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HOBSBAWM, E.

, La Era de la Revolución
Capítulo 2: La revolución industrial
I.
Las repercusiones de esta revolución no se hicieron sentir hasta muy avanzado el periodo que estudiamos.
Probablemente en 1830 la literatura y las artes empiezan a sentirse atraídas por la ascensión de la sociedad capitalista,
pero hasta cerca de 1840 no empieza a producirse la gran corriente de literatura sobre los efectos de la Revolución
Industrial.
La frase “estalló la Revolución Industrial” significa que entre la década de 1780-90 se liberó al poder productivo
de las sociedades humanas, que desde entonces se hicieron capaces de una multiplicación de hombres, bienes y
servicios. Es lo que ahora se denomina por economistas como el “despegue del crecimiento auto sostenido”.
Si bien el despegue puede remontarse al siglo X, o XIII, en el siglo XVIII el proceso de aceleración se hace tan patente que
los antiguos historiadores tendían a atribuir la Revolución Industrial a la fecha inicial de 1760, o la del 1780 por ser en
ella cuando los índices estadísticos tomaron el súbdito intenso y casi vertical de impulso ascendente que caracteriza al
despegue. La economía emprendió vuelo.
La revolución Industrial no es un episodio con principio y fin, sino que es un proceso. Este coincide con el
nombrado despegue, y “concluye” por asentarse con la llegada del ferrocarril, la máquina de vapor, y la creación de una
fuerte industria pesada en Inglaterra. Todo esto se puede datar entre 1780 y 1800, simultáneamente, pero con ligera
prioridad a la Revolución Francesa.
Fue probablemente el acontecimiento más importante en la historia del mundo, y lo inicio Reino Unido, lo cual
evidentemente, no fue fortuito. El adelanto británico no se debía a una superioridad científica y técnica. En las ciencias
naturales, y sociales, los ingleses eran ampliamente superados por los franceses, escoceses.
Pero por fortuna, no eran necesarios muchos refinamientos intelectuales para generar una Revolución Industrial.
Los inventos técnicos fueron modestos, de hecho hasta la maquina giratoria de vapor no requirió más conocimientos
físicos de los accesibles en la mayor parte del siglo.
Dadas las condiciones legales, las innovaciones técnicas de la Revolución Industrial se hicieron realmente a sí
mismas, excepto quizá en la industria química. (No quiere decir que los primeros industriales no se interesaran en las
ciencias y en los beneficios que podían obtener de ella)
La solución para el problema agrario británico ya había sido encontrada. Un puñado de terratenientes
monopolizaba la tierra, la cultivaban por arrendatarios (que no tenían tierra propia). Los arrendamientos rurales eran
numerosos y los productos de las granjas dominaban los mercados: la manufactura se había difundido por el campo no
feudal. La agricultura estaba preparada, así, para cumplir sus tres funciones en la era de industrialización:
1. Aumentar la producción para alimentar a la población rápido y en creciente aumento
2. Proporcionar un vasto y ascendente cupo de potenciales reclutas para las ciudades e industrias (población
rural desempleada. Cercamiento)
3. Suministrar un mecanismo para la acumulación de capital utilizable por los sectores más modernos.
Un considerable volumen de capital social ya estaba siendo constituido, la política ya estaba articulada con los
beneficios, todo lo que un industrial necesitaba para ser admitido entre los regidores de la sociedad, era bastante
dinero.
El hombre de negocios estaba en un proceso de ganar más dinero, pues la mayor parte del siglo XVIII fue para
casi toda Europa un periodo de prosperidad y expansión económica. Esta expansión, ayudada por un poco de inflación,
habría ayudado a otros países a cruzar el umbral de la industrialización. Pero no fue inmediato, si no con la creación de
talleres mecanizados, se generarían muchos productos a bajo costo como para ya no depender de la demanda existente,
sino para crear su propio mercado.
Las primeras manifestaciones ocurrieron en una situación en la que el crecimiento económico surgía de las
Decisiones de empresarios regidos por el principal imperativo de la época: comprar más barato para vender más caro.
