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Pablo Arango R.
Universidad de La Sabana
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All content following this page was uploaded by Pablo Arango R. on 11 June 2015.
Los enciclopedistas del siglo XVIII pensaron que el hombre había llegado a su mayoría
de edad porque la ciencia estaba dando explicaciones satisfactorias a muchos
interrogantes, la revolución industrial aseguraba un desarrollo social extraordinario, y
el siglo XX prometía ser prácticamente perfecto. No fue así. Fue el siglo más violento
de la historia de la humanidad con dos guerras mundiales a cuestas y cientos de
conflictos que multiplicaron en muertos más de 20 veces los del holocausto nazi. Los
seres humanos no hemos aprendido a convivir pacíficamente, no sabemos respetar las
opiniones de los demás, queremos que todos piensen como nosotros, y no pocas veces
se recurre a la violencia no solo física sino verbal y sicológica.
El mundo actual se debate en medio de la violencia y la intolerancia. Hace pocos meses
vimos como un comando islamista ataca una revista francesa por publicar unas
caricaturas de Mahoma, vemos como los islamistas matan cristianos y católicos en
diferentes países del medio oriente ante la mirada impertérrita, flemática y pasiva del
mundo entero.
Al hablar de los islámicos es necesario aclarar enfáticamente que no me estoy
refiriendo a los millones de musulmanes pacíficos y piadosos que hay en el mundo
entero, me refiero un grupo muy pequeño de personas que con la bandera de la
religión musulmana quieren gobernar el mundo y que para eso recurren a la violencia.
La violencia nunca está justificada. Tampoco puede decirse que los caricaturistas de
Charlie Hebdo fueran personas perfectas. A los dos grupos (islamistas y caricaturistas)
los une algo, la intolerancia. El semanario Charlie Hebdo ha ofendido las creencias de
miles de personas insultando a su líder espiritual, al profeta y estos periodistas han
ofendido también de manera consuetudinaria a la Iglesia católica y han sido
irreverentes con la religión y las creencias de muchas otras personas, que no han
reaccionado con violencia sino con cartas a la redacción del semanario pidiendo
respeto, sin resultado. Los islámicos radicales, por otro lado han ofendido también las
creencias de millones de musulmanes pacíficos, y de sus conciudadanos de otras
religiones a quienes obligan a asumir la religión musulmana o de lo contario perderán
su vida.
2
Los atentados de París han conseguido dos objetivos: primero que Occidente tome
conciencia contra el terrorismo de origen islámico; segundo, el reconocimiento de que
la libertad de expresión tiene sus límites al tiempo que nunca la religión debería ser
objeto de mofa y escarnio por parte de los medios escritos. Estos límites han sido
reconocidos por muchos dirigentes mundiales, entre ellos el Papa Francisco, quien
además ha dicho que nadie debe hacer la guerra o matar en nombre de Dios.
Una religión es algo intocable para los creyentes en la misma, no se puede ridiculizar,
como tampoco se puede ridiculizar a la madre de alguien solo por ser la madre. Las
esferas íntimas de las personas, sus conciencias, son libres e inviolables, y ahí tenemos
ya un límite a la libertad de expresión.
diciendo “Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la
permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra”.
La libertad de prensa merece también un análisis a la luz de la bioética, quienes nos
dedicamos a esta disciplina procuramos ser siempre respetuosos de las opiniones
ajenas, la bioética en su misma naturaleza desde sus orígenes ha sido multidisciplinaria
y respetuosa, y leemos, oímos y vemos algunos periodistas que son partidarios de una
libertad de prensa sin límite y –al menos en mi país ocurrió- que defienden el derecho
a la blasfemia. La libertad de prensa ha hecho mucho bien, han denunciado hechos
inaceptables para los individuos y la sociedad, recordemos como fue un periodista
quien denunció las atrocidades de Tuskegee en la década de los 70 y que motivó la
Comisión Presidencial que produjo posteriormente el Informe Belmont. Pero no se
ponen de acuerdo los periodistas respecto hasta donde llega la libertad de prensa.
La libertad es un don del hombre que debe ir acompañado de la responsabilidad. No se
puede andar por el mundo diciendo sencillamente lo que nos viene en gana,
burlándose de los demás, faltándoles a la honra, condenando antes de un juicio justo,
atropellando la buena fama de los demás. Nuestra libertad encuentra un límite lógico
en la libertad de los demás, nuestros derechos llegan hasta donde están los derechos
de los demás, eso es respeto, es responsabilidad, la responsabilidad es responder por
nuestras acciones, dar cuenta de ellas, por eso una persona que hace daño a otros,
que mata a otro la sociedad lo priva de su libertad.
Otra manifestación de la intolerancia es el irrespeto a la libertad de conciencia en
muchos países, el mundo moderno es cada día menos incluyente, menos respetuoso
de la diversidad en el pensamiento y en los estilos de vida. Hay países donde a los
médicos, especialmente ginecobstetras no les permiten graduarse si no han practicado
abortos. Quieren los legisladores que se hagan abortos, eutanasias, estilizaciones,
interrogatorios a presos y que lo hagan los médicos, irrespetando los valores más
sagrados de la medicina.
La conciencia es lo más sagrado del hombre. La objeción de conciencia es un derecho
humano que quieren ir aboliendo. De alguna manera el mundo marcha hacia el
fundamentalismo. “Obligar a alguien a que viole su conciencia, es el golpe más duro
que se puede infligir a la dignidad humana, peor aún que causar la muerte física.”
Juan Pablo II. Citado por SCARE en
http://www.medicolegal.com.co/pdf/esp/2000/6/2/act_med_leg_5_v6_r2.pdf
Cuando se defiende la vida antes de nacer o al final de su camino, se nos ataca como
retrógrados, se nos pide despojarnos de nuestras creencias religiosas y éticas para
poder hablar, pero realmente los detractores no se despojan de las suyas, quieren
imponer las suyas a toda costa. La conciencia es lo más sagrado de la persona humana.
Estamos en un Congreso de Biodiversidad: diálogo y consenso para la acción. Es la
bioética la que debe salvar este mundo de la intolerancia, la falta de respeto, el
atropello a la libertad personal.