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LA GLOBALIZACIÓN. ¿NUEVO ORDEN O CRISIS DEL VIEJO?

Manuel Delgado Cabeza


Departamento de Economía Aplicada II
Universidad deSevilla.

1. LA IMAGEN DE LA GLOBALIZACIÓN COMO PELDAÑO HACIA EL PROGRESO.

El uso del término globalización, aparecido en los años 80 en las


grandes escuelas americanas de gestión de empresas, -Columbia, Harvard, Stanford,-
se ha extendido desde entonces para hacer referencia a los procesos en los que el
sistema económico se encuentra inmerso, cuyas connotaciones e interrelaciones con
otros ámbitos, -lo social, lo político, lo cultural, -generan una dinámica desde la que se
condiciona y se modula cada vez en mayor medida la vida de los pueblos.

Con frecuencia, la globalización, vocablo que ha invadido el discurso político y


económico convencional, se presenta como un proceso que implica cambios esenciales, únicos y sin
precedentes; novedades sustanciales con respecto a períodos anteriores que llevan a hablar de la
implantación de un “nuevo orden”. Y estas diferencias con respecto al pasado, ruptura aparente con todo
lo anterior, contribuyen no sólo a reforzar la idea de novedad, y por tanto de superación de lo antiguo,
sino también a suponer y propagar una naturaleza positiva, una cara benéfica para un mundo que parece
naciente; un mundo “sin fronteras”, en el que, al mismo tiempo que las fuerzas económicas se liberan de
obstáculos para su despliegue, la evocación del “borrón y cuenta nueva”, empequeñece, e incluso hace
innecesaria, a la historia, abriéndose, “potencialmente” nuevas posibilidades para todos, y
ensanchándose, sobre el papel, los caminos del devenir, siempre hacia el progreso.

Desde esta imagen de la globalización se justifica la necesidad de


adaptarse a sus exigencias, como algo esencial para poder participar de sus efectos
beneficiosos. Incluso aunque en un principio el “ajuste” para tratar de conformarse a los
requerimientos de lo global suponga la asunción de elevados costes sociales o

*
Una primera versión de este texto sirvió de base para la intervención que tuve en el curso de
verano titulado Los nuevos retos de la democracia en los años 90, celebrado en el Colegio
Universitario Domingo Soto de Segovia en Julio de 1996. Posteriormente ha sido publicada por la
editorial Tecnos en el libro colectivo ¿Trabajo voluntario o participación? Elementos para una
Sociología del Tercer Sector.

1
medioambientales. El sacrificio inmediato se presenta, una vez más, como algo
necesario para alcanzar, posteriormente, estadios superiores de prosperidad y
bienestar. El esfuerzo, se entiende que merece la pena.

Sin embargo, la sola aproximación a algunas claves


fundamentales para poder situar los cambios y las transformaciones que se
experimentan bajo la etiqueta de la globalización, nos advierte sobre la necesidad de
traspasar la fachada que ha dado pié a esa representación evocadora de un nuevo
modelo de referencia a seguir.

En estas páginas, voy a tratar de reseñar algunas de las


características de la globalización, con el propósito de subrayar los elementos que
muestran hasta qué punto supone la aparición de un nuevo orden o, por el contrario,
estamos ante un intento de que perviva lo viejo, en una mera prolongación de etapas
anteriores; Hasta dónde predominan la permanencia, o el cambio, en las guías, en los
principios desde los que se gobiernan los procesos sociales y económicos. La
globalización, ansiada como meta desde los ámbitos más “modernizadores” e incluso
“progresistas”, ¿es la solución, o, por el contrario, forma parte del problema? ¿Estamos
ante un nuevo modo de organización en el que las nuevas tecnologías traerán cambios
hacia una sociedad más igualitaria, más descentralizada, menos dualizada, o más bien
“nos estamos trasladando a un período en el que las consecuencias de la modernidad
se están radicalizando y universalizando como nunca”? 1

Para tratar de resaltar los aspectos más claramente asociados


con estas cuestiones se plantea en lo que sigue un breve recorrido que parte de los
rasgos básicos del modelo que ha prevalecido en la etapa anterior para, a
continuación, hacer referencia al significado de la reestructuración en la que entra el
sistema en los años 80, y el papel de los grupos empresariales y de las nuevas
tecnologías, en el modelo productivo que surge como respuesta a la crisis. Las
repercusiones espaciales de la reestructuración y la mundialización, y algunas
consideraciones en torno a sus implicaciones sociales preceden a la presentación de
ciertos denominadores comunes, los llamados “barómetros” de la globalización.

2. EL FIN DE LAS TRES “DÉCADAS GLORIOSAS”.

Desde mediados de los años 60 comienzan a vislumbrarse


algunos síntomas de erosión del modelo fordista; hacen su aparición ciertos signos de
interrupción de la etapa de auge que el capitalismo conoció en la posguerra. De
manera creciente se percibe el agotamiento del esquema de reproducción económica y
social que hasta entonces había estado vigente. Las formas sociales, los mecanismos
y las instituciones que hasta entonces permitían atenuar las contradicciones y los
desequilibrios se convierten ahora en un obstáculo para el crecimiento y la
acumulación.

Empieza el final de una etapa en la que el sistema, en su centro,


1
Giddens 1993, pág. 17.

2
se encuentra inmerso en la llamada “edad de oro”, o “los treinta gloriosos” (1945-1975),
tres décadas del capitalismo que se desenvuelven bajo el predominio de un modelo de
desarrollo que, en su apogeo, infunde confianza y optimismo desde el reinado del
“Estado del bienestar”.

Bajo el título, “La sociedad opulenta”, Galbraith quiso describir el


modelo vigente en esta etapa en los paises centrales, cuya situación viene a ser una
especie de “estación terminal hacia la que dirigen sus esfuerzos e ilusiones todos los
pueblos de la tierra” 2. El modelo, en sus formas sociales de producción y regulación
sigue las pautas del llamado “fordismo”, caracterizado por un conjunto de rasgos entre
los que nos interesa aquí ahora señalar:
1. La organización de la producción tiene lugar en grandes
establecimientos en los que rige el taylorismo, estrategia económica que conlleva la
separación entre la concepción y la ejecución, y una fuerte parcelación y
estandarización de las tareas y los gestos en los procesos de trabajo, ligados a la
producción en cadena de grandes series indiferenciadas 3. De este modo, se
consiguen fuertes incrementos en la productividad. Piénsese, en este sentido, que el
Producto Bruto de 1960, en los siete paises más industrializados, se consigue con el
nivel de empleo de 1870 4.
2. Las normas de distribución se establecen de acuerdo con una
relación salarial estable, como resultado de un pacto social entre capital y trabajo que
institucionaliza el conflicto, de manera que a cambio de la estabilidad de las relaciones
sociales y la adaptación de los procesos de trabajo a los requisitos de la productividad,
como contrapartida se obtienen salarios reales crecientes, seguridad en el empleo y
mejores condiciones de trabajo 5. Al mismo tiempo, se reconocen ciertos derechos a
las organizaciones del trabajo y se extienden ciertos beneficios gestionados por un
Estado, en cierto modo desmercantilizador, es decir, que crea espacios sociales no
presididos por la lógica estricta de la mercancía y la ganancia. Es la época de la euforia
del crecimiento y la acumulación.
3. La composición de la demanda se ajusta al modelo de
consumo de masas, reclamado por las necesidades del crecimiento económico, y el
crédito y la atención al marketing alimentan la caldera de la economía, anunciándose la
generalización de un estilo de vida, en una sociedad de clases medias, centrípeta 6.
Era el sueño de la socialdemocracia, casi al alcance de la mano.
4. Estos aspectos aparecen claramente relacionados con la forma
y las funciones del Estado keynesiano del bienestar, un Estado intervencionista que
viene a jugar un papel fundamental en la regulación económica, manejando la
demanda agregada, tutelando la relación salarial, equilibrando y facilitando el
crecimiento en los distintos sectores productivos 7 a través de un conjunto de
instrumentos que lo convierten en el guardián de un orden en el que las economías
estatales aparecen como unidades en las que prevalece una “comunidad de intereses”
en relación con el bienestar económico de sus miembros.
2
Fabián Estapé en el prólogo a La Sociedad Opulenta de Galbraith, 1969.
3
Coriat, 1982.
4
OCDE, 1996.
5
Boyer, 1995.
6
Alonso y Conde, 1994.
7
Jessop, 1994.

3
En este contexto, los ciudadanos de los Estados parecen
compartir un destino común, dando la impresión de que viajan todos en el mismo
barco. Se trataba, por tanto, de procurar que el barco navegara lo más rápidamente
posible. Su rumbo era, “naturalmente”, hacia el progreso.

Los intereses se hacen así conciliables a través de un


compromiso social en un mundo de pleno empleo en el que el trabajo favorece la
cohesión social y se manifiesta como el principal elemento aglutinador, integrador en el
sistema. Hasta tal punto que la prosperidad de los ricos se presenta como positiva para
todos, al insertarse en una especie de “círculo virtuoso” en el que la consiguiente
inversión (productiva e in situ) que conllevaba una mayor acumulación de riqueza, hace
crecer la renta en el conjunto social, y este incremento, a su vez, procura un
crecimiento del consumo, que, por tanto, conduce al incremento de la producción cuya
consecuencia es la creación de empleo 8. De este modo, el sistema parecía dirigirse
hacia un futuro sin perdedores.

