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detective de 15 años que, en sus ratos de ocio, junto a la persona que los cuida a él y a su hermana, estudió por
correspondencia un curso de investigación privada. A poco de terminar las lecciones pone un aviso en la prensa y su
primer caso se refiere a la misteriosa desaparición del portero de un equipo de barrio, el Ferro Quilín, que está a las
puertas de alcanzar un éxito deportivo inédito.
Lunes
En el verano del 98 todos en la casa se fueron a veranear a Con Con, menos la Gertru (mi nana) y yo.
Secretamente la Gertru y yo hicimos un curso por correspondencia desde Argentina y hace una semana somos
detectives privados. Eso sí, la Gertru se echó para atrás porque dijo que no tenía tiempo para jugar.
El teléfono no sonó durante 2 días. Cuando sonó, la Gertru contestó y se puso pálida.
Anoté en un papel: “Señora Gallardo. 3 de la tarde, Café Paula”. Nos quedamos de juntar en el café donde mi abuelo
iba, el de San Antonio con Agustinas.
Salí a las 14:30 de mi casa en Ñuñoa y tomé la micro que me dejó en la Biblioteca Nacional. Llegué al café y mi
primer error fue ¿Cómo reconocería a mi cliente?
Para justificar mi estadía tuve que pedir una copa de helado de chocolate.
De repente se acercó el mozo y me mostró un periódico donde aparecía la foto de la señora Rosaura Gallardo, una
mujer excesivamente gorda y con el título: “Empresaria del año, Rosaura Gallardo y su empresa Intermar”
El mozo me indicó que lo siguiera y llegamos a un patio de cemento entre los edificios.
– No era eso, sino que.. – luego sonrió – bueno debe ser que no estoy acostumbrada a estas cosas. No me queda
otra, nadie ha querido ayudarme.
– Déjeme empezar por el principio: mi papá Don Chemo se murió hace un año. El comenzó con una micro hasta
Cartagena, 3 años después tenía una flota, la empresa Intermar ¿La conoce?
– Si – mentí.
– La empresa ha tenido un repunte y hemos obtenido importantes logros y avances. Pero antes de morir mi padre,
hizo un extraño negocio, compró un equipo de fútbol, el Ferro Quilín Fútbol Club de 3ª División y planificó todo para
que subiera a 2ª División. El éxito del equipo fue avasallador aunque mi padre no alcanzó a disfrutarlo.
– Una lástima
– Pedo Don Chemo era un hombre astuto y dejó una clausura en el testamento, de acuerdo a lo programado, si el
Ferro salía campeón y ascendía en 3 años, todas sus propiedades serían mías, de lo contrario se repartirían en obras
de caridad.
– Se cumplen
– Falta solo un partido con Deportivo Malloco. El Ferro iba a la cabeza pero perdió 2 partidos y quedó igual que
Malloco. Ahora el que gana el partido, sale campeón y asciende a 2 ª
– No veo el problema
– El problema es que desapareció el arquero Cacho Ramírez. Podríamos reemplazarlo pero si lo hacemos perdemos
el partido, el campeonato y la empresa Intermar.
4
La Gertru me estaba esperando con panqueques con mermelada de alcayota, porque sabe que a mí me gusta.
Estaba regando pero a cada rato entraba a ver la teleserie donde sale un actor que es igual al Manolo, su primer
amor. Ella dice que a pesar de todos los novios que ha tenido prefiere al Manolo, el Viajero.
Le conté lo que había hablado con la señora Gallardo y le mostré el cheque. Ella no lo podía creer.
Debía encontrar a Cacho Ramírez ese sábado antes de las 5:30. Hacia 3 semanas que estaba desaparecido y para el
Ferro Quilín, no solo era un buen arquero, también era una cábala para todo el equipo.
Luego de comer panqueques, nos quedamos callados con la Gertru, pensando cual sería el paso a seguir.
La Gertru concluyó que mejor dejaba de detective y me iba a Con Con, yo en cambio dije mi frase para el bronce:
Martes
Bajé en Irasu, que es la calle principal de Santa Familia y llegué a la sede del club Ferro Quilín. Entré y observé las
vitrinas con los trofeos ganados y algunas fotos. En ellas aparecía don Anselmo Gallardo y decía “Fundador”.
