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(In)Visible
Rune: invisible.
Scott: el único que puede verlo.

Un chico solitario se enamora de su más cercano e invisible


amigo.

Una historia sobre dos chicos luchando por ser vistos a su


propia manera… y sobre amistad y amor.
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Sinopsis Capítulo 8

Capítulo 9
PARTE UNO
Capítulo 10
Capítulo 1
Capítulo 11
Capítulo 2
Capítulo 12
Capítulo 3
Capítulo 13
Capítulo 4
Capítulo 14
PARTE DOS
Agradecimientos
Capítulo 5
Sobre la autora
Capítulo 6
Staffs
Capítulo 7

Créditos
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Traducido por PrisAlvS

Corregido por Celesmg

Rune
Mi corazón se aceleró mientras mis dedos se movían sobre el borde.
Corteza suelta cayó a los rápidos. El agua la tiró, depredador y presa,
persiguiéndose entre sí sobre las rocas. Me incliné, tomé el viejo tronco.
Aseguré mis piernas alrededor y me estiré hacia abajo. La fuerza del río
dobló mis dedos. Todo lo que tendría que hacer sería saltar. No tardaría
mucho.

Una espesa brisa golpeó mi nuca, una incesante presión para saltar. El
sudor se acumuló en mis axilas y la parte de atrás de mis rodillas.

No merecía vivir. Además no tenía nada por lo cual vivir. Ella seguiría
viva si no fuera por mí.

Me volví a sentar y pasé una pierna. Mis pies colgaban, las puntas de
mis zapatos saborearon la furia del río.

Solo saltar del tronco. Tal vez habría algo mejor. Alguna paz. ¿Perdón
incluso? La oportunidad de disculparme.

—Mierda. —Flexioné mis rígidos dedos. La adrenalina hacía que mi


cabeza palpitara y el miedo creciera. Pero ella había muerto por mí.
Exactamente tres años atrás. Nada había cambiado, excepto la extensión
de mi culpa.

Me estremecí al recordar la sangre, su enfermizo olor, y el vómito sobre


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las sábanas. Manchas rojas manchaban mis mejores pantalones, los


únicos que me quedaban. Sus gruñidos y maldiciones fueron lo último que
escuché antes de que perdiera la consciencia.

Era como una hermana.


Las lágrimas corrieron por mis mejillas. Una cayó al agua. Se fue, para
siempre. Igual que ella.

—No fue mi intención. —Las palabras salieron en un sollozo—. Si


hubiese sabido que era capaz de eso…

No pude terminar las palabras. Una mentira porque lo había


sospechado y aun así no me fui. Fue culpa mía y nada cambiaría eso. Solo
esto puede terminar la miseria.

Aferré los lados de mi cabeza. Con respiración temblorosa escaneé el


bosque a cada lado del río. En la distancia un chico gritó en pánico:

—¡Skimpy! ¡Skimpy! Vuelve pequeño perro callejero. —Rojo oscuro


apareció entre los árboles, acercándose. Un alegre ladrido sonó a mi
izquierda. Uh, solo un cachorro. También lindo con esas largas orejas
suaves.

Le sonreí y por un momento creí que me devolvió la sonrisa, pero se


convirtió en un bostezo. Al menos algo me vería una última vez antes de
dejar este lugar.

Mi mirada se dirigió a las rocas y las ramas sobresalientes por el río.

Sería una muerte rápida, ¿cierto? Al menos nadie encontraría mi


cuerpo. Vaya, una ventaja de ser invisible, sería mejor que guardara esa.
¿Falta de tiempo en silencio? ¿Muchos amigos? ¿Necesidad de escapar de
la ira de los matones? O, digamos, ¿matarte en público sin que nadie se
altere? Entonces la invisibilidad no necesita ser una maldición.

Sí, claro.

Volví a ver el agua turbulenta. Aunque las personas no podían verme a


menos que yo lo quisiera, los animales sí podían. En algún punto de este
río, los roedores y otros animales salvajes estarían sobre mi cuerpo. Mejor
que cortarte las venas. No hay que ver sangre.
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Me acerqué un centímetro para dejarme ir. Brisa cálida subió por la


manga de mi camiseta.

Adelante, solo hazlo.


Una oleada de náuseas me llenó, y me aferré al tronco con ambas
manos mientras escupía una patética cantidad de ácido estomacal y agua
al camino que debía seguir.

—¡Skimpy! ¡Regresa! —La voz del chico se rompió, llena de frustración y


preocupación—. No te acerques al río. Ven aquí.

El chico rodeó un árbol a la distancia, no podía ver mucho de él, excepto


su abrigo rojo, pero su figura sugería que podía tener mi edad. Tal vez un
poco más joven. ¿Trece, catorce, tal vez?

En voz baja le siseé al cachorro que volviera con su dueño. En su lugar,


él, asumí que era un macho, inclinó su cabeza y puso una pata
tentativamente en mi tronco.

—¡Chú, chú! —Pero el estúpido cachorro se acercó más. Más corteza


cayó a los rápidos. La pierna trasera del cachorro se resbaló. Él se arrastró
por el tronco para quedarse encima. Pude haber elegido saltar y terminar
con todo. Pero el cachorro me miró, sus ojos grandes por el miedo.

Me tiré hacia él cuando su segunda pata se resbaló. Lo agarré por el


collar mientras el cachorro luchaba. Pesada cosa pequeña, ¿no? Mi propio
agarre al tronco se vio comprometido con cada tirón. Más corteza suelta.
Me arrastré hacia adelante. El perro ahora en ambas patas delanteras. Él
aruñó mi brazo con pánico. Mi cuerpo se contrajo y… ¡mierda!

Perdí el equilibrio. Colores y formas girando. El perro aulló. Sonidos de


agua chocando y un pesado grito en el fondo. Mi corazón se aceleró.
¡Gracias a los cielos! Mis piernas permanecieron prensadas en el tronco, el
cachorro apretado en mis brazos, su respiración ansiosa como fuego en mi
cuello.

La sangre palpitó en mis orejas. Una voz chilló. Los rápidos taparon las
palabras. Amenazas rugidas por su cuenta. El cachorro luchó. Apreté mis
dientes. Me mecí. Una vez, no lo suficientemente alto. Otra vez. Nos
impulsé de regreso al tronco. Repté hasta la tierra. Colapsé en un charco
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lodoso.

Observé el cielo decorado de hojas. Cada año, cada aniversario de ese


fatídico día, he intentado terminar con mi vida y siempre algo me detiene.
Creí que solo había estado muy asustado, pero tal vez era una señal para
no darme por vencido.
Un rostro ensombrecido cubrió la luz, parpadeé.

—Gracias.

¿Uh? ¿Estaba soñando? Tal vez había muerto y esta era una nueva
realidad. O…

—¿Puedes verme?

Scott
Él se enderezó tan rápido que su frente chocó contra la mía.

—Ay.

Froté mi sien, la correa en mi mano moviéndose mientras Skimpy tiraba


de ella. Miré al chico de nuevo, bueno, está bien, adolescente. Él parecía
tener quince más o menos. Profundos cortes cruzaban su pecho y la
sangre llenaba los restos de su rota camiseta.

—Ayuda. —La palabra salió en un soplo con una “H” al inicio—. ¿Estás
bien? —¿Bien? Casi se cayó a los rápidos. Encuentra sus heridas. Dale
primeros auxilios. Usa tu camiseta como vendaje.

El chico me volvió a ver. Sus ojos abiertos y brillantes, como si estuviera


sorprendido. Él miró alrededor salvajemente como si buscara algo. Luego
encontró mi mirada, las palabras salieron volando de su boca:

—Pero no se supone que me veas.

¿Qué? ¿Se golpeó la cabeza de alguna forma antes?


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—¿Dónde estás herido?

Él limpió la suciedad de sus ojos.

—Realmente puedes verme —susurró. Su manzana de Adán saltó


cuando tragó.
—¿Estás herido en alguna parte?

El chico finalmente pareció entender, se revisó y dobló sus


extremidades. Luego se aclaró la garganta y habló:

—Creo que estoy bien, excepto por mi pie. —Su voz era suave y
profunda como si no la hubiera usado en un largo tiempo, no combinaba
con su flacucho cuerpo. El medallón de plata que sobresalía en su cuello
tampoco combinada con su ropa sucia.

—¿No deberías poner presión sobre esos cortes? —pregunté, observando


su pecho.

—Nah, no es nada. Estaré bien.

Él intentó ponerse de pie, pero hizo una mueca y se tambaleó. Tomé su


brazo.

—Te tengo.

Él se movió hacia un árbol por el río donde había una bolsa de lona
vieja. Él se dejó caer en la base del árbol y la aferró.

—¿Cuál es tu nombre?

Tiré de Skimpy a mi lado y me agaché a su nivel.

—Soy Scott. ¿Quién eres tú y qué haces en nuestra granja?

—Soy Rune. Solo estaba de paso. —Con una formalidad que no


esperaba, extendió la mano. Bieeeen. La sacudí y, mientras lo hacía, miré
largas líneas blancas en el interior de sus muñecas. Tragué la urgencia de
preguntarle qué hacía realmente en ese tronco.

Escuché la ronca voz de papá en la distancia.

—Por el tronco, papá —respondí gritando.


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Encontré la mirada de Rune.

—No puedo agradecerte lo suficiente por salvar a Skimpy así. No se


suponía que le quitara la correa. Yo solo, bueno, supongo que quería que
estirara las piernas de verdad.

—Está bien. No te preocupes.


Las pisadas de papá reventaron las hojas por debajo.

—Ah, ahí estás, hijo. ¿Listo para volver? Necesito que revises el resto de
los campos de bayas.

Asentí.

—Papá, este es Rune, Rune, este es… —Rune negó con su cabeza.
¿Qué?—… papá.

La mirada de papá revisaba la tierra, pero parecía no ver a Rune.

—¿Creía que lo habías llamado Skippy o Skimpy o algo así? No cambies


su nombre muy a menudo. Será más difícil entrenarlo. —Él se agachó y
acarició las orejas de Skimpy.

¿Uh? ¿Qué de…?

—No, papá. —Moví una mano hacia Rune. Él volvió a sacudir la cabeza,
y dejé caer mi brazo—. Uh, quiero decir… —Dios, ¿qué quería decir y qué
estaba haciendo aquí? Una extraña sensación, una mezcla de miedo e
incredulidad, apretó mi estómago—. No, su nombre sigue siendo Skimpy.

Papá frunció el ceño, pero apostaría que no era nada comparado con el
mío.

—Papá, puedes llevarlo de regreso. Quiero, uh, recolectar unos hongos


mientras estoy aquí. ¿Nos vemos en casa luego?

Cuando se fue con Skimpy, me dejé caer junto a Rune mientras tiraba
de su camiseta, intentando cubrir su torso, una sombra oscura estaba en
su rostro donde tenía el ceño fruncido.

—¿Qué…? Quiero decir, ¿qué…? —Pero no había necesidad de terminar


la pregunta, la respuesta estaba en los tristes ojos marrones de Rune, en
su sonrisa adolorida, el encogimiento casual de sus hombros y en la
mirada hacia su derecha para evadir la mía. En sus palabras simples.
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—Soy invisible.
Rune
Él me escuchó. Podía decirlo por la forma en que se tensó. Como si le
hubiese sacado el aire. Me giré para verlo mejor, pero me detuve cuando el
dolor perforó mi tobillo y mi pantorrilla. Debí habérmelo torcido muy
fuerte. Pero no me importaba. No realmente. ¿Cómo podía ser así cuando
este chico me veía? Increíble. Lo miré, sentado a mi lado con los hombros
encorvados, meciéndose mientras intentaba darle sentido a lo que le había
dicho. Debería decir algo. ¿Pero qué se le dice a la única persona que te ha
visto sin que lo intentes?

Un lento fruncimiento de ceño dividió su frente, y sus ojos verdes se


oscurecieron. Di algo.

Muevo mi pierna mala con cuidado a una posición más cómoda,


estirada frente a mí.

Él empezó a remover la tierra lodosa.

—¿Entoncesporquéélnopudoverte? —Respiró hondo y lo volvió a


intentar—. ¿Por qué mi papá no pudo verte?

¿Qué decirle a eso? ¿Cómo lo explicaba cuando yo mismo no lo entendía


del todo? Moví mi pie, probándolo, e inhalé con fuerza. El arco estaba
sensible y dolía. Me apoyé contra el árbol.

—La cosa es —empecé—, realmente no lo entiendo. No sé por qué soy


así, por qué soy invisible, o cómo puedo existir. No tengo esas respuestas.

Él me miró, sus ojos buscando los míos para tener más respuestas. Y yo
quería dárselas porque era el primero que me veía. Respiré hondo y
masajeé mi tobillo mientras continuaba:

—Reconozco que hay energía alrededor de mí. Como un aura o algo,


porque nadie puede ver mi ropa o mi bolsa cuando la llevo. O cuando
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como o bebo cosas. Nada de cosas flotantes o algo así. Parece que todo
cerca también se vuelve invisible… excepto las cosas vivas, por alguna
razón.

—¿Y nadie puede verte?

—Nadie. —No si así lo quiero—. Excepto tú.


—Excepto yo —repitió como si decir las palabras fuera la llave para
resolver el misterio.

—Y los animales —agregué—. Ellos ven las cosas de forma diferente. Es


como los gatos y los peces pueden ver en la oscuridad. Tal vez tú puedes
hacer algo similar.

¿Debería decirle el resto? ¿Que podía dejar que las personas me vieran y,
lo más importante, por qué no lo hacía? La bilis subió por mi garganta.
¿Cómo podía estar seguro de que lo mismo no le pasaba al chico? Usa el
reloj, mejor sentirse a salvo que arrepentido.

Presioné un botón al lado de mi reloj de plástico, lo miré. Él se frotó la


cabeza con la palma.

—No puedo… yo no… —Scott sacudió la cabeza y luego miró hacia el


otro lado del río—. Quien dijo que ver es creer, mintió.

Una pequeña risa escapó de mí, haciéndome saltar. Hice una mueca,
mirando mi pierna estirada.

Él se movió lentamente, acercándose a mi pie, la preocupación


superando la confusión.

—¿Crees que está roto?

Me encogí de hombros.

—Solo torcido, creo.

Él me estudio con atención, y se estiró para tocar mi tobillo. Luego lo


pensó mejor y dejó caer la mano al suelo.

—Soy invisible, pero corpóreo. —Tomé su hombro—. ¿Ves? Puedes


tocarme, ¿bien?

Él asintió.
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—Claro. Es solo que… Hombre, eres jodidamente invisible.

Suspiré.

—Lo sé. —Y por Dios, desearía no hacerlo.

Scott sacudió la cabeza, se levantó y me ofreció su mano. Con su ayuda


me puse de pie.
—¿Puedes caminar un poco? Mi casa está a diez minutos de aquí. Luego
conseguiré algo de hielo o bayas congeladas para el pie.

Nos tambaleamos por el bosque, el brazo de Scott alrededor de mi


cintura como apoyo.

—¿Por qué estás aquí de todos modos? ¿Cómo es que vives siendo
invisible?

—Robo mi comida o vivo de la tierra, y duermo en edificios


abandonados. —Aunque podría vivir en casas, usualmente no lo hacía.
Podía no ser visto, pero podía ser escuchado. U olido.

—¿Edificios? ¿Te mueves bastante?

—Sí. —Por exactamente tres años hasta el momento.

Mi reloj sonó. Estudié a Scott con atención, sus ojos grises parecían
sombríos y confundidos, pero él parecía bien.

Increíble.

Scott
Toda la cosa parecía irreal, como si me hubiera salido de mi cuerpo o
algo y nos mirara desde arriba. Solo no podía comprenderlo. Y no podía
estar imaginándolo, ¿cierto? Él era sólido y yo olía su esencia terrosa con
un toque de vainilla.

Hablamos. Yo hacía preguntas por el camino. ¿Cuántos años tenía?


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Quince. ¿Iba a la escuela? No. ¿Sabía leer? Sí.

—¿Dónde están tus padres?

Él se detuvo. La tristeza profundizó sus ojos, lo hacía ver viejo. Si podías


decir la edad de alguien por sus ojos, habría adivinado que él era un
adulto. De seguro mayor de quince.
Cambié de tema rápidamente.

—Ah, entonces, ya que no puedes caminar. ¿Quieres quedarte en


nuestro granero por un tiempo?

—¿En serio? —preguntó suavemente.

—Claro. —Además, sería lindo tener alguien con quien pasar el tiempo.
Las vacaciones eran algo aburridas cuando se estaba solo en la granja.
Aunque Skimpy era entretenido. Aun así. Este era un chico invisible.

Rune tomó un palo largo de un tronco de un roble.

—Esto será perfecto.

Fruncí el ceño.

—Eres un chico raro. —Las palabras salieron antes de poder evitarlo—.


Lo siento. No pretendía…

Él rió sorprendiéndome.

—Scott, no tienes idea. —Su voz sonaba vacía… triste. Luego en casi un
susurro dijo—: Soy un chico muy, muy extraño.

Rodeamos una esquina hacia el granero. Tenía un cálido brillo dorado


en la luz matutina. Normalmente usaría la entrada lateral, pero con Rune
herido sería mejor usar las más cercanas puertas delanteras. Apoyé una
pieza de madera contra una para que no se cerrara. Caminamos por la
mitad del granero y lo llevé al final del establo, la parte más apropiada
para vivir.

Tiré de una bolsa de fertilizante para que se sentara.

—Siéntate aquí. Tomaré unas cosas para tu pierna. —Miré su fino torso.
Y también comida.

Corrí a la casa y tomé una vieja canasta, la llené de provisiones y


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comida. Skimpy lloriqueó en la puerta mientras salía.

Mamá gritó desde el cuarto de costura:

—¿Scott? ¿Eres tú?

Volví a la casa y metí la cabeza por la puerta.


—Sí. Aunque voy a volver a salir.

—Cierto. Bueno, ¿podrías llevar al perro contigo? Todo lo que ha hecho


desde que volvió con tu papá es llorar. Me está molestando.

Asentí y me fui, llevando a Skimpy conmigo.

Mientras entraba al granero, respiré el aire dulce. Cerré las puertas y


dejé a Skimpy libre. Luego caminé nerviosamente a donde Rune estaba.

Él se sentó, su cabeza cubierta con desgreñado cabello; tenía un


cuchillo de bolsillo en su mano, cortaba una punta en el palo largo.

Él levantó la mirada cuando me acerqué. ¿Era esa una pequeña


sonrisa?

Apresuré los últimos pasos y dejé caer la canasta junto a sus pies. Él la
miró y de regreso a mí. Podía ver el hambre en sus ojos mientras me
arrodillaba, saqué unas magdalenas y le ofrecí una. Bajó el palo y el
cuchillo, y la tomó.

—Son de moras —dije, casi como una disculpa—. Casi todo en esta
granja lo es.

Rune mordisqueó rápidamente y tragó, limpiando la jalea de mora de su


manga. Parecía diferente desde este ángulo. Tenía una pequeña cicatriz en
su labio que no había notado antes. Él sonrió, sus mejillas enrojeciéndose,
y yo aparté la mirada.

—Gracias —dijo.

Intenté no mirarlo mientras devoraba la magdalena, y me concentré en


su gorda bolsa junto a sus pies. Algo del contenido se demarraba por el
suelo. Había un libro fino del que no podía leer el título, el borde de una
chaqueta verde y un pequeño bloque de papeles de colores.

Mi mirada cayó a sus pantalones. Parecían ser dos medidas más


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pequeños para él. Pero en algún punto debieron haber sido muy largos
porque el dobladillo de los tobillos estaba gastado y le faltaban partes del
material. ¿Cuánto tiempo los usó? Volví a mirar a su bolsa. ¿Tenía otros?

El chico se aclaró la garganta.

—¿Estás bien?
Sus oscuros ojos me estudiaron con atención. Mis mejillas ardían. No
debí haber observado su ropa así.

—Sí, bien.

Busqué en la canasta y saqué la fruta que había tomado del tazón de la


mesa del comedor y dos botellas de jugo de manzana. Le entregué una. Él
la tomó lentamente, seguía observándome. Cuando inclinó la cabeza
atrapó un rayo de luz, y su cabello ya no era de un color gris ratón, sino
que tenía toques rojos, cafés y de brillante dorado. Él tragó su botella de
jugo.

Rune no se parecía a ningún otro chico que conocía. Verdadero, su


cuerpo era incómodo, pero eso era más porque era muy delgado. Pero
actuaba como si fuera mayor. Había una confianza en cómo trabajaba,
declarando para todos aquellos que no lo habían comprendido que era
perfectamente capaz de cuidar de sí mismo.

¿Por qué lo estaba mirando de esa forma? Me froté las sienes.

—¿Tienes dolor de cabeza?

Levanté la mirada. Rune me estaba observando, su ceño fruncido en su


frente.

—No, estoy bien. —Su ceño se profundizó, presionando sus cejas juntas
a casi una—. Solo estaba pensando. —Que a pesar de la falta de comida
eres bastante atractivo.

Sequé mis palmas en mis pantalones. Probablemente no debería tener


ese pensamiento, ¿cierto?

Rune tomó otra manzana por lo que tenía dos en su mano derecha y
una pera en la izquierda. Luego empezó a lanzarlas en arcos en los
momentos perfectos para que ninguna cayera. No sabía mucho de
malabarismo, pero estaba sorprendido de que sus ojos no estuvieran
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saltando de fruta en fruta. En lugar de eso, él miraba directamente al


frente. Si sus ojos hubiesen estado enfocados, estarían fijos en mi barbilla,
pero estos estaban apagados como si se concentrara en el malabarismo
con su vista periférica o algo.

Luego de contar treinta arcos, se detuvo.

—Eso es muy fácil —dijo—. Agreguemos una pera.


Él empezó a hacer malabares de nuevo, pero con una cuarta fruta el
proceso era más difícil… no el movimiento de los ojos, sino el de las
manos. Al inicio las frutas subían en óvalos sobre cada mano, luego el
tiempo de cada mano cambió y, (vaya), hacía malabares como un payaso.
Parecía una fuente de frutas. Se detuvo.

—Eso es mucho más fácil de pie. Dudo que sea capaz de hacerlo con
cinco en esta posición.

—¿Dónde, cuándo… cómo aprendiste eso?

Él rió, era meloso y había un tenue brillo en sus ojos. Me hizo pensar en
aceite cálido deslizándose por mis dedos.

—Es bastante fácil de aprender. Si tienes paciencia.

Estaba seguro de que sus últimas palabras tenían una pregunta, y por
un segundo pensé que podría enseñarme. Pero entonces vi la bolsa… su
vida empacada, lista para mudarse. ¿Por cuánto tiempo se quedaría aquí?

Por favor quédate un poco.


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Traducido por lavi & PrisAlvS

Corregido por Celesmg

Scott
De alguna manera convencer a Rune de quedarse en nuestro granero
fue mucho más fácil de lo que había pensado. Apenas había mencionado la
comida, las frazadas y la letrina, antes de que él empezara a asentir.

Con él cojeando en una muleta improvisada, le había mostrado la


granja, parando en cada campo de bayas para que él pudiera degustar los
diferentes tipos. Probablemente pensó que yo era un bicho raro por ser
capaz de diferenciar entre zarzamoras y moras. Pero eso es lo que
consigues después de trece años de estar en una granja de bayas.

Dos semanas después de que nos hubiésemos conocido, un domingo,


nos sentamos en la mesa de la cocina. Mamá y papá se habían ido por la
tarde.

—¿Cuánto tiempo te quedarás aquí? —pregunté. Por favor, quédate por


un tiempo. No, más que un tiempo. Rune y yo nos habíamos llevado bien
desde el inicio. Después de solo dos semanas, no podía imaginarme que él
no estuviera cerca.

Rune agarró dos manzanas del frutero y comenzó a hacer juego de


malabares, pero después de tres arcos se le cayó uno. No me miró cuando
respondió, simplemente se lanzó hacia la manzana rodando hacia el borde
de la mesa:
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—Hasta que mi pie esté mejor, supongo. No voy a molestarte mucho


más, estoy seguro.

¡No! Maldita sea. Sentí un ceño formarse en mi frente y salté de mi silla.


Agarrando mi bolso de día lleno de suministros, tiré de su brazo y salimos
por la puerta al sofocante calor del día.
—Vayamos a nadar, ¿sí? —Agarramos a Skimpy, y nos dirigimos a la
parte más tranquila del río que corría a través de la parte norte de nuestra
granja.

—Un poco de caminata, lo sé. ¿Cómo está tu pierna? —Skimpy tiró de


mí y me tropecé, evitando por poco una raíz de árbol sobresaliente—.
Talón.

—Bueno, a mi pie no le gusta exactamente la pendiente. —Rune


descansó en su muleta y se secó el sudor de su frente—. Pero además de
eso está bien.

—¿Quieres que lleve tu bolso? —Ese maldito bolso de lona, él no parecía


ir a ninguna parte sin él. ¿Qué tenía de importante, de todas maneras?

Él negó con su cabeza y me encogí de hombros como si no me


importara.

—No está tan lejos. —Ajusté las correas de mi mochila, empujándola


con mis codos para dejar que el aire enfriara mi espalda—. Un poco más
allá de esa valla y de esos árboles.

Fuimos hasta la parte rota de la valla. No era tan alta hasta la rodilla,
un paso fácil, pero Rune colocó una mano en mi hombro para ayudar a su
pie malo mientras el bueno pasaba primero. Su agarre era fuerte, el calor
de su palma notable incluso a través de mi camiseta. Él podría haber
usado su muleta, o la valla. Pero eligió mi hombro. Una vez que se soltó,
toqué el lugar. Luego dejé caer mi brazo, los amigos hacían eso. Además,
probablemente era más fácil apoyarse en algo más alto.

—Así que… —Su voz rompió mis pensamientos—. ¿Con qué frecuencia
vienes aquí?

Pasé por encima.

—Bastante, es mi lugar favorito. Y el agua es tranquila, y lo


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suficientemente profunda para nadar. —Miré a Rune, su cabello, arenoso,


había decidido, pegado a su rostro, cayendo sobre sus ojos. Corrí una
mano a través de mi cabello, como si pudiera empujar los mechones de
Rune también—. ¿Puedes nadar?

Él sonrió, tímidamente.

—¿De qué otra manera crees que suelo asearme?


La imagen de él bañándose en ríos envió calor a mi rostro. Parecía
demasiado cruel que la vida debiera ser tan difícil para él, me avergonzaba
que mientras él había estado sumergiéndose en un frío río en alguna
parte, yo había tenido la comodidad de largas duchas calientes y en
invierno un calentador para pararme junto a él mientras me vestía.

La idea de saltar desnudo al agua me entusiasmó. Solo me había


bañado con pantalones cortos, y sentía curiosidad por saber cómo sería.

—Mírate, todo rojo. —Rune sonrió burlonamente—. ¿Te daré una lección
de malabarismos por tus pensamientos?

—Me enseñarás de todas maneras —dije, apresurándome hacia


adelante, concentrándome con intensidad en el suelo.

Mientras salía de debajo la sombra de los árboles a la brillante luz del


día, mis ojos se humedecieron y mi nariz cosquilleó. Me detuve, esperando
que el estornudo pasara.

Aaaaachís. Me froté la nariz para evitar estornudar una segunda vez.

Rune se rió, sacando su pelo de su cara.

—Estornudas mucho.

Asentí, bajando la vista por la ladera cubierta de margaritas al agua a


treinta metros de distancia.

—Lo hago con olores fuertes, y cuando salgo al sol algunas veces. Es
raro.

¿Raro? Yo no era el invisible. Pero era fácil olvidar que Rune lo era. Es
decir, pensaba en ello mucho, cada día. ¿Cómo podía ser posible? ¿Por qué
le sucedía a él? Y, la gran pregunta, ¿cómo era no ser visto? ¿Era como no
tener amigos? ¿Sentarse solo a la hora del almuerzo deseando ser invitado
también al intercambio de tarjetas de baloncesto? ¿Ser empujado sin una
disculpa?
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Pero incluso mientras estas preguntas salpicaban mis pensamientos, no


era realmente cierto. Es decir, yo podía verlo. Así que no era invisible; al
menos no lo era la mayoría del tiempo. Solo cuando mis padres pasaban
junto a nosotros y no podían verlo, el peso de su verdad me invadía.

Piel de gallina llenó mis brazos.


Rune golpeó mi codo mientras él y su mochila pasaban junto a mí, una
sonrisa boba en su cara. Había sido un golpe suave, pero fue suficiente
para enviar un escalofrío a mi médula.

Tocar parecía ser una parte de Rune. Sin importar el tipo: un roce, un
puñetazo suave, un apretón, un golpe… Cada uno parecía llevar el peso de
una pregunta no formulada: ¿somos amigos?, y cada vez le daría un
pequeño asentimiento. Sí, lo somos. Pero el toque de antes, junto a la
valla. Mmmm, ese había durado más tiempo.

—¿La hierba tiene espinas?

Parpadeé ante la pregunta de Rune luego negué con mi cabeza, pero él


ya se había agachado para sacarse sus zapatos. Metió sus medias en los
bolsillos de su pantalón corto.

—¿Va a estar bien para tu pie? —pregunté mientras él sacaba el vendaje


alrededor de su tobillo.

—Aire fresco, pasto verde y agua fría… ¿qué podría ser mejor? —Cojeó
hasta el agua. Metió los dedos de su pie en ella—. Perfecto.

Skimpy tiró de la cuerda. Aquí debería ser seguro para que él nadara.
Me agaché hasta su nivel.

—Skimpy, ven cuando te llame. —Lo desabroché y lo vi corretear hasta


el río.

Rune regresó adonde estaba agachado, buscando en mi mochila.

Encontré la botella, giré su tapa y bebí, haciendo fuertes sonidos


mientras tragaba. El agua fue refrescante a pesar de estar cálida.

—Sediento, ¿eh? —Rune se bajó al pasto. Le ofrecí la botella y él la


tomó. ¿Limpiaría el borde antes de tomar o no?

No.
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Sonreí y me senté a un metro de él.

—Gracias —dijo él, cerrando la botella y extendiendo su mano para


regresármela.
La miré, no queriendo hacer ningún movimiento para tomarla de él. Él
bajó la botella y la colocó en el pasto junto a mí, frunciendo el ceño un
poco.

Negando con mi cabeza, la agarré y la metí en mi mochila.

—Espero que te gusten los espárragos.

