Está en la página 1de 4

​ Universidad Autónoma de Querétaro

Facultad de Psicología
Licenciatura en Psicología
Área Clínica 6o semestre, Gpo. 2
Introducción al trabajo clínico con adolescentes
Prof. Ma. Guadalupe Reyes Olvera

Kimberly Morales Sánchez


6 de Noviembre, 2018. Querétaro, Qro.

Ensayo: Caso Alejandro, tomado Funciones fallidas y problemática de un adolescente de


Alicia Lapidus.

Fuente: Rodulfo, Ricardo; Fernández Coronado, Cristina; Garbolino de Bárbara, Gladys;


Hillert, Rebeca; Lapidus, Alicia; Lo Giúdice de Mayer, Alicia; Peskins, Liliana; Puig-Izard,
Marie-Josè; Rodulfo, Marisa; Serur, Liliana.Pagar de más; estudios sobre la problemática
del cuerpo en el niño y el adolescente. Buenos Aires, Nueva Visión, 1986. p.p. 73-79.

Alicia Lapidus nos presenta al joven Alejandro, de 20 años, hijo menor de un


matrimonio carente desde la economía de la significación y la simbolización.
Carencia que marca a Alejandro.

Se define como deprimido al llegar al análisis, como dando cuenta de algo que no
posee, y que por lo visto, nunca poseyó.Instaurado en la pérdida primordial, ha
perdido el deseo de la madre, ha perdido el contacto, la historia, el cuerpo de niño...

Desde que dio “el estirón”, su cuerpo le parece deformado, desconocido.

La madre siempre está enferma… pareciera que lo enfermó a él. Lo que la madre le
ha dado a Alejandro es la conformación de un cuerpo a través de la somatización.,
el único modo que, hasta avanzado el análisis, había conocido para conformar su
cuerpo. El continuo malestar de la madre que parece nacer de la nada y que motiva
las constantes mudanzas, ha pasado cuerpo de la madre, hasta alcanzar todo lo
que la rodea, especialmente a Alejandro.

La madre rota , que trata el cuerpo a trozos, cada parte de su cuerpo se trata por
separado, nunca en conjunto. A pedazos de los que el hijo ha dado cuenta y vuelto
propios. No reconoce su cuerpo, es demasiado largo, demasiado flaco, le parece
desconocido… el cuerpo del harapiento que no logra hacer contacto con los otros,
que se mantiene al margen.
Para la madre, el ambiente de liberación sexual es terrible en las universidades,
pues claro, el cuerpo troceado no da cuenta de la sexualidad, le es ajena. Como
escribe Lapidus, la posición deseante a quedado denegada, no se reconoce como
ser deseante, ni como objeto del deseo. El hijo también a heredado tal estigma: no
ha sido marcado por el deseo de la madre, le ha negado el don. Lo a alienado de la
posición de sujeto instaurado en falta, la falta inherente al deseo que nunca será
alcanzado, sin embargo; si hay algo que Alejandro parece no alcanzar, es ese
deseo. Vive en el acto, sin atravesar lo corpóreo, la segunda piel. El espejo no le ha
devuelto más que desvalimiento, y es ahí donde se ha instaurado.
Y es entendible entonces que no se acerque al otro, si el otro fundante, la madre, le
ha negado el deseo, ¿qué se podría esperar de los demás? (Lapidus, 1986)

Del lado del padre tenemos lo mismo, un nombre que ha sido mutilado, un apellido
que transmite corte.

La función paterna a sido improvisada, llevada en la marcha por el padre de


Alejandro. Si bien en el padre vemos la función paterna cortada, no hereda al hijo
más que la incertidumbre de un apellido sobre el que se está mal parado, en arenas
movedizas que no dan lugar a fijar una identidad. La herencia ha brillado por su
ausencia, o por una función malograda, tergiversada. Tal como bien marca Lapidus,
al casarse los padres, y condicionar la masculinidad del padre al hecho de concebir
hijos, la herencia resulta a la inversa, los que instauran la identidad del padre como
tal, son los hijos.

Lapidus encuentra dos problemáticas primordiales: cuerpo y espacio.

