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Facultad de Ciencias Económicas.- U.Na.M.

DERECHO CONSTITUCIONAL Y ADMINISTRATIVO

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA CONSTITUCIÓN NACIONAL


GÉNESIS DEL ESTADO SOBERANO
Martín Pancallo D’Agostino *
Cada 1° de Mayo nuestra Constitución Nacional cumple años.- Esta es la fecha
en que fue sancionada por el Congreso General Constituyente reunido en la ciudad de Santa Fe
desde Noviembre de 1852 por iniciativa y concierto del Director Provisorio General Justo José
de Urquiza y las provincias, en cumplimiento del Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos del 31
de mayo del mismo año. Esto es como decir que también la República Argentina cumple años,
ya que el 1º de Mayo de 1853 es el día en que la Nación Argentina se constituyó, a través de la
Ley Fundamental, en Estado soberano, que es cuando el poder se organiza e institucionaliza
jurídica y políticamente de forma estable y definitiva.
Es el día de la Organización Nacional, a la que se llegó, principalmente, gracias,
a dos gigantes: Urquiza, cuyo enorme poder político ganado en la batalla de Caseros le
permitió lograr que las provincias se reconciliaran y aceptaran converger hacia la construcción
de un país republicano y federal aunando sus voluntades en un modelo constitucional; y Juan
Bautista Alberdi quien, con ideas claras y acertadas derivadas de su sus experiencias en
Europa y Estados Unidos volcadas en sus libros, dio a los constituyentes un programa de
organización y un proyecto con los contenidos necesarios para que la Constitución respondiera
a las necesidades de un país promisorio y ávido de progreso, erigiéndose así en su verdadero
arquitecto intelectual; ya que fue a él a quien acudió Urquiza para tan noble tarea.
Merecidamente, el Congreso Nacional, a pedido de los profesores de Derecho
Constitucional, dictó la ley 25.863 que instituyó el 1º de mayo como Día de la Constitución
Nacional, recordando así a la Norma que proporcionó los fundamentos ideológicos y las
instituciones básicas para que la Argentina sea un Estado democrático.-
Sin desmerecer la importancia y prevalencia histórica del 25 de mayo de 1810 y
del 9 de julio de 1816 como actos originarios de voluntad de independencia, la sanción e
inmediata promulgación y jura de la Constitución Nacional alcanzaron el mayor nivel político,
siendo a través suyo que el poder y sus órganos, y con ellos el Estado Argentino, se sitúan
dentro de un orden jurídico que los organiza definitivamente.- Este hecho define su
conformación con un modelo social, político y económico, integrando así los rasgos de base de
su soberanía.-
Recordemos también que el art. 2º de la citada la ley 25.863 dispone que el
Ministerio de Educación de la Nación y las autoridades provinciales respectivas deben
programar clases alusivas sobre tan importante hecho histórico.-

