En nuestra materia intentamos pensar el relato mediático, es decir, el
conjunto heterogéneo y vasto de la narratividad mediática, que toma cuerpo
todos los días, desde hace siglos en algunos casos, décadas en otros, en los diarios y revistas, en la tele, por la radio, en nuestras salas de cine, en la Red. Conjunto vasto y heterogéneo, decíamos, porque abarca desde las noticias y crónicas de la prensa escrita a la telenovela, desde las peripecias de una vida cualquiera fugazmente públicas vía Facebook o Twitter hasta el relato deportivo en vivo que escuchamos por radio o audiovisionamos por TV, desde el folletín de mediados del siglo XIX a cualquier film estrenado el último jueves.
Es decir, relatos que, a primera vista, difieren en todo: en las tecnologías
comunicacionales que los hicieron posible, en la época en que surgieron, en muchos aspectos de sus modalidades de producción, de circulación o de consumo, en su estatuto ficcional o no-ficcional, en la clase de “autor” que presuponen, en su “valor” estético o cultural, en su grado de influencia en la configuración de subjetividades epocales, nacionales, ideológicas, genéricas. Ahora bien, lo que cabe preguntarse es lo siguiente: ¿poseen estos relatos algunas características en común, más allá de la obviedad de que se generan, circulan o se recepcionan involucrando inexorablemente a los medios? O, formulando la cuestión de otra manera: su carácter mediático, ¿los dota de una especificidad peculiar, de algún conjunto de rasgos que permitan a la vez pensarlos como una clase específica de relatos y percibirlos como distintos de otros tipos de narraciones (los literarios, por caso, o los propios de la tradición oral, por ejemplo)?
Nuestra presunción es que dicha especificidad existe y que cercarla, intentar
dilucidarla, es esencial a la hora de pensar los procesos de mediatización que han dado forma a nuestra cotidianidad. Pero que es una especificidad a la vez compleja e inestable. Compleja porque lo que permite percibir al relato mediático como tal -sea cual fuere la narración mediática en cuestión- es que el mismo solo va a existir en el cruce ineludible y simultáneo de un conjunto específico de factores, a saber: determinaciones formales y/o genéricas; imperativos tecnológicos; constricciones económicas; despliegue de un campo pulsional y de imaginarios antropológicos y sociales; condiciones y prácticas inéditas de recepción. Inestable, porque si estos factores siempre van a estar operando, su importancia relativa es dispar: en algunos tipos de relatos mediáticos ciertos factores son decisivos y subordinan a los demás; en otros, la jerarquía que opera difiere totalmente.
Analizar un relato o un género mediático o una “estructuración” propia de las
narrativas mediáticas como la “serialización” será pues, en primer lugar, establecer cómo operan cada uno de estos factores en su caracterización, pero será también, en no menor medida, determinar qué factores aparecen como dominantes, a cuáles subordinan y deforman y de qué manera se lleva a cabo esta interacción.