Es más, incluso el Estado, beneficiado de un mayor nivel de


actividad que le permite mayores ingresos, puede desempeñar mejor su papel
benefactor dentro del modelo. Este panorama era el que permitía proclamar al
entonces presidente de la mayor empresa norteamericana, H. Wilson, aquello de que
“lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos y
viceversa”.

3.REOGANIZAR LOS MEDIOS PARA RECUPERAR LOS FINES: LA


REESTRUCTURACIÓN

A las causas que Leborgne y Lipietz 9 señalan como internas -


crisis del propio modo de desarrollo, es decir, del modo de regulación y del régimen de
acumulación- y que Aglieta 10 interpreta en términos de inversión de la tendencia a
largo plazo del coste social de reproducción de la fuerza de trabajo, reflejada en la
crisis fiscal del Estado, hay que añadir un factor externo: la propia mundialización de la
economía frente a los cada vez más inoperantes modos de regulación estatales, o,
como ha subrayado Chesnais, “la dislocación de las formas institucionales de la
economía del Estado frente a la mundialización del capital “11.

Estos factores provocan la caida de los ritmos de la productividad,


la disminución de las tasas de rentabilidad y el deterioro de los ritmos de crecimiento y
acumulación.

Como respuesta a la crisis, se pone en marcha desde el sistema


un proceso de reestructuración, pudiéndose entender por tal “el proceso mediante el

8
Véase Dunford, 1995; Jessop, 1994.
9
Leborgne y Lipietz, 1994.
10
Aglieta, 1979.
11
Chesnais, 1994, pág. 252.

4
cual los modos de producción transforman sus medios organizativos para llegar a
realizar los principios estructurales inalterables de su operación” 12. Es decir, se
produce una reorganización en los medios en busca de mejorar los niveles de
productividad y competitividad, en principio en el núcleo más dinámico del aparato
productivo; nuevas formas en aras de recuperar las tasas de rentabilidad, deprimidas
con el avance de la crisis.

Puesto que los compromisos y las pautas de comportamiento


anteriores no consiguen asegurar la coherencia económica y social necesaria para el
funcionamiento del sistema, con la reestructuración se tratan de imponer otras reglas
del juego. Un cambio sólo en los modos, en lo procedimientos, para poder continuar
consiguiendo los mismos objetivos: garantizar los máximos niveles de crecimiento y
acumulación. La reestructuración va a traer, por tanto, nuevos ropajes para viejos
actores; cambios en las formas que permiten conservar en el fondo la esencia del
sistema 13.

El resorte principal para la racionalización y la expansión de las


operaciones empresariales ha sido, sin duda, la transformación del modo predominante
de organización del trabajo, cambio hecho posible y estimulado por las nuevas
tecnologías de la información, que, han jugando un papel esencial en esta
reorganización, modificando las bases materiales de la organización social en todos
los ambitos, y transformando la manera de producir, de consumir, de gestionar los
recursos, y, en general, de vivir. Estas nuevas tecnologías han facilitado el crecimiento
de la flexibilidad en un modo de desarrollo en el que la información y el conocimiento
pasan a ser fuente principal de productividad, con las consiguientes repercusiones en
las interrelaciones entre la base económica, la organización social y el ámbito simbólico
y cultural.

La otra dimensión fundamental en la reestructuración del sistema


ha sido la mundialización o globalización de la economía, que ha supuesto una
internacionalización acelerada de todos los procesos económicos para incrementar la
rentabilidad y ampliar los mercados. Cualitativamente, la globalización no sólo significa
mayor intensidad en los flujos que atraviesan las fronteras, sino, sobre todo, un fuerte
grado de integración y articulación en los sistemas de empresas e intercambios a nivel
mundial, terreno de juego en el que ahora se plantean las estrategias.

Para Michelet 14, a diferencia de anteriores etapas en las que ya la


internacionalización del capital, en sus modalidades de mercancía y dinero, había
tenido lugar, la globalización implica la mundialización del capital productivo, que se
convierte ahora en el centro del proceso de internacionalización. En este terreno, por
tanto, y con una perspectiva histórica más larga, más que el comienzo de algo nuevo,
se culmina un proceso, extendiéndose hasta completar sus diferentes ciclos 15. Tiene
lugar así, el paso de la economía internacional a la economía mundial.

12
Castells, 1995, pág. 35.
13
Boyer, 1992.
14
Michelet, 1985.
15
Una buena descripción del proceso que ahora se culmina se tiene en Adda, 1997.

5
De modo que ahora las empresas mundializadas coordinan y
planifican la producción a nivel planetario, organizando sus operaciones a lo largo de la
cadena que va desde la investigación y el desarrollo tecnológico (I+D), pasando por la
innovación, la financiación, la producción y la distribución, hasta las ventas finales,
maximizando su rentabilidad a escala mundial 16. Se genera así una economía “con
capacidad de funcionar como una unidad en tiempo real a escala planetaria” 17.

Aunque, como han señalado algunos autores 18, no todo está


globalizado en el ámbito de lo económico. Es más, incluso podría decirse que lo
directamente globalizado es sólo una parte, a veces no mayoritaria, del total. Este es el
caso en relación con los mercados de trabajo y la movilidad de la mano de obra, el
comportamiento de las grandes empresas, muy condicionado por sus espacios
matrices, o la creciente concentración de los flujos comerciales, de inversión y
financieros en torno a los territorios “mejor dotados”.

Sin embargo, está también fuera de duda que los procesos que
giran alrededor del núcleo estratégico y más dinámico de actividades, desde los que se
modulan en gran medida la intensidad y la forma del resto, están vinculados, en todas
las economías, a la globalización. Hasta tal punto que la marginación o la exclusión
vienen a ser en buena parte una consecuencia de la función y el lugar que se ocupe en
relación con lo global. Y casi todo, incluida la fuerza de trabajo, es contemplado por los
actores que protagonizan los principales procesos de generación y apropiación de la
riqueza, desde un punto de vista global. Hoy el trabajo, aunque su movilidad esté muy
limitada y controlada, y las barreras, lejos de ser suprimidas, se vean reforzadas, es un
recurso cuya utilización o exclusión tienen que ver, en gran medida, con estrategias
globales y/o con la posición ocupada en una dinámica fuertemente condicionada por la
globalización.

De modo que, la compresión del espacio y el poder actuar en


tiempo real a grandes distancias gracias a la utilización de las nuevas tecnologías, ha
permitido al capital plantear esta estrategia global, articulándose sin trabas ni ataduras
espaciales o temporales con objeto de reforzar su posición competitiva. En este
contexto tiene lugar una enorme intensificación de los flujos financieros, comerciales y
de inversión directa, crecientemente interconectados y asociados a redes de
organizaciones empresariales que extienden su radio de acción en un mercado global
en el que se hace cada vez más difícil la identificación de los actores y sus
interrelaciones.

Reich 19, utiliza el siguiente ejemplo para ilustrar esta falta de


identidad territorial de las mercancías, que son programadas y fluyen a través de una
tupida “ red mundial” o “trama global” : “los equipos profesionales para hokey sobre
16
Porter, 1991.
17
Castells, 1997, pág. 120.
18
Fundamentalmente quienes han criticado la llamada versión “dura” de la tésis de la globalización
económica. Entre estos autores, cabe señalar, Cohen, 1990; Hirst y Thompson, 1996; Giussani,
1997; Weiss, 1997.
19
Reich, 1993, pág. 118.

6
hielo se diseñan en Suecia, se financian en Canadá y se arman en Cleveland (EEUU) y
Dinamarca, para su distribución en Norteamérica y Europa, respectivamente. Además,
el material con que están hechos es una aleación cuya estructura molecular se
investigó y patentó en Delaware y se fabrica en Japón. Una de las campañas
publicitarias se proyectó en Gran Bretaña; el rodaje del film se efectuó en Canadá, se
montó en Inglaterra y se editó en Nueva York”.

También en la elaboración de un gran porcentaje de productos de


consumo mucho más generalizado nos encontramos con esta maraña de
interconexiones. Así, en la fabricación de un modelo utilitario de Ford participan 16
paises, con espacios que cumplen diferentes funciones y en los que se elaboran las
distintas componentes necesarias para obtener dicho modelo 20. Podríamos descender
en la escala a otros productos todavía más próximos a lo cotidiano en su utilización,
para encontrar modelos productivos parecidos.

Dispersión, y a la vez integración de actividades, cuya trama


resulta difícil de reconocer. Aunque la OCDE 21 nos desvela una de las claves para
este reconocimiento cuando define la globalización como “el estadio alcanzado y las
formas tomadas por la producción internacional hoy... en el cual una fracción creciente
de valor y riqueza es producidda y distribuida a lo ancho del mundo a través de un
sistema de redes privadas de interrelaciones. Las grandes firmas multinacionales,
operando dentro de estructuras de oferta concentradas, y capaces de sacar todas las
ventajas de la globalización económica, se sitúan en el centro de este proceso”. Se
subraya así el papel central de la gran empresa, que encuentra en la globalización un
medio para reforzar su posición en la competencia muncial.

