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El vocablo “victimología” fue acuñado por el israelí Beniamin Mendelshon. Que venía
trabajando en la década del 40 en estos temas y que lo sigue hacienda entusiastamente
hasta nuestros días. Antes de apuntar algunos de los hitos de su pensamiento, sera
preciso reponer entre nosotros su figura, ya que fue duramente criticado por Jiménez de
Asúa en su momento. Decía el professor español –mi inolvidable maestro- que
Medelshon se había atribuido la calidad de creador o fundador de la disceplina y no
podia ignorer en modo alguno que Von Henting había hablado antes de ella.
De ahí que toda vez que mencione el término “victimidad” o “actitud victimal” lo
opongo al de “criminalidad” y “actitud criminal”, en un deseo de abrazar la realidad
práctica circundante en material penal. Pero Adelanto la enorme proyección de la
materia abordada.
La “pareja penal”
Medelshon, con notable acierto, se refiere a la “pareja penal”, que debe ser distinguida
de la que el italiano Escipión Sighele denominaba “pareja delincuente”. En esta última
existe mutuo y pleno concenso delictivo para que dos peronas, que caracteriza como
íncubo y súcubo, se involucren en uno o más delitos. Es la commission del delito en que
dos están de acuerdo.
Esa desarmonía que determina y destaca los roles a que estaban destinados en el acto
delictual: victimario y sacrificado.
Puede haber ocurrido un trasvasamiento entre ambos sujetos que los pone en paridad de
condiciones. De todos modos, cabe señalar la existencia de una víctima estrechamente
ligada a la decision que assume y, sin solución de continuidad, detentar la calidad de
victimario y víctima.
La “pareja penal” se ve superada por los crímenes no convencionales, desde los que
engendra el abuso de poder politico, la corrupción, hasta la enorme cantidad de delitos
económicos o el crimen organizado. La víctima, en multiples ocasiones, no tiene Buena
idea de quién, concretamente, la victimize. Queda inerme, sin relación alguna con el
victimario o aggressor. En oportunidades es todo un pueblo el victimizado. También es
díficil hallar la “la pareja penal” en hechos cometidos mediante técnicas modernas.
Piénsese en un delito que se comete en pocos segundos mediante la computación, cuyos
efectos se producen allí donde se encuentran las víctimas ¡a 20,000 km de distancia!
Son también víctimas las de los accidents de trabajo y quienes deben laborer en
situación esclavizante e inhumana, incluso por razones atinentes a la tecnología; por
ejemplo, en una represa nuclear, los enfermos, los ancianos, los niños abandonados a su
suerte, los oligofrénicos, los locos, los minusválidos, los reclusos, los liberados de la
prisión de manera definitive o condicional; los marginados y sumergidos sociales, los
cultivadores de drogas vegetales, los adictos, alcohólicos, tabáquicos.
En cambio, la víctima nos parece innocua, sin incentivos. Nadie desea ser robado,
lesionado, torturado…
Desde hace realativamente poco tiempo, empero, se trata de reparar el error mediante
las jornadas de la Sociedad Internacional de Victimología y el tema es transitado en
Naciones Unidas, a la vez que han surgido centros estatales y privados de ayuda a la
víctima en diversos países. En la Argentina, el tema comienza a balbucearse y es de
esperar que se reponga en poco tiempo a las víctimas, comenzando por los ofendidos
por el delito, en el sitial que humana y cientifícamente merecen.
“Cifra negra” y delincuencia convencional
CAPITULO II
TIPOLOGÍA DE LAS VÍCTIMAS
Para Medelshon, la víctima puede ser tan culpable como el criminal en el hecho
delictivo. Esta relación entre criminal y víctima se establece claramente, según advierte,
al estudiar motivación y reacción en la “pareja penal”, lo que daría lugar a la repartición
similar de responsabilidades penales. Dependerá del examen de cada caso concreto la
determinación de esta circunstancia.
Establece un esquema gráfico de dos polos opuestos: uno que determina con cero de
culpabilidad, y el otro con cien. Explica que la víctima que no es responsible
criminológica ni penalmente estaría situada en el 0 y el criminal, obviamente, en los 100
grados. Sostiene qu en la relación de la “pareja penal” es común encontrar que la
posición del criminal y de la víctima no se encuentra en polos opuestos sino en
posiciones intermedias. Basándose en este tipo de esquemas y según sean las relaciones
entre ellos, elaboran diversas catagorías de víctimas:
Medelshon concluye calificando a las víctimas desde el punto de vista represivo en:
Tipologías victimales.
Luiz Jiménez de Asúa ensayó una nueva clasificación ubicando a las víctimas en dos
categorías sustanciales: indiferentes y determinadas. Juegan un papel importante en
esta clasificación el plano y la óptica en los que se mueve el delincuente. Dice
“Pensemos, por ejemplo, en el que sale a la calle con el objeto de atracar a
cualquiera, al primer transeúnte. Para él la víctima es indiferente: sea hombre o
mujer, no le interesa ni su nombre ni su condición, lo único que le importa es
apoderarse de lo que lleva en el bolsillo, con el grito que se hizo famoso en España
de «la bolsa o la vida». Pero, en cambio, otras veces la víctima no es indiferente. Al
hombre que mata a la mujer que le ha sido infiel, no le da igual matarla a ella que
matar a otra mujer; tiene que se determinada concreta, esa mujer, en el crimen
pasional”.
