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–¿Es verdad que la Fábrica de Chocolate de Wonka es la más grande del mundo?
–¿Que si es verdad? –gritaron los cuatro abuelos al unísono–. ¡Por supuesto que es verdad!
Santo cielo, ¿es que no lo sabías? ¡Es cincuenta veces más grande que cualquier otra!
–¿Y es verdad que el señor Willy Wonka es el fabricante de chocolate más inteligente del
mundo?
–Mi querido muchacho –dijo el abuelo Joe, incorporándose un poco más sobre su almohada–
, ¡el señor Willy Wonka es el fabricante de chocolate más asombroso, más fantástico, más
extraordinario que el mundo ha conocido! ¡Creí que todos lo sabían!
–Yo sabía que era famoso, abuelo Joe, y sabía que era muy inteligente...
–¡Inteligente! –gritó el anciano–. ¡Es más que eso! ¡Es un mago del chocolate! ¡Puede hacer
cualquier cosa, todo lo que quiera! ¿No es verdad, queridos?
–¿Quieres decir que nunca te he hablado del señor Willy Wonka y de su fábrica?
–Claro que sí. Siéntate en la cama junto a mí, querido niño, y escucha con atención.
El abuelo Joe era el más anciano de los cuatro abuelos.Tenía noventa y seis años y medio,
y ésa es una edad bastante respetable para cualquiera. Era débil y delicado como toda la gente
muy anciana y apenas hablaba a lo largo del día. Pero por las noches, cuando Charlie, su
adorado nieto, estaba en la habitación parecía, de una forma misteriosa, volverse joven otra
vez.Todo su cansancio desaparecía y se ponía ansioso y exaltado como un niño.
–¡Qué hombre es este señor Willy Wonka! –gritó el abuelo Joe–. ¿Sabías, por ejemplo, que
él mismo ha inventado más de doscientas nuevas clases de chocolatinas, cada una de ellas con
un relleno diferente, cada una mucho más dulce, suave y deliciosa que cualquiera de las que
puedan producir las demás fábricas de chocolate?
–¡Es la pura verdad! –gritó la abuela Josephine–. ¡Y las envía a todos los países del mundo!
¿No es así, abuelo Joe?
–Así es, querida mía, así es.Y también a todos los reyes y a todos los presidentes del mundo.
Pero no sólo fabrica chocolatinas. ¡Ya lo creo que no! ¡El señor Willy Wonka tiene en su haber
algunas invenciones realmente fantásticas! ¿Sabías que ha inventado un método para fabricar
helado de chocolate de modo que éste se mantenga frío durante horas y horas sin necesidad de
meterlo en la nevera? ¡Hasta puedes dejarlo al sol toda una mañana en un día caluroso y nunca
se derretirá!
–¡Claro que es imposible! –exclamó el abuelo Joe–. ¡Es completamente absurdo! ¡Pero el
señor Willy Wonka lo ha conseguido!
DON ROSARIO: Ah, don Dionisio. Sí, levántese de ahí, no sea que se vaya a estropear los
pantalones…
DIONISIO: Pero, ¿un teléfono de esos por los que se puede llamar a los bomberos?
DIONISIO: ¡Pero esto es tirar la casa por la ventana, don Rosario! (Mientras DIONISIO habla,
DON ROSARIO saca de la maleta un chaquet, un pantalón y unas botas y los coloca dentro del
armario.) Hace siete años que vengo a este hotel y cada año encuentro una nueva mejora.
Primero quitó usted las moscas de la cocina y se las llevó al comedor. Después las quitó usted
del comedor y se las llevó a la sala. Y otro día las sacó usted de la sala y se las llevó de paseo, al
campo, en donde, por fin, las pudo usted dar esquinazo… ¡Fue magnífico! Luego puso usted la
calefacción. Después suprimió usted aquella carne de membrillo que hacía su hija… Ahora el
teléfono… De una fonda de segundo orden ha hecho usted un hotel confortable… Y los precios
siguen siendo económicos… ¡Esto supone la ruina, don Rosario…!
DON ROSARIO: Ya me conoce usted, don Dionisio. No lo puedo remediar. Soy así. Todo me
parece poco para mis huéspedes de mi alma…
- ¡Qué infelices son aquellos que nacen tímidos y miedosos! – Exclamaba sollozante. –
No hay nunca comida que les aproveche, ni viven jamás de forma tranquila, siempre con
sobresaltos de acá para allá. Pues, ¡así es mi vida! – Se lamentaba – El miedo me obliga a vivir
siempre con los ojos abiertos… « ¡Ay, puede corregirse!», dicen alegremente aquellos que se
creen muy sabios…pero no saben nada.
Con estas palabras reflexionaba sobre su vida la liebre, en continua alerta ante cualquier
peligro. El viento, las sombras, los ruidos…todo angustiaba al pobre animal.
De pronto, un día, al encogerse por un crujido en medio de la noche, corrió asustado como de
costumbre hacia su madriguera. En la carrera, la liebre arrolló con una charca llena de
pequeñas ranas que se espantaron al verle. Sobrecogido ante aquella escena, y casi apenado
por haber sido el culpable de asustar a aquellos animales inocentes, la liebre comprendió que
no era única en el mundo, y que el miedo podía habitar en cualquier ser y lugar.
2. Di a qué género y subgénero pertenece el texto (ayúdate del libro si fuera necesario) y
di qué te ha hecho pensar que se trata de ese género.
- Con estas palabras reflexionaba sobre su vida la liebre, en continua alerta ante cualquier
peligro.
