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Sobre la dificultad y el
deber de ser veraz
Martin Gray es el autor de un best-seller titulado Au nom de tous les miens (Robert Laffont,1971).
El libre se presenta coma un relato autobiogr‡fico "recogido por Max Gallo" en el que Martin
Gray contaba su vida en el ghetto de Varsovia y como edific— una fortuna operando en el mercado
negro. Explica largamente y con detalles su internamiento en el campo de Treblinka: describe en
particular las c‡maras de gas y su funcionamiento.
DespuŽs de la guerra, superviviente de la masacre, edific— en los USA una nueva fortuna
vendiendo antigŸedades falsas. Se cas—, se instal— en Francia y fue padre de cuatro hijos.
El 3 de Octubre de 1970 su mujer Dina y sus cuatro hijos murieron en un incendio forestal.
Algunos a–os m‡s tarde, a la edad de 55 a–os se cas— con una joven de 17 a–os. Segœn todas las
informaciones disponibles tiene una lujosa propiedad que los telespectadores franceses han tenido
la ocasi—n de ver, el 13 de agosto de 1975, en una emisi—n de "Antenne 2" realizada por Mr.
Jeannesson y precisamente consagrado a Martin Gray.
La explotaci—n de la credulidad
El golpe de gracia a la leyenda de Martin Gray, testigo de las c‡maras de gas y estrangulador
forzado de ni–os, le fue dado par un periodista brit‡nico de origen hœngaro: Gitta Sereny
Honeyman, autor, por su parte, de Into that Darkness (en traducci—n francesa: Au fond des
tŽn•bres, Deno‘l, 1975).
El 2 de noviembre de 1979, en un largo art’culo del New Statesman titulado "Nazis: las gentes que
blanquean a Hitler", se empleaba a fondo contra los autores revisionistas que negaban la existencia
de las c‡maras de gas. Pero reconoc’a que, sobre el tema de los campos de concentraci—n y
c‡maras de gas, exist’a una explotaci—n de la credulidad general. Hablando del libro de Jean
Michel sobre KZ de Dora escrib’a:
"El problema con libros como este es que son escritos por negros profesionales, procedimiento
especialmente apreciado par los franceses que no tienen ningœn deseo ni capacidad de depender de
la realidad. Son menos las exageraciones que el falso Žnfasis los que los descalifican. Peor aœn son
las falsificaciones parciales o completas como Treblinka de J-F Steiner o Au nom de tous les miens
de Martin Gray. En apariencia el libro de Steiner parece incluso justo: es un hombre de talento y
de convicci—n y es dif’cil ver c—mo se ha podido equivocar en Žste.
Pero lo que a fin de cuentas podr’a ser un putpurri de verdades y mentiras insulta a la vez a los
muertos y a los vivos. Fue necesario retirar de la venta la edici—n francesa original y volver a
publicar el libro cambiando los nombres. El libro de Gray, par su parte, era la obra del negro
("ghostwriter") Max Gallo que hab’a producido tambiŽn Papillon. DespuŽs de una investigaci—n
que he llevado a cabo por cuenta del Sunday Times a prop—sito del libro de Gray, Max Gallo
declar— fr’amente que hizo falta un largo cap’tulo sobre Treblinka parque hac’a falta "algo fuerte"
para atraer a los lecturas. Cuando le dije a Gray , "el autor" , que manifiestamente jam‡s hab’a
estado en Treblinka y que no hab’a podido escapar de all’, finalmente me dijo desesperado "ÀY
que m‡s da?. Lo importante era que Treblinka hab’a existido y era necesario escribir para mostrar
que ciertos jud’os hab’an sido heroicos".
El periodista afirmaba, en su art’culo del New Statesman:
"Es cierto que algunos jud’os han sido hŽroes. Pero las contraverdades tienen siempre importancia
y no s—lo porque es inœtil mentir cuando se dispone de tantas verdades terribles. Cada
falsificaci—n, cada error, es una ventaja para los neonazis".