4. EL PROTAGONISMO DE LOS GRANDES GRUPOS EMPRESARIALES.

En efecto, hay una gran coincidencia en que, en la


mundialización, la gran corporación se ha convertido en el “director de orquesta” en esa
red de transacciones internas y externas a la misma, pero cuyo objetivo es promover
sus intereses globales 22. La empresa multinacional, surgida como resultado de un
largo proceso de concentración y centralización del capital, es decir, uno de los viejos
actores de la escena, ha pasado a ser el protagonista, el principal soporte
organizacional de la misma, y el artífice principal de los cambios que la estructura
económica mundial está experimentando en los últimos 20 años 23.

Las formas organizacionales de estas grandes firmas o megacorporaciones 24,


se mueven hacia estructuras globales complejas 25, con frecuencia grupos nucleados
en torno a un centro -matriz- del que dependen financiera y económicamente, y, por
tanto, desde el que se diseña la estrategia concebida a escala global. Una de sus
20
Véase Dicken, 1992, págs 268 y ss.
21
OCDE, 1992.
22
Dunning, 1988.
23
Dicken, 1992.
24
Barnet y Cavanagh, 1994.
25
Dicken, Forsgren y Malmberg, 1994.

7
características claves es su configuración en red y su capacidad para desarrollar
procesos de coordinación flexibles. Esta capacidad se utiliza dentro de la firma, donde
la malla de interrelaciones parece desplazar a las relaciones jerárquicas, y fuera de la
misma, donde se configura una red compleja de relaciones entre firmas.

Frente a la estructura vertical propia del fordismo, se genera de


esta forma un conjunto de relaciones, predominantemente horizontales, en medio de
una creciente fragmentación del sistema productivo, que no debe confundirse con una
disolución del poder y de la capacidad de control, que, contrariamente, aparecen ahora
reforzados gracias al papel de las nuevas tecnologías de la información y de la
comunicación 26.

El ejemplo del grupo empresarial Benetton 27 pone de manifiesto


hasta qué punto las nuevas tecnologías, a la vez que posibilitan la descentralización y
la flexibilidad de las funciones, facilitan la mundialización y la concentración de la
capacidad de control global. En este caso nos encontramos con una red o sistema de
empresas cuyo núcleo se establece alrededor del centro neurálgico del grupo, donde
se sitúan las tareas de dirección, finanzas, concepción y diseño de modelos, marketing,
logística e informática, comprendiendo también una fábrica con 800 empleados que se
ocupa del corte, el tinte y la calidad. El resto de las operaciones productivas se llevan a
cabo en una red de producción descentralizada de 450 empresas subcontratadas en
las que trabajan 25.000 personas. Las ventas se realizan en 4.500 tiendas de
franquicia extendidas por 52 paises y en las que trabajan 40.000 personas.

En este esquema, el modo de organización, en principio, parece


en oposición al del “fordismo”, no sólo porque se ha sustituido la gran fábrica por la
producción descentralizada, sino porque, “pensando al revés”, según la expresión de
Coriat 28, ahora se hace la programación de la producción a partir del conocimiento de
la demanda. Las nuevas tecnologías juegan aquí un papel esencial. La
microelectrónica permite conectar cada tienda con la sede central italiana, para enviar
información detallada de las ventas diarias, con lo cual, la producción es continua y
flexiblemente ajustada a “las preferencias reveladas por el mercado”, siendo ahora
mayor la impresión de que el proceso estuviera gobernado por el principio de “la
soberanía del consumidor”.

En el fordismo se generaba la producción y posteriormente se


trataba de dar salida a lo que se había elaborado. Ahora, dentro de esquemas
organizativos de mayor “eficacia”, se trata de producir sólo lo que ya está vendido,
invirtiéndose el camino fordista, aunque, como se verá más adelante, no el fondo de su
racionalidad. De modo que, de nuevo, más que pensar al revés, se trata en todo caso
de actuar de un modo distinto, aunque pensando en lo mismo.

En mercados muy competitivos y cambiantes, con una demanda


que se ha vuelto inestable, a veces volátil y/o próxima a la saturación, alcanzar o

26
Amin y Robins, 1994.
27
Dicken, 1992.
28
Coriat, 1992b.

8
mantener cuotas importantes, y hacer posible la necesaria expansión, se convierte en
una función clave. De ahí que, ahora, en este nuevo recorrido, el ámbito comercial
adquiera una posición estratégica en la realización y apropiación del valor 29, de modo
que las empresas, como sucede con el grupo empresarial nombrado anteriormente,
deben prestar una especial atención a la fase de la distribución.

Como también nos muestra el ejemplo de Benetton, la firma red


se presenta menos como una ruptura de las jerarquías que como una nueva forma de
organización y gestión de ésta 30, generándose estructuras de oferta muy concentradas
en las que la complementariedad de las actividades contribuye a mejorar la ventaja
competencial de cada una de ellas, dentro de una lógica en la que “más que juzgar la
coherencia del grupo a partir de cada una de las componentes, conviene interpretar la
eficacia de cada componente en fucnción de su sitio en el grupo” 31.

Esta estructura permite maximizar las posibilidades de internalizar


las externalidades, “filiarizar” actividades periféricas (servicios informáticos o
financieros), constituir sociedades especializadas capaces de abrirse al mercado fuera
del grupo, rentabilizando así las inversiones, o subcontratar o externalizar ciertas tareas
(limpieza, restauración, informática, mantenimiento, gestión de tesorería),
transformando costes fijos en variables, ajustables con mayor facilidad. De modo que
en todo este entramado cobran una especial relevancia para la rentabilidad del grupo
las relaciones con otras empresas bajo diferentes formas, que pueden suponer un
mayor o menor grado de satelización, subcontratación, etc.

Pero el principal mecanismo del que se sirve la gran empresa en


la búsqueda de la valorización de un sistema de oferta para desarrollar sus estrategias
globales, es la inversión exterior directa, a través de la cual puede crear empresas,
adquirir las ya existentes, participar en su capital, o promover fusiones o alianzas
estratéticas. Estos procedimientos le proporcionan la posibilidad de penetrar en otros
mercados para excluir a otros concurrentes, y responder de una manera más
adecuada a las exigencias de la demanda, o para poner en marcha mecanismos de
apropiación de activos y riqueza producidos por otros agentes económicos. Se trata,
por tanto, de una forma de poder que permite multiplicar la influencia a través de
distintas formas de participación y control, hacer frente a los mayores costes fijos
(gastos en investigación y desarrollo tecnológico, por ejemplo), o aprovisionarse a
escala mundial de ciertos inputs esenciales, sobre todo los de orden científico y
tecnológico 32.

En este ámbito de la inversión exterior directa, las adquisiciones y


fusiones muestran una clara supremacía sobre inversiones creadoras de nuevas
capacidades, siendo la forma de reestructuración más importante con la que el capital
ha hecho frente a la crisis. En general, las fusiones, adquisiciones y alianzas, unen a
las motivaciones de carácter estratégico otras que podrían considerarse más

29
Coriat, 1992a.
30
Chesnais, 1994.
31
Batsch, 1993, pág. 188.
32
Chesnais, 1994.

9
estrictamente económicas y que se relacionan con la reducción de costes y
racionalización de la producción 33.

El fuerte grado de integración (estratégica y de operaciones)


asociado a estos grandes conglomerados empresariales 34, justifica la importancia
creciente de los intercambios “intrafirma”. Dicken 35, señala en este sentido que más
del 50 por ciento del total del comercio entre Estados Unidos y Japón adquiere la forma
de intercambios dentro de las empresas transnacionales. De este modo, la gran
empresa “internaliza” las transacciones y constituye su propio “mercado interno”,
alejándonos de la ortodoxia dominante con la negación de principios como el de
competencia perfecta o el de la soberanía del consumidor 36. En la misma línea, la
lógica de la internalización de los costes de transacción puede entenderse como
estrategia de los oligopolios que contribuye a salvaguardar y reforzar las ventajas
monopolísticas 37.

Entre los factores relacionados con la integración hay que señalar


también la necesidad de ejercer un mayor control sobre la llamada “cadena de valor”,
es decir, sobre las diferentes fases en las que se genera el valor añadido. Ello supone
un desplazamiento hacia adelante, hacia productos más complejos, que requieren un
mayor grado de elaboración y permiten una mayor diferenciación, con lo cual, además
del mantenimiento y/o la expansión en los mercados, el grupo consigue reforzar sus
posiciones en los productos con mayor tasa de valor añadido. Por otra parte, la
amenaza potencial que para los grupos industriales supone el tamaño de ciertos
grupos constituidos en algunas ramas de servicios, junto a la complentariedad y la
desaparición o difusión de los límites entre la industria y los servicios está detrás tanto
de la internacionalización de ciertos servicios como de la diversificación de los grupos
industriales hacia actividades de servicios como el crédito, el comercio y la distribución.

Siendo lo importante la capacidad del grupo para crear, utilizar y


combinar las distintas formas de valorización del capital, la actividad y la localización
pasan a tener una menor significación, y terminan por acentuarse los rasgos y la lógica
financiera en la inversión de los sectores industrial y de servicios.