También vi una del equipo completo, allí estaba Cacho Ramírez, alto, delgado y ágil.
Llegue al final del pasillo y entré a una cancha de fútbol donde entrenaba desganadamente el equipo.
– Venía por el asunto de Cacho Ramírez – le dije a un caballero sentado en una silla de paja.
– ¿Periodista?
No quise contradecirlo
– No me gustan los periodistas. Suben a alguien y después lo bajan. ¿Conoce a Martín Lucas?
– No
– Periodista joven. Martín Lucas es uno de los más importantes periodistas de este país, cuando vio a Cacho, escribió
en su columna que había conocido al “Arquero Volador” porque Cacho no es como los de primera división, era carne
dura, le daba lo mismo caer en piedras, clavos o vidrios.
– ¿Conoció a Cacho?
– Perdido está el arquero, yo creo que está secuestrado por los de Deportivo Malloco para subir a 2ª .
– Cábala mocoso, en los últimos 3 años solo hemos perdido los partidos en los que Cacho no ha jugado.
En la sede me dieron la dirección que tenían de Cacho. Era una pensión deprimente. La dueña me habló 15 minutos
de lo que opinaba de la televisión cuando le dije que era periodista y que buscaba información de Cacho. Finalmente
me dejó entrar a la habitación que era de él.
Me dejo sólo y observé que no faltaba ropa y todo estaba ordenado. Ahí en el cajón del velador encontré una
solitaria foto donde aparecía un grupo de jóvenes como de mi edad con maletas y bolsos de viaje, atrás se veía un
bus.
No tenía nada. Me fui decepcionado a tomar el colectivo y mientras lo esperaba apareció una niña de ojos claros.
Me enamore enseguida. La niña me miró y dijo:
Preguntando llegué al descampado, que era una sitio lleno de escombros y que olía muy mal.
– Charo, pero lo que queremos que entiendas es que no deberías buscar a Cacho, puede ser peligroso.
– No, pero debe estar bien donde está. No te metas por el bien de Cacho y comenzaron a desaparecer.
Miércoles
Me lo comí de mala gana mientras la Gertru preparaba sus teorías sobre lo que yo le había contado la noche
anterior.
– Creí que no querías seguir jugando a ser detective- le dije para molestarla
– Quiquito de mi alma, con lo lento que está el verano, déjame entretenerme un poco. Te cuento que llamé a una
comadre que tengo en Santa Familia y me contó sobre Cacho Ramírez.
– Me dijo que Cacho hace solo 3 años que está en el barrio y que solo jugaba fútbol, dime ¿de dónde salía la plata
para mantenerse, pagar la pensión y gastos? Debía andar en malos pasos, por eso lo mataron.
En eso tomé la fotografía y entre dos niñas la encontré – Charo – dije en voz alta.
Gertrudis abrió los ojos con una mirada de avión despegando que ella tenía cada vez que se sorprende y no entiende
nada.
Homero Gavilán, entrenador del Ferro Quilín me esperaba en la sede del equipo.
– La pobre está muy preocupada por el equipo, imagínese contratar un detective para buscar a Cachito, eso es
querer mucho al equipo.
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Caminé hasta llegar a la placita de Alférez buscando a Charo. Almorcé en el “Pollo pechuga” un contundente plato
de papas fritas con kétchup. A las 4 en punto como estaba acordado, llamé a la Gertru que trató de sobornarme con
un fantasmal para que volviera pronto. Lo más importante: dijo que había recibido un llamado de una tal Charo, me
esperaba a las 5 en la estación de trenes de Santa Familia.
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La estación de trenes está abandonada hace años, llena de vagones oxidados. Un escenario deprimente.
Esperé sentado como esperando el próximo tren, haciendo juego mentales para pasar el rato. De repente a lo lejos
escuché:
– Hola
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– Te escucho
– Si deseas saber la verdad de Cacho Ramírez me tienes que contar por qué te interesa el tema
Soy yo – dijo resignada – hace tiempo que no veía esa foto, es la última.
– ¿La última?
– La última de mi curso, el 2°B del Liceo Makario Cotapos. De eso hace 3 años. Pero respóndeme lo que te pregunté.
