Serie: Documentos
(JStuart Hall
et:i.Los hippies:
~ una contra- cultura
EDITORIAL ANAGRAMA
Título de la edición original:
The Hippies : an American "Moment"
(incluido en Student Power)
© Merlín Press Ltd.
Londres, 1969
Traducción:
Isabel Vericat
Maqueta de la colección:
Argente y Murnbrú
10 EDITORIAL ANAGRAMA
Calle de la Cruz, 44
Barcelona - 17
8
tos relevantes 1 • Muchos de estos contextos están
«al alcance del.público»: en este trabajo me ocupo
9
primordialmente de las mediaciones políticas. Si~
túo este fenómeno en el marco de la creciente
emergencia política de grupos y movimientos ra-
dicales entre la generación joven 2•
10
Quiero sugerir que los hippies y su forma de
vida no son el embrollo informe y amorfo ni la
confusión que parecen a primera vista. La forma
de vida y los valores y actitudes representadas y
proyectadas en ella tienen una consistencia y una
pauta. Es esta pauta, y su significado futuro, lo
que intento esclarecer. La forma de vida hippie
representa «definiciones de la situación» diferen-
tes y opuestas a las mantenidas como válidas y
legítimas en las consabidas aceptadas rutinas de
la sociedad de clase media americana: «Un islote
de significados desviacionistas en el mar de su
propia sociedad». La sociedad americana está po-
derosamente integrada alrededor de una maraña
de valores y actitudes -réconocimientos y confir-
maciones- que atan a los hombres al «sistema>>.
Esta matriz de valores, el orden normativo domi-
nante de la sociedad, no es -como muchos soció-
logos quisieran hacernos creer- fijo, inmutable y
estático: por el contrario (y es parte de mi argu-
mento) ha producido con el tiempo ~us propias
tensiones internas, contradicciones y conflictos
que ahora están siendo expresados abierta y vigo-
rosamente. Resta, sin embargo, una estructura de
valor comprehensiva. «El no-reconocimiento y las
contra-definiciones de las normas sociales son
siempre», nos recuerda Peter Berger, «potencial-
mente revolucionarias» 3• Pero ¿revolucionarias en
qué sentido? Pueden llevarnos a formas de pro-
testa y rebelión personal, desentendimiento que,
11
aunque contrapuesto al sistema establecido de va-
lores, es ante tqdo adaptativo al sistema: toda so-
ciedad tiene sus áreas de disidencia tolerada, sus
rebeldes y excéntricos que castiga, sus locos per-
mitidos. Yo diría que para que una formación tal
se convierta en potencialmente revolucionaria en
términos sociales debe reunir cuatro requisitos.
a) Las contra-definiciones deben estar localiza-
das y enraizadas socialmente. Como Berger tam-
bién señala:
12
contrarse donde normalmente tendemos a situar-
las.
d) Finalmente, deben ofrecer formas de ac-
ción, proyectos de vida, que incorporen estructu-
ras alternativas. La pregunta que se hace frecuen-
temente -los hippies ¿representan un desafío a
la sociedad, o simplemente un desentendimiento
respecto a ella?- ha de ser contestada en rela-
ción a estos cuatro requisitos.
No se puede dar una respuesta satisfactoria a
esta cuestión con los llamados análisis «objetivos»
o value-free. Los símbolos, valores expresivos,
creencias y actitudes, proyectos y aspiraciones de
un grupo como el de los hippies, constituyen, to-
mados en conjunto, un modo de estar-en-el-mundo
significativo y con sentido para ellos. AprendiendE>
a «leer» los significados de estos «signos» llega-
mos a entender la visión global del mundo 5 , la
13
weltanschauung, el proyecto, que organiza los ca-
bos sueltos y les da coherencia. Como observó
Sartre:
14
Slogans y creación de frases
15
por Timothy Leary: «Turn on, tune in and drop
out» (conectarse, sintonizarse y separarse) 8• Cada
palabra en esta frase es tanto una orden directa
como una metáfora subyacente. «Turn on» ( conec-
tarse), literalmente invita al hippie a «pasarse» al
uso de drogas expansivas de la imaginación y a
«conectar» a tantos miembros de la sociedad con-
vencional como pueda. P€ro, metafóricamente, sig-
nifica cambiar (como se cambia el canal en un
aparato de TV), pasarse a una forma de experien-
cia más auténtica, abandonar los can1inos seguros
de la sociedad de clase media por canales más
apocalípticos y privados. «Tune in» (sintonizarse),
significa, literalmente, «ponerse a tono» con otra
forma de vida: pero es también, como la primera
frase, una metáfora subyacente sacada de los me-
dios de comunicación de masas. Hay, sugiere la
frase, más de un «canal de percepción» a través
del cual experimentar el mundo. El problema con
la sociedad convencional eS~ que está sintonizada
con una «mala estación e1nisora» y por lo tanto
obteniendo mensajes y señales equivocados. Si
cambiásemos la longitud de la onda podríamos
comenzar a recibir mensajes «subterráneos», su-
gerencias de espacios interiores inexplorados.
«Drop out» (salirse), es quizás el mensaje más
complejo de todos en su significado asociativo.
De nuevo, significa, literaln1ente, que el hippie
debe rechazar las estructuras de la experiencia de
16
clase media, la forma de vida orientada hacia el
trabajo, poder, status, consumo -fines que han
sido desacreditados dentro del sistema de contra-
valores de la subcultura hippie. El hippie es u n
«drop out» (salido) del sistema para el que le han
estado preparando la familia, la ·e ducación y el
proceso de socialización: activamente «opta» por
seguir el camino «desviacionista» de vida. Pero la
frase «drop out» tiene una referencia político-so-
cial más precisa. Drop-outs son también los que
abandonan la escuela o la Facultad, a los que el
sistema de educación expulsa o que no van a cla-
se, lqs que encuentran todo el sistema de educa-
ción sin sentido. Al principio, «drop-outs» eran los
que abandonaban la escuela muy pronto, los «ab-
surdos» de Goodman 9 , que se sentían alienados
del colegio o no podían pasar los exámenes o sin1-
plemente no querían marcar el paso. La frase de
Leary por lo tanto intenta establecer una identifi-
cación entre los hippies y este grupo social recha-
zado. La identificación es simplemente simbólica,
por supuesto, ya que los hippies son reclutados en
general, no entre los estudiantes peores, sino por
el contrario, entre los más brillantes, más prome-
tedores académicamente, estudiantes de clase me-
dia 10• Si han renunciado a una educación formal
no es porque estuvieran alienados por las tareas
17
2. -LOS HIPP IES
escolares, o porque el ambiente de su casa fuese
pobre o no favoreciese su educación, sino porque,
en un sentido más simbólico, encuentran «toda la
cuestión educativa» irrelevante. «Drop out» es por
lo tanto hacer el gesto simbólico de desentenderse
de las consabidas o prescritas rutinas de su gene-
ración. Estos «drop-outs» más sofisticados ·se que-
dan a un tiro de piedra de los campus universita-
rios, pero fuera del alcance de los profesores y de
la administración. Forman parte de la comunidad
informal de muchas de las grandes universidades.
Continúan «simulando» el papel de estudiantes
que tan recientemente han abandonado. Sus equi-
valentes son aquellos estudiantes que rehusan ha-
cer el servicio militar en Vietnam y que han ig-
norado las listas de reclutamiento -la desapari-
ción como un acto de desentendimiento político.
Puede verse, por lo tanto, que el te1na del drop-
out tiene una amplia asociación de significados,
todos los cuales están holgada y flexiblemente or-
ganizados en la metáfora de Leary.
'
18
fasis en la pobreza asumida que existe entre los
americanos. En general, los hippies americanos
son todo lo contrario de elegantes y atildados: sus
indumentarias pueden ser extravagantes pero con
frecuencia son sucias, burdas y en mal estado,
Puede explicarse por el hecho de que, mientras
la cultura de la juventud inglesa es, todavía, en
general, del dominio de los hijos de la clase obre-
ra para los que el acceso a la moda y a los trajes
atildados representa, en palabras de Simmel 11 , las
aspiraciones, los anhelos (soul-movements), de un
grupo previamente poco favorecido, la cultura del
hippie americano representa el retorno de un gru-
po por otra parte próspero, de clase media y que
potencialmente «ha triunfado», al disfraz de la po-
breza. (Se debe añadir también que la cultura de la
juventud americana es, en conjunto, más informal
y menos elegante -aunque quizá no menos ves-
tida- que la variante inglesa. En lo referente a
moda son siempre los ingleses los que marcan la
pauta. Este punto -que ahora no quiero llevar
más lejos- puede ser generalizado para toda la
sociedad, en el sentido de que la clase media
americana que está al día lo está, en el n1ejor
de los casos, al estilo de los años 50; el estilo de
los adultos se conserva relativamente intacto del
influjo «mod».) Simmel también nos recuerda que
en el mundo de la moda los temas reales del
mundo se repiten como en una especie de elabo-
rada «obra teatral». Si detrás de los drop-outs
11. G. Simmel, "Fashion", Traducido en American Jour-
nal of Sociology, vol. 62 (195617).
19
simbólicos de la vida hippie están los drop-outs
reales de las escuelas de los ghettos, de la misma
manera el disfraz de pobreza refleja el más elo-
cuente de los recientes te1nas americanos: el re-
descubrimiento del verdadero pobre -los habitan-
tes de la «Otra Arnérica » de Michael Harrington 12 •
Se puede ver otra forrna de pobreza en la mendi-
cidad persistente (o «panhandling», «pordiosear» )
que es bastante común e'ntre los hippies 13 • De he-
cho, el pedir abiertamente lin1osna en las calles
es una manifestación n1ás dramática y sorprenden-
te de pobreza sünbólica que los trajes en mal esta-
do, los sacos de dormir y las sandalias: hay una
larga tradición de viajar en malas condiciones;
pero para la A1nérica de la opulencia la mendici-
dad es un <crebajamiento» mayor, particularmente
cuando lo hacen los hijos de la clase acomodada.
Los pobres son sólo el grupo más obvio den-
tro del círculo más amplio de no privilegiados
con los que los hippies se identifican emocional-
mente. En parte es una cuestión de experiencias
vitales compartidas o coincidentes. En su huída
de los barrios de clase 1nedia, en su búsqueda de
sitios baratos para vivir y áreas de la ciudad don-
de los controles sociales se ejercen menos rígida-
Inentes, los hippies están abocados a compartir
aquellos locales donde otros grupos y sectores de
12. Michael Harrington: The Other America (Penguin
Special: 1963). Fue el comienzo de un "redescubrimiento"
masivo de la pobreza estructural dentro de la opulencia.