La importancia de los grandes grupos empresariales no deja de


crecer en la economía mundial. Motores del crecimiento y la acumulación, la parte del
capital transnacional en el PIB mundial ha pasado del 17% a mediados de los 60 a más
del 30% en 1995, concentrando a su vez los 100 primeros grupos más del 30% del
total mundial de la inversión directa 38. Son las sociedades ganadoras en la
globalización; las que, como señalaba la revista Fortune (5-8-96) haciendo referencia a
las 500 principales, “han traspasado fronteras para hacerse con nuevos mercados y
acabar con los competidores locales”.
33
Hamill, 1996.
34
La importancia de la integración en el nuevo modelo productivo está muy bien desarrollada en la
obra de Veltz. Véase Veltz, 1994, 1995 y/o 1996.
35
Dicken, 1992, pág. 49.
36
Chesnais, 1994.
37
Dunning, 1988.
38
Clairmont, 1997.

10
5.NUEVAS TECNOLOGÍAS, NUEVOS HORIZONTES.

Todo este panorama de la reestructuración se desenvuelve bajo el


impulso de las nuevas tecnologías, que resulta fundamental para resover la crisis que
tiene lugar en la organización del trabajo fordista ante la concurrencia de dos
circunstancias 39. Por una parte, hay una crisis en el terreno de la legitimidad, de modo
que las diferentes formas de resistencia, transformada más tarde en contestación
abierta al taylorismo, pone de manifiesto su vulnerabilidad, su fragilidad ante
interrupciones o interferencias en la cadena de montaje.

Pero también se resienten las propias condiciones de


reproducción de la fuerza de trabajo, a lo que hay que añadir la aproximación a límites
técnicos y económicos de la línea de montaje, que a medida que se profundiza la
parcelación del trabajo ve aparecer dificultades en la eficacia de la programación y en
el incremento de los tiempos muertos. La valorización del capital, se ve, así, afectada.

Ante el agotamiento del modelo se busca un relevo, intentándose,


en un principio, una mayor racionalización dentro de las formas de la organización
taylorista del trabajo, con la incorporación de maquinaria y dispositivos tecnológicos
más sofisticados (líneas de traslado y otras técnicas de automatización en las que hace
su entrada la informática y la electrónica en los años 60). El incremento en la
composición técnica exige acrecentar una producción que no encuentra salida en
mercados crecientemente saturados. A partir de estas dificultades, la depresión, al
mismo tiempo que se pone en marcha, empuja la necesidad de una reorganización
que permita encontrar una salida.

Va tomando así cuerpo una nueva trayectoria tecnológica y


organizacional, que, basada en los principios de integración y flexibilidad, descansa en
las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la información para continuar
profundizando en el control de los ritmos y la optimización de las intervenciones de las
máquinas y de los consumos intermedios. El ahorro de tiempo y un creciente control
del trabajo continúan siendo los propósitos a alcanzar. Y en esa búsqueda de la
eficiencia, ahora bajo un nuevo sistema técnico, se persevera en la línea de
racionalizar los procesos de trabajo, línea que se había consolidado en el período
fordista con la organización del trabajo industrial en su forma moderna y “científica”.

Hasta tal punto se profundiza en los métodos que racionalizan los


procesos de producción que ahora no sólo las actividades industriales, sino también en
gran medida los servicios, incluso personales, (turismo, salud, educación, comercio),
han visto sus sistemas de organización sometidos a principios que implican un fuerte
grado de automatización, programación y control, con la creciente homogeneización y
extensión de métodos económicamente más eficaces con los que hacer frente a una
competencia acentuada. La lógica subyacente en la racionalización imperante en la
sociedad industrial continúa siendo la misma, aunque ahora más extendida. Este es el
39
Se sigue aquí, básicamente, la línea argumental desarrollada por Coriat, 1982.

11
principal argumento para quienes rechazan la idea del tránsito hacia una sociedad
postindustrial, que supuestamente representaría una ruptura histórica con la sociedad
industrial.

Es más, para algunos autores 40, y en bastantes actividades, la


abundancia de grandes cadenas de producción y distribución homogeneizadas
suponen la permanencia, ya no sólo en sus principios, sino también en los propios
modos de organización, de características que tienen mucho en común con el
fordismo.

No obstante, con la utilización de nuevas relaciones técnicas de


producción, en las que las nuevas tecnologías de la información van a jugar un papel
parecido al que desempeñó el ferrocarril en el siglo XIX para la articulación y el
desarrollo de los mercados en los estados modernos, nace un nuevo paradigma
tecnológico, y con él surge también una nueva ortodoxia desde la que se promueve
una nueva visión del progreso social y económico.

Nueva también en su apariencia, porque en el fondo participa de


esa confianza ilimitada en el progreso técnico, tan propia de la cultura industrial, desde
la que se ha venido creyendo que el avance de la técnica podía ser la panacea con la
que derribar cualquier frontera, ahora bajo el poder de fascinación de la informática, la
telemática, la robótica.... Una tecnoutopía desde la que se predica la mejora
generalizada de la calidad de vida, una mayor creatividad individual y colectiva, mayor
participación y más democracia, y una mayor integración social y cultural.

Mientras se dibuja este tecnoparaiso para el futuro, en el presente


la mediación que las fuerzas económicas y sociales ejercen sobre la generación y el
uso de la tecnología, conduce a resultados bien distintos. De modo que, la tecnología,
convertida en una dimensión esencial del despliegue de los grandes grupos
empresariales, elemento fundamental de competitividad y pieza clave en la
profundización de un espacio mundial de mercado único, se sitúa en el centro de una
dinámica claramente desigual en sus efectos.

Por una parte, y a pesar de que en teoría parecían abrirse nuevas


posibilidades, nuevas oportunidades para estimular el protagonismo de actores
económicos hasta ahora con papeles secundarios, (pequeñas y medianas empresas),
la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías, como su uso posterior, han sido,
en realidad, elementos clave en la consolidación de un mayor predominio de las
grandes organizaciones empresariales, para las que la eficacia de la innovación se
impone como una de las claves del mantenimiento de su ventaja competencial 41.

En este contexto, el proceso de sustitución del hombre por la


máquina se ha acelerado, reemplazando ésta ahora no ya tanto a la fuerza bruta como
a la mente humana. De modo que aproximadamente el 75% de la masa laboral de los
paises más industrializados está comprometida en trabajos que no son más que meras

40
Véase Ritzer, 1996.
41
Dicken, 1992; Papanastassiou y pearce, 1994.

12
tareas repetitivas o rutinarias 42. También la creciente eficiencia en el uso de esas
nuevas tecnologías de la información, en medio de una programación de actividades
automatizadas, cada vez más ajustada, supone un control creciente sobre el trabajo 43.

Si a esto unimos otros factores como las reformas del mercado


laboral en busca de una mayor flexibilidad y una menor protección para el trabajo, o la
expansión de la llamada economía informal, la resultante de estos cambios es una
degradación en las condiciones de trabajo y una pérdida de posiciones en las
relaciones con el capital. En este sentido, Castells 44 ha llegado a señalar que en estos
tiempos, “la inversión histórica de las relaciones de poder entre capital y trabajo, en el
contexto del paulatino declive del movimiento sindical, es la piedra angular de la
reestructuración del capitalismo”.

Por otra parte, hoy, el motor del crecimiento económico gira en


gran medida al rededor de la generación, el uso y el control de las tecnologías de la
información y la comunicación. La informática, la telecomunicación y los medios
audiovisuales tejen una red que sostiene el creciente espacio de flujos de información,
fundamental para la creación de nuevas oportunidades en el intercambio y la
expansión de los mercados. En este marco, y como perspectiva, la OCDE 45 señala
que, “el desarrollo, diseño y disponibilidad de los nuevos multimedia conformará, en
gran medida, el comportamiento de la vida social y económica”.

La trascendencia de estas actividades como nuevos yacimientos


de beneficios y su papel clave en el funcionamiento del sistema está propiciando una
fuerte reorganización en la que los grandes grupos multimedia -Los nuevos amos del
mundo 46 -, han entrado en una dinámica de alianzas, fusiones, absorciones y
concentraciones, tratando de tomar posiciones en el dominio de una “infraestructura de
la información global”. En su estrategia, tratan de dominar toda la cadena del proceso
hasta llegar a la difusión y relación con los usuarios de la comunicación, ahora
mercancía generada a gran escala por medios cada vez más condicionados en la
calidad de sus productos y en su independencia, como consecuencia de su imbricación
en grandes entramados empresariales y de su sujeción a las leyes del mercado 47.

En realidad las nuevas tecnologías que han dado lugar a la


“sociedad de la información” -nuevo modelo de referencia-, se han covertido en el
principal mecanismo de legitimación, de continuidad y de reproducción para el sistema,
ofreciéndole la posibilidad de construir lo aparentemente nuevo en beneficio de la
persistencia del orden anterior. Así, las autopistas de la información, propuestas como
caminos del futuro, aparecen, en opinión del propio presidente de Microsoff, como
“intermediarios universales”, medios idóneos para construir un “capitalismo libre de
fricción”, según Bill Gates, en el que “los proveedores de información utilizarán toda

42
Rifkin, 1996.
43
Coriat, 1992a; Ritzer, 1996.
44
Castells, 1995, pág. 54.
45
OCDE, 1996, pág. 14.
46
La Baume y Bertolus, 1995.
47
Ramonet, 1997.

13
clase de técnicas para convencernos de que probemos sus mercancías” 48.

