-' di:o,-
l inIOS, Jos rcl al.: ionados con la c t) ll s tru c(~ i ó n dI..' 1..1$ tres igk si<ls. Las p ilrtl.:S rc~ ()g ida s aquí
depende n de la edición de Ubic to: A. Ubi cto Arlela. C{/Iwlll r ;o d(~ Sal/ ¡\!I;/Jáll de la Cogolla,
11 . 2. pp. 10· 12.

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e n los orígenes del mo nasterio de San Juan de Vi u o de Castro Vi vitano,
situada en la loca lidad de Esplugas de Serra. A mediados del sig lo X ya.
el conde Guillermo de Pallars y el obispo Arón. que ejercía sus fun cio-
nes pastorales en la mi sma región , conceden al abad de Lavaix la men-
cionada igles ia, co nstruida e n una cueva (fu l/dma in spehlllcha que eSl
il/ pau de Kas/ro Vivi/al/.o), para que establ ec ieran e n e ll a una comuni -
dad monástica (ad 1I /Ol/as/icclll1 ser viw/elll ) t29
La creac ión de numerosos monasteri os, algunos puramente
no minal es y sin vida cenobítica propiamente dicha, es tambi én uno de
los fenómeno s más caracte rísti cos de la reorganización social y religi o-
sa de la Cata luña vieja durante los ti empos que siguie ron a la invasión
mu sulmana l 30 Al analizar los orígenes y la primera hi storia de muchos
de ellos, se constata enseguida el predominio de la iniciativa privada:
cléri gos locales , por lo general, que construyen casa ' e iglesias, deno-
minadas monaste ri os, para emprender e n ellas un tipo de ascesis priva-
da. inspirándose, seguramen te. en las viejas tradi ciones monásticas
visi godas. Pero contarán , en la mayo ría de los casos, con la protección
jurídica de los condes y de los propios sobei"anos francos, que trataban
de dotarles de la oportuna consiste ncia jurídica con pri vi leg ios de
inmunidad y de protecció n regia o condal , como he mos constatado ya
e n Ol"ras comarcas prepirenaicas l 3l . Adem¡ís. en vari os de e ll os los
reyes carolingio pretendieron introd ucir, de algún modo, el espíritu de

119 J. Vill anuc vn.. Via gl!... . v. X II . pp. 240~41.


¡jOUna suci nta panorá mi ca de este pe ríoch,) mo nás ti co catal á n: R. d ' Abadal ¡de Vi nya ls.
E/s primas cOlll f es ("(l/tl/(III,\', pp. 11 5 Y s. Para un Ir~lIaJ1li C nlO mu cho m.-is moderno de la
- -
soc iedad de la époc<,¡; J.M . Sa lr¡¡ch·M . Avcntin. " Dds o ri !.!C Il S al sc !.!1e X l)" , Coneixer la
NisriJr;(¡ de C{II(¡{lfllya, Bmcc lo na. 1985.
UI R. tI ' Abadal i d ' Vin ya ls. " Lo¡ inte rvenc ió rcíal. sc mprc fili a de 1:1 súpli¡:a dei s ¡nlc-
rc ssals. es conc rCIa a tl lgunns don<lci ons de béns püblics i. espcc iallllcllI . il rcgul tlr Hur situa·
ció jurídica priv ilcgi aeb : 'lqul!sla silUació de pri vilcg i és la cOllseqíicllci a més tan gibl e de la
defensa i Illundiburdi acordat~ per rei a cada casa; d ' allra banda. el rt!i és mol! luu )'. És a di r.
que e l poder plíbJi c, c ls se us reprcscnlanl s, 0 11 pode n dir· sc c lClllenl!\ de la instiwc i6": EI.'i
primen; ... , p. 11 7.

350

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/...(1 Religiosidad M ediera! ()" !::,lipm;a. /. AIra Edad ¡\rJn lia (s. l/II-X)

En la última paJ1e del siglo IX se fundan algunos de los más impor-


tantes monasteri os med ieva le de Cataluña: San Cugat del Vallés, Santa
María de Ripoll y S. Joan de las Abadesas. El primero, de orígenes impre-
cisos cronológicamente. funcionaba con normalidad bajo la di sciplina de
un abad llamado Ostofredo durante la década de los años setenta. En el
875-77 concretamente. este monje obtiene de Carlos e/ Ca lvo la confi r-
maci ón de todas las presuras y bienes del cenobio. Por lo tanto, podría
pensarse razonablemente que la protohistoria de/mi smo, circunscrita a un
período anterior, estaría relacionada con la empresa coloni zadora de algún
grupo de clérigos como tantas otras casas catalanas de la época 139 Sobre
la fundación de Santa María de Ripoll tampoco ex isten demasiadas ev i-
dencias cronológicas. Parece aceptable la tesis de R. d 'Abadal, atribuyén-
dola al conde Guifred 1, que habría construido el monasterio y la iglesia
sobre una propiedad o "apri sión" condal. cuando estaba reorganizado las
tierras del Ripollés y de la plana de Vic hacia el año 880. Pone al frente de
su fundación monástica a un emprendedor clérigo de la comarca. ll amado
Daguí de Gréxier. y construye la iglesia monástica que será consagrada
sólo unos años más tarde, el 888, con una inscripción que recuerda el
evento y las vincu laciones de la misma a su patrono condal :

"En aquellos días. y en el tiempo pre isto... (vino) el obispo


Godmarus .. . a consagrar la iglesia de Dios situada en aquel lugar (Ripoll),
... la cual se había esfOl-lado en construir el ilustre varón Wirredus. conde.
y Widinilles, condesa. con cora zón contri 10 y seglill la divina volunlad.
por cuyo méri to surgieron las paredes ele este templo" ]·o

D(j J. Riu!" Sl!rr~. e l/nl/lario de ··San CI/g(l/·' del \!af/¿.\', Il . 1. pp. ] ·4. El ~Hilor. e n el p1"6-
logo. pp. X I-X III. po ne de re lieve la cx i ~t c ll c i" de clc mc nlOs arqueológ icos anti g ll o~. I"Olml-
nos y pal coc ri sli<lllos. sin que pu eda I.': swbl ccc rsc. por e ll o. una re lación. sin solución de COI1-
tinuidad. entre un pos ible cenob io visigodo y e l ah omcdieval.
I. m R. d 'Abada l i de Viny,d s. "La rundac ió de l mOllcsti r de Ripolr· , Al1alt'cltl
M OIlIse /TlIIell xia, 9. 1982 (Mi/.a l-Mllia AI/salllll\!bareda ), pp. ) 87-97 .

354

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FUlldO/ u ' ." .\"()áole.~ del "rillwr I /W/UI('(UO mediel't'¡

res. Aparecen. pues, juntas reforma monaca l y supervisión romana. En


este país. al norte y al sur de l Pirineo, 10$ grandes ec les iásti cos y los lai -
cos buscan su sal vac ió n e n Roma. e n un momento en que la sede ro ma-
na posee sólo una autoridad moral"'1 49

Recapilil!ación l50

Al considerar. en su conjunto. los diversos aspectos que defInen


e l monacato de la primera é poca medi eva l en los di stintos ámbit os polí-
ti cos del Norte y del Nordeste de la Pe nínsula, después de la in vasió n
mu sulmana, sobresa len a lg un os aspectos de carácter más general , que
pueden servir para definir mejor la naturaleza, las funcion es y la signi -
ficac ión hi stóri ca de esta rea lidad soc ial y re li giosa tan determinante e n
la organi zación de la sociedad cri stiana de aquella época. En principi o.
nos parece adecuada la denominaci ón de " mo nacato prebenedictino",
incluyendo en este té rmino genéri co cualqui er ex peri enc ia de vida
cenobíti ca. efímera o duradera -con mayor frecuencia de breve dura-
ción- caracterizada por la ause ncia de un orde namie nto di sc iplin ar níti -
do, re lac ionado con las Reg las monásticas trad icio nal es. aunque algu-
nas de dichas casas pretendi eran enlazar con las realidades jurídico-
monásti cas de la ¿poca. visigoda. Estos grupos de "re li giosos" o her-
manos, frecuentemenle de ambos sexos. sin conc ienc ia c lara todavía de

I'¡<) P. Kchr:'Das P;'¡p~IIUI1l 1I 1ld del" katalani s(:he Prinzipn( bis zur Vercinigung mil
Ar~lg6n". en AbluJlldlllllg<'1I del' prl'lI.\·....isclw Ak(/(/t'II';,' di's \vi.f.H' lIcl/(/ts. 1926. (t faducción en
ESIl/di.\' IIl1h'ersilll ri... ('{/fa/lIl/ .... 193 1). p. I I . Cilado por A. 0 1i ve r. .. Los pri !lei pados oricnt;.¡-
le:,", Ni.woria de lo Igl('.";o ('1/ [ "'Im/ia. 11/1. p. 98.
150 En gcnaal. siguen teniendo un valo r de refcrcllci:l inexcusable la ~ alill:lc!<ls obscrv:l-
dones de M. Ríu sobre 1<1 funciomdidad de le)!' cenobios Illcdicv.ales: ~'1. Ríu. "EI p41pcl de
l o~ monaslerios en la !o:ocit:dad y en la ~('o[\ o mía de la alta Edad Media". SeU/CIlIO de his/o ·
rill .... pp . 15-33. El ámbit o cronológ ico. en el 4l1c se ll1ue ve aquí c~ le c ()nocidí~ irno autor.
super" IHlcSlro período. pero las ObSl:f\'aciollcs sobre.: el alto Medievo se Cllcucnlr;'1Il plena-
mente confirmadas en muchos dr: los ejemplos analizados el! 1!1I ~s l ro h::x lo.