13. Sobre "pan-handling" (mendicidad), ·ver la valora-
ción más b ien crítica de Bennet Berger, "Hippie Morality
- More Old than New", Transaction, diciembre 1967.
20
los llamados «desorganizados» ya se han apiñado.
Más importante, sin embargo, es la identidad que
los hippies sienten con todos aquellos a los que la
sociedad convencional ha puesto la etiqueta de
«desviacionistas», fuera de las normas y expectati-
vas de respetabilidad. Llevar la etiqueta de «des-
viacionista» es aceptar una identidad social y las
posibilidades de una carrera social que va más
allá de las reglas y convenciones del «sistema» H.
Aquellas situaciones, identidades y carreras que la
sociedad ha calificado de «desviacionistas» son
precisamente las que los hippies valoran más alto.
Esta es una de las muchas formas simbólicas con
las que los hippies intentan subvertir e invertir
las legitimaciones convencionales de la sociedad.
La congregación de diferentes estratos desviacio-
nistas en la m isn1a área urbana no tiene lugar sin
que haya tensiones internas, porque los grupos
respectivos han alcanzado la misma localización
geográfica a través de diversos can1inos. Pero el
agrupmniento y la congregación crea sus propias
14. Las teorías sobre 11 etiqueta" y transacción desvia-
cionistas se deben principalmente al trabajo de Ho-
ward Becker: Cf. Outsiders, o p. cit. También, E. M. Le-
mert, Social Pathology and H uman Deviance, Social Pro-
blems and Social Control. Se puede ver algo en el mismo
orden de inversión respecto al concepto de "locura". La
naturaleza "gobernada por reglas" de la insanidad es de-
sarrollada por T. Sazsz, en The Myth of Men tal Illness
y en T. Schelf, Being Mentally Ill; Su "historiografía" en
M. Foucault, Madness ancl Civilizátion (Tavistock: 1967).
La revalorización extrema de la experiencia esquizofrénica
la ofrece R. Laing, in ter alía, The Politics of Experience
and The Bird of Paradise (Penguin : 1967) y David Cooper,
Psychiatry And Anti·--Psicvhiatry (Tavistock: 1967).
21
solidaridades. Corno observa Becker, «Los miem-
bro~ de grupos disidentes organizados tienen una
cosa en común: su desviación. Les da un sentido
de destino común, de estar en el mismo barco. De
este sentido de destino común, de tener que afron-
tar los mismos problemas, crece una subcultura
desviacionista: un conjunto de perspectivas y en-
tendimientos acerca de cómo es el n1undo y de
cómo desenvolverse, y una serie de actividades ru-
tinarias basadas en estas perspectivas. El ser
miembro de un grupo así reafirma una identidad
desviacionista» 15 •
Hay que añadir que esta acentuación del sta-
tus de «desviacionismo» es doble1nente irónico ya
que el estudio de las subculturas desviacionistas
es una de las áreas más desarrolladas de las cien-
cias sociales en América. Fue sie1npre un concepto
muy equívoco, implicando, como de hecho lo ha-
cía, la persistencia y la estabilidad del orden so-
cial legítimo. Y desarrollos recientes, particular-
mente el crecimiento de las formas de vida hippie,
han dejado este concepto (y, con él, muchas de
las presuposiciones fundamentales de la práctica,
«value free», de las ciencias sociales), como un
territorio conceptual muy discutido 16 •
22
Temas indios
Incluso los pobres no están lo suficientemente
desfavorecidos o son lo suficientemente raros. Los
pobres están socialmente perjudicados pero fre-
cuentemente son respetables: muy pocas veces
exóticos. Existe una identificación incluso más po-
derosa, por lo tanto, con la cultura, manera de
vestir y espíritu de los indios americanos. Sara-
pes, cascabeles, cuentas, bandas en la cabeza, mo-
casines -son los rasgos centrales de la manera
de vestir hippie. Las líneas de conexión entre la
cultura india y la subcul tura hippie son realmen-
te muy complejas. Los indios americanos repre-
sentan, por supuesto, un emblema de lo simple,
una supervivencia primitiva en el continente de la
opulencia y la complejidad tecnológica. También
representan cómo los extranjeros blancos explota-
ron a los pueblos nativos del continente america-
no. Los indios americanos son, por lo tanto, uno
entre los varios grupos de explotados y excluidos
23
socialmente con los que la juventud en general y
los hippies en particular, tienden a identificar se.
(Incluso antes del nacimiento de los hippies, Mé-
jico sostuvo una fuerte relación simbólica con la
generación estudiantil viajera.) Los grupos desfa-
vorecidos incluyen, como hemos sugerido, desvia-
cionistas sociales de todas clases -drogad~ctos, es-
tudiantes excluidos, pobres. Hay una omisión sor-
prendente en esta lista: los negros. Y es todavía
más sorprendente si, por un momento, nos fija-
mos en el grupo de hippies prematuros de un pe-
ríodo anterior, la Generación Beat. Mailer, creo,
estaba en lo cierto al ver 17 que la vida subterránea
del negro, la música y el argot, los ritmos del
«hampa» y de los «night cats» de los ghettos, ejer-
cieron un poderoso atractivo en la generación
beatnik. En la exploración hecha por el beatnik
blanco de la parte oculta del «Sueño Americano»,
con el hombre que era más probable encontrarse
en esta trayectoria psíquica prohibida era con su
equivalente negro, comprometido por las mismas
condiciones de su existencia a la manera de vida
_« hip». Mailer llamó «negros blancos» a la genera-
ción hip. Mi opinión es que la América negra ya
no es útil en estos términos para los hippies. El
negro ya .no está viviendo su vida en un oculto _
suburbio de la imaginación de la América blanca.
Los ghettos todavía existen, · por supuesto: pero a
t ravés del Movimiento de los Derechos Civiles, el
24
de los Musulmanes Negros, el nacionalisn1o Afro-
Americano, las revueltas de los ghettos, la retórica
de Malcom X, Elijah Muhammed, Stokeley Carmi-
chael y Rap Brown y, finalmente, el Poder Negro,
el negro ha tratado de alcanzar y ha logrado, si
no una real, sí ciertamente una liberación poten-
cial imaginativa del imperialismo cultural tanto
del racista blanco como del compañero de viaje
blanco. La convención de New1nark fue «la decla-
ración de independencia» cultural de la América
negra. Desde entonces, los restantes puntos de
contacto entre la sociedad blanca y negra han que-
dado casi rotos. Los hippies no pueden, pues, en-
contrar una contra-cultura afín en la órbita de
vida del ghetto negro: y cualquier intento de ha-
cerlo será visto por la mayoría de militantes ne-
gros como otra de las múltiples formas de con-
descendencia cultural que la sociedad blanca to-
davía ejerce con los negros. La sociedad hippie es
por lo tanto, sorprendentemente, parte de la Amé-
rica blanca. En el verano de 1967, se corrió la voz
por Haight Ashbury de que ya era hora de que
los hippies blancos salieran del Haight por un día
y dejasen entrar a los negros para que «hicieran
lo que quisiesen», fuera lo que fuese. Hay rostros
negros en las aceras de Haight Ashbury, y grupos
militantes negros organizados, como las Panteras,
en otras partes de California, pero en general, el
mundo hippie en San Francisco está separado de
los suburbios mayoritariamente negros que lo ro-
dean por altas, aunque invisibles murallas. Los in-
dios -críticos como Leslie Fiedler lo han seña-
25
lado a menudo 18- han jugado siempre un papel
simbiótico importante en el universo imaginativo
de la literatura y cultura americana; pero los hip-
pies han dado a este tema un status elevado. El
uso de drogas alucinógenas, tales como la mesca-
lina, cannabis y peyote, por los indios americanos
es otro punto de contacto inmediato. Pero, en un
sentido más general, ha habido una larga historia
de amor en la cultura americana -desde las no-
velas de James Fenimore Cooper hasta los iroque-
ses de Edmund Wilson-, entre los hijos de los
blancos y los hijos de los bravos. Este romance
se sella ahora con la adopción, por un sector de
la juventud, del vestido, adornos y emblemas ri-
tuales de aquellos primeros americanos que fue-
ron expulsados de las llanuras y llevados a las re-
servas. La identificación ·e s aún más fácil porque
los identificados -los indios- son una presencia
relativamente remota en la vida social americana.
Misticismo y retiro
26
menudo que, a medida que el Oeste fue pacifica-
do, la práctica del retiro, con la ayuda de drogas ,
se incrementó entre los indios de las reservas .
Este tema del retiro de la vida activa a la pasiva
(con o sin el uso de drogas) lo indica, no sólo la
atracción hippie hacia la cultura india, sino tam-
bién su interés por las filosofías más místicas y el
arte de los «Otros» indios y los pueblos orienta-
les. ·Los libros sagrados de la religión y m isticis-
mo oriental, los libros-códigos eróticos, las figu-
ras de Buddha y de Karma, fragmentos de la filo-
sofía oriental, la adopción del kashdan, el orien-
talismo simulado del ritual de las «representacio-
nes» de LSD de Leary, la música de Ravi Shankar,
la cítara, las danzas sinuosas y culebreantes, los
cantos budistas de Allen Ginsberg, todos estos
elementos en el ecléctico orientalismo de la vida
hippie, representan una vuelta a la contemplación
y a la experiencia mística. La identificación con
el «Oriente» como opuesto al «Occidente» se toma
a menudo literalmente: el número de hippies
-americanos, ingleses, suecos y alemanes- que
pasa entre el Occidente y el Nepal, siguiendo las
rutas a través de Turquía, Irán, Afghanistán y Pa-
kistán, ha sido calculado en los años recientes
como cercano a los 10.000.
