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Acero Rodríguez PD. Psiquiatria.com. 2011; 15:26.

http://hdl.handle.net/10401/4329

Artículo original

Evitar y sobrevivir al suicidio, una misión posible


Avoiding and surviving suicide, a mission possible

Paulo Daniel Acero Rodríguez1*

Resumen

Por encima del tabú y del incomprensible pero aún presente miedo del contagio del acto suicida,
es necesario que aceptemos hablar claramente de la que, en la actualidad es la segunda causa de
muerte en el mundo entre los 15 y los 30 años según estadísticas de la Organización Mundial de
la Salud. Razón adicional para hacerlo, es que el mismo y respetable organismo pronostica que
para el año 2020, la depresión, que no siempre pero frecuentemente se correlaciona con el
intento y el acto suicida, pasará a ser la segunda causa de incapacidad en el mundo y la primera
causa de baja laboral en los países desarrollados. En Colombia, las estadísticas del Instituto de
Medicina Legal, señalan un promedio de 6 suicidios diarios. Según las mismas estadísticas,
publicadas en Forensis 2009, por cada mujer que se suicida hay cuatro hombres que también lo
hacen. Los suicidios se presentan con frecuencia entre los 15 y los 30 años de edad, pero la
mayor frecuencia se presenta e n el rango de edades comprendido entre los 20 y 24 años, se
presenta continuamente en las personas sin vínculos familiares y aislados. Los métodos mas
utilizados el ahorcamiento, ingerir tóxicos, empleo de armas de fuego y lanzamiento al vacío.

Recibido: 22/11/2010 – Aceptado: 03/12/2010 – Publicado: 14/07/2011

* Correspondencia: paulodanielacero@gmail.com
1 Psicólogo Universidad Nacional de Colombia. Investigador principal grupo Muerte y duelo, abordaje
psicosocial en el contexto Colombiano UMB. Fundador Proyecto Krisálida para apoyo a personas en duelo.

Psiquiatria.com – ISSN: 1137-3148


© 2011 Acero Rodríguez PD.
Acero Rodríguez PD. Psiquiatria.com. 2011; 15:26.
http://hdl.handle.net/10401/4329

“Tan grande es el tabú del suicidio, que algunos


ni siquiera se atreverán a pronunciar la palabra.”

Karl Menninger

Por encima del tabú y del incomprensible pero aún presente miedo del contagio del acto suicida,
es necesario que aceptemos hablar claramente de la que, en la actualidad es la segunda causa de
muerte en el mundo entre los 15 y los 30 años según estadísticas de la Organización Mundial de
la Salud. Razón adicional para hacerlo, es que el mismo y respetable organismo pronostica que
para el año 2020, la depresión, que no siempre pero frecuentemente se correlaciona con el
intento y el acto suicida, pasará a ser la segunda causa de incapacidad en el mundo y la primera
causa de baja laboral en los países desarrollados. En Colombia, las estadísticas del Instituto de
Medicina Legal, señalan un promedio de 6 suicidios diarios. Según las mismas estadísticas,
publicadas en Forensis 2009, por cada mujer que se suicida hay cuatro hombres que también lo
hacen. Los suicidios se presentan con frecuencia entre los 15 y los 30 años de edad, pero la
mayor frecuencia se presenta en el rango de edades comprendido entre los 20 y 24 años, se
presenta continuamente en las personas sin vínculos familiares y aislados. Los métodos más
utilizados el ahorcamiento, ingerir tóxicos, empleo de armas de fuego y lanzamiento al vacío.

De acuerdo a lo investigado en relación con la depresión por Ustum y Sartorius (1999) “se
estima que en el mundo hay unos 340 millones de personas con este padecimiento y las
proyecciones para el año 2020, muestran que los trastornos psiquiátricos y neurológicos
podrían incrementarse en todo el mundo de 10.5% de carga total de discapacidad, a cerca del
15%, siendo una proporción mayor de incremento que lo que se espera para las enfermedades
cardiovasculares”.

El suicidio no puede tacharse de correcto o incorrecto, de acto pecaminoso o de obra del


mismísimo demonio. Para poder acercarnos a tan misterioso fenómeno e intentar develar sus
orígenes es necesario superar los prejuicios que nos impiden hablar de él, a pesar que muchos
continúen considerando que hacerlo es dar ideas o afianzarlas en quien ya las tiene. En nuestros
días, se ha descubierto que es una enfermedad que se puede tratar y prevenir. El psicólogo
Thomas Joiner vivió la muerte por suicidio de su padre y, movido por ese antecedente, gran
parte de su trabajo en la universidad de Florida está dedicado a la comprensión y la prevención
de los comportamientos suicidas. En este apartado y con base en los aportes de Joiner,
queremos discutir y reflexionar sobre lo que se esconde detrás del acto autodestructivo y sobre
las acciones a poner en práctica para luchar contra este grave fenómeno.

En su libro “Por qué la gente muere por suicidio”, Joiner escribe sobre su experiencia al tener
que explicar a su hijo de 3 años la muerte de su padre (abuelo del niño) por suicidio: “Nunca lo
tuve tan claro como cuando mi hijo de tres años me preguntó por qué mi padre no vivía. Respiré
hondo y le contesté algo así como: bueno ya sabes que las personas pueden caer enfermas como
cuando te resfrías o te duele el estómago. A la gente le puede doler el cuerpo, pero también la
mente; esta puede ponerse malita a veces muy malita. Mi papá se puso muy enfermo de la
mente se sintió tan sólo y triste que ya no quiso vivir más. Cuando la gente se siente así durante
mucho tiempo, a veces piensan en hacerse daño incluso matarse y eso es lo que hizo mi papá.”