Dado que ya se habían puesto los cimientos para una sociedad industrial, se requerían dos cosas:
1. Una industria que ya ofrecía increíbles remuneraciones para el fabricante que pudiera aumentar rápidamente
su producción (con innovaciones baratas y sencillas)
2. Un mercado mundial ampliamente monopolizado por la producciones una sola nación.
Una vez que Gran Bretaña se industrializo, otras naciones empezaron a disfrutar de los beneficios. Además, el
éxito Británico demostró lo que podía conseguirse: la técnica británica se podía imitar, e importarse la habilidad y los
capitales ingleses. (Expertos británicos comenzaron a difundir las técnicas)
La industria británica no contaba con tales ventajas. Por otra parte, tenía una encomia y estado fuerte, lo
bastante como para apoderarse de los mercados de sus competidores. En efecto, las guerras de 1793-1815, eliminaron
todos sus rivales, a excepción de EEUU. Además, la industria británica estaba equipada para acaudillar la Revolución
industrial en las condiciones capitalistas y un acoplamiento económico que se lo permitía: la industria algodonera y la
expansión colonial.

II.
La industria británica tuvo su origen como un subproducto del comercio ultramarino, que producía su material crudo y
los artículos de algodón indio que ganaron los mercados, de los cuales los europeos tratarían de imitar. En un principio
no tuvieron éxito, aunque fueron capaces de competir con los precios, la mercancías eran más toscas que las mercancías
indias, finas y costosas. Sin embargo, poderosos lograron que se aplicaran medidas para impedir la importación de tales
mercancías de la india, para darle una oportunidad a la industria británica. Más baratos que la lana, el algodón no tardo
en obtener en Inglaterra un mercado modesto, pero beneficioso. Sus mayores posibilidades estaban en ultramar.
En el siglo XVIII se desarrolló el comercio de esclavos, este inhumano pero prospero trafico estimulaba la
industria algodonera. Los esclavos se compraban con algodón indio, pero cuando el suministro se cortaba debido a
guerras, la industria británica paliaba las demandas. Las plantaciones en américa (donde eran llevados los esclavos),
proporcionaban una cantidad de algodón suficiente para la industria y en compensación los plantadores compraban las
mercancías de la Industria.
De este modo, la industria algodonera fue impulsada. Este comercio prometía una gran y rápida expansión, que
incitaba a los empresarios a adoptar las técnicas revolucionarias para conseguirla. Entre 1750 y 1769 la exportación de
algodón aumento 10 veces. Las ganancias eran astronómicas y compensaban los riesgos. La industria británica, con el
apoyo del estado, logra monopolizar el comercio exterior (este superaba el del interior). Pudo monopolizar a causa de la
guerra, las revoluciones en otros países, y su propio gobierno imperial. América Latina vino a depender de las
importaciones británicas durante las guerras napoleónicas.
Esto constituía un hito importantísimo, pues desde los tiempos remotos Europa importaba de Oriente mucho
más de lo que allí vendía, solo China e negaba a comprar lo que occidente ofrecía occidente.
El algodón ofrecía grandes perspectivas para tentar a los negociantes particulares a emprender la aventura de la
Revolución Industrial. Los nuevos inventos (máquina de hilar, husos mecánicos, telares) relativamente más sencillos y
baratos, compensaban los gastos en instalación con una altísima producción. Podían ser instalados por pequeños
empresarios. La expansión de la industria pudo financiarse fácilmente. La fabricación del algodón tenía otras ventajas.
Desde 1790 la industria algodonera británica encontró su suministro en los estados del sur de los Estados Unidos. El
algodón padeció las consecuencias de un de trabajo barato y eficiente, viéndose impulsado a la mecanización total.
En todas partes, el tejer se mecanizo al cabo de una generación, y en todas las partes los tejedores manuales
murieron lentamente, a veces rebelándose contra su terrible desino, cuando ya la industria no los necesitaba para nada.

III.
El algodón fue la primer industria revolucionada, las palabras industria y fabrica se aplicaban casi exclusivamente a las
manufacturas del algodón británico.