357

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¡\tlelllalidad colecr;m y re(igio.\·idlld ell (0.\' primero.\' II/ídeo!l a istiwUJs del Horre pellill .n tfar

al clero que las servía o las admini straba. En e l fo ndo, dic.has do nacio-
nes, un in strume nto de e norme importanc.ia para la formación de do mi -
ni os eclesiásti cos, a veces peque ños y en ocasiones mu y importantes.
eran concebidas, tanto por sus autores como por quienes se be nefi cia-
ban de ellas, a modo de verdade ro contrato del tipo do I/t des. de tal
l11anera que lo donado a los edificios ec lesiásti cos terrenales, es pacios
sagrados y reproducciones terrenales al mi smo ti empo del cos mos esca-
to lógico, fuera ya co nstrucción anticipada y garantía para entrar en ese
uni verso celesti al.

La percepción de/tiempo y de los tiempos

La percepción abstracta del ti empo como marco ge ne ral de


referencia ' para los tiempos concretos, medidos y reg lados por los
ca le ndari os natural es y litúrgicos, só lo puede e ncontrarse e n los textos
de los autores cul tos y de manera muy espec ial en los croni stas de aque-
llos siglos. al igual que ocurría con esa mi sma noc ión de espacio. En
ge ne ral, se constata que estos aut ores son auténti cos deudores de un a •

concepció n bíbli ca del ti empo, articul ada sobre grandes períodos que
constitu ye n otros tantos hitos fundame ntales de la hi stori a ente ndida
como hi storia sagrada o histori a de sal vac ión. En esta crono logía fun -
damental oc upa un lugar esencial la teoría agustini ana de las se is eda-
des"iH:1 mlllldw una lectura alegórico- proféti ca de los seis días bíbli cos
de la creac ión35, que puede e ncontrarse tambi én en otros autores anti -
g uos, tan vincul ados e n este aspecto al pensamiento hi stori o lóg ico del
doc.tor de Hipona. San Isidoro de Sev ill a (Eth. , V, 38-39) co nstitu ye un

35 Un buen Irnb;¡jo sobre eS!<l concepción sacral del tiempo y de la hislt>ria en los pCl1 sa~
dores cri stianos dl.!sde la pa tristic.¡: K . LOwilh. El .5t!lltido de la historia. Implicacio1l es flm-
hJxinu' de (a Fi(osnfía de (a H islOritl. Madrid, 1958. Un discur:-.o teórico mús amplio sobr!.!
las di stintas concepciones dcll icmpo: K. Pomian, L 'ordrtl d/l '(,III(I.\'. P;.¡rís. 1984: en concre-
to. pp. 101 Y >s. (e. ((t ).

38 t

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U, Religio.... idad ¡\4c,li('1'{/1 ('11 I:;spm;a. /. Aira Edad Media (s. \lJ/~ X)

claro antecedente en la época visigoda. Y a fi nal es del sig lo Y 111 Beato


e n e l fam os ís imo COlll ell/ario del Apocalipúv (1. Y, 2 ). La C.
A lIJe/deI/se ti ene do, capítulos breves, dedicados a describir ya recoger
esta forma de pe riodi zac ión hi stóri ca: e l IX y el X, con ll amati vas
di vergenc ias c rono lógicas. El primero, más largo y po rme no ri zado, está
cerca de la re lac ión hi stóri co-crono lógica de Beato. Y e l segundo,
mucho más escue to reproduce. seguramente. al guna de las re laciones
ex istentes, que e ran mu y frecuentes e ntonces.l6
Los te xtos cronísti cos asturianos, impregnados de providenciali , -
mo y de sacralidad hi stórica. como todos los de aquellas centuri as, fue-
ron co mpuestos e n un os años , en los que las victorias de Alfon so 111
sobre los musulmanes fundam entaban las es peranzas de un cambio
radi cal de coyuntura con el triunfo cri stiano sobre el Is lam, alimentadas
también por una parti cular interpretaci ón de las famosas pro fecías de
Ezequie l. según las cual es la sal vació n de los cri stianos y la ruina del
poder mu sulmán podrían estar muy cercanas:

"Cualll o haya de durar tOda vía -e l final de los tiempos-, sólo


Dios lo sabe: pero para nosotros permanece la incertidumbre" .

Una espera transida de ince rtidumbres pero. al mi s mo ti e mpo, de


optimi smo e n un triunfo no muy lejano. cambi aría la suen e de los pue-
blos cri sti anos peninsulares:
,
'.'
" Restan hasta el día de San Martín, el II de nov iembre, sIete
meses. y estarán cumpli dos 169 años. y empezará el mio centésimo sep-

JtI Ambas cronog rafías de la C. Albeldense'. en Cl'ólli('(I.'IlISfll /,ÚlIIlI.\", ed it. L.e .. pp. 155-
57 Y pp. 226-2M. Theodofridus. monje de Lcxcui l dc ~ p u és de l 657 y más larde abad de
C"-IJ'b ic. co mporH! tambié n un prec ioso poema. orga nizado sigui endo el abecedario. dedica-
do. a s i l11 i ~ ll l(l . ;\ esl"l Ic m(¡ tica: De sex ('Ullib" .\, I1/lIl1di. Cada estrofa de Cuatro ve r.s os se cie-
mi co n un qu int o. n:pclido a 10 1:II'go dI;! loda h) co mpos ición: " DclIs qui iu stos sClllpcr es la ll~
dabili!\", Pero c ~m.:cc de dmo!\ cro nológ icos precisos: PU('f(I(' Im;,ú (lev; Carolilli. ed. K .
Strcc kcr. MG H. v. IVn:. pp. 559~64.

382

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Ml'1l1ttlid(/d co!euil'(/ .r rdigiosid(/(/ ('tI lo:)' primaIJ.'· llIídl'm · cri.\·,ÍllI/o.\· dd l10rte penilfsular

tuagésimo. Cuando los sarrace nos los hayan cumplido. según la pree-
dición del profeta Ezequie l recogida más arriba. se espera que lleg ue la
espcnlflza de los enemigos y se haga presente la sal vación de los cri s-
. ,.
llanos .

Pocos tex tos narrati vos re fl ejan esa concepc ión esencialmente
sacral de la hislOria como éstos de la parte fin al de la C. Albeldel/se,
denominada, precisamente por e llo. C. Prof ética. En efecto. toda la hi s-
tori ografía de la época y muy e n especial la de estos dos sig los prime-
ros, reproduce, con claridad, las categorías más características de la hi s-
toriografía med ieval: el prov idenciali smo radical y e l mora li smo hi stó-
rico, dos coordenadas básicas de ona concepció n hi storio lóg ica impreg-
nada de una fu en e mentalidad apocalíptica - como ya se puso de re lieve
con notabl e amplitud en otra parte de l trabajo-o que interpreta IOdo. los
acont ec imie ntos en clave re li giosa o, si se quiere, descubri endo en ellos
una dimensión simbólica y trascendente, que supone, e n última in stan-
cia. el reconoc imi ento de la soberanía inmed iata de la Providencia sobre
e l devenir hi stóri co uni versa l y particular o concre to.
Los autores de los tex tos presuponen siempre la ex istencia de una
ley divina reguladora de los procesos hi stóri cos, tan rígida y uniforme,
que les permite determinar la dimensión trascende nte de los acontec i-
mi entos signifi cati vos 0, 10 que es lo mi smo, la re lación de dichos acon-
tec imi ent os con esa ley divina, que determina la concaten ación causa l
de los mism~ protagoni zados por un indi vidu o o por grupos soc ial es
más o me nos amplios. Podría afirmarse que la evo luc ión hi stóri ca
adquiere de ese modo un valor pro féti co y que el auténtico sujeto de esa
din ámica hi stórica no es propiament e el hombre o los grupos humanos
sino la mi sma Provide nc ia.
Resultaría muy fácil mencionar infinidad de ejempl os de esta per-
cepción providencial y sagrada de la hi storia. Quizá la narrac ión de la
victoria de Pelayo e n C uadonga. rea li zada por los croni stas de Alfonso
1Il. constituya uno de los paradigmas más acabados y mejor conocidos

383

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La Religiosidad Ml!die\'{(/ el! E.\·/)(Iiia. 1. Alta Edad M edia (s. \/II-X )

de toda la documentación conservada. Los prodigios recog idos en el


tex to cronísti co son tan marav illosos que el autor neces ita justificarse de
algún modo y no encuen tra mejor argumento favorable que la narración
,
bíblica del Exodo sobre el paso de Israel por el Mar Rojo: "No juzguéis
esto vano o fabuloso; antes bien recordad que el que abrió las olas del
Mar Rojo al paso de los hij os de Israel, ése mismo sepultó bajo la inmen-
sa mole del monte a estos árabes que perseguían a la Igles ia del
Señor"37 El escribano de la donación auténtica de Alfonso" a la igle-
sia de San Salvador de Oviedo (8 12), inmune todavía de la ideología
neov isigótica que el tex to actual de las Cróni cas, describirá de
forma parecida, aunque mucho más sencilla, aquellos episod ios:

'Tu. oh Cri sto. liberaste con la poderosa diestra de aquella pesti -


lencia a tu servidor Pelayo, el cual , elevado al rango de príncipe. luchan-
do victoriosamente, golpeó a los enem igos y venciéndolos. defendió 11 las
gentes de los cristianos y de los asturianos enalteciénclolas" 38

Cierto autor eclesiásti co, probablemenlé un monje del siglo VIII ,


componía la carla De lal/de Palllpilone, en la cual constataba las bonda-
des naturales de la ciudad. "un lugar convertido por Dios en prov iden-
ciar'. y sobre todo el valor providencial y salvítico de sus montañas. pro-
bablemente los Pirineos, puestas a sus espaldas por la Providencia para
defenderla de los enem i!!os. Y lo hace citando casi lileralmente a un ver-
~

sículo del salmo 124: "En su enlomo y en el de su pueblo ('~I ocó el Senor
una barrera de monles ahora y para siempre. Amén" 39 Más tarde, a
comienzos del si!!l o X, las aClas de un concilio de Barcelona (903), cali-
~

.H C. Rorell.'i('. edil.. L e.. p. 205-206.


~8 S. Garda Larragucla . CO/t'c:ciÓII de l/ocumemos .... 2. pp. 4-9 .
11 .