Por eso, señala nuestro personaje, “la metáfora de la autopista no


es totalmente adecuada” para hacer referencia a la red, al sugerir la idea de distancia -
obstáculo- a salvar. “Una metáfora diferente, que creo que se ajusta más a la
descripción de muchas de las actividades que tendrán lugar es la del mercado máximo
o almacén central del mundo”. “Cuando oiga `autopista de la información´ imagine un
mercado o una bolsa de valores en lugar de una carretera” 49 . Se trata, por tanto, de
gigantescos tablones de anuncios planetarios al servicio de la profundización, el
desarrollo y la expansión de los mercados, situándose en la continuación -culminación-
de las diferentes estrategias de venta definidas desde fines del siglo XIX y expresadas
a través de los sucesivos medios de comunicación 50.

6.NUEVAS FORMAS DE DESARROLLO DESIGUAL: UNA ECONOMÍA DE


ARCHIPIÉLAGO.

También para los espacios regionales llegan tiempos nuevos en


los que, en principio, parecía que se iría en favor de la disminución de las
desigualdades territoriales. Ahora se generan nuevas pautas de localización de
actividades, de acuerdo con las tendencias que se han señalado para su organización
dentro del nuevo modelo productivo 51. Un modelo en el que la desregulación y la
supresión de las barreras espaciales, junto con la pérdida de importancia de la
principal característica del teritorio -la resistencia física al intercambio, y el precio a
pagar para reducir esta resistencia- 52, ha llevado a algunos a plantear “el despliegue
de las economías regionales” como el principal soporte para nuevas oportunidades,
nuevos estímulos, potencialidades y espectativas, que, si se saben aprovechar, abrirán
nuevas vías para el desarrollo. Como afirma uno de los defensores de esta visión, “si
la región se aprovecha del sistema internacional -es decir, si se abre de verdad a él- la
prosperidad vendrá dada por añadidura” 53.

En la versión más liberal, la lógica que había venido rigiendo hasta


ahora en la construcción de los territorios ha sido violentamente sacudida,
prevaleciendo ahora un nuevo escenario cada vez más “aterritorial”, en el que, sin
trabas políticas e institucionales, y emancipado de los efectos de las fronteras y otros
obstáculos, el mercado impondrá los fundamentos de una sociedad mundial gobernada
por las reglas del intercambio. Esta visión es la que ha dado pié a hablar del “fin de los
territorios” 54. Sin embargo, como han subrayado diversos autores 55, la globalización
está muy lejos de traducirse en una dinámica indiferente a los distintos espacios,
porque la economía continúa reclamando articulaciones fuertes con los territorios, y ,

48
Gates, 1995, pág. 165.
49
pág. 6.
50
Shiller, 1997.
51
Una síntesis de las nuevas formas de localización de actividades se tiene en, Caravaca, 1997.
52
Veltz, 1996.
53
Ohmae, 1996, pág. 47.
54
Badie, 1995.
55
Entre ellos, pueden verse Veltz, 1996; Delapierre, 1995; Castells, 1997.

14
en definitiva, con las sociedades que los ocupan, con los pueblos, con sus diversidades
ancladas en la historia, resultado de largos procesos que han llevado a “construcciones
sociales” diferentes.

De nuevo en este ámbito, los derroteros por los que ha discurrido


la realidad vuelven a parecerse más a esquemas anteriores, en los que prevalecía una
dinámica de desarrollo desigual, ahora bajo nuevas formas, que a comportamientos
igualitarios y equilibradores 56. De modo que, “la competencia exacerbada entre
espacios regionales para captar inversiones, empleos y recursos, acentúa las
desigualdades territoriales y sociales” 57, en favor de los “mejor dotados”.

Porque la valorización de los espacios se hace en función de la


presencia en ellos de una serie de factores que tiene un carácter ampliamente
acumulativo. No sólo la presencia o no de recursos, infraestructuras y equipamiento,
juega en favor de la localización de inversiones, sino una atmósfera en la que las
economías de aglomeración, “lo relacional”, como han denominado algunos autores, la
lógica y las ventajas de la proximidad 58, generadas en torno a factores como la
densidad de relaciones de los tejidos urbanos y regionales, la cercanía al mercado y la
demanda para poder responder a rápidos cambios de ingresos, preferencias, etc, así
como el acceso a fuentes de generación de tecnología y conocimiento, las
potencialidades de intercambio de información e innovación, el dinamismo de la clase
empresarial y su capacidad innovadora, y otros elementos institucionales y culturales,
son características que adquieren cada vez mayor peso en la localización espacial de
actividades.

Por otra parte, la competitividad se define ahora no tanto desde


los costes o precios directamente como desde un poder de mercado que hace uso de
estrategias empresariales en relación con los gastos en investigación y desarrollo
tecnológico, el papel del diseño, la imagen y las marcas, la diferenciación de productos,
los gastos en promoción y publicidad y otros elementos cuyo caldo de cultivo se
encuentra muy disminuido en los débiles tejidos empresariales de las regiones
periféricas.

En definitiva, en medio de nuevos factores de localización de


actividades, la construcción de espacios competitivos privilegia a las empresas y los
espacios centrales, en una dinámica en la que la productividad es cada vez menos el
resultado de sumar las productividades de las distintas operaciones, y cada vez más
una consecuencia de cómo se organicen éstas. A esta productividad, que depende
más de la densidad, y, sobre todo de la “pertinencia” y la “eficacia” de las relaciones en
tre los actores de las cadenas productivas, entre las distintas funciones dentro de la
empresa (oficina de estudios, servicio de marketing, producción, servicios comerciales,
etc), entre las empresas, sus suministradores y sus clientes, se le ha llamado
productividad sistémica 59. De modo que ahora los resultados expresan en gran

56
Méndez y Caravaca, 1996.
57
Bihr, 1994.
58
Véanse Pecqueur, 1995; Veltz, 1995 y 1996.
59
Veltz, 1996.

15
medida la capacidad de organizar “eficazmente” interacciones, siendo la organización
un asunto que depende cada vez más del contexto en el que tiene lugar.

Así puede explicarse la elección para la localización de


establecimientos empresariales, de lugares en los que los recursos pueden resultar
más caros, pero más “eficazmente” empleados y combinados, haciéndose las
unidades productivas crecientemente sensibles a las condiciones del entorno.

Todos estos elementos actúan como fuerzas centrípetas que


alimentan las tendencias hacia la reconcentración territorial de actividades al mismo
tiempo que se refuerza la marginación de cada vez más amplios espacios que ven
reducirse su poder de atracción. En el caso de Europa, la concentración de los centros
de decisión, y de la riqueza alrededor del eje Londres-Bruselas-Franfort-Milán, y la
consiguiente exclusión de las regiones menos favorecidas de los procesos de
crecimiento y acumulación, define una desigual dinámica económica y social
claramente constatada 60.

Por este camino, unas pocas regiones o áreas metropolitanas


están llamadas a disputarse los mercados y los flujos mundiales. Entre las españolas,
Cataluña es la que aparece con más frecuencia incluida en este conjunto de espacios y
sociedades hegemónicas 61. Son “las regiones que ganan” en la globalización, los
espacios capaces de imponer su política económica cuando el estado keynesiano de
bienestar ha sido reemplazado por el estado shumpeteriano de la eficacia, conducido
por las reglas de la competencia global 62. Eliminadas las barreras y borrados los
límites que imponían las fronteras estatales, al aire “libre” de los vientos del mercado,
se amplifican las fortalezas y las debilidades de los espacios regionales.

Se configura así un conjunto de espacios de alta densidad de


relaciones y flujos económicos y financieros, que reflejan la superioridad de estos
territorios como espacios privilegiados para la valorización del capital, fuertemente
integrados y comunicados entre sí, que conforman un archipiélago frente al resto de
territorios, sociedades periféricas que permanecen sumergidas en las profundidades
del océano, cada vez más alejadas, olvidadas y subordinadas, y cuyo papel en el
sistema es decreciente 63.

7.ESTADO,MERCADO Y SOCIEDAD.

En esta etapa del sistema, a la que algunos han denominado


“postfordismo”, el dominio más avanzado de la mundialización, el campo donde más se
ha profundizado en la globalización, ha sido la esfera financiera. En este ámbito de la

60
En este sentido, pueden verse, Amín y Tomaney, 1995; Sadler y Hadjimichalis, 1996, donde se
tiene a su vez una amplia bibliografía sobre los procesos de crecimiento desigual en Europa.
61
Petrella, 1993.
62
Jessop, 1994.
63
Etxezarreta, 1993; Delgado Cabeza, 1996.

16
economía, la velocidad y la intensidad con que se mueve el capital ha sido uno de los
factores que en mayor medida ha contribuido al ya citado anuncio del fin de los
territorios, precedido, como se sabe, por el del fin de las ideologías - presuntamente
sustituidas ahora por el “pensamiento único” 64 -, y del fin de la historia, bajo la
hegemonía del mercado, “estado natural de la sociedad” 65.

