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Chutillos

La festividad de San Bartolomé, más conocida como Ch’utillos, se celebra cada año en
Potosí, atrayendo a propios y extraños a jornadas de muestra de la cultura de la Villa
Imperial, en una tradición que se remonta hace siglos. Desde Sucre, decenas de
residentes se trasladan cada año hasta su ciudad de origen para vivir esta fiesta.

Al margen de la riqueza autóctona y folclórica que demuestra con danzas coloridas


como una síntesis de las expresiones culturales de Potosí y el país, Ch’utillos tiene
también un carácter religioso que debe ser tomado en cuenta y que lamentablemente
no es considerado como corresponde por parte de algunos bailarines y feligreses que
participan de las veladas en el templo de San Bernardo y la visita a la localidad de La
Puerta en el municipio de Yocalla, departamento de Potosí.

Desde Sucre, el viernes, una vez habilitadas las carreteras tras la suspensión de los
bloqueos por los conflictos mineros a raíz de un trágico resultado, varias personas se
aprestaron a viajar a la Villa Imperial; aunque por la mañana temprano el flujo fue
relativamente bajo, al paso de las horas la frecuencia de pasajeros se incrementó.

Si bien la fiesta de San Bartolomé es quizás la más conocida y grande en Potosí, su


patrono es el Señor Cristo de la Veracruz, cuya imagen sagrada apareció en las
puertas de San Francisco una mañana de abril de 1550.

En tanto que la Festividad de Ch’utillos se celebra en devoción a San Bartolomé, uno


de los 12 apóstoles de Jesús de Nazareth.

ANTECEDENTES DE LA FESTIVIDAD
Los orígenes religiosos de la Festividad de San Bartolomé o Ch’utillos se remontan a la
época de la Colonia, aunque existen versiones en sentido de que sus antecedentes
tienen características precolombinas.

El presidente de la Sociedad Geográfica e Historia de Potosí, Wáter Zavala Ayllón,


sostiene que la fiesta de Ch’utillos ya existía antes de la llegada de los colonizadores
a Potosí y era desarrollada por pobladores que se dirigían hasta la denominada “Cueva
del Diablo” porque veneraban al ser maligno, lo cual fue transmitido posteriormente a
las generaciones que se establecieron en las alturas de esta ciudad y asentamientos
aledaños que cobraron gran importancia por la explotación de la plata del Cerro Rico
de Potosí.

El cronista mayor de la entonces opulenta Imperial Villa de Potosí, Bartolomé Arzans


Orsúa y Vela, indicó que el lugar donde se encuentra la “Cueva del Diablo” también
recibió el nombre de la “Quebrada de San Bartolomé” a partir de 1581, cuando
sacerdotes jesuitas entronizaron en la misma entrada de la cueva la imagen del santo
apóstol y la de San Ignacio de Loyola.

Arzans Orsúa y Vela escribe: “A principios de la fundación de esta Villa, cuando


pasaban los hombres por aquella quebrada, repentinamente se juntaban las dos
peñas matándolos y volvía a abrirse. Si pasaban en cabalgaduras, se alborotaban
éstas y mataban a pedazos a los jinetes. O se levantaba un viento huracanado que les
quitaba la vida. El causador de todo ello era el maligno”.

Más adelante, el cronista mayor destaca “los religiosos de la Compañía de Jesús, al


conocer ello, fueron un día llevando en procesión a la imagen de San Bartolomé y lo
colocaron en otra cueva pequeña y natural, vecina a la grande; entonces salió el
maligno bramando y se estrelló en la misma peña donde quedó señales de un color
verdinegro. Colocaron al Santo y puesta una gran cruz en la cueva mayor, nunca más
hubo desgracias. Desde entonces hay una gran devoción por San Bartolomé”.

El nombre completo de San Bartolomé fue Natanael Bartholma, significando el mismo


“Hijo del Labrador”. De él se dice: “Sólo Dios te conoce” y se lo representa con un
cuchillo en la mano, como protector en contra de los espíritus malignos donde las
acciones vengativas de las personas maltratan a sus víctimas.

El presidente de la Sociedad Geográfica e Historia de Potosí, aclaró que “años después


y con el fin de que sus mercedes no se encuentren tan huérfanos en el tétrico
cañadón, los vecinos asentados en frente de la quebrada de San Bartolomé, decidieron
edificar en el lugar denominado “La Puerta”, una capilla muy sencilla para allí venerar
a San Bartolomé y San Ignacio de Loyola”, distante a aproximadamente diez
kilómetros de la Villa Imperial, frente a la “Cueva del Diablo” y en el trayecto hacia la
Laguna del Inca.

EL CRISTO DE LA VERA CRUZ


El Cristo de la Vera Cruz, que se encuentra a la fecha en el altar mayor del templo de
San Francisco, cuya misteriosa aparición data de 1550, es patrono de la ínclita Villa
Imperial de Potosí, en virtud a los milagros ocurridos a lo largo de aproximadamente
466 años en la época de la Colonia, durante la república y hasta nuestros días.

