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Burocracia y racionalidad política en la gubernamentalidad neoliberal

SACHIS, Pablo Ezequiel


Universidad Nacional de Córdoba
Eje: 6. Subjetividades políticas. Poder y potencia en la trama neoliberal.

En lo que se refiere a las relaciones entre los hombres numerosos


factores determinan el poder. Y sin embargo su racionalización no cesa
de desarrollarse y adopta formas específicas. […] El gobierno de los
hombres por los hombres –ya formen grupos modestos, ya se trate del
poder de los hombres sobre las mujeres, de los adultos sobre los niños,
de una clase sobre otra, o de una burocracia sobre una población–
supone una cierta forma de racionalidad y no una violencia
instrumental.

Michel Foucault, Omnes et singulatim:


hacia una crítica de la razón política

Introducción

El fenómeno burocrático ha sido representado desde sus inicios con una tonalidad
crítica y peyorativa. Sin embargo, el sociólogo y jurista alemán Max Weber intentó
comprender y describir la dominación burocrática en términos ideales. En contraste con
esta concepción ideal, podemos encontrar un conjunto de críticas y denuncias que se
hallan tanto en los planteos de Weber, en la literatura de la época (Kafka, por ejemplo),
como en autores posteriores provenientes de corrientes marxistas y funcionalistas. Más
adelante en el tiempo, hacia mediados de la década de 1970, Michel Foucault emprendió
un análisis genealógico de las relaciones de poder en Occidente, dirigiendo la atención
peculiarmente en ámbitos locales diferenciados (la clínica, la institución psiquiátrica, la
prisión). Hacia finales de la misma década, el pensador francés se dedicó a desentrañar
las técnicas, los mecanismos y los dispositivos biopolíticos que operaban en el marco de
las prácticas gubernamentales neoliberales. Se pueden detectar un conjunto de elementos
que funcionan como nexo entramando los dispositivos biopolíticos neoliberales con
ciertos fenómenos propios de la dominación burocrática. Se trata de las denominadas
racionalidades políticas, que contienen e implican especificidades propias en cada uno de
los ámbitos en las que se despliegan. En este contexto, la burocracia puede ser concebida
como un tipo específico de racionalidad política que opera de modos particulares en el

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marco del neoliberalismo y que produce y configura subjetividades determinadas –o
cuanto menos, fuertemente condicionadas.
Considerando el breve preámbulo precedente, pasaremos a describir el modo en que
se organizará el presente trabajo. En primer término, se llevará a cabo un sintético
recorrido por diversas concepciones que sobre la burocracia se han desarrollado. En
segundo lugar, se plantearán las cuestiones abordadas por Foucault en lo concerniente a
las relaciones de poder, las prácticas gubernamentales, el neoliberalismo como marco de
inteligibilidad de la técnica biopolítica y el tema de las racionalidades políticas. En tercer
lugar, se indagará y formulará una concepción diferente del fenómeno burocrático en
torno de las prácticas neoliberales y los tipos de subjetividades que se generan. Por último,
teniendo en cuenta el desarrollo del trabajo, emergerán ciertas conclusiones e
intentaremos al menos esbozar un plan de resistencia posible, sin caer en utopías ni en
ambiciones elevadas o absurdas.

I. El fenómeno de la burocracia: abordajes y tensiones

Es de amplio conocimiento, al menos en el mundo de la sociología académica y en


lo que concierne al análisis de las organizaciones, la proveniencia de la raíz etimológica
de la palabra ‘burocracia’. El concepto de bureaucratie fue utilizado por primera vez
hacia mediados del siglo XVIII por el economista francés, próximo a la escuela fisiócrata,
Vincent de Gournay. En esa época, previa a la Revolución Francesa, se consideraba con
un matiz irónico y hasta despectivo la designación ilegítima de los cargos públicos por
parte de la monarquía en decadencia. Bureau primeramente significaba escritorio, y luego
adquiere la acepción de oficina o despacho; la segunda parte, -cratie, proviene del griego
krátos, es decir, gobierno (Gallino, 2005: 81-85). De manera tal que la burocracia, de
acuerdo a su raíz etimológica, radicaría en el gobierno de los burócratas desde el
escritorio, desde oficinas o despachos.
Si bien la etimología clarifica la proveniencia del término y nos aporta elementos
para su comprensión, el problema del poder burocrático es mucho más complejo, más
aun, considerando su especificidad moderna, su carácter eminentemente racional, su
desprendimiento de la autoridad legal, su relación con el Estado, el capitalismo y los
modelos organizativos en la administración pública y en las empresas. Estos elementos
son los que ha analizado y presentado Max Weber, sobre todo en su obra capital y de
aparición póstuma, Economía y sociedad.