Arcadia Pastoral
27
ral implícito en la cultura hippie . El desplaza-
miento a la costa occidental y a San Francisco
-el país del eterno surf- es en ·sí mismo un as-
pecto de este pastoralismo, aunque no se deben
olvidar los enclaves hippies en Toronto, el East
Village en Nueva York y en otros sitios. Tam-
bién lo es el intento de establecer comunidades
utópicas que ha atraído a tantos hippies, y lleva-
do a la fundación de los kibbutzim en Califor-
nia19, comunidades agrícolas verdaderamente mar-
ginadas. También lo es la afición por los Hobbits
de Tolkein y el país de hadas de Cockayne. Pero
a pesar del retiro a estas instituciones pastorales,
yo sugeriría que esta motivación se entiende me-
jor como un retorno a los valores pastorales-arcá-
dicos en medio de la vida urbana, es decir, u n
pastoralismo simbólico por parte de la mayoría
de hippies activos. Los enclaves urbanos parecen
más característicos de la corriente princip al de la
cultura hippie que los retiros rurales realment e
remotos. La sociedad hippie se entiende m ej or
28
como un intento de construcción del enclave ar-
cádico en el corazón de la vida de ciudad, combi-
nando así dos impulsos culturalmente poderosos :
la simplicidad rural y la modernidad. El pastora-
lismo hippie es el sueño de la arcadia urbana 20 •
Hay, por supuesto, otro aspecto del arcadianis-
mo y es el compartir comunitario. El grupo hippie
que ha llevado ·e ste comunismo arcádico al extre-
n1o es el conocido con el nombre de los «diggers»,
que dirigen un Aln1acén Gratuito donde los vesti-
dos, la comida y los muebles se pueden obtener
sin pagar; que tienen una cadena de albergues
gratuitos para hippies itinerantes y que distribu-
yen comida gratis por las tardes en el distrito
Panhandle de San Francis·co. Los «diggers » no son
pastorales: demuestran tener un conocimiento de
cómo manejarse distintivamente urbano -la sa-
biduría y la capacidad de sobrevivir en la calle
y en la ciudad-; y lo combinan con «brío ideoló-
gico, coherencia, buenas obras y talento para el
acontecimiento dramático» 21 • Los «cliggers» son los
más conscientes y los más organizados de los sub-
grupos dentro de la cultura hippie. Su arcadianis-
mo les lleva a la creación de una contra-sociedad,
contra-organisn1os dentro de los existentes en la
29
sociedad urbano-burguesa, y es con estos organis-
mos con los que el tema latente de la comunidad
tribal se eleva al status de algo parecido a una
filosofía activa de la vida. Pero, en conjunto, el
arcadianismo pastoral de los hippies marca un
retorno a la simplicidad autosuficiente de la co-
munidad separada que ha hecho una aparición tan
fuerte de tanto en tanto en la cultura americana:
una visión de que la vida en sus formas y orga-
nizaciones más simples puede ser reducida a lo
meramente esencial y así es contrapuesta al fre-
nesí, a las necesidades estimuladas y a los anhe-
los consumistas de la civilización teconológica mo-
derna; el deseo de recrear, dentro de la América
industrial y urbana, la paz y la dulce coherencia
de la comunidad tribal. No es sorprendente, pues,
que la emisión, en el verano de 1967, de un sello
con el busto de David Thoreau fuera un motivo
de celebración en los círculos hippies.
Unión (Togetherness)
30
competividad de la vida amerícana una nueva es~
pe~ie de unidad. El panorama hippie expresa
abiertamente este comunalismo organizado sin ri··
gidez. Como también lo manifiesta el interés por
las filosofías orientales, las cuales tienen en su cen-
tro la noción de la unidad totalizante que es la
razón fundamental de la multiplicidad de la vida,
la resolución del Muchos en el Uno. Este «triba-
lismo» recientemente descubierto parece estar sos-
tenido por las influencias de la más vieja filosofía
conocida por el hombre -las religiones orienta-
les- y la filosofía más nueva extendida en el
Occidente -las enseñanzas y las exhortaciones
del más grandioso de los gurus: Marshall McLuhan
(cuyo trabajo ha comenzado a tener para la cul-
tura de la juventud el status de una profecía que
se cumple a sí misma: self-fulfilling).
«La aldea global» de McLuhan es, claro está,
una metáfora. Lo que sugiere es que las relacio-
nes segmentales y el individualismo de la primera
etapa de la civilización capitalista se han trascen-
dido, en etapas posteriores, por medios transcul-
turales y canales de comunicación que unen a
grupos de hombres a través de las barreras del
tiempo, la historia, la distancia, la clase y la cul-
tura. Los hippies, que son los herederos de la re-
volución de los mass media tienen un intrínseco
conocimiento instintivo de la existencia de estos
canales, y son muy conscientes de la importancia
de los medios de comunicación 23 • Han creado una
31
subestructura bastante completa de redes de co-
municación, tanto con la colonización de estacio-
nes de radio, como con el número y variedad de
periódicos underground y pequeñas revistas : y las
noticias parecen viajar por medio de este moder-
no telégrafo de campaña, de una comunidad hip-
pie a otra, tanto a través del país como de conti~
nentes. Hay un sentido, pues, en que el intento
hippie de transcender los controles sociales ejer-
cidos a través de la manipulación oficial de los
n1ass media es también un intento de transcerder,
por incorporación, la tecnología y la infraestruc-
tura de una sociedad devota de los mass media. La
«revolución» hippie -si existe- es el movimien-
to más cibernéticamente consciente jamás visto:
su «unidad» es un tribalismo basado tecnológica-
n1ente (lo que es paralelo a mi punto anterior de
que su pastoralismo es una arcadia urbana). Es
por esta razón que el Evangelio según McLuhan,
con su énfasis en la simultaneidad de la experien-
cia, la creación de ambientes electrónicos y el fin
de la lógica lineal, tiene tanto otractivo para los
hippies . Pero también es verdad que, en el ímpetu
por agruparse, moverse en grupos no rígidos, re-
unirse en espacios abiertos y senta_rse para char-
32
lar o sólo para mantener una silenciosa afinidad
de grupo, está subrayada el ansia por la «unidad»
que es prmninente en su forma de vida.
Amor
33
3. -LOS HIPPIES
xuales entre los sexos como dentro de ellos, pero,
al mismo tiempo, transciende -incluso, los críti-
cos dirían, evade- la sexualidad genital comple-
tamente desarrollada, común a las generaciones
post-freudianas. Es un lugar común decir que las
parejas hippies jóvenes, cogidas de la mano de
esta forma tan abierta y desarmante, a lo que
más recuerdan es a niños guiándose unos a otros
a través de -los bosques -aunque, desde luego, son
niños que se acuestan juntos. Ha sido durante
mucho tiempo un chiste standard que los hon1-
bres y las mujeres jóvenes están, invariablemente,
pareciéndose más y más en el aspecto, una obser-
vación interpretada por aquellos que están ligados
a modelos de identidad sexual más viriles y agre-
sivos como una tendencia, entre los hombres jó-
venes, hacia el afeminamiento. Lo que parece ser
más cercano a la verdad es que hay un cambio
en las definiciones de «masculino» y «femenino»
así como una mayor fluidez; una fluidez que pare-
ce descansar, temporalmente, en una curiosa inmo-
vilidad pre*pubertal y pre-genital. Ciertamente las
virtudes agresivas, activistas, dominantes, instru-
mentales, ligadas a las definiciones culturales es-
tablecidas de la identidad varonil, están minadas
en este mundo. Pero ciertos aspectos de las defi-
niciones comúnmente aceptadas de la «edad adul-
ta» parecen también desechados junto con ciertas
definiciones de «masculinidad». La pista más cla-
ra para algo inmanente pero reconocible en la
celebración hippie del Amor se encuentra en los
escritos de otro guru contemporáneo -Norman
34
O. Brown 24 (Love's Body)- y en lo que Fiedler
llama su «programa post-freudiano para un amor
pan-sexual, no-orgásmico», rechazando el «genita-
lismo total» a favor de un embrollamiento indis-
criminado, un sueño de intimidad ilimitada sub-
coital, que Brown llama ... «polimorfo perverso» 25 •
La palabra Amor, pues, conecta con otros te-
mas -con simplicidad e inocencia, con unión y
tribalismo. Pero tiene también una inflexión dife-
rente, un alcance más amplio. Sólo los hippies y
sus contemporáneos pueden haber acuñado la fra-
se «aniquílales con Amor». La frase representa lo
opuesto a aquella brutalmente empleada en la gue-
rra del Vietnam -el juego de eliminar guerrillas
ve desde 'el aire, conocido familiarmente como
«Aniquilar al Cong» (Zapping the Cong).
El Ahora existencial
35
de los deseos aquí y ahora. Su énfasis en la expre-
sividad es un impulso contrario al bloqueo de
ernociones y a la duplicidad de papeles que sien-
ten que es una parte tan central de los tipos de
personalidad dominantes en la sociedad america-
~a moderna. La inmediata gratificación de los de-
seos -el mandato de «haz lo tuyo ahora»- es un
intento latente de denegar la historicidad y la cau-
salidad de la sociedad humana. Así como el pasa-
do puede ser dejado de lado -podemos aprender
a liberarnos de controles y rutinas angustiosas-
muy poco puede ser pospuesto para el futuro, ya
que el futuro, también, es muy amplio y no está
definido. Los hippies son «drop-outs de la historia»
(como comenta Fiedler) -pero también drop-outs
del futuro a largo plazo. Lo que queda, lo que es
real, es la total auto-expresión y autenticidad aquí
y ahora. La vida es una serie de apenas organiza-
dos «happenings», donde la importancia reside en
la inmediación, en la participación espontánea y
en la informal expresividad de la respuesta 26 •
26. El "happening" teatral no planificado, como un
desarrollo específico en el teatro de vanguardia, estaba,
por supuesto, relacionado con esta actitud. Sobre "expre-
sión" y "espontaneidad", ver Fred Davis, op. cit. Para ma-
nifestaciones anteriores de este mismo espíritu, Cf: Elwin
Powell, "Beyond Utopía: The "Beat Generation" As a Cha-
llenge for the Sociology of Knowledge" ("Más allá de la
Utopía: La Generación Beat como un desafío para la So-
ciología del Conocimiento"), Human Behaviour And So-
cial Processes, ed. Arnold Rose. (Routledge: 1962). Para el
papel de la "espontaneidad" como un elemento general
de la cultura de la juventud, ver Matza : "Subterranean
Traditions Of Youth", Annals Of The American Academy
Of Political Science, CCCXXXVIII (1961).
36
Freud vinculó la sublimación y la postergación
de gratificaciones a un cálculo placer/ dolor. La
Etica Protestante calcula de la misma manera la
organización de la personalidad en un continuo
trabajo/juego. Los hippies llegan hasta la expresi-
vidad y la intensidad del ahora existencial acen-
tuando los aspectos placer/ juego de la vida diaria.