•1!J J.M LUC;'UTól. 'Tl:xto~ navarros del Códice de Roda". E.wulios de Edad Medio de /a
a

Corol/a de Ara8óll. L pp. 268-70. El .Iutor cree que se Irata de un texto de origen vis igodo.
debido a la pluma de UIl monje. M.C. Dí;.¡z y Díaz. hu/ex.... 11 . 400. dala la cp ístolcl en el siglo
V III. hacia el año 778. en el que tiene lugar el conocido epi sodio de Ronccsvalles. aunque

384

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l .tl HllligirHirla(/ M edien" {'Il 1::splII/a, 1, AIIlI Edad A'/ed;a (s. VII·X,

Rlldil/lel/toI de teolog ía política

En un discurso hi stóri co, referido sie mpre, o. por lo menos. en


una última in stancia. a la determinación trascendente de la Pro videncia.
la n gura del rey y. sobre todo. MIS actuaciones co nstituyen el ej e verte-
brador de los relatos cro nísti cos. Y no podía scr de otra manera porque
el príncipe ideado por los croni stas cri sti anos es una perso na sagrada
entitati va mente a cau. a de su consagración o bendición eclesiástica, y
tambi én fun cionalment e porque el nort e de todas sus actuaci ones tenía
que ori ent arse al cumplimient o de los designios divinos: llevar adelan-
te los planes sa lvíficos de la Providencia. para co nvertirse así en el ins-
trumcnto adec uado de ésta. de tal manera que ese Rein o de Di os, con-
cretado hi stóri camente en la Igles ia y circun sc rit o a la mi sma
C ri stiandad. se hi ciera vi sible y se actualizara en este mundo telTenal ,
sacramenta l i za ndo o significando anti cipada mente el Reino de Di os
escatológ ico o del final de los ti empos. Si el Rein o de Di os di se li ado
por los au torcs bíbli cos se convierte de este manera en el arquetipo para
los rein os cristi anos hi stóricos. el rey del A nti guo Testamento, ti ene que
se r asimi smo el modelo de los soberanos cri sti anos 44 . El rey bíbli co,
concebido por la hi stori ografía de los libros sagrados como verdadero
Xristús. el ungido y sacrali zado, es auténtico vicario de Dios en la ti e-
ITa. y. por ell o. el defensor de los planes sal víricos prev i stos por Jhavé
para el pueblo escog ido. Y de ese modo se convierte en la imagen idea l
del rey cri stiano medi eva l. que sube al trono para constituir 'e co mo rey
por la gracia divina. dentro del más puro esqucma de la teoc racia tradi -
cional del M ediev045 Por eso, toda la hi stori ografía europea de la

J.j M. Gm-('Ía PdaYI). 1:/ Rf'i llo de Dim {/ n¡unipo /lOli¡;co. ESIlIf!io sob/"(' las formas pulí.
1¡cm di' /tI allll Edad M n !ia. Madrid . 1959 . Ta ll1hi ~ n \ V, lIi,..tor;a del pell.wl1Ii l!l/Io
I1I1W III1 ,
!}()/irh·o (111 la I:i lad M N!iU. Barcelona. 1983 (cd. ill g l e~;l, 1965): o F.J. Fern:índez Conde. F:I
Ubm de los "/i.' SltUl/(II/IOS ... . pp. 62 Y ~s .
4~ En rcalicl:tu d títul o Icoc dlico: ·· Rt.!x, gr:t1ia Dei" , 110 :Iparcct.! en doclllllcllIo:-; ;Iutémi ·
eo:. ha ~ 1:I el reinado de Alfol1~o 111 : ··Ego Adcroll ~ u s Dei gralia fex vicclll om nipotcllIi c tuc.

386

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Mt'llfalitlad ('olecTi l'a y religiosidad ('11 los pr;l/wros nlÍcleos c; ris!ialllJ-f del I/orte pl' l/ illSular

cualidad maravillosa y sobre natural , que constilU ye un tó pi co O lugar


común e n la literatura hagiográfica de todas las épocas, ha sido desta-
cada ya por la mayoría de los autores que se ocuparon de di cho género
hi stórico-literario . El estereotipo de los salllOS merov ing ios se confi gu-
ra a partir de categorías bíbli cas, en la que se destaca la e lecc ión di vi-
na desde e l vi entre materno y la influe nc ia directa y dete rminante de la
acc ión de la Providenc ia 88 Más tarde, e n la Aquitani a carolingia. este
tipo de rasgos aparece tambié n con frecuenc ia e n los re latos hagiográ-
ficos 89 Y re firi éndonos ya a la Pe nín sula, podría dec irse algo similar
sobre e l ideal de santidad en la España vi sigoda 90 o en re latos poste-
rio res de la tradici ón hagiogní fi ca hi spano-cri stiana . Por ejempl o, este
provide nc iali smo sobre naturali sta se destaca plename nte en la Vi/a
Rudesindi escrita, como sabemos, en ambie ntes ga llegos de l sig lo XII 91
o en la bi ografía de San Martín de León compuesta entonces por e l
conoc idís imo Lucas de T uy92
• La predestinación cultural constituye también un tercer tipo de pri-
vilegio que pel1'ecciona y enaltece a estos personajes protagoni stas de algu-
nos de los relatos hagiográfi cos, aunque en nuestro Pasionario y Santoral
no sea éste un rasgo general que pudi era considerarse como verdadera-
mente delinitorio. De hecho, en vari os de ellos se menciona, sencillamen-

RS M. Vml u)'lr;lI1ghe, SlylislIIiol/ bibliq/le el COl1(firioll IUl/lla;lIe dal/ s / 'Iwgiog raphie


melVdng ielllle (600-750). Bru ~:-;.c l. 1987. Segundo C¡lpítlll o: " LI Provide nce et la vo lolllé de
Dicu" , pp. 6 1 Y s.
¡'¡I) J.c. Pou l i11 . L 'Idéa/ de sail1reré d(lIls {,Aqui will e ca rolingiellll e.... Québec, 197.'5.

90 C. Ga rda Rodríg uez, El e l/ /IO de los saliros l'lI 1(1 Espaiia fOmallO y risigod(I, Madrid.
1966.
91 V R. pp. 379 Y s. En este tex to se narra el maravilloso anuncio de I ~I co nce pción de
IIdu3rJ. su madre. con calCgorías que recuerdan varios episodios bíbli cos. los prodigios que
acompaib ron e l bauti smo del predestinado nii'1o y 1<1 pe rfecc ión dcl mislllo desde su infanc ia.
92 EJ. Fernálldcz Conde, "El biógrafo conlemporá nco de Santo Marti no: Lucas de Tuy".
Salllo MorrillO de León (PollellciaJ del I Congreso II/Iemaciolllll .'\Obre 5alll0 M artillO en el
VIII CeJ/lellorio de S il obmlilemria: 1I85- /985J, pp. 3 17-18, donde se hace lInil desc ripción
dc la fi sonomía hag iogr;ífi ca del santo de l siglo XII. en la quc apmecc, hSgica mcntc. C~ la
dimensión sobrenatural de la predestin ación.

407

Malenal prolegido por derechos de a"lor


La Rl' ligiosidad Mn!iew'¡ e/1 Espaiía. /. AlU/ Edad lv/edia (s. VII-X)

va de entonces. formulada sobre todo por los varones, consideraba la


condi ción femenina como a lgo negativo y ocas ión de corrupció n y de
pecado" o
La fi gura del obispo-monje constituye e l modelo más acabado de la
pe,tección en estos relatos de carácter hagiográfi co. Sus autores enfati zan,
todo lo que pueden , sobre las maravillas de ambos estados eclesiásticos,
manifestando, al fi nal , sus preterencias por la dignidad y la jerarquía epis-
copal como la más perfecta de ambas . ituaciones, y teniendo mucho cui-
dado en dejar siempre en buen lugar a los obispos, aunque algunas veces
incorporan en sus apuntes biográficos algunas actuaciones episcopales
menos convenientes. En la Passio de Pelayo, escrita a mediados del X por
un cléri go, como se indicó más ¡m-iba. se puede enconlnu' un ejemplo
sumamente ilustrati vo de este tipo de consideraciones. Al autor le parece
poco edificante que el obispo Enllog io, prisionero de ' Abd a l-Ral)mful fll,
entregue como prenda en la cárcel musulmana de Córdoba a su sobrino
Pelayo y tratará de justilicar a dicho prelado cri stiano de la siguiente mane-
ra: porque "albergaba esperanza de que, al irse. enviaría unos prisioneros
con los que pudiese rescalar al sobrino", lo cual no ocUlTiría, como es sabi-
do"'. La COl1a Vi/{( de Froilán constituye un perfecto ejemplo de esa apa-
rente contradicción entre la vida ascética de l joven monje ermiraño y fun-
dador de cenobios y la del obispo predicador. El ingenuo hagiógrafo pone
en boca del piadoso asceta palabras procaces, insultos al rey Alfo nso 111,
mentiras sobre su honestidad y condición monástica, para tratar que el
soberano aSllIr renunciara al propósito de nombrarle obispo de León.
Atil ano, su compañero de eremitorio y de cenobio. será elegido también

11 0 Para un" hi sLOria del genero, en la que se dcscubrl: y subraya la valorac ión concret a
3
de lo femeni no a tra vés de la biografía de una noble del siglo X: M de l C. Paliares Méndez.
I/dlfam. IIlla (/r;srócrara dl'I .'iiglo X. A Coruil a. 1998.
111 PP, pp. 40,41.
112 VE L. e. r'Comnri clll~ adquc c ..ltcnatus proc~lc iori bus vc rbis insu!t¡ms rcgem el filios
Iwberc se inclIsabm el fal sulll mon:lchulll se cssc .lscreba t"). EIl I¡llfl l'f'llfin e( rrasla/io S. 2oili.
se !lOS dice qul.: Agilpi to. el, " in ve ntor" de c,'Has rel iq uias. "ex hticali gradu vitmn appelitlls est