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Weber sitúa a la burocracia como el tipo más puro de la dominación racional legal.
La legalidad, que Weber describe como la forma más corriente en que se manifiesta la
legitimidad –aunque no debe confundirse con la misma–, radica en “la obediencia a
preceptos jurídicos positivos estatuidos según el procedimiento usual y formalmente
correctos” (Weber, 1964: 30). Recordemos que la legalidad, además de ser una categoría
fundamental de la sociología weberiana, es la expresión de uno de los modos en que se
despliega la dominación pretendidamente legítima (junto con la carismática y la
tradicional). Esta dominación, que consiste en la probabilidad de encontrar obediencia en
un grupo determinado, dominación de hombres sobre hombres, requiere casi siempre de
un cuadro administrativo.
La manera más racional en que se despliega este cuadro administrativo con
pretensiones de legitimidad, y que concierne a la época moderna es la dominación legal
con administración burocrática. Veamos, a grandes rasgos, algunas ideas características
de esta dominación legal.
Los principios fundamentales de la dominación burocrática, según los expone
Weber en Economía y sociedad, específicamente en la sección “III. Esencia, supuestos y
desarrollo de la dominación burocrática”, son los siguientes. En primer término,
atribuciones oficiales fijas ordenadas mediante reglas, leyes o un reglamento
administrativo. En segundo término, encontramos la tramitación jerárquica, en la cual
“rige el principio de la jerarquía funcional y de la tramitación, es decir, un sistema
firmemente organizado de mando y subordinación mutua de autoridades” (Weber, 1964:
717). En tercer término, todo tipo de administración moderna está basada en documentos
(expedientes) y en un cuerpo de empleados y escribientes. En cuarto lugar, el aprendizaje
profesional es un componente indispensable de la administración burocrática
especializada. Por último, dos principios que están conectados el uno con el otro son los
siguientes: la consideración del rendimiento del funcionario y las normas generales que
son susceptibles de ser aprendidas en el marco burocrático. Algo que atraviesa todo el
cuerpo burocrático es el reglamento, el cual debe ser acatado ineludiblemente por
funcionarios y profesionales especializados.
Resumiendo lo anterior, la administración burocrática, considerada en términos
ideales, incluye un principio de jerarquía administrativa, reglas, técnicas y normas,
organización estructurada, formación profesional, los funcionarios que componen el
cuadro administrativo, impersonalidad, dominación por medio del saber. El sociólogo
alemán expresa que este modo de administración racional procura precisión, continuidad,

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disciplina, rigor, “calculabilidad”, un reglamento al cual acatarse. Es de relevancia para
Weber detectar que en la burocracia se ha encontrado una superioridad técnica con
respecto a cualquier otro tipo de organización y esa es la razón por la cual prevalece.
Además de esta descripción acudiendo a conceptos de tipo ideal, Weber señala
ciertos aspectos que exceden a lo meramente descriptivo. Como ya hemos aludido, la
superioridad técnica es el rasgo que permite que el tipo de organización burocrática se
imponga sobre cualquier otro. Y, en este sentido, es relevante la previsibilidad o el cálculo
preciso del resultado, todo lo cual se consigue en mayor grado cuanto más se
“deshumaniza”, señala Weber (1964: 732). Se trata de la eliminación de los elementos
sensibles personales, del amor, del odio, de todo aquello que resulte irracional y que
accione en detrimento del cálculo.
Además, el progreso de lo burocrático se halla en íntima conexión con el
capitalismo puesto que “La empresa capitalista moderna descansa internamente ante todo
en el cálculo” (Weber, 1964: 1061) y se sirve de una justicia y una administración que
son pasibles de cálculo y previsión racional tal “como puede calcularse el rendimiento
probable de una máquina” (1062). Weber describe el ascenso en todas partes de este modo
de organización burocrática profesional, racional y especializada presente en las
asociaciones humanas. “El futuro es de la burocratización” (Weber, 1964: 1072), declara
el sociólogo con un tono quizá un tanto determinista y pesimista, o, cuanto menos,
advirtiendo un fuerte condicionamiento para el porvenir de la civilización occidental.
El autor alemán declara, no tan sólo que la burocracia está en ascenso y en
expansión en medio del capitalismo, sino que esta burocratización se erige como una
forma de dominio difícil de destruir. Veámoslo en palabras del autor:

Una burocracia muy desarrollada constituye una de las organizaciones sociales de más
difícil destrucción. […] Allí donde se ha llevado íntegramente a cabo la
burocratización del régimen de gobierno se ha creado una forma de relaciones de
dominio prácticamente inquebrantable (Weber, 1964: 741).

Si bien este fragmento tiene que ver con la burocratización de un régimen particular de
gobierno, a saber, la democracia de masas que describía Weber, queda cristalizado el
poder petrificante que este tipo de administración racional impone a una organización.
La burocracia, con su sistema de reglas impersonales, con el deber de acatar el
reglamento y atenerse a los expedientes obedeciendo una jerarquía determinada, con la
exigencia de formación profesional, se erige como una forma de dominio y de

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organización silenciosa y a la vez determinante. Esta forma de dominio racional-legal,
que consiste en un saber/poder ejercido por profesionales y funcionarios especializados
desde oficinas o despachos, se ha tornado determinante para la vida a partir de mediados
del siglo XIX. De este modo, la administración burocrática, siguiendo a Weber, es un
modo de organización en permanente ascenso y progresión que opera como una máquina
viva. Esta máquina –y aquí se puede advertir el tinte fatalista (pero realista) que
encontramos entrelíneas en los escritos weberianos– se erige como una estructura de
dominio prácticamente inquebrantable.
Las teorías de la burocracia que han predominado a lo largo del siglo XX en su
mayoría son herederas y deudoras de ciertos planteos de Marx y, primordialmente, de
Weber. Pueden encontrarse, a grandes rasgos, dos tradiciones diferentes que han
abordado directa o indirectamente el tema de la burocracia. Por un lado, hay teorías que
se apoyan en supuestos marxistas que postulan, en resumidas cuentas –puesto que hay
matices–, que la burocracia es un sistema parasitario de dominación de clase y que los
burócratas son representantes de una élite. Por otro lado, existen teorías que son más bien
deudoras de un análisis sociológico estratégico y, además, retoman los postulados de Max
Weber para elaborar su propia postura sociológica funcional.
Dentro de la tradición del materialismo dialéctico, encontramos a los padres
fundadores, Marx y Engels. Más adelante, hallamos hacia principios del siglo XX
pensadores y activistas tales como Lenin y Trotsky, los cuales llevaron a cabo una
revitalización de la denuncia de la burocracia en cuanto cuerpo parasitario de la sociedad.
Por otro lado, podemos localizar vestigios de análisis sobre la burocracia en algunos de
los representantes de la Escuela de Frankfurt (Marcuse, Horkheimer, Habermas). No hay
en estos pensadores una especie de ‘teoría marxista de la burocracia’, pero sí análisis
críticos en los que la burocracia aparece en conexión con el capital, la mercancía, los
instrumentos técnicos, los medios de producción, la ideología, la enajenación. En la
Teoría crítica hallamos un recorrido transversal, indirecto y discontinuo de la cuestión de
la burocracia.
Por otra parte, numerosos y significativos estudios sobre la burocracia han sido
producto, en el terreno de la sociología, de la vertiente funcionalista. Destacamos la
relevancia de un conjunto de estudios que se han llevado a cabo en las décadas de 1950
y, sobre todo, de 1960 por tratarse estrictamente de las primeras sistematizaciones
sociológicas de la problemática en cuestión. Entre los máximos exponentes de esta
corriente encontramos a Robert K. Merton, Peter Blau y Michel Crozier. A grandes

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rasgos, la sociología funcionalista y estratégica se ha abocado a una pretendida
descripción y explicación del funcionamiento –que entraña disfunciones– de la
administración racional.