—Como lo que sea. —Rune metió su cabeza bajo la correa de su bolso y


se acostó en el pasto.

—Pues, eso está bien porque yo lo odio.

—¿Entonces por qué lo empacaste para el almuerzo?

—Para ti.

Se levantó, así él estaba apoyado en su codo, y me miró, una pregunta


en lo alto de su frente.

—Bueno, es el plato favorito de papá, y a mamá le gusta hacer mucho


cuando es temporada de espárragos. Pero no podía aguantar comerlo de
nuevo por las sobras esta noche.

—Así que, en realidad —dijo él con una sonrisa—, es para ti. —Señaló el
recipiente que había sacado de mi mochila—. Pásalo.

—Bueno, no tienes que hacerlo. Podría cavar un agujero y enterrarlo.

Él se inclinó hacia adelante y sacó el recipiente de mis manos.

—Finalmente, estaría haciendo algo para agradecerte por aguantarme


tanto tiempo. Y, oye, es comida gratis.

Casi a la defensiva, dije:

—Yo no te aguanto. Yo… a mí me gusta tenerte cerca —refunfuñé—,


hombre.
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A mitad del almuerzo, Rune se recostó, señaló las nubes en el cielo e


inventó historias sobre cómo lucían.

—¿Ves esa pequeña nube detrás del tren con el convicto escapando?

—¿Dónde? El tren es largo.

Él giró una vez así que estaba junto a mí, nuestros costados tocándose.
—Esa de allí.

Observé el cielo en la dirección que apuntó.

—¿Dónde?

Él suspiró y agarró mi mano. Usando mi dedo, delineó una pequeña


nube.

—Justo allí.

Solté el aliento que había estado conteniendo.

—Sí, la veo. —Esa era otra cosa sobre sus toques. Supuse que él
también lo hacía para asegurase que yo estaba realmente allí. Que
realmente lo estaba viendo también. Aun así, cada vez que lo hacía, mi
corazón latía con fuerza.

Rune bajó nuestras manos a nuestros costados, pero lo detuve. Alcé su


mano y estudié las cicatrices en su muñeca.

—¿Por qué?

Él apretó mi mano; no pude sentir la calidez habitual de su piel, solo la


presión donde sus dedos se grabaron en la parte trasera de mi mano.

—Por favor no preguntes.

—Pero lo estoy.

Él giró su cabeza lejos de mí y tiró de su brazo.

—Ninguna razón.

Apreté mis dientes. Pensé que nos estábamos volviendo amigos. Tal vez
no tenía que decirme, ¿pero mentir? Me senté.

—Ajá. Porque muchas personas se cortan a sí mismas por ninguna


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razón. —Rune no se movió, pero vi una lágrima rodar por su mejilla—.


Mira, retiro lo dicho. Perdón por traerlo a colación. Solo me importa.
Quiero conocerte.

—Quiero que me conozcas también. Pero yo solo… —Él se sentó y frotó


su frente—. Puedo contarte otras cosas sobre mí. Como que estuve en un
circo ambulante por un par de años. Allí es donde aprendí a hacer
malabares. Y flores de origami.
—Voy a llegar a las flores en un minuto —dije con una risa—. ¿Un circo
ambulante? ¿Cómo fue?

Al principio no estaba seguro si me respondería, sus ojos se habían


oscurecido. Luego se encogió de hombros.

—Siempre había un montón de comida a medio comer, y la caja de


objetos perdidos era genial para conseguir ropa nueva. —Miró su bolso—.
Ahí es de donde lo conseguí.

Como no quería que él cayera en un estado de ánimo más oscuro, dije:

—Y las flores de origami, ¿eh? Esa debe ser una habilidad útil.

Me dio un codazo en el costado.

—Oye, lo es, en serio. Cuando viajo a las ciudades, y algunas veces


tengo que robar algo, trato de pagarlo dejando algunas flores. —Rune sacó
ese bloque de papel de colores de su mochila, arrancó un pedazo e hizo
una flor—. Para ti. —Sonrió.

Levanté una ceja.

—¿Qué? ¿Eres demasiado “hombre” para aceptar una flor?

Fruncí mi ceño.

—No. No es eso. Yo… —Tomé la flor verde—… gracias.

Rune se quitó su camiseta.

—Vayamos por un chapuzón.

Su delgado y bronceado torso se estiró mientras desabrochaba el


relicario de plata, mostrando sus costillas. Tiró de su bolso a su regazo y
comenzó a buscar en él. El bloque cuadrado de papel de color y el libro
salieron, los cuales colocó a su lado mientras guardaba cuidadosamente
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su medallón en un pequeño recipiente de estaño.

Lo miré y a su bolsa, mientras se desabrochaba su reloj, hasta que


comenzó a desatar la cuerda que sostenía sus pantalones cortos. Mis
pantalones cortos, en realidad. Cuando lo había traído a la casa para que
se bañara la primera vez, había escarbado mi armario en busca de algo de
ropa para Rune. Le había dado un par de pantalones cortos y un par de
camisetas simples. También había pensado en la ropa interior, pero
parecía demasiado extraño prestárselos.

Me di la vuelta, mirando a Skimpy sacudiéndose el agua y jugueteando


en el pasto. ¿Rune mantendría sus pantalones cortos puestos o no? Si él
estaba acostumbrado a sumergirse desnudo, tal vez…

—¿Vas a venir o qué?

Mantuve mi mirada en Skimpy.

—Claro, adelántate.

Cuando escuché salpicaduras ligeras, supe que acababa de llegar al


agua. Incapaz de detenerme, miré hacia él. Estaba de pie, una ligera curva
en su espalda mientras miraba el agua poco profunda en sus pies. Se
movió un poco, como si fuera a girarse en mi dirección, pero se detuvo.
Gotas de agua golpearon la parte trasera de sus rodillas mientras él se
metía más adentro. Aunque delgado en el torso, sus piernas parecían
tonificadas, fuertes. No pude evitar maravillarme con la curva de su muslo.
Rune se agachó bajo el agua. Su pelo roció un arco de agua cuando salió a
la superficie de nuevo. Alejé mi mirada de sus pantalones cortos mojados.

Oh-oh.

Una semana después


Terminé de tragar algo de jugo. Eran las siete de la mañana y ya los
tarareos de mamá salían del cuarto de costura mientras yo salía para
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alimentar a Skimpy. Era un sonido tan familiar en nuestra casa que era
extraño no escucharlo un día. La mayoría de las noches era el constante
tarareo lo que me dormía. A menos que hiciera mucho calor, por supuesto,
entonces nada funcionaba. Ni siquiera las historias que Rune me contaba
cuando lo visitaba por la noche.
No había pretendido ir a él esa segunda noche. Pero había tenido tanto
calor que necesitaba salir a refrescarme. Y entonces levanté la mirada y
ahí estaba el granero. Él me escuchó. Me llamó. Entré. Hablamos.
Blablablá esto, blablablá aquello. Luego una historia sobre un hombre que
drogó todas las ovejas en alguna granja en Michigan para que parecieran
muertas en la mañana. Y eso fue lo que se ganó el granjero por dormir con
la esposa del hombre.

Volví a casa luego de eso, las ovejas muertas llenaban mi mente, pero
incluso no me dormí al contarlas. Aun así, me gustaban las historias. Por
lo que volví a la noche siguiente y la que vino después. Se convirtió en
nuestra tradición. Una historia a medianoche.

Alimenté a Skimpy. Jesús, se estaba poniendo grande. Luego subí las


escaleras corriendo hacia el cuarto de trabajo de mamá. Metros de tela
colgaban de la máquina hasta el suelo. Ella me vio y levantó su pie del
pedal, rompiendo el tarareo.

—Hola, Scott, ven —dijo, y me acerqué a ella y rodeé su cuello con mis
brazos—. ¿Qué piensas de estas cortinas?

—Lindas. —Servirían. Estas cosas no me importaban como a mamá.


Pero tampoco quería herir sus sentimientos.

—Bien. Espero terminarlas para esta noche.

—Genial. ¿Papá ya está en los sembríos?

Ella asintió y volví a mi habitación para vestirme. Me quité mi camiseta


de dormir y tomé una limpia. Hubo un golpe en mi ventana. Me giré.

Rune. Aquí temprano en la mañana.

Sonrió y señaló el seguro. El cristal amortiguó su voz.

—¿Por favor?
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Por supuesto. Aparté la barra de metal y abrí la ventana, la vieja madera


rechinó.

Rune metió su cabeza a mi habitación.

—¿Puedo entrar?

¿No sabía que no tenía que preguntar nunca? Asentí.


Se quitó su bolsa y me la dio. La observé por un segundo. Una bolsa.
Toda su vida. Por primera vez me daba su vida para tomarla. La abracé
mientras él se sentaba en el alfeizar y metía sus piernas. Saltó a mi cuarto
con el pie bueno, dejando su muleta fuera.

Se sentó en el suelo, su espalda contra la pared bajo el marco de la


ventana, y señaló su bolsa.

—Siéntate conmigo un segundo, ¿Scott? —Él golpeó el punto a su lado.

—¿Por qué, qué pasa?

—Quería hablar contigo, ah, sobre algo.

Le doy su bolsa y observó el espacio a su izquierda. ¿Por qué el espacio


ahí tenía que ser tan grande? ¿Debía sentarme lejos y enfrentarlo o justo a
su lado, como cadera con cadera?

A él le gustaba tocar, así que probablemente quería que me sentara


cerca. Pero ser tocado y tocar eran dos cosas muy diferentes. Para Rune
siempre parecía haber una buena razón para que se acercara a mí: pasar
sus dedos por mi muñeca para indicarme una nueva dirección, apartar
mis dedos para evitar que me aplaste los nudillos, pincharme en el costado
para hacerme reír. Pero tocar era un nuevo territorio. Por supuesto que
imaginaba estirar mi brazo y rodear su cintura, o descansar mi cabeza en
su hombro. Pero imaginarlo estaba muy lejos de hacerlo.

A lo más que llegué fue a una mano estirada. Había una polilla en la
espalda de Rune. Mis dedos estaban a un centímetro de apartarla.
Esperaba que de alguna forma él sintiera la cercanía. Pero deseaba más no
haber estado tan nervioso.

Aquí había otra oportunidad, y ya mi estómago estaba contraído y sabía


que me acobardaría.

Al tomarme tanto tiempo, Rune frunció el ceño.


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—¿Sabes qué? No importa.

Me dejé caer al suelo junto a él.

—¿Qué?

Él se quitó su reloj y dejó sus brazos con las palmas de las manos hacia
arriba. Sus cicatrices eran blancas y brillantes.
—Quería hablar contigo…

La puerta de mi cuarto se abrió. Mamá entró con tela sobre sus brazos.

—¿Qué estás haciendo sentado en el suelo? —dijo y subió a mi cama.

Me levanté apresuradamente, mi costado chocó contra Rune cuando él


hizo lo mismo. Podía ver el dolor en su rostro, pero se quedó en silencio.

—Lo siento —dije por impulso, luego quise taparme la boca de un golpe.

—¿Por qué lo sientes, Scotty? ¿Crees que debería ampliar el dobladillo?

La cortina caía perfectamente a la altura de la cama.

—Se ve bien.

—Bien entonces. Me pondré a hacer la otra. —Ella se bajó de la cama y


me miró—. ¿Te gustaría hacer algo luego, solo nosotros dos?

No realmente. Solo quería pasar tiempo con Rune.

—¿Como qué?

—¿Un juego de Scrabble o algo? No hemos hecho eso en un tiempo.

Rune asintió lentamente, mirándome y señalando a mamá.

—Claro —le dije a mamá mientras salía de mi cuarto, y Rune levantó


sus pulgares.

—¿Por qué fue eso? —susurré, tenía miedo de que mamá pudiera
escuchar.

—Solo creo que si tu mamá quiere hacer algo contigo, entonces deberías
hacerlo. —La voz de Rune demostraba algo de tristeza.

—Sí, tienes razón —repliqué—. Es solo que habría preferido pasar


tiempo contigo.
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—Lo harás. Me gustan los juegos de palabras. —Él sacó un fino libro del
bolsillo lateral de su mochila—. Mira. Ahora sabes cuán nerd soy. —Él rió,
pero había un tono de nerviosismo, como si quisiera que le dijera que
estaba bien o algo.

Miré la pequeña revista de crucigramas que me mostraba. Necesitaba


tocarlo. Tenía que ser ahora. Mis dedos temblaban y mi boca estaba seca.
Muy tarde. Rune dejó el libro en la cama y empezó a batallar con la
correa de su reloj. ¿Me lo contaría? ¿Pronto?

Aparté los crucigramas y me senté a su lado. Contuve mi respiración y


tomé su muñeca. Aflojé mi agarre y tomé el reloj, acomodé la correa y la
aseguré.

Ni Rune, ni yo dijimos nada. Él solo observó su muñeca con mis dedos


alrededor.

—¿No muy apretado?

Él negó con la cabeza, y mi corazón martilleó, la apreté. Luego tracé


levemente el dorso de su mano hasta llegar a los dedos. ¿Cómo sería
entrelazar los míos entre los suyos? Quería hacerlo y con eso decirle que
me gustaba.

Aparté la mano de golpe y dije lo primero que se me vino a la mente:

—Uhm, ¿podrías enseñarme a hacer malabares?

Rune
Apoyado en el reposabrazos de la silla más cercana, asentí hacia Scott,
quien estaba de pie en el centro de la sala de estar. Él lanzó una bola al
aire, luego una segunda y una tercera, las atrapó y volvió a lanzar en
intervalos regulares.

Mira cómo sonríe alegremente.


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Moví un dedo hacia él, Scott se acercó y fue a descansar su mano en la


silla, pero terminó en mi rodilla. La calidez se disparó por mi pierna,
recordándome cómo se sintieron sus dedos en mi muñeca el día anterior.
Eso había sido raro. Diferente. ¿Agradable?

Scott mordió su labio inferior. Estaban ligeramente abiertos por el calor.


Solo unos centímetros nos separaban.
—Es bueno —susurré—, solo intenta no mirar tus manos. Mantén tu
mirada al frente. Concéntrate en algo.

—¿Como tú?

Era una sugerencia inocente, ¿cierto? Aun así mi corazón se aceleró.

El sonido de una puerta cerrándose hizo que Scott se enderezara y


volviera al centro de la alfombra persa. Desde mi posición en la silla podía
ver a su papá desatando sus botas.

Cada vez que lo veía en el campo se veía infeliz. Estresado y cansado,


con el ceño fruncido pesando sobre él, sus hombros encorvados. Pero tan
pronto como entraba a la casa, se quitaba su sombrero y pasaba una
mano por su rizado cabello marrón, cambiaba a un papá. Un
extraordinario miembro de la familia.

Él entró al salón y saludó a Scott con una gran sonrisa, un resplandor


en sus ojos.

Cuatro semanas y aún los observaba cuando estaban juntos. No son


una especie diferente. Así es cómo se supone que debe ser una familia.

—Hola, Scott. —Su papá miró a Scott en el centro de la sala, tres bolas
en sus manos—. ¿No estabas haciendo eso cuando me fui esta mañana?

—Está mejorando, ¿no? —Él me miró por un momento antes de


concentrarse en su papá.

Suavemente me levanté de la silla y caminé detrás de él para mostrarle


los pulgares a Scott sobre el hombro de su papá. Él sonrió, un hoyuelo en
su mejilla.

—Eso espero —dijo su papá—. Lo has estado haciendo por semanas.

—¿John, eres tú? —La mamá de Scott salió de la cocina. Me salí del
camino antes de que ella chocara contra mí en lugar de su esposo.
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Scott sacó su lengua cuando sonrió. Me gustaba verlo así.

—La cena está lista. Lávate las manos y vamos a comer.

Scott me indicó que lo siguiera al baño y abrió los tubos para que el
agua corriera, chocando con fuerza contra el lavabo. Murmuró:

—Come con nosotros hoy. Puedes comer de mi plato.


—No, es tu tiempo familiar.

—Vamos. Ellos no notarán la diferencia. —Él cerró los tubos y se estiró


por detrás de mí para secarse las manos en la toalla. Él estaba cerca. Si
me movía un poco sentiría su aliento en mi cuello.

—¿Por favor? —Sus grandes ojos grises encontraron los míos.

Asentí.

En la mesa, Scott llenó su plato de salchichas y papas. Intentó no


mirarme directamente durante la comida, pero veía mi mano y sonreía
cada vez que tomaba algo.

En el centro del mantel de la mesa estaba la flor de papel que le hice ese
día.

—¿Por qué es esa? —él había preguntado.

Se me habían acabado las excusas de por qué las seguía haciendo. Solo
quería. Quería decir: eres genial, nuestra amistad es lo mejor que me ha
pasado. Me gustas mucho.

Me encogí de hombros.

—Solo porque sí.

—¿Cómo fue tu día? —preguntó el papá de Scott, embarrando salsa de


tomate sobre sus salchichas.

Robé una papa de su plato y lo vi sonreír.

—Fue bueno. Fui a nadar, leí un poco.

La mamá de Scott frunció el ceño.

—¿He estado pensando que tal vez quieras unirte a un club o algo? En
el supermercado leí que uno de los equipos locales de fútbol está buscando
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miembros. Podría ser divertido y también conocerías montones de


personas.

Scott jugando fútbol. Estaba en forma para eso.

—Uhm…
—O puede que el centro juvenil tenga algunos programas de verano en
los que aún puedas entrar.

Scott se encogió de hombros y llevó sus dedos junto a los míos a un lado
del plato, casi tocándose.

—Estoy feliz al pasar tiempo en la granja. ¿Puedes pasarme las papas?

Su mamá presionó los labios en una fina línea mientras le pasaba a


Scott el plato de cerámica.

Ella piensa que su hijo es un solitario. Como yo lo he sido por años hasta
Scott. Tal vez su mamá tenía razón. Él debía salir y conocer otras
personas. Él podía, después de todo.

¿Entonces por qué la idea me irritaba? Era lo suficientemente egoísta


como para quererlo todo para mí. Sí, creo que lo soy.

—Debe ser otro estirón —dijo su mamá—. Será mejor que te llenes de
comida o quedarás todo escuálido.

—¡Mamá! —Scott se sonrojó.

El papá de Scott miró la flor de papel.

—¿Cuál es la historia con todas estas cosas verdes? —Él la tomó y la


investigó. Con el cambio de tema, el rostro de Scott volvió a su usual color
crema—. ¿Dónde aprendiste a hacer esto?

Scott mintió rápida y confiadamente.

—Oh, es algo que aprendí en internet.

Su papá observó los pliegues de la flor. Oh-oh, tenía una idea de lo que
estaba por pasar.

Luego de juguetear con el papel, intentando descifrar cómo volverla a


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armar, miró a Scott. La pregunta en su expresión.

—Uhm, tendrás que enseñarme. —Él le pasó el papel y lo vio con una
expresión curiosa.

Scott tragó con fuerza, yo busqué en mi bolsillo y saqué otro cuadrado.


Era bueno que tuviera un poco en mí.
Puse mis manos frente a él y doblé el papel una vez. Scott siguió mi
guía. Tuve que volver a hacer algunos pasos que él encontró complicados,
pero al final lo logró.

—Ten. —Se la dio a su papá y sonrió, mirándome con el rabillo del ojo.

Puse un brazo alrededor de sus hombros. De nada.

Scott
Cinco semanas de Rune en la granja y él era todo en lo que podía
pensar. Todo lo que quería era escucharlo, verlo, tocarlo, olerlo y, ah,
saborearlo.

Cuando veía su desordenado cabello y profundos ojos en las mañanas,


mi estómago daba un vuelco, casi al doloroso punto de hacerme enfermar.
Nuestros días juntos pasaban flotando… una gran confusión feliz. Una
sonrisa había echado raíces en mi rostro y creía que nada podría quitarla.
Viva y vibrante, mi piel anticipaba su toque. Estaba sensible por todas
partes.

Lindas partes.

Miré con la esquina del ojo, comprobé tres veces por algún espacio entre
las cortinas, luego me giré a mi lado. Claro que nadie podría verme.
Arrastré la almohada frente a mí, la rodeé con mis brazos y apoyé los
labios contra la esquina. Los labios de Rune, la cicatriz de Rune. Saqué mi
lengua y lamí. El algodón era rasposo y lo lamí para hacerlo más suave.
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Húmedo. Como una lengua.

Pasé la esquina por mi mejilla y por un lado de mi cuello, enviando un


escalofrío hacia abajo. Un escalofrío como los que a veces sentía alrededor
de Rune.

—¿Por qué estás todo rojo? —había preguntado él una de esas veces.

Este es el porqué.
Él nunca podría saber que yo hacía esto… y mientras pensaba en su
desgarbado cuerpo y suave voz. Si nadie lo veía, si nadie lo escuchaba, no
sucedía realmente. Solo yo tenía que vivir con la vergüenza. La verdad.
Que Rune… que un chico me excitaba.

Rodé sobre mi espalda, metí una mano en mis bóxers y froté. Siempre se
sentía bien mientras lo hacía, pero tan pronto como terminaba, sentía
náuseas. Esas emociones eran raras. Y no estaban del todo bien. A la
mayoría de chicos de mi edad les gustaban las chicas. Hacían esto
pensando en ellas. ¿Entonces estaba enfermo por hacerlas pensando en
Rune, por imaginar que sucedían de verdad? ¿Porque me gustaban?

¿Tal vez solo era una faceta o algo?


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Traducido por Girls-&-Peace

Corregido por PrisAlvS

Scott
Apoyando mi cabeza en mi codo, miré a Rune. La vela a la cabeza de su
cama improvisada con mantas viejas para picnic proyectaba sombras
sobre su rostro. Nubes negras bloqueaban la luna y una corriente de aire
amenazaba con robarse nuestra única luz. Por primera vez en seis
semanas hacía frío en el granero para nuestra historia tradicional.

Miré la cicatriz en sus labios mientras él hablaba. ¿Cómo se sentiría


bajo mis dedos? ¿Mis labios? Mientras él terminaba, una sonrisa
reemplazó su cadena de palabras reconfortantes.

—¿Cómo conseguiste la cicatriz?

—Eso salió de la nada.

—Me lo he preguntado por un tiempo.

—Me tropecé y aterricé en una roca afilada —respondió Rune.

—¿Cuándo?

—Antes, cuando estaba merodeando por el circo. —Había una vacilación


en su voz que sugería que había más. Pero me lo diría cuando estuviera
listo. Confiaba en él de esa forma.

—¿Quieres que te cuente otra historia? —Rune se movió de lado, y su


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relicario colgó fuera de su camiseta.

Me estiré. Mis dedos se resbalaron sobre él, llevándome de regreso dos


semanas atrás a nuestro sitio por el río. Nuestro sitio ahora; íbamos ahí
casi todos los días.
—Es lo único que tengo de mi mamá —dijo, soltando el seguro y luego lo
abrió. Un pequeño dibujo del rostro de una mujer llenaba un lado. El otro
estaba vacío—. Esa es ella.

—¿La conoces?

Él asintió.

—Hasta que tuve siete.

—¿Ella era… como tú?

Otro asentimiento.

—Aun así no la recuerdo mucho.

—¿Cómo… —tragué—, murió?

El seguro se cerró con un golpecito. Sin respuesta.

Desde entonces, cada vez que lo toqueteaba o la cadena de plata se


asomaba fuera de su cuello, no había podido evitar pensar en un pequeño
Rune llorando por su mamá.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Rune mientras un destello


iluminaba el cielo, seguido por un registro ensordecedor de un trueno. Me
balanceé en una posición sentada—. ¿Estás bien?

—Odio las tormentas —dije.

Rune soltó una risita.

—No es gracioso.

—No me estaba riendo. Solo estaba… recordando cuánto acostumbraba


odiarlas también. Una Navidad estuvo realmente tormentosa. Estaba tan
asustado que me colé dentro de esta pequeña casita de campo y me senté
en medio del salón. Tenía que mantenerme esquivando regalos mientras
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los niños se los lanzaban entre ellos, y había mucha comida. Ellos no
notaron la pequeña mordida que tomé. Fue la mejor… —Paró de hablar.

—¿… Navidad que alguna vez tuviste? —Estaba seguro de que no quería
que lo hiciera, pero no pude detenerme; una semilla de compasión había
sido plantada la primera vez que puse mis ojos en él, desde entonces había
crecido, enrollándose alrededor de todos mis órganos, y ahora floreció—.
Lo siento.
Él volteó su espalda hacia mí. Otro trueno.

—Si no te gustan las tormentas deberías volver a tu habitación en caso


de que se acerque.

El olor de la lluvia se filtró con una corriente que casi causó que la vela
se apagara.

—Rune, lo siento, bien, no te enfades por eso.

No sabía cómo manejarlo en estas condiciones. ¿Debía decirle que se


encargara de ello? ¿Por qué no podía aceptar que me preocupaban las
cosas que fueron difíciles para él? ¿Que me preocupaba por él?

El agua salpicó en mi nariz y las mantas para picnic de Rune. Genial, el


viejo techo oxidado tenía fugas.

Agarré su muñeca y tiré de él para que se levantara. Él la removió de mi


agarre, sus ojos echados hacia abajo.

—Sabía que estabas enojado —dije.

—No lo estoy.

—Claro.

—Mira, Scott. Solo déjalo ir. La mierda pasa. Esa es la historia de mi


vida. No quiero que te sientas triste por mí.

No pude hablar. Él quería simpatía, lo oí en su voz, lo vi en las


profundas piscinas de sus ojos, en el relicario que tocó. ¿Entonces por qué
no podía aceptarla si yo se la daba? No había victoria aquí.

El agua corrió en la manta junto a su rodilla.

—Ven conmigo a la casa. Puede inundarse aquí.

—Estaré bien.
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—No era una pregunta. —Mi voz, profunda y tersa, tuvo el efecto que
quería. Asintió, se levantó del suelo, y metió con fuerza las mantas en un
viejo camión en la siguiente casilla.

Para cuando llegamos a la ventana de mi habitación, estábamos


mojados y riéndonos nuevamente. Traté de ahogar el sonido con ropas,
pero mi estómago convulsionó con fuerza, gruñí.
Salté dentro de mi cama y enterré mi rostro en la almohada para reír un
poco más. La misma almohada con la que también hice otras cosas. Mis
ataques de risa murieron completamente. El calor subió por mis mejillas, y
me estremecí. Él vería la almohada y lo sabría.

—Has estado imaginando que soy yo, ¿o no?

—No.

—Tienes que haberlo hecho. Puedo verme por toda la almohada.

—Nunca.

Tiré la almohada al piso.

—Imagino que es ahí donde dormiré, ¿no? —preguntó Rune, sacándose


su camiseta.

—¿Qué estás haciendo? —Agarré la almohada y enfrenté la pared, lo


cual era ridículo. Lo veía sin su camiseta todo el tiempo. Solo relájate. Él no
lo sabe, bien. Y si lo hiciera, no estaría desnudándose así.

—Está mojada. No puedo dormir en ella, me resfriaré. Probablemente


también deberías ponerte algo seco. —Vino por detrás de mí y tiró de mi
camiseta.

Salté lejos de su agarre.

—Puedo conseguirla yo mismo. —Agarré una camiseta para dormir, me


colé dentro del baño, rápidamente me cambié y luego fui a la alacena por
agua caliente y algunas mantas para Rune. Cuando llegué al cuarto, él
descansaba en la cama. Mi estómago se revolvió mientras me imaginaba
pidiéndole que se quedara allí.

Mientras hacía una cama improvisada en el piso usando los cojines de


mi sofá, eché una mirada a su espalda baja. Más específicamente al
pequeño delgado quiebre que salía de sus shorts.
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Simplemente no pude evitarlo.

Ocupaba dejar el cuarto e ir a otro lugar, cualquier cosa para librarme


de esos pensamientos.

Pero tampoco podía hacer eso.


Morí de vergüenza. ¿Cómo podía pensar tales cosas? Él era mi amigo.
Un amigo hombre. Excesivamente consiente de su cuerpo, arreglé una
cama improvisada en el piso. Rune se volteó en su otro lado por lo que me
enfrentaba.

—Yo pude haber terminado eso.

—Está bien. Uhm… puedes tener la cama, si quieres. —Incapaz de


mirarlo sin enfocarme en su pecho desnudo, estudié el diseño a tiras de la
manta por debajo de mí. Ya lo había imaginado enroscado en mi cama, su
sudor, su cuerpo por todas mis sábanas. Cuánto me hubiera gustado
olerlo en ellas—. No me importa el piso.

—Pero…

—Lo digo en serio. —Escalé bajo las mantas.

Suspiró, pero no sonó tan infeliz al respecto. Salió de la cama, y se


acercó por mis mantas.

—Solo necesito el baño.

Contuve mi aliento mientras escuchaba la puerta del baño cerrarse.


Deja de imaginarlo en el baño, eso es grosero.

Y excitante. Tenía que estar desnudo allí abajo. El pensamiento me puso


duro, y como si estuviera en automático, me estaba acariciando.

¡Quita la mano! Estará de vuelta en cualquier jodido momento. Y si ve


las mantas moverse allí abajo… saqué de un tirón mi mano y las fijé a mi
lado.

Debería haber estado somnoliento, pero la adrenalina bombeaba a


través de mí, mezclada con nervios y excitación. De ninguna manera sería
capaz de dormir con él a mi lado toda la noche.

Mis ojos, acostumbrados a la oscuridad, trataron de recoger los detalles


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de una foto de un árbol perfilado que había tomado para la clase de artes
en el colegio, cuando aprendimos sobre el desarrollo de la técnica del
cuarto oscuro. Rune había dicho que le recordaba a un roble bajo el cual
había dormido en algún lugar de Virginia.

—También se ve un poco así en las noches —dijo él.

Luego otra vez la había señalado.


—Sabes, esta es la única foto que he visto en tu casa.

—Sí, mamá y papá odian tener fotos suyas. Soy suertudo de tener alguna
foto mía de cuando era niño ya que no tenemos cámara.

—Oh, ¿fotos del pequeño Scotty? ¿Puedo ver algunas?

La puerta de mi cuarto crujió y la figura de Rune se movió hacia la


cama. Mientras pasaba a mi derecha, mi corazón corrió. Él no lo sabrá. No
lo sabrá. A menos… ¿olía a pre-orgasmo?

Volteando mi espalda hacia él, levanté un dedo a mi nariz. No estaba


tan mal. Pero por si acaso… arrojé fuera las sabanas, fregué mis manos en
el baño, luego me arrastré de regreso a la cama.

