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I. CALENDARIO ROMANO
Calendario de Numa
Este legendario rey, sucesor de Rómulo, le añadió dos meses más al año, con lo que
daba un total de 355 días. Pero el problema seguía sin resolverse y para adaptar el calendario
oficial al año civil, cada cuatro años se sumaban dos meses de 22 y 23 días, llamados
Mercedonius o Intercalaris. La distribución era la siguiente:
Ianuarius Jano, dios de las puertas; su cabeza tenía dos caras 29 días
Así se mantuvo la cosa hasta que en el año 153 a. C. los dos cónsules del año en curso
murieron durante dos grandes guerras en Hispania y hubo que adelantar el comienzo del año
siguiente al mes de Ianuarius. Pero a pesar de los meses mercedonios, el desfase seguía sin
resolverse, pues los pontífices adaptaban el calendario como mejor les parecía y, así, tras las
guerras civiles, el desajuste llegaba a tres meses.
Ianuarius Jano, dios de las puertas; su cabeza tenía dos caras 31 días
Este es el calendario que sigue vigente en la actualidad, con unas leves reformas
introducidas por el papa Gregorio XIII en 1582: ordenó que se suprimieran tres días intercalados
cada cuatrocientos años, pues en realidad al año solar le faltan unos minutos para llegar a los 365
días y 6 horas y la acumulación de esos minutos a lo largo de los siglos había provocado un
desajuste de diez días.
El mes romano tenía tres días con nombre propio y el resto se calculaba en relación a
ellos. Estas fechas clave eran:
• Kalendae: día 1 en todos los meses, de donde deriva nuestra palabra
“calendario”.
• Nonae: día 5 (menos en marzo, mayo, julio y octubre, que correspondía al 7).
• Idus: 13 (menos en marzo, mayo, julio y octubre, que correspondía al 15).
Así, para decir el día 15 de marzo, se ponía la fecha clave en abreviatura seguida del
mes también en abreviatura (sólo las tres primeras letras, excepto para los idus, que bastaba con
dos): Id. Mar.
Para los demás días, había que contar desde la fecha en cuestión hasta el siguiente día
clave, teniendo en cuenta que el cálculo romano es inclusivo, es decir, que contaban también el
día en que estaban. Luego lo expresaban mediante una fórmula en la que se ponía ante diem +
cifra + fecha clave + mes. Por ejemplo, el día 10 de enero sería:
ante diem IV Id. Ian. o A. D. IV Id. Ian.
“cuatro días antes de los idus de enero”
Si el día era el de antes (pridie) o el de después (postridie) de una de las tres fechas
clave, se podía decir de forma simplificada:
el 31 de agosto: Pridie Kal. Sep.
el 6 de febrero: Postridie Non. Feb.
Los siguientes esquemas pueden resultar muy útiles para comparar las fechas del
calendario romano con las nuestras. El de la izquierda corresponde a los meses de marzo, mayo,
julio y octubre y el de la derecha, al resto.
Los romanos dividían el día, desde la salida del sol hasta el ocaso, en 12 horas y la
noche, desde que el sol se ponía hasta el amanecer, en cuatro vigilias de tres horas cada una.
Como la duración del día y la noche no es la misma, excepto en los equinoccios, las horas no
eran de 60 minutos: en verano las del día eran más largas que las de la noche y en invierno
sucedía lo contrario. Al final de la hora sexta (cuando los romanos solían descansar y echarse
una “siesta”) se situaba el meridies o mediodía y al acabar la secunda vigilia, la media nox o
medianoche.
Es fácil deducir que la medida del tiempo para la gente común no dejaba de ser algo
aproximativo. La hora oficial se establecía habitualmente mediante clepsidras (relojes de agua)
que eran muy útiles durante la noche y los días nublados, cuando era imposible utilizar el
gnomon o reloj de sol.