El Propio Instituto Nacional de Medicina Legal de Colombia reconoce que esta es una de las
modalidades de muerte en que hay un elevado subregistro, así que no solo no se sabe lo que se
debiera saber sobre el tema, sino que además es difícil acercarse a la realidad por cuanto hay un
halo de mentira que le rodea.

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Thomas Joiner plantea al respecto que, si se le pregunta a la gente sobre la causa de la muerte
de su ser querido, es frecuente que respondan que ha muerto de un ataque al corazón o de un
accidente de tráfico y ocultarán que la causa de la muerte ha sido por suicidio. ¿Por qué lo
hacen? En general parece que el asunto tiene que ver con el estigma que ocasiona en los
sobrevivientes este tipo de muertes. Los trastornos mentales y las conductas suicidas son
enfermedades muy estigmatizadas, fenómeno que, en gran parte, se debe a la ignorancia y
también al miedo. Lo que se debe reconocer es que en realidad no hay ninguna razón que
justifique estigmatizar estas enfermedades, pues aunque de más difícil comprensión, son
enfermedades reales, se trata de dolencias evidenciadas en pruebas médicas, la mayoría de las
cuales tienen un origen biológico y en ese sentido se parecen bastante al cáncer, a las
enfermedades cardiacas o a las embolias que no están estigmatizadas; en cambio, el suicidio si,
pues de alguna manera a las otras enfermedades no se les atribuye intervención voluntaria de
quien las padece, en cambio a la depresión y a uno de sus derivados, el suicidio, se les asume
como actos vergonzosos de los que los afectados no han tenido la suficiente voluntad para
superar. Estas son algunas de las razones por las cuales la gente se siente empujada a ocultar la
causa del fallecimiento de sus seres queridos.

Una estadística que nos mueve a adentrarnos en este misterioso fenómeno y que clama por
nuestra intervención profesional, es que cada 40 segundos una persona en el mundo se quita la
vida, lo que equivale a un millón de personas al año. En otras palabras, las muertes por suicidio,
son más que todas las víctimas de conflictos armados y superan a las muertes que se producen
por accidentes de tráfico. Estudios serios, señalan que por cada mujer que se suicida 4 hombres
mueren por el mismo motivo, pero por cada hombre que intenta suicidarse 4 mujeres hacen la
tentativa. En los países asiáticos esta tendencia se invierte y mueren más mujeres que hombres
por suicidio. Rusia y algunos de sus países órbita Lituania, Bielorrusia, Latvia y Ukrania tienen
los índices más elevados. En la mayoría de los países las tasas de suicidios aumentan con la
edad. El índice de suicidio más elevado se produce en personas mayores de 65 años llegando a
cifras 4 veces más altas que las de adolescentes.

Según los aportes de Joiner en su libro, parecería que, no es tan fácil como parece, quitarse la
vida. En palabras del investigador: “realmente hay que aprender a autolesionarse, hay que
aprender a quitarse la vida, no es esta una acción que se realice con la facilidad que parece”. Lo
primero, afirma Joiner, es que hay que perderle el miedo o pánico a la muerte, pero lo segundo,
es que, quienes lo hacen tienen que aprender a quitarse la vida.

Según este investigador, quitarse la vida “…Es un proceso similar a cualquier otro aprendizaje.
Hay una curva de aprendizaje por llamarlo así. En cuanto al método, se ha encontrado que las
personas que se acaban suicidando generalmente le han dado vueltas durante meses y a veces
años al método que utilizarán para quitarse la vida. Al menos mentalmente se van
acostumbrando a la idea de pensar en los problemas que pueden surgir y aprenden, al menos lo
hacen mentalmente, pero otros también pasan a la acción y acaban haciendo cosas que no les
matarán, pero que empezarán a darles pistas sobre el método, el dolor y el miedo y cuando
evolucione su verdadero deseo de morir, esa combinación de personalidad temeraria y deseo
sincero de morir, es la que acabará llevándoles a un acto que sea efectivamente mortal”.

Por otro lado, de acuerdo a las estadísticas que se vienen haciendo sobre el fenómeno, por cada
suicidio que se consuma hay 20 o 30 personas que ponen en juego su vida para cambiarla,
entonces es en estos casos en los que se puede prevenir la mortalidad por suicidio. El plan en
síntesis sería coordinar las Instituciones Sanitarias, es decir el médico tratante, el psiquiatra,
cualquier persona que atiende en servicios sociales a un sujeto que puede tener ideación suicida
o riesgo suicida.