Muchas escenas típicas hippies son escenas de ca-
rácter informal, como una obra de teatro o un
happening a plena luz del día: el grupo de gente
que parece congregarse en las esquinas sin pen~
sarlo previamente; el comienzo de una canción o
cántico cogiendo una armónica o una guitarra o
una flauta, acompañado por un ritmo de bongo
improvisado con una caja o en la acera; el baile
y entrelazmniento informal que lo acompaña; el
alejamiento gradual imperceptible del sonido; la
manera de esfumarse el grupo. Incluso la forma
de mendigar en la calle, o la discusión con el que
va a Haight Ashbury por un día, tiene el aire de
una actuación teatral, de desempeñar un papel o
de representación de una confrontación existen-
cial. Como funámbulos disfrazados, han transfor-
mado la calle en una especie de «teatro viviente».
La misma cualidad dramática está en los «happe-
nings» más organizados, tales corno la distribu-
ción gratuita de billetes de dólar por los diggers 27 •
27. Aquí el tema de la ruptura de las barreras entre
la "vida" y el "teatro" se persigue de una manera más
auto-consciente. El Living Theatre y otros tipos de expe-
rimentos de teatro underground y teatro de comunidad
son desarrollos paralelos. Para una defensa de esta postu-
ra, y un manifiesto sobre el tema de "la revolución como
37
Una especie de búsqueda perpetua del placer, un
hedonismo difuso, aunados a una resistencia mili-
tante éil la tiranía del trabajo, es característico de
la vida hippie en general. En el vestido, compor-
tamiento, gesto, baile, los controles se han afloja-
do o abandonado, y ni la fuerza de las circunstan-
cias del pasado, ni la atracción del futuro son sufi-
cientemente fuertes para contrarrestar el ímpetu
del juego y del placer en el presente inmediato.
Claro que lo inmediato, la expresividad, el vivir
en el presente ·tienen un precio ~n una sociedad
organizada alrededor del trabajo, del autocontrol
emocional y del cálculo instrumental. No planifi-
car puede significar quedarse sin dinero o sin ape-
nas comida durante largos períodos, no tener un
albergue para pasar la noche o una manta para
defenderse de la niebla de California. Significa
también ser visto por la sociedad convencional
como una especie de esperpento, un transeúnte
disfrazado. Pero tiene sus compensaciones.
Flower Power
teatro", ver Jerry Rubin, "I Agree With Your Tactics But
I Don't Know About Your Goals" (Estoy de acuerdo con
vuestras tácticas pero no conozco vuestras metas"), Oz 24,
y artículos en Tulane Drama Review. (e. g. vol. 13, N.0 44
(T44), septiembre 1969, "Politics and Perfomance". ("Políti-
ca y Representación").
38
pies asociaciones que hemos visto que son comu-
nes a los otros símbolos hippies. Representa el
colorido, lo alegre, lo placentero. Representa lo
natural, lo salvaje, lo primitivo. Representa lo pas-
toral, lo utópico, la Arcadia. Representa lo hermo-
so. Representa el reino de los sentidos contra el
reino del intelecto. Representa el rico espectro de
colores del arte psicodélico. Representa el floreci-
miento del cannabis, las plantas y raíces sagradas
de las que se destilan los alucinógenos. «Dios»,
nos recuerdan los hippies, «cultiva lo suyo». Pero
también representa la ternura, la franqueza, la
amabilidad y receptividad con las que los hippies
esperan confrontar y desenmascarar las estructu-
ras de poder y autoridad de la sociedad civil.
Cuando la policía -el enemigo inveterado de los
hippies- te molesta, encuentra, dicen, un poco
de amor hacia ella en tu corazón. El Amor es el
símbolo de una nueva especie de resistencia pasi-
va. Quizá sea excesivo, incluso en el código éti-
co hippie, pedir que todos amen a los policías:
pero ayuda el darles un manojo de narcisos. El
estado, la policía, el complejo militar-industrial, la
guerra, la brutalidad, la autoridad, el orden civil,
todas estas estructuras, arguyen los hippies, están
sancionadas por la violencia. Y aquellos que tra-
tan de desafiar el «Sistema» directamente y derro-
cado, contraponen un tipo de violencia a otro : se
ven cogidos en una trampa colectiva. Los hippies
no quieren conquistar sino transcender la con-
frontación, sofocar toda esta clase de poder con
un motín de flores.
39
Con la evolución del Movimiento de Derechos
Civiles hacia el «Poder Negro», del movimiento
estudiantil hacia la «confrontación, y la difusión
del guerrillerismo en las filas de los políticamente
más militantes, los hippies quedaron, por un bre-
ve plazo, como el único grupo que favorecía la
resistencia pasiva, una posición a la que muchas
de las otras agrupaciones y tendencias, especial-
mente en el movimiento por la paz, se habían
adherido anteriormente. También ésta, junto con
muchas otras n1anifestaciones del más puro espí-
ritu hippie, ha sido sobrepasada por los aconteci-
mientos 28 •
40
lítico-sociales- convirtiéndolos en los parámetros
de su «conciencia». Los hippies, a su manera no-
ideológica, han intentado «poner a Marx de cabe-
za» (o más bien, las versiones ortodoxas del mar-
xismo, ya _que mucho de lo que ellos expresan se
puede encontrar en los mismas escritos de Marx,
especialmente en sus primeros trabajos): dan pri-
macía en la praxis al lugar y papel de la «con-
ciencia» en la reestructuración del medio ambien-
te. A 1nedida que este punto emerge del estilo de
vida hippie, toma la forma, no tanto de un argu-
mento teórico acerca de la relación «base>)-«super-
estructura» (tal como ha persistido en las discu-
siones políticas marxistas durante generaciones),
sino más bien como un estatuto basado en ciertas
deducciones empíricas de las realidades de la ex-
periencia americana tal como la ven ellos. En las
sociedades post-industriales de este tipo, el siste'"
ma técnico-productivo se ha desarrollado y revo-
lucionado enormemente, llegando a formas tan
maduras que han transformado la propia concien-
cia social. Tales sociedades, debido a sus sosteni-
dos niveles de crecimiento económico, llegan a
depender cada vez más del trabajo mental y de
la «producción de conciencia». Esto se ve en la
expansión masiva de la educación superior y de la
investigación, en las revoluciones cibernética y de
cerebros electrónicos, en el papel que juegan los
mass media en la «creación de la demanda» y en
la canalización de los sentimientos, en el creci-
miento de la información y en la acuciante nece-
sidad que el sistema tiene de élites preparadas
41
técnicamente: las fuerzas de la producción mental
han sido transformadas de todas estas formas.
·Los factores sociales y culturales de producción
dominan la lucha cada vez más, en las primeras
fases del crecimiento industrial capitalista, pacifi-
can el medio ambiente natural y tecnológico. Así
pues en las sociedades postindustriales, lo que en
el análisis marxista tradicional se llama «la super-
estructura» juega un papel más central, autónomo
y autoproductivo en la expansión y desarrollo del
sistema productivo en general 29 • De esto se dedu-
42
ce que las nuevas formas de conciencia apropia-
das a este «estadio más elevado» de civilización
en el sistema están siendo «producidas» -formas
de conciencia que son todavía inmanentes, imper.:.
fectamente formadas»: formas que, por la apertu-
ra de nuevas posibilidades con el superior domi-
nio de la «cultura» sobre la «naturaleza» en la
dialéctica productiva, pueden llegar a constituir
tanto una consumación, como una negación y tras-
cendencia de las formas existentes, tanto menta-
les como sociales. En cualquier caso, formas de
conciencia que desestructuran y socavan las ca-
tegorías sociales existentes, apropiadas a etapas
previas de desarrollo. Así como Marx vio que lé!s
transformaciones revolucionarias ocurrían cuan-
do, y sólo cuando, existía una madura contradic-
ción entre las relaciones de producción y las fuer-
zas de producción, también los hippies (dando a
una teoría social implícita su típico giro o acento
psíquico-personal) ven ahora una creciente contra-
dicción entre los «sistemas dominantes de valores
y pensamiento» formados en una era previa o ex -
terior, y los valores y formas de consciencia emer-
gentes que esta misma sociedad ha producido.
Considerada como una teoría incipiente, esta línea
de pensamiento no es original de los hippies: mu-
chos y diferentes escritores y agrupaciones han
intentado construir esta «mansión de la teoría» y
43
encontrar fonnas apropiadas de acción 30 • De he-
cho, la mayoría de grupos de la «nueva política»
llevan tal noción en el fondo . Los hippies compar-
ten, implícitamente, esta manera de mirar a la so-
ciedad; pero la encarnan de una forma diferente
y le dan su propio acento existencial.
A la sociedad convencional, pues, la verían
como ·prisionera voluntaria de · una cierta forma
de percibir la realidad y el ser. Así que desafi-
liarse de esta forma de vida es también pasar de
un modo de conciencia a otro. El camino a se-
guir es a través de «las puertas de la percepción»
y el n1edio para abrir estas puertas es la droga
alucinógena. El J effers-on Airplain, uno de los gru-
pos psicodélicos más conocidos de la Costa Occi-
dental americana, ha concentrado toda esta idea
en una canción que trata de Alicia en el país de
las Maravillas: «Alice's mushrroom».
Hay muchos observadores del panorama hippie
que creen que toda la insistencia acerca del «blo-
wing the mind» (estallar la mente o la imagina-
ción) es una racionalización elaborada de un há-
bito social peligroso y depravado. No hay duda
de que existe un cierto elemento de racionaliza-
ción. Para muchos hippies el tomar drogas proba-
blemente no lleva ninguna profunda implicación
filosófica: es simplemente la insignia de entrada
en el grupo, una especie de conformidad requeri-
da. Hay también un rneditado elemento de con-
44
frontación, ya que el tomar drogas no sólo impli-
ca la persecución por parte de la policía y de
toda la patrulla de narcóticos -ritualizando por
lo tanto la distancia entre los hippies y el resto y
confirmando su postura «fuera» de la sociedad-
sino que también es una forma de poner los tabús
de la clase media al descubierto. La sociedad de
clase media tiene sus propias drogas toleradas
-alcohol y tabaco- pero niega incluso el canna-
bís, que nunca se ha demostrado que sea más
perjudicial que el tabaco, a los hippies. Así, pues,
el tomar drogas como un elemento de la forn1a
de vida hippie, tiene además el atractivo de de-
mostrar cuán artificiales son los límites estableci-
dos en el código moral de lo que la sociedad toma
por «natural» y «bueno».
