“Que todos sean uno”
corazón.
Jesús en su última oración, antes de ir a la
pasión, dice la síntesis y objetivo de su
venida al mundo: “Padre, te pido que todos
sean uno, lo mismo que lo somos Tú y Yo;
que ellos también sean uno en nosotros” (Jn
17,21-24). Esta oración sintetiza la
voluntad, deseo y querer de la Trinidad: “La
unidad”, “El Reino”, “la Fraternidad”, “un
mundo de hermanos”. Ese mismo es el
objetivo de nuestro seguimiento de Cristo y
de nuestra misión. Así es como tú nos
invitas a cerrar éste ciclo de oración y
reflexión sobre la trascendencia de nuestra
vida en tu cuerpo, descubriendo que somos
una familia universal.
Toda tu vida Jesús, tus enseñanzas, tu
palabra, iban a que los hombres nos
viviéramos como hermanos, hijos de un
mismo Padre (Mt 23,9-11). Tú, Jesús, nos
das una lección con tu vida, en tu tiempo
también había opresión, pobres, excluidos,
injusticias, divisiones... pero Tú, creíste en la
voluntad y poder del Padre de hacer de todos
los hombres hermanos y diste toda tu vida
por esa causa, te comprometiste, no te
dejaste vencer por la desesperanza; antes
bien, pusiste tu cuerpo, tu carne y sangre
para que en Ti se diera esa unidad: (Ef 2,13-
19). Señor, que seamos conscientes de lo
que nos has conquistado con tu cruz, en tu
Cuerpo somos Uno, ya nos has unido a Ti,
en Ti somos iguales, en Ti formamos la
familia de Dios y que esto nos impulse a
luchar por tu misma causa, que trabajemos
por la unidad.
Lunes “Somos Iglesia: Familia de Dios”
Uno de los fenómenos más marcados del
mundo de hoy, es la famosa
“independencia”. Paradójicamente el
hombre huye y aborrece la soledad, pero
busca desesperadamente estar solo, no
depender de nadie: los jóvenes quieren
cumplir la mayoría de edad para irse de casa,
los esposos se divorcian por la incapacidad
de convivencia, hay desvalorización del
diálogo, se prefiere estar frente al
computador... Sin embargo, muy dentro
del hombre hay añoranzas de hogar, de
fraternidad... rechazamos la división,
queremos ser amados, tenidos en cuenta y al
mismo tiempo deseamos amar bien a
nuestros seres queridos.
Todo esto se debe a que nuestro Dios
sembró en nosotros la semilla del Reino, de
la Fraternidad. Somos seres comunitarios,
necesitamos de los otros y los otros
necesitan de nosotros, somos incapaces de
vivir solos: “Nosotros siendo muchos no
formamos más que un solo cuerpo en Cristo,
siendo cada uno por su parte los unos
miembros de los otros” (Rm12,4-5) Ante
esta necesidad y semilla de fraternidad que
hay en nuestro interior, Dios nos da un gran
don: “la Familia”, tanto a un nivel pequeño,
como a un nivel grande. Por el bautismo
todos fuimos incorporados en Cristo, todos
somos introducidos en su Cuerpo, que es la
Iglesia: “La gran familia cristiana”. Católico
significa: “universal”, significa que todos los
hombres de todo lugar y cultura son nuestra
familia. Hoy podemos empezar a fomentar
esa familia ahí donde estamos.
Martes En la Fraternidad tienen un solo
Somos consciente que nuestro Padre quiere
la unidad para todos sus hijos y que toda la
Iglesia universal repartida en cantidad de
países lucha por construir esa fraternidad
universal. De igual manera nos sentimos
incluidos en esa misma misión de crear la
“unidad”; y el primer aporte que debemos
hacer es “presentar al mundo un pueblo de
hermanos congregados en Uno, por el amor
de Cristo” El hombre de hoy es muy crítico
de la religión, y reclama ver signos,
comprobar... y cuando ven que se puede se
lanzan a seguir el camino. Con este
horizonte, hoy nos acercamos a Ti, Señor,
con la mayor humildad, para que nos des luz
sobre cómo podemos presentar al mundo ese
pueblo de hermanos: ¿estamos siendo signo
de unidad y fraternidad?, ¿damos testimonio
de que tú nos haces hermanos?, ¿nos
sentimos parte imprescindible de la
fraternidad?, ¿nos preocupamos porque no
haya ningún necesitado tanto física, como
espiritualmente?, ¿aportamos, construimos
en lugar de criticar y destruir?, ¿somos
constructores o consumidores de
fraternidad?
La primera comunidad cristiana “Tenían un
solo corazón y un alma sola, nadie llamaba
suyos sus bienes, sino que los repartían y los
ponían al servicio de los demás... lo tenían
todo en común y no había entre ellos ningún
necesitado” (Hch 4,32-34; 2,44-45). Vivir
así es un gran signo para un mundo que vive
tantas situaciones de injusticia, que seamos
signos de esa comunión entre nosotros.