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Tanto el Acuerdo de San Nicolás como la reunión del Congreso General
Constituyente en Santa Fe, fueron los que finalmente crearon las condiciones para la
reconciliación entre unitarios y federales con su definición como estado federal, posibilitando a
las provincias originarias insertarse como partes inescindibles de una nación soberana, con la
consagración de los derechos y garantías fundamentales, principios democráticos de
organización política como estado federal, con poderes públicos y órganos de gobierno con
funciones separadas y periodicidad en los cargos, bajo el imperio de la Constitución Nacional;
con las garantías necesarias para que la convivencia política se desarrolle dentro de un marco
respetuoso de principios democráticos básicos de libertad e igualdad.
Con el recuerdo de la organización nacional Argentina en un Estado nuevo, el
1º de mayo está consagrado con justo título como el Día de la Constitución Nacional.-
Desde 1813, todo intento de darse una constitución se vio frustrado por los
intereses económicos contrapuestos entre Bs. As. , con la posición dominante que le daba su
puerto en el comercio exterior, y las provincias, excluidas de ese privilegio, y a la vez
conocedoras de las ventajas que el sistema federal estaba creando para el desarrollo político y
social de los estados del norte de América individualmente. Unitarios y federales eran las
facciones que pugnaban por estos intereses.
El fenómeno político de los Estados Unidos de América había cundido y era un
faro poderoso que atraía, impulsando a caudillos, políticos y publicistas a la hora de encarar la
organización definitiva. De allí, que siempre se miró como guía y ejemplo a imitar, además de
los instrumentos contemporáneos franceses, el texto constitucional norteamericano de 1787
con sus enmiendas, por ser también la primera constitución escrita, cuyo contenido no sólo
condensaba las instituciones democráticas engendradas por el liberalismo político inglés en su
lucha contra las monarquías absolutas, sino que también era un modelo de federalismo al que
se lo veía como el más apto para organizar el Estado Argentino.
Las instrucciones que se dieron entonces - y las del Congreso de Tucumán que
declaró la independencia de los pueblos allí representados, asumiendo el carácter de Nación
libre e independiente, que ejercían su “pleno poder para darse la forma que exige la justicia”-
desembocaron en el Reglamento Provisorio para las Provincias Unidas de Sudamérica
sancionada por Congreso el 3 de diciembre de 1817, de carácter centralista y unitaria, que rigió
con escaso acatamiento hasta la sanción de la Constitución de 1819.-
Esta Constitución de 1819, denominada Constitución de las Provincias Unidas
de Sudamérica, consagraba una república unitaria y no contenía cláusulas referidas a los
gobernadores provinciales, ya que a los llamados gobernadores intendentes los designaba el
Director del Estado en ejercicio del Poder Ejecutivo. Como es de suponer, no tuvo aplicación por
lo antedicho y por la situación de anarquía política en que estaban sumidas las provincias.
Tampoco tuvo vigencia material la Constitución rivadaviana de 1826 que, al igual que la

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anterior, también unitaria, aún reconociendo la existencia de aquéllas, les negaba la atribución
de crear sus instituciones y elegir sus gobernantes. Lo que vino después, tras la incapacidad de
resolver esta cuestión, fue anarquía y despotismo.
El Pacto Federal de 1831 –que mucho después se constituyó en antecedente
fundamental para el Acuerdo de San Nicolás como uno de los pactos preexistentes que sentó
las bases definitivas del federalismo argentino- no tuvo en ese momento la constancia ni la
atracción de las provincias divididas en luchas intestinas sin visión de porvenir. Su cumplimiento
habría conjurado el odio y los traumáticos hechos que dividieron sangrientamente la sociedad
argentina y detuvieron su camino hacia la institucionalización .

El Pronunciamiento de Urquiza
Trascurridas dos décadas de gobierno autocrático rosista, Justo José de Urquiza
retomó el tema con su Pronunciamiento del 1° de Mayo de 1851 , un acto insurreccional a
través del cual comunicó al General Juan Manuel de Rosas que su Provincia, Entre Ríos,
reasumía la soberanía territorial, incluyendo las relaciones exteriores de las cuales apartaba al
Gobierno de Buenos Aires; aclarando que tal decisión duraría hasta la reunión del Congreso
General Constituyente para la organización definitiva de la República.
Este alzamiento fue seguido meses después por el propio General Urquiza y sus
fuerzas militares enfrentando a Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852 , que
culminó con el derrocamiento de su régimen. Con el respaldo de este triunfo, pudo proseguir
con lo enunciado en su Pronunciamiento de 1851, invitando a los demás gobernadores a una
reunión preparativa y preliminar para la organización constitucional.

El Acuerdo de San Nicolás


Esta reunión se celebró en San Nicolás de los Arroyos en Mayo de 1852, donde
se trataron los puntos preparados por el propio Urquiza, firmándose el histórico Acuerdo el 31
de Mayo, que rescató como base institucional el Pacto Federal de 1831, e inició el camino
directo al Congreso General Constituyente que se reuniría después en Santa Fe.
Conviene repasar el contenido programático de ese Acuerdo por su
trascendencia histórica futura. Se determinó que cada provincia enviaría dos diputados a la
asamblea constituyente “siendo todas iguales en derechos, como miembros de la Nación”. Se
creó una autoridad nacional y fuerza militar, comprometiéndose las provincias a “sufragar los
gastos que demande la administración de los negocios nacionales”. Se nombró al General
Urquiza Director Provisorio, encargado de las relaciones exteriores y de velar por el
cumplimiento del Acuerdo. Se facultó al Congreso General Constituyente a arreglar la
administración general del país a través de una constitución que estableciera el sistema federal
como forma de gobierno, siguiendo lo estipulado en el Pacto Federal de 1831.