Otras clasificaciones
a) Víctima provocadora
Es la que desempeña un rol decisivo desde el punto de vista etnológico porque incita
al delincuente a cometer la infracción. Describe dos tipos: el pasivo y el activo.
1) El tipo pasivo (provocación indirecta). Es el individuo que por su negligencia o
imprudencia favorece la situación propicia del crimen, incitando indirectamente
al delincuente a accionar. Los ejemplos clásicos son el del automivilista que deja
sin cerrar correctamente su automóvil en la vía pública o con las llaves puestas
en la cerradura o expuestas en su interior. O el del comerciante que expone la
mercadería de manera atrayente pero muy a la mano de los clients y sin
vigilancia ostensible.
2) El tipo activo (provocacion directa). Este tipo de víctima desempeña un rol más
concreto y relevante en la descarga del crimen. Existen dos variedades.
I) La víctima consciente es la que incita a la acción como agente provocador o
promoter. Desea el acto delictuoso y hace todo lo que puede y está a su alcance para
que se produzca: toma la iniciativa, solicita, exige la intervención. “Se encuentra a
menudo a esta víctima instigadora, rogante o solicitante en ciertos casos de
homicidios deseados; de los menores que incitan al agente a violar las leyes
destinadas a su protección; o el de individuos incitando a alguien para que lo motile
a fin de salvarse del dervicio military; o el del aborto practicado en la víctima a su
pedido. Esa categoría de víctima –indica Fattah- es casi identificable como cómplice
delautor del hecho”.
II) La víctima no consciente que provoca la acción. En estos casos la víctima, al
contrario de los señalado en el tipo anterior, no incita al acto pero lo provoca con sus
reacciones consientes o incoscientes. Las variedades principales son:
a) La víctima del acto cometido por el otro en estado de legítima defense. Ha
porvocado con su aggression el ataque que se emprendió contra ella y que
puede determiner su muerte.
b) La víctima “precipitante”. Este término señala a la persona que ha provocado
el acto cometido en su contra, sea recurriendo a la fuerza física o mostrando
un arma, por ejemplo.
c) La víctima que por actos injustos o bien por insultos ha hecho perder al
victimario su sangre fría y lo ha incitado al atentado en su contra.
b)Victima participante.
Si bien la víctima provocadora desempeña un papel preponderante en la genesis
del crimen, la participante se sitúa generalmente en la fase de la misma ejecución. Su
participación puede consistir en una actitud pasiva que facilita la ejecusión del crimen o
en una forma activa.
Describe los siguientes casos:
1) El tipo pasivo: Se caracteriza por su actitud favorable a la ralización del crimen. Esa
pasividad puede tomar diversas formas:
Simple deseo de que el acto sea cometido.
Consentimiento: por persuación; por ignorancia de la naturaleza del acto a causa de
la edad joven; por deficiencia mental. Sumisión, resignación, complicidad, indiferencia,
indolencia, apatía, letargo.
Todas estas actitudes son favorables a la ejecución del crimen, sin alcanzar,
emperor, la deliberación que implica el consentimiento.
2) El tipo activo: Aquí la víctima trae una participación decidida y directa. Señala los
siguientes casos: la víctima contribuyente; la víctima cooperadora; la víctima
colaboradora; la víctima coadyuvante.
Explica Fattah que la víctima puede ser sucesivamente provocadora (instigadora o
suplicadora) en la fase de descarga y participante en la fase de ejecución, constituyendo
en tal modo un tipo mixto. En estos casos desempeña un rol activo en el cometido de la
infracción panal, ya sea que actúe juntamente con el culpable (la menor consciente en
los casos de rapto o violación) o que preste una ayuda o asistencia cualquiera al autor.
Hilda Marchiori frente a la relación autor-víctima del delito analiza los mecanismos
psicológicos de las circunstancias del encuentro entre ambos: a) víctimas pertenecientes
al mismo grupo familiar del autor del delito; b) víctima conocida; c) víctima
desconocida.
En cuanto al primer grupo, señala el mañtrato a menores, homicidios por cellos,
alcoholismo, encesto y un gran número de delitos que no son denunciados, como
lesions y delitos sexuales con menores. “Hay niños que desde los primeros meses de
vida y en algunos casos desde los primeros días, son víctimas de man¿ltrato, torturas,
castigos generalmente ocasionados por los padres o familiars del menor. Niños
abandonados y menores drogadictos por la varencia de cuidados maternales y de la
patología del núcleo familiar.
Menores explotados por sus padres en el plano laboral, que son estimulados a robar para
asistir económicamente a la familia, son víctimas que muy probablemente se conviertan
en futuros delincuentes.
