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Un cóctel muy sencillo y un tanto festivo, agradable al paladar ideal

para un fin de semana. Aparece en el año 1896 en Santiago de Cuba,


creado por el Ingeniero norteamericano Jennings Cox quién trabajaba
en la minas de Daiquirí. Cox al acabarse el ginebra y no tener que
ofrecer a sus invitados de su país, improvisa usando ron blanco, el cual
solo es muy fuerte para el clima del oriente cubano, así que añadió
zumo de limón, azúcar y hielo para hacerlo más digerible y refrescante.

Su amigo, el italiano Giacomo Pagliuchi, capitán del Ejército Libertador,


se encargó de bautizar este cóctel como Daiquirí y lo llevó hasta la
barra del Bar Americano del Hotel Venus, en la ciudad de Santiago de
Cuba, donde era habitual.

De allí viajaría a La Habana, hace más de un siglo, donde Emilio


González, alias Maragato, lo popularizó en su bar del exclusivo Hotel
Plaza, antes que otro alquimista de las mezclas, Constance Ribalaigua,
asentara la casa definitiva del Daiquirí en el restaurante El Floridita,
añadiéndole unas gotas de marrasquino y mezclándolo en una
batidora eléctrica para crear esa sensación de escarcha que tanto
gusta del trago.

No fue hasta 1909 que la bebida se hizo famosa entre las tropas de la
Marina de EE.UU, cuando el almirante Lucius W. Johnson, médico de la
institución militar, la introdujo en el Club del Ejército y de la Marina de
Washington, DC.

Finalmente lo descubrió Hemingway, quien también era asiduo de otro


emblema de la coctelería cubana, el Mojito, pero que prefirió quitarle al
Daiquirí el azúcar, sustituir el limón por el jugo de media toronja y ponerle
el doble de ron, con lo cual creó su Daiquirí Papa´s, que también
algunos llaman con justeza Daiquirí Salvaje.

Lo interesante de la historia anterior, que casi cae en la leyenda, es que


el Daiquirí, uno de los cócteles más internacionales y conocidos que
existen, ha pasado por tantas interpretaciones y fórmulas como
barmans lo hayan preparado, aunque ha sido una de las pocas
creaciones que nadie ha logrado reproducir artificialmente.-

Pero el Daiquirí ha soportado todas las pruebas y sigue siendo único, tan
auténtico y original como ese que cada día, al abrir la barra del Floridita
en La Habana, le ponen en una copa de Martini a la estatua a tamaño
natural de Hemingway, como si todavía estuviera esperando a que
Constance le prepara su Papa´s Special.

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