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Diversidad, tolerancia, respeto y convivencia

Conference Paper · March 2015

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Pablo Arango R.
Universidad de La Sabana
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FELAIBE - COSTA RICA

Diversidad, tolerancia, respeto y convivencia.

Ponencia completa presentada en el X Congreso Latinoamericano y del Caribe de Bioética –


FELAIBE. San José de Costa Rica, 25 al 27 de marzo de 2015. (En el Congreso solo se pudo
leer la mitad por razones de tiempo.)

Pablo Arango Restrepo MD, PhD.


Profesor investigador Bioética, facultad de Medicina, Universidad de La
Sabana. Chía, Cund., Colombia.

Los enciclopedistas del siglo XVIII pensaron que el hombre había llegado a su mayoría
de edad porque la ciencia estaba dando explicaciones satisfactorias a muchos
interrogantes, la revolución industrial aseguraba un desarrollo social extraordinario, y
el siglo XX prometía ser prácticamente perfecto. No fue así. Fue el siglo más violento
de la historia de la humanidad con dos guerras mundiales a cuestas y cientos de
conflictos que multiplicaron en muertos más de 20 veces los del holocausto nazi. Los
seres humanos no hemos aprendido a convivir pacíficamente, no sabemos respetar las
opiniones de los demás, queremos que todos piensen como nosotros, y no pocas veces
se recurre a la violencia no solo física sino verbal y sicológica.
El mundo actual se debate en medio de la violencia y la intolerancia. Hace pocos meses
vimos como un comando islamista ataca una revista francesa por publicar unas
caricaturas de Mahoma, vemos como los islamistas matan cristianos y católicos en
diferentes países del medio oriente ante la mirada impertérrita, flemática y pasiva del
mundo entero.
Al hablar de los islámicos es necesario aclarar enfáticamente que no me estoy
refiriendo a los millones de musulmanes pacíficos y piadosos que hay en el mundo
entero, me refiero un grupo muy pequeño de personas que con la bandera de la
religión musulmana quieren gobernar el mundo y que para eso recurren a la violencia.
La violencia nunca está justificada. Tampoco puede decirse que los caricaturistas de
Charlie Hebdo fueran personas perfectas. A los dos grupos (islamistas y caricaturistas)
los une algo, la intolerancia. El semanario Charlie Hebdo ha ofendido las creencias de
miles de personas insultando a su líder espiritual, al profeta y estos periodistas han
ofendido también de manera consuetudinaria a la Iglesia católica y han sido
irreverentes con la religión y las creencias de muchas otras personas, que no han
reaccionado con violencia sino con cartas a la redacción del semanario pidiendo
respeto, sin resultado. Los islámicos radicales, por otro lado han ofendido también las
creencias de millones de musulmanes pacíficos, y de sus conciudadanos de otras
religiones a quienes obligan a asumir la religión musulmana o de lo contario perderán
su vida.
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Los atentados de París han conseguido dos objetivos: primero que Occidente tome
conciencia contra el terrorismo de origen islámico; segundo, el reconocimiento de que
la libertad de expresión tiene sus límites al tiempo que nunca la religión debería ser
objeto de mofa y escarnio por parte de los medios escritos. Estos límites han sido
reconocidos por muchos dirigentes mundiales, entre ellos el Papa Francisco, quien
además ha dicho que nadie debe hacer la guerra o matar en nombre de Dios.
Una religión es algo intocable para los creyentes en la misma, no se puede ridiculizar,
como tampoco se puede ridiculizar a la madre de alguien solo por ser la madre. Las
esferas íntimas de las personas, sus conciencias, son libres e inviolables, y ahí tenemos
ya un límite a la libertad de expresión.

Si se plantea la pregunta de cuál derecho es primero, la libertad de conciencia o la


libertad de expresión hay que decir que primero está la libertad de conciencia. En este
mundo multicultural, globalizado, vemos todo tipo de comportamientos y actitudes. El
respetar la libertad de conciencia no quiere decir que no podamos valorar y analizar las
diferentes actitudes distintas a las nuestras, podemos hacerlo siempre con respeto.