La respiración de Rune era profunda y regular. ¿Ya había caído


dormido? Mirándolo, esponjé la almohada. No se movió.

Así que soy solo yo el que estaba demasiado excitado. Me giré en mi lado
y estudié las mantas sobre él. Después de un minuto de quietud, Rune se
movió. Sin saber por qué, apreté mis ojos.

Las mantas se removieron, y el aire se arremolinó en mi rostro. Mi piel


punzó con su cercanía. Saliva se construyó en mi boca y tuve que tragar.

—¿Estás despierto? —Sus palabras susurradas cosquillearon por mi


antebrazo.

—Quizás. —Abrí mis ojos. La mitad superior del cuerpo de Rune colgaba
fuera de la cama, descansando cerca de mi rostro. A la luz de la luna los
ángulos de su rostro parecían más oscuros, la cicatriz en su labio no
existía.

—Bien. —Se me quedó viendo por un largo momento—. Scott, yo… —Su
codo se inclinó y él se arrastró más lejos de la cama.

—¿Sí? —Mi susurro se quebró y aclaré mi garganta.


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—Yo… ¿quieres charlar?

—¿Sobre qué?

—No sé, solo cosas.

Contuve mi respiración. ¿Tenía él cosas que quería decir?


—Muy bien, quieres que te haga una pregunta o algo.

—Muy bien, suena divertido —llegó la respuesta.

¿Te gusto? ¿De esta forma?

—¿Cuál es tu momento más vergonzoso?

Rune tragó con fuerza.

—Tengo unos pocos. Pero… Está esta vez unos pocos meses atrás
cuando estaba en LA y fui al cuarto de aseo, pero la puerta no se podía
cerrar apropiadamente. Bueno, nadie me veía de todas formas, así que
simplemente dejé la puerta abierta.

—Oh-oh —dije, los comienzos de una risa en mi garganta.

—Sí, bueno, luego oí a alguna mujer viniendo con una risa tonta. Al
principio estaba avergonzado de que había entrado al baño de damas, pero
luego se puso peor. Una de esas damas decidió usar mi cubículo. Cuando
me percaté de lo que estaba pasando, solo tuve tiempo para presionarme
contra la pared así ella no chocaría conmigo. Como sea, entonces esta
dama de mediana edad entra y saca el chicle de su boca para usarlo como
un tipo de seguro en la puerta.

—Uh, eso es indecente. —Mi estómago dolió más con mi risa.

—Sí, lo recuperó después y lo metió de regreso en su boca también.

—Iugh.

—Pero la peor parte, la más parte vergonzosa para mí fue cuando ella,
ya sabes. Quiero decir, cerré mis ojos y todo. Pero aun podía oírla y olerlo.

—Eso es asqueroso.

—Sí, no puedes simplemente hacer mierdas como esas.


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Eso me tuvo riendo más fuerte.

—Bien —dijo Rune, la emoción claramente en su tono—, ahora es tu


turno. Uh. De hecho —dijo Rune, un temblor en su voz—, ¿quieres saltar
aquí arriba y compartir esta cama conmigo? Hay mucho espacio y está
mucho más cálido que allí abajo.
Mi estómago se revolvió, y un poco de ácido estalló en mi garganta. Con
temblorosas extremidades, salí de la cama improvisada y me deslicé a su
lado. El calor de su cuerpo tan cerca del mío me puso nervioso, y comencé
a tiritar. Cerré mis ojos, apreté mis puños y lentamente conté hasta diez.

Finalmente, me calmé lo suficiente como para abrir mis ojos. Rune


estaba viéndome. ¿Qué estaba pasando por su cabeza? Tenía un montón
de cosas que quería preguntar, pero ¿podía sacarlas? Probablemente no.
Rune parecía más confiado que eso.

Cuando finalmente habló, fue tan bajo que casi me lo perdí:

—Tu cumpleaños se acerca. ¿Qué es lo que más quieres?

Besarte.

—¿Cómo supiste de mi cumpleaños?

—Lo escuché de tu mamá y papá mientras estabas en la ducha un par


de días atrás. También se lo que te van a regalar.

Agarré un lado del colchón, mirando al montón que era la mochila de


Rune en la ventana.

—¿Me gustará?

—Bueno, no lo sé. Qué quieres, y te diré si te gustará.

La imagen del relicario de Rune vino a mi mente. Una imagen dibujada


de su madre era todo lo que él tenía. Se había dicho a sí mismo que
desearía tener más. Parecía estúpido que nuestra familia que podía tener
montones de fotos ni siquiera tuviera una cámara. Eso tenía que cambiar.

—Una cámara.

—No estarás tan contento, entonces.


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—No esperaba que de hecho me consiguieran una. Habrían estado


asustados de que les sacara una foto.

Rune se arrastró más cerca, y su pierna se topó con la mía.

—Rayos, estás helado. Ven aquí. —Me acercó a él y comenzó a frotar mis
brazos. Mi rostro se puso caliente, y estuve agradecido por la oscuridad—.
Ahora tú has una pregunta.
¿Te gusto? ¿Entonces por qué era tan difícil preguntarlo?

—¿Tu… alguna vez te ha gustado alguien?

—¿Gustarme?

—Gustarte-gustarte.

—Sí.

Esperé y cuando no continuó, giré en mi estómago y me levanté en mis


codos, mirándolo.

—Bueno entonces, ¿quién?

Titubeó.

—Bueno, antes cuando estaba merodeando por ese circo… —Mi


estómago se desplomó y miré lejos de él. No quería oír el resto—. Estaba
esta chica que perdió a sus padres. Tenía estas dos hermosas trenzas y
pasó un par de horas caminando en círculos buscándolas. Yo solo la
seguía por ahí. Era linda. —Se detuvo—. ¿Qué hay de ti? ¿Te gusta
alguien?

—Sí.

—¿Qué te gusta sobre ella?

Tragué.

—Ah, me gusta cómo me siento a su alrededor. Me gusta pasar el


tiempo, hablar. —Me frené antes de que pudiera decir demasiado “él” y no
“ella”—. Entonces, mi pregunta, ¿cuánto tiempo tu pie ha estado bien?

Rune tomó una brusca respiración.

—¿Cómo sabes que está mejor?


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—Bueno, te he visto olvidar usar tu muleta un poco. Ya no cojeas


cuando piensas que no estoy viéndote y ayer fui al establo más temprano
de lo que dije que lo haría… y te vi dando zancadas por el campo.

—¿Por qué no dijiste nada entonces?

—Así que es verdad. Estás bien. —Lo miré a los ojos—. Yo… yo quería
decir algo, pero no pude. No quería arruinarlo.
—¿Arruinar qué? —Sus manos estaban quietas en mis brazos—. ¿Y por
qué es diferente ahora?

—Arruinarnos. Nunca he tenido un amigo como tú antes y yo… yo


quiero que siempre seas mi amigo. Puedes vivir aquí. Será justo como ha
sido por las últimas seis semanas, excepto que podrás ir a la escuela y
aprender cosas.

Rune se alejó de mí.

—¿Cómo demonios se supone que vaya a la escuela, Scott? Olvidas que


no soy como tú.

—Sí, pero… seguramente incluso si nadie te ve, puedes ir a clases y


aprender cosas.

—Incluso si puedo hacer eso sin chocar con alguien, sin hacer un
sonido, sin importarme que todo el mundo tenga amigos excepto yo: ¿Cuál
es el punto? Leo mis libros y soy feliz con eso. No hay un punto por lo que
aprenda matemáticas o economía. No hay futuro allá afuera para mí,
excepto lo que ya tengo.

Girando en mi lado, resoplé.

—¿Por qué fue eso? —dijo él, la irritación tan clara en su voz como lo
estuvo en mis acciones.

—Seré tu amigo. ¿O no soy suficiente para ti?

—No.

Lanzando hacia atrás las mantas, salté fuera de la cama. Rune se


tambaleó y agarró mi muñeca.

—No, no lo dije de esa forma. Por favor no te enfades. Lo siento.

—¿Cómo lo dijiste?
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—Quiero demasiado ser normal, tener una familia como la tuya y hacer
cosas estúpidas con amigos. Entonces, cuando dije que no eras suficiente,
no estaba mintiendo. —Empecé a alejarme nuevamente, pero me alcanzó
por mi muñeca—. Solo un segundo, Scott. Porque significas tanto para mí.
Yo… me preocupo mucho por ti. Solo no puedo evitar querer más. —Su voz
tomó un extraño tono al final, y él sorbió por la nariz.
Me moví más cerca e incómodamente envolví mis manos alrededor de su
cuello. Mientras la longitud de mi cuerpo avanzaba hacia el suyo, Rune
movió sus rodillas hacia arriba, y empujó. Dejé caer mis brazos,
sintiéndome estúpido y abatido. El vacío en mi pecho regresó, y necesitaba
eructarlo. Las lágrimas pinchaban las esquinas de mis ojos, y volteé mi
espalda a él.

Deseé haber pretendido estar dormido, no comenzar esta “charla”.

—Sigues enfadado conmigo, ¿no? —Las palabras de Rune atraparon mi


cabello y cosquillearon por mi cuero cabelludo.

—No estoy enfadado. —Estoy herido. Quiero llorar y convencerte de que


yo te guste-guste todo a la vez.

—Bueno, no te creo. Déjame recompensártelo. Puedes preguntarme


cualquier cosa, y te lo diré.

Me di la vuelta para enfrentarlo, agarré su muñeca. Corrí mi pulgar


sobre sus cicatrices.

—¿Por qué esto, entonces? Y el día que nos conocimos, ¿qué estabas
haciendo realmente en ese tronco?

Rune
Había querido hablar con él sobre esto desde hacía un tiempo. Ahora lo
preguntó. Vamos. Solo suéltalo.
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—Yo, ser invisible… es difícil. Me volví solitario. Veo a la gente todo el


tiempo. Los observo y deseo. Solo deseo poder tener lo que ellos tienen. Ser
normal, tener un futuro. Amigos. Familia. De eso es de lo que estas
cicatrices tratan. Y el día que nos conocimos. Simplemente no podía ver el
punto en vivir nunca más.

Scott apoyó una temblorosa mano en mi antebrazo.


Había más para decirle. La parte más grande… Abrí mi boca,
empujándome a decir la cosa completa, pero no pude. Era demasiado
vergonzoso. No quería que supiera; si me odiaba después… yo… yo solo no
podía soportar que eso pasara.

Scott susurró:

—¿Tú, ah, sigues pensando sobre eso a veces? Desde entonces, digo.

Al menos esta vez podía decir toda la verdad.

—No. Estar aquí contigo es…

—¿Qué?

—Es… ha sido mejor.

Él removió su mano y deseé que no lo hubiera hecho. Era cálida y


reconfortante.

—¿Me prometes algo? —preguntó. ¿Era ese un gimoteo? ¿Estaba


llorando?

Restregó el dorso de su mano por su mejilla. Demonios. Lo había


molestado.

—¿Qué, Scotty?

—Háblame si alguna vez te sientes deprimido otra vez. Además, no


quiero que te vayas de aquí. La forma en la que ha sido por estas seis
semanas. Puede ser siempre así. Antes del invierno limpiaré un espacio en
el ático. Por favor. Quédate aquí.

Lo atraje en un abrazo apretado. Había una razón por la que fingí que
mi pierna no había sanado completamente. Me gustaba aquí. Me gustaba
estar alrededor de Scott.
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Con él en mis brazos, fui a la deriva en un placentero sueño.

Desperté en la mañana sudoroso, las mantas envueltas alrededor de mi


cadera y sobre un brazo. Giré lejos de Scott, consiente de mi aliento y
erección matutinos. Cuidadosamente, quité las mantas.

—¿Qué haces? —balbuceó Scott, volteándose para enfrentarme. Su


mirada flotó hacia abajo antes de precipitarse hacia el techo.
¿Era tan modesto? Imaginé que tenía sentido, no le gustaba siquiera
vestirse en frente de mí. Nunca había considerado eso antes. Pero
entonces nunca había tenido una razón para ser modesto al respecto.
Nadie podía verme, ¿cuál era el punto?

—¿Quieres desayunar algo? —habló rápidamente, girándose lejos de mí


y levantándose—. Necesito desayunar. ¿Quieres algo? Creo que iré a
hacernos algo. Cereal o… —Dejó el cuarto.

Me dirigí al baño, oriné y me bañé. La modestia era una cosa, pero Scott
estaba actuando raro. Animé al aura a mi alrededor a entrar, hormigueó
mientras era succionada por mi piel. Aún tenía que decirle que podía hacer
esto. Que podía hacer que los otros me vieran. Pero entonces tendría que
decirle por qué no lo hacía. Y yo… no podía. No aún. Pronto. Miré en el
espejo. Corrí un dedo sobre mi cicatriz, y me estremecí. Arrastré mi cabello
por mi frente. Necesitaba cortarlo de nuevo. ¿A menos que pudiera
conseguir que Scott lo cortara?

Me alejé del espejo y dejé al aura silbar alrededor de mí nuevamente.


Todos los días me seguía impresionando que Scott pudiera ver a través de
ella. Tenía que tener algún tipo de visión animal o algo.

De regreso en su cuarto, agarré algunas de sus ropas, (las mías


continuaban mojadas), y me vestí. Apilé los cojines de la cama improvisada
de regreso al sillón y me senté con las piernas cruzadas.

Scott llegó al cuarto, llevaba un tazón de cereal. Su mirada se arrastró


sobre mí, una pequeña sonrisa en las esquinas de sus labios mientras
pillaba la camiseta que elegí. Mi aliento quedó atrapado mientras lo veía
darle una mirada a los shorts, su vista persistiendo en mi entrepierna.
Rápidamente miró lejos nuevamente, sus mejillas ardiendo.

Huh.

Él… era posible que él… oh.


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Oh.
Scott
Por favor, espero que no haya visto eso. Mierda, ¿a quién intento
engañar?

Suprimí un pequeño eructo, maldije a mis nervios por provocarme


acidez. Solo pretende que nada pasó. Y concéntrate en el rostro de Rune.

Rune, con un profundo rojo en sus mejillas, tomó el tazón ofrecido, pero
no dejó que un solo dedo rozara los míos cuando lo hizo. Mi corazón se
aceleró. No debería haber huido como loco antes. Era totalmente obvio
ahora, ¿no? Acompañada con esa mirada a su entrepierna. Uh. Me siento
mareado. Otra vez, finge que nada pasó.

Mientras él sorbía su desayuno, arreglé la cama, pero dejé las arrugas


en las sabanas donde él durmió.

—¿Entonces qué quieres hacer hoy? —dije, rompiendo el incómodo


silencio, pero no la tensión—. Ahora que sé que tu pie está mejor,
¿podemos saltar el acantilado hacia el río?

En vez de mirarme, colocó el tazón en el asiento a un lado de él y giró el


reloj por su muñeca.

—Bueno, de hecho hay algo que necesito hacer. Solo.

Mi respiración se aceleró. ¿Ahora no quería pasar tiempo conmigo? Él


sabía. Debía hacerlo. ¿Era así de asqueroso en el exterior?

—¿Puedo pedir prestada tu bicicleta? —preguntó.

—¿A dónde vas?

—Al pueblo.

La conversación y su repentina necesidad de dejar la granja me


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asustaron.

—¿Por qué?

—Hay algo que necesito de allí. —¿Por qué no me estaba mirando?

Por su pie, la mochila de lona, todo listo. Toda su vida, una bolsa.
Tragué. Quería decir que no. Decirle que se quedara aquí.
—Solo si dejas tu mochila.

Por primera vez en esa mañana, él encontró mi mirada, perplejidad en la


suya.

—Hay cosas que necesito de ella.

—Toma lo que necesites, entonces. Deja el resto aquí.

Le dio una mirada a su mochila, un ceño en su rostro como si estuviera


deliberando.

—¿Por qué, Scott?

Me sentí romperme antes de que las palabras salieran de mí, pero no


había forma de pararlas:

—¡Porque quiero que regreses, imbécil!

—¿Imbécil?

—¡Sí, imbécil! —Lindo imbécil, de hecho, pero aparte del punto.

Rune soltó una risita, y con eso más de la tensión de antes se disipó.

—No puedo dejar mi mochila. Pero regresaré, ¿bien? Lo prometo. —Casi


estaba tranquilizado por el tono calmado, distraído en su voz.

—¿Dejas algo aquí conmigo?

Mordiendo su labio, Rune asintió.

—¿Tienes un lugar para que ponga algunas cosas, entonces?

Señalé hacia el baúl al final de la cama.

Él abrió la tapa y luego echó algo de ropa, su libro de crucigramas, una


copia gastada de Neuromancer1 y su block lleno de papel de color dentro.
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Conduje a Rune hasta el garaje y le presté mi bicicleta.

—Es realmente vieja —dije mientras él montaba, balanceando la


mochila de lona detrás de él—. Asegúrate de no olvidar pedalear hacia

1 Neuromancer: novela de ficción escrita por William Gibson, novela principal de la


corriente denominada cyberpunk.
atrás para frenar. —Anduvo en bicicleta una ronda por el garaje—.
¿Cuánto tiempo crees que tardarás?

—Medio día, creo.

—¿Y no te perderás?

Rune frenó y la rueda trasera chirrió mientras patinaba hasta detenerse.


Aseguró un pie en el suelo, cerca de mis pies.

—Regresaré, Scott.

—Las personas no verán esta bicicleta conduciéndose sola, ¿no?

Él rió.

—Mi invisibilidad es como un aura, ¿recuerdas? Se expandirá y


moldeará a la forma de esto también.

—Sí, pero pensé que era para cosas más pequeñas. Una bici es bastante
grande.

Rune se encogió de hombros.

—Puedo extenderla para que alcance.

Escaneando el garaje, señalé un basurero en la blanca pared.

—¿También puedes volver eso invisible desde donde estás? —¿O a mí?
¿Podía cubrirme?

—No, eso está demasiado lejos. —Palmeó su mochila de lona como si se


asegurara de que seguía allí y llevó un pie al pedal.

Palmeé con una mano su hombro. Necesitaba tocarlo, no sabía por qué,
asegurarme de que estábamos bien o algo.

—Te veo luego.


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Él miró mi mano y frunció el ceño ligeramente. Luego mordió su labio


inferior y pedaleó fuera del garaje y por la calle.
Traducido por Marijf22 & PrisAlvS

Corregido por *elis*

Rune
Durante el último par de días, los vistazos de Scott hacia mi entrepierna
fueron reproducidos en un bucle sin fin en mi mente. En cierto modo me
había sorprendido por ello al principio, pero… No sé. Creo que sobre todo
debido a que no me molestaba. De hecho, se sentía adecuado. Me gustaba.
Quería discutir el tema con él, de alguna manera, pero parecía que había
estado más distante de lo habitual. Y frunciendo demasiado el ceño. Pero
hoy sería diferente. Me aseguraría de ello.

Oí la puerta del granero chirriar al abrirse. Sonreí y miré el reloj. Recién


las siete y media. ¿No podía esperar a que fuera a él? Me reí y sacudí la
cabeza.

Un perro ladró.

—¡Skimpy, talón!

Mi sonrisa se ensanchó. Me tambaleé a mis pies, agarré las mantas del


suelo y las metí en el viejo baúl que había movido aquí dentro.

Saltando fuera de la caseta, corrí hacia él.

—¡Feliz cumpleaños, Scotty! —Mientras me estrellaba contra él, dejó


caer la cuerda de Skimpy y el perro salió corriendo hacia el otro extremo
del granero, aullando de alegría.
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—Vaya. —Dio un paso alejándose de mí, pero su rostro resplandecía—.


Gracias. Um, así que ya conoces el regalo de mi mamá y papá, ¿verdad?

—Sí. Suena emocionante.

—Quiero que vengas conmigo.


—Es tu momento familiar. —Me volví y me centré en Skimpy, quien
gruñía y tiraba de un viejo palo—. Probablemente deberías pasarlo con
ellos, sin que yo te distraiga. Además lo que he planeado puede esperar
hasta mañana, y tu cumpleaños será extra largo.

Entró en mi punto de vista de nuevo.

—¿Has planeado algo para mí?

Asentí con la cabeza y me dirigí de nuevo a la caseta. Las zapatillas de


deporte de Scott rasparon el suelo con cada perezoso paso.

—Todavía quiero que vengas con nosotros. Es mi cumpleaños después


de todo. ¿Cuán aburrido es ir a un parque de atracciones con los padres
como supervisores? ¡Vamos! Al menos juntos podemos divertirnos. Va a
haber mucho ruido allí, también, por lo que no tendrías que susurrar todo
el tiempo.

Simplemente hazlo. No había pasado ni la mitad de un día en seis


semanas sin que él anduviera alrededor. ¿Qué me hacía pensar que podía
manejar uno entero?

Scott exageró un mohín, su labio inferior casi invitándome a tocarlo.


Levanté un dedo a mi propio labio, evitando la cicatriz y los recuerdos que
traía consigo.

—Bien —dije—, si insistes.

Una cálida sonrisa iluminó su rostro y no pude evitar sonreír con él.

Le di la espalda y caminé hacia la pila de bolsas de fertilizantes.

En el espacio entre dos bolsas de cuarenta y cinco kilos, saqué un


paquete en una vieja envoltura de Navidad.

—Bien. —La voz de Scott fluyó por encima de mi hombro—. Deberíamos


apresurarnos, entonces. Le dije a mi mamá que solo me iba a quedar cinco
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minutos. Es un viaje de dos horas hasta allí, así que tenemos que salir
bastante pronto. —Se arrastró más cerca—. ¿Qué estás haciendo?

Alisé el papel arrugado tanto como pude, luego lo enfrenté.

Por Dios, mi corazón latía con fuerza. Solo le estaba dando un regalo.
Cálmate.
—Es solo una cosa pequeña.

Lo tomó Cautelosamente de mi mano extendida con sus ojos grises


húmedos.

—No tenías que darme nada, ya sabes.

—Pero quería hacerlo.

Bajó la mirada al paquete y luego la devolvió a mí.

—¿Cuándo…?

—El otro día, cuando me prestaste tu bicicleta. Esto es lo que hice en la


ciudad.

Scott rió.

—Claro. El día que volviste aquí con las rodillas raspadas.

—Realmente debería haber tenido frenos de mano. —Negué con la


cabeza ante su sonrisa descarada—. Ahora adelante, ábrelo.

Mientras rasgaba el papel, recogí mi bolso y me lo colgué al hombro.

Estos nervios me iban a hacer trizas. Le va a gustar.

Si no era así, sería demasiado agradable para decir algo, de todos


modos. Relájate.

—Aydiosmío —exhaló, mirando fijamente la cámara Polaroid—. Esto es


increíble.

—Hay una caja de viejo papel de película para ella. No tuve suficiente
papel para envolver eso también, así que lo tengo en mi bolso.

—Pero, Rune, ¿cómo pagaste por esto?

—Um, no fue gran cosa. La conseguí en una tienda de segunda mano.


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Scott frunció el ceño y se acercó más.

—¿Por qué siento como si no me estuvieras contando todo?

Porque no lo hago. Estudié los cordones de sus zapatos.


Scott
—¿Rune?

—Muy bien, no podía permitírmelo. Lo intercambié. —Salió del granero


a una brisa con aroma a bayas, y lo seguí.

—¿Intercambiaste? Te refieres a afanar, ¿verdad? —Sabía incluso que si


había robado, no me importaría. Este era Rune. Para mí no podía hacer
nada malo.

—No. Quiero decir que puse mi navaja suiza en el estante a cambio.

Tiré de su manga, lo que le obligó a mirarme a la cara. Gracias, quería


decir, pero mi garganta seca no me dejó.

Por lo tanto, antes de que tuviera la oportunidad de pensar en ello y


ponerme todo nervioso, apoyé la cámara en el camino y arrojé mis brazos
alrededor de su cuello, presionando la parte superior de mi cuerpo contra
el suyo.

Rune retrocedió un paso, como si lo hubiera tomado por sorpresa, y


luego envolvió sus brazos alrededor de mí. La sensación de sus dedos
presionando en mi espalda envió electricidad recorriéndome.

Me aparté, pero el agarre de Rune me detuvo de abandonar el abrazo


por completo. Mi corazón empezó a latir con fuerza y pude oír el pulso en
mis oídos. ¿Qué estaba pasando en este momento? ¿Era…? ¿Podría ser
que él también…?
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Se quedó mirando mis labios. Se sentían secos y más agrietados que


nunca. Necesitaba lamerlos, pero repentinamente me sentí demasiado
tímido para hacerlo delante de él. ¿Era consciente de que no me había
dejado ir todavía? ¿De que podía sentir su aliento en mi mejilla?
Rune, todavía mirando mis labios despellejados, vaciló un momento y
luego me soltó. Giró su bolso frente a él, pero miré hacia abajo y vi el
bulto. Mi garganta se sintió apretada. Esto era debido a mí.

Aturdido, tomé la cámara. Sentí una extraña combinación de emoción y


náuseas. ¿Qué pasaba si lo estaba leyendo mal? Tal vez lo deseaba tanto
que estaba inventando cosas. O tal vez no. Con voz temblorosa, le dije:

—¿Podrías llevar esto en el bolso? No estoy seguro de poder explicarlo si


mamá me pregunta.

Él tomó la cámara de mí, con el ceño fruncido en su rostro, y la puso en


su bolso. Luego caminamos por el sendero, con Rune siguiéndome un poco
detrás de mí.

—Idiota —escupió. No fue en voz alta, pero todavía lo oí.

Me detuve.

—¿Acabas de llamarme idiota?

—No. Yo… —Sus mejillas enrojecieron, y dio un paso torpe hacia mí—.
Me lo dije a mí mismo.

Tragué saliva, inseguro de que sentir. Así que me limité a estar


confundido.

—¿Por qué?

Él inclinó la cabeza. La acción se produjo de forma tan inesperada y él


parecía tan molesto por algo que me acerqué, colocando con vacilación
una mano en su hombro. Era un toque normal, algo que había hecho
tantas veces antes. Así que ¿por qué este se sentía diferente? ¿Aterrador?

Rune esposó mi muñeca con sus dedos. Su agarre era fuerte, urgente,
como si me necesitara, y eso me alegró. Quería atraerlo más cerca y
sostenerlo igual de fuerte, pero solo pude vacilar; era como si hubiera dos
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controles dentro de mí, uno para ir hacia adelante y uno para ir hacia
atrás y ambos estuvieran siendo utilizados al mismo tiempo.

Mientras trataba de esforzarme en avanzar, lo estudié. Tenía el pelo


revuelto y el mejunje que adornaba el rabillo de su ojo. Esos pequeños
detalles y la forma en que se frotaba los ojos cuando hablaba conmigo por
las mañanas eran cosas que me gustaban incluso más que su dulce
sonrisa.

Quitó mi mano de su hombro y la sostuvo. Miré hacia abajo a ellas. Era


muy diferente a la forma en que nos habíamos abrazado antes. Este toque
declaraba: quiero que seamos más que amigos.

Me alejé lo suficiente como para examinar sus ojos marrones. Yo


también, quería decir, pero todo lo que pude manejar fue un asentimiento
con la cabeza.

Utilizando todos y cualquier deseo de cumpleaños que hubiera tenido,


deseé no estar proyectando esto. Tenía que ser real. Rune tenía que
sentirse de esta manera también.

Él bajó la cabeza ligeramente, y mi corazón se aceleró. Por supuesto que


podría haber sido solo para inclinarla fuera del sol de la mañana. Pero
entonces ninguno de los dos lo enfrentaba directamente. Así que, tal vez…
incliné mi cabeza hacia arriba. Nuestras narices chocaron y mi respiración
se aceleró.

Nuestras manos se sentían húmedas, pegajosas, y me pregunté si era


solo mi sudor o también el de Rune. Le apreté un poco para decirle que sí
sabía que estamos a punto de besarnos. Y estaba bien.

Impresionante, incluso.

Cerré los ojos, y un largo momento pasó. El terror, mezclado con


vergüenza, se construyó dentro de mí. ¿Qué pasaba si me equivocaba y él
no quería besarme? ¿Y si se preguntaba qué demonios estaba haciendo
con mis labios sobresaliendo y mis ojos cerrados? ¿Y si se preguntaba
cómo salir de esto ahora?

Probablemente no fue más que un par de segundos, pero en esos


segundos estaba emocionado, esperanzado y deprimido, todo a la vez.
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Y luego sus labios rozaron los míos, cálidos y ligeramente húmedos.

El alivio me atravesó, y quise gritar.

Todo de mí se concentró en esos dos labios; como si no existiera otra


parte. Ese toque estremecedor de él y yo juntos era lo único que
importaba.
Nunca me había sentido más completo.

El grito de mi madre me trajo a la realidad con brusquedad, y salté lejos


de él, sintiéndome repentinamente culpable. Como si hubiera sido
atrapado robando galletas o algo. Lo cual era ridículo, mamá no lo habría
visto de todos modos.

Me tranquilicé con ese pensamiento y luego me emocioné. Si ese fuera el


caso, ¡podría besarlo todo el día y nunca lo sabrían! Excepto que, ¿cómo
luciría eso? Solo verían mi rostro extrañamente torcido y podrían pensar
que enfermé o algo así. Ah, reduce la velocidad. Fue solo un beso. Podría
haberlo odiado.

Aun así, él había pensado acerca de nosotros de esta manera. No era


solo yo.

—¡Scott! —gritó Mamá, escudriñando el campo, su mirada errando


directamente más allá de mí mientras gritaba de nuevo. Mi mamá era así,
sin embargo, ciega a la mayoría de las cosas justo delante de ella. No a
todas las cosas, eso sí, no cuando se trataba de coser o cocinar o mi padre.

Están tan enamorados, Rune lo había comentado unas semanas atrás.


¿Cuánto tiempo han estado juntos?

Desde que estaban en la secundaria.

Vaya. Mucho tiempo. ¿Cómo se juntaron?

Los padres de ambos murieron. Supongo que se entendieron mutuamente.


Él trabajaba los fines de semana en una tienda de plantas y ella entró allí
un sábado. Se reconocieron el uno al otro a pesar de que en realidad nunca
habían hablado antes, y mamá decidió pedirle consejo. Cuando le preguntó
dónde se suponía que las flores serían plantadas, ella le dijo que eran para
la tumba de su madre. Y entonces se echó a llorar, y él la abrazó. A partir de
ahí se desarrolló solo.
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Lo siento, dijo Rune.