Esto no es subestimar los esfuerzos realizados para la renovación industrial en otras ramas, pero en etas, se
empleaba muy poca gente, su poder de transformación era mucho más pequeño. La demanda derivada del algodón
contribuyo al progreso económico de Gran Bretaña hacia 1830, la expansión de la industria algodonera fue tan grande y
su peso en el comercio fue tan decisivo, que domino los movimientos de la economía total del país. Si el algodón
prosperaba, también lo hacia el país.
Aunque esta expansión superaba cualquier imaginación su progreso distaba mucho de ser uniforme, y en la
década de 1830-40 se generaron los mayores problemas de crecimiento. Estos tropiezos reflejaron una marcada lentitud
del crecimiento y disminución de la renta nacional británica. Pero esto no fue un fenómeno puramente británico.
Sus más graves consecuencias fueron sociales: la transición a la nueva economía genero miseria y descontento,
el cual se manifestó en forma de levantamientos espontáneos de los pobres sobre las zonas urbanas e industriales. Este
descontento no se limitaba a los pobres, sino también a pequeños burgueses y negociantes. Los trabajadores
reaccionaron destrozando las maquinas que consideraban responsables de sus dificultades.
La explotación del trabajo que mantenía las rentas a un nivel de subsistencia, permitieron a los ricos aumentar
los beneficios que financiaban la industrialización y aumentar sus comodidades, lo que ocasionaba el antagonismo del
proletariado.
Desde el punto de vista capitalista, esos problemas sociales solo afectaban al progreso de la economía si por
algún accidente, derrocaran el orden social establecido.
Los tres fallos más evidentes fueron el ciclo comercial de alza y baja, la tendencia de la ganancia a declinar y la
disminución de las oportunidades de inversiones provechosas.
Inicialmente la industria del algodón disfrutaba de inmensas ventajas:
1. La mecanización aumento mucho la productividad
2. Los trabajadores eran muy mal pagos, en gran parte mujeres y niños
3. La construcción de las fabricas era barata
4. El mayor costo fue rebajado por la rápida expansión del cultivo del algodón
5. Los empresarios gozaban de la bonificación del algodón, que permitió la suba de precios
Después de 1815, estas ventajas se vieron neutralizadas por la reducción del margen de ganancias. La revolución y la
competencia causaron una constante caída en el precio del artículo terminado, pero no en los diferentes costos. Sin
embargo, las ganancias eran todavía suficientes para permitir una gran acumulación. Como las ventajas totales seguían
aumentando, el total de ingresos ascendía también, aunque se ganara menos. Este retroceso de las ganancias debía
detenerse, y solo podía lograrse reduciendo los costos, sobre todo el de los jornales.
Así, sustituyeron a los “caros obreros” por mecánicos más baratos y por la máquina. Había un límite fisiológico
en tales reducciones ya que no se quería que los trabajadores muriesen de hambre.
La industria se veía obligada a mecanizarse, a racionalizarse y a aumentar su producción y sus ventas. Su éxito
fue vario. El aumento efectivo de la producción y exportación fue gigantesco; la maquinización consistió en una
adaptación de la maquia ya existente. La industria se estabilizaría tecnológicamente en 1830. Aunque la producción por
obrero aumento, no fue revolucionaria.

IV.
Ninguna economía industrial puede desenvolverse más allá de cierto punto hasta que posee una adecuada capacidad de
bienes de producción. El índice más seguro del poderío industrial de un país es la cantidad de su producción de hierro y
acero. Pero también, la inversión de capital para ese desarrollo no puede hacerse fácilmente. Esto se debe a que no se
encontraban sencillamente mercados buenos y vastos para los fabricantes. Estos comienzan a existir con el transcurso de
la Revolución Industrial.
La capacidad del hierro aumento gracias a innovaciones como la pudelación y el laminado, pero la demanda no
militar era modesta, y la militar, si bien era abundante gracias a las guerras, remitió mucho después de 1815. La industria
no era lo bastante grande para convertir a Gran Bretaña en un país que se desarrollara en él, es más, la participación
inglesa en la producción mundial de hierro tendería a disminuir en las próximas décadas.