El Presidente de la Sociedad Geográfica e Historia de Potosí, destaca con asombro que


se trata de una de las imágenes más antiguas del continente, después de la existente
en Nicaragua que data de 1549.
Los registros del convento de San Francisco afirman que el Señor de la Vera Cruz dejó
salir de su cuerpo y especialmente de su rostro un sudor que mojaba toda su barba
en cuatro oportunidades.

Zavala Ayllón explicó que la primera vez ocurrió en 1580, cuando la población
potosina gozaba de una riqueza portentosa que inclinaba a sus habitantes a cometer
toda clase de pecados.

La segunda ocasión se produjo en 1624, cuando terminó la guerra entre “vicuñas y


vascongados”.

La tercera fue cuando Potosí vivió momentos dramáticos con el reventazón de las
lagunas del Khari Khari, en 1627, y cuyas aguas se llevaron la mitad de esta ciudad.
La cuarta oportunidad en que se presentó el sudor del Señor de la Vera Cruz fue en
1672, cuando hubo una peste desconocida que acabó con la vida de cientos de
habitantes de esta ciudad que era considerada una metrópoli del mundo.

A lo anterior se puede añadir que los frailes franciscanos estarían guardando


celosamente parte de la barba y la cabellera que milagrosamente le creció al Señor de
la Veracruz y que antes del cese de la Guerra del Chaco (1932 - 1935) sus devotos le
sacaron en andas pidiendo el fin del conflicto bélico, algo que a los pocos días se hizo
realidad.

SANTO MILAGROSO
El padre fray Eugenio Natalini afirmó que la Iglesia católica respalda la Festividad de
San Bartolomé en el marco de la moral y las buenas costumbres, por ser un apóstol de
Jesús de Nazareth; sin embargo aclara que el Señor de la Vera Cruz es el Santo
Patrono de Potosí, por los milagrosos hechos ocurridos desde su aparición en las
puertas de San Francisco.

“Es necesario aclarar que evidentemente como documento oficial, como patrono de la
ciudad de Potosí es el Señor de la Vera Cruz, pero también es justo rendirle la
devoción a San Bartolomé que fue el primero como apóstol que reconoció a Cristo
como Hijo de Dios”, sostuvo fray Eugenio Natalini.

La Ordenanza Municipal 0017/73 que fue suscrita solemnemente en presencia de


altos funcionarios políticos, administrativos, militares, policiales, eclesiásticos y
pueblo en general por el entonces alcalde Pbro. José Zárate Victoria y Walter Castro
Montesinos como oficial mayor, “reconoce oficialmente al crucificado en su
advocación del Santo Cristo de la Vera Cruz que se venera en la iglesia de San
francisco de esta ciudad como patrono de Potosí”.
TRADICIONES
La receta de la abuela
La ciudad de Potosí se caracteriza por contar con un pasado histórico rico en
tradiciones y costumbres.
Si bien en el siglo XVI, los españoles llegaron a estas tierras atraídos por el mineral
del Cerro Rico de Potosí, trajeron consigo varias costumbres que se mezclaron con las
ya conocidas de los nativos americanos.

Una de las expresiones que simboliza el impacto de las tradiciones se expresa en la


repostería tradicional potosina.
Todo persona que visita Potosí ha degustado desde muy tempranas edades el sabor
de las tahua tahuas, sopaipillas y chambergos que, al margen de estar presentes en
las mesas familiares para Corpus Cristi, se mantienen en muchos hogares como
postres cotidianos debido a su exquisitez y fácil preparación.

Felipa Zegarra, una potosina cuenta desde su tierra que desde hace muchos años
prepara las sopaipillas, chambergos y confites porque son parte de la tradición de la
Villa Imperial.

Doña Felipa cuenta que la elaboración del chambergo es mucho más complicada que
el de las otras masas.
Un día antes de la elaboración se prepara la masa, la que debe macerar antes de que
pueda ser horneada.
La masa del chambergo tiene huevo, harina y singani.

“La harina tiene que ser buena y hay que amasar bien, hay que hacer hervir y sale
bien. Por eso están bien reventados mis chambergos”, explicó orgullosa de haber
conseguido chambergos de gran tamaño y con bordes hinchados gracias al trabajo de
amasar el preparado.
Si el amasado es bueno, una vez en el horno la rosca puede reventar hasta adoptar su
forma tradicional.

Doña Virginia Vidal Delgado, ganadora del año pasado en el área de repostería, al
margen de muchas otras variedades, prepara tahua tahuas, sopaipillas y chambergos.

TRADICIÓN FAMILIAR
Como es tradicional en su familia, la receta fue aprendida por doña Virginia desde los
siete años de edad para vender estas delicias a los potosinos.
“Las tahua tahitas mias son bien sanitas, cero manteca, solo con aceite, tiene harina y
bicarbonato”, explicó.
Para las sopaipillas se utiliza harina, manteca, levadura amoniaco o royal,
dependiendo de la receta.

La chancaca es el dulce característico de estas tres masas que tiene, además del
empanizado básico, un toque de canela y clavo de olor.
Todas estas tradiciones culinarias no se quedan en las generaciones de antaño, sino
que –en los últimos años– el interés por su preparación se extiende a las nuevas
generaciones.

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