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Caupolicán fue subido amarrado a una tarima que tenía una punta
de madero cortado a forma de pica en el centro, Caupolicán
mostrando gran serenidad miró soberbiamente a la multitud de
españoles que le contemplaba y dijo: “Pues el hado y suerte
mía me tienen esta suerte aparejada, vean que yo la pido, yo
la quiero que ningún mal hay grande y es postrero”.