-Cuerpo:
Al quemarse los genitales con el ácido, y ante la negativa de la familia para buscar
atención médica bajo las consignas de “ya pasará” y “la casa está desordenada”,
aparece otra vez la negación de sujeto deseante, el castigo por poseer, castración.
Pareciera entonces que el cuerpo no es de Alejandro, es de los padres. Pareciera
que Alejandro, o se cuerpo, para el caso, funge como vertedero de los padres,
donde todo lo que se les fue negado, todo lo que les duele, lo que no pueden ser, se
hereda a el adolescente, es la única herencia que recibe de sus progenitores, ser
síntoma.
Se le ve como un cuerpo unificado por la enfermedad, por el no ser capaz de, la
debilidad, negándole el don… se le trata, ni siquiera como un cuerpo orgánico, no
pareciera merecer los cuidados básicos para mantener al cuerpo biológico (bañarse,
curar la enfermedad). Pareciera una suerte de muñeco.
¿Y qué clase de identidad se le ha forjado? Si bien ya remarqué que no pareciera ni
siquiera un cuerpo orgánico, cabe señalar que, a pesar de la pobreza de
simbolizaciones y significantes en la que ha vivido, al menos hasta donde relata
Lapidus, dejo el germen de la búsqueda de identidad, una que pareciera constituirse
casi desde cero. En Reyes (2013), encontramos que el adolescente crea estados de
tensión por la enorme cantidad de afectos contrarios que lo invaden, movilizando lo
que hasta entonces había constituido como identidad propia, y llevándolo a buscar
una nueva identidad. La cuestión, parece ser, que a Alejandro se le habían negado
estos estados de tensión, viviendo en la continua angustia y congoja de la madre,
viviendo estados que no le eran propios, su crisis era la de los demás, ya no existe
búsqueda porque “ya ahí” (Reyes, 2013), solo que en este caso no fue la cultura
posmoderna quien se los dotó, ni los medios, ni un cliché del que pudiera asirse
para generar una identificación, lograr algún modo de conexión con el otro, algo…
fueron los padres los que monopolizaron en este caso con significantes rotos, donde
la función de corte falló (Rodulfo, 1992), pareciera que se la ha negado la autonomía
de la madre. Pareciera que en vez de hallarse ante la pérdida de un objeto,
Alejandro vive en la continua nada, nada le pertenece, nada le es propio. Como bien
señala Reyes, el problema de subjetivación se ha dado por todos lo elementos que
señala en el texto de ​“La vacilación y sus destinos” : faltó una mirada estructurante,
un reconocimiento como sujeto, ausencia de significantes, el no poder expresar con
voz propia… faltó todo. Aquí se puso en juego todo el avatar psíquico en el que
estaba fundado. La vacilación advino en el análisis, el titubeo, el “qué está
pasando”, la duda, llegó en el análisis (Reyes, 2013), es ahí donde apareció la crisis
de la adolescencia (Mannoni), cuando por fin apareció el titubeo.

-Espacio:
El cuerpo encuentra lugar en una habitación destinada para los tres miembros de la
familia: padre, madre y Alejandro, pues Gabriel, el hermano mayor, se ha casado e
ido de la casa.
Un espacio para dormir y ya, que no da lugar a la intimidad, a la concientización del
cuerpo como propio, una vez más, le es negado el cuerpo como propio. No hay
lugar propio para guardar la ropa, se mezcla con demás enseres de la casa, objetos
indistintos que tampoco le pertenecen del todo, lo mismo que el usa es usado por la
madre, que análoga al arlequín, viste de las prendas de otros, conforma su vestuario
de los trozos de vestuarios des-jenados: lo que ella viste, es tomado por igual del
padre que de Alejandro, pareciera que todos son uno. El no-yo se diluye, no hay una
barrera clara de donde inicia y termina el cuerpo propio, entendiéndose cuerpo
como superficie donde ni siquiera la unificación se logró. Además, el espacio
extrafamiliar que le permitiría relibidinizar, pero ahora como objeto de deseo del otro
congénere (¿y cómo rehacer algo que nunca se hizo?) y además, iniciar la
implicación de los ideales del Yo, de las propias expectativas (Rodulfo, 1992), quedó
eliminado, sustituido por un superyó punitivo, llevando a niveles extremos el término
de castración simbólica (ejemplo claro, la quemadura de los genitales) y de fantasía
de castigo (retomando el episodio de la quemadura, cabría destacar el hecho de
que Alejandro no se percatara de que era ácido lo que se estaba untando). ¿Qué se
instauró ahí? ¿Un sujeto avasallado por los padres, en desvalimiento real, sin
símbolos, sin nada, y a la merced de lo que se haga con él, ya sea para reafirmar la
masculinidad del padre como capaz de procrear o como aquel que viste deja que la
madre se vista con su ropa?

A Alejandro le fue posible hallarse en la adolescencia cuando por fin pudo


confrontarse a los padres, delimitar espacios propios y pelear por ellos, cuando se
puso en tela de juicio la autoridad paterna, cuando quiso hacer ejercicio para
“cambiarse el cuerpo”, hasta entonces, la crisis propia había sido postergada,
pareciera haber vivido en una pubertad prolongada que sólo le implicaban cambios
corporales molestos, pero que no lo reposicionaban (Mannoni).

También podría gustarte