¿Qué? ¿Por qué? Creo que es romántico.

Eso también, por supuesto.

Rune me dio un codazo.

—Supongo que será mejor que nos pongamos en marcha.


Corrí hacia el interior del establo para recoger a Skimpy y trotar hacia el
coche en el camino de entrada de grava. Papá cerró la puerta de la casa,
deslizó sus brazos alrededor de la cintura de mamá por detrás y besó
castamente su mejilla. Rápidamente aseguré a Skimpy.

—Oh, ahí estás Scott —dijo mamá, agitando un mechón de pelo oscuro
y fino fuera de su cara—. No estuve segura por un momento si te
encontraríamos.

Sus palabras se desvanecieron cuando Rune se detuvo junto al coche, la


parte inferior de su cuerpo a la sombra y su mitad superior bañada en la
luz del sol.

Las hebras rubias y rojas en su cabello brillaban. Quería correr a su


lado y tocarlo, saborearlo. Besarlo de nuevo.

Todo el viaje al parque de atracciones mis mejillas estuvieron tensas


debido a la sonrisa que no podía contener. Había intentado morder el
interior de mis mejillas para dejar de lucir ridículamente tonto, pero no
podía.

Uno de los efectos secundarios era ser así de feliz.

Otro efecto secundario era el dolor de cabeza que anticipaba. Mi mente


se arremolinaba con pensamientos de Rune y yo, y repetía nuestro beso
una y otra vez. A pesar de que era mi único pensamiento, mi mente
parecía estar llena.

Rune, sentado a mi lado en el asiento trasero, pasó la mayor parte de su


tiempo mirando por la ventana. Su mano avanzó a través del asiento del
medio hacia mí, pero siguió apartándola.

Ahora que nos habíamos besado, ¿significaba que cada toque tenía que
significar que queríamos más? ¿O podría todavía haber distinciones?
¿Podríamos todavía tener esos toques de “¿Eres mi amigo?” también? Eso
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esperaba. Eran demasiado importantes como para perderlos. Por encima


de todo, sin tener en cuenta lo que pasó, era el mejor amigo que había
tenido.

En el parque de atracciones mamá y papá compraron entradas


ilimitadas y nos dirigimos hacia las montañas rusas.
A mi familia le encantaban las montañas rusas. Desde que fui lo
suficientemente alto para subir a una, habíamos hecho el viaje hasta aquí
con frecuencia.

Una vez cada dos meses por lo menos. Éramos adictos a la adrenalina.
Me encantaba.

A medida que nos alineamos en Túneles Torcidos, mamá me sorprendió


tomando mi mano y apretándola.

—No puedo creer que ya tienes catorce. Eres, bueno, eres un adulto
joven ahora. Dios, pronto serás incluso más alto que yo.

Papá se rió.

—Y con una cabeza como la suya —le dijo a mamá—, podría llegar a ser
cualquier cosa. Doctor. Astronauta —continuó despotricando una lista de
otros puestos de trabajo que podía hacer.

Rune, de pie al lado de la línea junto a mí, sonrió y nos observó a mi


familia y a mí maravillado. ¿Cuánto le afectaba vernos bromeando de esta
manera?

—O —dijo papá, sus palabras afilándose otra vez—, ¿te gustaría hacerte
cargo de la granja?

Negué con la cabeza. Tal vez un poco demasiado rápido.

—Um, no, no realmente. Tal vez voy a ser un fotógrafo o un cocinero, o


algo así. Tal vez pueda utilizar tu famosa receta de panqueques, papá.

—Hablando de eso, quería hacerlos hoy para ti, pero habría tomado
demasiado tiempo. —Papá señaló a las pocas personas haciendo cola
delante de nosotros—. Es mejor llegar temprano. Más paseos, de esa
manera. Pero, mañana, serán tortitas para mi Scott.

Mi estómago rugió ante la idea. Solo esperaba que no interfiriera con lo


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que Rune había planeado. Escabullí una mirada de reojo. Solo tendría que
curiosear un poco más tarde.

Cuando llegó nuestro turno de subirnos, Rune gesticuló que le


encontrara en el exterior. El paseo en sí fue emocionante, pero
decepcionante en comparación con los sentimientos que había tenido
durante mi primer beso. Después de que salimos, le propuse a mamá y
papá encontrarlos frente a la fuente de agua en cuarenta minutos.

Encontré a Rune de pie al lado de una cabina de caramelo, tenía tres


manzanas acarameladas; con los bastones removidos, y hacía malabares
con ellas.

Quería correr y abrazarlo, y tal vez lo habría hecho si no hubiera


parecido tan extraño. ¿Qué en la Tierra está haciendo ese chico a un lado
de esa cabina? Solo la idea fue suficiente para teñir mis mejillas de rojo.

Había ruido suficientemente fuerte, sin embargo, para poder hablar sin
llamar la atención.

—Esas manos deben estar pegajosas ahora —le dije, sonriendo.

Atrapó la última manzana.

—Sí, pero eso era parte del desafío.

—¿Y qué cambiaste por las manzanas?

Rune sonrió.

—Nada. Había una caja con unas rotas en la parte trasera de la cabina.
Solo las tomé.

—Dame la cámara. —Hice un gesto a su bolso—. Quiero tomar una foto.

—¿De qué? —preguntó Rune, vacilante. Algo en su voz me dijo que no


quería estar en cualquier imagen. Igual que mis padres.

—De la montaña rusa en la que estuve recién.

La postura de Rune se relajó. Equilibró las tres manzanas en una mano,


abrió su bolso y sacó la cámara.

—Ya he puesto un poco de papel de película —dijo, entregándomela.


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—Gracias. —Di unos pasos hacia atrás, mientras Rune comenzaba a


hacer malabares otra vez.

Incliné la cámara de manera que pareciera como si estuviera centrado


en las pistas de la montaña rusa, pero me aseguré de que Rune fuera
visible en la esquina inferior izquierda.
La cámara hizo clic en voz alta, y el documento salió. Rune esquivó a
unas pocas personas y se dirigió a un gran recipiente de plástico donde
arrojó las manzanas.

Me acerqué a su encuentro, sacudiendo la foto. A dos pasos de Rune,


me detuve. La foto había terminado de desarrollarse, pero no era correcta.

—Creo que tomé la foto de forma equivocada, o algo así.

Rune levantó una ceja.

—Difícilmente. Simplemente apuntas y disparas, ¿verdad?

—Sí, pero no apareciste en ella. —Las palabras se escaparon, y sentí el


calor subir a mis mejillas. No había dicho específicamente que no podía
tomar una foto de él, pero su lenguaje corporal había dado a entender que
no lo quería.

Extendió la mano y arrancó el papel de la película de mí.

—Bueno, ¿qué esperabas? —Señaló a su medallón—, ¿por qué crees que


es una imagen dibujada a mano de mi mamá?

Porque es invisible. Quería que la tierra me chupara, me sentía tan mal


y avergonzado.

—Pensé que la cámara podría captarte sin embargo —murmuré, y


aparté la mirada de él hasta la rueda de la fortuna en la distancia.

Los sonidos de una chica joven enferma en los arbustos nos hicieron dar
vuelta a ambos.

—Uf, eso es asqueroso —dije, con la esperanza de que pudiéramos reír y


seguir adelante. Espié a Rune por la esquina de mi ojo. Su rostro había
perdido su color. Extendió un brazo, devolviéndome la foto.

Caminamos hasta los autos chocadores y le convencí para subir a mi


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lado. Su estado de ánimo se había oscurecido desde que le mostré la foto,


y no sabía cómo compensárselo.

Seguí conversando, como si fuera la única cura para la incómoda


sensación entre nosotros, pero ninguna de mis historias siquiera trajo una
sonrisa a su cara.
—Simplemente no te entiendo en este momento —dije por fin,
tropezando con fuerza contra la pared.

Se sacudió con el impulso.

—Es solo que… no es nada, ¿de acuerdo?

Permanecí tranquilo mientras el poder se apagaba, y salimos del auto, y


luego marchamos hacia la fuente donde había prometido reunirme con
mamá y papá. No importaba que tuviera otros veinte minutos antes de que
tuviera que estar allí.

Una mano se posó en mi hombro, y giré para mirar a Rune.

—Lo siento —dijo, y sonrió. Pero no llegó a sus ojos.

Rune
El olor del algodón de azúcar nos rodeaba. Los niños corrían alrededor
riendo y gritando. Una cálida brisa movía la camiseta de Scott. Todo pedía
que yo sonriera de verdad, que me sintiera feliz.

—¿Realmente estás enfadado porque te tomé una foto? —La voz de Scott
sonaba triste.

Debería decirle lo que realmente me está molestando. Al menos evitar que


él se moleste.

Me imaginé acercándome y rodeándolo de nuevo con mis brazos, pero


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no podía hacerlo. La chica vomitando en los arbustos trajo demasiados


recuerdos no deseados. Me estremecí por la imagen de Nyte cubierta en
sangre y enferma.

Fue mi culpa.

—¿Rune?
Me concentré en la mejilla de Scott, en el pequeño lunar entre esta y el
lado de su nariz.

—No estoy enfadado por la foto. —Lo cual es verdad—. Supongo que
esperaba que tomaras una en algún momento. Yo solo… no esperaba estar
molesto por eso. Pasar contigo las últimas semanas… yo… como que me
hice creer que ya no era invisible. Quiero decir, sé que lo soy, pero cuando
solo somos nosotros, me gusta pensar que no lo soy. Si es que eso tiene
sentido.

Levanté mi mirada para encontrar la suya brevemente, y luego la dirigí a


su hombro.

Scott tomó mi mano. Era cálida y estaba pegajosa, y era gentil.

—Pero realmente no es un engaño porque no eres invisible para mí. Solo


eres mi amigo.

Mi garganta empezó a doler y tragué. ¿Ves cuánto te importa? ¿Por qué


no solo le digo toda la verdad? Decirle todo lo que puedo hacer. Adelante.
¿Por qué podría seguir importándole luego de saber lo que he hecho? No, era
mejor no decir nada.

Scott apretó mis dedos y me apartó del camino de un niño que iba a
chocar con nosotros. Luego mordió su labio de nuevo y me estudió.

—¿Hay, tal vez, algo más? —Respiró hondo y sus próximas palabras
salieron a la carrera—. ¿Te arrepientes de lo que pasó esta mañana?

—¿Qué? —¿Estaba loco? Ese beso fue lo mejor que me pasó nunca—.
Quiero decir, no. —Me acerqué y besé el lado de su rostro, mi corazón
acelerado—. No, m-me gustó.

Una sonrisa estiró las mejillas de Scott.

—Genial. —Luego se sonrojó cómo si no hubiese pretendido decirlo en


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voz alta.

—Sí, genial —estuve de acuerdo.

Un par de grupos y disfraces de caricaturas evitados después, nos


sentamos en el borde de la fuente. Scott hablaba sobre las distintas ruedas
y me prometió que luego de comer algo me llevaría.
—Solo que es mejor no comer mucho. Odiaría que uno de nosotros se
enferme.

Los recuerdos que apenas lograba mantener a raya unos minutos atrás
amenazaron con volver a la superficie. Necesitaba concentrarme en algo
más. Como los bronceados brazos de Scott. Lentamente recobré el control
y me concentré en lo que decía Scott.

—… curioso por lo que tengas planeado para mañana.

Él me miró con su vista periférica, como si intentara que le dijera más.

Sonreí y lo empuje.

—Es una sorpresa. Tendrás que esperar y ver.

—¿Qué, ni una pista?

—Bien. No me vayas a encontrar en la mañana. Tengo que preparar


todo. Iré por ti a las doce, ¿bien?

—No puedo esperar.

Scott
Bostecé y estiré mi brazo derecho mientras entraba en la cocina a la
mañana siguiente. Mamá me observó mientras papá hablaba al otro lado
del desayunador.

—Iré al pueblo y traeré unos huevos.


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Caminé hacia mamá, ella sacudió la cabeza y se concentró en mí,


frunciendo el ceño levemente.

—Scott, al menos ponte una camiseta para desayunar, por favor.


Me miré a mí mismo. ¿De qué estaba hablando? Estaba usando una. Y
una linda. Una que dejé que Rune usara los últimos días. En lugar de
lavarla, como dije que haría, la usé para dormir. Olía a él. Lindo.

Papá rió.

—¿Ya tiene vellos en el pecho?

Me giré hacia él.

—¿Ah? —Negué con la cabeza y corrí al baño. Me quité la camiseta


verde y la investigué. ¿Podía ser que, de alguna forma, también era
invisible porque Rune la había usado? Tendría que preguntarle. Corrí
escaleras arriba por una camiseta limpia antes de volver a la cocina.

Papá me encontró mientras se dirigía a la puerta.

—Espero que tengas hambre. Haré un montón de panqueques.

Sonreí.

—Adelante.

Lo pasé y me dirigí al refrigerador por algo de beber. Saqué una botella


de jugo y revisé los lados. Solo había un poco de jarabe de maple en la
botella. De ninguna forma podíamos comer panqueques sin eso.

—Papá —grité—. No olvides traer algo de jarabe de maple.

Lo escuché gruñir y luego la puerta delantera se cerró.

Mamá me vio tragar dos vasos grandes de jugo. Dejé el vaso en el centro
del desayunador y empecé a alejarme.

—No tan rápido, Scott. ¿Dónde se ponen los platos sucios?

Gruñí y regresé a poner mi vaso en el lavavajillas. Esta vez mientras


dejaba la cocina, mamá asintió.
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Luego de una ducha de treinta minutos, revisé los contenidos de mi


armario. El agua caía de mi cabello a mis brazos, haciéndome cosquillas.
La sensación me recordaba a Rune. Solo verlo hacía que mi cuerpo se
sintiera así.

Abrí una gaveta de abajo. Saqué unos pantalones y la camiseta que me


puse antes.
Mi alarma leía que eran las diez y treinta. No faltaba mucho ya, en una
hora y media estaría con Rune. Y nos volveríamos a besar. Sería genial. Mi
estómago dio un vuelco placenteramente.

En el umbral, olí el aire en busca de panqueques. No había nada. Ni


siquiera sonido de platos en la cocina… solo la máquina de coser de mamá
sonando en el fondo.

Esperaba que papá no tardara mucho en volver, no quería que Rune


tuviera que esperar. Aunque él lo hará, él es así de lindo. Además, los
panqueques de papá son los mejores. Le llevaré unos, los comerá y me
perdonará con una sonrisa de satisfacción.

Con nada mejor que hacer y toda una horda de nervios que mantener a
raya, rápidamente tiré de las nuevas cortinas que hizo mamá, luego
busqué en mi armario las flores de papel que Rune hizo para mí.

Las reuní todas y decidí contarlas. Veintinueve.

El teléfono sonó.

Mamá dejó de coser. El tono hizo eco en el pasillo vacío. Cada tono se
extendía como si el tiempo se hubiera detenido. Uh, raro. Otro tono. Esta
vez tan fuerte que pareció vibrar a través de mi cuerpo.

Era raro como cosas tan normales podías ser tan raras a veces. Como
observar una palabra por mucho rato, ya no tenía sentido.

Risa

Ris-a

Ri-sa

R-isa

R-is-a
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Simplemente mal.

Las escaleras crujieron bajo los pies de mamá al descender y unos pocos
segundos después ese extraño sonido se cortó a medio tono.

Miré a la flor de papel en mi mano. Si la observaba lo suficiente,


¿también perdería el significado?
La sujeté con fuerza y deseé que Rune estuviera aquí repentinamente.

Escuché las pisadas de mamá abajo y luego el sonido de un vaso


rompiéndose contra el suelo. Como el tono de la llamada, el golpe pareció
continuar y continuar. Hasta que noté que no había nada fuera de
proporción esta vez. Este no era el sonido de un solo vaso rompiéndose.
Mis piernas se pusieron pesadas por el pánico y me tomó un momento
convencerme de que debía bajar. El sonido de rompimiento aumentó y se
hizo más violento. Igual que mi corazón en mi pecho. ¿Qué estaba
pasando?

Trozos de porcelana salieron volando por el umbral a la cocina. Al final


del pasillo el teléfono estaba en el suelo. Lo observé… la urgencia de
tomarlo y ponerlo en el gancho me llenó. Las pistas me rodeaban, pero no
podía armar el rompecabezas. Cubierto de un entumecimiento, pasé de la
cocina al teléfono.

Lo sostuve contra mi oreja. Tono muerto.

Lo colgué, alineándolo. Los golpes continuaron. Uno grande. Un todo


extendido.

Un tono muerto.

Escuché desde fuera de la puerta, el arco me protegía de los escombros


voladores. No-no-no-no-no-no-no-no. La voz de mamá crecía y se rompía,
incluso sobre el romper de los vasos, la escuché. Como una oración o algo.

Pronto el ruido se detuvo, y solo continuó el mantra de mamá, pero no


pude entrar. Estaba protegido por un escudo de entumecimiento y sabía
que en cuanto cruzara el umbral lo perdería. ¿Cuán estúpido tendría que
ser para dejarlo ir?

No quería saber qué estaba mal porque creía que ya lo sabía y no quería
que fuera cierto. Papá tenía que estar bien. Solo se tomaba su tiempo en
volver.
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Entré a mi habitación evitando el cristal y la porcelana, cerré mi puerta


presionándola para asegurarme de que estaba bien cerrada. Tenía que
hacer todo lo que pudiera para proteger mi entumecimiento. Empezando
por mantener a mamá y cualquier sonido de llanto fuera.

Tomé mis almohadas y sábanas y las metí en el pequeño agujero debajo


de la puerta. Tenía ganas de llorar por no tener un estúpido seguro.
Con manos temblorosas saqué un disco y lo puse en el reproductor en
mi escritorio. Seguía presionando el botón para encenderlo, pero no
funcionaba. Apreté mis dientes y respiré hondo. La cosa no estaba
conectada, tenía que hacer eso primero.

Las pisadas se acercaron por el pasillo. Necesitaba apresurarme.


Conecté la cosa de golpe. Solo tenía que esperar a que el disco cargara.

Las pisadas se acercaron más. Presioné mis dedos con fuerza en mis
orejas hasta que el reproductor estuvo listo. La puerta de mi cuarto sonó
cuando presioné el botón de inicio.

La música empezó y con esta el alivio. Mi entumecimiento estaba


protegido. Tenía el control.

Mamá abrió la puerta, las sábanas se acumularon a un lado, pero


estaba listo. De alguna forma ya lo sabía. Como si acabase de ganar un
concurso y obtenido la seguridad de papá. Aunque los ojos de mamá
estaban rojos e hinchados, aunque moco salía de su nariz y su respiración
salía en sollozos, sonreí. Porque sabía que estaría bien.

Solo sería así.

Mamá se acercó y yo retrocedí manteniendo la distancia entre nosotros.

—Tu padre tuvo un accidente… —Las palabras me perforaron, más


afiladas que la espada con más filo. Mamá había traído con ella la única
arma contra la que mi escudo no podía competir. Estas destrozaron mi
escudo hasta que otro mantra llenó mi cabeza. Muerto, muerto, muerto,
muerto.

Mamá dijo algo sobre tener que ir a algún lugar. Sus ojos estaban
húmedos, no me estaba invitando a que fuera, aunque sabía que tenía el
derecho de hacerlo. Ella se fue de mi cuarto arrastrando los pies como un
zombi. Una parte de mí me gritó que la siguiera, que fuera con ella, que lo
descubriera con seguridad. Tal vez era un malentendido. Pero mis pies se
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habían fusionado con el piso y no planeaban moverse. Ni siquiera había


preguntado a dónde iba. ¿El hospital? ¿La morgue? ¿El auto a un lado de
la calle?

Mi garganta se hinchó como lo hacía cuando estaba enfermo. Nada más


parecía doler. Ahora que mamá se había ido, parte del escudo volvió a
crecer.
De pie en el centro de mi habitación, miré a las cortinas,
concentrándome en el medio. La tela ondulada, tres líneas limpias a cada
lado como bigotes.

Otra canción empezó. Una lenta. El volumen estaba muy bajo. Debí
haberlo subido. Lo suficiente como para no escucharla. Todo habría estado
bien entonces. Caminé a mi armario y dejé la flor que había estado
sosteniendo todo este tiempo sobre las otras. Miré el espejo. Un rostro
pálido me devolvió la mirada. Un rostro sin emociones. Frío. Duro. ¿Por
qué no estás llorando?

Mordí mi lengua, forzando a las lágrimas hacia mis ojos. Solo hizo que
mi garganta doliera más. En la escuela primaria aprendí a fingir lágrimas.
Lágrimas de cocodrilo. Abrí mis ojos ampliamente y me negué a parpadear
todo el tiempo que pudiera, hasta que el aire empezó a secarlos y la
humedad se vio obligada a salir a la superficie.

Dos gotas salieron, pero no pasaron de mis pestañas. Me aparté del


chico del espejo, solo ver el rostro del chico me hacía odiarlo más. Era su
culpa que todo esto hubiese sucedido. Él era quien quería panqueques. Él
era quien no subió el volumen, quien dejó que mamá le dijera, lo hiciera
real.

Miré el reloj. Otra hora y media para que Rune llegara. Deseé que él
estuviera aquí. Debería estarlo. ¿Por qué no estaba aquí? Porque no sabe
lo que pasó. Pero debía hacerlo. ¡Debía hacerlo!

Me encogí en una bola en el suelo y me mecí. Lentamente otras partes


empezaron a doler. Mi cabeza palpitaba, mi espalda dolía y mi estómago se
retorcía cruelmente. Continué meciéndome mientras tragaba la bilis.

Una a una, las emociones me visitaron, me confundieron. Por unos


segundos tuve la necesidad de reír. Luego el asco consiguió el centro de
atención. ¿Cómo podía reír el día que mi papá murió? Más bilis subió por
mi garganta. No sabía cuánto más podría controlarla.
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Volví a comprobar mi reloj. ¿Dónde demonios estaba Rune? Él debía


estar aquí, abrazándome, diciéndome que todo estaría bien. Diciéndome
que había malentendido algo. Que papá estaba bien.

Tal vez él esté bien. Mamá debió haberlo entendido mal. Solo fue una
llamada… no era una prueba.
Continué meciéndome, observando los minutos pasar. Diez minutos
para Rune. Él vendría, me abrazaría y mejoraría todo.

Solo necesitaba que me dijera que estaba bien y que lo estaría. Tenía
que estarlo.

Una repentina imagen de papá girando para evitar el camión y


golpeándose contra los árboles envío la bilis a mi garganta. Me incliné y
vomité en la alfombra. Mi estómago se volvió a retorcer por el olor, y
continué vomitando. El jugo que bebí parecía sangre, los fideos de la noche
anterior parecían trozos de carne. ¿Cuánta sangre perdió papá? ¿Está
manchado el suelo? ¿Las personas ya estaban conduciendo sobre este?

Volví a vomitar, gimiendo por el dolor en mi estómago. Deja de imaginar


cosas. Papá todavía podía estar bien, tal vez la policía confundió algo.
Probablemente esté bien. Él está bien.

Mi estómago se calmó lo suficiente como para poderme sentarme. A


papá no le gustaría llegar y ver esto. Es asqueroso. Necesitaba una cubeta
con agua jabonosa. Rápido.

Cuando me levanté vi el reloj. Las doce y diez.

Caminé a zancadas al baño. ¿Por qué no había aparecido? Dijo las doce
en punto. Mentiroso.

Luego de frotar la mancha roja lo mejor que pude, tomé unas toallas
para intentar secar el líquido. Doce y media. Rune, no me importa tu
estúpida sorpresa. Solo ven.

Me hice una bola en mi cama y esperé, observando los minutos pasar,


suspirando con cada uno, deseando que él de alguna forma lo escuchara y
entendiera.

Una en punto. ¿Por qué no estaba aquí? Una y quince… Sin duda
estaba corriendo para llegar, tal vez la sorpresa le tomó más tiempo del
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que creyó. Una y cuarenta y cinco… Salté de la cama y marché a la


ventana, levantándome rápido y enfadado. Tomé mis zapatos de debajo del
escritorio y me los puse. Empecé a escalar por la ventana. Mi pie golpeó un
objeto que no era la veranda, y bajé la mirada.

La cámara Polaroid que Rune me dio el día anterior estaba en el centro


del tablón de madera. En la tira había un lirio de papel verde.
Él había estado aquí. ¿Entonces por qué se volvió a ir?

Mi corazón se aceleró mientras tomaba la cámara. La flor me observó.


Tenía una palabra en el interior, pero desde este ángulo no la podía leer.
Temía tocarla. Como el teléfono sonando antes, algo sobre esto no estaba
bien. Hacía que mi interior se retorciera.

Está bien, esto es Rune haciendo algo dulce. Probablemente hay rastro
que me lleve a él. Peleé con la flor, girándola para ver la palabra

Perdón.

Me quedé mirándola.

Quería que ya no tuviera sentido. Que perdiera el significado. Pero no lo


hacía, y sabía que Rune no me estaba esperando en ningún lugar. No iba a
volver.

Tiré la flor a la veranda.

No iba a volver.

Una semana después


El día después de funeral de mi papá, desperté por el sonido de algo en
la veranda. Aparté las sábanas, empapadas de sudor y lágrimas, y corrí a
la ventada. ¿Rune? ¿Volvió?

Miré hacia afuera a la mañana, mi corazón acelerado, pero no vi nada.


Pero tal vez él no había querido despertarme. Tal vez estaba en el granero.
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Me puse un jersey y un par de zapatos. No importaba que llevara mis


pantalones de pijama, solo necesitaba apresurarme.

Salí, ignorando los ladridos de Skimpy, y troté por el camino hacia el


granero. Debía ser cerca de la centésima vez que venía aquí desde la
muerte de papá. La primera vez estaba buscando alguna señal de que
Rune iba a volver, pero todo lo de él se había ido. Las otras veces que vine
lo veía en las sombras o escuchaba su suave voz ser llevada por el viento.
Pero el granero siempre estaba vacío. Igual que en ese momento.

Me senté en la extensión de suelo en la que dormía Rune y casi pude


sentir su presencia alrededor de mí. El aire crepitaba aquí, y siempre me
ponía la piel de gallina.

Fue aquí donde lloré por primera vez por papá. Había imaginado a Rune
abrazándome y le conté todo. Luego de la nada empecé a sollozar.

Me doblé mientras más lágrimas forzaban su salida. Mi respiración se


entrecortó violentamente. El dolor me tragó, apuñaló mi estómago, me
drenó de todo lo que tenía. Era como si estuviera poseso. No me podía
reconocer a través de los gritos y sentimientos dentro de mí.

Lentamente me levanté del suelo y salí del granero. Afuera la brisa picó
en mis ojos hinchados y rotos labios. El dolor era algo bueno, sin embargo,
porque tal vez, solo tal vez, si lo sentía lo suficiente, lograría que papá
volviera.

Y también Rune.

Me dirigí hacia la casa, pero me detuve a medio camino. Parecía tan fría
y poco acogedora. Solo el sonido del llanto de mamá para hacerme
compañía.

Me giré y alejé. Caminé penosamente a través de campos, más allá de lo


que había llegado desde que Rune se fue, hasta que noté que me dirigía al
río. Realmente estoy pidiendo dolor. Cada paso me traía un recuerdo de
nadar con Rune o de bromear. Bajé la velocidad, pero no me pude obligar
a detenerme.

Salí de la línea de árboles y mi mirada recorrió el campo de margaritas


hacia el río. Había algo cerca del borde del agua, pero no lo podía ver bien.
Mi corazón se aceleró y troté hacia eso. Pronto vi la canasta de picnic de
mamá sobre la sábana de Rune. Había pilas de frutas y… ¿eran esas
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magdalenas?

Por primera vez en semana y media, sonreí. Mi sangre cosquilleó


mientras me recorría y revisé el área en busca de Rune. Él había vuelto.
Nos preparó un picnic.

Aceleré. Sabía que todo el dolor valdría la pena. Había traído de regreso
a Rune. Un poco más y papá volvería.
Demasiado emocionado como para notar que algo no estaba bien, llegué
al punto del picnic, por el río. Tal vez Rune se estaba limpiando, tal vez
quería estar presentable o algo.

Una mosca voló por mi oreja y la aparté y me agaché a la sábana. Más


moscas. Estaban en todas partes, estaban…

Observé el picnic. Manzanas, nectarinas y naranjas rotas sobre la


sábana, suaves con una capa de moho verde y blanco encima. Las
magdalenas también tenían puntos blancos encima. Los insectos
invadieron la comida y, tragué, también había gusanos. Tres moscas
chocaban entre sí sobre una nectarina.

Rune no estaba aquí. Él no iba a volver.

Una mosca se detuvo en mi pierna. ¿Al menos había disfrutado mi


sorpresa de cumpleaños?

Suspiré, los hombros caídos, y acerqué mis rodillas a mi barbilla. Rune.


¿Por qué te fuiste?

Observé el picnic. No pudo haber planeado irse.

Entonces, ¿por qué?


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Cuatro años después
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Traducido por Celesmg

Corregido por PrisAlvS

Algo húmedo aterrizó en mi pierna. Levanté la vista desde el refugio de


la sombra de los árboles donde estaba sentada para ver a dos chicos
jóvenes disparándose el uno al otro con pistolas de agua. Reían y se
perseguían el uno al otro alrededor de la fuente del parque. Hacían
grandes disparos. Me recosté contra la corteza más fresca y saqué mi
cámara de su bolso.

En la distancia un camión de bomberos gritaba su paso a través de la


caliente ciudad. 39 grados de maldito calor. Hice una serie de disparos,
zoom en una solitaria figura junto a un grupo de tres al otro lado del
sendero. Cabello marrón arena. Alto. Flacucho. Probablemente la edad
correcta. Gírate. Gírate.

Una mujer se aproximó a él. El chico giró su cara, y la ilusión se rompió,


podría haber sido Rune. Mi estómago cayó. Debería haberme
acostumbrado a esa sensación para este momento. Cuatro años es tiempo
suficiente. Sin embargo, esto sucedía muy a menudo. Durante unos
segundos Rune sería el tipo con el cabello brillando al sol; el tipo cojeando
por la calle; el cuerpo zigzagueando a través del agua en la playa; o como
ahora, la flacucha figura al otro lado del parque.