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Lo importante es aprender a identificar a aquellos que, dada su personalidad y su historia, caben


dentro de los perfiles que, se sabe, intentaran suicidarse, aprender a detectar qué señales se han
de tener en cuenta y de que manera debemos actuar en caso de tener a alguien cerca con esta
problemática. Sobre este particular, nunca esta demás reiterar que los que hablan de suicidio, en
general, son los intentaran suicidarse. Lo que pasa es que normalmente tendemos a negar la
posibilidad. Si se quiere hacer algo en prevención, lo que hay que hacer es permitir que la gente
hable del suicidio, de sus ideas y escucharles y acompañarles a que se acerquen a un
profesional que les pueda tratar, les pueda cuidar y en ayudar, en un principio, para aplazar la
decisión. Con la persona en crisis, lo primero que hay que hacer es validarle las razones que
expone, no llevarle la contraria ni cuestionar sus deseos de muerte, sino invitarle a que
postergue la decisión, diciéndole algo como “… siempre puedes hacerlo mañana, ahora primero
busquemos soluciones”.

No falta quien argumente que no hay que intentar revocar la decisión suicida, pues este es un
ejercicio del derecho a la libertad y que la idea del suicidio es un acto libre. Este argumento
deriva de un concepto romántico de la libertad de los individuos, pero en nuestra experiencia,
no hemos visto nunca libertad en el suicidio; siempre, en el acto suicida lo que se vislumbra es
dolor, desesperación, pudiera decirse que es una de las muertes más desoladoras.

Ahora bien, cuando trabajamos estos temas, siempre se nos pregunta cuales son las personas
que tienen más riesgo de suicidarse. Al respecto se puede señalar que hay un acuerdo entre
todos los especialistas a nivel mundial en que hay 5 factores de riesgo. El primero es la
enfermedad mental, sobretodo la depresión, la psicosis y lo que se deriva del consumo de
tóxicos. En segundo lugar, el que tiene algún tipo de ideación, el que lo piensa, el que ha hecho
algún tipo de intento de suicidio. Luego están aquellos que o bien tienen una enfermedad
médica crónica que curse con dolor o acontecimientos vitales que supongan una gran crisis en la
adaptación del sujeto, en este sentido la causa primera la más frecuente hasta el 60% de los
casos es la ruptura de la relación amorosa; aún las personas se siguen suicidando por amor. En
cuarto lugar, en riesgo están quienes con frecuencia viven problemas del entorno familiar y
otros problemas laborales y económicos, y, en quinto lugar, el quinto factor es el aislamiento
social, el desarraigo, el no tener vínculos afectivos significativos con sus semejantes.

En este sentido, sobre este último factor de riesgo, Joiner, durante una entrevista con Eduard
Punset, emitida en el programa Redes de la TV española, el 5 de octubre del 2009, enfatiza en
una investigación que apunta a la necesidad del contacto humano, al hecho de que nos
necesitemos unos a otros, como elemento de prevención. De acuerdo a Joiner, “…uno de los
mejores estudios y lamentablemente uno de los escasos estudios en la materia que muestra los
efectos de todo esto para los suicidas, fue el llamado estudio de las cartas afectuosas. En pocas
palabra lo que se hizo fue distribuir a los pacientes en dos grupos, uno de control y el otro un
grupo que estuvo recibiendo, de vez en cuando, en su buzón de correo electrónico cartas en
donde se les preguntaba por su estado de salud y de ánimo. Lo único que decía la carta era
“pensamos en ti, esperamos que estés bien, estamos aquí si nos necesitas” firmado doctor Bargh.
Esta fue la única diferencia entre los dos grupos. Sin embargo, en términos de índices de
suicidios, los que recibieron la carta registraron un índice de suicidios muy inferior a los de
grupo de control. Así que, ante un hecho tan generalizado y doloroso como el suicidio, una
estrategia tan sencilla como una carta afectuosa, interesándose por ellos, fue suficiente para que
las cosas fueran distintas para unos y otros. Se trata de una evidencia sobre cómo una acción
modesta de sentido común no muy complicada científicamente puede marcar la diferencia entre
la vida y la muerte”.

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En la Orientación de los aspectos que tienen que ver con la prevención del suicidio, FAISEM,
organización que trabaja en la prevención del suicidio en España, ha elaborado una Guía sobre
prevención del suicidio para personas con ideación suicida y familias, en la que, apoyados en
documentos de la OMS y las investigaciones del Dr. Sergio Pérez Barrero, autoridad Mundial en
el tema, resaltan que “Existen diversos criterios erróneos con respecto al suicidio en general y a
las personas que se han suicidado y a las que intentan terminar con su vida en particular, que
deben ser eliminados para poder dar un apoyo más efectivo a estas personas y su entorno”.

En la tabla que se presenta a continuación, FAISEM resumen las principales creencias y la


evidencia científica sobre esas creencias (OMS, 2000; Pérez Barrero, 1996).

CRITERIO EQUIVOCADO CRITERIO CIENTIFICO

La persona que se quiere matar no lo dice. De cada diez personas que se suicidan, nueve de
ellas dijeron claramente sus propósitos y la otra
dejó entrever sus intenciones de acabar con su vida

La persona que lo dice no lo hace. Toda persona que se suicida expresó con palabras,
amenazas, gestos o cambios de conducta lo que
ocurriría.

Las personas que intentan el suicidio no desean Aunque no todas las personas que intentan el
morir, sólo hacen el alarde. suicidio desean morir, es un error tildarles de
alardosos, pues son personas a las cuales les han
fracasado sus mecanismos útiles de adaptación y no
encuentran alternativas, excepto el atentar contra
su vida.