Afortunadamente el carbón tenía la ventaja de ser la mayor fuente de poderío industrial del siglo XIX, y además
ser el más importante combustible doméstico. El crecimiento de las ciudades había hecho que la explotación de se
extendiera rápidamente. Las innovaciones que experimento este rubro fueron más bien mejoras, pero su capacidad tal
era inmensa y a escala mundial, astronómica. En 1800 Gran Bretaña producía el 90 de la producción mundial.
Esta inmensa industria era lo suficientemente amplia para estimular la invención básica que iba a transformar las
principales industrias: el ferrocarril. Las minas no solo requerían máquinas de vapor si no también eficientes medios de
transporte. El ferrocarril era una respuesta evidente, además el transporte terrestre era tan caro, que no costo mucho
convencer a los propietarios de las minas en utilizar los rápidos medios, lo que sería una gran ventaja para ellos.
Apenas se demostró en Inglaterra que el ferrocarril era factible y útil, se hicieron proyectos para construirlo en
casi todo el mundo occidental. Tenía grandes ventajas, su costo era la principal. El ferrocarril permitió incluir al mercado
internacional países antes separados del mismo. Se beneficiaron las comunicaciones terrestres, tanto como para
mercancías como para personas. Pero lo más importante de esta etapa fue la inmensa demanda de hierro y acero, de
carbón y maquinaria pesada, de trabajo e inversiones de capital. En las dos primeras décadas del ferrocarril (1830-50) la
producción de hierro en Inglaterra se triplicó. También la producción de carbón.
Así, los hombres de negocios y los inversionistas se lanzaron a la construcción de ferrocarriles, la mayor parte se
construyeron con capital, hierro, máquinas y técnicos británicos. Sin embargo inversiones tan descomunales parecen
irrazonables, la mayor marte proporcionan modestos o ningún beneficio. ¿Por qué invertían? Las clases ricas acumularon
rentas tan deprisa y en tales grandes cantidades que excedían a toda posibilidad de gastarlas e invertirlas. Además se
ocupaban de malgastar otra parte de esa gran renta en lujosísimas construcciones y otras actividades antieconómicas.
Pero el conjunto de la clase media, era ahorrativa, y ya para 1840 se sentía lo suficientemente rico para gastar
tanto como invertía. Sus mujeres empezaron a convertirse en damas y empezaron a construir sus capillas en pomposos y
costosos estilos. Virtualmente libre de impuestos, las clases medias continuaban acumulando riquezas a costa del
hambre del proletariado. Y como no se conformaban con emplear sus ahorros en lujos, tenían que encontrar mejor
destino para ellos. La respuesta fueron los ferrocarriles, cuya creación rapidísima y en gran escala no hubiera sido posible
sin ese torrente de dinero invertido en ellos. Lo cual fue una feliz coyuntura, ya que los ferrocarriles lograron resolver
virtualmente los problemas del crecimiento económico.

V.
Una economía industrial significaba una disminución en la población rural y un aumento en la urbana, y un asegurado
crecimiento general de toda la población. El cual implica un brusco aumento en el suministro de alimentos
principalmente agrarios, es decir, una revolución agrícola.
El gran crecimiento de las ciudades había estimulado mucho la agricultura la cual era tan ineficaz, que unos
pocos progresos podían significar grandes resultados. El gran aumento de la producción se dio en la década del 1830-40
gracias a la adopción de métodos nuevos para la racionalización y expansión de las áreas de cultivo.
Se logró más bien por una transformación social que técnica. Por los cercamientos de los campos comunales.
Esto género que Inglaterra fuera un país de escasos terratenientes, de un moderado numero de arrendatarios rurales, y
muchos labradores jornaleros.
En términos de productividad económica, esta transformación social fue un éxito, en términos de sufrimiento
humano, una tragedia, aumentada por la depresión agrícola que después del 1815 redujo al pobre a la miseria más
desmoralizadora. Una economía industrial necesitaba trabajadores, y la fuente de estos fue la población antes rural o los
inmigrantes.
