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Universidad ESAN

Comunicación y Literatura I
Lenguaje y Literatura I

Felipe Ortiz de Zevallos

La reinvención de la economía
La economía es una ciencia relativamente joven: cuenta con menos de 250
años. Por ello, es natural que se dé un proceso dinámico de continua renovación y
reformulación de sus leyes y modelos, así como de cambios frecuentes en sus
prioridades de investigación. En décadas recientes, por ejemplo, fue común que sus
profesionales se formaran con libros de texto que minimizaban la importancia de las
burbujas en la economía.
Al menos Wikipedia subsana dicho error, y describe a las burbujas como “un
fenómeno en los mercados, parcialmente originado por la especulación, que produce
una alza anormal y prolongada del precio de un activo o producto. Tal proceso induce
a nuevos agentes a comprar, con el fin de vender en el futuro a un mayor precio, lo
que provoca una espiral de alza continua e irracional. Cuando el precio del activo
alcanza niveles absurdamente altos, la burbuja estalla (en inglés, crash), debido al
inicio de una venta masiva del activo cuando hay pocos compradores dispuestos a
adquirirlo. Ello provoca una caída repentina y brusca de los precios, hasta niveles
irracionalmente bajos, dejando tras de sí un reguero de deudas. Esto se conoce como
crack. Tales burbujas tienen un impacto bastante negativo porque inducen a una
inadecuada asignación de recursos. Asimismo, el crack con el que finaliza una burbuja
suele destruir una gran cantidad de riqueza y puede ocasionar un malestar sostenido
en el tiempo, como ocurrió con la ‘tulipomanía’ holandesa, la Gran Depresión de los
años 1930 y la burbuja inmobiliaria en Japón en los años 1990.”
En 1954, el estadístico Leonard Savage fue ampliamente celebrado por
desarrollar los axiomas de la racionalidad. Ello permitió un gran avance metodológico
en la teoría macroeconómica. Tales axiomas postulan que resulta razonable asumir
que las personas actúan como si estuvieran siempre bien informadas; es decir, como
si ellas conocieran las probabilidades de ocurrencia de todos los distintos eventos
posibles y supieran efectuar con propiedad los cálculos requeridos para tomar siempre
una decisión racional. En un mundo así, las burbujas no existirían.
De otro lado, Milton Friedman, mentor y coautor de Savage, escribió en 1963
una monumental historia monetaria de EEUU, en la cual demostró que la política
monetaria fue el factor causante principal de la Gran Depresión de los treinta. Jeffrey
Sachs y Ben Bernanke ampliaron luego los alcances del trabajo de Friedman. Así, la
peor crisis económica del siglo XX fue predominantemente explicada con una teoría
que también excluía a las burbujas. Como consecuencia de ello, la atención dedicada
a este fenómeno en la investigación económica –bien sea en los más calificados
departamentos académicos o en los diversos bancos centrales– ha sido muy limitada.
La reciente crisis financiera, sin embargo, ha sido esencialmente la consecuencia de
burbujas en muy diversos mercados: inmobiliarios, bursátiles, energéticos, así como
de commodities.
En la última década, impulsada por la potencia creciente de las computadoras,
el behavioral economics, la economía del comportamiento, ha resultado la disciplina
más revolucionaria de la ciencia económica, una que impugna la validez universal de
los axiomas de Savage. Por ejemplo, en su libro más reciente, Animal Spirits, George
Akerlof y Robert Schiller se refieren a cinco factores, ajenos a la racionalidad, que
resultan muy influyentes en las decisiones económicas: la confianza, cuyo rol es
fundamental; el sentido de justicia, que suele afectar, por ejemplo, a la fijación de
salarios y al funcionamiento del mercado laboral; la corrupción y la mala fe, que
ocasionalmente pueden perturbar de manera abrupta los mercados financieros; la
ilusión monetaria, la propensión a ser engañados por la inflación; y, por último, las
“historias”, las narraciones que engloban la cosmovisión de una cultura social y que
incluye, obviamente, ideas económicas. Factores como estos pueden explicar
fenómenos que resultan inentendibles para economistas que siguen modelos
ortodoxos.
En el mundo real, las personas casi nunca conocen las probabilidades de los
eventos económicos futuros. El mundo en el que vivimos es uno en el cual las
decisiones económicas son esencialmente ambiguas porque el futuro no es nunca la
repetición de un pasado cuantificable. Para la mayoría de las personas, incluso, el
futuro es siempre “diferente”.
Asimismo, a través de experimentos recientes con la resonancia magnética,
neurocientíficos de la Universidad de Duke han demostrado que aquellas decisiones
económicas que involucran ambigüedad son incluso procesadas por distintas partes
del cerebro y usando diferentes canales emocionales que en el caso de aquellas
decisiones entre alternativas que resultan más claras y transparentes.
Y Shiller, en reciente artículo en The International Economy, se refiere a
colegas suyos en Yale que vienen estudiando la tolerancia a la ambigüedad en las
decisiones económicas de las personas. Así, una misma persona que, en mercados en
alza, tolera ampliamente la ambigüedad, conforme los precios empiezan a caer, pasa
a experimentar un creciente rechazo a la misma. Esta es una hipótesis con sentido,
teniendo en cuenta que la autoconfianza probablemente esté correlacionada con el
valor de las inversiones que se manejan, pero lo sorprendente que viene generando la
economía del comportamiento son los estimados cuantificables de estas variables, lo
que permitiría modelar los eventuales impulsos irracionales en el proceso de toma de
decisiones.
Por cierto que los axiomas de la racionalidad siguen siendo válidos en muchos
casos y para muchas cosas. Pero es obvio que la validez de su alcance fue extendido
indebidamente para suponer, por ejemplo, un mundo real sin burbujas. Como estas
finalmente existen, transcurrirá un tiempo en que los investigadores se concentrarán
en entenderlas y analizarlas. Solo entonces podrán desarrollarse modelos que
permitan a las autoridades monetarias entender mejor los riesgos de que una burbuja
pueda descarrilar a cualquier economía y qué es lo que puede hacerse efectivamente
para evitar un resultado así.

(Tomado de Perú Económico, marzo de 2010)

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