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LA ECONOMÍA ARGENTINA
1.1. CONTEXTO GENERAL
Luego de la expansión de 2,9% de 2017, estimamos que la economía se contraerá
alrededor de 2% durante 2018. Esta caída en la actividad es el resultado de una serie de
shocks
externos e internos que encontraron a la economía argentina todavía vulnerable ya que no
habíamos terminado de corregir los fuertes desequilibrios heredados.
Estamos convencidos de que saldremos fortalecidos de esta recesión ya que la
economía
contará con un tipo de cambio real más competitivo que impulsará nuestras exportaciones,
un sector público nacional con equilibrio fiscal primario lo cual nos permitirá depender
cada
vez menos de los mercados internacionales de crédito y un Banco Central que verá facilitada
su lucha contra la inflación al no tener que proveer financiamiento monetario al Tesoro.
El equilibrio fiscal nos permitirá seguir construyendo un entorno que incentive la
inversión
ya que un Estado más solvente en lo fiscal hace a la economía más previsible, reduciendo la
incertidumbre. El Estado debe ser también cada vez más eficiente para ayudar a que el sector
privado pueda desarrollar su potencial.
El camino para crecer sostenidamente es expandir la capacidad de la economía para
producir. Esto se logra a través de la inversión. La inversión fue el principal motor del
crecimiento económico que vimos desde mediados de 2016 hasta el primer trimestre de este
año. Consistentemente, con la estrategia de integrarnos al mundo, el otro motor de la economía
durante ese período fueron las exportaciones.
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Los motores del crecimiento entre III-16 y I-18
Var. acumulada s.e.
Fuente: INDEC
Los shocks de 2018 interrumpieron un proceso de siete trimestres consecutivos de
crecimiento pero no nos apartarán del rumbo elegido. Si perseveramos en el camino que
hemos iniciado en diciembre de 2015, lograremos construir una economía que crezca en forma
sostenida y genere empleo. El crecimiento sostenido, acompañado de políticas sociales
adecuadas, son el único camino para erradicar la pobreza de manera permanente y mejorar la
calidad de vida de todos los argentinos.
Los shocks de 2018 fueron fuertes. Por un lado, vivimos la sequía más intensa en los últimos
50 años. Por otro lado, la suba de tasas de interés más rápida de lo esperado en EE.UU.
redujo
la liquidez global y generó salida de capitales y una fuerte volatilidad en los mercados
emergentes
y la apreciación del dólar a nivel global. A estos dos shocks iniciales se sumaron otros shocks
internacionales ocurridos en el tercer trimestre, que incrementaron aún más la percepción de
riesgo y motivaron un quiebre en el financiamiento a mercados emergentes. Finalmente, los
sucesos judiciales asociados a la causa de los “cuadernos”, si bien son un gran paso adelante
en la lucha contra la corrupción, afectaron negativamente a la economía en el corto plazo ya
que
agregaron incertidumbre al dificultar la realización de obra pública y proyectos de participación
público privada (PPP).
Estos shocks llegaron cuando todavía no habíamos terminado de corregir los
desequilibrios económicos heredados y eso hizo que nuestro país fuera uno de los más
afectados. Recibimos un déficit en las cuentas públicas superior a 5% del PIB, presión
tributaria
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en niveles récord, infraestructura pública deteriorada y casi un tercio de la población en la
pobreza. El déficit refleja el sobredimensionamiento del gasto público. Entre 2002 y 2015 el
gasto público primario consolidado (Nación, provincias y municipios) prácticamente se duplicó,
alcanzando también niveles récord. Uno de los pilares del gobierno es reducir el gasto primario
sin desproteger a los sectores más vulnerables. Entonces, bajar el déficit fiscal junto con la
presión tributaria y aumentar el gasto social, tal como hicimos, implicaba que la reducción del
déficit fuera gradual. Y para hacer una reducció

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