4 '2

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M ('maliclad colet'ril 'a y religiosidad {JII los primero., I/j; d(~()s cristianos del uone I'núIIsfl lal'

obi spo de Astorga 11 2 Los abades de los grandes cenobios. re lacionados


habitualmente con la aristocracia del lugar o con los soberanos de los
correspondientes reinos, aparecen a veces adornados de notables viltudes,
aunque no hubieran alcanzado e lma/t irio ni samidad reconocida. Así, en la
Il'I lielllio de las mártires aragone. as Nunil o y Alodia se retrata al abad de
Leyre FOl1ún, como "varón religioso y prudente, grave, lleno de viltudes y
buenas obras ... pariente o persona cercana de la reina (de Pamplona)
Onneca (Enneca)" 113. Poder económico y soc ial, nobleza y cargo ec lesiás-
tico relevante como era el que con'espondía a un abad del gran monasteri o
Legerense, constituían un conjunto suficientemellle válido para que los
hagiógra fos pudieran considerar como modelos de perfección humana y
religiosa a quienes alcanzaran esas cotas de preeminencia social.
En las passiolles, e l martirio es concebido co mo una luc ha (p ro-
elium , agoll ) contra e l enemi go treme ndo de l bi en y de la virtud que era
e l Di abl o, y e n esa lu cha imponente los mártires cumplían la func ió n de
es fo rzados y va lerosos so ldados (fo rtissi/lli mili/es o "a l/ela e
ChriSli ) 114 Por e l comrari o, los magistrados o autoridades paganas,

mOI1i.¡sli cam ~t1q u e pcr gwd us cdc siaSlicos ¡id SUtll lll UIll saccrdmium (episcopado) esl prec-
!cCIUS": PZ. p. 380. C fr. sobre eSle parlicular: M. SOl. "La fO IlCli oll du couple sai nl é vc-
qut:ls:¡i 111 Illoi Ile das la mémoirc de 1#Égl i se de Rei 111 Sau X e siecleoLt' S fonrl iOHS d('s saillls ....
pp. 225-40. Tambi én. J.-e. Picardo " Le Illóde le épi scopal dans de ux Vies du Xc s iccJe: S.
Innocentiu s dc Tortona el S. Pro:-O IR'J' de Regg io Ellli lia" . Ihíd.. pp. 37 1-84.
11 3 PNA p. 645.
1101 pe. p. 3 1() Coper o rCllioncm suam dcmo ncs cfrllg.l r~( O). Cucufme responde así a
Max imi ano: "((ti) adoras thecas dCllloniorull1 cui III si mi1cs es ClJ lll pri ncipc ItlO diabol o". p.
:. 11: p. 3 14 ("Tu ne Rufinus aCCCIl $US furorc dia bo lico·'). PSG. p. 354 (" In hoe ergo .¡gone
qu ul1l cxcrccrcnl piam el rorti ss imam lllenlclll .. 'O): p. 35 5 ("'Scrv,lIldu s el GCl'tllanus foni ss i-
mis mililcs ..... ); p. 356 C fc roc i!-isilllllS iudex cuiu s CO I' lividum :l1l1 iqUlIS l"olubcr obsidcbal"').
PP.. p. 68 Y p. 78 C all cl<I ... <l lI el,l fo rl issinws (Chrisli )"): PFIP. p. 347 ("deos enim non habe-
lis nis i pat rc m "CSIJ'ulll di abo lum. qui di cilU r S.lI al1;.\5"). LI .mtoridad romulla que co ndenó a
o
ZoiJ o qu~ r ía ll evarle "ad cull 11l'ílm dClllollum PZ. p. 380. PAY. p. JJ ("'rabi.1 p.lganorurn", :
,:

p. 13 ("fcrali s rab ie contra Dei marti rcm", del juc:z Dio n). PFP, p. 47 ("dc.mcns sac ri lcgus
impcral orum furor concul cre l , el om ncs chrisli an os <Id sncri legam demonum cuhul'a m"): p.
47 ("pl ebs adora vi l simulacfu m dcmonum'O)o p. 4 8 ("íl udi villll1 S inf'lIniam el bla sphcmi am
o

diabo licam ' -los precc plOs impe ria les- ). PNA. p. 645 ('"colllra Iyrannorum rabi em. diabo li-
co insti nclU in pcrscc ulione fidelium ncccnsa' O) .

4 13

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M e11laJidad coJecfil'{J y rdigiosida(/ en los p rimero." núcleos crisrillllOS de/I/orre pl' l/il/sular

nientes de la liturg ia romana, que tambié n formaban parte de los


Sacralllel1tarios y de otros libros característi cos de la ordenación litúr-
gica hi spana o mozárabe, anteriores al siglo VIII. La nómina de aque-
ll os está e ncabezada por Santa Eu lali a de Mérida y San Vicente de
Zaragoza, dos santos muy venerados durante los siglos visigodos l29
San Tirso, el mártir ori ental, cuyo culto, al parecer, fue introducido e n
España por una colonia de griego · res idente en Mérida, sólo cuenta con
dos advocac iones patroními cas en este período, ambas de la primera
parte del siglo IX , durante el reinado de Alfon so 11: la iglesia construida
por este rey a la vera de San Sa lvador de Oviedo y el monasteri o de San
Tirso cerca del río Na lón (San Tirso de Candamo), c uyos oríge nes sue-
len situm·se hac ia el año 800. Los restantes santos hi spanos carecen,
prácti camente, de representación, lo cual podría poner también en tela
de juicio ese supuesto neov isigoti smo ge nerali zado del uni verso me ntal
de la corte del Rey Casto. tan característi co de las conocidas Crónicas
asturiallas: ex pone nte claro de una fuerte ideo log izac ió n creada
o ex iste nte en los años de su compos ición 130. En realidad , la mayor

12'1 P;ml esl!.:! eX lrcmo tiCIl!.:! mut ho i11lcrés la obra. mencionada •va anlcrionnclllc de C.
Gilrcía Rodríguez: El c/tlro de los S(l lI lOS .... M,¡drid, 1966. En relaci6n con el culto a S~ nt a
EuJa li n: pp. 2S4 y ss .. y para e l de S. Vicent e. pp. 257 Y ss. También A. Fábrcga Grau.
Pasiol/ario Hispánico. 2 vóls .. Barcelona-Madrid. 1950-55. Sobre el problema de las dos
Eul al ias: A. F¡'ibrega Gral!, Sama Eu/afia de Ban.·(' /ollo. RevisilJIl de 1/1/ problema histórico.
Roma. 1958. La ~it u <lc i ón . ¡Clllal de e~l a problem;.íti c"l: M. Sotoma)'or. "Eulalia". IJibliotltet:a
SallcJnrt/II/. v. I V. CC. 404-409. Cfr.. as imismo. J.M. PineH. "Liturg ia". Dicciol/llr¡o d(~
HiSlor¡a (~cle!·¡iás lic{l de Espaiia. v. 11. c. 1303-1320 (con .. bunda nl!.:! bibliografí¡I).
!JI) Mérida IU vo Ull a importanc ia mayor que Toledo en la consolidación de la devoción a
San Tirso. cu)'.lt PflHio parece habe r ~j erci d o un:.l nowb lc inl1l1 e n c i ~ en la redac<:ió n de 1;". de
la Sanl a Emeritense. Por lo dcmús, las dos primeras iglesias dedi cadas :t Santa Eulali a 1:.'11
sucio astur aparecen en doc umcnlos dal¡tdos después de la muerte de Alfo nso JI. concreta-
mente del ailo H62: S;.¡nta Eul alia de Uxo )' Sama Eul alia de Seloriu. Con lodó. nO convie ne
olvidar que el culto a San Juli án. un sanlO egipcio-co nst¡mlinopo lililIlO. vincul ado a Snnta
Basilisa, parece haber tenido su centro de propagación )' di fu si6n en Toledo. a parlir de l sig lo
VII : C. Ga rcía Rod ríguez. O.e.. pp. 209-12. Sanl.1 Crislina de Torano (Tiro). titu lar de lIll<I
de las más conoc idas i g.l cs i<l ~ prcrro m;"Í nic<ls. fi gllnl. asimismo. en l o~ calendarios litürgic()s
hispanos o mozá rabe s: O.e .. pp. 143-45.

42 1

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1.0 Rl-ligiosidad Mt'c!ü' w¡f en E.\pwio. 1. Alfa Edud Media (s. VII-X)

En c ualqui er caso. parece claro que hasta los siglos X-Xl. la


denominac ión de los indi viduos se rea li zaba mediante un so lo nombre
persona l. debido. lógica me nte. al influjo del c ri stiani smo y de la
Ig les ia. defendi endo e l modelo de pe rte nenc ia a una familia conyugal,
frente a tradic io nes familiare s di stintas, basadas e n la gel/ s de tradi c ión
ro mana O en la persistenc ia de formacione s sociales autóctonas de
estructura gentili cia. Por eso, el di stinto grado de romanización o la len-
titud y esc.asa profundidad de los procesos de cri stiani zac ión, pudieron
dejar hue llas reco noc ibles todavía e n la antroponimia de determinadas
regiones. co mo tal vez oc urriría e n e l Noroeste pe nin sular y e n Asturias
concretame nte. donde las menc ionadas estructuras gentilicias tardaron
más en evolucionar que e n otras latitudes, según han puesto de re lieve,
hace algunos años. A. Barbero y M. Yigil. Por e llo . tambié n habrá que
admitir la pervivenc ia de un sistema antroponímico anti guo durante la
primera época del Medi evo. en el que se e ncue ntran indi cios sobre la
persiste ncia de ese sistema primitivo o indígena, constituido po r e l uso
de nombre indi vidu al. e l gentilici o propiamente dicho puesto en geniti-
vo de plural. y e l patronímico e n se ntido formal; tambié n e n geniti vo,
pero de singular l49

La cercal/ ía del D ell/ ol/ io CO II/ O el/ ell/igo o/JIl/ipresel/te

La importanc ia de la devoc ión a los santos, e n ca lidad de "patro-


nos- protectores". dotados cle infinitas virtualidades, durante estos
sig los -yen tocio e l Medievo-. puesta de reli eve en e l apartado anterior,
no pod ría va lorarse en sus justas dimensiones, si no tu viéramos e n

l-l') A lgunas ob"t"J'v;J¡;:iollcs. muy minadas y prcci sns. en: J. Viejo Fern .:índcz. La OJIOIIU;S·
lica a .\'lIOÜIII(I !Jaj nl1wdiel'{tI. Nombres de per.wJI/(f.\" y procedimielltos denomil1arivm' ell
AWlrias di' los .rig/o.\" XIII al X\( pp . .,5 Y ~ s . ("S i s t l~l1las antropon ími cos y sociedad en la

-
A s turia~ 'IIHi!.!lla") .