Estos mercados financieros, han llegado a un alto grado de


autonomía, del cual puede ser un buen indicador la fuerte explosión de sus
movimientos internacionales en relación con las actividades productivas. El volumen
monetario de compra y venta de títulos ha superado el valor del PIB de los 7 grandes
paises, y los intercambios de mercancías representan, aproximadamente sólo el 3%
del total del volumen de transacciones en los mercados internacionales 66. Las
transacciones en los mercados financieros crecen, además, a mucha mayor velocidad
que el resto de los intercambios, habiéndose multiplicado por 10 en la década de los 80
67
. Esta llamada “burbuja financiera” está hoy en el epicentro de lo que Bourguinat 68
ha llamado la economía internacional de la especulación, en la que el beneficio se
engendra a partir de tomas de posición motivadas por espectativas de modificaciòn del
precio de los activos.

De modo que, por una parte, los mercados financieros han llegado
a ser gendarmes y jueces de la economía mundial, que, liberados de todo tipo de
trabas y regulaciones, introducen un alto grado de inestabilidad en el sistema. Hasta tal
punto que se aprecia un cambio en la propia naturaleza de la incertidumbre, que ahora
resulta más incontrolable. Con los inconvenientes que esto tiene para el
desenvolvimiento de la inversión real, a la que conviene una atmósfera contraria a este
ambiente incierto en el que el riesgo se dispara. Pero, por otro lado, esta economía en
gran medida virtual, o intangible, integrada por activos “desmaterializados”,
representativos a veces de un espacio financiero artificial, es una fuente de “riqueza”
que escapa a la red contable de la economía convencional y a su vez es un
mecanismo generador de desigualdades en contra de quienes no los poseen, es decir,
de la gran mayoría 69.

La mundialización de la economía, con el creciente protagonismo del


mercado, está liberando al capitalismo de las reglas, procedimientos e instituciones que
permitieron construir el “contrato social” del llamado Estado del bienestar, que ahora se
convierte en un obstáculo para la acumulación. La supresión de las barreras acrecienta
las posibilidades de mercantilización, que llega a todos los ámbitos de la vida,
imponiéndose restricciones muy importantes sobre los Estados y los Gobiernos. En
este sentido, recientemente el gobernador del Banco de España afirmaba que “ha
habido un desplazamiento de poder de los gobiernos a los mercados, de modo que los
gobiernos deben buscar la consecución de sus objetivos por caminos que no susciten

64
Ramonet, 1995.
65
Minc, 1994.
66
Chesnais, 1994.
67
Dicken, 1992.
68
Bourguinat, 1995.
69
Naredo, 1996.

17
las reticencias, el desvío o el castigo de los mercados” 70. (Fernández Durán,1996). De
modo que elementos claves en la regulación y el funcionamiento de una economía,
como la tasa de cambio, la tasa de interés, la deuda o el gasto público, están
supeditados a las leyes del mercado.

En el mismo sentido se expresaba con rotundidad el actual


Secretario de Estado de Economía, cuando declaraba refiriéndose al gobierno del que
forma parte: “Trabajamos para los empresarios, pues ellos son los que crean empleo”,
(Dinero,14/4/97). Condicionantes del poder político en este caso explícitamente
reconocidos, que traducen la dependencia de los gobiernos, en cuanto a la
consecución de sus objetivos, de la marcha de una economía cuya dinámica está
crecientemente determinada por decisiones de agentes privados.

En relación con esta dependencia, Wallerstein y Przeworsky 71


(1986:246), señalaban, para hacer referencia a un rasgo estructural del sistema, que
“los gobiernos encuentran de su mayor interés abtenerse de toda acción que haga a
los propietarios del capital tomar decisiones adversas a la marcha de la economía”, de
forma que “no sólo el Estado, sino la sociedad como un todo es estructuralmente
dependiente del capital”. Esta subordinación derivada de lo que Bourguinat denomina
“la tiranía de los mercados”, que pone cada vez más en entredicho el contenido de
conceptos como el de la propia democracia formal predominante en las sociedades
occidentales, lejos de ser nueva, traduce de manera acentuada en esta fase del
sistema, lo que ya se había venido definiendo como una de sus catacterísticas
esenciales: la dependencia estructural del capital.

Precisamente es esta dependencia la que está detrás de los


cambios experimentados por el papel del Estado, que ha debido adaptarse a los
nuevos requerimientos de la acumulación de capital. Éstos han llevado ahora a la
desaparición del Estado como articulador de estrategias reguladoras, pasando el
mercado a desempeñar el protagonismo en la regulación. Se asiste así a la retirada del
Sector Público de la intervención directa en la esfera productiva, quedando en manos
del sector privado el control de los procesos de generación, apropiación y utilización
del excedente económico, y, por tanto, del crecimiento y la acumulación. No obstante,
el Estado continúa jugando una función importante, facilitando la preponderancia de las
fuerzas del mercado en la regulación del funcionamiento del sistema, estableciendo las
condiciones necesarias para el desenvolvimiento de la actividad económica.

La intervención estatal se centra en definir formas más flexibles de


regulación de las relaciones entre trabajo y capital, modificando el marco de las
relaciones laborales. Al mismo tiempo, la crisis del llamado “Estado de Bienestar” trae
consigo una reducción del gasto público, sobre todo de las partidas dedicadas a gastos
sociales o gastos “improductivos”. Es ahora un Estado “remercantilizador” bajo formas
mediante las cuales los servicios públicos se encarecen, reducen su ámbito de
cobertura y/o se privatizan, sometiéndose también a las leyes del mercado 72. Desde el

70
Citado por Fernández Durán, 1996.
71
Przeworsky y Wallerstein, 1986, pág. 246.
72
Véanse a este respecto Alonso, 1997a; Anisi, 1995; Torres López, 1994 y 1996.

18
Sector Público se priorizan ciertos gastos “productivos”. En especial los que
constribuyen a la dotación de infraestructura y telecomunicaciones, al fomento de la
investigación y el desarrollo tecnológico y, en general, a favorecer los procesos de
globalización.

En este sentido, resulta paradógico que, cuando más se preconiza


el rigor presupuestario y se arremete contra el déficit, más se hace cargar al Estado
con los costes que genera la reestructuración y la globalización. Así ocurre con las
jubilaciones anticipadas, las regulaciones de empleo, las subvenciones para
incrementar la productividad, o los incentivos para fomento del empleo, sosteniéndose,
al mismo tiempo, cada vez en mayor medida, las actuaciones del Estado a partir de las
financiación obtenida de las rentas salariales, la pequeña propiedad y la actividad
profesional. Estamos, por tanto, en presencia, de un capitalismo que, siendo
fuertemente asistido, preconiza la conveniencia de liberalizar, desregular y dejar
funcionar al mercado 73.

La disminución de los niveles de protección y asistencia, y


la falta de capacidad de regulación, coincide, y vuelve a aparecer la paradoja, con el
momento en el que, precisamente una mayor proporción de la población la necesita.
Como resultado de este conjunto de factores asociados a los procesos de globalización
se genera, antes que un “nuevo orden”, una creciente situación de desorden e
ingobernabilidad, que se agudiza contemplada a escala planetaria -global-, y adquiere
tintes especialmente graves en los paises del “Sur” 74.

Pero para hacernos una idea de la estructura social que engendra


la globalización no es necesario desplazar la atención del centro del sistema, y, en este
sentido, puede resultar ilustrativo considerar algunos de los rasgos que describe Robert
Reich, exministro de trabajo de Clinton, sobre el caso de EEUU en su libro El Trabajo
de las Naciones. Hacia el Capitalismo del Siglo XXI (1993). Entre otras cosas porque
se trata de lo que está sucediento en el modelo de referencia, en lo que algunos
piensan que debe ser el futuro para otras sociedades.

En primer lugar, sólo 1/5 de la población ocupada aparece como


ganadora en el proceso de mundialización. El resto serían perdedores. Esta minoría o
élite privilegiada está compuesta por lo que Reich denomina analistas simbólicos, es
decir, altos ejecutivos, investigadores, ingenieros, banqueros, publicistas, y otras
ocupaciones ligadas a servicios insertos en la cúpula de la globalización. El resto de los
que trabajan han visto sus condiciones de trabajo degradarse sustancialmente.
Desempeñan trabajos cada vez más rutinarios de producción o de servicios -
seguridad, limpieza, camareros, etc- y han entrado en el círculo vicioso de la
precariedad y la pobreza, en un claro proceso de polarización fragmentada en el que
las estructuras sociales, como ha señalado Mingione, “se están diversificando cada vez
más, al mismo tiempo que las microtipologías tienden a concentrarse en torno a dos
polos fundamentales que difieren mucho en relación con las condiciones de vida y la

73
Fernández Durán, 1996.
74
Fernández Durán, 1997; Montes, 1996.

19
cantidad y calidad de los recursos sociales disponibles” 75.

De tal modo que hoy, el trabajo, en los paises centrales, en las


condiciones en que tiene lugar, ha pasado de ser núcleo principal de cohesión, situado
en el centro mismo de la “cuestión social”, y fuente primordial de riqueza, a ser un
elemento de fragmentación e incluso de generación de nuevas formas de pobreza,
subordinado a las necesidades de los mercados, de la competitividad, y del avance
“imprescindible” e “inevitable” de la tecnología, que adquiere ahora el máximo
protagonismo en su consideración de elemento central, fundamento de la generación
de riqueza 76.

