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Ciencia e ideologia A la memoria del DOCTOR ANGELICO En el prologo de la Erica a Nicémaco leo lo siguiente: Habremos completado suficientemente nuestra tarea si damos las aclaraciones que requiere la naturaleza del tema que tratamos. Pero no se ha de buscar el mismo rigor en todas las discusiones indiferentemente, como tampoco se lo exige en las producciones del arte. Las cosas bellas y las cosas justas que son objeto de la politica dan lugar a tales divergencias, a tales incertidumbres, que se ha podido creer que sdlo existen por convencién y no por naturaleza {...] Entonces, cuando se tratan temas semejantes y se parte de tales principios es preciso contentarse con mostrar la verdad de una manera amplia y aproximada [...] Por eso deben acogerse con ¢! mismo espiritu los diversos puntos de vista que proponemos, pues no es propio de un hombre cultivado buscar més rigor en cada género de cosas que el que admire la indole del tema {...]. Asi pues, en tun dominio determinado, juzga bien el que ha recibido una educacién apro- piada, mientras que, en una materia que excluye toda especializacién, el buen juez es el que ha recibido una cultura general (1094 [b] 11 - 1095 [a] 2). sPor qué cito este texto? No por la comodidad del exergo y del exordio, sino por la disciplina misma del razonamiento. Me propongo mostrar que el fe- némeno de la ideologfa es susceptible de recibir una apreciacién relativa- mente positiva si se mantiene la tesis especificamente aristotélica de la plura- lidad de niveles de cientificidad. Aristételes nos dice muchas cosas: que la politica tiene que ver con elementos variables ¢ inestables; que sus razona- mientos tienen como punto de partida hechos generalmente verdaderos, pe- ro no siempre verdaderos; que es el hombre cultivado y no el especialista el que es juez en la materia; que, por consiguiente, es preciso contentarse con mostrar la verdad de una manera amplia y aproximada (0, segiin otra tra- 279 280 IDEOLOGIA, UTOPIA ¥ POLITICA duccién, “en general y esquematicamente”); finalmente, que esto es ast por- que el problema es de indole practica. Este texto tiene valor de advertencia en el umbral de nuestra investiga- cién. Puede protegernos de las multiples trampas que nos tiende el tema de la ideologia. Estas trampas son de dos clases y, al identificarlas, las utilizaré para introducir las dos primeras partes propiamente criticas de mi exposicién. Lo que esté en cuestién, en primer lugar, es la definicién inicial del fend- meno. ¥ alli ya hay muchas trampas. La primera es la de considerar como al- go evidente de por s{ un andlisis en términos de clases sociales. Esto nos pa- rece hoy natural, por la fuerte impronta del marxismo en el problema de la ideologia, aun cuando haya sido Napoleén el primero en hacer de este tér- mino un arma de combate (lo cual, como veremos, quiz4 no debe ser defini- tivamente olvidado). Adoptar desde el comienzo el andlisis en términos de clases sociales, es encerrarse al mismo tiempo en una polémica estéril a favor © en contra del marxismo. Ahora bien, lo que nos hace falta hoy es un pen- samiento libre frente a toda operacién de intimidacién ejercida por unos so- bre otros, un pensamiento que tenga la audacia y la capacidad de encontrarse con Marx, sin seguirlo ni combatirlo. Creo que Merleau-Ponty habla en al- giin lugar de un pensamiento a-marxista, que es lo que yo intento practicar. Pero, para evitar esta primera trampa, es necesario evitar una segunda, la de definir inicialmente la ideologfa por su funcién de justificacién con respecto no sélo a una clase, sino a una clase dominante. Me parece que es necesario escapar a la fascinacién que ejerce el problema de la dominacién, para consi- derar un fenémeno mas vasto, el de la integracién social, del cual la domina- cién es una dimensién, pero no la condicién tinica y esencial. Ahora bien, si se admite que la ideologia es una funcién de la dominacién, se admite tam- bign, sin critica, que la ideologia es un fenémeno esencialmente negativo, primo del error y de la mentira y hermano de la ilusién. En la literatura con- tempordnea sobre el tema, ya ni se somete a examen la idea, que llegé a ser completamente natural, de que la ideologfa es una representacién fala, cuya funcién es disimular la pertenencia de los individuos a un grupo, una clase, una tradicién, pertenencia que ellos tienen interés en no reconocer. En con- secuencia, si no se quiere eludir esta problematica de la distorsién interesada ¢ inconsciente, ni tomarla como evidente, es necesario, me parece, distender el vinculo entre teorfa de la ideologla y estrategia de la sospecha, sin por ello dejar de mostrar, mediante la descripcién y el andlisis, por qué el fenémeno de la ideologia reclama la réplica de la sospecha. CIENCIA E IDEOLOGIA 281 Pero este primer cuestionamiento de las ideas establecidas, incorporado a la definicién inicial del fenémeno, es solidario de un segundo cuestiona- miento referido al estatuto epistemolégico de la teoria misma de las ideolo- gfas. Mi tema: ideologia y verdad, tiene que ver més precisamente con esta segunda Ifnea de interrogacién, donde también nos esperan una serie de trampas. En primer lugar se admite demasiado répidamente que el hombre de la sospecha queda indemne del defecto que denuncia; la ideologia es el pensamiento de mi adversario; es el pensamiento del otro. El no lo sabe, pero yo lo sé, Ahora bien, la cuestién es saber si existe un punto de vista sobre la accién que sea capaz de sustraerse a la condicién ideolégica del conocimien- to comprometido en la praxis. A esta pretensién se afiade otra: no sélo se di- ce que existe un lugar no ideolégico, sino, ademas, que ese lugar es el de una ciencia, comparable a la de Euclides para la geometria y a la de Galileo y de Newton para la fisica y la cosmologia. Es destacable que esta pretensin, particularmente viva en los mas eledticos de los marxistas, sea exactamente la que Aristételes condenaba en los platénicos de su tiempo en materia de ética y de politica, y a la cual oponia el pluralismo de los métodos y el de los gra- dos de rigor y de verdad. Ahora bien, tenemos razones actuales que justifican ese pluralismo, razones basadas en toda la reflexién moderna sobre la condi- cién propiamente histérica de la comprensién de la historia. Esta simple ob- servacién, que anticipa todo un desarrollo, deja presentir que la naturaleza de la relacién entre ciencia ¢ ideologia depende tanto del sentido que se le pueda dar a la nocién de ciencia en las materias practicas y politicas, cuanto del sentido que se le dé a la ideologa misma. Las dos lineas de discusién convergerén hacia una pregunta que es en cierto modo la pregunta clave. Esta serd el objeto de la tercera parte de este ensayo, Si no hay ciencia capaz de sustraerse a la condicién ideolégica del sa- ber practico, ghay que renunciar lisa y llanamente a la oposicién entre ciencia ¢ ideologia? A pesar de las razones muy fuertes que influyen en este sentido, trataré de salvar la oposicién, pero renunciando a formularla en los términos de una al- ternativa y una disyuncién. Para ello trataré de dar un sentido més modesto —quiero decir menos perentorio y menos pretencioso~a la nocién de una criti- ca de las ideologtas, ubicdndola dentro de! marco de una interpretacién que se sabe ella misma histéricamente situada, pero que se esfuerza por introducir, en la medida de sus posibilidades, un factor de distanciamiento en el trabajo in- cesante que Ilevamos a cabo para reinterpretar nuestras herencias culturales.

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