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La festividad de San Bartolomé, más conocida como Ch’utillos, se celebra cada año en
Potosí, atrayendo a propios y extraños a jornadas de muestra de la cultura de la Villa
Imperial, en una tradición que se remonta hace siglos. Desde Sucre, decenas de
residentes se trasladan cada año hasta su ciudad de origen para vivir esta fiesta.
Desde Sucre, el viernes, una vez habilitadas las carreteras tras la suspensión de los
bloqueos por los conflictos mineros a raíz de un trágico resultado, varias personas se
aprestaron a viajar a la Villa Imperial; aunque por la mañana temprano el flujo fue
relativamente bajo, al paso de las horas la frecuencia de pasajeros se incrementó.
ANTECEDENTES DE LA FESTIVIDAD
Los orígenes religiosos de la Festividad de San Bartolomé o Ch’utillos se remontan a la
época de la Colonia, aunque existen versiones en sentido de que sus antecedentes
tienen características precolombinas.
Zavala Ayllón explicó que la primera vez ocurrió en 1580, cuando la población
potosina gozaba de una riqueza portentosa que inclinaba a sus habitantes a cometer
toda clase de pecados.
La tercera fue cuando Potosí vivió momentos dramáticos con el reventazón de las
lagunas del Khari Khari, en 1627, y cuyas aguas se llevaron la mitad de esta ciudad.
La cuarta oportunidad en que se presentó el sudor del Señor de la Vera Cruz fue en
1672, cuando hubo una peste desconocida que acabó con la vida de cientos de
habitantes de esta ciudad que era considerada una metrópoli del mundo.
SANTO MILAGROSO
El padre fray Eugenio Natalini afirmó que la Iglesia católica respalda la Festividad de
San Bartolomé en el marco de la moral y las buenas costumbres, por ser un apóstol de
Jesús de Nazareth; sin embargo aclara que el Señor de la Vera Cruz es el Santo
Patrono de Potosí, por los milagrosos hechos ocurridos desde su aparición en las
puertas de San Francisco.
“Es necesario aclarar que evidentemente como documento oficial, como patrono de la
ciudad de Potosí es el Señor de la Vera Cruz, pero también es justo rendirle la
devoción a San Bartolomé que fue el primero como apóstol que reconoció a Cristo
como Hijo de Dios”, sostuvo fray Eugenio Natalini.
Felipa Zegarra, una potosina cuenta desde su tierra que desde hace muchos años
prepara las sopaipillas, chambergos y confites porque son parte de la tradición de la
Villa Imperial.
Doña Felipa cuenta que la elaboración del chambergo es mucho más complicada que
el de las otras masas.
Un día antes de la elaboración se prepara la masa, la que debe macerar antes de que
pueda ser horneada.
La masa del chambergo tiene huevo, harina y singani.
“La harina tiene que ser buena y hay que amasar bien, hay que hacer hervir y sale
bien. Por eso están bien reventados mis chambergos”, explicó orgullosa de haber
conseguido chambergos de gran tamaño y con bordes hinchados gracias al trabajo de
amasar el preparado.
Si el amasado es bueno, una vez en el horno la rosca puede reventar hasta adoptar su
forma tradicional.
Doña Virginia Vidal Delgado, ganadora del año pasado en el área de repostería, al
margen de muchas otras variedades, prepara tahua tahuas, sopaipillas y chambergos.
TRADICIÓN FAMILIAR
Como es tradicional en su familia, la receta fue aprendida por doña Virginia desde los
siete años de edad para vender estas delicias a los potosinos.
“Las tahua tahitas mias son bien sanitas, cero manteca, solo con aceite, tiene harina y
bicarbonato”, explicó.
Para las sopaipillas se utiliza harina, manteca, levadura amoniaco o royal,
dependiendo de la receta.
La chancaca es el dulce característico de estas tres masas que tiene, además del
empanizado básico, un toque de canela y clavo de olor.
Todas estas tradiciones culinarias no se quedan en las generaciones de antaño, sino
que –en los últimos años– el interés por su preparación se extiende a las nuevas
generaciones.