II. Racionalidades políticas en el marco del neoliberalismo

El pensador francés Michel Foucault no abordó de manera directa y explícita la


problemática de la burocracia. Sin embargo, prácticamente en todos sus trabajos
genealógicos hace un uso exhaustivo de archivos, documentos, expedientes, reglamentos
administrativos, todo lo cual compone y es parte fundamental de las relaciones de poder
que analiza, circunscriptas a determinado momento y contexto local. Además, sus análisis
en torno a la cuestión del neoliberalismo no fueron llevados a cabo de una manera clásica.
No se ubicó del lado de una defensa del liberalismo, como tampoco fue un crítico
convencional de la ideología liberal. Más bien se situó en un sector límite, como analítico
crítico de las relaciones de poder, de las prácticas concretas de gobierno, de los
mecanismos y las técnicas de poder que se despliegan en el marco del neoliberalismo.
En el curso dictado en el Collège de France en 1979, titulado Nacimiento de la
biopolítica, el gobierno de los hombres será tratado como ejercicio de la soberanía
política. Lo que Foucault pretende estudiar en el curso en cuestión es el modo en que se
establecieron determinadas prácticas de gobierno, sus objetos, reglas y objetivos
desplegados para gobernar de la mejor manera posible. “En suma, es el estudio de la
racionalización de la práctica gubernamental en el ejercicio de la soberanía política”
(Foucault, 2010: 17), asevera al inicio del curso. Foucault expresa que por
“gubernamentalidad” entiende “la manera de conducir la conducta de los hombres”
(2010: 218) y propone que sea utilizada como grilla de análisis de las relaciones de poder.
Sin lugar a dudas, se trata de un estudio sobre el modo en que se gobierna a la población
y, de modo concreto, la manera en que se dirige la conducta de los sujetos.
Leyendo la transcripción del curso en su totalidad, podemos percibir que ese
abordaje sobre el arte de gobierno que realiza el pensador francés tiene como objetivo
desechar un análisis del liberalismo como si fuese una teoría, una ideología, un mero
modo de pensar reflexivo o una manera de representarse la sociedad. Foucault lleva a
cabo el análisis del liberalismo considerándolo como una práctica, como un arte de
gobierno específico de la sociedad occidental contemporánea. Se trata del liberalismo
entendido como gubernamentalidad que limita las cuestiones de la verdad y de lo público,

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que se pregunta, en el marco de la simplificada disputa entre Estado y sociedad civil,
“¿por qué hay que gobernar?”. Foucault expresa que el liberalismo efectúa una
autolimitación de la práctica gubernamental y que propone un juego paradójico entre la
libertad, los intereses individuales y los mecanismos de seguridad. La problemática del
liberalismo fue estudiada por Foucault como marco de inteligibilidad en el cual se
despliega la biopolítica. De hecho, en un principio el abordaje del liberalismo dentro del
curso Nacimiento de la biopolítica iba a servir como marco introductorio del problema
de la biopolítica, valiendo como explicación contextual de la emergencia moderna del
vínculo entre política y vida. Sin embargo, Foucault termina dedicándose a un estudio
exhaustivo del liberalismo, inmiscuyéndose en sus vertientes liberales contemporáneas
concretas, a saber, el ordoliberalismo alemán y el neoliberalismo estadounidense. Entre
tantos datos proporcionados por el pensador francés es importante retener que el
liberalismo como práctica de gobierno constituye la condición de inteligibilidad de la
biopolítica.
Con fines esclarecedores nos conduciremos brevemente a una conferencia dictada
en 1979 por Michel Foucault en Vermont, la cual se titula “Omnes et singulatim: hacia
una crítica de la razón política”. Aquí, el autor francés comienza expresando que, a partir
del siglo XIX, el pensamiento occidental ha manifestado una inquietud por la relación
que confusamente se avizora “entre una sociedad proclive a la racionalización y
determinadas amenazas que recaían sobre el individuo y sus libertades, sobre la especie
y su supervivencia”(Foucault, 1996: 266). En lugar de efectuar un juicio o un “proceso”
a la razón, lo cual resulta estéril según Foucault, sugiere otra forma de estudiar las
relaciones que existen entre la racionalización y el poder. De este modo, el autor
proporciona un conjunto de ítems para el abordaje de esta relación entre razón y política,
de los cuales consideraremos los dos primeros por el interés del tema. En primer término,
señala que es imprudente hablar de racionalización de la sociedad o de la cultura como si
fuese un todo; más bien se trata de analizar ese proceso en los diferentes ámbitos en que
se despliega. Esto se corresponde con el estudio meticuloso de la locura, la enfermedad,
la sexualidad, el crimen, experiencias relacionadas pero que contienen cada una su
especificidad. En segundo lugar, y esto resulta de suma importancia, Foucault afirma que
la utilización del término racionalización resulta peligrosa. Esto es así puesto que se
implementa un criterio normativo de adecuación o no a determinados principios de
racionalidad, y lo que pretende Foucault es desentrañar un tipo específico de racionalidad
que opera, en este caso, en las relaciones de poder, en los modos de gobernar la conducta.