Pero, esencialmente, el caso del uso de drogas
expansivas de la mente en la cultura hippie ha
de ser entendido en términos diferentes 31 • El ma-
yor daño perpetrado por la forma de vida de la
clase media sobre el pueblo americano es, según
su punto de vista, el que le ha constreñido y con-
finado a un espectro de percepción y sensibilidad
inauténtico y estrecho. Rechazamos y reprimimos
todas aquellas forma-s de experimentar el mundo
-sueños, fantasía, alucinaciones, trance, exalta-
ción, visión, locura- que no podemos incorporar
a la «sola visión» (simple visión) -en términos de
45
Blake- de nuestro mundo dirigido por el trabajo,
orientado por las tareas, solucionador de proble-
mas, estimulado por metas. Pero más allá de es-
tos confines estrictos y trillados de las versiones
modernas de la Ética Protestante, yacen formas
de experimentar al mundo y a los otros «en pro-
fundidad», formas de alcanzar una relación con
la naturaleza, color, sonido, de comunicarse con
el «espacio interior». Hay sólo un camino para re-
cuperar esta utopía dentro del ser, rica y escon-
dida: por medio de las drogas expansivas de la
mente. Con larga disciplina y la práctica del asce-
tismo otros han conseguido entrar en estos rei-
nos prohibidos del sentimiento: de ahí el interés
por la meditación y las religiones orientales. Pero
los hippies tienen demasiada prisa y el ascetismo
disciplinado les es demasiado ajeno, por lo que
sólo una devota minoría toma el largo camino
hacia el espacio interior a través de la contempla-
ción, cuando se puede disponer de un rápido via-
je mediante el LSD y otros alucinógenos. Aquí
también, los hippies intentan reconciliar lo impo-
sible: conseguir los primitivos estados de contem-
plación a través y por medio de las ayudas quí-
micas más modernas: para complementar el des-
nudo asceticismo que han escogido para su vida
diaria con el rico, placentero y multicolor «jardín
de la mente».
Parece no haber ninguna duda en que esta rica
vida interior representa una compensación de las
monótonas, descoloridas y angustiosas rutinas que
componen, según el punto de vista hippie, la sen-
46
sacwn de la mayoría de americanos de clase me·
dia. Al despertarse, las drogas no son un alivio
permanente para la desolación: las fronteras de
la consciencia una vez cruzadas, han de ser cru·
zadas de nuevo una y otra vez. Steven Marcus, es-
cribiendo acerca del oscuro ámbito de la porno-
grafía Victoriana, habla del sueño del orgasmo
perpetuo, una especie de utopía pornográfica que
él llama «pornotopía» 32 • El equivalente hippie pue·
de ser llamado «psychodoia» -la utopía de un
«high» (alto) eterno. Becker, en su estudio clásico,
«Convirtiéndose en un fumador de marihuana» 33 ,
nos recuerda que la experiencia de fumar droga
es también una «carrera» -que dependa de lo que
aprenda el fumador a reconocer, en compañía de
otros, o por interacción con ellos, qué experiencia
es la que está teniendo, para convertirla en dura-
dera y placentera. «Las sensaciones producidas
por la marihuana no son automática o necesaria·
mente agradables. El gusto por tal experiencia
se adquiere socialmente». La cuestión es que las
drogas expansivas de la mente en y por sí n1is-
mas no hacen accesible este paisaje escondido de
la consciencia a menos que los hippies puedan
así estructurar la experiencia como agradable, in-
tensa, liberadora, etc. Así que la «ideología»· hippie ,
de las puertas de la percepción sirve para definir
47
y reforzar los placeres inmediatos pero an1biva-
, lentes del uso de drogas. Es también sorprenden-
te, según se deduce de los n1uchos intentos he-
chos por lo ~ue toman drogas de describir estas
experiencias, que ·e l paisaje interior, una vez al-
canzado, no es tanto un universo totalmente dife-
rente, y por ende un alivio del peso del mundo
en términos absolutos, como una intensificación
agradable de la experiencia cotidiana.
Para los jóvenes en tensión, o como dice la
frase «uptight» (tiesos, rígidos), en la vida «des-
pierta», los alucinógenos -en una frase gráfica
del Time- también «saturan los sentidos con co-
• lor y música hasta que, cmno un circuito sobre-
cargado, la mente estalla en la tierra ignota del
no ser». El así llamado arte psicodélico -posters,
shows de luz, vestidos, acid-rock, películas y ob-
jetos móviles, acción de los estroboscopios que
proyectan una luz fluctuante que se supone estar
sincronizada con los ritmos alfa del cerebro~ es
mejor entenderlo como una manera de reprodu-
cir o de recrear a través de la música y del nuevo
arte forn1as de la experiencia multi-dimensional y
multi-media del «high» alcanzado con .éxito.
Las drogas son una manera de experin1entar
con los límites de la escala del tiempo tradicional.
La experiencia alucinógena es valorada, no sólo
por sí misma -por su intensidad, novedad, su
contraste con la vida y el mundo de cada día-
sino también como la que establece los términos
de una nueva manera de experimentar el mundo.
Dentro de tales experiencias, las relaciones entre
48
los elementos y las imágenes son metafóricas, ana-
lógicas, sim bólicas, asociativamente fluid as, como
contrastadas con los términos literales, lineales ,
r acionalísticos y unidimensionales de la vida de
cada día. Resumiendo, son post-Gutenberg 34 • Los
hippie s parecen cr eer que aunque el poder en la
sociedad civil descansa ahora en las formas de
consciencia Gutenberg, éstas c;le hecho están per-
diendo su vigencia y su relevancia en el m undo
post-industrial. Se han convertido en cascarones
huecos, caparazones y fonnas de una era anterior.
Y son aquellas personas que, a través de diversos
medios, buscan liberar sus mentes de la tiranía
de estas estructuras obsoletas las que de hecho
se mueven en la corriente de la historia. De una
forma curiosa, incluso L. B. J. y los hombres del
Pentágono son . prisioneros de modos de percep-
ción avejentados, dinosauros tecnológicos en los
frescos jardines de la cibernética. Así, del mismo
modo que McLuhan profetiza que a través de los
nuevos medios de comunicación electrónicos «re-
gresarelnos (¿o avanzaremos?) a una consciencia
·m ás primitiva/más consciente de «la aldea glo-
bal», los hippies, a su manera, buscan, por me-
dio de las drogas y otros «medios», el avanzar
y retroceder en la conciencia, recuperando así
mundos de percepción perdidos para la civiliza-
ción industrial, desde que el capitalismo indus-
49
4. - LO S HIPPIES
trial relegó la llamada «mente primitiva» a las
reservas .
50
variantes extrañas y contradictorias -populismo,
utopía agrícola, fronterismo, capitalismo de libre
empresa, resistencia a la ley de tenencia de armas,
y el cowboy, sólo por nombrar unos pocos. Los
hippies son aún otra variante, incluso más extra-
ña, que florece del mismo secreto ideal: el sueño
de inocencia esencialmente americano: hombres
libres y solos al aire libre. Esta es la razón de
por qué incluso la revista Tim:e y los J?lass media,
cuando escriben de los hippies, aunque están en
contra de casi cada detalle de su manera de vivir y
de su filosofía, no pueden dejar de reconocer bnjo
el pelo largo, los collares, las cuentas y las bandas
en la cabeza una variedad, una mutación de una
especie puramente americana.
Pero el mandato «Haz lo tuyo» (Do Your Own
Thing)- que es el más puro, el más anárquico del
alfabeto hippie- significa algo más que relájate,
déjate crecer el pelo y sobrepasa los viejos tabús.
Contiene un mensaje más intrasigente y urgente.
Es la invocación al viaje interior: emprendido,
cuando es posible, con la ayuda de otros que lo
han hecho antes, pero, en último término, un viaje
por el ser y dentro del ser. <<Debes seguir tu río
interior hasta sus fuentes». Esta imagen del viaje
interior es central en el lenguaje y la cultura hip-,
pies. Este viaje consiste, claro está, en un reco-
rrido desde este reino que el mundo toma por
irreal, pero que tú sabes que es más real porque
es más intensa e irrevocablemente el tuyo propio.
a través de las «puetas de la percepción», hasta
este otro espacio. A través de esta imagen son vá-
51
Iidas todas aquellas experiencias ilícitas que el
mundo ha excluido de antemano. Como dice
R. D. Laing: «Tal experiencia termina con el eln-
broUo de falsa conciencia y pseudo-acontecimien-
tos que nuestra sociedad tiene por sagrados. La ne-
cesidad de invalidar tal experiencia es porque es
subversiva. Y es subversiva porque es real. Todo,
como dijo Peguy, empieza en misticismo y termina
en política ... » 35 •
II
52
Watts y Columbia recordar que incluso los com.en-
taristas liberales a principios y mitad de los cin-
cuenta ·e staban seriamente preocupados por .eJ
quietismo político y exceso de conformismo de la
juventud americana. Era la Generación Tranqui-
la. Fue sobre este fondo que la Generación Beat
hizo su aparición, y fueron los beats los que die-
ron la señal del primer movimiento de ruptura en
esta larga e interminable trayectoria de las revuel-
tas generacionales en nuestro período. Breve, y
sistemáticamente, la trayectoria ha pasado a tra-
vés de varias fases: (a) La Generación Beat, prin-
cipahnente los poetas, escritores y artistas en la
sombra, que crearon esta flexible fraternidad bo-
hemia. (b) A esto siguieron olas sucesivas de cre-
ciente radicalización política y militancia. El prin-
cipal impulso fue el Movimiento por los Derechos
Civiles, especialmente aquella fase de los sit-ins,
boycotts y protestas de mostrador (en los bares
donde había segregación racial), y más tarde, la
lucha anti-segregacionista en las escuelas y la lu-
cha por el derecho al voto en el Sur, para las que
los estudiantes, blancos y negros, formaron la ma-
yoría de tropas de choque. (e) Esto fue seguido
por las sublevaciones en los campos universita-
rios: Berkeley (que agregó, en la forma condensa-
da en la que la mayoría de rebeliones de estudian-
tes desde entonces habían emergido, la libertad
de palabra y problemas universitarios y políticos);
y después el crecimiento del SDS (Students fo r a
Democratic Society) y otros grupos radicales ba-
sados en el campus y en diversas tendencias de la
53
New Left o de la «nueva política». En esta fase,
la juventud blanca fue participando de forma cre-
ciente, y al problema de la pobreza se añadió el
de la raza. ( d) La fase siguiente pertenece a las
rebeliones de ghetto: SNCC (Student Non-Violent
Coordinating Committee) y otros grupos activistas
de estudiantes y jóvenes negros, ·p ero incluso más
centralmente, los levantamientos espontáneos de
los ghettos y la mezcla de fuerzas e influencias,
desde el Afro-Americanismo a Stokely Carmichael,
Rap Brown, las Panteras Negras, los Musulmanes
u otros grupos que confluían en la corriente del
«Poder Negro». (e) Esta fase está marcada por la
separación del «Movimiento» en aproximadamen-
te dos amplias mitades a lo largo de líneas racia-
les; los militantes negros siguieron un camino cre-
cientemente separatista acerca de!'problema de la
raza y la pobreza, mientras que los activistas se
implicaban más y más en la oposición a la guerra
del Vietnam y en la resistencia al reclutamiento
o llamada a filas. En ambos lados había sin em-
bargo, una creciente escalada en la radicalización y
una urgencia impulsiva a luchar y «contestar» lo
que en ambos lados se llegó a identificar como «el
sistema».