Me forcé a levantarme y me envolví en la multitud de personas hasta


que vi un hombre indigente tendido en un banco. Él estaba directo en la
luz del sol, y su piel y cara ya ampolladas. De algún modo, aunque parecía
dormido, sostenía una taza de papel.
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Saqué de mi bolsillo una moneda de un dólar y la lancé. Hizo un ruido


sordo contra las otras en su camino. Mientras continuaba pasando, oí la
voz ronca del hombre decir:

—Gracias.

Di un corto asentimiento. No eran sus gracias lo que quería oír. No lo


hice por él. Él representaba algo más: Rune.
Guardaba algunas monedas para los indigentes por Rune. Puede haber
sido una tontería, pero pensaba que ayudando a otras personas
indigentes, también estaba ayudando a Rune. A menudo me preguntaba
dónde estaba él. Si estaba hambriento, con frío, solo o enfermo. ¿Alguna
vez aprendió a tocar guitarra como dijo que quería intentar? También le
daba a los músicos callejeros porque su talento bruto y potencial
frustrado. Y porque Rune siempre hablaba amablemente de ellos en sus
historias.

Un cuarentón con cabello rizado marrón sentado en el borde de una


pequeña fuente, mirando una bandada de palomas. Rápidamente,
posicioné la cámara para la fotografía. Él era de la edad correcta, y desde
este ángulo había algo en él que lucía como mi papá.

Puse mi cámara para tomar la fotografía, pero una paloma cortó el


marco que quería. Lanzando mi brazo fuera, traté de asustarla, pero la
cosa no se movió. ¿Por qué me estaba mirando de ese modo?

Hice zoom en el ave, dándome los demonios, como si eso quisiera


picotear mi nariz o algo. La paloma dio un paso adelante en mi dirección,
su cabeza levemente inclinada. En serio, ¿la estaba enojando o algo? Lucía
como si estuviera molesta conmigo… quizás, como mamá y papá, ¿odiaba
que hubiera tomado su fotografía?

—Chú. —Si solo se alejara volando, no hubiera tenido que ser un


problema. Mi toma sería perfecta. No estaría parado.

Por lo que esperé. Más de cinco minutos habían pasado cuando un


chico rió y le lanzo un trozo de corteza. Graznó y se lanzó fuera de mi foco.
Fui a casa con una sensación bastante buena sobre mí mismo, lo cual
probablemente me mostraba cuán aburrido era. Vaya, me enfrenté contra
un pájaro, y pateé su trasero. Yupiiii.

Al menos conseguí la toma.


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Caminé de regreso a casa. Agarrando una botella de agua del


refrigerador, miré a mamá en el comedor de rodillas con un cubo de agua
jabonosa y un trapo.

—Hola, mamá, ¿qué hiciste hoy? —Ella me miró, mientras yo pisaba el


suelo con mis zapatos. Vamos di algo. Dime que me los quite y los deje en
la puerta. Vamos.
—Hola, cariño —Apreté mis dientes ante la sonrisa forzada en su cara, y
me senté en el sofá—. Restregué los zócalos. Y ahora estoy trabajando en
el piso. Hay una mancha… Me parece que no puedo quitarla. ¿Derramaste
algo de jugo aquí?

Tapé mi botella y limpié mi boca. No había nada allí.

—No, mamá, y nuestra casa debe ser la más limpia de la ciudad. Justo
ayer limpiaste los rodapiés. ¿Por qué lo haces de nuevo hoy?

Mamá me dio una mirada en blanco.

—No hay necesidad de ser así, Scott. Ya sabes cuánto se ensucian.

La miré mientras ella reanudaba la limpieza del lugar. Luchando contra


la urgencia de gritarle. Para hacerla finalmente ver lo que ellos eran.

Metió el trapo en el cubo y estrujó el agua. Cada giro impulsaba una


nueva pregunta. ¿Qué sería la vida sin ella? O mejor aún, ¿si papá aún
estuviera aquí? ¿Aún estaríamos en la granja? ¿Me felicitarían por ganar la
competencia de fotografía de secundaria? ¿Habría toques de queda y reglas
de la casa? ¿Les hubiera importado que no supiera el nombre de la
persona con la que tuve mi primera vez?

Pero entonces, si papá hubiera estado ahí en absoluto, quizá no hubiera


terminado perdiendo mi virginidad a los quince años en un asqueroso
baño público después de beber demasiado en el parque local. Dejé de
beber después de eso. Quizá no hubiese comenzado siquiera, si… Sí,
bueno, si no hubiese cambiado nada. Y sabía que no era culpa de mamá,
ella era como era. Era mía. Siempre fue mía.

Quería unos estúpidos malditos panqueques.

Me levanté ante el golpe de la tela golpeando el suelo.

—¿Necesitas algo de la ciudad?


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—¿Mmm? ¿Qué fue eso?

—¿Necesitas algo de comida u otra cosa de la ciudad?

—Está bien, hazlo. Diviértete.

No importa.
Subí a mi habitación. Todos los muebles que había en la granja estaban
aquí también, el sofá, el escritorio, las pinturas. Solo que ahora había una
cama doble y fotos en blanco y negro que yo había desarrollado
empapelando las paredes. Totalmente empapelada, como una pared de
papel. Crucé la habitación hacia mi cama recién hecha. Arrugué la
almohada entre mis manos y la puse de nuevo en la cama. ¡Maldición,
mamá! ¿Podía dejar mi habitación tranquila? Era mi espacio y la mantenía
lo suficientemente limpia sin tenerla encima.

Yendo a la cama, bajé la mochila de mi hombro y comencé a hurgar en


ella en busca de mi celular. La mochila fue idea de Rune. Bueno, él
francamente no me dijo que necesitaba una mochila con todo lo que eso
significaba. Él solo me había demostrado lo fácil que era salir si tienes todo
listo.

Tragué saliva.

Quizá debería solo irme y nunca regresar. Nunca fui el que dejaba que lo
hirieran. Pensaba a menudo que era suficiente, también. Pero… ¡pero,
mierda! No quería ser responsable de que mi mamá se quebrara por
completo. Ella ya había perdido a mi papá, y me dolía pensar cómo estaría
ella si también me perdía. Entonces de nuevo, vamos, ¿cuánto lo notaría
realmente? ¿Le importaría?

Agarré el teléfono y lo llevé. Desplazándome a través de la larga lista de


nombres en mi libreta, había una larga lista, pero la mayoría de la gente
en ella, no me agradaba. Solo ingresé sus números por si ellos llamaban,
sabía que no llamarían. Pero también había un montón de nombres de
chicas. Chicas de la escuela secundaria o de fiestas que llevaban mucho
maquillaje, pero prometían una noche olvidables. Me gustaba la dicha de
perderme en eso. No pensaba involucrarme, solo liberarme.

Ante el nombre de Teresa, marqué el dial y dejé un mensaje de que


estaría llegando a su casa después de terminar el trabajo. Teresa pensaba
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que tenía un gran cuerpo y dijo que era imposible para las chicas no
notarlo. No podía decir que me importaba mucho esa información. Las
chicas estaban bien. No mi preferencia, si estamos hablando de atracción,
pero demonios si iría allí de nuevo. ¿Cómo podía no recordarlo?

Me quité la ropa y me puse mi camisa blanca. Siguiente, los pantalones


negros, metí un pie… riiipp. Mierda. Investigué la rasgadura de la costura
de la pierna. Hice una bola el pantalón y me puse un par extra.
Mirando los pantalones, un plan se trazó en mi cabeza. Quizá si mi
madre volviera a coser las cosas podrían componerse. Tener un
pasatiempo podría cambiarla. Eso me cambió. La fotografía me motivaba,
me impulsaba. Un día pronto, iba a viajar por el mundo y registrarlo en
instantáneas.

Comprobé mi reloj. Casi las cinco.

Las llaves de mi auto estaban en mi escritorio y fui a agarrarlas, noté mi


certificado de graduación. Se encontraba en la parte superior de mi
bandeja, no donde lo puse. ¿Pero por qué estaba sorprendido? Mamá
odiaba cualquier cosa pegada en la heladera.

Con mis llaves en las manos y los pantalones colgados sobre la espalda
de mi mochila, encontré a mamá en las escaleras.

—Ten. —Puse los pantalones en sus manos—. ¿Puedes arreglar la


costura de esos?

Ella los tomó.

—¿A dónde vas?

Apreté los dientes. ¿A dónde pensaba que iba vestido así?

—A trabajar. Y no me esperes tampoco, no es que lo hagas. Iré a la casa


de Teresa después. —Para follarla hasta la locura. No que te importe si lo
digo en voz alta, ¿eh, mami?

—Mmm, bueno, diviértete, amor.

¿Diviértete, amor?

Suspiré y fui a trabajar


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A medio camino de mi turno en “Carlos Signia” un restaurante cinco


estrellas que pensaba que debería estar cerca de tres, Ollie diminutivo de
Olivia y mi manager, me indicó que esperara en la estación.
—Scotty.

No me llames así. Incluso después de medio año trabajando aquí y a


tiempo completo desde que la secundaria acabó, ella aún se las arregla
para agregar una “y” extra. Debe saber que me irrita.

—Ollie, por favor, es Scott.

—Ajá. Voy a moverte a la terraza, mesas de la siete a la doce, John está


enfermo y no puede venir esta noche.

John, acaparador de mesas, siempre consigue las mesas de la terraza.


Es bien parecido y Ollie tiene mucho más que un dulce foco para utilizar
cualquiera de sus trucos para conseguir propinas de los mejores clientes.

—No está muy ocupado, seguramente no habrá tanto como ayer,


aunque escalona las órdenes si tus mesas se llenan, ¿sí?

Asentí, puse mi mejor cara en una sonrisa tensa que hizo que mis
músculos dolieran después y me trasladé a la terraza. Una brisa cálida me
saludó en mi camino para conseguir mi primera orden. Era bueno trabajar
aquí. Tres platos en la mano, serví la mesa mientras esquivaba los
peatones en la acera. Algunas de las mesas podrían estar mejor
distribuidas.

Adentro, Bolt, el cocinero, maldijo mientras un plato de un cliente


insatisfecho regresaba. Ollie levantó su ceja.

—Mantente la calma. Solo renuncia el plato. Añade alguna baguette.

Mientras ella se alejaba, él murmuró agarrando algo de pan y


limpiándolo bajo sus axilas. Asqueroso. La naturaleza pasiva agresiva del
trabajo era asquerosa y liberadora a la vez. Agarré las órdenes para mi
mesa, llevándolas, y me trasladé a la mesa tres.

—Y voy a querer la, ah, mmm, ¿cuál has dicho que era la sopa del día?
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Mantén tu sonrisa.

—Naranja, papa y cilantro.

—No, realmente creo que tomaré… solo veré el menú de nuevo…

Mientras el papá revisaba el menú por tercera vez, eché un vistazo a las
otras mesas. Este grupo era el último del que necesitaba tomar las
órdenes, pero un par de mesas habían pagado y ya se habían ido,
necesitaba recoger los pagos. ¿Por qué este tipo no podía acelerar las
cosas?

Una mesa al otro lado de la terraza, algo rojo atrapó mi ojo. Eché un
vistazo hasta que discerní una pequeña flor de origami.

Mi corazón se aceleró. Los sonidos cerca me ahogaban. Era solo una


estúpida flor, ¿por qué me emocionaba tanto? ¿Por qué me ponía la piel de
gallina? Mira a otro lado, mira a otro lado.

Así que lo hice. Obligué a mi mirada a levantarse de la flor roja de


origami, a una silueta dos mesas más allá de esa.

Rune. ¿Por qué hoy él estaba en todas partes?

Mantuve mi mirada fija en ese Rune al otro lado de la terraza que


bordeaba el pavimento. Debí haber estado gritándole, diciéndole lo que
fuera al tipo que realmente estaba molestándome y dejado que él se
quedara hojeando solo. Pero no podía. Solo por unos segundos, mientras él
era Rune, él podía hacer lo que fuera que quisiera.

Mira al tipo. Este Rune era diferente, mayor, alto, pero ni un poco tan
delgado. Sus brazos lucían tonificados y, bueno, parecía más
proporcionado. Era realmente gracioso como podía ver a Rune en él,
incluso su cabello era del color equivocado. Demasiado marrón.

Aun así, saboreé el momento.

El momento más largo que había tenido con él, sin embargo.

Rune deslizó un billete en su bolsillo. Su cadera se giró levemente,


poniendo una mochila en frente de él. Abrió la solapa y sacó un pedazo de
papel de color, rasgó algunas hojas y rellenó todos menos un bolsillo.

Déjalo. No es él.
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¿Pero por qué nadie más estaba diciendo algo sobre lo que él estaba
haciendo? ¿No deberían haber estado gritando “ladrón, ladrón”?

¿Quizás debería haber gritado eso? Esas eran mis propinas. Pero un
destello de esperanza me dejó sin habla. No podía hacer nada más que
mirar.
Lo observé doblar una pieza amarilla de papel hasta que no era plana,
sino una adorable flor de origami, justo como la de dos mesas más allá.

El asombro y la incredulidad se apoderaron de mí y no tuve control


sobre eso. Parpadeé, expectante. Esperaba que Rune desapareciera
repentinamente, pero él estaba allí, solo que ahora se movió a la siguiente
mesa.

—Disculpe. Estoy listo para su orden ahora.

Esa es una buena idea. Enfocarme en el trabajo por un momento,


cuando levanté la vista de nuevo, él realmente se había ido. Dije un adiós
internamente a Rune, y me enfoqué en la orden. Realmente debería haber
corrido y asustado al hombre que robó mi dinero. Pero, simplemente…
simplemente no pude. Qué maldita mierda, ¿cierto? Pero era la verdad.
Tanto como me quebrara, aún quería recordarlo.

—Me gustaría una pasta con hongos y un vaso de shiraz, gracias.

Anoté el número catorce y shiraz y me alejé de la mesa. Él no iba a estar


ahí, era solo un truco de la luz.

Con la cabeza gacha, me moví hacia las mesas, temiendo mirar. A una
parte de mí le gustaba la idea de que él hubiera sido real, y no quería
resignar la ilusión. Sabía que estaría decepcionado cuando él no estuviera
allí. Comencé a recoger el dinero, y conté… No quería tener que pagar las
propinas del bartender de mi bolsillo. El quince por ciento aún estaba ahí.
Él no podía haber tomado mucho.

Mi corazón estaba acelerado, y lentamente incliné mi cabeza. Traté de


convencerme de que no estaría molesto si él no estaba ahí, o si
simplemente era otro tipo. A pesar de mis súplicas, la esperanza se
arremolinaba en mi estómago, haciendo a mi corazón arder. Tragué una
llamarada de ácido y busqué por la terraza. Ahí estaba él. Aún lucía como
Rune…
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—No. —La palabra vino como un murmullo forzado, uno de esos que
toda la sala llena de gente podía oír.

Una pareja de una mesa cercana me miró. Y también Rune. ¡Rune!

Eran sus grandes ojos café entre sus gruesas pestañas negras los que
encontraron mi mirada. Era su pálida cara la que estaba seguro de que me
reflejaba. Fue la cicatriz que dividía su labio superior la que lo confirmó.
Ese realmente era él.

—No —dije de nuevo como un “no, no puede ser”, como un “no, esto no
está pasando”, como un “no, vuelve a la realidad”.

Su boca se abrió, y por un momento pensé que mi nombre caería de sus


labios. En su lugar los cerró y me dio una mirada confundida como si lo
hubiera confundido con alguien más.

La mirada me apuñaló tanto que incluso me sacó un suspiro herido. El


dolor pulsaba parecido a la forma de una pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué?
¿Por qué?

Rune
Alto, tonificado, pero con la misma nariz y pequeñas pecas a los lados,
definitivamente era Scott.

Los últimos cuatro años, ajados y resecos, condensados casi hasta el


punto de no haber existido. No podía haber sido más de una semana desde
que nos divertimos en torno a la feria, montando la montaña rusa hasta
que ninguno de los dos podía caminar derecho.

No. No más de un día.

Al principio quise gritar su nombre porque parecía lo obvio que hacer.


Pero había estado fuera de práctica demasiado tiempo, y vacilé.
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Algo bueno también, porque supe que tenía que irme.

Como ahora. Rápido, rompiendo el momento. Era tiempo de moverse.

Le di la mirada de “qué demonios te pasa” y me giré. Alejándome.

Me arrastré hacia atrás, golpeando una silla. Algunos clientes me


miraron, pero solo habían escuchado el lío, nada más. Seguramente no
podían verme, acobardados de su camarero. Incluso si pudieran, ninguno
de ellos entendería por qué.

Y tampoco lo hacía él, idiota. Solo me puse de pie y lo dejé. Si le hubiese


dicho la verdad desde el principio, esto hubiera sido diferente.

Pero por supuesto eso estaba todo arruinado. Solo sal de aquí.

Me giré lejos de él y me obligué a ir calle abajo, un paso después de otro


duro paso. Deseando un bocado de brisa, algo que me enfríara. Solo verlo
había hecho a mi corazón palpitar rápido, hervir. Me sentía enfermo.
Afiebrado. Como si pudiera acurrucarme y gemir.

¿Y no me merecía justo esto?


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Traducido por Celesmg

Corregido por Bibliotecaria70

Scott
Seguir a Rune no era algo en lo que pensé. No realmente. Él se giró y se
fue, su andar frío y controlado, mientras yo había sido incapaz de hacer
nada excepto mirar cómo su figura se encogía en la calle. Entonces mis
pies comenzaron a moverse en su dirección, como si dejara un rastro
atrayéndome.

No me importaba abandonar mi trabajo. No podía dejar que se alejara de


nuevo.

Con cada paso me sentía más y más como si estuviera en arenas


movedizas. Me estaba hundiendo, pero demasiado lejos como para tirar de
mí mismo. Por esto incluso valía la pena intentarlo. ¿No me reconoció?
Podría haber jurado que su rostro me decía que sí. ¿Entonces por qué
fingió que no? ¿Qué demonios lo hizo alejarse?

Mientras las preguntas circulaban y caminé tres manzanas detrás de


Rune, mi ritmo se aceleró. Casi había cerrado la brecha entre nosotros.

Rune sacó algunas llaves de su mochila y entró en un edificio de


apartamentos. Me apresuré a la puerta, llegué justo antes de que se
cerrara. Genial, el aire viciado me saludó mientras hacía mi camino al
interior. El sonido de pasos en zapatos deportivos me informó a dónde ir.
Sin importar cuánto ruido hacía, subí las escaleras de dos en dos.
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Alcancé jadeante y nervioso el nivel superior. Rune estaba de pie medio


debajo del marco de la puerta, sus hombros tensos. Aunque no se giró,
sabía que él sabía que yo estaba aquí.

¿Por qué no se gira?

Temblaba, los dedos curvándose en puños a su lado. Como los míos. Di


algo, demonios. ¡Reconóceme!
Sus hombros se levantaron y cayeron mientras suspiraba. La pesadez
envió un escalofrío que me atravesó. Se dio la vuelta. Hermosos ojos café,
más tristes de lo que recordaba, encontraron mi mirada.

—Scott. —Su voz era mucho más profunda, caliente, más de lo que
había esperado.

Pero la suavidad en su tono no frenaba la loca energía burbujeando


dentro de mí. Apreté mis dientes. Tenía la urgencia de maldecir y romper
cosas y luego hacer algo estúpido.

—Joder, Rune. ¡Maldita sea! —Me abalancé hacia él y me detuve cuando


mis manos presionaron contra su pecho. Inhalé bruscamente y perdí mi
impulso. Aun así, se tambaleó hacia atrás contra el marco de la puerta.
Retrocedí un paso. Traté de mantener mi voz estable, pero titubeé—. ¿Por
qué te fuiste?

Rune inclinó la cabeza ligeramente a un lado para apartar su flequillo de


su mirada. Lo retiré. Forzándolo a mirarme.

—Enfréntame como un hombre. Joder, eso es lo menos que puedes


hacer. Solo dime por qué mierda te fuiste.

Podía decir que mi leguaje tenía efecto en él porque su postura se


enderezó y sus cejas se fruncieron, la sorpresa y el miedo estaban ahí.
¿Qué derecho tenía a estar sorprendido? Ni siquiera me conocía. Ya no. Mi
voz tensa de furia.

—¿Por qué me dejaste?

Quería mucho creer que había una razón para que me dejara. Alguna
excusa que hiciera todo más… entendible. Pero todo sobre el modo en el
que había actuado desde que me vio en el restaurante indicaba que estaría
decepcionado.

Aun así esperaba. Demonios.


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Vaciló un momento vi su mano contraerse, conteniendo el pequeño


temblor… lo mismo que acostumbraba a hacer antes de tocarme. Pero esta
vez no continuó sin embargo. En su lugar entró a su casa, una mano
horquillando la puerta y dijo deprisa:

—Solo me aburrí.
Extrañamente no fueron las palabras las que me paralizaron, aunque
dolían. Fue una pequeña bocanada de aire y un clic en la puerta lo que lo
hicieron. No era el cierre que quería… que necesitaba.

El tiempo me jugó una mala pasada, no estaba seguro de cuánto tiempo


estuve ahí, se sentían como segundos y como si siempre hubiera estado
parado ahí… como si fuera una parte de la pared y hubiera observado toda
la escena.

Oí una maldición por lo bajo y una explosión en su casa. Rune hizo un


extraño sonido ahogado a medio camino entre un sollozo y un grito. Me
giré y me fui. Cuán injusto era que él estuviera enojado ahora. Había
pensado que era un derecho reservado solo para mí.

Caminé de regreso al trabajo mirando alrededor, vi a Ollie en la estación


de espera hablando con un cliente. Contuve la respiración mientras su
mirada pasó sobre mí. Eh. Nada, no debió haber notado que me fui.
Rápidamente deslicé la última orden en la cocina; ligeramente por delante
de otra.

—Ese fue un largo descanso —murmuró una camarera. Pero solo dijo
eso.

Después de otra hora de tomar órdenes y servir, lo cual se sintió como


una vida, mi turno terminó. Colgué mi chaleco dorado y salí corriendo de
allí con apenas un adiós.

De regreso en mi jeep, agarré mi mochila. De un pequeño bolsillo del


costado, saqué una foto que tomé de Rune hacía años.
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En la esquina superior derecha y en el foco había un fragmento de la


montaña rusa, la parte inferior izquierda estaba toda en blanco. Si miraba
lo suficientemente duro solía pensar que podía ver su silueta, y las
manzanas acarameladas con las que él había estado haciendo malabares,
pero viéndolo justo ahora… no era nada más que un vacío. Este chico
invisible, hombre ahora, no tenía nada más que ver con mi vida.
Agarré la parte superior de la foto listo para romperla por la mitad, pero
no pude hacerlo. En su lugar la lancé al asiento trasero y entonces aceleré
el motor.

Veinte minutos más tarde, llegué a la casa de Teresa. Al entrar saltó


hacia mí como si no nos hubiéramos visto en meses, mientras que apenas
había pasado una semana. Ella ahuecó mi trasero y apretó mientras me
presionaba contra ella.

—Vamos, creo que tenemos una hora antes de que mi madre llegue a
casa.

Teresa me arrastró a su habitación. Sin ofrecer café o té. Fue directo al


grano. Generalmente estaba bien con eso. Adoraba sentir sus manos en mi
piel, cada toque definiéndome, me sentía vivo. Aunque esta noche la
cercanía de Teresa de alguna manera exageraba la distancia que había con
Rune. Rune había sido la única persona que significó más que cualquier
otro amigo que hubiese tenido. No quería que se desvaneciera y no quería
que nadie tomara su lugar. Ni Teresa, ni nadie.

Así que no estaba de humor para el sexo. Al menos no aún, quizá si


Rune salía de mi mente estaría bien.

Retirando mi brazo del agarre de Teresa, dije:

—No hay necesidad de apresurarse, ¿verdad? Una hora es mucho


tiempo. ¿Quizá podríamos charlar un poco primero?

Ella frunció el ceño, confundida.

—Sí, pero no nos hemos visto en días. Quiero que me lo hagas dos
veces.

Y como si esa fuera la cosa más dulce que podría haber dicho, deslizó
sus brazos alrededor de mi cintura y rozó sus labios contra los míos. Besé
su espalda, no había mucho entusiasmo en eso.
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—¿Qué anda mal contigo? —preguntó—. Generalmente te gusta esto. No


importa. Me aseguraré de poder convencerte. —Se dejó caer a sus rodillas
y comenzó a abrir mis pantalones.

Retrocedí un paso y me senté en la cama. No había modo de que


pudiera conseguirlo con las últimas palabras de Rune resonando en mi
cabeza, sacando mis buenos recuerdo de él, de nosotros, y haciéndome
sentir tan vacío.

Las lágrimas, que habían comenzado a construirse dentro desde que lo


había visto, ahora amenazaban con salir. En el peor momento posible. Me
recosté y examiné el techo de Teresa, enfocándome en una pequeña grieta
cerca de la claraboya.

—Bueno, ¿qué pasa entonces? —Un suspiro confirmó su irritación.

¿Ella ni siquiera lo entendería si se lo contaba? ¿Cómo podría


entenderlo cuando yo mismo no entendía lo que estaba pasando? Rune
había dicho que se había ido porque estaba aburrido, pero cuanto más lo
pensaba, menos sentido tenía. Porque, si lo aburría, ¿por qué se había
molestado en armar un picnic antes de irse?

Me senté de repente. ¿Por qué no lo había conectado antes? Rune no


podía haberme estado diciendo la verdad. ¿Pero por qué en el mundo
mentiría? ¿Qué estaba pasando?

Lo confrontaría, soportaría la verdad. Seguramente me lo merecía


después de cómo me dejó.

—Oye, Scott, ¿está todo bien?

—Yo… —No—. Um, ¿qué harías si descubres que alguien importante


para ti te mintió?

—¿Quién?

—Nadie que conozcas.

Ella pasó sus dedos por mi espalda, hasta que alcanzó la parte superior
de mi trasero. Golpeó su palma contra él.

—Tal vez necesite un castigo, entonces. —Con eso trató de empujarme a


la cama.
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Bloqueé su intento.

—Estoy hablando en serio.

Teresa gruñó y se puso de pie.

—No lo sé.
Comprobé la hora en mi teléfono, evitando los ojos de Teresa. Estar aquí
no estaba ayudándome en nada. Mierda.

—Supongo que mejor me voy —dije, y salí de su habitación.

—Um… —dijo Teresa mientras yo alcanzaba la puerta principal—. Voy a


estar muy ocupada la siguiente semana. Entonces te llamo, ¿sí?

—Seguro.

Asintió, corta y tensamente.

—Nos vemos.

Mientras aparcaba el jeep en nuestro garaje, después de un corto viaje a


casa, pensé en Teresa de nuevo. ¿Nuestra relación? Ah, esa cosa no iba a
ningún lado. Nada de cualquier cosa que empezaba lo hacía. Apenas había
agrado allí, ni hablar de sentimientos más íntimos. Y seguramente jamás
amor. No creía en eso.

Aun así, generalmente me gustaba tener sexo con ella, con las otras.
Como si complementaran mi cuerpo. Ella me vio. Me hizo real para esta
vida. Que, desde el verano con Rune, apenas sentía.

El sueño era una broma. Después de horas de dar vueltas en la cama,


me vestí, agarré mi mochila e hice mi camino al jeep. Conduje a la ciudad,
donde comencé a caminar a través del bosque.

La luz de la mañana era perfecta para capturar siluetas, y mi cámara


analógica tomaba toma tras toma. El resto del día lo pasé en el cuarto
oscuro revelándolas y haciendo mi plan para enfrentar a Rune de nuevo.

Quizás era estúpido, y estaba comenzando a conseguir patear mi lado


emocional de nuevo, pero no sería capaz de descansar hasta saber lo que
realmente estaba pasando.
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Traducido por Michelita

Corregido por Pily

Scott
Acechar es un pasatiempo agotador. Nunca pensé que sería de los que
vigilarían detrás de los árboles o fisgonearía por la ventana de alguien.
Pero aquí estoy, al final de la segunda semana, medio agachado detrás de
un carro, con la espalda adolorida y los miembros acalambrados, vigilando
el apartamento hasta el que seguí a Rune.

No es la posición antinatural lo que lo hace tan incómodo. Más bien la


constancia. El constante pensar en él. La constante preocupación de que
algún vecino me descubra y me lleve a la estación de policía. La constante
falla de mi plan de confrontarlo.

Dos veces al día, de camino al trabajo, me desvío por este sitio. Me


avergüenza pensar que no tengo el coraje de subir allí, pero me aterra la
verdad. ¿Y si tiene algo que ver con el accidente de papá? ¿Y si no fue un
accidente que los dos desaparecieran de mi vida el mismo día? Son
preguntas que evito, las relego a un rincón de mi mente, deseando que no
sean ciertas. Pero ahora debo enfrentarlas.

Enderecé la espalda hasta que craqueó. Ya está oscuro, es momento de


que vaya a casa y coma algo. Estuve de pie todo el día en el restaurante y
la idea de una cama confortable es, probablemente, lo único que puede
sacarme del modo acechador. Dormir y confrontarlo en la mañana, esta
vez es en serio.
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Otra mirada a la puerta revela a una mujer con el cabello rubio


ondulado pulsando uno de los botones superiores. Me detengo.
Inmediatamente celoso de que esta chica pueda, tan fácilmente,
desplazarse hacia el edificio y tocar el timbre. ¿Por qué no puedo yo hacer
eso? Debería. De hecho podría. Ahora mismo.
Con paso determinado crucé la calle y estaba subiendo a la acera
cuando la rubia se inclinó y habló por el intercomunicador.

—¿Rune? Es Libby.

¿Qué? ¿Qué dem…? ¿Escuché bien? Seguramente escuché mal. Pero y


si no. No, por supuesto ¿Es posible que haya otro Rune en el edificio?
¿Cierto?

Tan improbable como sonaba, esa debía ser la respuesta porque era
más improbable que mi Rune invisible recibiera visitas. A menos que…
¿había otra persona como yo que podía verlo?

Tragué grueso. La garganta apretada y adolorida. ¿Por qué pensé que


era el único? Me incliné, colocando la mano entre la puerta y el marco
antes de que se cerrara. No hacía daño saber a qué apartamento se dirigía
Libby. Podría ser una vecina. Podría perfectamente ser una vecina. Respiré
profundo y caminé por las escaleras. Además, era mejor saber con
seguridad que vivir con la duda.