El respeto es la capacidad de conocer el valor propio y honrar el valor de los demás.


Reconocer que el otro, es tan real y semejante a nosotros, y a la vez, un individuo
diferente. Es ponerse en el lugar del otro para comprenderlo desde adentro y adoptar,
esa otra perspectiva. Significa valorar a los otros como sujetos dignos, que merecen
nuestro reconocimiento y protección. En la persona es fundamental el respeto de su
autonomía. Hay que proteger al débil. Igualmente hay respeto por los animales y por
las cosas. Kant en su filosofía moral sostiene que los seres humanos deben ser
respetados porque son un fin en sí mismos. Al ser un fin en sí mismos poseen un valor
intrínseco y absoluto. Por este motivo es que los seres humanos tenemos este valor
tan especial, llamado por Kant la "dignidad".

Posiblemente el primer principio de la ética es no hacer a los demás, por respeto, lo


que no querremos que nos hagan a nosotros. Publicaciones provocadoras y burlescas
tipo Charlie Hebdo, no es la solución sino parte del problema. La actitud de respeto es
madre de toda vida moral. El respeto es la actitud de quien quiere ser fiel a la estricta
realidad de las cosas, dice D. Von Hildebrand.

La responsabilidad es hacernos cargo de las consecuencias de nuestras palabras,


decisiones y nuestros actos. Responder por nuestras acciones. Responsabilidad frente
al valor que tiene y son las otras personas ante las que debo responder. H. Jonas sitúa
el origen de la idea de responsabilidad no en la relación entre adultos autónomos sino
en esta relación con la prole necesitada de protección. Para Jonas la atención de los
padres por sus hijos es el arquetipo de la acción responsable, arquetipo que no
necesita deducción a partir de principios sino que encuentra implantado por la
naturaleza en nosotros. Cfr. Jonas, Hans. El principio de responsabilidad: Ensayo de
una ética para la civilización tecnológica (ed. original, 1973, trad. cast. Ed, Herder,
Barcelona, 1975). Plantea el principio de una manera análoga a un imperativo kantiano
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diciendo “Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la
permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra”.
La libertad de prensa merece también un análisis a la luz de la bioética, quienes nos
dedicamos a esta disciplina procuramos ser siempre respetuosos de las opiniones
ajenas, la bioética en su misma naturaleza desde sus orígenes ha sido multidisciplinaria
y respetuosa, y leemos, oímos y vemos algunos periodistas que son partidarios de una
libertad de prensa sin límite y –al menos en mi país ocurrió- que defienden el derecho
a la blasfemia. La libertad de prensa ha hecho mucho bien, han denunciado hechos
inaceptables para los individuos y la sociedad, recordemos como fue un periodista
quien denunció las atrocidades de Tuskegee en la década de los 70 y que motivó la
Comisión Presidencial que produjo posteriormente el Informe Belmont. Pero no se
ponen de acuerdo los periodistas respecto hasta donde llega la libertad de prensa.
La libertad es un don del hombre que debe ir acompañado de la responsabilidad. No se
puede andar por el mundo diciendo sencillamente lo que nos viene en gana,
burlándose de los demás, faltándoles a la honra, condenando antes de un juicio justo,
atropellando la buena fama de los demás. Nuestra libertad encuentra un límite lógico
en la libertad de los demás, nuestros derechos llegan hasta donde están los derechos
de los demás, eso es respeto, es responsabilidad, la responsabilidad es responder por
nuestras acciones, dar cuenta de ellas, por eso una persona que hace daño a otros,
que mata a otro la sociedad lo priva de su libertad.
Otra manifestación de la intolerancia es el irrespeto a la libertad de conciencia en
muchos países, el mundo moderno es cada día menos incluyente, menos respetuoso
de la diversidad en el pensamiento y en los estilos de vida. Hay países donde a los
médicos, especialmente ginecobstetras no les permiten graduarse si no han practicado
abortos. Quieren los legisladores que se hagan abortos, eutanasias, estilizaciones,
interrogatorios a presos y que lo hagan los médicos, irrespetando los valores más
sagrados de la medicina.
La conciencia es lo más sagrado del hombre. La objeción de conciencia es un derecho
humano que quieren ir aboliendo. De alguna manera el mundo marcha hacia el
fundamentalismo. “Obligar a alguien a que viole su conciencia, es el golpe más duro
que se puede infligir a la dignidad humana, peor aún que causar la muerte física.”
Juan Pablo II. Citado por SCARE en
http://www.medicolegal.com.co/pdf/esp/2000/6/2/act_med_leg_5_v6_r2.pdf