Estos trabajadores eran poco disciplinados: no estaban acostumbrados a trabajar a ritmos ininterrumpidos
(diferentes a los del campo), tenían la tendencia a trabajar hasta alcanzar el tradicional salario y detenerse. La solución
se encontró disminuyendo las retribuciones del trabajador para que este tuviese que trabajar intensamente toda la
semana. En las fábricas se consideró más conveniente el empleo de mujeres y niños, mas dúctiles y baratos que los
hombres.
Era difícil reclutar obreros, pues los procedimientos preindustriales ya casi no eran utilizados (aunque muchos
oficios como el de la construcción seguían sin cambiar). El cerrajero se convirtió en el antepasado del constructor de
maquias al que dio nombre de ingeniero.
Junto a los problemas de provisión de mano de obra, el de la provisión de capital carecía de importancia. La gran
dificultad consistía en que la mayor parte de quienes poseían riquezas en el siglo XVIII, eran reacios a invertirlas en las
nuevas industrias. Empezaron con pequeños ahorros o prestamos, y se desenvolvieron con la utilización de los
beneficios.
Por otra parte, el rico siglo XVIII estaba preparado para emplear su dinero en ciertas empresas beneficiosas para
la industrialización, sobre todo en transporte y en las minas.
De esta manera casual, se formó la primera gran economía industrial. Para los de 1848 era monumental y
desagradable, pues sus nuevas ciudades eran más feas, su proletariado menos feliz, y la niebla y el humo que enviciaban
la atmosfera respirada disgustaban a los visitantes extranjeros. Pero suponía la fuerza de un millón de caballos en sus
máquinas de vapor, se convertía en mucha producción de los diversos rubros. El comercio de Gran Bretaña era el doble
que el de Francia (principal competidora). Entre los 200 y 300 millones de capital británico invertido, le devolvían
dividendos e intereses de todas las partes del mundo. Gran Bretaña era, en efecto, el taller del mundo.
Y tanto Gran Bretaña como el mundo sabían que la Revolución Industrial había transformado al mundo. Nadie
podía detenerla.

Capítulo 11: El trabajador pobre


I.
Tres posibilidades tenía el pobre: hacerse burgués, desmoralizarse o rebelarse.
Lo primero era más difícil y desagradable. A la burguesía se la relacionaba con la inhumanidad e individualismo,
pero claro está que había trabajadores que hacían lo posible para unirse a la clase media, para mejorarse a sí mismos. En
efecto, había corporaciones que atraían y estimulaban a jóvenes ambiciosos, donde los hacían comprometerse a la
abstinencia, renunciar al juego y a vivir una vida con una estricta moralidad. Muchos alcanzaron mediante estas
compañías posiciones respetables, como gerentes, inspectores, mecánicos, etc. Tal fenómeno era menos común fuera
del mundo anglosajón, donde el camino de la clase trabajadora era mucho más estrecho.
Había muchos más que se encontraban empobrecidos, explotados y hacinados. El alcohol era la salida más
rápida de Manchester. El alcoholismo en masa era compañero de la urbanización e industrialización. Había gran
preocupación por el aumento del alcoholismo. La aparición de campañas para abolirlo lo demuestran. Su éxito
inmediato fue efímero, pero durante el resto del siglo la hostilidad a los licores fuertes fue algo que los movimientos de
los patrones y obreros tuvieron en común.
Las ciudades crecían rápidamente y los servicios fundamentales como las cloacas, no conseguían seguirle el
ritmo. La consecuencia fue la reaparición de grandes epidemias de enfermedades contagiosas (en la ciudad hubo dos
grandes epidemias de tifus, cólera, y paludismo). Las mejoras urbanas acabaron por descuidarse, y los efectos de este
descuido fueron tremendos. El desarrollo urbano fue un gigantesco proceso de separación de clases, que empujaba a los
nuevos trabajadores pobres a grandes concentraciones alejadas de los centros de gobierno y los negocios, y de las
nuevas zonas residenciales de la burguesía. Las ciudades europeas se dividían en un hermoso oeste y un mísero este.