Manteniendo cierta distancia entre los dos, la seguí. Los nervios me


carcomían, y retorcí la correa de mi mochila. Lo que solo empeoró con
cada piso que subimos, porque la posibilidad de que Rune fuera otro
vecino se hacía cada vez más lejana. Hasta que, parado al pie del último
tramo de escaleras, escuché su voz, Rune, invitándola a pasar. Cerraron la
puerta. El mismo sonido que la última vez. La misma punzada.

Estaba equivocado. No es mejor saber. ¿Por qué tenía que acecharlo de


esa manera siguiendo a Libby hasta aquí? Me sentía peor que cuando me
dijo que lo aburría. ¿Por qué? Porque ahora parecía que podía ser cierto.
Organizó esa excursión y se dio cuenta de que era ridículo tomarse tantas
molestias por un chico que lo aburría.

No debí haber venido. Era mejor permanecer en la ignorancia, creer que


me mintió al decirme que le aburría. Haciéndome creer que era una buena
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razón para marcharse. Cualquier cosa menos esta broma a mi autoestima.

Realmente lo aburrí.

Subí ese último tramo de escaleras y me senté contra la pared frente a


su puerta con la cara entre las rodillas, volviendo a tragar mi almuerzo.
Llegué hasta aquí. Muy bien podría terminar el recorrido.
Mis oídos se agudizan por tratar de escucharlos, como si pudiera armar
toda la conversación desde aquí e irme antes de tener que confrontarlo.
Pero todo lo que oigo es a ella, a Libby, riendo ocasionalmente y luego
bloques de silencio. Por supuesto, sé lo que están haciendo ahí dentro, por
eso la quietud me molesta más que su dulce y burbujeante risa.

¿Por qué tiene que ser dulce y burbujeante? Perra.

Cerca de media hora después, menos tiempo del que esperaba, la puerta
se abrió y Libby salió.

—Conduce con cuidado —dijo Rune mientras ella caminaba hacia las
escaleras, sosteniendo la mano sobre su frente. Ella no me notó, su cara
estaba pálida y parecía que podría vomitar en cualquier momento.

El hecho de que su pequeño asunto romántico se viera disminuido


porque la pobre Libby se sintió mal me hizo sentir un poco mejor. Hasta
que miré hacia Rune. Anclado en la entrada del apartamento, mirándome
con el rostro casi tan pálido como el de Libby.

Se me encogió el estómago, me paré en un movimiento incómodo.


Considerando lo herido y molesto que me sentía, me sorprendió lo calma y
razonable que sonó mi voz.

—¿Podemos hablar un momento?

Rune, aún muy sorprendido para hablar, abrió la puerta de par en par y
dio un paso atrás, dándome acceso al apartamento.

Con las palmas sudorosas, el corazón desbocado y el ácido estomacal


subiendo por mi garganta crucé el umbral. No nos tocamos por unos pocos
centímetros, pero sentí el cosquilleo a lo largo de todo el brazo. Su aroma
familiar a vainilla invadió mis fosas y sentirle me recordó a nuestros días
en la granja.

Me apuré hasta que estuve en el otro extremo del apartamento tipo


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ático. Cerca de la gran ventana con una vista espectacular de la calle y la


habitación de alguien más directamente al frente. Miré hacia la calle, el
auto tras el cual me escondía se había ido, pero estaba bastante seguro de
que si Rune hubiese estado viendo por su ventana me habría visto.

Lentamente me giré, dándole la espalda a la ventana, primero miré al


piso de madera, luego a la pequeña cocina a la derecha, mi mirada pasó
por alto para ver el otro lado del apartamento, una cama deshecha, un
pequeño escritorio y un estuche de guitarra maltrecho.

Rune se aclaró la garganta, un claro: por favor di algo. No pude pensar,


no inmediatamente. Repasé este momento en mi mente, Oh, como un
millón de veces, pero como que no fue de gran ayuda. No podía recordar
una palabra. Así que solo me quedé allí, de pie, con la mirada revoloteando
sobre el estuche de guitarra.

No pudo haber sido más de un minuto, pero un minuto de silencio bien


se siente como una hora. Ya había cruzado por mi mente salir pitando,
tres veces. Pero para eso tendría que apartarlo de la puerta, el incómodo
silencio le ganó a la posibilidad de tocarlo de nuevo.

Rune suspiró y sentí su mirada sobre mí. Cambié mi peso de un pie a


otro, como para sentirlo mejor, como si no tuviésemos toda la habitación
entre nosotros.

—Scott —susurró. No sé cómo, pero ese murmullo atravesó el aire suave


y gentilmente.

—¿Por qué? —finalmente pregunté—. ¿Por qué me dejaste? ¿Por qué no


te despediste? ¿Por qué estás aquí de nuevo? ¿Por qué esa chica puede
visitarte? —Me detuve sin aliento y agregué con voz entrecortada—: ¿Por
qué te alejaste de mí? —Lo miré.

La luz de un balcón vecino disminuía la oscuridad del apartamento lo


suficiente como para que viese la mueca apretada de Rune. Tenía un
pequeño ceño en su frente e inconscientemente se apartó un mechón de
su oscuro cabello de la cara. Su manzana de Adán se movió mientras
tragaba una y otra vez.

—No sé por dónde comenzar. —Su voz sonaba hueca y podía notar lo
duro que era esto para él. Como debería serlo, había un montón de
explicaciones que dar—. Ahh, Scott —dijo mientras exhalaba—. ¿Podrías
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siquiera creerme si te digo que dejarte fue lo más difícil que he hecho?

Lo miré, quería creerle, mucho, pero no era suficiente.

—¡Me dejaste! ¡Me rompiste el… —Me detuve y tomé una respiración
para calmarme.

—El mío también.


—¿Qué? —¿Lo escuché bien?

Rune se acercó a mí, cerrando la distancia entre los dos a la mitad. Sus
ojos cafés estaban tan tristes que no le pude sostener la mirada.

—Te mentí Scott—dijo calmadamente—. Debí haberte dicho la verdad.

Aunque tenía la certeza de que me mintió, tenía el presentimiento de


que Rune y yo estamos hablando de dos mentiras distintas. Me preparé
para el golpe bajo que sabía que vendría con mi exigencia de la verdad.

—Hay otra razón para mi invisibilidad.

Mi corazón se aceleró. ¿Qué más? Dijo que no sabía mucho al respecto,


que solo era de esa manera. Como una energía que lo rodeaba para hacer
las cosas invisibles.

—Otra razón. —Quise que fuese una pregunta, pero el peso de mi tono
lo hizo salir como un murmullo.

Los hombros de Rune cayeron al frente mientras miraba hacia su cocina


inmaculada.

—No tengo que ser invisible.

Esas palabras, tan inesperadas, casi me derribaron. Ciertamente me


dejaron sin palabras por un momento. Pero para el momento en el que me
recuperé Rune ya había continuado.

—Si lo deseo, puedo hacer que las personas me vean.

Se movió hacia la cocina y abrió un armario. ¿Es muy difícil que me


hable sin moverse?

—Es sencillo. Es como guardarme el aura de invisibilidad —se apuró a


decir—. Así es como Libby me pudo ver ahora también.
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Una vez que dejó de hablar pude organizar mis ideas.

—¿Entonces por qué no me lo dijiste? ¿Y cómo explica eso que me hayas


abandonado? Porque aún no lo entiendo, ¿y no confiaste en mí para
decirme la verdad o… qué?

Con un vaso en cada mano, cerró el refrigerador con el codo. Cerró la


distancia entre nosotros entregándome uno de los vasos con agua. El cual
tomé con especial cuidado de no rozarlo. Tomó del vaso, con la mano libre
jugueteaba con una hebra suelta de sus vaqueros.

—Sí confié en ti. Si existiera alguien en quien pudiera confiar serías tú.
Pero no estaba listo, simplemente no podía decirlo porque… —Tragó
grueso—, me avergüenza.

—Te avergüenza —repetí como un imbécil. Nada más constructivo me


vino a la mente en ese momento. Tenía un montón de sentimientos
revoloteando unos en torno a otros, uno de pronto tomaba la primera
posición solo para ser desplazado por otro.

Rune se tomó el resto de su agua y colocó el vaso en la cornisa detrás de


mí. El aire se arremolinó mientras lo hacía, haciendo erizar los vellos de mi
brazo. Fue mi turno de tragar grueso. Menos mal que estaba oscuro aquí,
porque no quería que viera el efecto que tenía en mí.

—Sí, me avergüenza.

Rune
Contuve el aliento. Lo miré por el rabillo del ojo. Scott. Aquí. Exigiendo
la verdad. Y quería decírsela. Odiaba el silencio y las mentiras que nos
habían distanciado. Sin embargo la distancia debía permanecer. Verifiqué
mi reloj. Mejor hacía esto rápido. Con una inspiración profunda me
sobrepuse a mi vergüenza.

—¿Recuerdas que alguna vez te dije que durante un tiempo estuve con
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un circo?

—No he olvidado nada de lo que me has dicho. —Cerró su boca como


para evitar decir algo más. Yo tampoco había olvidado nada.

Asentí y sentí el dejo de una sonrisa asomarse a mis labios antes de


decir lo siguiente.
—Bueno, no fue que simplemente estaba por allí. Ellos me criaron luego
de que mi madre murió. Sabían de mi invisibilidad. Estaban felices de
encargarse de mí porque les aportaba mucho dinero. ¿Quién no querría
ver esa clase de magia? Ponían a alguien de la audiencia a colocarme en
una caja de su elección y encerrarme. Todo lo que tenía que hacer era
desear que nadie me viera. Mantenía mi aura lo suficientemente cerca del
cuerpo para que la caja se mantuviera visible pero yo no.

»Era sencillo, y por un tiempo, especialmente cuando era más joven,


pensaba que era divertido. Porque, mientras la audiencia no podía verme,
yo podía ver sus caras de asombro. Un par de veces alguna de las
personas intentaban meter la mano en la caja, jurando que habían
escuchado risas por lo bajo, lo cual era cierto.

Fue en esas cajas que aprendí lo importante de mantenerme muy quieto


y no usar nada más fuerte que desodorante de vainilla. Cerré los ojos ante
el recuerdo de los aplausos de la audiencia. Solía amarlo. Porque me daba
un propósito. Pero ahora sabía la verdad, no era más que una risa vacía.
Nadie antes de Scott me vio en realidad. Nadie rió conmigo. Solo de mí.

Quité el cabello de mi frente con fuerza, como lo hizo Scott la última vez
que me siguió hasta aquí. Le miré el rostro, buscando al Scott que conocía.
Sus ojos no eran los mismos. Aún eran grises, pero más fríos. Duros. ¿Era
eso mi culpa? Probablemente.

Suspiré y continué:

—Gerry y su esposa Sandra fueron mis figuras paternas. Tareas


escolares y esas cosas. Gracias a ellos sé leer. Ya tenían una hija, Nyte,
pero deseaban un hijo. Supongo que dado que era lo suficientemente joven
me tomaron.

»Sin embargo no estaba muy feliz de estar con ellos. Extrañaba a mi


mamá y lloraba mucho. Si hacía mucho ruido usaban la correa hasta que
me callaba. —Solté una risa seca—. No es divertido la verdad, y dado que
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lo odiaba tanto no podía evitar hacerme invisible, pero no podía mantener


el aura mucho tiempo así que me metía cosas en los pantalones. Al menos
la invisibilidad tiene sus usos.

Recordé el día que descubrieron que usaba la biblia de cubierta dura


para protegerme. Esa vez de hecho se rieron de ello, antes de encerrarme
en una caja durante la noche.
Mi voz tomó un tono estrangulado:

—Nyte y yo salimos bastante bien de ello. Ella era un año mayor que yo
y le gustaba pasar el tiempo conmigo. Me enseñó a hacer malabares.
Hacíamos toda clase de travesuras juntos, bromas a las personas usando
mi invisibilidad. Pero siempre estaba enferma. Tenía estas terribles
migrañas que venían varias veces al día. Gerry y Sandra la llevaron al
médico para tratar de definir lo que estaba mal con ella. Le daban toda
clase de medicamentos. Pero ninguno funcionaba. Seguía teniendo las
migrañas y luego fueron dolores estomacales también.

»Gerry y Sandra estaban fuera de sí. Nyte era todo para ellos. Siempre
creyeron que querían un hijo, pero al final se dieron cuenta de que ella era
más importante. Lo cual tenía sentido. Era su verdadera familia después
de todo. Pasaban mucho de su tiempo entre funciones cuidándola, por lo
que no tenían mucho tiempo para mí, así que me mantenía invisible la
mayor parte del tiempo.

Scott se movió como si estuviera incómodo. Dudé antes de proseguir.

—Ella mejoró un poco. Me llamaba a jugar y yo iba. Pero aun así,


después de poco tiempo volvía a enfermar y debía irme. Así siguió por
semanas. Cuando me mantenía invisible mejoraba y cuando me hacía
visible y jugaba con ella, empeoraba.

Levantó su mirada, con la quijada apretada. ¿Sabes a dónde voy con


esto? ¿Tengo que decirlo? Con mi voz apenas un murmullo me forcé a decir
la verdad.

—Era yo Scott. Yo la hacía enfermar.

—¿Tú? —Se acomodó hasta que estaba apretado contra la ventana. La


acción me dolió. Pero merecía algo peor que eso.

Tomé una respiración profunda.


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—Por esto es que no podía decírtelo. Me odiarías por lo que hice. Y con
derecho. Tenía la sospecha de que su enfermedad tenía algo que ver
conmigo y no me alejé. Desearía haberlo hecho. Pero tenía once y era
tonto. Simplemente me gustaba tener a alguien. Creo que Gerry comenzó a
tener el mismo presentimiento porque me dijo que no tenía permitido verla
y me mandó con otra familia.

—¿Qué pasó con ella?


Mis uñas se clavaron en las palmas de mis manos. Tibias lágrimas
amenazan con salir. Dilo.

—Quería despedirme apropiadamente de ella. Quería hacerle saber que


estaba bien. Pero cuando entré a su habitación y me senté junto a la cama
comenzó a vomitar sangre. Inmediatamente me volví invisible pero era
demasiado tarde, siguió y siguió. Había sangre por todas partes. La cama,
el piso, yo… —Mi voz se quebró en un sollozo—. No sabía qué hacer, corrí
a por Gerry y Sandra. Pero cuando regresamos ella solo yacía allí. Muy
pálida. Demasiado quieta. Me moví cerca de la cama y me senté, con mis
hombros agitándose con cada sollozo.

»Cuando te conocí —le dije—. No podía creer que pudieras verme sin que
lo deseara. Al principio estaba asustado de que te dieran migrañas
también, así que programé mi cronometro. Pero cuando no te enfermaste
comencé a esperanzarme. Pensé que ya que milagrosamente podías verme
eras inmune a los efectos, ya sabes, que no te enfermabas.

»Significó mucho para mí tenerte cerca. Los tres años anteriores


viajando fueron muy solitarios y tú cambiaste eso. Me hiciste reír y
sentirme normal. Realmente deseé que durara.

»Pero entonces volví a recogerte ese día y estabas de rodillas en el piso.


Al principio estaba confundido, no entendía que hacías allí. Estaba a
punto de empujar la ventana para entrar cuando comenzaste a vomitar
sangre. —Cerré los ojos dejando que la impresión de ver a Scott arrodillado
vomitando sangre pasara sobre mí. ¿Cómo podría hacerle esto?—. En ese
momento supe que no eras inmune, que tu reacción solo estaba demorada.
—Con ojos llorosos lo miré—. Así que te dejé Scott. No podía siquiera
despedirme. No quería otra despedida que pudiera matar a otra persona.
Esperaba que si salía de allí rápidamente podrías recuperarte. —Mi
respiración se entrecortó. Solo debía alejarme de ti.
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Scott
No sabía qué pensar, mucho menos qué decir, así que me quedé allí
mirándolo, el vaso que estuve sosteniendo todo el rato, ahora estaba tibio.

—Y ya tenías tu mochila contigo, así que solo era cuestión de salir


caminando de la granja —terminé, reuniendo toda la información que
sabía de su partida. Esa mochila. ¿No tenía el presentimiento de que algún
día se iría? ¿Por qué otro motivo esa mochila me amenazaba tanto?

Dejé el vaso en la cornisa junto al de Rune y apoyé la frente en el marco


de la ventana. Al venir acá estaba listo para expresarle mi ira, decirle cuán
traicionado me sentía por sus acciones. Lo que no me esperaba era este
increíblemente profundo sentimiento de pena. Todo esto era muy injusto.
¿Cómo le decía a Rune que estaba equivocado? ¿Que nunca me hizo
enfermar? ¿Cómo le decía que mientras pensaba que me estaba salvando
la vida, también me estaba abandonando el mismo día que mi padre
murió?

Y todavía estaba molesto con él. Aunque lo hubiese hecho desde la


generosidad o no. Lo que hizo me hirió, profundamente.

Aunque lo que había pasado fue terrorífico, él solo era un niño, ¿cómo
podía pensar que era su culpa? No fue más que un accidente. Trágico,
pero aun así un accidente.

Lentamente me giré de frente a él. Su rostro reposando entre sus


manos. Me moví hacia la cama, pero cambié de dirección. No podía
reconfortarlo. El estuche de la guitarra me llamó la atención y lo tomé para
colocarlo en la cama como una barrera entre nosotros. No le podía hablar
de aquello.

—¿Aprendiste a tocar la guitarra?


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Después de unos momentos estaba seguro que no respondería, pero


luego dijo con voz suave:

—Comencé a aprender hace algunos años.

Abrí el estuche y pasé la mano por las cuerdas, interrumpiendo la


quietud con el tono. La saqué y traté de tocarla. Hacer música es
básicamente una habilidad que ninguna cantidad de lecciones puede
ayudarme a alcanzar. Es muy difícil tener las dos manos haciendo dos
cosas distintas a la vez.

Apuntando con la guitarra a Rune le pregunté:

—¿Podrías tocar algo?

Imaginé tantas veces a Rune haciendo esto por los últimos cuatro años
que me puse nervioso de escucharlo.

Con el dorso de la mano se limpió las lágrimas de la cara y sorbió.

—No soy muy bueno. —Trató de sonreír, pero con muestras de dolor por
lo que terminó siendo más como una mueca.

Pasé la guitarra a sus piernas. Asintió, la tomó y comenzó a tocar. Se


notaba rígido y lento en algunas partes pero entonces no sabía cuál era la
melodía, lo cual pudo ayudar a identificarla. La interpretación en sí misma
probablemente pasaría como aceptable, pero escucharlo tarareando la
melodía envió escalofríos por toda mi columna.

Lo miré hipnotizado, todas mis preocupaciones se fueron mientras duró


la canción. ¿Qué otra cosa aprendió Rune a lo largo de los años? Había
cambiado de seguro, su cuerpo estaba más relleno, más alto y ya no tan
larguirucho. ¿Pero qué más? Si yo había cambiado tanto de la persona que
era cuando nos conocimos, ¿por qué él no?

La última nota quedó flotando en el aire y deseé que se alargara más y


más, alargando el tiempo antes de tener que hablar de nuevo. Rune colocó
la guitarra en la cama.

—De verdad siento —dijo—, haberte herido dejándote de esa manera.

—Mi padre murió. —Las palabras salieron de golpe. La cabeza de Rune


se disparó cuando levantó la mirada, pero evité mirarlo. Por el rabillo del
ojo lo vi mover su mano como para palmearme el hombro o el brazo,
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alguna clase de gesto tranquilizador, pero me sobresalté y dejó caer el


brazo.

—Lo siento—dijo Rune—. Es algo difícil de superar. Lo… siento.

—Fue difícil—comencé, más calmado—. Realmente te necesitaba y solo


te levantaste y te fuiste. —Comencé a pasar las manos por mis rodillas
como cuando estoy nervioso—. No me enfermé por ti, Rune. —Me forcé a
encontrar su mirada—. Y no fue sangre lo que viste, fue el jugo de moras
que tomé esa mañana. —Dudé un momento antes de agregar—: Justo
antes de enterarme de que mi padre había muerto.

Rune se congeló. El terror ocupó el espacio de la tristeza en su rostro.

—¿Sucedió —dijo, como tratando de entender una ecuación elusiva—, el


día que me fui?

—Sí.

—Oh Scott, no lo sabía. En… en verdad pensé… Yo… ¡Mierda!

Su ceño se profundizó.

—¿Qué sucedió?

—Fue un accidente de auto. —Solo una vez antes lo hablé con un


consejero del colegio, nunca le conté a nadie los detalles de la muerte de
mi padre, pero ahora la historia brotó de mí como aliviada de poder salir—.
Tomó una curva muy rápido y perdió el control. El auto derrapó y chocó
contra unos árboles.

Le hablé de la llamada telefónica, cómo reaccionó mi mamá y algunos


detalles del funeral.

—Y como odiaba que le tomaran fotos no hubo ninguna que mostrar, y


dado que quedó muy golpeado en el accidente tuvimos que hacerlo con el
ataúd cerrado. —Rune quitó el estuche de la guitarra, nuestra barrera.
Solo cuando sorbí noté que había comenzado a llorar—. No sabía que esa
sería la última vez que lo vería.

Luego estaba junto a mí. Sosteniéndome en sus brazos. Cálido. Seguro.


Vainilla.

—Shhh, está bien. Está bien.


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—¡No! —Me salí de sus brazos—. No está bien, ¿Sabes por qué? Porque
sufrí por ti aún más de lo que lloré por él. Pero él no tuvo más remedio que
marcharse, tú sí. Él merecía mi aflicción más que tú.

Me levanté y marché hacia la puerta, mis ojos lagrimeando, la nariz


goteando, los brazos y las piernas temblando.

—Espera. Por favor, Scott. Lo siento tanto. Yo también sufrí por ti, yo…
Pero cerré la puerta antes que terminara y corrí fuera del edificio hacia
mi Jeep, donde me senté a vaciar mis lágrimas completamente.
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Traducido por Marijf22 & SOS PrisAlvS

Corregido por *elis*

Scott
Abrí una ventana y ventilé la antigua lavandería en el sótano, mi cuarto
oscuro. Un lugar al que podía ir y relajarme, donde las horas se sentían
como minutos. Decir que lo amaba era una subestimación. La fotografía
me había salvado de mí mismo. Me había dado una definición cuando todo
lo demás parecía negro.

Preparé los próximos negativos con los que quería trabajar.

Mi interior se sentía inestable. Mi respiración se agitó cuando recordaba


a Rune contándome acerca de su pasado o cuando pensaba en su cara
mientras le hablaba del mío. Sus fuertes brazos sosteniéndome mientras
lloraba. Cerré los ojos.

—Maldita sea —maldije, sacando una foto de la bandeja y colocándola


en la siguiente. Con toda seguridad la había dejado allí mucho tiempo de
nuevo. Todo lo que tocaba hoy se arruinaba. Rayos, incluso había
derramado el líquido de revelado en la bandeja equivocada. Saqué la foto y
me quedé mirando las imágenes en blanco y negro de los árboles que
había tomado en el cinturón de la ciudad. Un punto brillante de la luz
entraba por la rendija entre dos ramas.

Tracé un dedo sobre ella. Igual que la imagen de Rune. Suspiré y tiré la
imagen en la papelera. Tendría que finalmente deshacerme de la imagen
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real en algún lugar de la parte de atrás de mi jeep. Trabajé en otra foto.


Subexpuesta.

Olvídalo. Mi concentración, casi inexistente, no estaba haciendo nada


bueno a estas fotos. Empaqué, corrí escaleras arriba y agarré mi bolso.
Tenía trabajo en unas pocas horas, pero en este momento lo que
necesitaba era deshacerme de esta extraña energía acumulada.
La puerta frente a mi habitación estaba abierta y me detuve.

¿Había estado abierta antes? ¿Mamá estaba ahí ahora?

¿Podría posiblemente estar arreglando esos pantalones para mí?

Me acerqué de puntillas y me asomé a la habitación. Vacía. La envoltura


aún cubría la máquina de coser, todo polvoriento. Mis pantalones yacían
doblados cuidadosamente en la silla junto a la mesa. Era una ilusión
esperar que fuera de otra manera.

En mi habitación, encendí la computadora, deslicé dentro la tarjeta de


memoria e inicié el photoshop2. Trabajé en la imagen del hombre en el
parque. Si tan solo pudiera manipular la pendiente de sus hombros,
manipular un poco el costado de su cara, estaría perfecto. Una vez
satisfecho con los resultados imprimí una copia y la pegué en un pequeño
álbum negro.

Para ti, mamá. Casi lo había terminado. Lo cerré suavemente y lo


regresé a mi cajón inferior, eché el cerrojo y metí la llave en mi bolso. Me
quedé mirando fijamente la semejanza de papá en la pantalla de la
computadora. Oh cuán diferentes serían las cosas si estuviera todavía
aquí. Pero tal vez estas fotos ayudarían. Tenían que servir.

La aspiradora se inició en el fondo. Apreté los dientes. Los aflojé con un


suspiro y, dos a la vez, bajé las escaleras y me precipité fuera de la puerta
principal.

Las horas antes del trabajo las pasé caminando a través de las zonas
poco boscosas y haciendo todo lo posible para evitar a alguien que
estuviera paseando. Odiaba a los paseantes. Actuaban como si el mundo
fuera simplemente genial. Me parecía que querían que el mundo girara
más lento, así tendrían más tiempo para apreciarlo. No podía entender
cómo no podían verlo por la mierda que realmente era. Si tuviera que
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elegir, haría que la maldita cosa girara más rápido. No necesitaba estos
sentimientos por más tiempo del necesario.

Un perro corrió a través de los árboles más adelante. Desde aquí parecía
un Skimpy más grande. Aceleré el paso para tener una mejor visión.
Odiaba que les hubiésemos dado el perro a los vecinos, que no pudiéramos
llevarlo a la ciudad. Rayos, ahora tendría cerca de cuatro años y medio.

2 Photoshop: programa de computadoras que se utiliza para editar imágenes y fotos.


Probablemente me habría olvidado hace mucho tiempo. ¿Qué tan grande
era él ahora? El perro volvió la cabeza redonda y ladró como si pudiera leer
y responder a mis pensamientos. ¿Skimpy? Sí, él está bien. Perro grande.
Y haciéndolo mucho mejor que tú.

El trabajo fue como la guinda del pastel. Estuve distraído con mis
órdenes y seguía mezclando las cosas. Culpé a Rune por eso también. Él
estaba atascado en mi cabeza, la razón por la que estaba triste, vacío.
Nunca lo acecharía de nuevo. Había tenido mi cierre. Realmente era hora
de seguir adelante. Algo que debería haber hecho desde hacía años.

Rodeé una mesa con extranjeros borrachos riendo y gritándose el uno al


otro desde el otro lado de la mesa. Al pasar a un hombre de mediana edad,
él sacó su pie (a propósito) y me tropecé.

Me di la vuelta. No, no iba a aceptar eso; no iba a permitir que eso me


sucediera a mí.

—Mantenga sus jodidas piernas debajo de la mesa.

Infortunadamente para mí, Ollie estaba de pie a un par de mesas a mi


derecha.

Su cabeza se levantó y con una mirada dura en sus ojos me hizo una
seña hacia el puesto de espera.

—¿De qué se trató eso? —Luchó por mantener su voz estable—. ¡Somos
un restaurante de cinco estrellas! —Me di cuenta de que habría preferido
que explotara ante mí. Deseaba que lo hubiera hecho, quería más razones
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para sentirme reivindicado, y su hipocresía hubiera sido perfecta.

—Lo sé —dije—, sin embargo…

—Los clientes siempre tienen la razón —dijo sobre mí. Ella nunca
escuchaba las excusas de nadie. Excepto, tal vez, de Toby.
Era divertido de una manera que cuando caminé fuera durante mi turno
un par de semanas atrás en realidad nadie se dio cuenta, pero ahora,
ahora que usé una bomba-J con un idiota estaba en mierda profunda.

—Scotty —dijo Ollie. Quería golpear algo. ¿No podía por lo menos decir
bien mi maldito nombre?—. Te ves un poco cansado. Tómate libre el resto
de la noche, ¿sí? Vuelve el martes después de haberte tranquilizado.

Me mordí la lengua, solo porque no me estaba despidiendo.

—Bien —le dije, sacándome mi delantal y enrollándolo en una bola en


mis manos—. Voy a hacer precisamente eso.

Agarré mis cosas y salí de allí lo más rápido que pude manteniendo la
cabeza cabizbaja; una parte de mí desacreditaba mi comportamiento y la
otra me convencía de que tenía razón, me dirigí al jeep. Solo cuando abrí la
puerta del conductor fue que lo vi.

Rune se acercó al jeep.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté.

Se aclaró la voz y habló, su voz profunda y rica, haciendo que mi


estómago se desplomara:

—Dado que este es el único lugar que conozco donde encontrarte, tuve
que venir aquí.

Sin saber qué hacer con esa información, me hundí en el asiento


delantero del auto.

Un golpe se produjo en la ventana del pasajero. Automáticamente, me


incliné y abrí la puerta para él. Se subió y ambos nos sentamos mirando
fijamente a través de la ventana del parabrisas. Rune hizo un sonido de
revolver algo, pero no me atreví a mirarlo. Si iba a superarlo, necesitaría
mi distancia. Así que, ¿por qué diablos le permití entrar en el auto?
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—Ten —dijo Rune, y cuando todavía no me moví, colocó una flor de


origami verde en mi regazo. Un suspiro se me escapó mientras la
estudiaba. La recogí, recordando vívidamente que la última vez que había
sostenido una flor de papel verde como esta había sido ese terrible día.

Rune agarró un volante del tablero.

—Fotografía, ¿eh?
Eché un vistazo hacia él.

—Sí.

Estudió el volante.

—Entonces, ¿serás parte de este maratón de fotografía mañana?

Asentí con la cabeza. Lo había estado esperando todo el año.

Una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Es genial. —Lo dejó en su lugar de nuevo.

Me torcí un poco en mi asiento, obligándome a mirarlo.

—Rune, ¿por qué estás aquí? ¿Qué quieres?

Se mordió el labio inferior un momento.

—¿Qué tienes planeado esta noche?

¡Já! Esa era una broma. Había sido reprendido en el trabajo y Teresa
apenas había enviado mensajes de texto las últimas dos semanas. Sabía
que esta aventura estaba en sus últimas.

Me encogí de hombros. Piensa en una excusa, una cita, una consulta,


rápido. Es hora de olvidarse de él. De avanzar.

—Uhm, no mucho. ¿Por qué?

