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Colegio Everest Femenino

Lengua Castellana y Comunicación


4º año medio

Guía comprensión de lectura

Pablo Neruda tenía entre quince y diecisiete años. Era un estudiante flaco y serio que
jugaba al fútbol cuando escribió ciento setenta poemas, la mayor parte de los cuales
-ciento cuarenta y tantos- han permanecido ocultos e inéditos hasta ahora mismo. El
resto lo fue publicando el poeta en algunos libros y revistas de la época. La edición del
libro, de trescientos cincuenta páginas, ha estado al cuidado del historiador chileno y
profesor de la Universidad de Berlín, Víctor Farías.
Mucha gente conocía en Chile la existencia de Los cuadernos de Temuco.
Decenas de personas, al parecer, los llegaron a tener en sus manos hace cincuenta y
sesenta años, pero hasta hace siete meses, la Fundación Neruda, guardiana fiel y tenaz
del legado del poeta, no logró disponer de ellos. El peregrinaje desde el Liceo de
Temuco hasta la Fundación de este tesoro editorial y literario ha sido largo y
accidentado, pero apasionante.
Son tres cuadernos de estudiante, tres vulgares blocs milimetrados los que han
guardado los versos manuscritos que el poeta escribió durante las clases de aquella
“jaula triste”, que pasado el tiempo se llamaría Liceo Neruda. Era entonces, dicen, un
chico tímido y enfermizo que crecía “mirando un paisaje que diariamente, en todo el
año, recibe la amargura de la lluvia”, como dejó escrito Gabriela Mistral, que por
aquellos años recaló en Temuco como directora del Liceo. Sin embargo, los poemas no
hablan de un adolescente romántico y triste. Los poemas –aseguran los estudiosos que
han tenido acceso a ellos- nos descubren un joven alegre, extraordinariamente maduro
para su edad, con una enorme sensualidad y con una tendencia religiosa, casi mística
muy acusada.

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