~ 32

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Ml'IHalidml colt'clim y re/igituidtul (' 1/ los priu/('l'Os llIíC/(,os cri.,·tü",os de/l/ Orle' Iltl/ inslllar

cuenta un a nueva vari ab le de la religiosidad de los c ri stianos del a lto


Medievo: la enorme trascendencia de otro ser misterioso y sobrenatu-
ral , también muy poderoso y determinante e n e l c urso de los acomeci -
mi entos, como era e l Demonio. En umbientes merovingios y caro lin -
gios contemporá neos, con desarrollos teo lóg icos de notabl e trascen -
dencia. ca rgados frecuentemente de imenc io nalidades ideo lóg icas de
naturuleza política, la preocupación por la presencia y la influe nc ia de
los poderes diabólicos fue innegable lSo Alcuino. uno de los grandes
teóri cos de Aquisgrán. en su conocido comentario al Apocalipsis, com-
pendiaba la co ncepc ión cósm ico-antropológica de las parles del diablo
en estos términos: "EI diablo se divide en c uatro panes: en paganos,
judíos. heréticos y malos católi cos·'151 . Y a partir de este diseño. no
resultaba d ifíci l formular un cúmu lo de consec uencias de ampli a fun-
cio na lidad ideológica, política. moral e inc luso ec lesio lógica l52
La hi stori a mundana. co ncebida como un a lucha permanente
e ntre los designi os y las acc iones de la Providencia y las influe nc ias
del Maligno, tenía. asimi s mo. otro corre lato confi g urado por dos ca m-
pos de batalla bien definidos: e l de los paganos, adoradores ido látri -
cos. cs decir, de dioses no cristi a nos, ide ntifi cados con el mismo
Diablo o instrume ntos de su propio poder, porque era a llí donde esa
potenc ia del Maligno se movía a s us a nc has : y e l de los cristianos, el
cuerpo de la Ig lesia. la sociedad cri sti a na, organi zada y vertebrada en
torno al Emperador y a los obispos. Luchar contra los paganos e ra

Sobrt::' I:~IO~ aspcclo~: G. Tabacco . .. Demonología di eli¡ prccarolingia e carolingia··.


J;'if)
S"iritllflliu; I! ('/I/rurtI l/ el Medieuro pp. 289':\04: id .. ··Agiogralia e demonologia coml.:.
o ••

strumclHi idcologic i in eti'l carolingia·'. 0.(·.. pp. 305-3 3 1. C fr. también : F. Graus.
··Hagiugraphit: und Dt!l1lollt!llgl<.luben -l ll i hr~Il FUllktioncn in der M crowingerze i(·. Smlli e
dC/1/olli ... , pp. 93 - 120.
1.51 !'L. 100. c. 11 25 (CrJ//l/1/(' lItariOntl1l ;/1 Almealips;". libri 1\1. c. ()) . Ciwdo por G .
T,¡ba\,;co. ··Agiogralia .. :·. p. 3 11.
152 Yar"'l Luces de SlaCab¡l. hace alglin ti empo. la importancia de 101 iconografía del dia-
blo cn las miniawras de los Be¡uos: J. Yarza Luce,. O.c. pp. 47 -75 (" De l .íngc l caído al dia -
blo mediev."" ).

433

MfllcriaI lTotegldo POI derechos de


LlI Reli¡.: io.\·ic/at! ¡\t!N!i{'\'al (' 11 E.Ii!'(U;(I. l. AIIlI E,lad M edia (s. \111· X)

luchar co ntra el mi smo principio del mal. co ntra el Diablo sin más.
Recaer en el paga ni smo. después de la conversión. era tanto como vo l-
ver al domini o del Demoni o y de sus corifeos. los di oses tradicionales
germáni cos de rai gambre indoeuropea. Lejos todavía del hori zollle
ideológi co-polít.i co de las cru zadas. la lucha contra el pagani smo se
consideraba como una verdadera empresa por la cau sa de Cristo, es
dec ir. como una ave ntura reali zada para el servicio del Reino de Dios
y, al mi smo ti empo. del rein o terrenal de los francos, en el que lo cris-
tian o constituía uno de sus principios basilares más firm es. Los judíos,
enemi gos hi stóri cos de Cri sto. cumplían. igualmente. una fun ción
parec ida a la de los paga nos, por su silllación frente al cri stiani smo l53
y lo mi smo podía dec irse de 10$ herejes que deteri oraban con sus
creencias o con su talante moral la fe y la moralidad cri sti anas. El
Demonio. según un tralado del 8 12, es la "venenosa serpi ente que
había afilad o. mucho tiempo antes, la lengua de los heréti cos contra la
fe católi ca·'¡ 54. El marco teórico de los "malos cat óli cos" tambi én pre-
sentaba perfil es muy ampli os. difu sos y poli val entes: en cualquier
caso. su maldad encarnaba la expres ión del poder del Diablo y de la
influencia de su reino terrenal. En esta categoría entraban los que
cometían pecados gra ves. los criminal es, los enemi gos políticos. todos
aquell os. en definiti va. que perturbaban la paz del reino carolingio,
qu e era. en definiti va. una paz político-social transida de reli giosidad,
ya que. en último término, se trataba de la paz cri stiana. Cualqui er ene-
mi go notori o del Emperador, hasta un rebelde enfrentado a sus pro-

l.'iJ G.Dalhan. "S;¡jnts. dcmons el ju ifs". Smlfi l'I del//fJl/i ... pp. 609·45. El au tor subraya
qU\! la rl.!lacitl l1 cnt n:,' d demonio y los j udíos es r'lra en 1<1 literatu ra hagiográfica l/bíd .. p.
6:\ 8). CU:lIldo :-oc encuentra. ~S I OS . c~ dl:cir. los judíos. cumplen 1.1 función de imcrmcdiarios
de Sat¡íll . Un (r.¡bajo m;is general: J. Trachtcllbcrg. TIte Del'il ami ,he Jews. rile M edit!\'(I/
Cr)JfCel)/i,n¡ 01 r!¡(' J~' II ' ({mI /h e' Rt'haiol/ lO M odem Amiselllitism, Ncw York . 1983 (2a cd.).
154 Trat'la tu s: U lfUIll .lIl im <le de h Ull1 alli ~ corporibu:'i cxc unl cs 1ll0X dcduc~lI1 t ur ad glo·
r¡<lm vc: l .. d p OClli.lll1 . ¡1Il cx pCCl c nt diclI1 j udici i :,inc gloriil I.!l poena: PL. v. 93. CC. 1.179·
86.

434

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La Rdigiosidad Medieml el/ ESlullia. l. AIUI Ed(/(I M"di(/ (s. " " -X)

porción de Cri sto y sea arrojado al infiern o inferi or con ludas el trai dor
y que su cuerpo no rec iba sepu ltura en la tierra. A mén .. tSb

La referenc ia a la excomuni ó n, es decir, a la ru ptura con la Iglesia


y la porc ió n de los predestin ados, eq ui valente. en último términ o. a la
inc lu sió n de los tran sgresores en la masa de los condenados, e l verda-
dero cuerpo del Diablo, constituye un tópico mu y repe tido en este tipo
de cláusulas documentales. La presenci a de Judas, e l traidor por anto-
nomasia. compañe ro del Demonio y supuesto huésped inevi table del
infi erno. en este tipo de forl11ularios. es también l11uy frecuente . Al fin
y a l cabo. la ruptura de la fidelidad consistía, en sí l11i sma. un delito
l11uy grave para una soc iedad C0 l110 la de estos sig los, e n la que las re la-
ciones personales, basadas e n la fidelidad , trasfigu rada ésta e n fe o vir-
tud sac rali zada y religiosa (jides-fidelilas). se estaba convirti endo ya e n
un e le me nto esenc ia l para la artic ulac ión de las estru cturas sociales 157
y algo parecido podría decirse de las alu sio nes a Datán y Abirán , tra-
gados por la tie rra al co nstituirse en jefes visibles de una importante
rebe li ón contra Moisés en e l desierto. un destino tníg ico y ejem plar
para los tran sgresores del orde n establecido e n la documentación jurí-
dica de la época, que constituía. lóg ica mente, e l pilar esencia l del orde n
establecido. La ausencia cas i sistemática de Córa j, lev ita y e l primer
jefe traidor del tex to bíbli co. e n esta c lase de ame nazadoras sanciones.
resulta verdaderame nte ll amati va. Tal vez tu viera razón J.L. Martín,
c uando afirmaba. hace años, que semejante omi sión estaba cargada de
int enc io nalicl ad social , porque dicho personaje era e l único c léri go de
aquel grupo de traidores bíblicos t58 .

