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Aunque con flagrantes “tergiversaciones” que han irritado a los foucaultianos del mundo,1

Giorgio Agamben declara haber hecho uso de la caja de herramientas conceptuales


proporcionada por Michel Foucault y no sólo para hacer su diagnóstico del

Dado que, como dice Foucault, “la única curiosidad que vale la pena practicar con cierta
obstinación” es “no la que busca asimilar lo que conviene conocer, sino la que permite alejarse
de uno mismo”,3 presentaré en lo que sigue una posible interpretación del interés común, pero
diverso, de Foucault y Agamben en el uso de los cuerpos en las prácticas sexuales.

Foucault: la politicidad de los placeres

De acuerdo con Guillaume Le Blanc, en La voluntad de saber Foucault da cuenta de la politización


de la vida sexual que conlleva la nueva forma de gubernamentalidad política a la que denomina
“biopolítica”. El dispositivo de sexualidad que allí se describe

La elección agambeniana, de esta figura, radica, no sólo en la facilidad de ser entendida como
un umbral que es asimilable a un estado de excepción, dado que la vida del homo sacer ha
quedado suspendida en un intermedio porque pertenece al mundo de los dioses pero no
puede ser sacrificada, y pertenece al mundo humano pero cualquiera lo puede matar sin
cometer homicidio, sino también porque, según Agamben, esta es la primera vez que se
vincula una vida humana con la sacralidad. Homo sacer, entonces, funciona como una
estructura política originaria y, además, el homo sacer es una nuda vida expuesta que no está
protegida ni por dioses ni por los hombres. A través de esto, la cuestión que se puede trazar
como relevante es la manera en la cual el homo sacer, figura jurídico-religiosa en forma
evidente, es utilizada para comprender “la figura que nuestro tiempo nos propone [y que no es
otra más que] (…) la de una vida de un insacrificable, pero se ha convertido en eliminable en
una medida inaudita, [por ello] la nuda vida del homo sacer nos concierne de modo
particular”.25 Y Agamben continúa diciendo “[l]a sacralidad es una línea de fuga que sigue
presente en la política contemporánea, que, como tal, se desplaza hacia regiones cada vez más
vastas y oscuras, hasta llegar a coincidir con la misma vida biológica de los ciudadanos. (…)
[Q]uizás (…) todos somos virtualmente homini sacri”.2

Se abordan algunos de los conceptos clave de la obra de Giorgio Agamben


concernientes a su análisis del poder político en Occidente y su vinculación con la vida
biológica (zōē). A partir del análisis foucaultiano en torno al biopoder, Agamben
extiende dicho concepto más allá del mundo moderno, identificando el poder político
occidental desde sus comienzos –en la polis griega– con un movimiento de exclusión
incluyente de la vida biológica en el ámbito de la vida política y la ley. Las
consecuencias de esta particular relación entre vida y ley nos obligan a replantear los
conceptos tradicionales de soberanía, gobierno y comunidad, entre muchos otros. En
particular
para Agamben, desde los inicios de la civilización occidental, la fuente de la soberanía
del poder político se encuentra en un doble movimiento que permite al mismo tiempo
excluir la vida biológica de la ley, al tiempo que la introduce a través del estado de
excepción. Palabras clave: biopoder, homo sacer, estado de excepción, vida nuda,
soberanía, comunidad que viene
Agamben, por su lado, parte de la distinción aristotélica entre zoe y bios, para poder
entrelazar el problema del campo de concentración con los desarrollos foucaultianos a
través de la noción de poder soberano. Al menos en el primer tomo de la saga Homo
sacer, la pregunta de Agamben pareciera ser cuál es el centro en el que confluyen tanto
las técnicas de individualización basadas en la disciplina, y las técnicas totalizantes
basadas en la regulación de la población. La respuesta que para él surge es que el núcleo
originario, aunque oculto, es la nuda vida, es decir, la vida desprovista de toda
calificación. El concepto de nuda vida para Agamben, no se trata simplemente del hecho
biológico, sino de una producción del poder soberano. Esta producción es posible a través
del mecanismo jurídico del estado de excepción que coloca a la vida desnuda en el centro
de los cálculos del Estado moderno y que “no hace, en consecuencia, otra cosa que volver
a sacar a la luz el vínculo secreto que une el poder con la nuda vida. En ese punto,
Agamben sostiene que la tesis foucaultiana debe ser corregida o completada, ya que la
característica de la biopolítica no está dada por la inclusión de la zoe en la polis, en sí
misma antiquísima, ni el simple hecho de que la vida como tal se convierta en objeto
eminente de los cálculos y de las previsiones del poder estatal: lo decisivo, más bien, el
hecho de que, en paralelo al proceso en virtud del cual la excepción se convierte en regla,
el espacio de la nuda vida que está situada originariamente al margen del orden jurídico,
va coincidiendo de manera progresiva con el espacio político, de forma que exclusión e
inclusión, externo e interno, bios y zoe, derecho y hecho entran en una zona de
irreductible indiferenciación.
El campo de concentración aparece, entonces, como esa estructura jurídico-política que
guarda un vínculo constitutivo con el estado de excepción y, por eso, “el campo de
concentración es el espacio que se abre cuando el estado de excepción empieza a
convertirse en regla”.
Agamben dice en Homo Sacer, la política humana es diferenciada de la del resto de los
vivientes porque se funda, por medio de un suplemento de politicidad ligado al lenguaje,
sobre una comunidad de bien y de mal, de justo y de injusto, y no simplemente de
placentero y de doloroso (…

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