En el homcidio por la “identificación emocional” (celos), el agredido mantiene una
relación sadomasoquista con el autor. Se observa que los celos entre la pareja conducen
inexorablemente a la autodestrucción. Y en el homicidio que se procede en el grupo
familiar tras la ingesta de alcohol, éste actúa como desinhibidor de la aggression ya que
generalmente existe una dinámica interna de tipo persecutorio en el autor del delito.
En el caso de la víctima conocida para el autor, se dan diversas circunstancias:
cercanía domiciliaria, de trabajo, etc., que permiten conocer la situación y costumbres
de la víctima, para cometer delito de robo, sexuales, homicidios por venganza, entre
otros.
En los supuestos de víctima desconocida para el autor, casi siempre existe una
visualización previa de ciertas circunstancias, que tambión se refieren al lugar de
ocurrencia de la aggression, como en el caso de las pandillas que hacen víctimas de
delitos sexuales o el caso del exhibicionista que efectúe una rápida selección de su
víctima impressionable frente a su conducta patológica. Muchas prostitutas, por el
simple hecho de ejercer tal comercio, están propensas a ser víctimas de delitos de robo,
lesions y, acaso, homicidio.
Se han desandado más de cuatro decenios desde que Mendelshon hablara de la pareja
penal y diera pie a su clasificación que otros autores han retomado con ligeras
variaciones. La idea de las víctimas inocentes, colaboradoras o coadyuvantes y
solicitantes tiene suficiente prestigio y solo ha merecido una suerte de adjetivación
jerárquica o ubicación según matices. Pero vivimos en una época de enorme
victimización, en especial en los países periféricos. Se ha generado el crimen
organizado como el del llamado narcotráfico que suele llevar a sus víctimas –usuarios,
adictos, minitraficantes para su propio consumo y en ciertos casos suministradores a
título gratuito- a la cárcel, y se ha amplificado, paralelamente, la cantidad de delitos no
convencionales hasta límites abrumadores por su cantidad y efectos.
La celebérrima “pareja penal”, como ya he dicho, no puede en estos casos
celebrar ningún connubio desde que pocos victimizan a muchos, sin siquiera conocerse,
con untuosa hipocresía en muchos casos. Las víctimas han crecido no solo con respecto
al delito. Han quedado desharrapadas y a la intemperie por acciones delictivas,
autoritarias, discrecionales de los que mandan.
Inocentes
Sin acrtitud victimal
Resistentes
Provocadoras
(légitima defense)
Con actitud vícti- Provocadoras genéricas
a) Individuales mal culposa Cooperadoras ocoadyuvantes
Solicitantes o rogantes
(mutilación, autanasia)
Los delitos de índole familiar escasamente llegan a conocimiento de la justicia y tal vez
constituyan –dentro de elocuente la llanada “cifra negra”. Incluyo a los niños golpeados,
hecho tan abrumador como reiterado en estos tiempos, porque se trata de una forma de
victimización que engendra grandes resentimientos y desequilibrados emocionales que
conducen frecuentemente a engrosar el número de chicos de y en la calle, y no pocas
veces, por el encarnizado quebranto, la incuria, el descuido y la impunidad de ese
descuido, terminan en la delincuencia.
Alta traición
Rebelión
La comunidad Sedición
como nación Levantamientos
Toda otra forma de conspiración
para derrocar a un gobierno legi-
timamente establecido
Terrorismo
Genocidio
Etnocidio
Delitos de “cuello blanco” cometidos
Por particulares (fraude bancario,
financiero).
Polución de la atmósfera, la tierra
y las aguas.
Falsificación de medicamentos
Falsificación de alimentos
Tráfico internacional de drogas
Compra fraudulenta de armas de
La comunidad guerra.
c) Colectivas social Abuso de poder gubernamental.
Evasión fraudulenta de capitals
por funcionarios.
Ocultación de “beneficios” por fun-
cionarios.
Monopolios ilegales
Especulaciones ilegítimas desde el
poder (con motivo del conoci-
miento de desvalorizaciones mo-
netarias, por ejemplo).
Fraudes con planos urbanísticos.
Persecusiones políticas a disidentes
de todo tipo.
Censura y uso abusive de medios
de comunicación
La víctime nata parecer ser una realidad víviente cuya aptitude específica a ser víctima
se explica con particularidades biopsicológicas y psicosociales, estas últimas siendo tal
el resultado de aquéllas.
Creo que debe recoferse con cautela el concepto de “víctima nata” que se ha
lanzado no sin cierto “heroísmo moral” producto de tal invento. Admito, sin embargo,
porque todos conocemos la existencia de algún caso de “víctima latente” con una suerte
especial y atrabiliaria para constituirse en víctimas. Y hay personas que el día que no se
sientan víctimas no tendrían de qué hablar…
De allí que Aniyar de Castro señale (ob. cit., pág. 63): “Hablar de víctima nata
sería un anacronismo doctrinal, puesto que ni siquiera de los sujetos subnormales, los
más representativos, podemos asegurar que sean arrastrados por fuerzas inescrutables a
convertirse en víctimas. Así como todos los subnormales no son a fortiori criminals”.