LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS:

BREVES BIOGRAFÍAS
–Claudio Montano M.–
(Profesor: Pr. Mauricio Pérez)

–Concepción, abril de 2018–

 Evangelios sinópticos: Breves biografías

INTRODUCCIÓN

No deja de ser curioso que los “biógrafos” de Jesús en sus

días en esta tierra carezcan de biografías propias. Poco se
dice de los tres evangelistas sinópticos (Mateo, Marcos y
Lucas) en el mismo texto bíblico. Por otra parte, en los
escritos extra bíblicos los datos se presentan confusos y
hasta contradictorios.

En cuanto a la escasez en el texto bíblico, me parece

encontrar una forma lógica de entenderlo: ¿a quién podría
interesarle escribir de sí mismos teniendo la tarea de
inmortalizar las obras y discursos del mismo Mesías? Creo
vislumbrar un acto de humildad propio de quienes han visto
al Señor (permítame mencionar el ejemplo de Job).

Esta falta aparente de datos no es una barrera, eso si,

para la obra del Señor. Lejos de ellos, cada vez que alguno
de estos autores bíblicos es mencionado no deja de ser
significativa.

Intentaremos, entonces, asirnos de lo que encontremos y dar

un vistazo sus vidas, obras y muertes, estando seguros de
hallar inspiraciones no pequeñas, verdades absolutas y
alguna que otra pregunta sin respuesta. Adentrémonos en la
tarea apasionante de conocer a Dios a través del
conocimiento de quienes Él ha querido usar para revelarnos
a Jesucristo: nada malo puede salir de esta aventura.

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BREVE BIOGRAFÍA DE MATEO

Mateo, el mismísimo autor del primer evangelio sinóptico

fue uno de los 12 apóstoles como se registra en los tres
primeros libros del Nuevo testamento (Mt. 10:3; Mr. 3:18 y
Lc. 6:15). No se sabe mucho más de él de fuentes bíblicas
pero su oficio no pasó desapercibido: era un recaudador de
impuestos, un publicano residente en Capernaún al servicio
de Herodes Antipas.

Ser publicano no era nada bien visto por sus compatriotas

(la mayoría de los publicanos eran de origen judío). El
porqué es evidente: un “hermano”, parte del mismo pueblo de
Dios que, habiéndose puesto del lado del imperio, cobraba
ahora s los suyos el tributo que correspondía al imperio.
No es que pagar impuestos les haya parecido mal pero el
significado de ellos se consideraba un insulto en tanto que
negaban la soberanía de Dios. Estos impuestos eran los del
censo, con lo cual admitían sumisión a Roma y los de
propiedad, que implicaba quitar a Dios el título de dueño
de todo.

No es descabellado pensar, entonces, que su llamamiento

(Mt. 9:9) pudo haber causado resquemores a los propios
discípulo o seguidores judíos de Jesús. Para Jesús, en
cambio, no representaba ningún tabú tenerlo a su lado. Fue

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el mismo evangelista el que puso a disposición su casa para

que Jesús comiera con pecadores y otros publicanos (Mt.
9:10). Esto debe haber representado un problema para Mateo,
ya que los fariseos increparon a los discípulos porque
Jesús comía con tales personas (imagine tal escena en la
casa misma del que fuera uno de ellos). Felizmente, Jesús
tenía claro que son los enfermos los que necesitan médico
(Mt. 9:13).

Es curioso que el escritor evangelista se refiera a él

mismo, al escribir la lista de los doce, como publicano
pero los otros sinópticos sólo mencionen el nombre. Quizá
decirlo de sí mismo no suene ofensivo, sino un acto de
reconocimiento de lo que Jesús hizo.