– Busco a Ramírez – respondí orgulloso – porque soy un detective privado y este es mi primer caso.
– ¿Y quién te contrató?
– La dueña de la empresa de buses, la señora Gallardo necesita al arquero antes del sábado para el último partido
del Ferro Quilín.
Yo me quedé paralizado, pero Charo corrió y trató de saltar la pared, pero otros hombres aparecieron y la atraparon.
– ¡Desaparece!
Jueves
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Al otro día la Gertru quería llevarme al médico por lo pálido que estaba, parece que aún no se me pasaba el susto.
Nos pusimos a ver las teleseries donde salen los hombres peludos que le gustan a la Gertru y comentábamos las
teorías que teníamos del caso.
Yo me preguntaba ¿Qué estaría pensando Charo de mí? ¿Qué soy un cobarde o un traidor?
Yo no entendía nada
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Volví a Santa Familia y llegué al colegio Makario Cotapos, que tenía un letrero con una leyenda no muy original: “La
educación es futuro”. Una frase como las que le gustan a papá, ideal para no terminar como el tío Jorge.
– ¡Un rebelde! , treinta años como inspector y ni un rebelde ha podido conmigo. Suba ahora al segundo piso.
Me arrinconó en el pasillo, así que no tuve otra opción que subir a la sala de nivelación.
Allí estaba yo, como en la peor pesadilla, en clases en pleno enero y maldiciendo mi mala suerte.
– Debería haber salido hace 2 años, pero me gusta repasar las materias, profundizarlas ¿me entiendes?
– Ese curso egresó el año pasado, los que pudieron después del accidente.
– ¿Qué accidente?
– No eres de aquí, se nota. Al final del 94 ese curso organizó un paseo a Algarrobo y viajaron de noche. El bus se
desbarrancó y murieron 3 alumnos y quedaron 10 heridos.
– Más o menos, era de un curso superior, pero de su hermana si me acuerdo – señalándola con el dedo en la
fotografía – fue una de las que murieron, eso no se olvida fácilmente.
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Al salir del barrio por Sargento Aldea, miré hacia la plaza y vi caminando por la vereda al gordo de pelo largo que me
recibió en el descampado de Bayer junto al grupo de Charo.
Hice detener el colectivo, el gordo me miró y salió corriendo. Yo me largué explosivamente a correr tras de él.
Entró a una galería comercial y corría entre la gente, era muy hábil, hasta que entró a una tienda de ropa interior
femenina, allí acababa su carrera.
Entré a buscar al gordo y las señoras que se encontraban comprando se voltearon a mirarme. Una vendedora se
acercó. Para disimular le dije:
– ¿Algo especial?
– Es rellenita – le decía mientras miraba entre los colgadores buscando al gordo – tiene 18 años.
La mujer comenzó a buscarme algo especial, cuando de repente vi las zapatillas del gordo bajo una puerta. Me
acerqué para abrirla cuando la puerta se batió con fuerza y me golpeó el pecho. Me caí y empuje a 2 maniquíes y
una señora.
El gordo salto y volvió a huir a la calle. Lo seguí pero la ventaja era mayor y lo perdí. Me detuve frente a una tienda
de videos cuando 2 carabineros me miraban y arrugaban la nariz, y la señora de la tienda decía:
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– Todo es mi culpa- decía- yo le dije lo del curso y ahora Quiquito está en la cárcel.
Al final todo se arregló. Gracias al Sargento Suazo volvimos en un auto policial a casa.
En casa la Gertru no me hablaba y me fui a acostar y a pensar en todo este lio del Ferro Quilín.
De repente entre sueños escuchaba unos golpecitos en la ventana. Me levante y allí estaba la cara del Gordo que me
hizo estar en la cárcel.
– Mi nombre es León, te quería pedir disculpas es que me dio miedo, te confundí con otros y pensé que venían por
mí.
– No lo sé muy bien, pero Charo lo sabe, pero creo que a ella la atraparon porque hace 2 días que no aparece.
– ¿Viven allí?
– Es el hogar Isabelita Astaburuaga de Santa Familia. Charo llegó allí por que ha tenido problemas en el liceo, no se
ha podido recuperar de la muerte de su hermana.
– No lo sé, solo sé que son amigos. A Cacho todos lo conocemos, es un buen tipo.