Si de verdad se hubiera querido matar, se hubiera Toda persona con riesgo suicida se encuentra en
tirado delante de un tren. una situación ambivalente, es decir, con deseos de
morir y de vivir. El método elegido para el suicidio
no refleja los deseos de morir de quien lo utiliza, y
proporcionarle otro de mayor letalidad es calificado
como un delito de auxilio al suicida (se le ayuda a
que lo cometa), penalizado en el Código Penal
vigente.

La persona que se repone de una crisis suicida no Casi la mitad de las personas que atravesaron por
corre peligro alguno de recaer. una crisis suicida y consumaron el suicidio, lo
llevaron a cabo durante los tres primeros meses tras
la crisis emocional, cuando todos creían que el
peligro había pasado.

La persona que intenta el suicidio estará en ese Entre el 1% y el 2% de las personas que intentan el
peligro toda la vida. suicidio lo logran durante el primer año después del
intento y entre el 10% al 20% lo consumarán en el
resto de sus vidas.

Una crisis suicida dura horas, días, raramente

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semanas, por lo que es importante reconocerla para


su prevención.

Toda persona que se suicida está deprimida. Aunque toda persona deprimida tiene posibilidades
de realizar un intento de suicidio o un suicidio, no
todas las que lo hacen presentan este desajuste.
Pueden padecer esquizofrenia, alcoholismo,
trastorno de personalidad, etc.

Toda persona que se suicida es un enfermo mental. Las personas con enfermedades mentales se

suicidan con mayor frecuencia que la población en


general, pero no necesariamente hay que padecer
un trastorno mental para hacerlo.

Pero no caben dudas de que toda persona

con riesgo es una persona que sufre.

El suicidio se hereda. No está demostrado que el suicidio se herede,


aunque se puedan encontrar varios miembros de
una misma familia que hayan terminado sus vidas
por suicidio. En estos casos lo heredado es la
predisposición a padecer determinada enfermedad
mental en la cual el suicidio es un síntoma
principal, como por ejemplo, los trastornos
afectivos y las esquizofrenias. Toda persona antes
de cometer un suicidio evidencia una serie de
síntomas que han sido definidos como síndrome
pre-suicidio, consistente en constricción de los
sentimientos y el intelecto, inhibición de la
agresividad, la cual ya no es dirigida hacia otras
personas, reservándola para sí, y la existencia de
fantasías suicidas; todo lo que puede ser detectado a
su debido tiempo y evitar que se lleven a cabo sus
propósitos.

Al hablar sobre el suicidio con una persona en este Está demostrado que hablar sobre el suicidio con
riesgo se le puede incitar a que lo realice. una persona en tal riesgo en vez de incitar, provocar
o introducir en su cabeza esa idea, reduce el peligro
de cometerlo y puede ser la única posibilidad que
ofrezca el sujeto para el análisis de sus propósitos
autodestructivos.

El acercarse a una persona en crisis suicida sin la Si el sentido común nos hace asumir una
debida preparación para ello, sólo mediante el
sentido común, es perjudicial postura de atenta y paciente escucha, con

y se pierde el tiempo para su abordaje adecuado. reales deseos de ayudar a la persona en crisis a
encontrar otras soluciones que no sean el suicidio,
se habrá iniciado la prevención.

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Sólo los psiquiatras pueden prevenir el suicidio. Es cierto que los psiquiatras son profesionales
experimentados en la detección del riesgo de
suicidio y su manejo, pero no son los únicos que
pueden prevenirlo. Cualquiera interesado en
auxiliar a personas en esta situación de riesgo
puede ser un valioso colaborador en su prevención.

Criterios erróneos y científicos sobre suicidio

Fuente: FAISEM. Protocolo de intervención en crisis, 2006

Señales que hay que tener en cuenta en la labor de prevención

En la “Guía para la prevención del suicidio” elaborada por el Servicio Andaluz de Salud, se
reconoce que existen algunos indicios que nos pueden advertir que una persona está pensando
en el suicidio e intentar evitarlo. En ese documento, La Dra. Francisca Rueda López y su equipo,
advierte que toda la comunidad debe estar atenta y prestar atención cuando se presenten las
señales de alerta verbales y no verbales que, basados en su investigación, se enumeran a
continuación:

Manifestaciones verbales

En este caso el individuo expresa sus deseos de quitarse la vida, independientemente de si tiene
planeado o no la forma de hacerlo. Este pensamiento se manifiesta con distintos grados:

Sin planteamiento de la acción

Con un método indeterminado

Con un método específico, pero no planificado

Plan suicida concreto (esta situación indica un alto riesgo de suicidio)

Contrariamente a lo que se piensa, interrogar sobre la existencia de las ideas suicidas no


incrementa el riesgo de desencadenar este tipo de acto y puede ser la única oportunidad, tal vez
la última, de iniciar las acciones preventivas.

Manifestaciones no verbales

Cuando el individuo no «verbaliza» sus ideas suicidas, se puede llegar a sospecharlas mediante
determinadas manifestaciones. Algunas personas tienden a restar importancia a las ideas
suicidas, minimizarlas, sobre todo con una sonrisa y expresiones como: «No te preocupes por
mí», «No va a pasar nada». El cese de la angustia, una sensación de paz y tranquilidad internas,
un período de calma después de una fase de agitación, son signos de grave peligro suicida, pues
se ha resuelto el conflicto entre los deseos de vivir y los deseos de morir a favor de estos últimos
(se conoce coloquialmente este aspecto como “la calma antes de la tormenta”).

