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AMARILIS

La “Epístola de Amarilis a Belardo” es un poema de 355 versos, divididos en


estrofas de dieciocho versos cada una; y una de once (la última) Estas
estrofas alternan irregularmente versos de once y de siete sílabas. Esta
forma poética se llama silva, estrofa que fuera muy usada en el Siglo de
Oro.

Se trata de un poema rimado, con rimas consonantes que se ordenan de


manera dispar, con tendencia a conformar pareados y
cuartetos.

Básicamente la Epístola es una composición de tema amoroso


desarrollado sobre el molde de la poesía culta española de su
tiempo (que también usaba la silva frecuentemente para ese
tema).

En ella, Amarilis hace una declaración de amor platónico a Lope de Vega,


de un amor profano, no divino, pero idealizado:…

“El sustentarse amor sin esperanza, /es fineza tan rara, que quisiera/ saber
si en algún pecho se ha hallado, /que la más veces la desconfianza
amortigua la llama que pudiera / obligar con amar lo deseado;…”

Aparte del amor, la obra desarrolla una miscelánea de otros asuntos,


expuestos prolijamente:

la autobiografía de la autora, la descripción geográfica de su patria, su


familia, sus aficiones y gustos, y finalmente incluye un pedido a Lope para
que escriba la vida de Santa Dorotea. …

“Quiero pues comenzar a darte cuenta / de mis padres y patria y de mi


estado / porque sepas quien te ama y quien te escribe…”

“… fundó ciudades y dejó memorias, / que eternas quedarán en las


historias: /a quien en un valle ameno/ de tantos bienes y delicias lleno, /
que siempre es primavera, /merced del dueño de la cuarta esfera, / la
ciudad de León fue edificada, / y con hado dichoso, / quedó de héroes
fortísimos poblada”.
Al hablar de sí misma, “Amarilis” muestra una aguda capacidad
introspectiva para analizar su propio sentimiento amoroso: examina
cuidadosamente las razones y los peligros de su declaración.

En torno a la identidad de “Amarilis” se han tejido las siguientes


hipótesis: José de la Riva Agüero manifiesta que pudo ser María Tello de
Lara y Arévalo Espinoza, debido a algunas coincidencias biográficas.

La del erudito norteamericano Irving Leonard, quien pone en el ruedo a Ana


Morillo. La de Manuel de Mendiburo, militar e historiador limeño, quien
sostiene que fue María de Figueroa.

La atrevida hipótesis de Ricardo Palma Soriano sostiene que fue un hombre


y no una mujer, el autor de la enigmática Epístola, basándose en el hecho
de que en aquellos tiempos las mujeres no tenían acceso a la cultura, y que
el texto no pertenece por ende a ninguna de las nombradas.

Pero la mayoría de los autores coincide en que se trata de una


mujer. Hombre o mujer, la persona que escribió la “Epístola a Belardo”
realizó una obra notable, que ni siquiera “El monstruo de la naturaleza”

– tal como llamara Cervantes a Lope de Vega – pudo alcanzar en la


respuesta de “Belardo a Amarilis”, superar a la misma que lo amaba:

“Ahora creo, y en razón lo fundó, /Amarilis Indiana, que estoy muerto /


pues que vos me escribís del otro mundo, / lo que en duda temí, tendré por
cierto, / pues desde el mar del Sur nave de pluma, / en las puertas del
alma toma puerto.

“Al fineza de los versos, la dulzura del tono, lo desesperado del


sentimiento, la maestría de la composición hace de “Amarilis” exquisita
muestra de lirismo.

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