Miércoles En la Fraternidad todos los
miembros son imprescindibles
Señor, Tú nos has dado un campo para
crecer en la vida de fe y para dar fruto en
abundante (Jn 15,15), ese campo es la
comunidad a la que pertenecemos. A cada
uno de manera personal nos has llamado por
nuestro nombre a formar parte de esta
comunidad (Mc 3,13-14), Tu deseo es que
cada uno se pueda sentir útil, importante,
imprescindible y rindiendo al máximo sus
talentos para la construcción del Reino.
¡Qué importante fue para Ti Pedro con su
espontaneidad, Juan con su timidez, Tomás
con sus dudas de fe, Santiago con su genio!,
todos y cada uno de tus elegidos fueron
vitales para la constitución de la Iglesia,
¿qué hubiese pasado si uno de ellos hubiera
desertado?, un ejemplo claro es Judas,
cuanto dolor para Ti, para la comunidad y él
mismo se destruyó. ¿Hasta dónde me creo
Señor, que soy imprescindible en tu
Cuerpo? La comunidad crece con el aporte
de todos y decrece cuando los miembros no
ocupan su lugar.
Hoy nos recuerdas de nuevo la parábola de
los talentos, de los tres hombres que
recibieron 1, 3 y 5 talentos, cada uno según
su capacidad. Los que recibieron 3 y 5
invirtieron y ganaron el doble, pero el que
recibió uno tuvo miedo y lo escondió, hasta
que le fue quitado. Tú quieres Jesús que
pongamos a rendir al máximo nuestros
talentos y que colaboremos poniendo
nuestro granito de arena en nuestra
comunidad y formar así familia de Dios.
Jueves Fraternidad Universal
Uno de los rasgos que siempre admiramos
de Jesús, es su corazón abierto a todos. Tú,
Señor, acogías a los pecadores (Lc 15,1-3),
comías con los ricos que el pueblo rechazaba
(Mt 9,9-14), eras amigo de los samaritanos
(Jn 4), te acercabas a los leprosos, ciegos,
enfermos, prostitutas... a los cuales era
prohibido (Lc 5,11ss; Mc 10,46ss; Lc
7,37ss).
Podríamos decir que tu corazón Jesús, es
siempre una puerta abierta para todo
hombre, de toda condición, de toda raza, de
todo pueblo y estado... este mismo rasgo es
el que quiere vivir la Iglesia católica:
“universal”, Señor, ensancha mi corazón
para que quepa en él toda tu familia, que sea
capaz de romper fronteras geográficas, que
no sólo ame a los de mi apellido, a los de mi
raza, a los que me caen bien; que mi corazón
y nuestra comunidad sea un centro de
acogida de todos los que tú nos confías.
Qué sepamos dar la vida como Tú por la
Iglesia: “Cristo amó a la Iglesia y dio su vida
por ella, purificándola con el baño de la
cruz, para presentarla limpia y pura al
Padre” (Ef 5,25-27). ¿Acojo a todos o tengo
acepción de personas?, ¿doy la vida por mi
hermano como Cristo o lo dejo perder? Que
yo te colabore Señor especialmente en
nuestros pueblos tan necesitados de
comunión y de fraternidad, que ojalá
podamos hacer ambientes de amor y de
fraternidad y no de problemas y de críticas
que puedas contar con toda mi entrega y
humildad para formar esta familia universal.
Viernes “Junto a María una
Fraternidad misionera”
Al igual que María estaba en la constitución
de la primera comunidad cristiana y ayudó a
los discípulos a ser fieles al llamado que se
les hacía (HCh 1,14), lo está junto a
nosotros en la construcción de la fraternidad.
La mayor enseñanza que nos das Mamá, es
escuchar la necesidad de Jesús y atenderle
en los hermanos. Tú, Madre, escuchaste el
grito de tengo sed de Jesús (Jn 19,26-29) y
le atendiste siendo fiel a la misión de velar
por sus discípulos. Jesús, hoy también nos
dice a nuestra comunidad “tengo sed
¡Cuántas tentaciones tenemos a lo largo del
camino: desistir, pensar que esta misión no
es eficaz, no creer en la comunidad,
mirarnos entre nosotros mismos y ver más la
pobreza, que la riqueza de cada uno! Tú
María, que estuviste la píe de la primera
comunidad y no te cansaste de los elegidos
del Señor, nos enseñas a no desistir, a
insistir, a dejar que el grito de tengo sed de
Jesús, cale tanto en nuestro corazón que no
podamos decirle que no. Mamá, ayúdanos
para que en comunidad seamos fieles al
carisma de anuncio de la Palabra, que
insistamos, enseñemos, amemos y demos la
Palabra de vida (2Tim 4,1-5). ¿Estamos
viviendo en fraternidad nuestro carisma de
la Palabra o qué hacer para crecer más y
ayudarnos? Que tú madre María, nos
acompañes en llegar a ser miembros vivos
en el cuerpo de Cristo que den vida con sus
hechos y palabras.
FRATERNIDAD MISIONERA VERBUM DEI
Hidalgo No. 120, Zona centro. Tel. 713-23-97