Por otra parte, como también se subraya para el caso de EEUU


en el libro citado, la fragmentación y la desestructuración han conducido a una mayor
separación de intereses entre los situados arriba (minoría privilegiada) y los de abajo
(mayoría damnificada). Ya no están todos los ciudadanos en el mismo barco. En todo
caso van es distintas balsas con rumbos diferentes, y empieza a haber más náufragos
que navegantes, apareciendo los intereses de los damnificados en mayor medida
antagónicos frente a los que se presentan como generales. De modo que los círculos
virtuosos han dado paso a círculos viciosos, o, como han señalado Perret y Roustang
77
, si alguna vez existió una simbiosis entre progreso económico y progreso social hoy
claramente ha desaparecido. Estamos ante el gran fracaso de la mano invisible como
conciliadora de intereses.

En este contexto, se plantea Reich, “¿cómo podría la minoría


privilegiada protegerse a sí mismo, a sus familiares y sus propiedades, de los ataques
de una población apartada, cada vez más numerosa y desesperada?. La tranquilidad
potencialmente ofrecida por legiones de guardias de seguridad, sofisticados sistemas
de alarma y una multitud de prisiones, es limitada” 78.

Análoga preocupación comparte Rifkin cuando describe el


progreso del desorden como consecuencia de la situación del empleo y la cada vez
mayor polarización entre ricos y pobres en Estados Unidos, donde “Atrapados en una
espiral sin fin y sin redes de seguridad para evitar su posible caida, un creciente
número de americanos desempleados o inútiles para el empleo terminarán cayendo en
el crimen como única forma de superviviencia. Apartados de la gran aldea global
tecnológica, tan sólo serán capaces de hallar formas de sobrevivir, tomando por la
fuerza aquello que se les niega por parte de las fuerzas del mercado” 79.

El cuadro social engendrado por la globalización genera un


crecimiento de los comportamientos sociales desordenados o desviados y patológicos,

75
Mingione, 1993, pág. 531.
76
Hay que recordar que el enfoque neoclásico acabó con el papel predominante del trabajo como
fuente de valor, centrándose la atención en este sentido en la función del capital. Para un análisis
sobre las implicaciones de la interpretación que desde la visión convencional se hace sobre el
papel del trabajo en el nuevo modelo productivo puede verse Alonso, 1997b.
77
Perret y Roustang, 1993.
78
Reich, 1993, pág. 297.
79
Rifkin, 1996, pág. 253.

20
individuales y grupales, un incremento de policía y a la vez de población reclusa, como
también se acrecienta la criminalidad organizada o la violencia neonazi. En definitiva,
este clima deteriora el consenso y propicia la deslegitimación de muchos de los
elementos que sustentan el orden establecido. Desde el poder se intenta restaurar la
legitimidad y la integración a través de la apelación a la inseguridad y el miedo o del
uso de los medios de comunicación, que contribuyen a crear una realidad virtual desde
la que resultan menos visible el paro, la marginación, la pobreza y en general la
situación de precariedad de una parte creciente de la población 80.

Este panorama ha deteriorado gravemente la imagen del centro


como modelo de referencia. Por primera vez, y esto sí es realmente nuevo, el
arquetipo, el patrón, el norte, se ve claramente en entredicho, habiéndose infiltrado
dentro del propio sistema la duda sobre la posibilidad de seguir adelante con el mismo
rumbo. Así lo atestiguan informes elaborados por los organismos internacionales -
ONU, Banco Mundial, FAO, UNCED, MIT y otros- en los que se ponen de relieve los
límites sociales y medioambientales del modelo de desarrollo vigente.

8.LOS BARÓMETROS DE LA GLOBALIZACIÓN.

En los numerosos trabajos que se han realizado sobre las


características de la mundialización, podemos encontrar unos denominadores
comunes, Thrift 81 ha identificado tres, a los que ha denominado “barómetros de la
globalización”. En primer lugar, se refiere a la llamada “ilegibilidad”, como característica
asociada a esta nueva fase del capitalismo, en la que, la creciente complejidad de “un
mundo hiperactivo” y el peso, también en ascenso, de las imágenes creadas sobre el
mismo, dificultan su lectura, su comprensión. La enorme densidad de flujos de
información, generados en gran medida en beneficio de empresas y mercados,
produce como resultado una realidad más difícil de interpretar.

En este contexto en el que la realidad se separa de su propia


imagen, se hace más difícil, no sólo discenir las causas de los problemas, sino también
autosituarse, y, en general, identificar las posiciones de los agentes y su grado de
implicación y responsabilidad en los procesos económicos, sociales y/o culturales 82.

El segundo de los “barómetros”, en estrecha relación con el


anterior, se refiere a la hipermovilidad, expresada a través de un nuevo espacio
económico, el espacio de flujos, que permite “el despliegue de la lógica funcional de
las organizaciones detentadoras del poder en redes de intercambio asimétricas que no
dependen de las características de ninguna localización específica para el
cumplimiento de sus metas fundamentales” 83. La red de flujos facilita que esas
organizaciones puedan escapar a la lógica social inherente a cualquier lugar particular,
y, a su vez, contribuye a difuminar la identificación, la localización, de problemas, y,

80
Fernández Durán, 1997.
81
Thrift, 1996.
82
Jameson, 1991.
83
Castells, 1995, pág. 483.

21
sobre todo, de responsabilidades.

La compresión del tiempo y el espacio es el tercer barómetro,


traducido según Harvey 84, por una parte en el crecimiento de la mercantilización de
todas las esferas de la vida, y por otra en el trastorno en nuestra representación del
espacio y el tiempo que esta compresión ocasiona.

Los tres “barómetros” tienen relación con las transformaciones


que están teniendo lugar en las sociedades, las economías y las culturas como
consecuencia del funcionamiento de un nuevo modo de desarrollo 85, y, a su vez, con
modificaciones en la naturaleza del espacio y el tiempo, sobre todo en lo que se refiere
a su incidencia sobre la capacidad para comprender dichas transformaciones.
Procesos y acontecimientos que discurren a mayor velocidad y cuyo desarrollo en el
espacio da lugar a una nueva noción de distancia, generándose un espacio global, que
es ahora el terreno de juego en el que el capital se desenvuelve.

Pero estas coordenadas que enmarcan los nuevos tiempos son


mucho menos novedosas de lo que se pretende. Por el contrario, tienen ya una larga
historia. Así sucede con la desorientación, confusión o enajenación asociada a los
probremas de percepción e identidad, en medio de un ambiente fuertemente inestable,
rasgos todos ellos ya presentes en la que Mundford denominó “disparatada ciudad
industrial” del siglo XIX, donde la mayoría de la población se veía sometida a “un
estado de inseguridad permanente” en el que, bajo la influencia de la moderna cultura
de la máquina, “vivía de prestado, lejos de la naturaleza del mundo exterior y no menos
alejados de su propia naturaleza” 86.

Del mismo modo, la vida moderna se viene dibujando, desde sus


inicios, en términos de velocidad y flujos, y aunque el cambio en la intensidad acarree
mutaciones también cualitativas, en esencia la importancia de los flujos y su celeridad
ha sido una característica asociada a las necesidades de la acumulación. Recuérdese
que el desarrollo del comercio, ligado al progreso de los transportes, fué la base
material para que pudiera iniciarse el capitalismo, un sistema en el que la movilidad y la
aceleración de los ritmos que gobiernan los procesos de producción, distribución e
intercambios, ha venido presidiendo, como norte, la dinámica económica. Desde los
inicios, el empresario acumulaba capital “ampliando la escala de sus operaciones,
acelerando sus ingresos y descubriendo nuevos territorios para la explotación” 87.

En esta dirección, el ferrocarril y el telégrafo fueron, en el siglo


XIX, las innovaciones que en mayor medida impulsaron un nuevo espacio de continuo
movimiento, en un mundo en el que, a la inseguridad e inestabilidad -también
condicionada por el vértigo de la velocidad- se unió la sensación de que se iba
demasiado deprisa. La aceleración técnica y su creciente difusión y expansión

84
Harvey, 1989.
85
El concepto de modo de desarrollo, como conjunción de un régimen de acumulación y de un tipo
de regulación puede verse desarrollado en Boyer, 1992 o en Castells, 1995.
86
Mundford, 1945, pág. 329.
87
Mundford, 1971 pág. 42.

22
geográfica, sostén del entramado del mundo moderno, es un fenómeno indiscutible de
los últimos doscientos años 88.

Las fuerzas de esta aceleración, creaban, por tanto, su propia


espacialidad, y, más concretamente, daban lugar a que se percibiera una creciente
supresión de las distancias. Aniquilación del espacio por el tiempo en la carrera hacia el
progreso, que en la actual fase del sistema se traduce en esa compresión del tiempo y
del espacio a la que se hizo alusión como tercer “barómetro”. A su vez,este
protagonismo del progreso técnico, reforzado por la expansión geográfica y la
diversificación productiva, a cuyo impulso se multiplican las mercacías y los servicios,
corrió paralelo desde el principio con la penetración de la racionalidad mercantil en
ámbitos de la vida humana cada vez más extensos.

En definitiva, con los “tiempos modernos”, nace un nuevo mundo


asociado a una nueva actitud, una nueva concepción del tiempo y el espacio, en la que
hoy estamos instalados, aunque haya cambiado la escala a la que se desenvuelven los
acontecimientos. El tiempo pasó entonces de ser orgánico, sucesión de experiencias,
medido por los acontecimientos que lo llenan, a ser mecánico, abstracto, marcador de
ritmos, de secuencias, esencial para la nueva “racionalidad”, para la nueva
organización de la vida y el trabajo. Esta nueva concepción del tiempo trae consigo una
nueva representación de la realidad espacial. Había empezado la aniquilación del
espacio por el tiempo, y el afán por la conquista de ambos.