Viernes
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Al día siguiente tomamos desayuno la Gertru, León y yo. Llegamos a la conclusión que debíamos avisar a carabineros
sobre el rapto de Charo, pero antes debía hablar con la señora Gallardo para explicarle que el asunto se complicó y
que no podría cumplir mi parte de encontrar a Cacho.
“Es muy triste cuando tus padres se separan y tu quedas al medio, vivía una semana con papá y una semana con
mamá. No quería estar en clases y me escapaba a la calle toda la tarde con mis amigos. Un día nadie me fue a buscar
y me quede a dormir en la calle. Al otro día los carabineros nos llevaron detenidos y llamaron a mis padres. Ellos se
encerraron a discutir y una semana después llegue al Isabelita Astaburuaga. Charo fue la primera que me recibió con
una sonrisa y conocí a Cacho Ramírez”.
Nos bajamos en Moneda y me dirigí al terminal Internar y el gordo se iría al hogar a ver si tenían noticias de Charo.
Me dio un número de teléfono si había novedades.
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La secretaria me dijo que debía esperar porque la señora Gallardo estaba en una reunión muy importante. Esperé
porque deseaba terminar con todo esto y olvidarme del trabajo.
Comencé a observar las fotografías colgadas en la pared. Fotos antiguas donde aparecía don Chemo joven y alegre y
otras donde se veía viejo y enfermo.
De repente una fotografía me llamó la atención y la comparé con la foto que tenía en el bolsillo, aquella del
paseo. Al fondo estaba el autobús con los mismos colores de las fotos antiguas de Intermar.
Le pregunté a la secretaria apuntando las fotos antiguas
– Esos están obsoletos. Cuando llegó la señora Gallardo hace 3 años, se cambiaron los colores de crema con azul a
plateado amarillo.
Me entretuve mirando los estacionamientos y observe a un chofer revisando unos papeles, pero al subir a una
camioneta lo reconocí, era uno de los tipos que había secuestrado a Charo.
Bajé corriendo los 3 pisos, pero la camioneta ya se había ido. Le pregunté a un caballero que barría.
– Es una camioneta de encomiendas. Viene todos los días 2 veces y se lleva sobres y paquetes a la bodega centra en
“La Granjita”
– Así se llama la casa donde vivía don Chemo y queda en Santa Familia.
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Con la Gertru nos juntamos en el metro Baquedano, venía muy elegante, como cuando se junta con sus novios, el
poeta o el carabinero.
Le conté todas las novedades de Intermar, pero ella dijo que tenía la solución en la dirección que tenía anotada.
Caminamos por el Parque Bustamante y doblamos por una calle estrecha. La Gertru tocó el timbre en un edificio.
Entramos a un departamento muy oscuro, lleno de plantas y cuadros que parecían dibujos egipcios.
– Estoy lista, empecemos ¿nombre del interesado? – dijo la señora Magaly con una voz ronca y los ojos cerrados.
– Lo veo, está vivo. Está rodeado de mucho mar, en una playa del litoral central.
– No puedo detallar nada más – respondió la señora Magaly saliendo del trance – eso sería todo. Por ser ustedes y lo
difícil del encargo son cinco mil pesos.
Pagamos y salimos del departamento con la extraña sensación de haber sido estafados.
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Decepcionados pasamos con la Gertru al Bravísimo. Me contó que ella era de Temuco y que quería ser azafata, pero
no le gustaba estudiar y no había tenido el dinero.
– Me acordé de algo que puede ser importante sobre Cacho – dijo León por teléfono.
– ¿Qué?
– Un día Charo nos contó que Cacho había trabajado manejando buses durante 7 años, pero después lo había dejado
por el fútbol.
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Llegue en un taxi que me dejó detrás de la Villa Lomas de San Clemente. En un parque me senté a esperar y dormí
por una hora. Al despertar le pregunté a un señor que paseaba 10 perros dónde quedaba la oficina de encomiendas
de Intermar.