Intoxicaci—n o desinformaci—n
Ser’a injusto agraviar a los telespectadores franceses en su credulidad as’ coma en su
complacencia gracias a un antinazismo de sex-shop. La radio y la televisi—n francesa vierten sobre
el consumidor tantas mentiras y tantas inmundicias par cuenta de los nazis que Žstos ya no son
considerados seres humanos sino monstruos dignos de todo punto de ser perseguidos por la
justicia vengativa hasta el fin de los tiempos.
Los medios de comunicaci—n franceses toman modelo, en este punto, del escritor inglŽs Orwell
quien en 1984 hablaba de cuartos de hora de odio organizados. Pero aqu’ se trata de jornadas
enteras de ataque constante contra el nazismo por cuenta de un Bousquet, de un Leguay, de un
Papon, de un Barbie, de un Touvier. Basta con mirar el art’culo firmado par M.B.R. aparecido en
Le Monde del 5 mayo 1983, pag 14, donde, bajo el t’tulo "Avant-premi•re judiciaire de l'affaire
Papon", el redactor reœne con toda tranquilidad las frases injuriosas y llenas de odio de Gilles
Perrault.
As’ se da libre paso al concurso general de odio. Se mata (1), se mutila (2), se riega con vitriolo
(3) y la justicia francesa no tiene nada que decir. Los manuales de historia est‡n plagados de
mentiras y de silencios.
Los opœsculos de un Christian Bernadac dan el tono. Los "mayores historiadores" inventan f‡bulas
impunemente y este fen—meno se da hasta en Tesis de Doctorado defendidas 37 a–os despuŽs de la
guerra.
El ejemplo del profesor de Historia Marcel Ruby es esclarecedor: Este pol’tico, desdoblado en
historiador, ha sostenido, el 15 de enero de 1979, ante un tribunal compuesto por RenŽ Remond y
Garden, profesor de la Universidad de Lyon-2, una tesis titulada La RŽsistance ˆ Lyon (editada par
L Hermes, Lyon). En su segundo tomo, pag 982, el autor habla de la Depuraci—n. Y afirma: "solo
una mujer fue ejecutada: la criminal que hab’a vendido a la Gestapo 22 bebes jud’os. Los
alemanes la pagaban 500 francos por cada uno antes de matarlos inyect‡ndoles bencina". Este
hecho que causa estupefacci—n, digne desde todos los puntos de vista del mito de los ni–os belgas
con las manos cortadas por los "feroces" ulanos de la I Guerra Mundial, es fr’amente rese–ado
como una verdad evidente: ni una sola nota, ni una identificaci—n de fuentes, ni una referencia, ni
un solo nombre aportado y por ningœn lado se ve la sombre de una prueba o demostraci—n. ÀPara
quŽ se iban a molestar los aspirantes a doctor?, despuŽs de todo ÀquŽ miembro del jurado osar’a
pedirles que tama–as acusaciones fuesen acompa–adas de pruebas?. Incluso un historiador famoso
y reputado honesto como Remond ha o’do esta acusaci—n sin pedir ninguna verificaci—n.
***
Max Gallo no se ha limitado a recoger las "confesiones" de Martin Gray. No parece m‡s
cuidadoso de las cifras y de la realidad cuando habla sobre Auschwitz. L’rico de la supercher’a,
parece haber batido todos los rŽcords en la estimaci—n sobre el nœmero de los muertos: hasta los
polacos y los soviŽticos han sido batidos ampliamente... para Gallo hubo en Auschwitz... 5
millones de muertos (L'Express,16 de junio 1975, pag 70). Ahora bien, la cifra real oscila en torno
a los 50.000 muertos, en un periodo de 5 a–os (4) y para toda la extensi—n del inmenso territorio
ocupado por Auschwitz y sus cuarenta campos subordinados.
La cifra de 50.000 basta, Àno es as’?
NOTAS
1- Asesinato de Fran•ois Duprat.
2- Linchamiento de Marc Fredicksen.
3- "Vitriolage" de Michael Caignet.