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La citada Guía elaborada por FAISEM, también enfatiza que “Apuntan hacia la presencia de una
idea suicida ciertas conductas cuando se le pregunta si ha pensado en quitarse la vida, entre las
que se destacan el llanto sin pronunciar palabra alguna, bajar la cabeza y mirar al suelo, hacer
silencio repentino motivado por la propia pregunta, fruncir el ceño, mostrarse intranquilo o
angustiado, etc”.

De igual manera, a partir de los testimonios de familiares cuyos seres queridos se han suicidado
y gracias al ejercicio de autopsia psicológica, ha sido posible también detectar que acciones
como regalar las posesiones más preciadas, correr riesgos innecesarios, empezar
repentinamente a cerrar asuntos pendientes, visitar o llamar a personas para despedirse, hacer
recomendaciones o delegaciones sobre el cuidado de alguien, tener escondidos elementos que
hagan presentir que son parte de un futuro método para lograrlo (acumular medicamentos,
llevar consigo tóxicos, cuerdas, etc.), ingerir bebidas alcohólicas en cantidades y con una
frecuencia inusuales (a través de los cuales la persona trata de lograr «el valor» necesario para
llevar a cabo sus intenciones), todos ello, se convierte en indicios serios de que se esta pensando
en quitarse la vida.

Las autopsias psicológicas también han permitido determinar que cuando una persona empieza
a presentar, de manera intempestiva, cambios sensibles en su comportamiento habitual que
limitan sustancialmente su adaptabilidad social (ingestión de alcohol o drogas, deserción escolar
o laboral, divorcio, rompimiento de relaciones con el grupo de pertenencia, etc.).

Por otra parte, hay algunos sentimientos que se dan en la mayoría de las personas que tienen
pensamientos suicidas y que pueden servir de señales de alerta.

A menudo estas personas se sienten incapaces de:

Superar el dolor Escapar de la tristeza

Pensar claramente Imaginar un futuro sin sufrimiento

Tomar decisiones

Valorarse a sí mismas

Ver alternativas

Controlar la situación

Dormir, comer o trabajar

Encontrar a alguien que les preste atención

Salir de la depresión

Los autores de la Guía que venimos citando, aclaran que “Las señales de alerta mencionadas se
dan a menudo como parte de la vida diaria de cualquier persona, y no suponen necesariamente
ninguna alarma, no obstante, estos indicios han de vigilarse detenidamente en los grupos de
riesgo”.

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Afrontando la turbulencia emocional por el suicidio

Lamentablemente y a pesar de todos los esfuerzos para evitar esta tragedia que cobra visos de
pandemia, en no pocos casos experimentaremos, de cerca o lejos el dolor producido por la
determinación de alguien de poner fin a su vida por sus propios medios. En esos casos, un difícil
proceso de duelo será el reto a enfrentar. Pero, con una profunda convicción en los recursos
humanos de cada individuo, para sobreponerse, queremos enfatizar que es posible aprender a
vivir con la pérdida, la tragedia, los recuerdos y el enorme agujero en el tejido de la propia vida,
que deja la partida de un ser querido de esta manera tan abrupta e incomprensible. Sabemos,
por nuestra experiencia que, no hay cierre total, y, en muchas ocasiones, tampoco se quiere
hacer. Se quiere recordar al ser querido toda la vida, vivo: la risa, el olor en sus prendas, en su
cama, sus momentos de alegría, su humildad y su integridad.

Si se ha perdido a alguien por suicidio, lo primero que se debe saber es que no somos los únicos,
ni estamos solos frente a esta experiencia. Cada año más de un millón de personas en todo el
mundo mueren por suicidio, en Colombia un promedio de 1600 - la familia devastada y amigos
que dejan atrás se conocen como "supervivientes". Hay millones de supervivientes que, como
usted, están tratando de hacer frente a esta pérdida desgarradora. Los supervivientes suelen
padecer una amplia gama de reacciones de duelo, incluyendo algunos o todos los que se
describen a continuación:

• Shock: es la reacción inmediata más común al momento de conocer la noticia. Las personas
suelen sentirse adormecidos o desorientados y en una sensación de no estar plenamente en
contacto con la realidad, en consecuencia, pueden sentirse extrañados de si mismos por no estar
tan desmoronados “como debieran estarlo”. Puede tener problemas para concentrarse y
experimentar una especie de “anestesia emocional”.

• Los síntomas claros de la depresión reactiva, incluyendo trastornos del sueño, pérdida de
apetito, tristeza intensa, y la falta de energía.

• La inevitable ira hacia el difunto, hacia otros miembros de la familia, personal de salud, o hacia
uno mismo, que suele derivarse en culpa por experimentar ese sentimiento

• La culpa por no haber sido capaz de evitarlo y no haber sabido que la persona tomaría ese
camino, que se expresa en continuos pensamientos del tipo: "Si yo hubiera....”