Debería haber golpeado mi cabeza contra el volante por eso. ¿Por qué no
pude simplemente pensar en alguna excusa? “Tengo una fiesta de
cumpleaños a la que ir”. O aún mejor la verdad: “No quiero verte nunca
más”.

—Bien. —Lanzó una pierna fuera del auto—. Ven conmigo. Tengo algo
que enseñarte.
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Me quedé mirando mis llaves colgando en la ignición. Simplemente


podría alejarme conduciendo. Pero entonces, ¿cuán débil era eso?

Rune, notando mi vacilación, se inclinó y sacó las llaves. Un mechón de


su cabello rozó mi nariz, y me encontré inhalando. Olía a limpio y se veía
tan suave como si también lo hubiera acondicionado.

—Está solo a una cuadra, así que no vamos a necesitar un vehículo.


Agradecido por el golpe de vuelta a la realidad, me apresuré a bajar del
coche. Nada de escapar ahora, así que me las arreglaría a través del
tiempo que le tomara mostrarme lo que fuera.

Tal vez en algún punto del camino me creciera el valor para decirle que
era probablemente mejor que no nos viéramos el uno al otro de nuevo.

—Te ves diferente, ya sabes —dijo Rune después de algunos pasos en


silencio—. Quiero decir, has crecido. Eres alto, bueno siempre fuiste alto,
pero eres más alto ahora. Debes pasarme por unos buenos dos
centímetros.

De alguna manera la perorata de Rune, su nerviosismo al hablar


conmigo, me hizo sentir más cómodo. Bueno, al menos me hizo sentir bien
de que yo también estuviera nervioso a su alrededor. Y me alegré de que
estuviera diciendo algo porque mi mente se había borrado por completo de
cualquier conversación.

—¿Cuánto tiempo has estado en la ciudad? —preguntó Rune, su mirada


vagando de mí y de la calle a las tiendas alineadas junto a esta.

—Desde seis meses después del accidente. —¿Por qué tuve que decirlo
así? ¿Por qué no simplemente: Oh, alrededor de tres años y medio? Era
extraño que apenas mencionara la muerte de mi padre a cualquiera en los
últimos cuatro años y, sin embargo, con Rune simplemente surgía de
improviso. Más extraño era que después de hablar con él el día anterior,
me sintiera menos culpable. Por supuesto que sabía que seguía siendo mi
culpa, y no lo olvidaría nunca, pero me sentía más ligero después de
decirle lo que había sucedido. Me aclaré la garganta, con la esperanza de
que mis pensamientos también lo hicieran—. ¿Y cuánto tiempo llevas tú
aquí?

—Casi cuatro años.

Me detuve.
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—¿Pero pensé que no te gustaba quedarte en un solo lugar?

Rune, un paso por delante de mí, medio se torció en mi dirección. Su


perfil brillaba en el sol poniente. Y yo deseé dos cosas. Una, que hubiera
traído mi bolso con mi cámara y no dejarlo en el jeep. Y dos, que hubiera
una manera de tomarle una foto.
—Tuve una muy buena razón para ello. —Por la tristeza en su voz algo
punzó dentro de mí. Quería saber más, pero Rune continuó caminando.

Una calle y media más tarde hizo una seña a un callejón. Levanté una
ceja, pero lo seguí de todos modos. Me condujo a una puerta lateral, y
luego subimos por una escalera estrecha.

—¿Dónde estamos?

Entramos a un pequeño rellano, gruesas cortinas a un lado y un paso


estrecho por delante. Me tomó la mano.

—Vas a verlo en tan solo un segundo.

Tragué saliva. Su agarre era ligero y su mano estaba más fría que la
mía.

Tirando de mí con él, fuimos por el pasillo que fue ampliándose


gradualmente. La cortina llegó a un abrupto final, sustituida por una
barandilla. Mirando por encima de esta, vi un gran escenario vacío. Rune
me guió a un pequeño banco improvisado tan estrecho que nuestros lados
se tocaron al sentarnos allí. Mi corazón se aceleró con los recuerdos que
vinieron con ello. Estudié a Rune, su rostro ilegible. ¿Qué estaba
pensando?

Miró su reloj.

—Van a salir pronto. He leído en el tablón de anuncios que había un


ensayo general esta noche.

—¿Vienes aquí, a este, ah, teatro, a menudo?

Sus labios se arquearon y pensé que él sonreía, pero se desvaneció


rápidamente.

—Sí. Por lo general, me siento ahí abajo. —Se refería a las filas de
asientos en frente del escenario—. Se siente casi como si fueras parte de
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ello cuando estás tan cerca. —Ninguno dijo nada por un tiempo—. Les
ayudo a encontrar cosas. Los bastidores son un desastre, y alguien por lo
general pierde algo. Cuando oigo a alguien gritando por un corsé o una
camisa de botones voy a encontrar donde está y los coloco en algún lugar
dónde estén obligados a encontrarlo. —Esta vez una sonrisa sí iluminó su
rostro—. Creen que el escenario es afortunado. Debido a mí. Me gusta
poder hacer que un poco de magia suceda. Es algo por lo menos. —Su
mirada cayó a su bolso entre sus piernas.

Ese es el bolso que nos separó.

No pude reprimir un estremecimiento y Rune lo notó. Empujó el bolso


debajo del asiento.

—Quería traerte aquí porque este es mi lugar. Mi lugar especial. A


donde voy cuando estoy molesto. Observar a otros personajes pasar por
sus propios problemas ayuda a calmar un poco el dolor.

¿Qué se suponía que dijera a eso? Aparté la mirada irritado.

—Oye, ¿estás bien?

—Mira, lo siento por ti, está bien. —Suspiré—. Rune, entiendo lo mucho
que odias tu invisibilidad y lo que pasó con esa chica cuando eras más
joven… bueno nunca podría comprender lo terrible que debiste sentirte.
Realmente, estoy sin palabras sobre eso, pero…

—Espera un segundo —interrumpió Rune rápidamente—. Sí, esas cosas


son un gran pasado y vengo aquí a veces por eso. Pero sobre todo es
porque me siento mal por la forma en que te dejé. No. No solo por la forma,
sino porque te dejé. Nunca he olvidado ese verano, ¿cómo podría hacerlo
cuando es lo más importante que me ha ocurrido? —Suspiró,
calmándose—. Quise traerte aquí porque te debo la mayor disculpa de mi
vida. Y este es el lugar en el que estabas siempre conmigo, como en mi
cabeza. Cada vez que estaba aquí te pedía disculpas una y otra vez. Ahora
puedo hacerlo de verdad.

Cogió mi mano cálida y me miró de frente.

La intensidad de sus ojos marrones oscuros me puso nervioso.


Necesitaba mirar hacia otro lado, pero no pude. ¿Por qué seguía
necesitando tragar saliva de esta manera?
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—Scott. —Me estremecí ante el tono suave de mi nombre—. Lamento


todo el dolor que te causé. Lamento que tu padre muriera. Lamento
haberte abandonado. Me gustaría poder cambiar las cosas, si pudiera te
diría desde el principio que puedo hacer que la gente me vea y lo que
sucede cuando lo hago. Me duele tanto haberte causado este dolor,
realmente, realmente lo siento. —Las luces se encendieron y salté por la
sorpresa. Rune me apretó la mano—. Es solo que el primero ha llegado
para la práctica. Y no van a verte aquí arriba.

¿Era malo que me alegrara la interrupción? Su sentida disculpa calmó


parte de mi dolor interior, pero también me hizo incomodar. No sabía cómo
reaccionar, mi mente discutía sobre diferentes opciones, desde perdonarlo
al instante, hasta devolverle las disculpas por su propio dolor. Pero no
pude hacer ninguna porque la ira y la confusión aún permanecían
dominantes.

Pensé, otra vez, en lo que me había dicho la noche anterior. Tantas


preguntas que no se habían abordado. ¿Como si alguna vez averiguó por
qué la hizo enfermar? ¿Acaso Gerry y Sandra se enfermaron también? ¿O
fue simplemente Nyte; tal vez solo hacía que los niños se enfermaran?

—Rune, hay cosas que quiero saber.

—Pregúntame. Te diré cualquier cosa.

—¿Nyte fue la única? ¿En enfermarse, quiero decir?

Rune respiró hondo y sacudió la cabeza.

—A los otros les dolía la cabeza y les sangraba la nariz de vez en


cuando. Pero no pasaba tanto tiempo con ellos como con Nyte. De hecho,
además de los espectáculos, evitaba a Gerry y a Sandra tanto como podía.
No era difícil porque ambos estaban ocupados. Especialmente porque él
era el director del circo.

—¿Qué le pasó a la chica? —susurré, apenas logrando decir las


palabras.

Hubo un largo silencio y luego:

—Ella estaba muy pálida. Había tanta sangre. Gerry estaba tan
enfadado y Sandra solo seguía llorando. Creo, es decir, debí haberla
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matado. —Él llevó un dedo a su cicatriz—. Él seguía golpeándome. Golpeó


mi cabeza contra el borde de la mesa. Creí que también me mataría. Estoy
tan avergonzado, Scott. Merecía morir, pero tenía tanto miedo. Me hice
invisible, tomé mi mochila, lo llené de cosas valiosas y me fui.

»Él seguía gritándome sobre cómo me cazaría. Que sabía cómo


encontrarme. Yo estaba… todavía estoy asustado de que me alcance. —
Rune se estremeció y yo me estiré y puse un brazo sobre sus hombros. Mi
lado sensible quería atraerlo y rodearlo con mis brazos apropiadamente,
hacer que nuestros cuerpos completos se tocaran, mi calidez
reconfortándolo de alguna forma. Pero no lo hice.

Un movimiento atrapó mi atención. Una mujer con largo cabello rubio,


que me recordaba a Libby, atravesó el escenario. Esa era otra cosa que
quería saber.

—¿Rune? Si enfermas a las personas cuando permites que te vean, ¿por


qué lo hiciste con esa chica?

Las imágenes de ella saliendo de su apartamento pálida y enferma


llenaron mi cabeza. La pregunta me confundió más. ¿Cómo él podía
hacerle eso a alguien? Él dijo que no quería volver a hacer eso. ¿Entonces
por qué lo hacía?

Por más de un minuto, Rune no dijo nada, luego su cabeza se levantó y


observó hacia el frente.

—No soy perfecto, Scott —murmuró. Movió sus pies como si eso lo
ayudara a explicar las cosas—. No ser visto es una vida bastante solitaria.
Extrañaba hablar con la gente y reír. Odiaba no tener lo que los demás
chicos de mi edad tenían.

¿Otros chicos de su edad? Como… oh. Oh. Mi estómago dio un vuelco.


Pero no tenía derecho sobre su vida amorosa, ¿no? Aparté esos
pensamientos y continué escuchando.

—¿Recuerdas cuando sugeriste que debía ir a la escuela? —Él me


miró—. No entendí esa idea al inicio. Entonces todo en lo que podía pensar
era cuán difícil sería, pero cuando te dejé y vine a la ciudad, no lo sé,
pensé que lo intentaría.

Me enderecé.

—Pero, Rune, eso es genial. —Realmente lo era. El hecho era que


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intentaba conseguir una vida para sí a pesar de su invisibilidad. Lo que yo


siempre había soñado para él.

Rune sonrió, amplia y realmente por mi entusiasmo. El momento acabó


muy pronto para nosotros. Él aún no había contestado mi pregunta
original. Él se puso a juguetear con sus largos dedos.
—Bueno, era un constante juego esquivando… sabes, quedarme fuera
del camino para que las personas no chocaran conmigo, mantenerme en
silencio y todo eso. Pero me gustaban las lecciones… y cuando todos
estaban sentados era mucho más fácil participar. Casi siempre había un
escritorio libre para mí, por lo que funcionaba bien.

»Inglés era mi materia favorita por mucho y a veces completaba una


historia o un poema y lo ponía en el escritorio de la profesora
anónimamente. Luego me quedaba hasta que lo encontraba y leía. Ella
marcaba los errores en rojo y yo me quedaba detrás de ella aprendiendo de
mis errores. Aunque al inicio no podía hacerlo muy a menudo. Ella
intentaba encontrar a quién pertenecía.

»Como sea, un día llegué a clase de inglés y reacomodaron los escritorios


o algo, porque solo quedaba uno disponible. Ya que fui el último en llegar,
decidí que sería seguro sentarme ahí. Ese día conocí a Libby. Ella estaba
recién transferida. Bueno, como podrás imaginar, ella llegó tarde y la
profesora le dijo que se sentara en el único escritorio libre. Por lo que
estaba sentado ahí, gritándome que me pusiera de pie, pero otra parte de
mí se tensó porque me preocupaba que la silla se moviera al intentar
levantarme. Aunque nunca había tenido ese problema.

Mis manos apretaron los lados de la banca.

—Por suerte reaccioné antes de que llegara a mí y me levanté. Solo que


en mi carrera golpeé su hombro. Ella estaba tan sorprendida que temí que
fuera a gritar, por lo que estúpidamente la callé. —Hizo una mueca—.
Libby, sin embargo, se tomó las cosas mejor de lo que imaginé. Ella sonrió
ampliamente, aunque era falsa, y se sentó. Habría dejado toda la
interacción en eso y nunca le habría hablado de nuevo, pero la seguí un
poco las siguientes semanas y, bueno, ella estaba sola. Los grupos en la
escuela ya se habían formado, y las personas la dejaban sola. Yo, bueno,
la entendía de cierto modo.
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»Entonces, un día, mientras ella caminaba hacia la parada de buses


luego de la escuela, le permití verme. Solo era un extraño en la parada
para ella, pero charlé con ella. Y se sintió tan bien. Tan genial hablarle a
alguien, sin importar que no tuviera importancia.

»Por lo que le permití que me viera todos los días en la escuela. Usé mi
cronómetro para medir cuánto tenía antes de empezar a enfermarla. Luego
de una semana descubrí que tenía como media hora.
Solo escucharlo hablar de Libby hizo que mi estómago diera un vuelco.
Sí, estaba celoso de que hubiera una chica en su vida, alguien quien lo
conocía por más tiempo que yo. Él era mi amigo invisible. Incluso si no lo
había visto por años y había pensado temporalmente en no volverlo a ver.
Él seguía siendo mío. Mío. Me imaginé viendo a Libby de nuevo, cómo me
acercaría a ella y murmuraría suave y mortalmente: Atrás, perra.

Respiré hondo. ¿Qué tan posesivo estaba siendo? Necesitaba calmarme.


Necesitaba superar a Rune finalmente. Necesitaba…

—Tengo una novia, por cierto. —Alto. Cállate—. Ella es genial. También
pasamos mucho tiempo juntos.

¿Qué? ¿Ahora estaba mintiendo? De seguro no pasábamos tiempo


juntos. De hecho ahora que lo pensaba, solo nos habíamos encontrado de
noche. Y siempre en su casa. ¿Habíamos salido alguna vez en una cita?
Además, no necesitaba un título universitario para decirle que ya
habíamos terminado. Aparté esos pensamientos.

—Sí. El amor es genial, ¿no? —¿Qué?

Rune sonrió y me concentré en determinar si era real o falsa. Pensé que


probablemente era falsa, pero tal vez solo lo estaba proyectando. Por
supuesto que lo estaba proyectando. Esta chica Libby lo conocía. Perra,
perra, perra, perra.

—Bueno —dijo, y luego dudó—, eso es… genial.

La forma en que lo terminó hizo que sonara como una pregunta: eso
es… ¿genial? Por lo que asentí y le dije cómo nos conocimos.

—Ella me vio en la cafetería de la escuela, nuestros ojos se encontraron


y hubo una extraña conexión mágica, ¿sabes? —De hecho, una amiga de
ella con la que salí por unas semanas me señaló, Teresa siguió su dedo,
encontró mi mirada y me guiñó un ojo—. Luego empezamos a caminar
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hacia el otro como imanes y almorzamos juntos. Hemos estado juntos


desde entonces. —Ella me había hecho señas, le sonrió a su amiga e hizo
un espacio para mí. Me gustó que me notara, por lo que me senté y en
cinco minutos su mano subió a mi muslo. Y hemos estado follando desde
entonces. Bueno, como sea, estaba bastante cerca de la verdad. Al menos
eso me hizo sentir un poco mejor.
Rune estudió mi rostro como intentando adivinar mis pensamientos. No
creía que fuera a ser capaz de descifrarlos. ¿Cómo podría cuando yo
mismo no podía? Sentí que estaba frunciendo el ceño en mi interior.

—¿Y tú y Libby, uh? Esperemos que ella no se enferme. —Oh, golpe


bajo. Mierda, necesitaba salir de ahí.

Rune habló antes de poder crear una excusa para irme.

—Sé que no era… es muy… bueno, ético, pero… y supongo que


realmente no tengo una excusa, solo necesitaba contacto. Necesitaba
hablar, ni siquiera hablar realmente, necesitaba ser visto. En ese momento
me sentía más que invisible, sentía como que no existía. Desde que
descubrí que ella se enferma luego de media hora conmigo, nunca la he
dejado quedarse más de eso.

Recordé cuando la seguí. Era verdad. Ella no se había quedado más de


media hora.

—¿Ella sabe sobre ti, lo que eres realmente?

Rune asintió.

—De hecho lo adivinó, y no mentí. Le dije todo.

—¿Incluso tu pasado? —Entonces él le contó la verdad a Libby. Tal vez


nunca tuvimos algo especial después de todo. Todo había estado en mi
cabeza. Qué patético perdedor era. Pensando que realmente podía
gustarle, que le importaba.

Deseé que la banca se estirara para poder al menos apartarme de él. Su


lado tocando el mío era sofocante. Aun así, en lugar de levantarme y
alejarme, soporté el dolor. ¿Por qué? Porque simplemente soy así de
estúpido.

—Le dije todo, incluido tú. Necesitaba hacer bien las cosas esta vez. No
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podía arruinarlo una tercera vez.

—¿Entonces por qué me mentiste a mí? El día que te seguí a casa, ¿por
qué me dijiste que te habías aburrido de mí? ¿Por qué dijiste algo como
eso?
—Yo… entré en pánico. No había esperado verte y realmente pensé que
te había enfermado. Quería que te quedaras lejos de mí, sabes, para que
no volvieras a enfermar.

—¿No creías que también merecía una media hora? ¿Una explicación?

Los ojos de Rune se humedecieron, pero contuvo las lágrimas.

—Tenía miedo. El Scott que recordaba… bueno, temía que no te


importara si te hacía enfermar. Que querrías volver a ser amigos. —Hizo
una pausa—. En secreto lo he esperado por años, pero sé que está mal y
es injusto, y estaba orgulloso de mí por dejarte ir cuando lo tuve que
hacer… Pero ver tu rostro herido… me sentí enfermo de eso.

Estudié mis dedos. Tenía razón. Ese Scott habría arriesgado todo para
estar con él. Si él no se hubiese alejado de mí una segunda vez, yo también
lo habría hecho. Había estado listo para perdonarlo por años, y luego en el
momento que le tomó darme la espalda en el restaurante eso cambió. Una
ira que había estado reprimiendo con excusas en su beneficio avanzó y
solo menguó marginalmente.

Lo que me estaba confundiendo era cómo podía sentir lástima por él y


extrañarlo al mismo tiempo. Una gran parte de mí quería perdonarlo… lo
perdonaba. ¿A dónde se había ido mi resolución de superarlo? Solo
levántate y vete. Perdónalo, pero di que es mejor no volverse a ver.

Luché para ponerme de pie.

—Rune. Quiero que sepas que yo… creo que solo querías lo mejor. Y
una parte de mí te agradece que pienses en mi seguridad. Por intentar
hacer lo que es correcto. —Respiré para romper cualquier rastro del
vínculo que quedaba entre nosotros—. Pero…

No pude decir más porque Rune se levantó y me abrazó, presionándome


con mucho fuerza contra su cuerpo. Él metió su cabeza a un lado de mi
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cuello.

—Gracias. Muchas gracias.

¿Por qué tenía que abrazarme? Estar tan cerca de él me bañó de viejos
recuerdos. Me recordó cuánto extrañaba su toque, cuanto había soñado
con sus abrazos. La sensación era tan intensa que quería gritar. Que se
joda. De la nada las lágrimas salieron, gruesas y rápidas, y Rune me
abrazó con más fuerza como si intentara exprimirlas todas.
¿Cómo podía superar esto? No podía.

Mierda, pero lo haría.

Levanté mis brazos en un intento de apartarlo, pero como si actuaran


por cuenta propia, estos rodearon su cintura.

Luego con un gruñido, me aparté. Sequé mis lágrimas con el dorso de


mi mano. Rune encontró un pañuelo y me lo dio.

—Tus ojos se ven realmente brillantes luego de que lloras. —Él sonrió—.
Deberías hacerlo más a menudo.

Lo empuje. Quería sonreír, reír, continuar con mi vida con él en ella.

—¡Ven conmigo! —Rune tomó mi muñeca y tiró de mí hacía unas


estrechas escaleras. Bajamos hasta llegar al lado del escenario. Un bufón
cantaba un ridículo poema.

—¡Alto! —gritó una mujer frente al escenario—. No, de nuevo. Esto no se


ve bien. Quiero que lo intentes con la bufanda de oso.

La reina frunció el ceño y se giró a la cocinera.

—¿Dónde demonios está la bufanda de oso?

Rune rió.

—Sí, más o menos en estos momentos soy de utilidad.

—Probablemente deberíamos salir del camino —dije, señalando a la


cocinera acercándose a nosotros. Retrocedí hacia las sombras y volví a
subir las escaleras, pero mi pie se torció y me tropecé. Un perchero se
inclinó, pero Rune lo tomó antes de que cayera al suelo.

—Shh, no te muevas, ¿bien? —dijo Rune, agachándose a mi lado.

El cocinero se acercó a nosotros, y me preparé para ser echado del


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teatro. Al menos esa sería mi excusa para irme, ¿cierto? Ella se estiró
hacia el perchero y apartó las chaquetas.

—Maldita bufanda de oso, tiene que estar aquí.

Chaquetas cayeron sobre mí. Intenté apartarlas, pero Rune tomó mi


mano y la sostuvo con fuerza. Descansó un dedo sobre mis labios y
nuestras miradas se encontraron. Mi estómago se hundió hasta mi
entrepierna mientras lo escalofríos y la sangre llegaban, endureciéndome.

Mientras más chaquetas y bufandas nos cubrían, respiré el aroma de


Rune. ¿Cómo podía no hacerlo cuando estaba a un par de centímetros de
mí? Recuerdos de la granja me llenaron, ese deseo de tocarlo me
sobrecogió. Esta intensidad, solo sentado ahí tan cerca de él era más
emocionante que lo que había hecho con las chicas. Su mejilla se arrugó
en una sonrisa. Cerré mis ojos. Me gustan los chicos, siempre lo he sabido.
¿Cuándo haré algo sobre eso? Los volví a abrir, tenía un final con Rune. Es
hora de continuar.

—No está aquí —gritó la cocinera y volvió al escenario.

Rune nos quitó las capas de ropa. Su mano acarició mi muslo, y


contuve la respiración y evité su mirada.

—Entonces, ¿qué fue eso? —grazné.

—Bueno, nuca antes había hecho eso. No sabía si el aura también te


haría invisible.

Miré alrededor como si fuese a ver algo brillando, pero no había nada.

—¿Aún está alrededor de mí?

—Sí, pero la quitaré.

No tenía idea de qué me poseyó, pero estiré la mano y tomé su brazo.

—No, solo déjala un rato. Yo… —¿Yo qué?—. Quiero… —Solo suéltalo,
supéralo, es hora de irse—… nada. Tengo que irme.

Rune miró hacia mi mano en su brazo. La aparté y me levanté. Dándole


la espalda, subí las escaleras y encontré la ruta hacia el exterior. Las
suaves pisadas de Rune copiaron las mías. Cuando volvimos a mi auto,
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nos quedamos al lado del otro incómodamente. Ambos parecíamos


inseguros de cómo proceder. Decidí que solo tocaría su brazo ligeramente
como despedida… una verdadera despedida, pero cuando lo hice, Rune
rodeó mi cintura, casi levantándome del suelo.

—Muchas gracias por todo, Scott. Veámonos de nuevo. Algún momento


pronto, ¿sí? —Pasó sus dedos sobre mi espalda ligeramente antes de
soltarme, y sentí mi cuerpo responder. Salté.
—Rune, mira, aunque acepto lo que pasó entre nosotros. Aunque te
perdono, creo que es mejor que no nos volvamos a ver. —Las palabras
salieron a la carrera. El alivio llenó su lugar, dejándome seguro de que
estaba haciendo lo correcto. Sonreí, era tanto una disculpa como un
agradecimiento. Una disculpa por cómo se dieron las cosas, pero un
agradecimiento por darme el cierra que necesitaba para continuar.

El rostro de Rune palideció. Sus cejas se juntaron mientras sacudía la


cabeza.

—No, Scott, no…

La angustia en su tono envió escalofríos por mi cuerpo. Me aparté,


luchando con las llaves para abrir la puerta del carro.

—Por favor. Solo… cuídate.

—Cuidarme —repitió Rune, tomando mi puerta mientras yo me subía.


Sus ojos brillaban. Necesito salir de aquí—. No lo…

Cerré la puerta a sus palabras y encendí el motor. Salí del


estacionamiento. No mires hacia atrás. Pero no pude evitarlo. En el espejo
retrovisor se veía a Rune sentado en la acera viéndome alejarme.

Pero sí hice lo mejor, ¿cierto?

¿Cierto?
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Traducido por Michelita

Corregido por Bibliotecaria70

Scott
Desperté de sueños infestados de Rune; salté de la cama hacia el baño.
¡Mierda! Las siete. Solo tenía una hora para cruzar la ciudad. Volando
hacia la cocina, tomé la caja de cereales, llené una taza y la ahogué en
leche. Cuando iba a la mitad la puerta se abrió y mamá entró con una
bolsa de papel llena de vegetales.

Canturreando hizo su camino hacia mí y colocó las compras en la mesa.

—El mercado estaba muy lleno hoy.

Wow. Está feliz. Vamos a por ello.

—Eso es estupendo. —Comí algo más de cereales, deteniéndome cuando


mamá sacó un manojo de espárragos. ¿Cuándo terminaría la bendita
temporada? Dejé caer la cuchara en el tazón, salpicando de leche la mesa
y lo empujé lejos.

—Cielos —dijo mamá—, no compré harina.

Me levanté.

—Bueno, regresa allí y compra un poco.

—No, ya la habrán vendido toda. Tienes que llegar muy temprano para
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eso. —Mamá suspiró, tomó el trapo de la cocina y limpió la leche


derramada. Pasada tras pasada se movía su mano, los nudillos de sus
manos blancos de la presión que hacía sobre el mármol.

Le detuve la mano y dije lo primero que me vino a la mente, casi como


una disculpa, no excusa:
—Ah, voy de salida hacia la ciudad en dos minutos, tal vez te podría
dejar en la tienda. —Escuché la respuesta resonando en mis oídos antes
que la dijera.

Miró afuera por la ventana hacia el garaje, se estremeció.

—¡No!

Reprimí un gruñido. Lo sabía. Raramente subía a un auto últimamente.

Le quité el trapo de debajo de su mano y lo lancé al lavabo.

—Estaré fuera todo el día. ¿Crees que puedas arreglarme los pantalones
de trabajar?

Con un pequeño ceño ignoró mi pregunta:

—Es domingo Scott. Quiero que estés en casa para la cena. Es un


momento familiar.

Mis hombros cayeron y me froté la sien. Tomé una inspiración profunda.

—Estaré en casa a las nueve.

Ajusté la mochila en mi hombro. Con dos cámaras, lentes extras y el


trípode estaba más pesada de lo normal. Me aferré a la cinta mientras
comenzaba la presentación. Los nervios hacían rally en mi estómago. Era
una gran oportunidad de que mi trabajo fuera visto, analizado. Pagaría por
una crítica favorecedora también.
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—Bienvenidos al Fotomatón anual. Ciento cincuenta y tres fotógrafos,


aspirantes y establecidos, integran esta edición. A las ocho en punto la
competencia comenzará oficialmente. Ahora, apuesto que están ansiosos
por conocer los temas de este año.

El anciano en el podio dio una media sonrisa y sacudió un sobre blanco.

—Bien, veamos. ¿Vamos? —Sacó dos tarjetas rojas. Se detuvo frente al


micrófono para sumar suspenso.
—Muy bien, este año deben consignar seis tomas del tema de la Vida. —
Un par de concursantes hicieron exclamaciones de emoción, la sonrisa del
hombre creció—. Y otras seis tomas que reflejen el Amor. —Más
exclamaciones—. Los temas están abiertos a interpretación. Tienen
exactamente doce horas para hacer las tomas y entregar la tarjeta de
memoria con las doce tomas de su elección a los jueces aquí. Las puertas
se cerrarán a las ocho en punto. No se aceptaran entregas demoradas.

Revisé la audiencia, la mayoría estaría trabajando solo, pero algunos


hicieron parejas. Absorbiendo la atmósfera de emoción, intenté
concentrarme en el presentador ahora delimitando las reglas.

La campanilla de la iglesia sonó cuando la puerta se abrió. Los


competidores salieron, derramándose por el jardín verde al frente y
abandonando el terreno en distintas direcciones. Me detuve en la vereda,
con la vista al frente sin ver nada. Vida y Amor.

Bueno, la vida puede ser sencilla, pero am…

—Oye.

Me congelé, no por las palabras, sino por la voz. Mi mirada fue hasta
Rune, detenido en la vía de piedra a la entrada. La luz de la mañana lo
enmarcaba con un brillo dorado. Inhalé.

—¿Qué estás… haciendo aquí?

Un participante me frunció el ceño antes de encogerse de hombros y


describir un arco más amplio lejos de mí. Rune sonrió y saltó hasta la
vereda aterrizando junto a mí. Hmm, sin mochila hoy.

—Estoy aquí para ganarme tu amistad. —Soltó una brillante sonrisa,


pero flaqueó cuando encontró mi mirada. Un suspiro se escapó de él, el
sonido era como una línea arrastrándome. Atrapado, dejé que sus
palabras tiraran de mí.
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—Mira —murmuró, mientras un grupo de personas pasaba junto a


nosotros—. Vi el folleto de este evento en tu Jeep. No me agrada cómo
quedaron las cosas entre nosotros anoche. No tuve oportunidad de decir
mi parte. Debía venir. —Se movió fuera del camino. Dudé, no porque no
quisiera ir, más bien por el alivio que sentí al verlo. Halándome hacia él.
Sacudí la cabeza, desvaneciendo la idea.
—Quiero que seamos amigos de nuevo, al menos intentarlo. Dame un
día contigo, si al final no ves que funcione te dejo en paz. Pero por favor,
dame la oportunidad.

