La palabra inteligencia proviene del latín intellegere, término compuesto
de intel«capacidad» y legere «adaptar, escoger». La inteligencia permite elegir las
mejores opciones para resolver una cuestión, siendo así, el individuo posee la capacidad de aprender de las problemáticas de la vida cotidiana logrando predecir o moldear una mejor decisión de un futuro cercano partiendo de una situación pasada, puede ser relacionada con la percepción empírica dado que surgen nuevos retos a diario.
Se convirtió en el término medieval "intelligentia" para la comprensión. Sin
embargo, este término estaba fuertemente ligado a las teorías metafísicas y cosmológicas del escolasticismo teleológico, incluidas las teorías de la inmortalidad del alma y el concepto de Inteligencia Activa. Todo este enfoque del estudio de la naturaleza fue fuertemente rechazado por los primeros filósofos modernos como Francis Bacon, Thomas Hobbes, John Locke y David Hume que preferían la palabra conocimiento.[1]