Llegué a la bodega donde alguna vez estuvo “La Granjita”, construcción parecida a un hangar de aviación. Vi a un
guardia y dos empleados mirando un televisor y los reconocí, eran los que habían secuestrado a Charo. Esperé para
pensar como entraría sin ser visto. De repente apareció una señora con un carro de sopaipillas. El guardia grito para
adentro:
Corrí hacia el interior sin que nadie me viera. Había cajas de todos los tamaños. La bodega continuaba a un amplio
patio. En las dependencias interiores vi el brillo de un televisor y lo seguí. Llegue al rincón donde sobre un catre de
metal estaba Charo amarrada al catre de una mano y un pie. Al verme se sorprendió.
– ¿Tú? ¿No eres de los mismos? ¿los guardias? – preguntó con voz débil.
– Están adelante
Desaté los nudos y la ayudé, porque estaba muy débil. La única solución para escapar era saltar un portón. Primero
subió Charo y cuando yo logré poner los pies en la tierra, Charo me indicó para adelante. Enfrente están los
empleados y el guardia sonriéndonos.
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Los guardias nos tenían amarrados en completa oscuridad lo que para mí es terrible porque me da mucho miedo.
Se acercaron a nosotros:
Ellos se reían y nos sacaron para subirnos a un camión repartidor y otra vez en oscuridad.
– No es a nosotros a quienes buscan – Me decía Charo – la señora Gallardo necesita a Cacho Ramírez urgentemente
y lo busca para retenerlo como a nosotros.
– Tenía que demostrar a los dirigentes y al Ferro que hacia todos los esfuerzos. A ella no le conviene que aparezca
Cacho, haría cualquier cosa para que no apareciera nunca, eliminarlo si es posible.
– No estoy segura
De repente escuchamos que alguien golpeaba como el canto del Ferro “Dale Ferro, pero dale Quilín”
– Quedamos de encontrarnos.
Un minuto después sentimos que alguien cerró la puerta de la cabina del camión y encendió el motor.
Con Charo nos tiramos al suelo y el camión partió entre los disparos y gritos de los empleados.
El camión se fue a toda velocidad contra el portón, saltando la puerta por los aires.
Luego solo se escuchaba el motor y el silbido de León de una canción de Queen sobre campeones mundiales.
Sábado.
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Eran cerca de las 4 de la mañana cuando León se detuvo a la salida de Santa Familia.
León abrió la puerta y nos desató. Se reía con su cara redonda y rosada. Nos contó cómo llegó allí muy emocionado.
De repente de la cabina del camión apareció la Gertrudis Astudillo con cara de ascensor.
– Llamó por teléfono al hogar – explicó León – y quedamos de juntarnos en las bodegas de Intermar.
Nadie entendía nada y seguramente nos andaban buscando así que nos fuimos a un Esso Market a tomar café y que
Charo contara todo lo que sabía.
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La historia de Charo es la siguiente: en 1994 Charo y su hermana melliza Leticia, estudiaban en el 2° medio del
Makario Cotapos de Santa Familia, eran buenas alumnas y su familia parecía normal. Siempre estaban unidas y se
tenían confianza.
En el verano el curso preparó un paseo de fin de semana a la playa, cerca de Algarrobo. Contrataron los servicios de
Intermar para el traslado a la costa. El bus era del color antiguo, crema con franja azul.
En esa ocasión Charo vio por primera vez a Cacho Ramírez que era el chofer del bus.
Los primeros kilómetros fueron lentos y alegres. Fue en una curva donde el chofer perdió el control y cayó a un
barranco. Según Cacho Ramírez, fue un vehículo que lo encegueció con las luces altas.
10 estudiantes resultaron heridos de gravedad. De los cuales 3 fallecieron esa noche en el hospital, entre ellos Leti,
la hermana de Charo.
Para Charo la vida cambió, no hablaba con nadie, con su madre se culpaban de la muerte de Leti. Finalmente sus
padres se separaron y a Charo la internaron en el Hogar Isabelita Astaburuaga de Santa Familia. Allí conoció nuevos
amigos. Fue lo mejor para ella.
Charo se enteró que Cacho Ramírez había pasado 6 meses en la cárcel, al salir abandonó la empresa de buses y se
dedicó a ser el arquero de Ferro Quilín, pero seguía en la nómina de empleados del Intermar, recibiendo un sueldo.
