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La fotosíntesis es un proceso que ocurre en los organismos autótrofos que poseen clorofila.
Este se ve afectado por las condiciones ambientales como la luz, temperatura, humedad
del aire, disponibilidad de agua y nutrientes. En las plantas la luz destinada a impulsar el
proceso fotosintético es absorbida por dos tipos de pigmentos: clorofilas y carotenoides,
que son moléculas cromóforas sensibles a la radiación luminosa y genéricamente llamadas
pigmentos fotosintéticos.
Estos pigmentos no están libres en el aparato fotosintético, sino que se encuentran
engarzados dentro de las proteínas fotosintéticas formando los complejos pigmento-
proteína. La asociación de estos pigmentos con polipéptidos es de tipo no covalente, por
lo que al desnaturalizarse la proteína, se liberan los pigmentos. El pigmento fotosintético
más importante es la clorofila, ya que es la biomolécula cromófora que interviene más
directamente en el proceso de absorción y conversión de la energía luminosa. Existen
distintos tipos de clorofilas, pero todos se caracterizan por tener un anillo tetrapirrólico
cíclico, tipo porfirina (similar al grupo hemo), con un catión metálico de magnesio ligado en
el centro del anillo (Mg2+), ver Fig. 1. También tienen en su estructura una larga cadena
hidrófoba de fitol que les facilita el anclaje dentro de zonas o estructuras poco polares.
Figura 1. Estructura molecular de las clorofilas, indicando los distintos radicales (R) que
cambian en cada tipo de clorofila.
Debido a esta estructura molecular, las clorofilas son capaces de absorber la radiación
luminosa en la zona del azul y también en la zona del rojo; por ello son de color verde,
dando al mundo vegetal su color tan propio y característico.
B-caroteno
Zeaxantina