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En consecuencia, el Acta de la Independencia Nacional y el Pacto Federal
fueron los hitos más significativos; y el Acuerdo de San Nicolás los condensó como
antecedentes en puntos esenciales que facilitaron las coincidencias necesarias, en cuanto a
organización política, para la redacción de la Constitución Nacional. Con ello se dejaba atrás un
largo período de hostilidades facciosas que sumieron a las provincias en la anarquía.
Sin embargo, no lo entendió así la provincia de Buenos Aires, celosa defensora
de su monopolio económico, que resolvió, con Bartolomé Mitre a la cabeza, no adherir al
Acuerdo por considerar excesivas las atribuciones que se conferían a Urquiza. La reacción de
éste contra la Legislatura porteña provocó el alzamiento del 11 de noviembre, que se concretó
en el acto oficial de separación de Buenos Aires del resto de las 13 provincias.

Congreso General Constituyente


Siendo la ciudad de Santa Fe sede designada para la reunión, el Congreso
celebró allí su sesión inaugural el 20 de noviembre de 1852, con la presidencia de Facundo
Zuviría, Manuel Leiva como vicepresidente, y Juan Francisco Seguí y Delfín Huergo como
secretarios. En ese acto, jurando por Dios y los Evangelios, comprometieron su esfuerzo “para
dar a la Nación la Constitución más conforme a sus necesidades y a sus votos”. Buenos Aires,
como se sabe, ya en disidencia con la reunión de San Nicolás, no concurrió a este Congreso,
tomando así el camino de la separación.
Las sesiones ordinarias comenzaron el 20 de noviembre. En la sesión del 24 de
diciembre se designó la Comisión de Negocios Constitucionales encargada de estudiar y
redactar el proyecto de constitución. La integraron los diputados constituyentes Manuel Leiva,
Juan María Gutiérrez, José Benjamín Gorostiaga, Pedro Díaz Colodrero y Pedro Ferré. Luego se
incorporaron Santiago Derqui, Juan del Campillo, Martín Zapata. Luego Ferré fue reemplazado
por Salustiano Zavalía. Lamentablemente, no se conservaron papeles ni borradores de sus
sesiones, aunque sí algunas ideas generales.
El proyecto terminado de 107 artículos, fue presentado el 18 de abril por la
Comisión redactora, acompañándolo de un extenso informe explicativo, siendo sus expositores
Gorostiaga y Gutiérrez. Allí quedó precisado el sistema federal como base de la organización de
gobierno, admitiéndose la facultad de las provincias de darse sus instituciones y elegir sus
gobernantes; como así también conservar competencias y ceder otras para la conformación del
Gobierno Federal. Puso emotivo énfasis al explicitar las declaraciones, derechos y garantías, con
convicción superadora de la época tempestuosa ya pasada.
El 20 de abril de 1853, previo a su tratamiento en particular del proyecto,
Zuviría, presidente de la Convención, puso en peligro el objetivo del Congreso, al considerar
que era inoportuna la sanción de la Constitución ante la ausencia de Buenos Aires. Pero ello fue
desestimado con buen criterio por el resto de los constituyentes.