Charo recordó más adelante, que antes del choque, ella se levantó para ir al baño al final del bus y vio que Cacho
Ramírez dormía en un asiento trasero, pero en el sumario de investigación aparecía Cacho como el conductor al
momento del choque.
Charo quiso hablar con él y lo ubico después de un entrenamiento del Ferro. Él no quería hablar sobre el tema, pero
poco a poco se fueron haciendo amigos hasta que un día Cacho le contó que en el momento del accidente él no era
el chofer, pero la señora Rosaura lo convenció para que se inculpara. Le prometió un sueldo seguro. Cacho aceptó.
Charo lo presiono para que le dijera quien manejaba pero cuando Cacho había aceptado contarle, desapareció.
Según Charo la señora Rosaura estaba enterada de todo y decidió hacer desaparecer a Cacho.
Charo sabía que Cacho tenía una tía que vivía en la Reina Alta, la tía Solicita y quizá ella podía saber dónde estaba
Cacho.
Los cuatro nos miramos, nadie dijo nada, hasta que la Gertru se atrevió:
– ¿Qué esperamos? Estamos cerca de la Reina y con ganas de conocer a la tía Solicita.
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Nos dirigimos en el camión a la Reina. Charo guiaba al grupo por un camino en subida, se acercó a una casa llena de
gatos y abrió la puerta del antejardín. Golpeó pero nadie contestaba, hasta que por atrás alguien respondió
“adelante”.
En el patio estaba la tía Solicita tomando sol rodeada de más gatos y reconoció enseguida a Charo.
– Viene cada cierto tiempo, me trae “El Condorito”, creo que la última vez que vino fue hace 3 o 4 días.
– Él es muy reservado pero yo lo noté cansado y deprimido. Debió hacer lo que una hace cuando está cansado de la
vida.
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Ya en San José, nos separamos para preguntar por Cacho Ramírez, pero resultó que había Ramírez por todos lados y
nos enviaron a hablar con don Reinaldo que era el hombre más viejo del lugar. Los sábados se sentaba en las
graderías del estadio o en la plaza a tomar sol.
Lo encontramos en la plaza y como nos dijeron que era medio sordo, dejamos a Charo que hablara con él.
– Buscamos a Cacho Ramírez, don Reinaldo, fue el arquero de San José hace algunos años.
– Espéreme jovencita, déjeme acordar. Había un niño que decía que se llamaba Carlos Ramírez y decía que era tan
bueno al arco como Cacho Ramírez del Colo-Colo.
– Ya no queda nadie de esa familia, cuando murió la mamá de Carlos, él se fue a Santiago. Tenían un molino del otro
lado del rio.
– Charo miro la dirección que había señalado don Reinaldo y le dio un beso.
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Nos indicaron como cruzar el río. Llegamos cansados y transpirando y con León apunto de vomitar.
Era una casa con dos Silos a los lados, pero el cruzar la reja, una voz potente nos advirtió:
Y lo vimos salir con la mirada baja y tristona. Charo corrió y abrazó a Cacho Ramírez.
– Solo será esta vez. Debemos denunciar a la señora Gallardo y ganar el campeonato con el Ferro.
– Che, no sé lo que hizo o no hizo usted señor Carlos – dijo la Gertru con su acento argentino cuando se enoja- pero
aquí los presentes hemos arriesgado nuestras vidas para encontrarlo. Si se siente culpable, che, lo mejor es que
solucione esto y después vuelva a encerrarse aquí.
– Falta aclarar algunas cosas – dijo Cacho – no dije toda la verdad con respecto al accidente.
– Cuando murió mi mamá – comenzó a contar Cacho – me fui a Santiago, mi tía Solicita me dio una carta para don
Chemo Gallardo, quien me recibió muy cariñosamente y me dio trabajo de inmediato como chofer de Intermar. Nos
hicimos amigos con don Chemo. Para don Chemo yo era como su hijo, me trataba muy bien y eso provocó celos en
su única hija, Rosaura. Los últimos meses, don Chemo realizaba viajes con sus choferes para distraerse, aunque
Rosaura se lo tenía prohibido, no quería que don Chemo tuviera nada que ver con la empresa, “usted está muy viejo
papá” le decía.