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Así, en lugar de tratarse de un proceso de racionalización general y unidireccional,
Foucault indaga acerca de la racionalidad específica de determinadas tecnologías de
poder en una línea temporal y en un contexto preciso.
Con este estudio genealógico Michel Foucault muestra las formas específicas de
racionalidad política (poder pastoral, razón de Estado y policía) que atraviesan y
constituyen al Estado moderno, el cual opera como factor de individualización y,
simultáneamente, de totalización. Además, pretende desentrañar y poner en cuestión la
historia de esa “racionalización” del poder que no cesa de desarrollarse en las sociedades
occidentales y que adopta formas específicas. Una de las formas que adquiere ese
gobierno de los hombres por los hombres es el de una burocracia que administra una
población (ver epígrafe al inicio). De esta manera, la burocracia puede ser comprendida
como una forma específica en la que se manifiesta la racionalidad política en Occidente.

III. Burocracia entendida en términos de racionalidad política

Debemos considerar que la burocracia atraviesa los diversos ámbitos de la sociedad,


tornándose en un modo de administración pretendidamente eficiente que se inmiscuye en
los mecanismos del Estado, en las instituciones públicas y privadas, en el ámbito
económico y financiero, en el mundo del derecho, como en todo tipo de organización
compuesta por un cuadro administrativo. La burocracia es un tipo específico de poder que
estructura la sociedad. El poder burocrático no es un gran fantasma abstracto, sino que
está compuesto por determinadas formas de dominio, mecanismos, dispositivos, técnicas
y tecnologías de poder que son concretos y singulares.
El sistema de organización burocrático se ha erguido como un modo de dominio
sigiloso que utiliza reglas y normas impersonales en la búsqueda de una organización
racional, precisa y eficiente. Así, la burocracia no es meramente el aparato del Estado
compuesto por funcionarios especializados, no es sólo un tipo ideal de dominio y de
organización legal, sino que es un arte de gobierno que impregna las instituciones de
diversa índole (estatales y privadas), el mundo industrializado del mercado, la
producción, el intercambio y los negocios, como tantos otros ámbitos de la vida de
Occidente. La burocracia es un arte de gobierno que procura, de manera racional y
ateniéndose a un conjunto de reglamentos establecidos, el orden y la organización de una
población y de individuos en una coyuntura determinada. Este modo racional de ejercer
dominio organizado puede extenderse desde el poder del Estado, pasando por las

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instituciones no-estatales, el universo de la industria y de los negocios, hasta llegar a cada
individuo singular.
La administración burocrática, cuanto menos desde mediados del siglo XVIII, se
ha convertido en un factor primordial en la sigilosa conformación de las subjetividades
organizadas en las sociedades occidentales. La burocracia, como mecanismo de poder y
como forma específica de dominio y de administración racional, diagrama la composición
de las subjetividades de una población determinada. Pero lo más importante en la
actualidad es que esa administración racional atraviesa los mecanismos de poder sigilosos
e intangibles propios del neoliberalismo y del capitalismo financiero. El fenómeno de la
burocracia ha ido mutando a lo largo de los años y ya no consiste, como en sus orígenes,
en un cuadro organizativo elitista propio de la administración pública estatal. Por el
contrario, el neoliberalismo, en sus diversas prácticas gubernamentales, hace uso de
instrumentos burocráticos, se sirve de “especialistas” y de profesionales y opera sobre el
mercado de una manera para nada arbitraria. A su vez, genera numerosos efectos de poder
y financieros que influyen de manera directa en el diagrama de las poblaciones (por
ejemplo, agudizando la inequidad y aumentando la brecha entre ricos y pobres, tanto en
término cuantitativos como cualitativos). Cada una de las decisiones, las obras, las
operaciones y las maniobras de los mercados y de los gobiernos son inconcebibles en el
marco del neoliberalismo sin una administración racional eficiente, precisa y calculada.
Esto no implica que las consecuencias y los efectos reales de poder sean deseables ni
benéficos para todos y cada uno de los miembros de una población determinada.