156 A. Ubj(~I O Arteta. Cartulario d(' San Milldn de 1(1 Cogollo (759- 1076), 11. 6. pp. 14· 15.
157 A.c. Flori;lIlo CU ll1bn:'lio. Paleografía y ,wl{'ogmfia y diploll/(ílica e.'J}{/liollls. p. 398
Y M•. J.l. Manín t¡lI11bi¿n opina dc la mi :-;ma manera. en las cO lln o l ~lc i o n e s feu-
in s isti~l1do
dales de és ta das!,;! de rc rcn: ndas b íbli c 'I~ : lL. M<trlín. ··L;.¡ luilidad de las fó rmulas '·intuí-
les·· en lo ~ doculllentos medievales'·. Sc' nulI/o (/C' /1II0Il(l C(If{) cáIlJahm -asfUr-leo/lés. p. 84.
151'1 J. L. Martíll. L.e.. p. 84. lit. 10 . La referencia bíblici¡ a Córaj . D¡lI¡íll y Abir;ín:
NIÍIIU' /"O.\·, 16. 1-35. Ya hemos me ncionado una rnagllílka tesis doctoral -todav ía inédita-

4:16

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M em ll /id(u/ colecri l'll y religiosidad ('1/ /0 ,\' ¡,r illlaos núcleos crisrillllOS de/I/orte 1'(,"i1 /SlIllI r

La vincul ació n del Diabl o con el Anti cri sto, co nfundié ndolos o
relacionándolos estrechame nte, constitu ye, asimi smo, otro de los
referentes ideológicos de esta época, cargada de preocupac iones apoca-
lípti cas, sobre todo en ambi entes más cultos como eran los monásti cos.
En un conocido tratado de apologéti ca antijudía, titulado : Liber de
varii.\ Quaesliol/ibl/s, atribuido de forma habitu al al Hi spalense. pero
compuesto. seguramente, e n el siglo VIII y en ambi entes septe ntri ona-
les 159, se co mparan y se int e rpretan al egóri came nte los dos
Testame ntos, subrayando las posibl es contradicc iones ex iste ntes entre
ell os, y las lógicas di ficultades que tenían, por ell o, los judíos para con-
vertirse al cri sti ani smo. Pero la conversión de éstos al fin al de los tiem-
pos (c. 78), la derrota y conde na definiti va de los ene mi gos de la igle-
sia, de l Di ab lo y del Anticri sto (cc. 83-84) y la perpetua bie naventu-
ranza de todos los santos. serán. seg ún el autor anónimo del mi smo,
otros tantos hi tos preparatori os de esos cielos nuevos y nueva ti erra,
que describe en el último apartado, con el que se cierra este curi oso tra-
tado (c. 86). Y e n ese nuevo estado: el estado escatológico de los cielos
nuevos y de la nueva ti erra, la virtud fundamental sobre la que se res-
taurarán las relacio nes soc iales renovadas, será, precisamente, la justi -
cia 160.

sobre los fo rmul arios diplo m(¡ ticos y ~us virtu ali dades signifi ci1liv:ls para el Illundo de las
menwlidadcs, mencionad .. rUll(:riormclllc: R. Redondo Alo nso, D oct/mel/ to y mel//(l lit/ades
( Le61/. Siglos /X·X lIt). Leó n. 1993. El eSlud io de las sanciones puede cnconl rilrse a p~lrl ir de
la p. 29 1.
1:\1} S. Isidori Hispalensis Episcopi, Libe/" de Voriü Q t/ac.'i rio l/iIJ/l.\ . cd .. A.c. Vega)' A.E.

Anspach, El E"'ic()rial. 1940. A mbo::. alll ores no dudan en alribuirl o "' Isidoro de Sev ill i.l. A 1.
MHdoz, sin cmbi.lrgo, le parece ulla obra pos teri or y 110 descan a que h ~l y a que po nerl o en rela-
c ión co n la co ntroversia .adopcionista. En cualq ui er caso, M .e. Dí'l? y Díaz (JI/de.\', 11 . 40 1).
lo di.lta tambi én en el siglo VIII. C fr. dI! eSle últ imo aulOr: " De Palrísti ci¡ cspailoJa". R l'V; .'if(/
ESl'oíio /a de Teología, 17, 1957, 39-4.1.
16n Una referencia brcve sobrc la importancia del dinblo en el primer cri 'tianislllo de
Canta bri:¡: J. GOll z:i lez Ec hegara y. "Cad cter y mat ices ... ", L. c., PI', 127-29.

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Mel1lalida(/ cOleCli lla y religiosidad ell lo.f primeros núcleos cristianos del !1Of'{(! peninslllar

La casuística especítica deri vada de estos grandes capítulos de


moralidad negati va aparece concretada en los cuatro Pellitenciales penin-
sul ares, que recogen la tradición disciplinar de la Iglesia, recogida e n esta
clase de literatura morali zante, un género literari o que comi enza, como
e sabido, en ambientes momísticos irlandeses y bretones unas centurias
antes, para extenderse por todo el Continente durante estos siglos de tran-
sición y de primera Edad Media: una época, en la que la práctica de la
penitencia publica experimenta profundas transformaciones, evolucio-
nando hacia formas más pri vadas l62 . En la Península, durante los siglos
visigodos, la Hispana conti ene muchos cánones relati vos a esta discipli-
na l63 Después de la invasión, durante los siglos IX-X. en círculos ecle-
siásticos norteños se componen tTes Penitenciales con muchas coinci-
dencias entre sí, que dependen, en parte. como es lógico, de la di sc iplina
penitencial visigoda, y, en buena medida, de los libros de este género de
ori gen insular. en concreto de la línea cummeno-teodoriana (Cummean y

162 Para un panorama ge neral de CS{;.J problcm:ilica: C. Voge l. Les 'Libri Paeniltmtiales '.
Turnhout, 1978. En este t r~bajo dc ca rClClcr d~ sc ripti vo y ::.illtl!tico. sc pueden encon trar algu·
n:ls referencias breves, pero mu y precisas. al igual que en toel,¡ la obra de di cho especialista.
-
en las pp. 79 Ys. Dc este mismo au tor: Le p éc/¡el/r el/a péllilence (ll/ MOJell Age. París, 1969.
Para la evolución de la penitencia antigua es fUlldament;¡1 la obra siguiente : B. Poschmann.
Die a/)el/dliil/dische Kirehel/bllsse il/ AJ/sgallg de ... c"'úllicltell Allc/"wlI/s. MÜllchcn. 1928:
del mismo autor: Die abelldliilldist!w Ki,-c/umbusse ill/frühell MiaeJa/le,: Brcslau. 1930: Id ..
Pot'lIilelllia s('ell,,(/a: dit, kil"chliche Bus.fe illl ¡¡lies/en C/¡ri.Hl' llIWI/ be; (\'p/"ial/ w/{I
Origelles. BOIlIl. 1940. Ot r;;¡ buena síntesis sobrc la cvo lm:ión de la penilc llci;;¡ cn la época
;uuigua y medieval en: J. Ramos Regido r. EI.'iocl"mlWlllO de la 1)('uiwllcia. Reflexiól1leoló·
gica (1 /a fu: de /(, Biblia. la HislOria y /a Pfu /óm/. SalanHl nca. 1975.
1(1.' Una breve síntesis de la pdc tica penitcncial en la iglesia visigoda: J. Fcrn:'Í ndez Alonso.
La (' /lra pastoral en /a E\jJl llia ml1lflHOIúigoda. c. X, pp. 5 11 Y ~s. Ta mbién G. Mart ínez Díez.
"A lgunos aspec tos de la peni te nc ia en b Ig lcsi::¡ visigoclo· mozarábic:I" , La Patrología lo /eda,
IIfHI;sigoda, pp. 121-34. Un intercsí.lIltc tratado teórico sobre 11.\ prác tica pe nitencia. de tradi·
ción visigoda. pero l:ompucsto en la España cri ~ tiana de estos siglos. concretamente antes dd
XI. cuando se inclu ye cn el manuscrito q ue lo cOlH icnc: Id .. " Un tratado visigótico sobre la
penitcncia'", fli.\l'llIliu Sacra. 19. 1966. 81)·98: curiosamente. el texto original latino fue verti -
do al árabe posteriormente. n trabajo de sfntesis más recien te: T. Gon ziilez. "La iglesia desde
la conversión de Rccarcdo hasta la invasión :íraoc". Historia de 11I Iglesia l l ll Espmill : v. 1: LlI
Ig/esia ell /a ESJlwia I"Omw/{/ y \'isigoda ( siglos l· VIIJ). pp. 568 Yss.

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La Religiosidad Medi(>w¡J (>1/ E\pmia. /. J\ff(l Edml M(~dia (s. VII-X)

La avaricia, otro de los pecados rontales de Adán, figura sancio-


nada rigurosame nte en el capítulo IV del primer penitencial y en la
parte correspondi ente del segundo, condenando ambos a los peljuros
por deseos desordenados y voluntarios a servir a Dios en un monaste-
rio hasta la muerte y a l1:partir entre los pobres sus bienes mientras
vivieren. El c. VIII de l Silense y e n el tex to paralelo del Albeldem e se
castiga con tres años de penitencia a los avarie ntos. Idénti ca reparación
penitencial caerá sobre el prestami sta usurero según la versión del
segundo (fener%r usuraril/s I67 ) . Y ame nazan con idént ica pena a los
soberbios, uno más de los vicios del pecado original, según el texto
mencionado 168
El hurto, nombrado en tercer lugar e ntre los pecados de Adán,
ti ene una casuísti ca relati vamente corta, si bien muy significativa en
alguno de sus extremos. En primer lugar, ll ama mucho la atención el
hecho de que sólo se condenen los hurtos cometidos contra la iglesia y
contra los señores, pero en ningún caso los abusos por robo de los pode-
rosos. La penitencia de los atentadores contra los bienes ec les iásticos
tiene un va lor doble respecto a la de quie nes roben a sus señores: pagar
el cuádruplo de lo sustraído o el doble si ya hubieran devuelto lo roba-
do. Se condenan , además, los ince ndios, el expolio de los lugares mar-
tirial es, y la utili zación de las piedras y las maderas de las iglesias en
otra clase de ed ifi cios. Env iar un cri sti ano a la esclavitud, cualqui era
que fuere su condición, se sanciona con la lógica gravedad: hasta diez
años de penitencia 169

167 ¡.}\. p. 19 1.
16t' PS. p. 175 (en d l'. I V ('Ontra el perj uro y el fal sario): y p. 177 (de t.'upidiis el afiis
simifiis ). La propensión a la borrac:he,ra (eb rio.ms) aparece. asimismo. con loda lógic.1. en
es te apart¡¡do
16<) PS. p. 175 . En dicho c.tpílUlo se reg istran algunas diferencias cnlrc la redacción del
Silell.'ie y del Alhddense. Éste no establece la diferencia entre los hurtos a 1<1 iglesia y a los
scüorcs. La gnwcdad de la falta ele q\li enes nmndcn a 1.1csl.'!;.¡ vi lUd a un cristiano es UIl alio
menoS de penitcnci'l: PIl , p. 189.