4 - El Servicio internacional de Bœsquedas, de Arolsen, dependiente de la Cruz Roja Internacional
las estima en 60.000 (comunicaci—n de M. Coquatrix). El servicio de Arolsen toma siempre la
precauci—n de afirmar que las cifras pueden ser revisadas y admiten impl’citamente los
gaseamientos aunque tampoco aporta ni hechos ni cifras.
RECRUDECE LA REPRESIîN
Hay un punto sobre el cual el presente libro puede aportar tanta informaci—n a los revisionistas
como a los anti-revisionistas: es el de la represi—n que padecen los primeros por culpa de los
segundos.
Cada revisionista recibe sus buenas palizas y sabe lo que le est‡ costando expresarse sobre un
tema tabœ; pero no siempre tiene conciencia de lo que a la misma hora padecen sus semejantes en
otros pa’ses. En cuanto a los anti-revisionistas, suelen minimizar sistem‡ticamente la amplitud de
sus actos represivos; s—lo les duelen sus propios tormentos, comparables a los de Torquemada y de
los Grandes Inquisidores: necesitan golpear, golpear siempre; se les cansa el brazo, se acalambran,
sufren, gimen; encuentran que si a alguien hay que compadecer, es a los verdugos; se tapan ojos y
o’dos para evitar ver y o’r a todas sus v’ctimas. A veces incluso se sorprenden, tal vez de buena fe,
cuando se les presenta la lista de los revisionistas a los que lograron destruir en su vida personal,
familiar o profesional, arruinar con multas y encerrar en la c‡rcel, herir de gravedad, vitriolar,
matar, empujar al suicidio, mientras que a la inversa no se podr’a alegar un solo caso en que un
revisionista le haya tocado un solo pelo a uno de sus adversarios.
Hay que decir que la prensa procura disimular lo m‡s posible los efectos de esta represi—n
generalizada. En Francia, el diario Le Monde tiene la particularidad de silenciar ciertos horrores
que hubieran levantado desfiles de protesta y manifestaciones de todo tipo en el mundo entero si
jud’os anti-revisionistas al estilo de Vidal-Naquet hubieran sido las v’ctimas.
A lo sumo, lo mejor que se puede esperar de los ap—stoles de la Shoah ser‡ una advertencia contra
los excesos del anti-revisionismo que podr’an da–ar la imagen de los jud’os y la causa sagrada de
la Shoah.
En la oleada de las ultim’simas medidas de represi—n contra los revisionistas mencionaremos en
Francia la revocaci—n para la Educaci—n Nacional de Michel Adam, profesor de historia y
geograf’a en un colegio secundario en Breta–a; con cincuenta y siete a–os, y cinco hijos que criar,
se encuentra privado de cualquier recurso o indemnizaci—n. En cuanto a Vincent Reynouard,
profesor revocado tambiŽn, el tribunal de Saint-Nazaire le acaba de condenar el 10 de noviembre
de 1998 a tres meses de prisi—n m‡s diez mil francos de multa por la difusi—n del Informe Rudolf;
con veintinueve a–os, padre de tres hijos peque–os, se halla sin recursos as’ como su esposa. En
Francia igualmente, est‡ el caso del pastor protestante Roger Parmentier, excluido del Partido
Socialista por haber apoyado ante un tribunal a Roger Garaudy mientras Jean-Marie Le Pen est‡
siendo procesado, en Francia y en Alemania, por una declaraci—n anodina sobre "el detalle" de las
c‡maras de gas. (9)
En Barcelona, el 16 de noviembre, por demanda del Centro Simon Wiesenthal, SOS Racismo-
Espa–a, las dos comunidades israelitas de la ciudad y el movimiento jud’o liberal espa–ol, el
librero Pedro V‡rela ha sido condenado a cinco a–os de prisi—n por "negaci—n del Holocausto" e
"incitaci—n al odio racial" por escrito. TambiŽn se le ha condenado a una multa de treinta mil
francos y pesados gastos de justicia. Los 20.972 libros y cientos de cassettes que componen el
fondo de su librer’a ser‡n destruidos... por el fuego. Su librer’a hab’a sido objeto de atentados e
incendios; varias veces lo hab’an agredido a Žl y a la empleada. Y se dice que ahora el Centro
Sim—n Wiesenthal estar’a intentando obtener la anulaci—n del doctorado concedido a Pedro V‡rela
hace m‡s de diez a–os. (10)
En Alemania, se secuestran y se queman cada d’a m‡s escritos revisionistas. Gary Lauck
(ciudadano norteamericano extraditado por Dinamarca hacia Alemania), Gunther Deckert y Udo
Walendy siguen presos y se van a sentir dichosos si no se les prolonga la prisi—n bajo cualquier
pretexto [Lauck ha sido liberado en 1999, despuŽs de cumplir hasta el œltimo d’a de su condena.
