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Parálisis por los bordes

¿Cuál es el efecto en el clima nacional de lo que cada vez más se define telegráficamente como
“los juicios”? Ha venido cambiando desde que ellos comenzaron, y no hay uno solo. Quizás los
dos efectos predominantes son: un entusiasmo por el gran avance en lalucha contra la
corrupción, y una decepción, por los descubrimientos.
La política tendrá comprensibles problemas para avanzar con una marcha normal mientras los
juicios no se resuelvan, algo que bien puede durar más allá del bicentenario. Es decir, en buena
medida los juicios están reemplazando a la política, como si esta no tuviera mucho sentido
antes de que aparezcan los veredictos finales.
En este momento esa espera de veredictos es constatable. Muy poco se está moviendo que no
sea en torno de los principales juicios. Los que pueden mantenerse apartados de ellos lo hacen,
y los demás siguen intentando apartarse. Esto podría definirse como una parálisis en los bordes
de la política.
Forzando la imagen, los juicios simplemente ya son la política. En parte porque casi todos los
acusados son políticos prominentes. En parte porque los resultados finales, si existe tal cosa,
van a aportar mucho a una definición del poder futuro. En parte porque seguir los juicios está
transformando a la opinión pública.
Una importante mayoría está contenta con lo que viene sucediendo, y espera resultados
positivos a corto plazo. Pero también hay quienes temen que una batalla judicial tan
trascendental sea una distracción, y que la justicia en las alturas pueda convertirse en un
interminable bullicio político de impredecibles consecuencias.
Un efecto adicional de los juicios es el desgaste del discurso público, sometido a las presiones
de la acusación y la defensa fuera de los tribunales. Por el momento da la impresión de que el
que tiene voz en el país está alzando el tono, como protesta por la marcha de las cosas, o como
un intento de orientar el resultado.
El proceso anticorrupción en Brasil produjo un vuelco político, mientras que en
el Perú todavía no se presta a pronósticos firmes, y la prolongación de eso es un camino de
zozobra. Sin duda la mejor opción es pisar el acelerador de los juicios. Pero hay que ir
buscando un antídoto para las consecuencias.

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