442

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Mi'1II(didad coh'ctil'(l y rdiSio.\·idad l'1/ los primeros mideus (' ,.iJliallos dell/Ol'lf !,él/il/sula r

La larga casuística sobre el homi cidi o (De diversis hOlllicidiis),


un pecado inclui do también en el elenco de los ori ginales, pone de
reli eve la ex istencia y el reconocimie nto de una soc iedad mu y compar-
timentada y dividida en clases soc iales diferenciadas y con respo nsabi-
lidades di stintas frente a este ti po de delitos graves l 70 En primer lu gar,
destaca la condición pri vil egiada de los cléri gos. Así, según el tex to,
quie n diere muerte a un obispo, abad o presbítero, además de cumplir
la pena propia de homi cida -d iez años de penitencia y dos de excomu -
nió n-, tendrá que ser juzgado so lamente por el rey. Dar muerte a alguien
por mandato del señor era mucho me nos grave que hacerl o desde la
condición de libre. Por eso, si el homi cida cumple ese mandato a la
fuerza, su de li to se sustancia, senci llame nte. con c uarenta días de pen i-
tencia. En el mismo sentido, la señora que maltratara y go lpeara a su
sierva hasta causarle la mue rte, tendría sanciones mucho más leves q ue
las correspondientes al ho micida normal. Además , se sanciona co n
mucho menos rigor el aborto, pero si la responsabl e de este del ito es
una adúltera, la pena establec ida resulta mucho más dura que la del
aborti sta corrie nte, poniéndose así de mani fiesto, una vez más, la situa-
ción de inferioridad de la condi ción femenin a e n la realidad y en la
prácti ca 17 1. De hecho. un viudo podía contraer matrimoni o a los seis

170 Los dos lexloS l1l<Ís amplios. el Si/ellse y el AlbddellJe. coinciden en lo fu ndamcnt¡¡1.
pero presenlan <l lgun<'ls diferencias. Así. el homicidio simple cs,lá san cionado eDil más rigor
en el segundo -quince aiios- que en el primero: diez iliios. Todo el capítulo: PS. pp. 175-77.
Y el PA, pp. 189·9 1.
171 "Qui abortu Jl1 fcccril vo luntarie, 1111 :mni s penite:n: sine VO IUIlI<llC 11. .. Si Illulier per
poculum alll per qll<llibcl arlcm occideril fi li ul11 ve l qui dC I1 ~lIi sunl. XV annis p~n i lt' al: si
Illu licr aulelll p:.lllperrima. X ilnnis pcnitcal. .. Si antcquu m ani ma habc3l, 111 all nis penjlcal.
Si POSI II I homicid iulll iudicelur.. . Quec lIlllquc lIlulicrcs que forl1i c~lIl l ur. el parlU S SlIOS
Ilcgant, XV annis peni lcill.- Si qua mulier per adulleria. abscmc marilO suo. concepcril. idque
POSI facinus ocdderil. !lec in fincm dandam cssc cOllmull iollem: co quod gcmina vc ril scelus.
eL XV II anni s pcnilcm: P5. p. 176. Re suhn lambién IImnali vo que el aborlo tenga dislilll,l
va loración ames dc que el felO "tenga ahml" o nO. El Te xlo del PJ. prccisa eXl.ICI'lIllCnh.! el
períod o. en el que se considera que dicho felo no está lodavía ilnimado: en los primeros 40
días de cmbarazo: Pi. p. 199.

443

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/.t, I?elig;()sid(/{I M edi('\'{/ / en Espmia, l . Alw /"::dad M edia (s. V/I·X)

meses de la muerte de su muj er, pero las viudas tenían que espera r un
año para acceder a un nuevo matrimonio. Por otra parte, el tex to peni-
tencial es bastante comprensivo con los sui cidas: si muri eren en e l
intento no tendrían derecho a enterarse en sagrado, una sanción trad i-
~

cional que estará en vigor muchísimo tiempo; pero si alguien les sa lva-
ra antes, s610 deberían hacer un año de penitencia, segú n el tex to.
Tambi én se condena con dureza al violador. El Si/ense es muy ri guroso
contra los que causaran la muerte a otra persona utili zando malefi cios.
Este desorden aparece catalogado entre los más graves, ya que quien lo
cometi era. no podría recibir la abso lu ción de la excomuni ón ni al final
de la vida. Finalmente, res ulta. asimismo, ilustrati vo el constatar la
considerac ión especial que prevé la di sc iplin a penitencial para los
homi cidi os reali zados en el transcurso de las guerras: las feuda les entre
señores y las emprendidas co ntra los enemi gos de la fe, realidades coti -
dianas durante estos siglos:

HQuien mat ara a alguien durante la guerra. haga un año de peni -


tencia (para el homicidio normal se prevén diez. y dos de excom unión)
o redima a un caut ivo. Quienes abrieran las puert as de un ducado a los
bárbaros. hagan siete años de penitencia. Aq uellos que abandonaran las
armas en un ,.'ombate -se entiende contra los mu sulmanes o paga nos- y
causaren el desastre (srrages) de los cristianos, hagan penitencia hasta
la hora de la muerte' ·.

Al final se deja bien sentado el derecho de as il o de las iglesias


para los homi cidas. los adúlteros y los ladrones.
Las diversas formas de fornicación. otro de los seis componenres
del pecado ori gi nal del Génes is, ocupan la mayor parte del texto de los
penitenciales. En el Si/el/Se dos capítul os: el noveno, de muchísima
ex tensión y de notab les prec isiones cas uísticas, y el X, dedicado a los
incestos y a las di stintas formas de parentesco, un a problemática muy
importante para unos siglos. en los que se estaba n superando formas de

41 '1

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!\tInlf(ffidud colectiva .1' I"l'ligiosidad (,Illos prim(>}"m lIlídl'OS crisliwlOS dril/orle ptmiHsu/(/1"

parentesco ex tenso, propi o de las sociedades más primitivas y se impo-


nía paulatiname nte la fa mil ia nuc lear l 12. Por lo de más, los teóricos de
la época vi sigoda, e l Hi spal ense espec ialmente, ya habían hecho
prec isio nes al respecto l 73 En cualquie r caso. la fo rni cac ión
con parientes muy próximos. co n la madre y co n la hij a por eje mplo. se
considera un de lito mu y grave, pero no se di ce nada e n e l caso contra-
rio 174
La gravedad de los pecados de forni cac ión de los mi embros de la
c lerecía vie ne estri clame nre de terminada por la pos ic ió n de los mi s mos
en laj era rqu ía: veinte años de pe nite ncia para e l obi spo, quince para los
presbíteros, docc para los d iáconos co n e l agrava11le de que ya no
podrán o rdenarse de sacerdotes; al converso y al laico le corre. po nde-
rán ve inte y diez mios respecti vame nte. Y al final del capítul o nueve se
prohíbe taxati vame nte e l matrimonio de los clérigos, hasta e l punto de
que a quienes qui sieran contraer matrimo ni o, se les impondrían penas
c iviles mu y severas: e l desti erro perpe tuo para e ll os y la venta como
esclavas o la peregrinació n para sus muje res e hij os, si los hubi eran
tenido l 75 El tex to penitenc ial se muestra, ig ua lmente, mu y severo para
los que fo rnicaran con animales y fre nte a otros de litos re lacionados
con esta materi a co mo pod ía ser e l rapto de vírge nes y de viudas. san-
c ionado tajantemente con la excom uni ón a los raplOres.
La situac ió n en la esca la social y la condic ió n de género. marcan.
asimismo , difere ncias mu y notables e n la valorac ión de los pecados
contra la castidad y la gravedad de las correspondientes pe nite nc ias. En

i72 La estructura del PA eS Ji.'ai nl;l y la tipifi cación de dclilO3 y penas no coincide plt!.
!l ame nt e: PA , pp. 191 Y s.
173 PS. 1'1'. 177- 180.
17.¡ ··Si quis CUIll l11<1 trc el el fil i" I"ornicalur. lI SqllC ud li nclll vile suc pcnitc¡u bid ll~lIla el
clclllosina!) tri bucndo ellacrimas fundendo... Qui <'::U Ill malre sua forni calur. XV annOs peni-
lealll ' '': PS. pp. 178 Y 179.
1 7 ~ El PA es mucho miís indu lgente. Al cléri go o a la monja que hubieran contraído
matri monio. sólo les impone X II alios de peniten cia: H \ . 19.1.