Consideraciones finales

Según lo planteado respecto a las características de la dominación burocrática, la


racionalidad política y el neoliberalismo, podemos llegar a la conclusión de que las
prácticas gubernamentales neoliberales operan por medio de una administración racional
en la búsqueda de ciertos resultados. Uno de los factores –entre tantos- que hemos de
destacar es el rasgo deshumanizante que aúna a la burocracia sumamente rígida y
despersonalizada con el capitalismo financiero. Aunque haya mucho por analizar, parece
evidente que las prácticas neoliberales (gubernamentales, empresariales, financieras, de
mercado) agudizan el factor deshumanizante que conlleva tanto el capitalismo financiero
como la administración burocrática impersonal. Lo que adquiere mayor relevancia por

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sobre los individuos humanos son los reglamentos, los procedimientos administrativos
(con vectores informáticos de por medio), ciertos hechos y sucesos de índole financiero.
Las prácticas neoliberales, extendidas hoy en día en el mundo entero, parecen darle
un gran impulso a esa gran máquina muerta que es el capitalismo del que hablaba Weber,
que junto con la máquina viva de la burocracia forjarían la servidumbre del futuro1. Esas
célebres, aunque temibles palabras de Max Weber hacia principios del siglo XX,
adquieren realidad visible y tangible en la actualidad, en medio de un capitalismo
financiero que en principio no tiene flaquezas y que es impenetrable, intocable, en gran
parte por su carácter intangible. Además, el neoliberalismo le otorga vida, potencia y
poder a esa gran máquina muerta del capitalismo, generando efectos concretos en la vida
de los sujetos.
La alternativa a la opresión, muchas veces enmascarada, que ejercen el capitalismo
financiero y el neoliberalismo, puede encontrarse en prácticas de resistencia locales y
situadas ya existentes y por generar. A su vez, la reflexión crítica ha de ser estimulada y
llevada a la práctica tanto en ámbitos académicos como en cada uno de los espacios en
los que nos desempeñamos en la vida social. De esta manera, reflexión crítica y
resistencia fáctica son elementos a tener en cuenta y a desarrollar efectivamente en medio
de las opresiones del capitalismo, del neoliberalismo y de la administración burocrática
racional.

Bibliografía

Blau, P., (1962). La burocracia en la sociedad moderna, Buenos Aires: Paidós.


Crozier, M., (1969). El fenómeno burocrático. Ensayo sobre las tendencias burocráticas
de los sistemas de organización modernos, Buenos Aires, Amorrortu.
Foucault, M., (1996). “Omnes et singulatim: hacia una crítica de la razón política”, en La
vida de los hombres infames, La Plata: Altamira.
Foucault, M., (2010). Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-
1979), Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

1
El conjunto de fuertes aseveraciones de Weber (1964: 1074) en torno a la relación entre capitalismo y
burocracia son las siguientes: “Una máquina inerte es espíritu coagulado. Y sólo el serlo le da el poder de
forzar a los individuos a servirla y de determinar el curso cotidiano de sus vidas de trabajo de modo tan
dominante como es efectivamente el caso de la fábrica. Es espíritu coagulado asimismo aquella máquina
viva que representa la organización burocrática con su especialización del trabajo profesional aprendido,
su delimitación de las competencias, sus reglamentos y sus relaciones de obediencia jerárquicamente
graduados. En unión con la máquina muerta, la viva trabaja en forjar el molde de aquella servidumbre del
futuro a la que tal vez los hombres se vean algún día obligados a someterse impotentes”.

10
Gallino, L., (2005). Entrada “burocracia”, en Diccionario de sociología, Buenos Aires:
Siglo XXI Editores, pp. 81-85.
Merton, R. K., (1964). Teoría y estructura sociales, Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica.
Weber, M., (1964). Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, México:
Fondo de Cultura Económica.

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