Está en la página 1de 3
Aqui debo confesar que yo también consideraba al principio vulgares los temas de Mahler, y de ello puede deducirse que esas «sutiles observaciones» de Jas que Lanto presumen ciertos oponentes no me eran ext Pero me sconextrafias ahora, cuando la per- cepvion de la belleza y magnificencia de la obra de Muller se ha acrecentado en m{ intensamente y me ta Ievado al convencimiento de que aquello no son «suliles observaciones», sino que, por el contrario, la ausencia mds rotunda de Ja facultad de obser- én lo que provoca tales juicios. Yo habia encon- trado vulgares los temas de Mahler, a pesar de que la obra completa siempre habia producido en mi una profunda impresién. Hoy, ni con Ja peor intencién acl mundo podria yo reaccionar de ese modo. Consi- deremos ésto: Si los temas fueran realmente vulgares, yo los encontraria hoy mucho mas vulgares que anta- fio. Porque vulgar significa inculto y expresa algo que correspondea un grado infimo de conocimientos, a ninguna cultura en absoluto. En los grados mas bajos de la cultura se encuentra no lo que es total- nic falso o malo, sino lo que fue tenido por acer. tado, lo que cayé en desuso, lo que ha sido sobrevi- vido, lo que ya no es verdadero. El campesino no se conduce mal, sino de manera arcaica, lo mismo que se conducian los de rango mas elevado antes de saber hacerlo mejor. Por tanto, lo vulgar representa ado atrasado de la ética y de la mentalidad, \guna vez fue propio de rangos mas altos; al principio no era vulgar, pero lo fue después, en nto quedé relegado por nuevas y mejores costum- . Pero no puede volver a surgir: lo que es vulgar 1 vex debe permanecer asi. Y si yo ahora man- tengo que no puedo encontrar vulgares aquellos le nu deben haberlo sido; porque una idea vu una idea que me parece caduca y transno- chada, lo seria mucho mds al conocerla mds de cerca: en ningun caso se revestiria de nobleza. Pero si yo ahora descubro que cuanto mas me fijo en estas ideas, mayor encanto y marcada nobleza van adquiriendo, no es posible seguir con la duda: la idea es todo lo contrario de vulgar. No es algo que se nos haya pre- sentado hace tiempo y no pudiéramos descifrar, sino algo cuyo significado mas profundo sigue aum sin revelar por completo, algo tan hondo que no nos he- mos percatado mds que de su apariencia superficial. Asi, en efecto, ha sucedido, no solo con Mahler, sino con casi todos los grandes compositores, que tam- bién tuvieron que someterse a la acusacién de la vulgaridad. Acuden a mi memoria concretamente ‘Wagner y Brahms. Creo que el cambio mi modo de sentir trae consigo una medida mejor que el jui- cio que de buenas a primeras todo el mundo esta dispuesto a lanzar en cuanto se ve enfrentado con una situacién que en realidad no comprende. El artista queda atin mas indefenso ante la acu- sacién de sentimentalismo que ante Ja de vulgaridad. Mahler, admitiendo a medias la segunda por causa de una vacilacié6n en la confianza en si mismo, se defendia diciendo que no debe uno fijarse en el tema, sino en lo que brota de él. No tenia por qué haberlo hecho. Pero la critica era tan general, que él mismo se vio forzado a creer en lo falso: jdespués de todo, los musicos mejores y las otras gentes peores decian las mismas cosas!... Pero no existe defensa para la otra acusaci6n, la del sentimentalismo. Esta cae de golpe y porrazo en casa come una inmundicia. Quien no desea otra cosa que inmundicias, es capaz de ases- tar una pufialada por la espalda a la persona mas honorable e importante, al que se aleja airadamente de lo que sea mera complacencia (que es lo que, en resumidas cuentas, hemos de considerar aqui como inmundicia), y asf le degrada y le priva de su intima seouridad. Ta manera de atacar las ahrac de arte: significativas es ahora diferente a la que antes se empleaba. Antiguamente, se reprochaba a un artista el que no supiera lo bastante; hoy, es motivo de cri- tica el que sepa demasiado. La dulzura, que antigua- mente cra una cualidad apreciada, hoy ¢s un error, porque sc considera inmunda. Si: {hoy se pinta con brecha gorda! Todos pintan con brocha gorda, y el que no lo hace es inmundo. Y aque] que no posea dotcs de humorismo o de superficialidad, de gran- deza heroica y serenidad griega, es un sentimental. Es una verdadera suerte que las ensefianzas de las historias de pieles rojas no hayan Iegado a cons- tituir el modelo de nuestra actitud hacia ¢l arte. De otra forma, los moralistas considerarfan tan solo la insensibilidad de los indios para €l dolor, adem4s de la serenidad griega, como muestras de lo no sen- timental.

También podría gustarte