445

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book.
A

' Abd al Rahman 1



86, 103. 263, 416
'Abd al Rahman n

89. 105. 106, 111
'Abd al Rahl11an

1I1 85, 88, 89, 90, 11 3, 4 12
' Abd al-' Aziz 73, 202
' Anbasah 95
, Abd-Allah 87
Abdénago 4 17
Abirán 436. 436
Absalón , presbítero 323, 324
Abü 1-Hattiir
. " 86
Acci Ver Guadix.
Acosta 340
Acul11uer 345
Adhe lell11us 129
Adón de Vienne 375
Adosinda 144. 145 . 3 19
Adriallo 1 21, 21, 98, 10 1. 102, 1M
Adulfo 313
Aecio 159
,
Africa 67. 68, 11 9, 132, 134, 163, 165. 257,
367, 369
Agapito, obispo 409
Agobardo 35 1
Agrestio L62

535

Material Protllllido por derechos da autor


Ltl ReliRiosidad Medieval ell Es!,,,,;a. l. Aira Edad Media (s. " " -X)

A 1.1 ah 98, 105, ill


AI-Andalus 79 , 8 1 , 82 , 85 , 86,87 , 88 , 89 . 90, 9 1 , ~
106, ill1. lllR. 11 8. 125 . 128, 132, 133.
134, 250, 258, 489
Alaón
,
198, 246, 293,347, 348
Alava 186, 238, 340,420, 456
Alava (Salas) 30 1
Albelda 186, 293, 456
Alcalá 126
Alcova~a 270
Alcuino de York 103.392.433
Aldroi to 33 1
Alejandría 372

Aleman ia 320
Alesanco 186
AI-Flirabi 132
Alfonso Díaz 33 1
Alfonso I el Batallador 194, 459
Alfo nso I el Católico 145, 175, 237, 330, 388
Alfonso II el Casto 151, 156, 175, 224, 237, 268, 298, 303,
338, 339, 380, 384, 387, 388, 389, 392,
42 1, 423,425, 427,454, 45f, 455, 456,
472
Alfonso I1l 166, 176, 222, 223 , 229, 236, 269,
380, 382. 383, 385, 386. 389, 4 12.
420, 426, 428. 45 1, 453 , 454, 467 ,
470, 472 , 477

Alfonso V 222, 307, 316. 318
Alfonso VI 126.1 31. 456. 475
Alfonso. don 316, 317
AI-Hakam

II &5
AI-Kindi 132

536

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,
bu/ice de lIombre.f de p(' rSOllllS .r IlIg(l,.e~i

Aller 300
Almanzor 89. 91. 263. 305
AI-Maqqari 74, m
Al-mas 'üd i 95
AI-M lIndir

87
AI-Nilsiri
, 88 , m
Alodi a, márt ir 4 11 ,4 13
Aloito 3 18
AI-Sam h• 202
,
Alvaro. abad 327.333
Álvaro de Cordoba (Á lvaro 86. 93, 94, lOO, 104, Jili. 106, 107, 108,
Palllo) m 11 0. 11 2, 11 8, 11 9, 120, 12 1. 127,
128. 189
Alvito, conde 3 11.3 12
Amalsvi ndo de Má laga 126
Amando 183
Amas i 487
Ambrosio de AlItpert 27 1
Ambrosio de Morales 263, 270
Amesha Spe nta 492
Ampu rias 2ill
Ananías 296
Ananiel 502
Anastasio 375
Ancares 5 12
Anscario o
1 1. 102. lllil
Ansó 198, 245, 345
Antealtares 224
Anticri sto 11.4. 11 5, 11 7, 118, 11 9, 120, 264,265, 431
Anti oquía 372
Apringio de Béjar 259. 263. 270
Aquas Cal idas 237, 327. 328

537

Ma :enal ;JrOtegiclo por :lefechos de llUID


La Religiosidad Mn lil'\"al ('11 E,\"pwio" /. AIra E,ltul Media (s. VII-X)

Aquisgrán J.5 1. 205. 427. ill


Aquitania 182, 407
Ara, río 198, 347
Aragón 190, 193, 195, 196. 198, 270, 28 1, 344,
345,346, 429, 431.484
Aragón, río 458
Aras. puerto 347
Arechabaleta 180
Argéntea 90
Arias 304, 305
Arias de Oviedo 475
Arista 189
Armentia 186, 457
Armórica 1.6.5
Arnedo 236, 244
Arroyo 270
Arroyuelos U2
Asia 367
Assuri 314
Astemio-Asterio 150, , 177
Astigi Ver Ecija.
Astorga 137. 143, 145, 153. 154, 155. 219, 225,
226,227. 280,330, 413, 454,486, 487,
499, 508, 515,526
Astrulfo, abad 312,313, 314
Astures 168, 492, 495
Asturias 71. 103. 138, 139, 145, 146, 147, 151.
152. 153, 169, 233,237,263, 297,298,
300,301,302, 323, 334, 370, 422,423,
425,464.466,467, 468, 483, 484, 486,
489, 492, 499,501,502, 504, 511 , 524
Asturias de San tillan a 332, 333

538

Ma :wotegido por .. echos de autor


,
¡"dice de nombres de personas)' !ugan's

Asturica Augusta Ver Astorga,


Atala, abad 35 1
Atilano, sacerdote 228
At il ano de Zamora 396, 402
Atili o 189
Atlántico 6J
Atonne 339
Anón 24 1, 350
Auca Ver Oca,
Auriolo 502
Auseva 1AB. 175
Ausonio 30 1
Ausonio de Nola 182
Autrigones 178,186
Av iene 502
Avieno 129
Avito, abad 339
Ayax lllD
Ay lo. abadesa 33 1
Aznar Galíndez 195

Babiloni a 70, 266


Bagaudas 192
Bagdad 81. 263
Baldario 260,26 1
Baldredo 304, 305
Baleares 208, 249
Balg Ibn Bi s~ 86, 103
Ballarifonso 313

539
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La Religiosidad Medieval en EspOlia. 1. AIra Edad Meclia (s. VII·X)

Campo 174
Canfranc 195
Cangas de Onís Ver Cangues d'Onís.
Cangues d'Onís 147. 148. 149. 150, 268, 269, 304
Cantabri a 71. 138, 168. 169. 170, 172, 173, 174,
175, 177, 178, 181, 186, 235, 236, 280,
326, 332, 420, 422, 455, 456, 464, 483,
484,489,509
Cántabros 168. 495
Carcasona 202
Cárcer 244
Cardeña 270
Cardona 203
Cardoner 203
Cari stios 178
Cario magno 103, 104, 195, 198, 202, 206, 207, 267,
349,351 , 356, 427
Carlos e l Cal vo 11 3, 353, 354, 355, 424
Carlos Marte l 202
Carolingios 425 , 433 . 435
Caronte 518
Carrio 145, 50 1
Cartago 137. 154. 191
Casiano 216
Casio 84
Casiodoro 258
Casserres 203
Castil falé 50 1
Castili scar 192
Castilla 87, 90, 177, 190, 235, 237, 239, 240,
242, 270, 280, 322, 323, 332, 334, 336,
340, 456, 475, 477

542

Malerial protegido por derechos de aulor


-
hu/ice (le 110mb res de persolla s y lugares

Castrillo de la Reina 24 1
Castro Pedroso 219
Cástul o Ver Cazlona.
Cataluña 131, 198, 200, 202, 203, 204, 205, 206,
207, 246, 270, 350. 354, 356, 420, 459,
469, 474, 477
Cazlona 126
Cehegín 126
Ce ibas 516
Celanova 315, 316, 318, 319, 320, 409
Celedonio 183 , 186
Celenis Ver Caldas de Reis.
Cellario 310
Cerdaña 203, 353
Ceresia 184
Cesaréa 24 1
Cesáreo, abad 356
Cesáreo de Arlés 258
Cetice l 502
Ceuta 73
C haves 159, 45 1
Chindasvi nto 246
Cigoitia 340
Cimanes, villa 308
C ipri ano de Cartago Ver San C ipriano .
Ci rbes 502
C isneros 474
C iteaux 223
Ci udad Santa Ver Jerusalén.
Ci uitas Flauiensis Ver Chaves.
C iuskau 502
C ixi la 100

543

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UI Rl'i;g;osidl/(/ Mn !i(!ml e" ESplUj(l . l. Alta Edad M edia (s. VII -X)

CllIny 199. 277, 320, 355, 478


Codinet 352
Cohic ill os 332
Coimbra 161. 310. 43 1
ComendalO, presbítero 353
Compllldo 219
Compllldo (Alcalá) 116
Compostela 166, 224, 373, 374, 375, 376. 403, 423,
424, 426, 453, 455
Confl ent 353
Constanti no 372, 426, 427
Constantinopla 85. 159
Cope nhaglle 27 1
Coraj 436
COI'bey, Corbie 277, .1&2
Cordillera Cantábri ca 155. 169, 211. 302
Córdoba 73. 82, 84, 85. 87, 88, 89. 90, 9 1.94, 95.
96, 97. 103, ro4, 106, 11 0. 111. 11 3,
11 9, 125, 126. 127. 128, 129. 133, 134,
193, 250, 406, 4 12, 428,440
Corneli ana. (Cornellana) villa Ver ClIrni ana.
Corporales 5 16
Cortes 332
Corull ón 227
Coscoj llela de Fantova 191
Covadong¡¡
-
Covarrubi as
Ver ClI adonga.
240, 293
Coyanza 277. 307, 507, 52 1
Craso 505
Crisogonio, presbítero 347
ClIadonga 139. 147, 148. 149, 152, 234, 268, 346,
362, 383, 426, 499

544

Malerial protegido por derechos de aulor



¡'ulice de 1/ombn's de perSOllas y luga res

Cudón 17 1
Cuélebre 491 , 495
Cueva de San Mateo 233
Cueva Santa 237 , 238
Cummean 439
Cunteclara 11 0. 129
Curniana (Corneliana) 294
Cuyacabras 24 1

Dadilano 189
DaguÍ de Gréxier 354
Damasco 8 1. 98, 132
Daniel 115. 11 8.4 18
Datán 416
David 101
Deivos Ver Deva.
Demonio Ver Satanás.
Denia 126
Deva, Devas 492
Diab lo Ver Satanás.
Diana 490
Diania Ver Denia.
Diañu Burlón 491
Diego, abad 322
Diego Peláez, obispo 224
Diocleciano 154. 183, 186, 191 , 4 11
Donadeo 260
Donica 284
Dovidena lA]

545

Material protegido por derechos de autor


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!tu/ice de nombres de persol/as )' lugares

Emma 355
Encinedo 516
Enoch 119, 120
Ermesinda 175
Ermitán, cueva 234
Ermogio, obispo 412
Ero Fernández 315,319
11 6, i l l
-
Ervigio
Escalada 270
Esgos 223
Esla 228, 287
Esplugas de Serra liO
Estella 190
Estrabón 505
Eterio de Osma 11, 103, 237, 263, 264,265, 267,329,455
Etiopía 119
Eugenio de Toledo 408
Eulogio de Córdoba 189,344, 345
Europa 367, 387
Eusebio de Cesarea 426
Euskadi 457,501 , 519, 520, 524
Eustaquio 183
Eutropio 184
Evantio Ver Evencio de Toledo.
Evencio de Toledo 71, 96

Evora 406
Ezequiel, profeta 269, 382. 383

Fagildo, abad 224


Faino 240

547

Malerial protegido por derechos de Bulor


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ISBN 84-83 17-232-1

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