Ser respetuoso es no imponer cosas, permitir la objeción de conciencia que en


Colombia no se hace. Paradójicamente los que son más liberales terminan siendo los
más radicales. La objeción de conciencia que debe ser aceptada pacíficamente se
vuelve en algo difícil porque se pide al objetor que explique y justifique su posición, al
tiempo que se le acusa de fundamentalismo religioso porque no se quiere comprender
que el respeto por la vida es un valor universal defendido por muchos no creyentes.
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Cuando se defiende la vida antes de nacer o al final de su camino, se nos ataca como
retrógrados, se nos pide despojarnos de nuestras creencias religiosas y éticas para
poder hablar, pero realmente los detractores no se despojan de las suyas, quieren
imponer las suyas a toda costa. La conciencia es lo más sagrado de la persona humana.
Estamos en un Congreso de Biodiversidad: diálogo y consenso para la acción. Es la
bioética la que debe salvar este mundo de la intolerancia, la falta de respeto, el
atropello a la libertad personal.

Matan a 12 periodistas intolerantes y blasfemos otros intolerantes y fundamentalistas.


Unos defienden a los primeros y otros a los segundos. Los fundamentalistas son
intolerantes. Los fundamentalistas aplican la ley del embudo: ellos pueden imponer lo
que quieren pero los otros no pueden decir nada. Que los hace a ellos superiores?
Hay muchos fundamentalistas en la religión, en el lobby gay que con todo el dinero
que quieren hacen un lavado de cerebro a la sociedad mediante películas, telenovela,
noticias de prensa, persecución a todo aquel que los mire mal. Imponen en los colegios
una educación de ideología de género teórica y práctica en contra de la voluntad de los
padres que tienen derecho a decidir qué es lo que prefieren para sus hijos. Es imponer
modelos de conducta contra la voluntad de los padres, y si estos piden repeto, la
respuesta es que busquen otro colegio.
Hay intolerancias con el enfermo antes de nacer o después, sea niño o adulto o viejo.
Quien la ha dado la potestad de decidir quien vive y quién no?

Frente al fundamentalismo y la intolerancia hay que hablar de tolerancia, saber que no


todos pensamos igual, somos diferentes, tenemos valores y creencias religiosas
diferentes, pero podemos convivir. Pero la tolerancia también tiene límites. Relata
Peter Kreeft en un libro de ética que dictando una clase a estudiantes comenzó a
hablar de algunos principios como el respeto, la justicia, el orden y los estudiantes de
algunas manera se rebelaron y entonces les dijo, pues bien, voy a actuar con el modelo
ético que ustedes quieres de libertad y de hacer lo que cada uno quiera, para empezar
todos tienen la materia perdida. Protestaron los estudiantes y él le dijo, es mi libertad,
no pueden quejarse. Una ciudad sin normas de tránsito, sin horarios de trabajo, sin
principios de respeto por los demás no puede existir, sería la ley de la selva. Esto en el
campo material y físico, en el aspecto filosófico tampoco se puede permitir el
relativismo, decir que ya las cosas no son blanco o negro, que todo son grises, no
podemos quejarnos del ladrón, de violador, del estafador, porque al fin y al cabo no
sabemos claramente si eso está bien o está mal. Hablar de la verdad es algo anticuado,
la verdad sigue siendo para algunos la utopía de la razón.
Ya hemos visto que parece inimaginable una sociedad en la que se permitiera de todo,
puesto que hay cosas que no pueden tolerarse si no se quiere acabar en la ley de la
fuerza. Y si no toleramos algunas cosas es porque hay verdades y valores que
consideramos innegociables.
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La tolerancia merece especial atención para no caer en el relativismo y en el caos. La