Era tan diminuto que nadie lo veía cuando salía a la calle. Eso sí, lo que sí podían hacer era
oírle cantando su canción preferida:
¡A Garbancito no piséis!”
A Garbancito le gustaba acompañar a su padre cuando iba al campo a la faena y aunque este
temía lo que le pudiera pasar, le dejaba acompañarlo. En una ocasión Garbancito iba
disfrutando de lo lindo, porque su padre le había permitido guiar al caballo.
– “¡Verás como también puedo hacerlo!”, le había dicho a su padre. Luego le pidió que lo
situara sobre la oreja del animal y empezó a darle órdenes, que el caballo seguía sin saber de
dónde provenían.
–“¿Ves, papá? No importa si soy pequeño, si también puedo pensar”. Le decía Garbancito a su
padre que lo miraba orgulloso. Cuando llegaron al campo de coles, mientras su padre
recolectaba todas las verduras para luego llevarlas al mercado, Garbancito jugaba y correteaba
por dentro de las plantas.
Tanto se divertía el niño que no se dio cuenta de que cada vez se iba alejando más de su padre.
De repente en una de las volteretas quedó atrapado dentro de una col, captando la atención
de un enorme buey que se encontraba muy cerca de allí.
El animal de color parduzco se dirigió hacia donde se encontraba Garbancito y engulló la col de
un solo bocado, con el niño adentro. Cuando llegó la hora de regresar el padre buscó a
Garbancito por todos lados, sin éxito. Desesperado fue a avisar a su mujer, quien le ayudó a
recorrer todos los sembrados y caminos casi hasta el anochecer. Gritaban con una sola voz:
Los padres apenas pudieron conciliar el sueño aquella noche con el temor de no volver a ver a
su hijo. A la mañana siguiente retomaron la búsqueda, sin ser capaces de encontrar aún a
Garbancito.
Pasó la época de lluvia y luego las nevadas, y los padres seguían buscando: – ¡Garbancito!
¡Garbancito! Hasta un día en que se cruzaron con el enorme buey parduzco y sintieron una voz
que parecía provenir de su interior. ¡Mamá! ¡Papá! ¡Estoy aquí! ! ¡En la tripa del buey, donde
ni llueve ni nieva!
Sin poder creer que lo habían encontrado y aún seguía vivo, los padres se acercaron al buey e
intentaron hacerle cosquillas para que lo dejara salir. El animal no pudo resistir y con un gran
estornudo lanzó a Garbancito hacia afuera, quien abrazó a sus padres con inmensa alegría.
Luego de los abrazos y los besos, los tres regresaron a la casa celebrando y cantando al
unísono:
– “¡Pachín, pachín, pachín!
– ¡A Garbancito no piséis!”
2. Di a qué género y subgénero pertenece el texto (ayúdate del libro si fuera necesario) y
di qué te ha hecho pensar que se trata de ese género.
- El animal de color parduzco se dirigió hacia Garbancito y engulló la col de un solo bocado, con
el niño adentro.
- El animal no pudo resistir y con un gran estornudo lanzó a Garbancito hacia afuera.
Su lomo era tan azul como el de un pez espada y su vientre era plateado y su piel era suave y
hermosa. Estaba hecho como un pez espada, salvo por sus enormes mandíbulas, que iban
herméticamente cerradas mientras nadaba, justamente bajo la superficie, su alta aleta dorsal
cortando el agua sin oscilar. Dentro del cerrado doble labio de sus mandíbulas, sus ocho filas de
dientes se inclinaban hacia dentro. No eran los ordinarios dientes piramidales de la mayoría de
los tiburones. Tenían la forma de los dedos de un hombre cuando se crispaban como garras. Eran
casi tan largos como los dedos del viejo y tenían filos como de navajas por ambos lados. Este era
un pez hecho para alimentarse de todos los peces del mar que fueran tan rápidos y fuertes y
bien armados que no tuvieran otro enemigo. Ahora al percibir el aroma más fresco, su azul aleta
dorsal cortaba el agua más velozmente.
Ernest Hemingway, El viejo y el mar
contemplando
tan callando;
da dolor;
fue mejor.
III
que es el morir:
derechos a se acabar
y consumir;
y más chicos;
y los ricos.
4. Explica la sinonimia, la antonimia, di cuáles son sus tipos y pon ejemplos de cada uno
de ellos. Explica también qué es la polisemia con ejemplos.
Todas las mañanas, al salir el Sol, Wang-Chih se iba a su parcela y estaba trabajando
hasta que se ocultaba el Sol. Luego, volvía a casa con su familia y, aunque eran muy pobres, él
se sentía feliz.
Una mañana, antes de salir para el campo, sus hijos le pidieron que volviera antes para
ir a la fiesta de los farolillos. Wang-Chih trabajó toda la mañana en el campo y a la hora de
comer se metió en una cueva para protegerse del Sol. En la cueva había dos ancianos jugando
al ajedrez y Wang-Chih se quedó un rato mirando cómo jugaban.
Al rato, observó que las barbas de los ancianos habían crecido hasta el suelo; esto
ocurría porque dentro de la cueva una hora de tiempo era igual que cincuenta años fuera.
Wang-Chih regresó a la cueva y le pidió por favor a los viejos que le ayudaran a volver
a su tiempo. Ellos le contestaron que tenía que ir hasta la Luna y, una vez allí, beber el elixir de
la vida que guarda la liebre blanca de la Luna.
- Todas las mañanas, al salir el Sol, Wang-Chih se iba a su parcela y estaba trabajando
hasta tarde.