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De inmediato se dio comienzo a la discusión por el cuerpo en pleno, con una
significativa afirmación del diputado Gorostiaga: “el proyecto está vaciado en el molde de la
Constitución de los Estados Unidos, único modelo de verdadera federación que existe en el
mundo”. Luego se verá que nuestra Ley Suprema no respondió a afirmación tan absoluta, pues
adoptó un federalismo atenuado. En el debate en general, el proyecto fue aprobado por
unanimidad. En la discusión en particular – de la cual no quedaron copias taquigráficas y sí sólo
algunas referencias generales del secretario - fue objeto de tratamiento el sistema federal, el
tema religioso, distribución de impuestos, en especial los recursos del Estado Nacional y el
juicio a los gobernadores de provincias que en la reforma de 1860 se lo eliminó.
La atribución del Congreso para dictar los códigos de fondo, fue objetada por
Zavalia al apartarse de la constitución americana. Pero ello dio oportunidad de tomar en cuenta
la realidad de las provincias argentinas, insuficientes para legislarse sobre materias de versación
científica, y para no introducir en ellas nuevas causas de disensión. La cuestión de la sede de la
capital de la República quedó diferida para una ley posterior del Congreso, dada la ausencia de
Buenos Aires. La discusión sobre materia religiosa permitió introducir la libertad de cultos para
atraer la inmigración “correspondiendo a los católicos predicar su religión para convencer a
quienes no lo fuesen”; con ello se siguió la posición sustentada por Juan B. Alberdi Y,
finalmente, se aprobó como agregados, la exigencia al Presidente de la Nación de pertenecer a
la religión católica, en concordancia con el ejercicio del Patronato y la conversión de los indios
al catolicismo como parte del trato pacífico con ellos.
Con algunas aclaraciones, escasas discusiones y modificaciones, el debate en
particular terminó el 30 de abril y, a moción del diputado Seguí, la Constitución Nacional ya
redactada fue firmada el 1° de mayo de 1853 por 23 constituyentes presentes, considerándose
ésta como fecha de su sanción, en conmemoración del 2° aniversario del Pronunciamiento del
General Urquiza. Significativas fueron las expresiones del presidente Dr. Facundo Zubiría en el
momento de jurar: “Por lo que hace a mí, señores, el primero en oponerme a su sanción, el
primero en no estar de acuerdo con muchos de sus artículos....quiero también ser el primero en
jurar ante Dios y los hombres, ante vosotros que representáis a los pueblos, obedecerla y
acatarla hasta en sus últimos ápices. Quiero ser el primero en dar a los pueblos el ejemplo de
acatamiento a su soberana voluntad expresada por el órgano de sus representantes en su
mayoría, porque, señores, en la mayoría está la verdad legal. Lo demás es anarquía y huya ésta
parte siempre del suelo argentino”. Una verdadera muestra de honestidad política y
patriotismo.
Una comisión entregó al Director Provisorio, Justo José de Urquiza, una nota
del Congreso Constituyente acompañando el texto de la Constitución el 24 de mayo para su
promulgación, que éste cumplió el día siguiente, fecha patria del 25 de mayo, a través de un
decreto del siguiente tenor: “Téngase por ley fundamental en todo el territorio de la

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Confederación Argentina la Constitución Federal sancionada por el Congreso Constituyente el
1° de mayo de 1853”.
En este mismo instrumento Urquiza dispuso su promulgación y jura en
“comicios públicos” haciendo saber a los gobiernos de las provincias que debían jurarla “por la
Santa Cruz en que se inmoló el Redentor del Mundo”.
El acto de juramento se cumplió el 9 de julio , expresando su anuncio: “En ese
día nos presentamos al mundo como un pueblo independiente, y en el mismo día nos
presentaremos como una Nación constituida. Así quedarán ligadas dos épocas de nuestra vida
encerrando un período de amargas pero útiles lecciones”. La ceremonia contó con el brillante
discurso del Fray Mamerto Esquiú, llamado “el orador de la Constitución”, cuyo contenido le dio
la trascendente magnitud que el acto merecía.
Debieron pasar siete años para que el proceso de organización nacional
quedara completado y asegurado con la incorporación de la provincia de Buenos Aires , después
de la batalla de Cepeda que dio el triunfo a la Confederación, el Pacto de San José de Flores del
11 de noviembre de 1859, cuyo cumplimiento fue garantizado por la República del Paraguay,
las reformas a la Constitución Nacional que fueron concordadas con las demás provincias en
1860 y jurado el texto definitivo el 21 de octubre del mismo año.-