Los supervivientes se preguntan a menudo qué tan diferente es el duelo del suicidio, comparado
con el proceso de duelo por otros tipos de muerte. Con base en la experiencia acompañando este
tipo de experiencias, puede decirse que, de manera particular, en el duelo por suicidio, las
respuestas se manifiestan en tres grandes áreas:

En primer lugar, numerosos estudios han encontrado que los sobrevivientes parecen luchar más
con preguntas sobre el significado de las decisiones en torno a la muerte ("¿Por qué lo
hicieron?") Los supervivientes a menudo tienen dificultades para dar sentido a las motivaciones
y al marco pensamientos que tuvo la persona fallecida para tomar esa decisión. En segundo
lugar, los sobrevivientes presentan mayores niveles de sentimientos de rabia y culpa, que los que
presentan quienes están de duelo por la muerte de seres querido por otras circunstancias ("¿Por
qué no pude evitarlo?"). Los supervivientes sienten que causaron directamente la muerte a
través del maltrato o el abandono de la persona fallecida. Una aclaración pertinente: no hay
proceso de duelo que no tenga elementos de rabia y de culpa, independiente del tipo de muerte y
de las circunstancias de la misma; pero, en el caso de los duelos por suicidio, una de las
primeras reacciones de los supervivientes es culparse por no haber anticipado esa posibilidad y
no haber podido prevenir el acto mismo del suicidio.

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En tercer lugar, varios estudios corroboran lo que hemos observado en nuestra experiencia
clínica: que los sobrevivientes de casos de suicidio, experimentan mayores sentimientos de
rechazo o abandono por parte del ser querido, junto con la ira hacia el fallecido, que los duelos
por otras muertes ("¿Cómo pudo hacernos esto?").

¿Qué hacer ahora?

De acuerdo a lo expuesto por la American Foundation for Suicide Prevention, algunas de las
pautas que pueden ser útiles al enfrentar este doloroso evento son:

• Muchos supervivientes lucha con la necesidad humana de comprender las razones que
llevaron a su ser querido a quitarse la vida y adicionalmente con la carga que implica afrontar el
hecho de tener que anunciarlo a los demás. La pregunta que ronda, como se señaló
anteriormente es: ¿Cual le decimos a los demás que fue la causa de la muerte? ¿Cómo
informárselo a otras personas? Aunque se debe lo que más le haga sentir a uno bien, la
experiencia ha mostrado que la mayoría de los supervivientes han encontrado que lo mejor es
reconocer simplemente que sus seres queridos murieron por suicidio.

• Un buen número de supervivientes ha reportado encontrar ayuda o valioso en su proceso, el


hecho de acercarse a los familiares y amigos. Debido a que algunas personas pueden no saber
qué decir, es posible que sea el superviviente quien deba tomar la iniciativa para hablar sobre el
suicidio, compartir sus sentimientos, y pedir su ayuda.

• Aunque parezca difícil, el hecho de mantener contacto con otras personas es importante,
especialmente durante los primeros meses de tensión tremenda tras el suicidio de un ser
querido.

• Tenga en cuenta que cada persona tiene su propia manera de expresar su dolor y que cada
proceso de duelo es diferente dado que cada persona tenía una cercanía diferente al ser querido.
Por ejemplo, algunas personas visitan el cementerio semanalmente; a otros les resulta
demasiado doloroso ir. Lo importante es que lo que se realice contribuya al fortalecimiento
emocional y el procesamiento de la rabia y la culpa.

• Cada persona también debe encontrar su propio ritmo para hacerle frente a la aflicción; esto
es, no hay un único ritmo establecido o una línea de tiempo para la curación, pero hay que estar
atento a que no se esté estancado en el pasado, en lo que pasó, sino en lo que debe hacer parte
de la reconstrucción de nuestro proyecto de vida sin el ser querido.

• Los aniversarios, cumpleaños y fechas especiales en las que se compartía intensamente con el
ser querido, pueden ser especialmente difíciles, así que sería bueno pensar en si se debe
continuar con las viejas tradiciones o crear otros espacios nuevos de recordación. Las personas
pueden experimentar olas inesperadas de tristeza, que son una parte normal del proceso de
duelo.

• La experiencia de los sentimientos de dolor por la muerte de un ser querido, en el caso de los
niños, suele ser muy dura para los adultos. Adicionalmente, hay que comprender que los niños
son particularmente vulnerables a sentirse abandonados e incluso culpables. Hay que acercarse
especialmente a ellos para enfatizarles que la muerte no fue culpa de ellos. Es necesario
escuchar sus preguntas y tratar de ofrecer, de manera honesta y directa, las respuestas
apropiadas a su edad.

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• Algunos supervivientes manifiestan encontrar consuelo en la comunidad, en la realización de


actividades religiosas o espirituales, incluido el hablar con un miembro de confianza del clero.

• Hay que aprender a ser amable con uno mismo. Cuando las personas se sienten listas,
comienzan a ir adelante con sus vidas. Con el tiempo es posible empezar a disfrutar de la vida de
nuevo, sin sentir que ello es una traición a su ser querido, sino con la confianza de que esto más
bien una señal de que hemos empezado a sanar.

¿Por qué sucedió esto?

Muchos sobrevivientes, producto de la lucha para entender las razones para la ocurrencia del
suicidio, andan preguntándose una y otra vez: "¿Por qué?" Muchos intentan repasar lo sucedido
los últimos días con su ser querido, en busca de pistas, sobre todo si no vieron ninguna señal de
que el suicidio era inminente. Debido a que el suicidio es a menudo mal entendido, algunos
sobrevivientes se sienten injustamente victimizados por el estigma. Pueden sentir que el suicidio
es, de alguna manera, un acto vergonzoso, o que ellos o sus familias son de alguna manera
responsables o causantes de esta tragedia.

