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Debussy y el simbolismo (1) xde ol ultimo tercio del siglo Xk hasta princpos dol 9. ciertos artistas maniestaren Su rechazo, no solo de Ios todos de expresién vigen- tee, sino también, algunos do ollos, dol material propio de su arte que tracicionaimente se venia emplean- do. Est sora el caso, aunque de manera muy diferente, como se vera, de Ciaude Debussy on Pars, y de Arnold Schon- borg, Alban Berg y Weber en Viena ‘antes do plantoarnas la interesante pregunta de un eventual parontesco este fico entre Debussy, composior, y Mali= imé, poeta, es deat, de la eurion en. un {nice movimiento, liamado =e simbolis- mos, 08 dos modos de expresion artisica fn una vision comin del mundo, er Corda los caracoros de la época precs- dente, el romantcisme, La obra de Jaro- Sinsky: Debussy: Impressionisme ov symboieme, dfino sus valores (pgs. 43 v4) El romanticismo La tendencia natural del hombre es buscar una unidad con el mundo. Pero en ‘al siglo XIX se comprende que la razén humana es ineapaz de «asir» la naturale- za; ésta tiene lagunas en el plano de la racionalidad, y por lo mismo sigue siendo miteriosa @ inquietante. Por otro lado, ol hombre en si mismo ya es un misterio; lo que experimenta y vive casi siempre des- borda a la razén, Asi pues, le esta vedado ‘acceder a la plenitud realizando aquello ‘ue le parece vital, a saber la unidad en {te su propio yo y la naturaleza. E| nombre del siglo XVIII alimentaba tuna ilusion: su racionalismo le permitia ir alcanzando progresivamente —o asi lo Cela 6! al menos todos los secretos del mundo; confiaba en la ciencia para que le {clarase poco a poco todo Io que aun per- ‘manecia oculto a su entendimiento, ‘Mis tarde se dan cuenta de que, a pe- ‘sar de los sucesivos desciframiontos de la Ciencia, aquello que era misterioso no ha- 8 sino alejarse cada vez mas y sigue El amanecer del simbolismo por Eveline Andréani siendo inalcanzable. Aparece entonces la angustia metafisica. ‘Alemania es el pais que, en el siglo XIX, sentir tal vez de modo més doloroso ‘98a imposible ligazon entre el hombre y la naluraleza, Seguramente por razanes @ la vvez de encierro geografico en el seno de Europa, de desmigalamiento del teritorio. de lengua alemana en una constelacién de pequetios Estados, y de tension entre dos tips de religion desde el siglo XVI, la do Lutero, ol fanatico , espejo magico del mundo, especie de «obra-puente» hacia al simbolismo. Tal vez la aportacion mas importante del impresionisma sea esta demostracién, a través de la mirada, de un mundo como sistema de {uerzas interdependientes dol ue el sujeto participa. Al mirar el mundo, actdo sobre el mundo, «Estay en el mun= do y el mundo asta en mi». De la sensacién a la sugerencia El «paso» do la sensacién a la suge- rencia conduce a los conceptos propia: ‘mente dichos del simbolismo. Goethe fue seguramento 01 primero, escriba Stefan Jarocinski (op. cit, pag. 39) en «dar al ‘imbolo una definicion cercana ala que le ddamos hoy dia: «La alegoria transforma | fendmeno en concepto y ot concepto en imagen, pero de tal manera que, en la imagen, el concept no puede ser dado, Confirmado ni expresado sino de modo siempre limitado e incompleto, El simbolo transforma el fondmeno en idea y Ia idea fen imagen, y ello de tal mado que la idea fen la imagen acta ad infinium y perma: rnece inasible; incluso expresada en todas las longuas, siempre permanecera inex: presada Maurice Blanchot, recuerda Jaro- cinski, dira por su parte que «al contra rio que la alegoria, el simbolo no repre- senta nada concreto, no expresa nada, stan sélo hace presente, haciéndonos presentes a nosotros en ella - una reali- dad que se escapa de cualquier otro agarre y parece surgir ahi, pradigiosa- mente lejana, como una presencia aje- TA través de estas detiniciones se comprende hasta qué punto se aleja el simbolismo de otra tendencia, contempo- rénea, que se nutre de inquietudes cienti- ticas, e! naturalism. (Es sabido que Zola 8 ol representante mas conocido de este rnaturalismo iterario).| La sensacion. Representa, segun Proust, la diferencia entre la memoria in- voluntaria (confusa, lejana: el recuerdo de la «magdalena») y la memoria voluntaria, acto de inteligencia, estructura del recuer- 00. Para Freud, la memoria involuntaria ‘esta en correlacién con la consciencia, pero las sensaciones, las impresiones de la memoria involuntaria son tanto mas in- tensas cuanto que el proceso que las ha rovocado no ha legado al umbral de la Theodor Reik dird en 1995 que si la memoria tiende a proteger las impresio- nes, el recuerdo tiende a descomponer- las: «memoria conservadora, recuerdo destructor». En el seno de diona memoria ‘conservadora se entremezclan contenidos {el pasado individual y contenidos del pa- sado colectvo. [Walter Benjamin postula que las cere- monias del cuito que evocan clertos tiem- pos determinados y los reproducen duran te toda una vida permiten precisamente la fusién de e30s dos tipos de memoria, vo- luntaria e involuntaria..] BS GPrPSrrsy Simbolismo y sugerencia El periodo «simbolista» propiamente dicho duraré desde 1888, fecha