Fuentes y precedentes institucionales


Hay dos hechos históricos que marcaron el rumbo de la organización
constitucional Argentina y la emancipación y conformación de la mayoría de los estados
americanos: la Revolución Norteamericana con la independencia de las colonias del Norte en
1776 y su primera constitución escrita de 1787 que inició el proceso del constitucionalismo, por
un lado. Y por el otro la Revolución Francesa con la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano aprobada por la Asamblea en Agosto de 1789, a lo cual debemos sumar las
nueve primeras enmiendas introducidas a la constitución Norteamérica en ese año, y la
constitución francesa de 1791. Pero sin duda, que nada de ello podría haber tenido lugar sin
contar con los antecedentes del desarrollo de las instituciones políticas de inglesas.-
Del primero y fundamental suceso arranca el constitucionalismo que permite la
racionalización y organización del estado a través de un orden jurídico fundamental; el ejercicio
del poder político despersonalizado y desarrollado con instituciones que funcionan apoyadas en
el derecho y en las normas; gobierno de las leyes a través de funcionarios con atribuciones
regladas taxativamente, lo que dará fundamento al principio de legalidad hoy consagrado en el
art. 19 C.N.- También se desarrolla la forma de gobierno presidencialista –apartándose del
parlamentarismo inglés –consagrando la división de poderes como característica fundamental
de la forma republicana, el federalismo en la distribución territorial de competencias y del poder

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político, la sistematización de normas fundamentales en un cuerpo único en dos partes: una
dogmática y otra orgánica, siguiendo el proyecto de constitución de Juan B. Alberdi.
Del segundo, la Revolución Francesa, se recepcionó toda la doctrina elaborada
por el enciclopedismo de los filósofos franceses y el desarrollo político liberal inglés, la defensa
de la libertad y de los derechos fundamentales de las personas, a punto tal que la Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 ya mencionada diseña el modelo de
constitución expresando en modo enfático: “ Toda sociedad en la cual la garantía de los
derechos no está asegurada, ni determinada la separación de los poderes, carece de
Constitución”; con lo cual se consagra el estado de derecho como estado limitado y
subordinado a la ley en resguardo de los derechos individuales. John Locke en Inglaterra y
Montesquieu en Francia serán sus principales precursores y expositores.
Debemos recordar que estos principios se fueron incubando y desarrollando
principalmente en Inglaterra con sus normas e instituciones a partir de la Carta Magna de 1215,
en franca oposición al absolutismo monárquico que hasta entonces dominaba Europa. Le
siguieron la Petición de Derechos de 1628, el Habeas Hábeas de 1679 y la Declaración de
Derechos de 1689, entre otros. Todos ellos fueron dando materia y forma al liberalismo político
y económico que sustentaron después la filosofía de nuestra Constitución y de las demás
constituciones con las que se fueron vertebrando políticamente los otros países americanos a
medida que se fueron emancipando de las potencias europeas y alejándose del absolutismo
monárquico. Con ello se fue cimentando el sistema democrático.
Este caudal enorme de principios liberales nuevos en materia política y
económica, junto a la profunda observación de la realidad americana en estado embrionario,
con una civilización sin hacer, sirvieron a Juan Bautista Alberdi para tomar a su cargo la
ciclópea tarea y erigirse en el arquitecto intelectual de la organización nacional. Su
conocimiento de los principales países europeos en confrontación con la sangrienta vida política
argentina en medio de la anarquía devenida en tiranía rosista, sirvieron al ilustre pensador
tucumano como sustento y justificación para escribir su obra cumbre: “Bases y Puntos de
Partida para la Organización Política de la República Argentina”, redactada en solo dos
meses y publicada en Valparaíso, Chile en 1852. Agotada la primera edición, aparece una
segunda a la cual le agrega un proyecto de constitución cuyas lecturas sirven para entender la
definitiva organización nacional. Con solo confrontar el texto de este proyecto con el aprobado
en 1853, nos damos cuenta que la dos obras alberdianas: las “Bases” y el proyecto de
constitución fueron las fuentes que sirvieron de inspiración a los constituyentes que en Santa Fe
redactaron el texto definitivo de nuestra Constitución.
Estructuralmente, la Constitución sancionada siguió el diseño del proyecto
alberdiano, con un preámbulo y 107 artículos conformada con una primera parte “Principios,