Solo a partir de 1848 cuando las epidemias empezaron a matar también a los ricos se emprendió una sistemática
reconstrucción y mejora urbana.
El alcoholismo, el infanticidio, la prostitución, el suicidio y el desequilibrio mental han sido relacionados con
aquel cataclismo económico y social. Además, aumento la criminalidad y la violencia sin razón, comenzaron a aflorar
sectas y cultos apocalípticos, místicos y supersticiosos. Lo cual implica una incapacidad para contener los terremotos
sociales que estaban destrozando las vidas de los hombres.
Todas estas formas de desviación de la conducta social, eran tentativas para escapar del destino de ser un pobre
hombre trabajador, o al menos para aceptar u olvidar la pobreza y humillación. Todos los tipos de trabajadores pobres
eran indiferentes respecto a la posibilidad de una acción colectiva

II.
La situación era tal, que una rebelión fue casi obligada. Con la aparición en la mitad del siglo XIX de los movimientos
obrero y socialista, la revolución de 1848 sería su consecuencia directa.
Nadie podía negar que la condición de los trabajadores fuera espantosa. El predominio de tales opiniones
evidenciaba la miseria universal y desesperada.
La verdadera pobreza era peor en el campo, donde una mala cosecha provocaba reales hambrunas. Pero de
hecho, la miseria que más llamaba la atención era la de las ciudades y zonas industriales en donde los pobres se
extenuaban menos pasivamente y menos inadvertidamente. Antes de 1848, la brecha entre pobres y ricos era cada vez
más ancha. Los jornales y la distribución de alimentos tendían a disminuir desde 1815, hasta la época del ferrocarril.
Además, el mero cambio de la dieta rural a la urbana iba a llevarle a la desnutrición, lo mismo que las condiciones de
vida y el trabajo urbano iban a debilitar su salud. Además, el cambio en la economía traslado y desplazo grandes núcleos
de labradores, casi siempre en prejuicio de los pobres.
La fase industrial no impulso a todos los trabajadores hacia las factorías mecanizadas, por el contrario, como
había pocos sectores manicanizados y de producción a gran escala, se multiplicaba el número de artesanos pre
industriales, mejorando a menudo su condición. Hasta la década de 1820-30 que el avance de la máquina y del mercado
termino por desplazarlos. En el mejor de los casos, los hombres independientes se convertían en dependientes, las
personas en manos, en el peor de los casos se producían multitudes de degradados, empobrecidos y hambrientos. No
eran gente ignorante ni inexperta, habían sido siempre los más hábiles, educados y dignos de confianza. No sabían lo
que les ocurría y era lógico que trataran de saberlo y más lógico que protestaran.
Materialmente, es probable que el nuevo proletariado estuviera algo mejor, pero no era libre. Para el chico de
pueblo, entrar a las fabricas era lo esperado pues, lo vio en la vida de sus padres, pero para el hombre libre, entrar en
una fábrica era entrar en algo poco mejor que la esclavitud, y todos trataban de evitarlo (menos los más hambrientos).
Cualquiera fuese la situación del pobre, es indudable que todo el que pensara un poco en sus situación tenía que
advertir que el trabajador era explotado y empobrecido por el rico, que se hacía más rico a costa del pobre. Y sin
embargo, el trabajador era la fuente de toda riqueza, ya que hacia todas las tareas: producía alimento, construía casas,
almacenes y palacios para los ricos, tejían las telas, etc.

III.
El movimiento obrero proporciono una respuesta al grito del hombre pobre. Lo nuevo fue la conciencia de clase. Se
requería la vigilancia continua, la organización y actividad del movimiento: sindicatos, sociedades mutuas y cooperativas,
instituciones laborales, periódicos, agitación. La rapidez del cambio social incito los trabajadores a pensar en los
términos de una sociedad completamente distinta, basada en sus experiencias e ideas. Seria cooperativa y colectivista:
socialista.
