El acoso escolar (también conocido como hostigamiento escolar, matonaje
escolar, matoneo escolar, maltrato escolar o en inglés bullying) es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado tanto en el aula, como a través de las redes sociales, con el nombre específico de ciberacoso.1 Estadísticamente, el tipo de violencia dominante es el emocional y se da mayoritariamente en el aula y patio de los centros escolares. Los protagonistas de los casos de acoso escolar suelen ser niños y niñas en proceso de entrada en la adolescencia, siendo ligeramente mayor el porcentaje de niñas en el perfil de víctimas. El acoso escolar es una forma característica y extrema de violencia escolar. El acoso escolar es una especie de tortura, metódica y sistemática, en la que el agresor sume a la víctima, a menudo con el silencio, la indiferencia o la complicidad de otros compañeros.2 Este tipo de violencia escolar se caracteriza, por tanto, por una reiteración encaminada a conseguir la intimidación de la víctima, implicando un abuso de poder en tanto que es ejercida por un agresor más fuerte (ya sea esta fortaleza real o percibida subjetivamente) que aquella. El sujeto maltratado queda, así, expuesto física y emocionalmente ante el sujeto maltratador, generándose como consecuencia una serie de secuelas psicológicas (aunque estas no formen parte del diagnóstico); es común que el acosado viva aterrorizado con la idea de asistir a la escuela y que se muestre muy nervioso, triste y solitario en su vida cotidiana. En algunos casos, la dureza de la situación puede acarrear pensamientos sobre el suicidio e incluso su materialización, consecuencias propias del hostigamiento hacia las personas sin límite de edad. Suelen ser más propensos al acoso escolar aquellos niños que poseen diversidad funcional, entre las cuales se pueden contar el síndrome de Down, el autismo, síndrome de Asperger, etc.3 Muchas son las variantes que pueden afectar el comportamiento de los niños. Una de ellas se encuentra en el propio hogar, el lugar donde tienen un mayor contacto con sus familiares, ya que es bien sabido que los pequeños aprenden con el ejemplo y cuando lo que observan son malos ejemplos con la gente que los rodea, como discusiones, pleitos, agresiones físicas o verbales, etc., entonces este tipo de conductas se convierten en algo normal para los niños y por lo tanto, reflejan estos comportamientos en la escuela y con sus compañeros: el acoso y la agresión física o verbal. En Estados Unidos se han presentado un sinnúmero de casos relacionados con agresiones y acoso en las escuelas, que incluso en casos extremos, han llegado al suicidio por parte del agredido. Considero que hay mucho que trabajar en nuestra propia casa con nuestros pequeños, para darles la seguridad y confianza de que en caso de que alguna persona los moleste o los acose, pidan ayuda y que esto no les cree un conflicto, que los pueda dañar física o emocionalmente. Preocupados por esta situación, la Secretaría de Educación Pública (SEP), implementó en 2009 un programa llamado "Escuela Segura", sin embargo, por extraño que parezca, los maestros no han sabido cómo manejarlo y cómo ayudar a los pequeños. Considero que es necesario trabajar de la mano, tanto maestros como padres de familia y en general toda la sociedad para corregir e ir eliminando estas conductas que afectan a los niños, las cuales han estado provocando un gran problema: el rezago educacional, debido a que ellos prefieren abandonar la escuela por miedo a seguir siendo agredido.