N. del t.]. Erhard Kemper, de Munster, despuŽs de un a–o de prisi—n y amenazado con nuevas
penas largas que lo mantendr’a preso posiblemente hasta el fin de sus d’as, ha tenido que
refugiarse en la clandestinidad. Otros alemanes o austr’acos viven exiliados.
En Canad‡, el calvario de Ernst ZŸndel y sus amigos sigue, ante uno de esos tribunales ad hoc,
llamados "comisiones de derechos humanos", en que se ven pisoteados los derechos normales de
la defensa; por ejemplo, all’ est‡ prohibido demostrar que lo que uno ha escrito corresponde a una
verdad comprobable; a estas comisiones no les interesa la verdad; lo œnico que les interesa es
Ásaber si lo que est‡ escrito lastima a algunos! Otras comisiones especiales vinculadas con el
Intelligence Service de Canad‡ toman sus decisiones a puertas cerradas y sobre la base de
expedientes no comunicados a los interesados, en caso de que sean revisionistas. En 1999, Ottawa
adoptar‡ una ley anti-revisionista que autorizar‡ a la polic’a a secuestrar en domicilios privados
cualquier libro o material que pueda propagar el revisionismo, segœn la polic’a misma; esta misma
ley estipular‡ que los tribunales alinear‡n su pr‡ctica sobre la de las comisiones ad hoc y ya no le
permitir‡n al acusado defenderse invocando la verdad de lo que escribe. (11)
En el mundo entero las asociaciones jud’as multiplican iniciativas con vistas a la adopci—n de una
ley anti-revisionista espec’fica. Hace poco, en ocasi—n de una conferencia reunida en Sal—nica, la
Asociaci—n internacional de abogados y juristas jud’os ha reclamado la instauraci—n de semejante
ley en Grecia y ha dado a conocer que organizar’a conferencias idŽnticas en m‡s de veinte pa’ses
m‡s. (12)
EL DEBER DE RESISTENCIA
Cualesquiera puedan ser las tempestades y vicisitudes presentes o venideras, el historiador
revisionista debe mantener el rumbo. Al culto de una memoria tribal fundada sobre el miedo, la
venganza y el lucro, le sobrepondr‡ la bœsqueda obstinada de la exactitud. De esta manera, sin
quererlo siquiera, le rendir‡ la debida justicia a todos los sufrimientos de todas las v’ctimas de la
segunda guerra mundial. Y desde ese punto de vista, Žl ser‡ quien evite cualquier discriminaci—n
por la raza, la religi—n, la comunidad. Por encima de todo, rechazar‡ la impostura suprema con la
que culmin— el conflicto : el proceso de Nuremberg, el de Tokio y mil otros juicios de la
postguerra en oportunidad de los cuales hoy en d’a aœn, sin tener que rendir la menor cuenta de sus
propios cr’menes, el vencedor se atribuye el derecho de perseguir y condenar al vencido.
En contra de la visi—n rom‡ntica de Chateaubriand, al historiador no le corresponde "la venganza
de los pueblos", ni mucho menos la venganza de un pueblo que se pretende elegido por Dios.
Sobre cualquier tema, el historiador en general y el historiador revisionista en particular no tienen
otra misi—n que la de comprobar si es exacto lo que se dice. Se trata de una misi—n elemental,
evidente pero -- por lo que ense–a la experiencia -- peligrosa.