sociedad requiere orden. Qué es la tolerancia? hay cosas como el robo, la violación, el
asesinato, que tolerarlos sería una degradación. Y hay otras que perseguirlas
convertiría la sociedad en algo asfixiante, pues desembocarían en un régimen
represivo. Por eso no conviene perseguir absolutamente todo lo malo, pues se
produciría un mal peor. Por ejemplo, la mentira es mala (Aristóteles decía que una
prueba de ello era que a nadie le gusta que le llamen mentiroso), pero perseguir
absolutamente todas las mentiras de todos los ciudadanos y en toda circunstancia,
llevaría a una sociedad opresiva; de hecho, la mayoría de los ordenamientos jurídicos
sólo persiguen la mentira "cualificada" (perjurio, falsedad en un contrato o documento
público, calumnia en medios de comunicación social, etc.).
Algo parecido podría decirse sobre el alcohol, la droga, la prostitución, etc. En todos
esos casos se produce un conflicto moral, de naturaleza muy diversa, y encontrar un
equilibrio adecuado no es cuestión sencilla, pero se puede avanzar bastante
analizando algunos principios básicos en torno a la tolerancia.
La tolerancia, entendida como respeto y consideración hacia la diferencia, o como una
disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta a la propia, de
aceptación de un legítimo pluralismo, es a todas luces un valor de enorme
importancia. Estimular en este sentido la tolerancia puede contribuir a resolver
muchos conflictos y a erradicar muchas violencias. Y como unos y otras son noticia
frecuente en los más diversos ámbitos de la vida social, cabe pensar que la tolerancia
es un valor que hay que promover.
Sin embargo, la tolerancia no es una actitud de simple neutralidad, o de indiferencia,
sino una posición resuelta que cobra sentido cuando se opone a su límite, que es lo
intolerable. De hecho, muchas formas de intolerancia tienen su origen en un previo
exceso de tolerancia, que ha producido conflictos violentos.
¿Qué se entiende entonces por tolerancia?.
Hay dos acepciones principales de la palabra tolerancia, que engloban lo que
acabamos de decir. Una es el "respeto y consideración hacia las opiniones o prácticas
de los demás, aunque sean diferentes a las nuestras". Y la otra -que recoge su sentido
más específico-, señala que "tolerar es permitir algo que no se tiene por lícito, sin
aprobarlo expresamente"; o sea, no impedir -pudiendo hacerlo- que otro u otros
realicen determinado mal.
Por ejemplo, no toleramos el robo porque creemos que hay que proteger la propiedad,
necesaria para la subsistencia libre de las personas; o no toleramos el asesinato para
proteger el derecho a la vida de todo hombre. Y hay que resaltar que, en ambos casos,
estamos imponiendo a los delincuentes algo con lo que ellos pueden no estar de
acuerdo. Y a todos nos parece evidente que si el ladrón no cree en el derecho a la
propiedad, o el asesino no cree en el derecho a la vida, o si ambos consideran que
tienen razones personales para robar o matar, no por ello sus acciones dejarán de ser
reprobables, y castigadas en una sociedad en la que impere la justicia.
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Si aceptamos el relativismo, cada persona tendría derecho a su propia verdad y su


criterio para definir lo bueno y lo malo, y entonces cualquier imposición de la ley sería
una muestra de intolerancia. Lo propio humano es que los límites de la libertad no
estén en la fuerza de los otros, como sucede en la ley de la selva, sino en valores que
exige la dignidad humana. La dignidad humana exige el respeto por la vida, la
veracidad en toda palabra o acción, la responsabilidad, el respeto que se traduce en no
hacer a los demás lo que no quisiéramos hicieran con nosotros; responder por
nuestras acciones; la solidaridad y otros valores necesarios en la convivencia.

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