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Las cosas que Dios detesta no tienen que ver con pelo, ropa o comida, sino con todo

aquello
que lacera la vida humana.
La iglesia está entretenida en un montón de cosas insignificantes y no quiere levantar la
mirada para ver los verdaderos problemas: al rico oprimiendo a los pobres.
Condenar los verdaderos problemas significa ponerse en conflicto con todos los que
oprimen a los demás. Por eso la iglesia no quiere decir estas cosas, porque quiere estar
El Evangelio no es un conflicto contra los ricos, sino más bien contra los ricos opresores. No
se puede confundir con un marxismo o una ideología de izquierda.
El Evangelio no es una lucha de clases, pero sí contra la opresión. Indudablemente la
opresión se dará dentro de los sectores de clase rica.
El Evangelio y la Palabra de Dios no guarda silencio contra todos los que oprimen a los
demás.
Es principio evangélico que quién sea empleador pague justa y oportunamente a sus
empleados. Esto le agrada a Dios.
Dios es el Dios de las cosas concretas de la vida humana. Pero a esto, la iglesia ha hecho
oídos sordos, porque se ha quedado juzgando cosas de la moralidad evangélica.
De qué comemos o cómo nos vestimos solo es problema nuestro, pero tratar al prójimo
como animal es lo que a Dios no le gusta.
Las relaciones interpersonales son las que definen nuestra espiritualidad.
La iglesia, como está aleada a sectores poderosos de la sociedad, mejor se pone a discutir
sobre cuestiones de moralidad y nunca denuncia los actos de injusticia de los opresores.
El profeta siempre ofenderá con sus metáforas y mensajes directos. Pero la iglesia no quiere
caer mal, por eso se pone a condenar cosas que a Dios no le interesa y los verdaderos
problemas de injusticia y opresión nunca los denuncia.
El mundo está diseñado para los que trabajan y los que son dueños del trabajo.
Muchas personas ricas han hecho esfuerzos para obtener sus ganancias y es legítimo que
lo tengan.
Dios ha dado el don de producir riquezas a algunos para que puedan bendecir a los que no
tienen ese don. El problema del Señor no está en hacerse ricos, sino en que los que se
enriquecen quieran mantener oprimidos y explotados a los demás para seguirse
enriqueciendo.
Si una persona es buena empresaria y trata bien a sus empleados, entonces Dios no tiene
problema con ellos. A Dios no le parece que se deba mantener explotada a la gente para
seguirse enriqueciendo.
Lo malo y lo bueno en la Biblia está catalogado en actos concretos con el prójimo. No se
trata de todo lo que la iglesia ha dicho muchas veces, que tiene que ver con el pelo, el
vocabulario o la ropa.
Mucha gente cree que una persona es santa porque no dice una mala palabra o no se pone
algún tipo de ropa, pero no es así delante de Dios. Para el Señor el bueno no es el moralista,
sino el que tiene un buen trato con su prójimo, sobre todo si está necesitado.
¿Qué nos hace buenos delante de Dios? No es la cara más santulona que podamos hacer,
sino las acciones del corazón; es decir, todas las cosas que disponemos en nuestro interior
con respecto a los demás.
Para Dios el verdadero ayuno es que podamos hacer buenas acciones con el prójimo
La gente piensa que ayunar es sentir hambre, ardor en el estómago y sentirse todos débiles.
Pero, ¿De qué sirve ayunar si, mientras tanto, andamos predisponiendo a unos en contra
de otros?
Cuando ayunan, ¿A quién le dan lo que no se comieron?
Lo que Dios le reclamó a Israel es que pedían la misericordia de Dios, pero no querían
mostrar misericordia con los demás; pedían perdón, pero no querían perdonar.
Quizá todos podrían considerarnos los más paganos porque no les parece nuestra manera
de ser o vestir, pero si tenemos acciones justas y a favor de nuestro prójimo, entonces
agradamos al Señor.
El gran error de Israel fue reducir su espiritualidad a un rito.
En el estereotipo popular “Sodoma y Gomorra” son palabras ligadas a sexualidad,
homosexualidad y relajo; pero, ¿de dónde salió esta idea? La Biblia se refiere a estas
palabras de otra manera
Nuestras actitudes frente a la Palabra cambian los designios divinos.

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