Esa tarde del 94 con don Chemo fuimos a Algarrobo a un viaje de estudiantes. Unos kilómetros antes de llegar, don
Chemo decidió manejar y yo me fui a dormir atrás. En el momento del choque, yo no era el que manejaba, era don
Chemo.
Los abogados me convencieron que me inculpara, y yo acepté, no quería ver a con Chemo en la cárcel. Estuve 6
malos meses en la cárcel. Cuando don Chemo se recuperó, me fue a visitar todas las semanas a la cárcel, hasta que
un día me dijo que en su próxima visita, me diría algo muy importante, pero antes tenía que hablar con Rosaura,
pero esa visita nunca llegó, don Chemo murió esa semana.
Al salir de la cárcel, me fui a probar al Ferro y el entrenador, don Homero Gavilán, me dijo: “Cacho Ramírez, aquí
todos lo conocen, don Chemo dejó instrucciones y sueldo para usted, vaya a vestirse, usted es el nuevo arquero.”
Pensé que eso era lo que don Chemo quería decirme, dos años después salimos campeones consecutivos, pero
comencé a recibir amenazas y después de la balacera en el último partido, me vine a esconder aquí.
Una tarde aburrido, revisé algunas fotos de mi madre y encontré esto. Sacó de su bolsillo una fotografía antigua,
donde aparecía una pareja muy feliz. Uno era don Chemo.
– Es hora de denunciar a la señora Gallardo, tienes que hacerlo por la memoria de don Chemo y por mi hermana
Leti.
– ¿Qué hora es? – preguntó Cacho – tengo que jugar un partido de fútbol en Santiago – y sonrió con una sonrisa de
colgador de ropa que algún día explicaré.
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A las 5:30 se realizaría el partido enfrentando el local Ferro Quilín contra Deportivo Malloco. El ganador subiría a
segunda división. El camarín del Ferro parecía un funeral. Sin la cábala Cacho Ramírez, el destino del equipo se veía
oscuro.
En el palco de honor los dirigentes y la señora Rosaura Gallardo en un sillón construido especialmente para ella.
A las 5:15 nadie notó el camión estacionado a fuera del estadio. El vigilante, sin embargo, reconoció enseguida a
Cacho cuando lo vio parado en la puerta vistiendo su casaquilla negra y guantes.
Entró y salió con el cafetero. Cacho se vistió con el delantal, la gorra y la cafetera por delante.
Con Cacho bajamos las graderías y saltamos la reja. Cacho corrió despojándose de su disfraz. El público lo reconoció
y la barra comenzó a cantar “Dale Ferro, pero dale Quilín”. La señora Gallardo discutía con los guarda espaldas y
llamaba por celular.
Los jugadores del Ferro rodearon a Cacho. Una gran ovación lo recibió.
Allí estaba Cacho, bajo los 3 palos. Sabía que era su último partido con Ferro y eso lo hacía estar triste y alegre a la
vez.
Domingo
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Hoy domingo nos quedamos en casa con la Gertru tomando sol y repasando la larga semana.
La tarde anterior el arquero del Ferro Quilín fue figura. El Ferro pasó a segunda división con dos goles. Se entregó la
copa y Cacho dio la vuelta olímpica.
Al momento de entregar las medallas, Cacho agradeció al Ferro, a don Chemo y al entrenador Homero Gavilán por
todo, pero dejaría al equipo e informó que daría una conferencia después.
La señora Rosaura se retiró, pero en ese momento la Gertru con el sargento Suazo y varios carabineros la rodearon.
– Tiene que acompañarnos a la comisaria, hay una denuncia contra usted por el secuestro de 2 menores.
En el diario apareció la señora Rosaura junto a Cacho, quien contaba todo lo sucedido en el accidente y como
destinaria el dinero de la herencia a entrenar equipos de 3° división fuera de Santiago, porque prefería la vida sin
tanta complicación.
Ya estamos en invierno y sigo viendo a Charo. A veces vamos al cine y caminamos por el parque Forestal. León
aparece tarde en la noche y se queda a comer. Sigue comiéndoselo todo. A mi mamá y a la Gertru les gusta verlo
comer.
Con Charo hablamos del futuro y yo le digo que sigo esperando un llamado telefónico que pregunte por el detective
privado, entonces responderé: “Quique Hache detective, ¿en qué puedo ayudarla?”
FIN