Desde los beats, a través del Movimiento por los
Derechos Civiles y la lucha racial, la pobreza, has-
ta la guerra y el imperialismo americano, la línea
es la de un creciente compromiso, activismo polí-
tico y participación. Los movimientos llegan a su
cima. Las ocupaciones esporádicas de los campus,
las revueltas en los ghettos y en la calle, etc. em-
54
piezan a parecer como la presión coherente de un
tipo político más poderoso -pero ambas partes
tienen también que «calcular el coste». Washing-
ton y el Pentágono no se derrumban. Este es el
«momento» de los hippies.
La generación beat fue el progenitor directo
de los hippies 38 • Estos dos grupos compartían el
mismo sentido compulsivo de desafiliación, tanto
de las costumbres y formas de la vida de clase me-
dia como de cualquier compromiso político direc-
to. Ambos movimientos florecieron especialmente
en la costa oriental -iluminada por el sol, el flo-
reciente El Dorado, la parte oriental y exótica del
gran corazón de la América central. Ambos esta-
ban atraídos por las variantes más místicas de la
religióny misticismo orientales; ambos preferían la
contemplación a la acción; ambos otorgaron gran
importancia al papel de las artes expresivas; am-
bos estaban fuertemente involucrados en el uso de
drogas . Ambos adoptaron el hábito y el estilo de
aquellos grandes arquetipos americanos, los vaga-
bundos autostopistas en la «carretera abierta» de
la vida americana. Los beats, sin embargo, eran
bohemios totales, miembros auto-nombrados de
una nueva vanguardia, y sus habituales tugurios
eran enclaves bohemios creados por ellos mismos.
Desarrollaron en sus escritos y poesía una visión
55
apocalíptica y de pesadilla de la desintegración
interior de la sociedad americana; pero aunque la
colección de sus escritos y las estructuras de sen-
timiento que representaban, habían contribuido
en gran manera en proporcionar una parte de la
retórica elemental del nuevo radicalismo america-
no -una especie de escenario emocional para los
happenings políticos- los beats no estaban com-
prometidos con ningún programa social. Sabían,
en palabras de uno de los g'u rus beat más distin-
guidoE;, ·Kenneth Rexroth, que «el orden social, el
estado y el sistema capitalista» eran una «mentira
social»; y un poema como Howl estaba reforzado
por una corrosiva carga sub-política. Pero tempo-
ralmente, en los beats (usando la frase de Richard
Hofstadter acerca de un período anterior) «La
bohemia triunfó sobre el radicalismo».
Podemos tratar más sumariamente la politiza-
ción creciente del underground, desde la lucha
integrada por los derechos civiles, a través de las
revueltas en los campus, a la militancia separa-
tista del poder negro y de la «nueva izquierda»
blanca. Aquí, se forjó, prim:eran1.ente, una crítica
del «sistema» -pobreza en medio de la opulencia,
el poder del complejo «militar-industrial)) (la úni-
ca contribución del Presidente Eisenhower a la
política radical en una larga y distinguida carre-
rra), la obscenidad de la guerra y el neo-imperia-
lismo americano a escala global, la «gran rnentira»
de la n1anipulación de los mass media, el «crecien-
te absurdo)> de amplios sectores de la juventud
mnericana, la «educación errónea y compulsiva)>
56
de los estudiantes en las enormes e impersonales
estructuras de las multiuniversidades dependien-
tes de corporaciones. Detrás de cada frase, en.<rl r~ste
breve catálogo, se levanta un texto crítico, una agi-
tación, una desmitificación de algún aspecto de la
estructura social americana. Pero, en segundo lu-
gar, a medida que los proble1nas se ampliaron y
comenzaron a encresparse, se forjó también un
nuevo estilo de activismo político: las marchas
por la libertad, la organización de comunidades
(ya fuera en ghettos o en las regiones más rear::-
cíonarias del sur), la ocupación de los campus, el
teach-in, las manifestaciones de masas, los levan-
tamientos urbanos espontáneos caracterizados por
el saqueo y el incendio, los varios tipos y estilos
de «confrontación». En esta matriz, algo -una
generación entera, un continente, una era- de los
convencionalismos políticos, evasiones, ideologías
y agrupaciones fue descongelado y sacado a flote.
La experiencia traumática de la izquierda adulta,
ahora de media edad -mccarthysmo, estalinismo.
el fracaso total del New Deal, el marchitamiento
de las viejas sectas políticas, la orientación de la
intelligentsia liberal hacia un quietismo político-
co!Tienzó, al fin, a ser exorcizada. El énfasis de ,
este nuevo tipo de activismo político fue situado,
en vez de en el compromiso y en la participación,
en la organización a partir de la base, en la praxis
antes que en la ideología, en sobrepasar las buro-
cracias del poder establecido (ya fueran los parti-
dos políticos más importantes, los sindicatos, o
las venerables viejas figuras y organizaciones de
57
los movimientos de emancipacwn negros de una
época anterior). Según frase de Wright Milis, los
hom.bt:es y mujeres vulgares se iban a convertir,
como resultado del compromiso- político, en «agen-
tes del proceso creador de la historia». Contra
estos incipientes focos políticos de un «movimien-
to» o «movimientos» escasamente organizados pero
cada vez más numerosos, se podía oponer toda la
letanía de mitos políticamente enmascarantes y
de frases acuñadas que pretendían servir de racio-
nalizaciones o panegírico de la estabilidad y legi-
timidad del sistema: la «sociedad pluralista», «el
equilibrio de poder», el «fin de la ideología»,
«el siglo americano», «el mundo libre». A medida
que estos comedidos eufemismos políticos, uno a
uno, mordieron el polvo, una imagen más consis-
tente- alguno incluso diría peligrosamente sobre-
determinada- de la sociedad comenzó a emerger:
la imagen del poder de las grandes compañías y de
los privilegiados unido a las élites políticas y mi-
litares en defensa del manifiesto global destino de
América como la sede del poder capitalista e in-
dustrial del siglo veintiuno; servido por las mul-
tiuniversidades que canalizaban a los hombres de
talento dentro del sistema, y por los mass media,
que proveían distracción a nivel de masas a escala
nacional -un complejo poderoso y sin resquicios
de entrelazadas burocracias que se había conver-
tido, no obstante, en la única agencia factora de
la historia de cara al mundo. Soft sell -el mensa-
je de la opulencia- para la mayoría blanca del
país; hard sell -napalm, CIA, defoliación, esferas
58
de influencia, Séptimas Flotas -para el extranje-
ro: «la sociedad unidimensional» de Marcuse. Los
hippies, aunque ligados a diferentes intereses y
tipos de acción o formas de vivir, sin embargo,
comparten una versión de esta incipiente y latente
«ideología» con los radicales blancos de su gene-
ración y también, aunque con importantes diferen-
cias, con los militantes negros.
La tarea, no obstante, persiste -situar a los
hippies como una formación social dentro de este
conjunto de estructuras. Habitualmente se «sitúa»
a los hippies como una reacción contra el compro-
miso político de los grupos más activistas y mili-
tantes del comienzo de los sesenta. He intentado
sugerir que hay un elemento de retirada y diso-
ciación de lo más abiertamente político, un ele-
mento de retraimiento, en la emergencia de los
hippies en un «momento» particular del under-
ground generacional. Pero su más amplio signifi-
cado es algo diferente.
Podemos interpretar al menos cuatro formas
por las que los hippies -quizás a pesar de sí mis-
mos, y ciertamente sin mucha intención conscien-
te- han contribuido al crecimiento de la contes-
tación política del sistema. Primero, han contribui-
do signicativamente al estilo del movimiento. Las
formas existenciales, espontáneas, flexiblemente
organizadas, casi anárquicas, de la sociedad y « ar-
te» hippies son prueba viviente de autenticidad
para esta nueva clase de movimiento político. Su
énfasis en la necesidad del individuo radical de
«vivir totalmente» su acto de desafiliación, el ta-
59
lante libertario y anti-ideológico de la subcultura,
encuentra áreas enteras de respuestas afines en
otros grupos políticos y tendencias que son ideoló-
gicamente opuestos a los hippies. En el período
post-hippie, 'activistas y drop-outs llegan a pare-
cerse en el estilo personal. Los hippies no sólo han
ayudado a definir un estilo, sino que han hecho de ,
la cuestión del estilo mismo un principio político.