de mani- festacién «oficial», hasta més 0 menos 1897; pero dicho period habra ido prece- ido de tendencias anunciadoras durante ‘unos veinte afios. De modo general. se puede decir que el simbalismo se opone al postivismo y a la iteratura ligada a la evolucion cientiica (particularmente a la ‘Meratura naturalsta, En efecto, la ciencia esta ligada funda- mentaimente al tiempo, porque la progre- sion cientifca se funda en la observacion de la repeticion de fenémenos aislados. Ahora bien, el simbolismo es una expe- ‘lencia a la vez pasada y activa de un Conjunto indivisible: ef espacio. Experien- cia que, conceptualizada por Maateriinck con el término de cuarta dimensién, saplana® lteralmente cualquier nocion de tiempo, como vamos a ver. E! Impresionismo, ya lo djimos antes, fs un trabajo realizado sobre la realidad luminosa cuyas apariencias estan esen- cialmente ligadas al tiempo en la apre- hhension que de él puede tener un ojo hu- ‘mano (por ejemplo los diversos aspoctos de la Catedral de Rouen pintades por Mo- neta lo largo del dia) Contrariamento, los simbolistas se in- teresan de modo priortario por aquallo, que un ojo humano, precisamente, no puede ver. Hasta 1928 no redacta Mauri ‘ce Maelerinck un extrafo ensayo titulado La vida def espacio, ensayo sintético que invoca a la ciencia y a los clentificos para domostrar tanto los limites de dichas dis- ciplinas como sus implicaciones abstrac- tas. En otros términos, la matematica, cioncia pura, abstracta, sera la uniea que pueda, mediante ol juego de cifras, des- velar la idea, de dimensiones inaccesi bles a los sonidos humanos, Para haoor ‘comprender ciertas nociones ligadas al ‘concepto de cuarta dimensién, Maeter- linck, en un capitulo de dicha obra ttulado «Juegos del espacio y del tiempo» da ‘ejemplos extraros (pag. 195). «Suponga- mos que, en esa gigantesca estrella (M ra) en la que tal vez la civilzacién sa halle mucho mas avanzada que entro nosotros, tun astrénomo posee un telescopio o al- ‘gUn otro aparaio més perfeccionado, de Suficiente potencia para distinguir con cla Tidad lo que ocurre en nuestro planeta, y ‘supongamos ademas, para darle ocasion {de encontrarse en el espacio con un es- pecldculo grandioso y memorable, que hace dos afios haya apuntado hacia Paris el objetivo de su inmensa lente, Habra visto los acontecimientos que se desarro liaron en dicha ciudad en 1853, es deci, I c Ii ( 0 ti 5 “Ubu Rey! de Krzystot Pendreck!. Dreccn: Krzyztof Nazar. Opera de Cracovi. (1983). Foto: Stefan Okolowi) fen sus detalles mas desiumbrantes, las ‘magnificas festas que celebraron las. bo: {das de Napoleén ill con Eugenia de Mon: tlio de Guzman (la luz de dicha estrella tarda en efecto 72 afos en llegar a nues- tro planeta... Hace catorce lustros que tales cortejos dejaron de existir sobre la tiara, y que todos aquellos que tomaron parte en ellos duermen en los comente- Flos que rodean Paris. Sin embargo, a los oes del astronomo que la contempia, di cha vida inmévily subterrénea, sepullada fen el pasado, se agita irrecusablemente fn el presente, porque el presente, para fl astronomo de Mira, es neceseriamente lo que él ve (..), Es0s hombres, que so- bre la tierra nos parecen muertos, han se- {uido viviendo en el espacia o en el tiem: Po espacializado; y de este modo su existencia, es decir, su presente, se pro longa indefinidamente, en una extension ‘cuyes confines no aleanzaran jamas; de suerte que lo que ya no existe por causa dol tiempo existe aun por causa del espa- cio, que no es, como hemos visto, sino ‘otro aspecto del tiempo |.) no hay ra- 26n alguna para que la imagen de la vida, tal voz la propia vida, se borre nunca en el ‘espacio y el tiempo. Tan sélo son insufl- Cientes aun los medios de los que noso- ttos disponemos para recuperarlas, para reunimos con ellas y captarias. Hace un momento nos preguntabamos donde se encuentra ol tiompo real, zno podriamos asimismo preguntamos dénde se encuen- tra la vida real? (..) .. no podemos repre- ssontarnos el tiempo sino en relacion con nosotros mismos; y he ahi la prueba de ‘que no existe en si, de que siempre es re- lativo a aquél que tiene la nocién de &!, de ue no existen de modo absoluto ni pasa~ do ni porvenir, sino en todas partes y siempre presente eterno. En realidad, no son los acontecimientas los que se acer- can 0 se alejan, somos nosotros ios que pasamos por delante de ellos; 0 {95 el accidente el que viene a nuestro en ‘euentro, no se mueve, no se ha movido nunca, esta agazapado en el hoy que no tiane principio ni término, somos noso- tros los que vamos hacia él» Esta cita un poco larga nos parece interesante porque, fardiamente, on 1928, resume de manera pseudocientitica la ideologia simbolista Sobre la que se articularon las obras pos: tioas de finales del siglo XIX, en particular las de Mallarmé, prefiguradas por el poe- ma de Baudelaire de 1857 «Correspon- dances». A propésito de la naturaleza €l poeta habla escrito: «El hombre, en ella, atraviesa bosques de simbolos Que le ob- Servan con miradas familiares». Hasta 1886, 29 atios mas tarde, no extrae Jean 45

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