Mientras Jesús caminó en formad e hombre muchas cosas

compartió con Leví (otro nombre de Mateo). Le fue dada
autoridad para echar fuera espíritus inmundos, enfermedades
y dolencias y lo envío junto a los otros once (Mt. 10).
Claramente participó también de ambos milagros de
multiplicación, puesto que todos estaban allí. Estuvo
también con Jesús caminó a Jerusalén cuando les anunció que
sería crucificado (Mt. 20:17-18; Mr. 10:32). Comió con el
Señor (Mt. 26:20) y presenció la turba que llegó para
prenderle (Mt. 20:47).

El último registro bíblico que se tiene de él es en

Pentecostés, cuando estaban los doce reunidos en el
aposento alto y el Espíritu Santo les fue dado (Hch. 1:13).

En cuanto al libro que escribió, el evangelio que lleva su

nombre, parece estar muy bien escrito y acorde a sus

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habilidades como recaudador de impuestos: se espera que los

publicanos de entonces hayan tenido la técnica d escritura
taquigráfica, o su equivalente, por lo que podrían
fácilmente tomar apuntes literales de las conversaciones o
discursos, lo cual explicaría la exactitud, por ejemplo,
del sermón del monte (Mt. 5-7). Por otra parte, tal oficio
explicaría también la importancia de escribir las parábolas
del siervo despiadado (Mt. 18:23-24) y de las monedas de
oro (Mt. 18:14).

La fecha de escritura se estima alrededor del año 50 d.C.,

según algunas versiones y del 80 según otras. En cualquier
caso la época en que la mayoría de los cristianos eran
conversos del judaísmo, lo cual explica la necesidad de un
evangelio dirigido a ellos presentando pruebas del carácter
mesiánico de Jesucristo.

Hay versiones que indican que su larga vida se desarrolló

como misionero en Etiopía y Persia y residió muchos años en
Antioquía, lugar en que escribiera el evangelio. Hay
disidencia respecto a su muerte. Algunas lo postulan como
un mártir mientras que otros, como Clemente de Alejandría,
refieren su muerte natural.

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BREVE BIOGRAFÍA DE MARCOS

Marcos, el autor del segundo evangelio sinóptico parece

haber nacido en Jerusalén. No existen demasiadas
referencias bíblicas acerca de él aunque parece haber sido
llamado Juan, en tanto que Marcos sería su sobrenombre
según el libro de Hechos de los Apóstoles.

Algunas referencias bíblicas se encuentran en la carta del

Apóstol Pablo a Filemón, en la cual afirma que es su

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colaborador (Fil 1:24) y en la carta a los Colosenses,

presentado como primo de Bernabé (Col. 4:10).

Aunque pocas veces, cada vez que es mencionado se aportan

datos importantes. Un ejemplo es Hechos 12:12, donde se
afirma que la casa de su madre (María) era un punto
importante de reunión de creyentes durante la persecución
de Herodes Agripa (44 d.C.). Por otra parte, fue
acompañante de Bernabé y Pablo en su viaje a Antioquía
(Hch. 12:15) actuando como apoyo aunque llegando a Perge de
Panfilia los abandonó (Hch. 13:13) lo cual causó un
disgusto no menor entre ellos llegando a separarse en
Hechos 15:37-39, tras lo cual no vuelve a ser mencionado en
este libro. A pesar de esto, es el mismísmo Pablo quien, en
su segunda carta a Timoteo, estando pronto a morir, pide
que lo “traigan”.

No obstante aquello, parece que hubo una relación cercana

entre el evangelista y el Apóstol Pedro quien lo nombra
como “mi hijo” en su primera epístola transmitiendo sus
saludos (1P 5:13). En el siglo II, el obispo Papias de
Hierápolis, en el Asia menor, afirmó que “Marcos fue el
intérprete de San Pedro”.

Es considerado el evangelio más antiguo, probablemente

escrito hacia el año 70 d.C. y fue redactado en griego
(lengua predominante por ese tiempo en todo el mundo). Su
enfoque eran los creyentes romanos de entonces presentando
a Jesucristo como Siervo de Dios y Salvador del mundo, a
fin de fortalecerles en medio de la persecución.