En segundo lugar (y relacionado muy de cerca),
los hippies han ayudado a crear un repertorio de
maneras de afrontar y «contestar» a la sociedad,
que tienen un estilo muy imaginativo, provisional
e improvisacional. Han dejado su huella en ladra-
m:aturgia del movimiento revolucionario. Se delei-
1
tan en el «happening» semi-escenificado, especial-
mente si puede ser llevado a cabo de tal manera
que revele la cualidad ilusoria o Dadá de la vida
de clase media. Han añadido obs·cenidad, shock,
teatralidad, el «put on» (estratagema destinada a
«engañar» al público), al vocabulario de la lucha
política. Al hacer ésto, han dado una nueva defini-
ción al significado del «acto político», ampliando
y profundizando su círculo de referencia. Este ele-
mento ha emergido como una de las peculiares
virtudes de los yippies -que son hippies con un
sentido más teatral- aunque ha estado presente
como elemento casi desde los primeros hippies:
desde la distribución gratuita de billetes de dólar
desde el balcón de la Bolsa de Nueva York, que
tuvo a los ejecutivos, vestidos con trajes grises de
Brooks-Brothers, pataleando en el suelo para «re-
coger la «pasta», hasta el prolongado «put-on» de
60
los grupos hippies que han aparecido en las cmn-
pañas políticas del gobernador Wallace (ante la
consternación del gobernador) llevando el slogan
«Turn On With Wallace» (Conéctate con Wallace» ),
(«Al fin y al cabo», dicen, «es la monda») y la apa-
rición de J erry Rubín, uno de los líderes de los
yippies, ante el Comité de Actividades Antiameri-
. canas, con el torso pintado con las estrellas y las
rayas de la bandera, y llevando una metralleta de
cartón.
En tercer lugar, han hecho un esfuerzo consi-
derable para definir -viviéndolas- una serie de
contra-valores, opuestos a los de la sociedad con-
vencional. A pesar de su eclecticismo aparente-
mente sin normas, el sistema de valores latente de
la sociedad hippie puede interpretarse como una
directa contraposición dialéctica de valores alter-
nativos a los sagrados valores de la clase media.
Se puede hacer clara la consistencia de este en-
frentamiento de valores simplemente haciendo
unas listas de un conjunto de oposiciones:
«e onvencional » Hippie
opulento pobre
privilegiado desfavorecido
blanco indio
urbano-industrial pastoral o urbano-arcádico
sofisticado simple
experimentado naif
adulto niño
61
hombre/mujer juventud
masculino femenino
genital «polimorfo perverso»
trabajo juego
dolor placer
postergación de las lo inmediato, el «ahora»
gratificaciones existencial
tenso relajado
lógica lineal lógica metafórica y
analógica
palabra imagen
poder amor
individualista comunitario
fuerza flor
ordenado espontáneo
planificado desorganizado
rutinario anárquico
instrumental expresivo
limpio desastrado
sociedad ser (individuo)
cuerpo mente
razón intuición, instinto
objetivo personal
62
comprometidos precisamente en esta retirada tác-
tica. Como los santos del siglo diecisiete o los bol-
cheviques después de 1905, se han retirado a una
no-sectaria «sectaria» conspiración, se han metido
bajo tierra (underground). Como los primeros fide-
listas, han tomado, en sentido figurado, la «Sierra
Maestra». Pasivamente, esto representa un aban-
dono de la clase media americana por parte de
sus propios hijos- una retirada de los suburbios
respetables a las contra-comunidades y enclaves
drop-out de la sociedad. De esta manera, los hip-
pies se parecen más a alguna secta milenaria. Real-
mente, se podría componer una escatología com-
pleta : aquellos que han sido reclutados para la
secta deben «turn on» y «drop-out»; deben conver-
tirse y entonces vivir la vida divina, separados y
aparte, distinguiéndose por su hábito y sus cos-
tumbres, y por su propio régimen de vida. Se pue-
de convertir a otros también: a los hippies les gus-
taría «turn them on». La «secta» tiene sus ritua-
les, sus caminos para alcanzar el nirvana o la iden-
tidad con la divinidad; tiene su galaxia de santos
-Buddha, Ghandi, Jesús, Karma; tiene su eucaris-
tía- el cannabis sagrado, la píldora azucarada;
tiene sus «libros sagrados», su -c ábala, sufre per-
secución -la sufre, frecuentemente con amor, vol-
viendo la otra mejilla; tiene su apocalipsis- cuan-
do toda América haga caso del mensaje, «Se conec-
te», y se alcance el drop-out final y colectivo. Pero,
en su forma más activa, los hippies y el «flower
power» son una manera de continuar una especie
de política espiritual con «Otros medios». En vez
63
de atacar de frente a la sociedad, como los mili-
tantes en el campo de batalla, o de incendiar la,
baby, hasta hacerla desaparecer, como los Inilitan-
tes negros del ghetto, quieren desenmarañarla
desde dentro, destruyendo lo racional, 1ninando la
legitimidad, la ética social qu_e es el cemento mo-
ral que mantiene la construcción en pie. (Y aquí
se apuntan un tanto ya que, a pesar de todo lo que
se dice acerca del materialismo de la sociedad
americana, se mantiene como una de las socieda-
des n1ás ideológicas y que más respetan la ideolo-
gía). Los hippies son la segunda o tercera ola de
guerrilleros de una nueva especie de lucha de gue•
rrillas cultural: la lucha por la consciencia social.
Claro está que estamos limitados a escribir acerca
de ésto como si fuera una estrategia consciente,
cuando la mayoría de los hippies desprecian toda
la «ensalada» interpretativa-analítica-causal-ideoló-
gica. Con Susan Sontag, están «contra la interpre-
tación»; para parafrasear su slogan, quieren una
erótica no una hermeneútica de la política 39 • Sin
embargo, yo creo que el fenómeno hippie es una
«manifestación» del tipo que he intentado descri-
bir: puede que sean drop-outs de la lucha política,
pero son de los primeros en las tropas alistadas
para una nueva clase de política en la sociedad
post-moderna post-industrial: la política de la re-
belión cultural.
El cuarto punto deriva directamente de este
análisis. Los hippies son un intento de prefigurar
39. Susan Sontag, Against Interpretation (Eyre and
Spottiswoode: 1967).
64
una nueva clase de subjetiv.id'ad 40 • En su forma
actual, antes que ninguna transformación entera-
mente revolucionaria dé a esta subjetividad un
contexto social, existen principalmente como una
anticipación fragmentaria o pre-figuradora del fu-
turo, o como una profunda y absoluta negatividad-
contradictoria, por resolver. No es posible toda-
vía hacer y vivir en la nueva sociedad; pero es po-
sible tener una visión de cómo podría ser, esbo~ar
un n1odelo de futuras posibilidades, a través de
las formas rotas, de las estructuras resquebrajadas
de la vida y conciencia hippie. AqueUo para lo que
los activistas se organizan y planean, los hippies
empiezan construyéndolo «desde la matriz» de la
sociedad pre-revolucionaria. Y así como a veces
es necesario retirarse, destotalizar, para poder lue-
go avanzar y reestructurarse, así las posibilidades
positivas enarboladas para el futuro en el n1ovi-
miento son vividas por los hippies como una ne-
gación. Intentan abrirse paso hacia el futuro yen-
do hacia atrás a través del ojo del tiempo. Mailer
65
5.- LOS HIPPIES
en una de las más profundas críticas sociales del
período, su ensayo sobre «El Negro Blanco» y el
nacimiento del Hip, nos advierte que, tanto para
los blancos como para los negros en la sociedad
americana, llegará un tiempo en que «la única res-
puesta vivificadora» será, «aceptar los términos
de la muerte, vivir con la muerte como un peligro
inmediato, divorciarse de la sociedad, existir sin
raíces, embarcarse en este viaje sin rumbo fijo
hacia los rebeldes imperativos del ser».
66
precisamente, este doble carácter : en parte, la
confrontación y demixtificación de las estructuras
sociales y del poder establecido, y en parte la ex-
ploración de la vida nocturna de la psique. Los
hippies también, a su manera, son peregrinos de
este oscuro y provisional viaje. Nos recuerdan de la
manera más activa que la «sociedad» no es sólo un
poder «ahí fuera» sino también una estructura
mental, un código o una marca en la mente. Nos
recuerdan, a cada uno de nosotros, los profundos
niveles en los que la sociedad requiere de noso-
tros no sólo «complicidad» con sus valores y su
manera de percibir la realidad, sino que además
nos ayuda a obtener profundas satisfacciones de
esta connivencia. Así que dan al movimiento un
roto, incompleto, todavía mitificado pero necesa-
rio «lenguaje» con el que definir la «tecnología
psíquica» del sistema, y sugieren actos -formas
de praxis, tipos de «disertaciones»- por las cuales
esta infraestructura subjetiva de la sociedad ame-
ricana puede ser superada. Ellos lo hacen, en par-
te, rechazando el «leng:uaje» dado por la sociedad
misma, que está codificado por y para una socie-
dad dada, y, en parte, a través de una inmersión
negativa en las experiencias inmediatas del arte
multi-media, y del placer intensificado . de las re-
laciones personales. Incluso en condiciones de ex-
trema escasez material, «proyectan» otras imáge-
nes, procedentes de otra forma de consciencia, so-
bre la pantalla de la mente. Si el sonido está su-
ficientemente alto, y los colores son suficiente-
. mente calidoscópicos, el «circuito» de la consden-
67
cía existente puede simplemente explotar y frag-
lnentarse. Para revivir las riquezas y el conteni-
do de esta subjetividad breve1nente divisada, se
sumergen en ella, con un eclecticismo totalmente
desestructurado: unas veces volviéndose hacia las
experiencias de la vida de los desposeídos y las
clases más bajas de la sociedad (como los militan-
tes negros encuentran una fuente directa de va-
lores en la menospreciada vida del ghetto, y como,
antes que ellos, el hipster blanco de Mailer encon-
tró una fuente de nueva sensibilidad y energía en
el negro); otras con la música y los media; otras
el 1nisticismo y la religión.
III
68
de Mayo en París también capta estos dos extre-
mos contradictorios: «La In1aginación al Poder» .)