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derechos y garantías fundamentales; y con una segunda parte “autoridades generales” y
“gobiernos de Provincia”
La constitución norteamericana sirvió de molde, pero Alberdi supo definir
preceptos propios conforme a la realidad sudamericana, con lo cual no caben dudas que no se
siguió ciegamente a la constitución del país del norte. Se inclinó por un federalismo atenuado o
mixto con el sistema unitario, tomando en cuenta la sociología argentina y como un modo de
conciliar y superar antiguas pasiones. Su concepción de federalismo la plasmó también en su
obra Elementos de Derecho Público Provincial. Alberdi propugnó un presidencialismo
fuerte, con autoridad suficiente –decía- para vencer el desorden, el atraso y la pobreza, como
así también “para llevar a cabo ciertas reformas de larga, difícil e insegura ejecución si se
entregaran a las legislaturas con ciudadanos más divididos por pequeñas rivalidades que
dispuestos a obrar en el sentido de un pensamiento común”. “Dad al poder ejecutivo todo el
poder posible, pero dádselo por medio de una constitución” . También se separó de la
constitución en cuanto al método de reforma. Joaquín V. González lo explicó certeramente:
“...fue una obra científica y de experiencia universal porque los hombres que la redactaron
quisieron en cuanto fue posible, darle las formas generales de la Constitución de los Estados
Unidos, la más perfecta entonces. No fue una copia servil, sino una inteligente adaptación de
un sabio modelo que se halla, además enriquecido con una larga jurisprudencia”. No olvidemos
que las instituciones norteamericanas eran consideradas en aquellos tiempos las mejores, y por
tanto el modelo a imitar. Prueba de ello es la descripción que Alexis de Tockeville en 1835 en
una obra de gran difusión: “La democracia en América”, a través de la cual el ilustre pensador
francés describió el desarrollo político y cultural de las colonias inglesas emancipadas, poniendo
de resalto la vigencia real de la igualdad de condiciones y el respeto a las instituciones.
El propio Juan Bautista Alberdi, siendo ministro plenipotenciario nombrado por
Urquiza ante los gobiernos de Francia, Inglaterra y España, se encargó en 1856 de traducir al
francés el texto de la nueva constitución, destinado a los consulados para impulsar la
inmigración europea a la nueva República, consecuente con su obstinada prédica de gobernar
es poblar, pero con inmigración de la Europa más adelantada que favorezca por su acción a
nuestro país. “gobernar es poblar, poblar es educar, mejorar, civilizar, enriquecer y
engrandecer espontánea y rápidamente...” . Esto lo vemos expuesto a manera de prólogo en el
preámbulo: “para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.-
“....cuantas más garantías deis al extranjero, mayores derechos asegurados tendréis en vuestro
país”.- La traducción de este pensamiento la vemos a través del art. 20.-
Ya en vigencia la nueva Constitución, y aquilatados los méritos de las “Bases...”
como obra fecundadora de nuestra Ley Fundamental, Alberdi publicó al año siguiente:
“Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina”, obra interpretativa
de la Constitución en estas materias.

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Prueba de la importancia de estas obras, junto a la referida Elementos de
Derecho Público Provincial”, fue la decisión del gobierno de Urquiza, junto con Santiago
Derqui de publicar con el erario público estas tres obras en varias ediciones en 1855, que
dieron un marco intelectual interpretativo y marcaron el rumbo a los gobernantes de nuestra
República en los siguientes cincuenta años, haciendo de la Argentina un país promisorio y
próspero.
Todavía hoy gran parte del pensamiento alberdiano tiene plena vigencia.-
Pareciera que cuando escribió sus obras, lo hizo teniendo en cuenta los avatares que sufriría la
Argentina en el siglo XX y la necesidad de volver a releerlo para volver a la Constitución.-
*Profesor Titular de Derecho Constitucional
Universidad Nacional de Misiones

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