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Su muerte se suele fechar alrededor del año 68 d.C. en

Alejandría, poco después de la escritura del evangelio.

BREVE BIOGRAFÍA DE LUCAS

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Lucas, el evangelista que no conoció personalmente a Jesús,

es también autor del libro de Hechos de los Apóstoles. Hay
quienes aseguran que Siria es su lugar de nacimiento. No
obstante, debido a los escasos datos biográficos, algunos
lo sitúan naciendo en Filipos o Macedonia debido a que son
éstos los pasajes en que escribe en primera persona (Hch.
6:10 y 6:12). Su nombre, aparentemente abreviatura de
Lucano o Lucio, parece ser el de un liberto estudioso.

En el libro de los Hechos se refiere a sí mismo usando el

plural de la primera persona, y aparece acompañando a
Pablo en su segundo viaje misionero de Troas a FIlipos.
Luego de permanecer seis años allí, regresó acompañando a
Pablo a Jerusalén y posteriormente al ser apresado en Roma.
Es evidente que se encontraba acompañando a Pablo en su
segunda prisión en Roma, pronto a su muerte ya que el mismo
Apóstol lo menciona en su segunda carta a Timoteo (2Tim.
4:11). Anteriormente, en otras cartas, Pablo lo nombra como
colaborador y “médico amado”.

Se le atribuye la profesión de médico y se observa en su

escritura una excelente descripción de los personajes
(quizá sea su dedicación a las personas). Algunas versiones
lo tienen por mártir en Patrás, Roma y Tebas de Beocia.

Es el propio escritor, en el Evangelio, quien se excluye de

los testigos directos de la vida de Jesús y se presenta
como interesado en la verdad histórica de boca de quienes
si lo habían sido: “... según nos lo transmitieron los que
fueron desde el principio testigos oculares y luego
servidores de la palabra, también yo, después de haber
investigado con exactitud todos esos sucesos desde su

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origen, me he determinado a escribírtelos ordenadamente...”

(Lc. 1:2-2).

Su evangelio es el más extenso y culto en su lenguaje,

propio de un letrado. De expresiones elegantes aunque no
por ello clásico o rebuscado. Lucas es, en una lista larga
de autores inspirados por Dios, el único gentil.

El evangelio de Lucas es rico en detalles acerca de las

personas, consecuente con su profesión, enfatizando en el
ministerio de Jesús a gentiles, samaritanos, mujeres,
niños, cobradores de impuestos, pecadores, y otros
considerados como marginados en Israel. Es claro que las
referencias al Antiguo testamento son escasas ya que su
enfoque no eran los judíos. Antes bien, nos retrata a un
Salvador compasivo, que se sentía a gusto con las personas
débiles, desposeídas y marginadas.

Hay quienes fechan su muerte en el 84 d.C. en Tebas,

Grecia.

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PALABRAS FINALES

Es evidente que el efecto de estos personajes, de sus

vidas, sus escrituras y sus intervenciones cuya única causa
es el Señor Jesús es mayor que cualquier antecedente
histórico (escaso, por cierto) que podamos encontrar,
suponer y hasta inventar. Hay cosas que parecen estar
destinadas a no saberse (al menos en esta vida). Esto, sin
embargo, no es un impedimento para aprender de lo que Dios
ha querido transmitirnos no sólo a través de las palabras
sino también de su ejemplo. Para ello se ha valido de
hombres que, aunque grandes en sus manos, han sido tan
humanos como nosotros, tan sufridos como podría ser
cualquiera y tan apasionados como un cristiano de hoy en
día… si es que el mismo Espírito está con nosotros.

No debería sorprendernos este legado, después de todo el

mismo Señor oró por sus discípulos (Mateo) y por los que
creerían por la boca de ellos (Marcos, Lucas… nosotros).
Una cosa es segura: Dios en su infinita sabiduría, creyó
necesario traernos, en principio a través de ellos, la
Buena Noticia.

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