Los hippies, como los beats antes que ellos, son
prototipos de lo que Herbert Blumer llama «un
movimiento social expresivo». Su aparición en
1966-67 marcó la ascendencia temporal de lo expre-
sivo sobre lo activista en la dialéctica de la revuel-
ta generacional (de hecho, claro está, los dos «mo-
mentos» de desarrollan simultáneamente y en par-
te coinciden). No hay una separación rígida entre
estos dos «momentos», en realidad, y esto es bá-
sico, ambos forman parte y son manifestaciones
alternativas de un estado de ánimo, crítica, estilo y
forma comunes de actividad revolucionaria. No
obstante, alrededor de cada «polo» se pueden agru
par diferentes conjuntos de ideas, sentimientos y
conceptos. Lo expresivo acentúa lo personal,
psíquico, subjetivo, cultural, privado, estético o bo-
hemio -elementos en el espectro de las emocio-
nes y actitudes políticas. El polo «activista», en
cambio, acentúa lo político, lo social, lo colectivo,
el comprometerse en la organización, la finalida d
pública del espectro. El «momento» expresivo da
énfasis al desarrollo de un estilo revolucionario:
el «n1omento» activista al desarrollo de una estra-
tegia revolucionaria. El expresivo facilita a menu-'
do el lenguaje a través del que se extrae el com-
bustible subterráneo, anárquico, psíquico de la re-
belión -las fuerzas del Ello. El activista facilita
la energía social, modeladora, organizadora, con-
ductora. En su «objetivización» expresiva, el mo-
vimiento se alimenta de una especie de energía
69
explosiva, negativa, incluso destructiva -ya sea
el elemento agitado, music-soul, rítmico afro-
americanista para el movimiento negro, ya sea
el bohemio, acid-rock y multi-media misticis-
lno de los hippies. Los activistas necesitan alguna
fuente, algún refrendo de los valores por los que
se sacrifican: y es en el «momento» expresivo don-
de tales contra-valores y contra-emociones se ex-
presan y facilitan, incluso en una forma negativa,
al movimiento. Cada fase atrae a un sector dife-
rente de la juventud; cada fase tiene su propio
acento. Los hippies elevan la desafiliación a la cate-
goría de forn1a de vida. La experiencia revolucio-
naria objetivada en este momento encuentra así
su paradig1na y modelo en el dro¡rout. Los mili-
tantes de los campus, los que se niegan a hacer
el servicio 1nilitar, los activistas de las comunida-
des y demás llevan el activismo a forma de vida.
En este momento el paradigma revolucionario es
el organizador. Los hippies crean el escenario: los
activistas construyen «el mov.imiento». Con todo,
cada momento, en la medida en que supera al
previo, acarrea ·e lementos del pasado incluso si
lo que busca es des-totalizarlo. Así el SNCC, SDS,
y otros jóvenes las marchas por la libertad, o que
se niegan a hacer el servicio militar, que intentan
combatir a la sociedad allí donde los beats se re-
tiraron, tienen sin embargo, mucho de los beats en
ellos -incluyendo algunos beatniks (hombres
como Ginsberg tienen una forma de reaparecer ·e n
cada fase): tienen el aspecto, hablan, se visten y
m ueven más como beatniks que cmno cualquier
70
otro estilo político reconocido, sus reuniones polí-
ticas tienen la libertad de forma de aquellas se-
siones de psicoterapia amateur de grupo y de
aquellas charlas descoyuntades que aparecen en la
novela On The Road de Kerouac y en Holy Bar-
barians, y su lenguaje político lleva la marca inde-
leble de los ritmos y las imágenes con que Howl
anunció, antes, la apocalipsis. Del mismo modo,
cuando los hippies se retiran a la Costa Occidental
y otros enclaves, o desaparecen temporalmente en
los ambientes electrónicos del acid-rock, o en la
vida-sueño del LSD, llevan consigo a este páramo
de la mente, metafóricamente, las cicatrices y mar-
cas de un centenar de sit-ins, manifestaciones y
confrontaciones. A pesar de que frecuentemente
repudian el compromiso político abierto, los hip-
pies aparecen sin embargo, en el «momento» y
con el «uniforme» de los primeros bohemios post-
políticos de la nueva política: y el post se refiere
tanto a la nueva izquierda como a la antigua. Son,
simultáneamente, inocentes en política y vetera-
nos . Aunque, en sentido literal, pocos hippies eran
lo suficientemente mayores para participar en las
marchas a Washington con Martin Luther King y
Bayard Rustin, o en los sit-ins de los mostradores
de Woolworth, o para afrontar a la policía de
Alabama, son sin embargo, veteranos del movi-
miento de la mente. Esto es quizá más sorprenden-
te para un observador inglés; pero aunque los es-
tudiantes activistas y los organizadores de las co-
munidades se hayan comprometido sustancialmen-
te en la vida política, es un grupo de hippies con
71
tejanos sucios y sus bufandas de colores y gafas de
ancianita, sus sacos de dormir y sus botas, pertre-
chados para toda clase de climas, inseparables de
sus guitarras y envueltos en una manta o en un
poncho, quienes más recuerdan al observador in-
glés a los participantes, excéntrica y pobremente
vestidos de la marcha anti-nuclear de Aldermas-
ton. Este punto de asociación visual no es fortuito,
porque en el movimiento anti-guerra nuclear en In-
glaterra -una de las primeras culminaciones de la
«nueva política» como movimientoL- las dos mis-
mas tendencias, la expresiva y la activista estaban
inextricable y explosivamente vinculadas.
Los hippies son viajeros, exploradores, aventu-
reros del alma subterránea, de las cavernas inte-
riores, de la sub-vida inconsciente del momento
revolucionario. Son hijos de la transición. Mientras
que los más activos y comprometidos militantes
definen la línea del conflicto con el sistema y bus-
can una «contestación» frontal para desafiado y,
si es posible, trascender las estructuras socioeco-
nómicas existentes, los m.e nos-comprometidos, de-
safiliados, retirados, de la fase hippie y beatnik
comienzan a explorar, vivir totalmente y actuar en
formas fragmentadas y rotas los límites exteriores
y los espacios .interiores de la praxis revoluciona-
ria y post-revolucionaria. Viven, encarnan y se
convierten, en términos hegelianos, en «la nega-
ción de la negación». Su papel permanece contra-
dictorio y t-paradójico. Aunque intentan alcanzar,
en la vida diaria, una nueva clase de comunidad y
forma de compartir, el estilo de la rebelión perma-
72 ~
nece encajonado al nivel de una revuelta personal
contra el sistema. Muchos de sus característicos
modos de vivir parecen adaptativos al sistema, más
que tma superación de éste. A n1enudo se ven a sí
mismos -y son vistos por los otros- como diso-
ciados de la política, sólo casualmente implicados.
Sin embargo, en una forma negativa, actualizan y
dramatizan en microcósmicos fragmentos este «fu-
turo» al que los activistas apuntan pero del que,
todavía, son incapaces de hablar. La forma de vida
hippie es una refracción rota del hasta ahora au-
sente o carente «contenido» del emergente proyec-
to revolucionario.
En su forma actual, pues, están condenados a
desaparecer. Tanto como dure la trayectoria dia-
léctica del movimiento, estos dos polos, el expresi-
vo y el activista, continuarán apareciendo y desa-
pareciendo, absorbiendo y haciendo manifiestas
aquellas cosas incompletamente definidas en un
«momento» dentro del siguiente. La sutil muta-
ción del puro estilo hippie al «mezclado» estilo
yippie en el año de las elecciones presidenciales
es justamente un movimiento regresivo-progresivo
de este tipo. Habrá más cambios a seguir. El «sig-
nificado» de los hippies para el movimiento no
se d'efine por su capacidad' para sobrevivir intac-
tos como una formación separada, sino precisa-
mente por su capacidad para refluir en y a través
de las formas fluidas que la actividad revolucio-
naria continúa tomando en este pre-revolucionario
fermento 42 • Pero, a pesar de su tendencia a que-
42. Esta es la razón por la que la significación de los
73
brarse bajo la presión de los acontecimientos,
«proyectan» para todo el movimiento algunas for-
mas futuras incluso desde dentro y a través de
las distorsiones negativas y experiencias del pre-
sente. Como Fred Davis remarcó recientemente,
en un número de Transaction dedicado a los hip-
pies,
74
está siendo «contestado». Aun así, es en la Utopía
donde se ensayan las futuras posibilidades. La vida
hippie es precisamente este ensayo negativo para
el futuro. Puede que entonces los hombres no
tengan que ser «drop-outs» -pero ésto será por-
que una nueva clase de comunidad se habrá abier-
to camino y habrá fracturado las alienaciones de
la sociedad técnico-capitalista. Puede que los hom-
bres no tengan que afirmar su derecho a «hacer
lo suyo»- pero será porque la sociedad respon-
derá a las fuentes auténticas y espontáneas del yo
creativo. Puede que los hombres no quieran negar
a la sociedad -pero será porque ésta será vista
y se convertirá en el transparente estatuto de la
libertad humana, y no como la cárcel de la reifica-
ción. Puede, que los hombres no lleven collares, ni
cascabeles ni flores -pero será porque se habrán
· reapropiado la actividad sensible como a «sus pode-
res esenciales propios» (según una cita de Marx):
porque el color, el lenguaje, las imágenes de la
naturaleza se habrán convertido en los emble-
mas de la vitalidad, expresiones desalienadas de la
subjetividad humana, del sitio del hombre como
humano y actor en el mundo. Puede que los hom-
bres _no sean necesariamente «polimorfos perver-
sos», pero recuperarán la ternura, una especie de
santidad de las relaciones con los otros, apren-
derán el alfabeto del amor sin culpa ni remordi-
miento: conducirán a Eros al servicio de la Civi-
lización. Puede que los hombres no rehuyan la jor-
nada de trabajo o no duerman en las aceras - pero
h abrán roto el marco existente que separa el tra-
75
bajo del juego, el trabajo mental del manual: ha-
brán quebrado la tiranía de la lógica racionalista
y del pensamiento unidimensional. Sobre todo, el
reino de este mundo sombrío que separa lo inte-
rior de lo exterior, lo objetivo de lo subjetivo, lo
sensual de lo material, las instrumentalidades del
trabajo de la expresividad del ser, desaparecerán.
Paradójicamente, los hippies son más revolucio-
narios en cuanto acentúan de la forma más radical
los términos de esta nueva clase de subjetividad.
76
rnienzan a sugerirlo y anticiparlo, esbozarlo, como
una casta de actores perpetuamente «en 'escena}}
en algún teatro ambulante del futuro.
77
NOTA BIO-BIBLIOGRÁFICA
CUADERNOS ANAGRAMA
1. Isaac Deutscher, Las raíces de la burocracia
2. Edmund Leach, Lévi-Strauss, antropólogo y filósofo
Claude Lévi-Strauss, El oso y el barbero
3. Noam Chomsky, Sobre política y lingüística
4. Eugenio Trías, Filosofía y carnaval
5. Louis Althusser, Freud y Lacan
Jacques Lacan, El objeto del psicoanálisis
6. - Les Temps l\liodernes, La John Birch Society: una ex-
trema derecha apacible