En este marco, consolidado por la revolución industrial, se


produce un desplazamiento desde los valores vitales y de uso hacia los valores de
cambio, monetarios; desde la riqueza inmobiliaria a la mobiliaria, creándose así una
forma crecientemente autónoma y unificada de riqueza, separada y liberada
progresivamente de límites físicos. De modo que, “el sistema entero fué tomando cada
vez más una forma abstracta; se ocupaba de “no productos”, de futuros imaginarios, de
ganancias hipotéticas” 89. Es el paso de lo tangible a lo intangible, de lo material a lo
inmaterial, culminado en la actualidad, de la mano de las nuevas tecnologías, con el
peso creciente de la “economía virtual”, en la que “todo sucede como si el tiempo y el
espacio hubieran desaparecido para cederle el sitio a una amplia red inmaterial de
interdependencias” 90.

Como Polanyi señaló en 1944, el sistema que se había impuesto


a partir de las primeras décadas del siglo XIX, -nueva organización social en la que
unos hombres compran a otros su fuerza de trabajo con objeto de acumular riqueza
material,- por primera vez en la historia, y, por tanto, lejos de poder ser considerado un
orden “natural”, pretendía asegurar la satisfacción de las necesidades humanas
constituyendo la esfera económica como una esfera distinta e instaurando el poder de
los mecanismos abstractos e impersonales de un mercado supuesto “autorregulador”,
que necesitaba, crecientemente, verse liberado, desembarazado de cualquier
obstáculo.

88
Esta A este respecto pueden verse Mundford, 1971: Sampedro, 1975; Naredo, 1996.
89
Mundford, 1971, pág. 40.
90
Passet, 1996, pág. 33.

23
Control del sistema económico por el mercado cuyos efectos
sobre la organización de la sociedad se traducirían, simplemente, en que ésta sería
gestionada en tanto que auxiliar del mercado. “En lugar de que la economía se vea
marcada por las relaciones sociales, son las relaciones sociales quienes se ven
encasilladas en el interior del sistema económico”. De modo que, según Polanyi,
“permitir que el mecanismo del mercado dirija por su propia cuenta y decida la suerte
de los seres humanos y de su medio natural, e incluso que de hecho decida acerca del
nivel y dela utilización del poder adquisitivo, conduce necesariamente a la destrucción
de la sociedad. Y esto es así porque la pretendida mercancía denominada `fuerza de
trabajo´, no puede ser zarandeada, utilizada sin ton ni son, o incluso ser inutilizada, sin
que se vean inevitablemente afectados los individuos humanos portadores de esta
mercancía peculiar”...”abandonar el destino de la naturaleza y de los hombres a las
leyes del mercado equivale a aniquilarlos” 91.

Con la modernidad, se intenta organizar la vida sobre la base de


acciones individuales guiadas por el utilitarismo, bajo la racionalidad pretendidamente
universal del “homo oeconómicus”; en contraste con situaciones anteriores, y de
acuerdo con la visión que se impone desde el nacimiento de la economía
convencional, es el comportamiento mercantil el que permite al hombre alcanzar sus
objetivos, -es el “hombre unidimensional” de Marcuse-. En este contexto, “el mercado
tiende a ser el único modo de comunicación social, incluso entre quienes están
íntimamente relacionados” 92 (Berthoud,1992:83).

Para esta concepción, como ha señalado Naredo,(1996: ), “el


egoismo utilitarista jugaba en el campo de lo económico un papel semejante a la
gravitación universal en el mundo físico: gobernaba el comportamiento de los átomos
individuales, de forma que al enfrentarse en el mercado arrojaban los mejores
resultados para el conjunto si se evitaban interferencias perturbadoras”,
estableciéndose desde estos presupuestos una visión parcelaria, y causal, de un
mundo supuestamentamente regido por leyes mecánicas, universales y objetivas, en el
que la máquina parece liberar de restricciones anteriores y la eficacia y el rendimiento a
corto plazo se imponen en una relación asimétrica con el medio físico. La naturaleza
comienza a ser tratada como recurso que sólo adquiere valor en su explotación para el
crecimiento económico 93.

El armazón del ámbito de lo económico se monta sobre una triple


separación o “liberación”. Separación, de lo ético, de lo social, y de lo físico. Y aparece
así un universo aislado de valores monetarios moviéndose en apariencia con un alto
grado de autonomía, y cuyas oscilaciones, relaciones y tendencias se alimentan desde
el propio ámbito de lo económico. En este contexto, la economía acaba reduciéndose a
una técnica que se ocupa del comportamiento de ciertas variables, o agregados
monetarios que se desenvuelven en un nivel meramente mecánico, aislado de lo social
y de lo natural.

91
Polanyi, 1989, págs. 128 y 216.
92
Berthoud, 1992, pág. 83.
93
Véanse Sachs, 1993; Shiva, 1992.

24
Estos son algunos de los hilos que mueven la trama del mundo
moderno, que tienen una continuidad muy clara en un proceso que llega a nuestros
días. Precisamente esa persistencia es la que lleva a Thrift 94 a denominar a los
“barómetros” de la globalización, indistintamente, “barómetros” de la modernidad. Por
encima del afán de ruptura con el pasado que prevalece en la imagen predominante.

Una modernización que viene a ser, tal como se ha concebido y


desarrollado, el camino de la liberación del poder económico de trabas -físicas, morales
y sociales, que ha llevado a la culminación de la “mercolatría” reinante en el panorama
actual, donde el neoliberalismo más exacerbado pretende presentarse como una
nueva etapa que sucede al fordismo, como un nuevo modo de desarrollo que viene a
resolver su crisis, y que se ha presentado bajo la etiqueta de post-fordismo.

Se tiene ya suficiente perpectiva como para poder aceptar que en


el sistema no existe un conjunto coherente y estable de relaciones entre producción,
distribución y consumo que garantice un crecimiento económico bajo el cual las
tendencias a las crisis estén contenidas, mediatizadas o al menos pospuestas 95. No
puede hablarse, por tanto, de acuerdo con el propio enfoque regulacionista, de un
régimen de acumulación instalado para suceder al fordismo. Por otra parte, tampoco
existe un nuevo compromiso social que sostenga un nuevo modo de regulación social,
sino más bien un vacío regulador que deja hacer al mercado, sin reglas que definan un
orden regulatorio global 96. De modo que el llamado post-fordismo, “es parte del
problema, y no parte de la solución” 97.

Por otra parte, la crisis no puede reducirse a la crisis del fordismo,


aunque esta sea una dimensión del problema. En este sentido, Chesnais señala que
el sistema, en su centro, “muestra su incapacidad para gestionar la existencia del
trabajo asalariado en tanto que forma predominante de inserción social y de acceso a
una renta” 98, mientras que, el capital financiero, por primera vez en su historia, ha
llegado a ser una fuerza incontrolable, fuente esencial de inestabilidad y mecanismo
principal de reproducción de las propias condiciones de la crisis.

Para los pueblos periféricos se alejan las posibilidades de


generalización del modelo occidental de desarrollo, no sólo porque el modo de
producción y de consumo bajo el cual los paises de la triada han construido su elevado
nivel de vida comporta una explotación de los recursos naturales y un consumo de
materiales y energía que no sería generalizable a escala planetaria, sino por el carácter
crecientemente excluyente, y marginador de su dinámica económica 99.

De modo que no estamos en el comienzo de una nueva época en


la que regirán los “nuevos” patrones por los que la globalización se gobierna. Es más,
94
Thrift, 1995.
95
Véanse Altvater, 1993; Peck y Tickell, 1994; Chesnais, 1994; Amin, 1996.
96
Altvater, 1993; Barnet y Caravagh, 1994.
97
Peck y Tickell, 1994, pág. 292.
98
Chesnais, 1994, pág. 254.
99
Amín, 1996.

25
ni siquiera es una crisis que pueda analizarse permaneciendo exclusivamente en el
terreno de lo económico, porque están en cuestión los propios principios sobre los que
este ámbito se fundamenta; es, también, en gran medida, una crisis de legitimidad, de
confianza en “los grandes relatos”, la riqueza para todos, la emancipación del trabajo,
de la explotación, y de la pobreza por el desarrollo tecnoindustrial, al que, por el
contrario, podemos encontrar detrás de la mayoría de los problemas de nuestro
tiempo.

En este sentido, como señala Naredo, “hoy el escepticismo ha


ganado terreno, y los grandes ideales, esperanzas y esquemas interpretativos sobre
los que se levantó la civilización industrial se han ido transformando, de hecho, en
proyectos meramente conservacionistas del actual orden de cosas” La situación crítica
actual exige la construcción de un orden realmente nuevo asociado a una concepción
de la realidad y a un modelo social y económico del que si algo puede adelantarse es
que necesita ser radicalmente distinto, opuesto en muchos aspectos al que en este
momento sólo aspira a conservar un statu quo que, como proyecto de futuro, se
muestra cada vez más inviable y por tanto más irreal e insostenible.

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