En Inglaterra, los intentos por reunir a todos los trabajadores en sociedades empezaron en 1818 y prosiguió con
gran intensidad entre 1829 y 1834. El complemento, era la huelga general. Entretanto, la discusión intelectual entre
Inglaterra y Francia dio lugar al concepto y a la palabra socialismo, la cual fue adoptada por los trabajadores.
En resumen, en los primeros años de la década de 1830-40 ya existía la conciencia de clase proletaria y las
aspiraciones sociales.
Las conciencias proletaria y jacobina se complementaban. La experiencia de la clase trabajadora daba al
trabajador pobre instituciones para su defensa y las mejores armas para la lucha: la solidaridad y la huelga, que
implicaba organización y disciplina. No era solo para ganar salarios más altos, sino para derrocar a la sociedad existente y
establecer una nueva. Esta tentativa se hizo en Inglaterra entre 1829 y 1834 y fracaso, y su fracaso ahogo al movimiento
durante medio siglo. Los intentos de convertir las sociedades de obreros en uniones nacionales fracasaron igualmente.
Las uniones generales se mostraron más débiles y menos manejables, debido a la falta de disciplina, organización y
experiencia. La huelga general resulto inaplicable excepto en alguna ocasión de tumultos ocasionados por hambre.
Por el contrario, los métodos del Jacobismo mostraban su flexibilidad y eficacia: campañas políticas por medio
de periódicos y folletos, mitines y manifestaciones, y motines si eran necesarios. Aunque también fracasaron por
apuntar demasiado alto. Eran reprimidos por las fuerzas armadas.
A su vez, la tradición jacobina saco fuerzas sin precedentes de la cohesiva solidaridad y lealtad características del
nuevo proletariado. Estos se mantenían unidos por el hecho de que trabajar juntos en gran número, colaborar en la
tarea y apoyarse unos a los otros era toda su vida. La solidaridad era su única arma. Una vez que adquirieron un leve
aleteo de conciencia política, sus manifestaciones se convirtieron en un ejército. Así, en 1849 los “representantes del
movimiento obrero” (cartistas) ocupaban casi la mitad de los asientos del ayuntamiento.
Bajo el movimiento yace una tradición más antigua: el motín de gente desesperada. Expresaba el hambre o los
sentimientos de los hombres irritados por las circunstancias, como en las oleadas de destructores de máquinas. Esa
acción directa y espontánea, podía convertirse en una fuerza decisiva, sobre todo si se producía en las grandes ciudades.
En 1830 y 1848, tales movimientos pesaron de manera extraordinaria en los sucesos políticos al convertirse de
expresiones de descontento en franca insurrección.

IV.
El movimiento fue un frente común de todas las fuerzas y tendencias que representaban a los trabajadores pobres,
principalmente urbanos. Desde la revolución francesa, la clase media liberal y radical le proporcionaba inspiración y
jefes. Todo el que se sentía confuso por el creciente sentimiento general se inclinaba por el socialismo como la única
crítica intelectualmente valida y alternativa.
El movimiento reflejaba trabajadores pobres más activos, militantes y políticamente conscientes. El movimiento
obrero era una organización de autodefensa, de protesta, de revolución. Para el trabajador pobre era también una
norma de vida.
Pero este proceso de auto organización no se limitó a los trabajadores de aquel antiguo tipo. También se reflejó
en la unión, basada a menudo en la primitiva comunidad metodista local, en las minas. Se reflejó en la densa
concentración de sociedades de socorro mutuo de los obreros en las nuevas zonas industriales, y sobre todo, en los
compactos millares de hombres, mujeres y niños que llevando antorchas se esparcían sobre los caminos que rodeaban a
las pequeñas ciudades industriales

V.
Se advierte una diferencia entre la fuerza del trabajador pobre temido por los ricos y su real fuerza organizada. Lo que
mantenía firme el movimiento eran el hambre, la desgracia, el odio y al esperanza. Y lo que lo derrotó, fue que los
pobres, carecían de la organización y la madurez capaz de hacer de su rebelión algo más que un momentáneo peligro
para el orden social.

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