Diferentes estudios tienden a mostrar que, cerca del 90% de todas las personas que mueren por
suicidio, presentaban, en algún nivel, un trastorno psiquiátrico o emocional en el momento de
su muerte, aunque esto no es definitivo, con mayor frecuencia quienes se suicidan han
presentado algún tipo de depresión o un trastorno bipolar. Pero, así como la gente puede morir
de una enfermedad cardíaca o cáncer, las personas pueden morir como consecuencia de una
afectación emocional o psicológica. Es importante tener en cuenta que el suicidio es casi siempre
el resultado de una complicada combinación de doloroso sufrimiento, desesperanza, actos
desesperados y una afectación psíquica subyacente.

Como los psicólogos Bob Baugher y Jack Jordan explican, “Una vez que una persona ha decidido
poner fin a su vida, es difícil poner límites a las acciones que puede llevar a cabo para lograrlo;
por ello no es fácil, para quienes le rodean, realizar acciones que garanticen que no intentará
hacerlo. ... De hecho, las personas a veces encuentran una manera de poner fin a sus vidas
incluso cuando están hospitalizados en unidades psiquiátricas cerradas bajo cuidado y
supervisión”. A la luz de este hecho, hay que tratar de ser realista acerca de cuanto se pudo, en
cada caso particular, hacer para prevenir el suicidio. Esto hay que tenerlo en mente para no
quedarse enredado en culpas imaginarias.

La investigación médica también demuestra que los principales trastornos psiquiátricos


implican cambios en el funcionamiento del cerebro que pueden alterar gravemente el
pensamiento, los estados de ánimo y el comportamiento de alguien que sufre de este trastorno.
La enfermedad produce cambios biológicos en el individuo que impactan lo emocional e incluso
producen dolor físico (depresión, inhabilidades para tener placer en las cosas, la desesperanza,
etc.) que contribuyen a que se produzcan casi todos los suicidios.

A continuación se presentan algunas sugerencias adicionales, propuestas originalmente por


Dunne y McIntosh en su libro El suicidio y sus secuelas:

1. Hay que saber que es posible sobrevivir, aunque los supervivientes no lo sientan así. Pero es
posible y así lo de muestran quienes han permitido que se les acompañe en su proceso.

2. Lucha con el ¿"por qué sucedió”? hasta que las personas comprendan que nunca habrá una
respuesta plenamente satisfactoria o hasta que estén satisfechas con respuestas parciales. (Una

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tercera posibilidad es que se cambie la pregunta por una que nos permita construir sentido de
vida, esto es, no preguntar por qué sucedió sino ¿Qué era lo que nosotros teníamos que aprender
con la existencia compartida con…?

3. Saber que las personas afectadas pueden sentirse abrumadas por la intensidad de sus
sentimientos, pero entender que todos sus sentimientos son normales.

4. Asimilar que la ira, la culpa, la confusión y la falta de memoria son respuestas comunes. Las
personas no están locas, solo están en duelo.

5. Tener en cuenta es normal sentir ira hacia la persona fallecida, el mundo, Dios, la familia, e
incluso hacia uno mismo, y que está bien expresarlo.

6. Los afectados pueden sentirse culpables por lo que ellos piensan que hicieron o dejaron de
hacer. Lo importante es transformar la culpa en arrepentimiento para avanzar hacia el perdón.

7. Tener pensamientos suicidas suele ser común; pero ello no significa que todos vayamos a
actuar de conformidad con esos pensamientos.

8. Recordar tomar un momento o máximo un día a la vez.

9. Encontrar un buen oyente con quien compartir. Llamar a alguien si necesita hablar.

10. No tener miedo a llorar. Las lágrimas son la manera en que se cura el alma herida.

11. Darse tiempo para sanar. Estar preparado porque el tiempo siempre transcurre más lento de
lo que se quisiera.

12. Recordar que, aunque hubiéramos hecho o dicho cosas reprochables, la elección de la muerte
la tomó el fallecido. Nadie es la única influencia en las determinaciones sobre la vida de otro.

13. Esperar contratiempos. Las emociones vienen y van como un maremoto, de manera que
frecuentemente la pena hace presencia en los momentos más inesperados, haciendo parecer que
esa experiencia no terminara.

14. Tratar de posponer las decisiones importantes.

15. Darse el permiso de obtener ayuda profesional.

16. Tener en cuenta que la familia y los amigos también están experimentando su grado de
dolor.

17. Ser pacientes con nosotros mismos y con los demás, especialmente con los que hablan sin
comprender lo complejo de la experiencia.

18. Establecer los propios límites y aprender a decir no.

19. Mantenerse alejado de la gente que pretende decir qué deberíamos hacer o cómo deberíamos
sentirnos.

20. Saber que hay grupos de apoyo que pueden ser útiles. Si no puede encontrar uno, pedir a un
profesional para que nos ayude a crear uno.

21. Acudir a la espiritualidad que suele ser de gran ayuda en esta difícil experiencia.

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22. Es común experimentar reacciones físicas derivadas o concurrentes con el proceso de duelo,
como son dolores de cabeza, pérdida de apetito, incapacidad para dormir.

23. Darse el permiso de reír y tener ratos agradables, como parte del proceso de curación, sin
dejar que sintamos que con ello no estamos demostrando amor al ser querido. Recordar que
ellos no nos dejaron el mandato de sufrir para demostrarles que los extrañamos.