NOTAS
(1)Bernard Lazare, El antisemitismo ... primera p‡gina del cap’tulo primero
(2)id., p. 27
(3)A. Kaspi, Los jud’os durante la Ocupaci—n, p. 109, n.27.
(4) A veces he o’do decir que puede costarle m‡s caro a un jud’o que a un no jud’o el profesar el
revisionismo. Los hechos desmienten este aserto. Ningœn jud’o ha sido condenado judicialmente
por revisionismo, ni siguiera Roger-Guy Dommergue (Polacco de Menasce) quien desde hace
a–os, multiplica los escritos m‡s vehementes sobre lo que llama las mentiras de sus "congŽneres".
Hasta ahora no se han atrevido a aplicarle la ley Pleven (1972) ni la ley Fabius-Gayssot (1990).
Conviene no obstante recordar el caso el joven revisionista americano David Cole que muestra
hasta quŽ grado de violencia algunas organizaciones jud’as pueden acudir a fin de callar a los
jud’os que han tomado partido por la causa revisionista.
(5) Un investigador independiente que no pretende ser revisionista puede indirectamente aportarle
mucho al revisionismo simplemente por la calidad de su trabajo. Solamente darŽ el nombre de
Jean Plantin, responsable de una publicaci—n cuyo t’tulo de por s’ indica el car‡cter erudito :
Akribeia -- que es como se llama esta publicaci—n bianual -- significa "exactitud", "cuidado
minucioso", que ha dado al francŽs la palabra "acribie" (cualidad del erudito que trabaja con un
cuidado extremo). AKRIBEIA, 45/3 route de Vourles, 69230 Saint Genis Laval. [En espa–ol:
"cribar : Limpiar una cosa no material de impurezas o cosas no estimables". Akribeia ha empezado
a publicar las investigaciones de Enrique Aynat].
(6)VŽase el pertinente an‡lisis de Guillermo Coletti "The Taming of Holocaust Revisionismo"
[Amaestrando el revisionismo del Holocausto].
(7)"El olvidar no es nuestra virtud principal" (dijo el presidente del Consistorio de Toulouse,
segœn Le Figaro, 9 de octubre de 12997, p.10).
(8) S. Thion es entre otras cosas autor de una obra revisionista que lleva por t’tulo luminoso Une
allumette sur la banquise [Una cerilla en el banco de hielo]. Aœn si su contenido puede ser
dinamita, un trabajo revisionista tal vez no aporte en definitiva m‡s calor ni claridad que una
cerilla "en la noche polar, sobre el banco de hielo de las ideas congeladas" (p. 90).
(9) [ En Francia el propio Robert Faurisson es el que suma m‡s condenas, en forma de multas
astron—micas. Adem‡s sufri— seis atentados; la revista Le choc du mois, que le hab’a entrevistado
en 1989 a ra’z de una golpiza que le inutiliz— una pierna, y en 1990 en torno a la votaci—n de la ley
Gayssot, tuvo que dejar de aparecer, a ra’z de la elevad’sima multa que le toc— tambiŽn. Le sigue a
Robert Faurisson en el rŽcord de la persecuci—n el editor de "La Vieille Taupe" Pierre Guillaume,
que adem‡s de las agresiones e innumerables multas ha cumplido dos meses de "trabajos de
utilidad pœblica" en el mismo palacio de justicia. Desde la salida del libro de Roger Garaudy,
abundantemente multado tambiŽn, dos libreros han entrado en el ciclo de atentados y procesos
(Librairie du Savoir, 5 rue Malebranche, 75005 Par’s, y Espace Ulysse, 341 rue Georges-Bonnac,
33000 Bordeaux).
(10) Ver "Un librero espa–ol condenado por "apolog’a del genocidio", Le Monde, 19 de
noviembre de 1998, p.3; Emmanuel Ratier, Faits et Documents, 1 de diciembre de 1998, p.12.
(11) Ver "Crackdown on hate materials planned", National Post, 25 de noviembre de 1998.
(12) Ver Athens News, 28 de junio de 1998, p.1.