24. Expresar todos los sentimientos que se experimentan: enojo, culpa u otros sentimientos,
hasta que drenen y ya no sintamos necesidad de ellos para sentir la presencia del ser querido.
Dejar ir no significa olvidar.

25. Saber que nunca volveremos a ser los mismos, pero que es posible no solo sobrevivir sino
aprender a vivir sin…y, en su memoria, podemos intentar ser un poco mejores de lo que éramos
mientras ellos nos acompañaron.

Ayudar a los niños a lidiar con el suicidio de un ser querido

Los niños son particularmente vulnerables a sentirse abandonados y culpables. Hay que
aprender a escuchar sus preguntas y tratar de ofrecer honestas y sencillas respuestas
apropiadas a su edad.

Los supervivientes con frecuencia buscan consejo sobre cómo explicar el suicidio a los niños. He
aquí algunas sugerencias:

Decir la verdad. En un lenguaje simple, apropiado para la edad, hay que explicarles que su ser
querido murió de una enfermedad - una enfermedad de las emociones y de la mente. Por
ejemplo: "Papá tenía algo como un ataque al corazón, excepto que era un "ataque en las
emociones, que afectó su mente".

Cuando es posible elegir, lo ideal es decirles tan pronto como haya certeza de la noticia. Hay que
ubicar un lugar donde usted y ellos se sientan cómodos. Tranquilizarlos firmemente en relación
a que la muerte no fue culpa de ellos.

En la medida de lo posible, es prudente resistir la tentación de mantener el suicidio en secreto


por temor a que el niño copia el comportamiento de la persona fallecida. Así como las familias
con hipertensión, diabetes o enfermedades del corazón son educados acerca de los signos de
alerta temprana y la prevención, los familiares de los suicidas deben entender las señales de
alerta temprana de la depresión y otras enfermedades mentales para que puedan obtener el
tratamiento adecuado y estar relacionadas con posibles actos suicidas.

A los niños hay que asegurarles que los adultos significativos afectivamente para ellos, estarán
ahí el tiempo que sea necesario, para estar al cuidado de ellos.

Hacerles saber que pueden acercarse a cualquier hora si quieren hablar de ello. Los niños
pueden expresar sus sentimientos a través del llanto, la retirada, reírse o expresando enojo
contra usted o contra otros. Pero también es posible que haya niños que no expresen nada. En
ese caso, simplemente es necesario que los niños sepan que los adultos están disponibles para lo
que ellos necesiten, bien sea ahora o en algún momento posterior.

Para los niños, siempre es útil y mantener las rutinas regulares tanto como sea posible.

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En un evento como estos, no es sano que se les atiborre de regalos sorpresa o que se les
programen viajes para distraerlos. El mayor regalo que se les puede dar a los niños es el
testimonio sincero de los adultos de amor y apoyo. Permitir que expresen sus sentimientos y,
responder a sus preguntas con actitud de acogida y afecto.

Para los supervivientes tanto de suicidios como de otros tipos de fallecimientos, especialmente
los sucedidos de manera abrupta o en circunstancias violentas, una parte esencial de su proceso
de curación es poder experimentar el apoyo y el sentido de conexión que se suele sentir al
compartir su dolor con otros sobrevivientes. La forma más común en que se produce este
intercambio es a través de la participación en espacios de grupos de apoyo. Estos grupos
proporcionan un lugar seguro donde los supervivientes pueden compartir sus experiencias y
apoyarse mutuamente. Es natural sentir un poco de inseguridad de ir a la primer reunión de
grupo de apoyo, pero una vez allí, el hecho de saber que otros comparten experiencias similares
permite que se pueda realizar la apertura emocional que evita que la personan transcurra a
efectos somáticos por no contar con espacios de descarga emocional.

Algunos sobrevivientes se sienten en capacidad de asistir a un grupo de apoyo casi de inmediato,


mientras que otros solo se animan a asistir a un año o dos después de ocurrida la pérdida. De
igual manera, hay quienes asisten constantemente, mientras que hay quienes van sólo de vez en
cuando - en aniversarios, días festivos o días particularmente difíciles. De cualquier manera, la
experiencia nos muestra que, independiente de la manera en que las personas se vinculen a
estos espacios, siempre es mas lo útil y fortalecedor que las personas obtienen que cualquier
aspecto negativo que pudiera suceder. No en vano, como se pregona desde la Fundación Vida
por Amor y desde el Proyecto Experiencia Krisálida en Bogotá, que dirige el autor, hemos
aprendido que, una pena compartida es una pena diluida.

Nota: Algunos apartes son propuestos por The American Foundation for Suicide Prevention.
Sobre el particular y para una visión más amplia, se puede consultar el Libro Sobrevivir al
Suicidio. Contacto: paulodanielacero@gmail.com

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Acero Rodríguez PD. Psiquiatria.com. 2011; 15:26.
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Trabajo seleccionado para su publicación en la revista Psiquiatria.com, de entre los presentados al XII
Congreso Virtual de Psiquiatría Interpsiquis 2011.

Cite este artículo de la siguiente forma (estilo de Vancouver):

Acero Rodríguez PD. Evitar y sobrevivir al suicidio, una misión posible. Psiquiatria.com
[Internet]. 2011 [citado 30 Ago 2011];15:26. Disponible en: http://hdl.handle.net/10401/4329

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