—Sí —dije sin dudarlo, sin un momento de reflexión. Maldito instinto.


Maravilloso instinto. Rune se enderezó, sorprendido.

—Bien, ah, bueno. ¿Qué te parece el día de hoy?

Me quité la mochila, asegurándome que nadie miraba y la coloqué en


sus brazos.

—Sostén esto, puedes ser mi asistente.

Vida. Un bebé llorando. Un helecho en brote. La vida de una fiesta.

Dos horas y media después de iniciado el Fotomatón estaba


esperanzado, tenía tres fotos prometedoras. Rune, un asistente diligente,
se mantuvo callado la mayor parte del tiempo, pasándome las cosas que
necesitaba. Hablamos poco, evitamos el contacto, solo cuando no lo veía
me miraba fijamente. Y a través de las lentes de mi cámara conseguía la
excusa para mirar atrás. ¿Podremos de verdad desenterrar la conexión que
nos unía?

Vagamos por la ciudad, hice tomas de bares, clubes (colillas de


cigarrillo, condones usados, botellas vacías): la vida nocturna.

A mediodía el sudor empapaba mi camiseta. Me sequé las cejas con el


dorso de la mano. Desearía haber usado bermudas. Rune me pasó una
botella con agua.

—Bebe. El día va a ser uno de esos de pronóstico.

—Gracias. —La tomé y me bebí la mitad. Mirando a los turistas llenar


las aceras.
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—¿Crees que pueda pasar usando solo bóxers?

Rune rió.

—Seguro, en la playa.

Tapé la botella y se la pasé.

—Joder, siento que me estoy derritiendo.


Una familia, todos usando gorras amarillas, avanzaron hacia nosotros.
Rune se acercó más a mí contra la puerta de un bar cerrado, dándoles
espacio para pasar. Su brazo rozó al mío. A pesar del calor, mi piel se
erizó. Sonriendo, Rune pasó una mano por la pierna de mi pantalón.

—Quítatelos Scott, estás acalorado. —¿Esa fue una chispa en su


mirada? No, estoy proyectando. Revisó su reloj—. Y todavía tenemos otras
ocho horas por delante.

Señalé a una pequeña niña corriendo tras su madre.

—Sí, no creo que esa sea una gran idea.

Él sacudió la cabeza, los rayos del sol sacando destellos rojos y dorados
de su cabello.

—Nadie tiene que verte.

Me estremecí. La misma curiosidad de anoche me emocionó.

—¿Extendiste tu aura alrededor de mí de nuevo? —¿Podré saber lo que


se siente andar en sus zapatos?

—No puedo permitir que desfallezcas por un golpe de calor. Vamos,


tomemos esas fotografías.

De acuerdo. Me deshice de mi camiseta y me detuve.

—¿Ya está alrededor de mí? —No es que me preocupe mucho la


modestia, la decencia, sin embargo…

Asintió, una pequeña sonrisa en un lado de su boca mientras me


miraba quitarme los pantalones.

—¿Qué es lo gracioso? —pregunté.

—Nada.
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—Dilo.

—Es solo que el Scott que conocí nunca se desvestiría así. Solías ser tan
tímido desvistiéndote conmigo.

Lancé la ropa sobre la mochila, rehusando mirarlo.

—Ya no soy el Scott que conociste.


El espacio se llenó de silencio. Pesado por las palabras no dichas.

—Eso me entristece, Scott.

—¿Te entristece?

—Triste y arrepentido.

Seguimos caminando. La brisa en mi piel era refrescante. Miré a mi


cuerpo casi desnudo. ¿Desearía que me importara? ¿Desearía estar más
cerca del chico que solía ser? No. Tal vez. Todo el condenado tiempo.

Salté fuera del camino de un corredor, chocando con Rune que puso
una mano firme en mi codo, sus dedos rozando mi cuerpo.

—Bienvenido a mi mundo.

A pesar de la sonrisa en el rostro de Rune las palabras calaron hondo.


El semáforo cambió a verde y avanzamos. Una madre me golpeó mientras
cruzaba la calle. Frunció el ceño y levantó a su hijo sobre su cadera.

La vida de Rune: sin disculpas.

Me detuve fuera de la estación del metro. Perfecto. Coloqué la cámara,


hice algunas tomas a unas palabras escritas por el barandal de las
escaleras: “La vida apesta más de lo que tú nunca podrás. Pero siéntete
libre de probar que estoy equivocado…” Grotesco. Me encanta. Sin
embargo, mantuve la identificación de la estación fuera de la mayoría de
las tomas.

Rune se fijó en un perro escapado que corría por la calle. Mientras


pasaba Rune tomó su correa rota.

—¿A dónde crees que vas, señor? —dijo en voz baja y se agachó para
acariciar la oreja del perro.
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Sus dedos finos pasaron por la piel del animal. ¿Cómo se sentirán en mi
cabello? Levanté la cámara, como si pudiese ocultar el pensamiento detrás
de ella. No tuve tanta suerte.

Rune revisó la chapa en el collar del perro.

—Sawdust. Bueno Sawdust, vamos a amarrarte a este poste aquí, ¿sí?


—Hizo un nudo firme y frotó la cabeza de Sawdust.
—Ahora quédate tranquilo, ¿de acuerdo? —El perro lloriqueó y Rune
sonrió—. No te preocupes, un perrito tan lindo como tú será encontrado
pronto.

Hice algunas tomas del perro. La vida de un perro. Aunque mucho más
interesante debía ser la vida de Rune. Solo verlo conversar con el perro;
¿cuánto de su vida había pasado hablando con animales? Inspiré
pesadamente. Ahora entiendo por qué necesitaba a Libby. Por qué tomaba
esos riesgos a veces. Tragué grueso viendo el cariño que dirigió Rune al
perro. No es solo que no había disculpas en su vida, tampoco había
agradecimientos. Demasiado triste.

Rune le dio algunas palmaditas más y se levantó. Antes de que sus


grandes ojos cafés pudieran llegar a los míos me adelanté unos pasos,
todavía cerca para seguir dentro de su aura.

—¿Estás bien, Scott? —Su aliento cosquilleaba en mi cuello. Y salí


disparado—. ¿Scott?

—Hmm, bien. Solo preocupado por las próximas tomas. —Lo cual era
cierto. Bajé la marcha para ponernos lado a lado de nuevo.

Aunque todavía me negaba a mirarle el rostro. Demasiado triste.


Demasiado hermoso.

—Y tengo hambre.

—De acuerdo, paremos para buscar algo de comer. —Metió las manos
en los bolsillos de sus pantaloncillos y contó algunos billetes de un dólar—
. Tengo siete dólares. ¿Podemos compartir un emparedado?

Apreté los dientes contra un resoplido. Cuán injusto era el mundo con
Rune. Cuán considerado por querer gastar lo poco que tenía en nosotros.
Él merecía mucho más. Me aclaré la garganta.
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—No estamos muy lejos de donde trabajo. Podemos pedir algo de comer
allí.

Miró a los billetes en su mano y frunció el ceño. Desearía quitárselos y


volver a guardarlos en sus bolsillos, junto a unos pocos más.

—Me refiero a que puedo conseguir un gran descuento, queda


prácticamente gratis. —Y lo cobran de mi próximo pago—. Además, no
tenemos mucho tiempo y estar en buenos términos con el chef tiene sus
ventajas.

Rune asintió.

—De acuerdo. Bueno, comida, como sea que venga es algo bueno.

En diez minutos llegamos al Carlos Signia. Llevé a Rune en dirección a


los baños.

—De acuerdo, pásame mis pantalones.

Dudó, sus labios hicieron una mueca, como si estuviese conteniendo un


comentario, pero se mordió el labio y me pasó mi ropa.

Tomé mi camiseta y arrugué la nariz.

—Asegurémonos de sentarnos afuera, esto apesta.

Rune rió.

—Lo sé, lo estuve cargando todo el rato.

Lo golpeé con la camiseta, haciendo que riera más fuerte.

Ese sonido. Cuánto me gustaba y me relajaba escucharlo de nuevo.

Volvimos al área del comedor y le pedí al chef que nos preparara algo de
pasta boloñesa. Tomé un cubierto extra y esperamos en la terraza.

Toby, el monopolizador de mesas, se movió hacia nosotros, o hacia mí, y


colocó una cesta con pan en la mesa. Revisó la desierta área del comedor,
tiró de una silla y se sentó.

Rune ya estaba ocupado con la pasta, utilizando mi cuchara estaba


comiendo la pasta apropiadamente. Sonreí por ello.

Toby se inclinó, jugando con la blonda del centro de la mesa. Soltó la


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blonda y se reclinó en la silla.

—Normalmente no hablamos mucho en el trabajo.

Lo miré. ¿Qué es lo que quiere?

—Bueno, es comprensible, tú monopolizas la terraza —dije con una


media sonrisa—. Estás muy ocupado para charlar de menudencias.
Sonrió. Pude ver lo que veía Ollie en él. Facciones esculpidas, pómulos
altos, piel color café, suave y sin marcas, y ojos almendrados del color del
sirope de caramelo.

—Ouch. Lo confieso, he sido algo egoísta. Trabajaré en ello.

Levanté una ceja.

—Tal vez el próximo martes, a las siete de la tarde.

El cubierto de Rune se detuvo a medio camino. Me miró, luego a Toby y


luego de vuelta a mí, un ligero ceño se formó en su frente.

Pasando unos ojos escrutadores sobre mí, Toby se levantó. Oh, oh, a
Ollie no le va a gustar esto. A mí por otro lado… bueno necesitaba seguir
adelante y aceptar las cosas eventualmente. Y él era realmente lindo.
Aunque no tanto como Rune.

—Eso haré —dijo Toby, en tono bajo y pasó junto a mí, cerca, su brazo
rozando el mío.

En cuanto salió del alcance del oído me giré a mirar a Rune y dije
calladamente, tratando de no mover mucho los labios:

—¿Qué hay con las miraditas?

Dejó caer los cubiertos en el plato.

—Nada.

—Nada mis cojones.

Se encogió de hombros.

—Apesta no poder ser capaz de decir nada.

—¿Y qué querías decir?


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—Nada.

Recogí mi cubierto y lo hundí en la pasta. Algo burbujeaba bajo la


superficie de la discusión, pero Rune miró a otro lado y lo deje así.

Después de comer, caminamos hacia el parque. Mis pasos se


ralentizaron cuanto más nos acercábamos.

—Demonios, no sé qué tomas hacer para reflejar el próximo tema.


Amor. ¿Besos? ¿Sexo? ¿Votos de amor eterno? Pero todo parecía tan
común. Miré a Rune, tal vez tuviera una idea.

—Tú y Libby han estado juntos por años, ¿tienes alguna idea?

Se detuvo.

—Uh, Libby y yo no estamos juntos. Solo somos amigos. —Cerró los ojos
y me dio una sonrisa triste—. Pero he observado a mucha gente. Tengo
algunas ideas de lo que es el amor.

—¿Amigos? Creí que ustedes… —Él dijo que quería lo que otros chicos
de su edad tenían. ¿No se refería a sexo?—. Y, me refiero, le contaste todo
sobre ti. Pensé que era especial para ti.

—Ella es especial, pero no de una manera romántica. No me… —Se frotó


el dorso de la mano en la nariz, apagando sus palabras—, atrae de esa
manera.

Solo lo miré, incapaz de pensar, mucho menos de responder.

Debía lucir como un tonto, congelado con la boca medio abierta, en


medio de la acera. No me importaba. Me sentía como en la cuerda floja. Un
sentimiento de excitación mezclada con precaución me recorrió. ¿A qué se
refería exactamente?

—¿Alguna vez has tenido una relación romántica?

Rune se movió fuera del camino de un chico en patineta, rompiendo el


contacto visual entre los dos. En voz baja, apenas audible, dijo:

—No.

—Hmm.

—¿Sorprendido? No lo estés, es suficientemente difícil ser invisible y


tratar de tener alguna clase de relación con cualquier persona. Una
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relación gay puede ser mucho más difícil. —Siguió adelante, pateando la
tapa de una botella.

Troté hacia él.

—Oye. —Toqué su hombro. La dejé reposar allí.

—Scott. Demonios. No quería reaccionar así. Lo siento. Es solo que…


Nada.
Quité mi mano de él.

—Detén esto, Rune, esta necedad de “Nada”. Si de verdad quieres ser mi


amigo PRUÉBALO. Al menos comienza con ser honesto.

Me tomó del brazo y me arrastró hasta un callejón desierto.

Finalmente habló en un volumen normal, tal vez un poco más alto que
eso. Bueno, sí, definitivamente más alto.

—Te voy a dar honestidad. Nunca te olvidé, ni un día desde que me fui.
Cada pocas semanas volvía a la granja, como un bendito acosador con
binoculares a mirarte, al menos a la distancia. Es por eso que me establecí
en la ciudad para empezar, para poder visitarte más fácilmente. Nunca
supe lo que te había sucedido. Solo te veía ocasionalmente por la ventana
de tu habitación o cuando sacabas a Skimpy a pasear. —Suspiró—.
Entonces volví un día y te habías ido. Otra persona vivía en tu habitación.
Lloré cada día por meses. Te perdí, Scott. —Me dijo de nuevo lo que sintió
al verme de nuevo, cuán perplejo estaba cuando supo lo que me había
sucedido. Cuánto deseaba no volver a perderme ahora que nos habíamos
reencontrado—. Pero me confundes, Scott. ¿Esa mirada que te di en el
almuerzo hace poco? Honestamente, fue una mezcla de celos y confusión.
Pensé que estabas enamorado de una chica, fue lo que me dijiste anoche,
aun así flirteaste con el camarero y…

—Mentí —dije, dos quietas silabas que en un momento de desconcierto


hicieron a Rune detenerse en seco.

—¿Qué?

—No estoy en una relación. Nada de lo que comienzo realmente


funciona.

Rune pasó una mano por su barbilla.


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—Y, umh, ¿eres… bi?

Sacudí la cabeza.

—No, bueno, encuentro a los chicos más atractivos. —Pienso en chicos


cuando estoy con chicas.

Dejó salir un resoplido. Aparentemente aliviado. Luego dijo rápidamente:

—¿Y entonces qué hay de la chica?


—Teresa, y las otras, yo… —No podía llegar a nada con ningún chico
porque cada vez que pensaba en ello solo pensaba en ti. Era muy
doloroso—. Ugh… —¿Nada? ¿Cuán hipócrita sería que dijera eso? Mierda.
Me encogí de hombros—. Era más fácil. Escapismo tal vez.

Un breve silencio se estableció entre nosotros, roto por un indigente que


entró arrastrando los pies al callejón. Volvimos a la calle, Rune tomó mi
mano y la apretó.

—Estoy haciendo un terrible trabajo convenciéndote de que le des una


oportunidad a esta amistad. Lo siento. Anoche no dormí bien, recuerdos
de nosotros en la granja siguen persiguiéndome. Re… recuerdo cuando
estábamos en tu cuarto, me pediste que dejara mi mochila el día que fui al
pueblo. Nunca entendí por qué estabas tan empeñado en ello. Pero ahora
creo que lo entiendo. Llevarla siempre conmigo significaba que podía irme
en cualquier momento, como hice eventualmente. —Inclinó la cabeza y
soltó mi mano—. Es por ello que no traje una hoy. Quiero que sepas que
nunca te volveré a dejar de esa manera.

La verdad, la calidez y la sinceridad de sus palabras enviaron un


maravilloso estremecimiento en mí. De repente me sentí tímido. No sabía
cómo responder. Quería decir más de lo que dije, pero no sabía qué.

—Gracias.

Me aclaré la garganta.

—Demonios. Mejor terminamos las tomas. Entonces, ¿dijiste que tenías


algunas ideas? Dímelas, veré que puedo hacer.

Por las próximas cinco horas, Rune y yo revisamos la ciudad en busca


de las tomas. Me dio su idea de lo que podía ser el amor y juntos logramos
concebir la toma que lo reflejara. Podía ser la calidez: un chocolate
caliente. La dulzura, satisfacción, calidez. Podía ser solitario y no
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respondido: una mujer colocando flores en una tumba. Podía ser


maravilloso y cubrirte: una pareja mayor abrazándose. Podía ser un nuevo
comienzo: un decreto municipal para proteger un parque local.

En cuanto Rune dijo la quinta cosa que él pensaba que era el amor me
detuve.

—Bueno, eso no suena realmente a amor.

Rune cerró los ojos.


—Ah, pero lo puede ser.

Pasamos otro callejón oscuro. El amor puede ser un callejón sin salida.
Coloqué el trípode y la cámara.

Rune se recostó contra una pared negra a un lado.

—¿Por qué tiene que ser oscuro? ¿No refleja eso el fracaso del amor?

Rune miró al callejón.

—Solo porque no tiene salida no quiere decir que no haya sido


maravilloso mientras duró. Puede ser algo que atesorar. —Su mirada bajó
hasta sus manos—. Un recuerdo para iluminar la oscuridad de los años
por venir.

Me detuve en el disparador. ¿Estaba hablando de nosotros? ¿Esto había


sido sobre nosotros todo el rato? Por supuesto que sí. Dios, ¿cómo fui tan
estúpido? Cerré los ojos y levanté el dedo. Sin mirar a Rune, sin decir una
palabra, recogí todo.

Fuera de una tienda de antigüedades descansaba un viejo baúl de


madera. Como el que tenía Rune para guardar sus mantas. Con ojos
húmedos hice algunas tomas, pero ninguna salió como la quería porque
no estaba tomando la adecuada.

Manteniendo mi voz firme y la expresión lo más seria posible le pregunté


qué otra cosa opinaba que podía ser el amor. Se colocó el bolso al hombro
y señaló un banco en el parque al otro lado de la calle.

—¿Podemos sentarnos un momento?

Al llegar al banco nos desplomamos los dos. Rune miró el reloj.

—Tenemos una hora para hacer esa última toma.


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—Sí, y seleccionar las doce definitivas y entregarlas.

Rune se puso de pie. Lo tomé del brazo, sorprendido con mi reacción y


lo halé de nuevo a mi lado.

—Tomémonos cinco minutos. Dime la siguiente y veré cómo recrearla.

—De acuerdo. —Se detuvo, sonrió. Una mirada ensoñadora nubló su


mirada—. Puede ser sorpresivo, mágico, increíble.
Como tú.

Me giré en su dirección, para estudiar su perfil. Muy pocas personas


habían tenido la oportunidad de hacer eso. Yo era el único capaz de
mirarlo por horas. Podía dibujar cada contorno de su rostro en mi mente.

Las personas pasaban con perros, corriendo, riendo con amigos.


Algunos me veían, reconocían a alguien sentado en un banco del parque.
Pero nadie miraba a Rune. Ver su rostro fuerte, ojos café oscuro, expresión
pensativa. Nunca lo verían reír o llorar o fruncir el ceño. O simplemente
estar sentado. Nunca pensé lo que una sencilla mirada significaría. Cuánto
podía definir.

Me estremecí. Me sentí mal por Rune. Ahora era mi turno de sentirme


triste. Triste y arrepentido.

Con mente propia, mis manos quitaron el protector de la lente de la


cámara. Me levanté del banco y crucé un pequeño parche de terreno
opuesto a Rune. Él inclinó la cabeza, sin entender. Levanté una mano
cuando intentó levantarse.

Miré por la cámara hacia él e hice algunas tomas. Revisé la pantalla


para ver el resultado. Una brillante luz blanca en medio del banco. Mi
mente bulló con ideas. Sorpresivo. Mágico. Increíble. Rune.

Moviéndome por el césped le indiqué que me siguiera. Me detuve en la


fuente. El área, rodeada de árboles, enviaba sombras oscuras sobre el
agua.

—¿Podrías pararte en medio de la fuente por favor?

Rune respondió colocando la mochila delicadamente en el suelo y


quitándose los zapatos.

Encontré su mirada cálida. Gracias.


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Una sonrisa estrechó sus mejillas, decía: De nada. Es lo que hacen los
amigos, ¿no?

La calidez me inundó. Quería abrazarlo.

Claro.

Me costó tres tomas conseguir lo que quería. Una luz donde no debería
haber ninguna.
Rune salió de la fuente y se sentó junto a mí.

—Las tomas salieron grandiosas —dije.

—No suenas feliz al respecto.

—No, es solo que… —Lo miré—. Desearía poder hacer una toma
apropiada. De ti. No de tu invisibilidad.

Rune sonrió y revisó el área.

—Rápido, haz otra toma.

—¿Qué?

—Solo hazlo.

Levanté la cámara y la coloqué en el ángulo exacto. Él rió.

—Vamos, tómala.

Pulsé el disparador e inmediatamente revisé la pantalla. Rune. Cabello


castaño. Ojos de un marrón más oscuro. Riendo. Lo miré y antes que
pudiese decir algo replicó:

—¿Funcionó? Absorbí toda mi aura, lo que hago cuando quiero que


otras personas me vean. ¿Salió bien?

Asentí.

—Wow. ¿Nunca habías hecho esto antes?

Sacudió su cabeza.

—Nadie en el mundo tiene una fotografía de mí. Excepto, ahora, tú. —Se
acercó a mi oreja y dijo—: Me gusta mucho esa idea.

—Yo… —A mí también—. Gracias.


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Rune mordió su labio, aún sonriendo, y miró su reloj.

—Mejor nos damos prisa si quieres llegar antes de la hora límite.

Levanté mi cámara y rápidamente comencé a hacer el proceso de


selección. Cuando me debatí entre dos tomas, las dejé, quería que Rune
tomara la decisión. Lo hizo con tal ceremonia, haciendo su mejor esfuerzo
por usar un ojo crítico. Revisándolas cuidadosamente, absorbiéndolas y
dando su opinión honesta.

Lo vi mirando la selección final. Froté las palmas de mis manos en mis


pantalones, esperando su respuesta. Nunca tuve a nadie que mirara
realmente mi trabajo. Nunca he tenido a nadie que quisiera ayudarme.

Rune me devolvió la cámara y murmuró porque algunas personas


estaban pasando:

—Son muy emotivas. Realmente tienes un don. —Se detuvo y me miró a


los ojos—. Me gusta la manera en que ves las cosas.

Después de entregar la tarjeta de memoria, unos buenos cinco minutos


antes de la hora límite, Rune caminó de vuelta a mi Jeep. Mientras
estuvimos gran parte del día en silencio, ahora era el otro extremo. Pero
era solo que estaba tan emocionado por haber culminado el Fotomatón.
No, era más que eso. Miré a Rune colocar mi mochila en el asiento trasero,
antes de subirse y abrocharse en el asiento del pasajero. Sí. Más que eso.

—¿Quieres que te lleve a tu casa?

—No.

Encendí el auto.

—Bueno, yo debo volver.

—Bien. Caminaré desde allí. —Sonrió—. Me refiero, es justo que


también sepa dónde vives.
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Cuando llegamos y nos bajamos del auto, tuve la urgencia de pedirle


que entrara. Deseaba que fuese cuatro años antes, él robando comida de
mi plato, haciendo difícil no reír abiertamente a la mesa, tosiendo para
cubrir sus risas. Pero no era ese tiempo, era ahora. Y mamá me estaba
esperando.
Rune rebuscó en el asiento trasero por mi mochila. Cuando caminó a mi
lado su expresión había perdido su brillo. Me pasó mis cosas y la fotografía
de él.

—La encontré en el suelo —miró a otro lado mientras murmuraba—:


Supongo que mejor me voy.

—Rune, Yo… —Mi voz cayó a un susurro— Yo no… Digo, con respecto a
nosotros, no quiero que esto sea un callejón sin salida. —Preferiría que
fuese un nuevo comienzo. Tomé la fotografía y cuidadosamente la coloqué
en un pequeño bolsillo de mi mochila.

Rune dejó salir un pequeño suspiro, sus labios finalmente en una


pequeña sonrisa. Entonces, antes de darme cuenta, me abrazó. La calidez
de su cuerpo contra el mío, cómodo, amigable… y algo más. Antes de que
mi cuerpo reaccionara a su cercanía rápidamente me separé.

—Está bien entonces. Adiós. —Rápidamente me alejé de él y me dirigí a


la casa.

Dentro, mi madre prendía una fila de pequeñas velas, sonriéndome


mientras caminaba hacia el comedor.

—Lo siento. Vengo tard… —me tragué el resto de la frase mientras veía
el tercer plato colocado en la cabecera de la mesa.

—Tienes razón —dijo mamá metiendo la cajetilla de fósforos en su


delantal—. Tu padre aún no ha llegado.

La miré fijamente. A sus labios curvándose cuando dijo tu padre.

El estómago se me revolvió intensamente y luego cayó a mis pies. ¿Qué?


¿Cómo? ¿Por qué? ¡No! Salí pitando de la casa, golpeando la puerta
principal, los sollozos ahogándome. Lancé un golpe a la columna del
porche. Descansé la cabeza en ella y continué golpeándola, el dolor
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punzando en mi brazo.

Tres platos.

Era domingo. Estaba esperando el endemoniado pastel de espárragos,


¿pero tres platos?
Una mano me tomó por el hombro, firmemente separándome del pilar.
Lo miré, sabiendo de antemano que era Rune. No se fue. Gracias por no
irte. Mi voz se quebró.

—Solo sácame de aquí.


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Traducido por lavi y Malu_12

Corregido por Bibliotecaria70

Scott
—Está bien, Scott.

Sus brazos me sostuvieron, una fuerte presión contra mi agitada


espalda mientras sollozaba. Dolía un poco tenerlo sosteniéndome así. No
físicamente, pero porque esta era la segunda vez que me había consolado.
Más de lo que nadie más había hecho en años.

Lo abracé con fuerza contra el dolor, esperando empujarme a través del


abrazo a algo mejor. Más tolerable. Mis lágrimas mojaban su hombro,
oscuras manchas contra la manga de color verde claro. Me sentí arrugado
y sucio en sus brazos, tan repugnante como un pañuelo de papel usado.
Debería desecharme. Quiero decir, quería ser mi amigo, pero ¿qué le
ofrecía?

Tragué el bulto en mi garganta, sintiéndome confundido cuando Rune


deslizó su cuerpo lejos del mío. ¡Regresa! No importaba que aún estuviera
a mi lado, incluso cuando me condujo al Jeep por el codo. No era lo
suficientemente cerca.

Metiendo su mano suavemente en mi bolsillo, Rune sacó las llaves. Su


mano se sintió caliente a través de la tela. Hormigueó. Demasiado pronto,
me metió en el asiento del pasajero. Quería descansar mi cabeza en el
salpicadero, solo que el cinturón no me lo permitía. Rune se metió en la
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parte delantera. Me deslicé más abajo en el asiento, dando patadas a la


bolsa a mis pies y lo miré. Sus ojos se habían ampliado y sus manos se
sacudían ligeramente con las llaves en ellas. ¿Eh?

—¿Sabes cómo conducir?

—Claro. —Me dirigió una sonrisa incómoda—. ¿A dónde quieres ir?

—No me importa. Cualquier lugar que no sea aquí.


Encendió el Jeep y cerré los ojos, apoyando el costado de mi rostro en la
ventana. Un minuto en el camino y el auto se detuvo. La brusquedad tan
repentina me tiró en una posición vertical. La carretera estaba vacía.
Rune, con un tono antinatural de rojo, volvió a encender el auto. Me miró
y alejó su mirada de mí otra vez.

—Dije que podía conducir. No conducir bien.

Esto proporcionó un alivio. Uno pequeño, pero algo, y me reí un poco.

—No, supongo que no fuiste capaz de obtener lecciones. No sé por qué


no pensé adecuadamente.

—Eso está bien. Y me enseñé a mí mismo en estacionamientos vacíos y


así. En cualquier lugar que pudiera detenerme por si llegaba la policía. Así
solo pensarían que el auto había sido dejado allí.

—¿No los hacías invisible también?

—No, un auto entero es un poco grande.

Continuamos de nuevo hacia adelante. Lento. Cinco kilómetros por


hora, muy lento.

—Estaciona allí en el parque infantil —le dije.

Rune asintió y siguió las instrucciones. Parecía aliviado cuando el Jeep


se detuvo por completo. Después de un silencio prolongado, se frotó la
barbilla con su mano y se giró en mi dirección.

—No tienes que decirme lo que pasó, pero estoy aquí para escuchar si
quieres.

Dejé escapar un suspiro cansado.

—Es mamá. —Formulé un par de frases en mi cabeza, algo para explicar


cómo era estar con ella, pero ninguna parecía adecuada. Una tropezó en
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mis pensamientos y solo empecé a decirla en voz alta. Confuso, o no, esto
era lo que era—. Era el deseo de mamá ir a la ciudad, ya sabes. Bueno, eso
no es del todo correcto, ella y papá solían vivir en la ciudad antes de que
estuvieran juntos por primera vez cuando fueron a la escuela.

»Así que cuando nos mudamos, mamá estaba superalegre. No lo entendí


entonces, pero pensándolo ahora, fue el comienzo de su locura. No está
loca como para estar en un hospital o nada. —Al menos, yo no lo creía—.
Ella está solo, no sé. Pienso que realmente pensó que al venir aquí sería
capaz de regresar en el tiempo o algo. Que tal vez papá regresaría. —Solté
un bufido, pero terminó sonando como un lloriqueo—. Como si él tuviera
una opción.

Rune extendió su mano y apretó mi rodilla. Un gesto de apoyo. Coloqué


mi mano sobre la suya, y la tomó, solo la apretó. Reconfortante, estoy
escuchando.

—Fue a terapia por un tiempo. Ayudó un poco, supongo. No su limpieza


obsesiva compulsiva, pero lloraba un montón. Pensé que significaba que
estaba aceptando que él se había ido o algo. Pero aun así, cada domingo
haría uno de sus almuerzos favoritos, esperando por él, como si fuera
algún tipo de trato que habían hecho y nada podría romper el trato. Ni
siquiera la muerte. Solo pensé que era su torcido dolor. Negación mezclada
con esperanza o algo. Pero esta noche, esta noche… —Un nuevo torrente
de lágrimas corrió por mi rostro. Las limpié con el dorso de mi mano libre.
Rune no dejó la otra, la agarró con fuerza y masajeó la parte superior con
su pulgar—. Esta noche no fue esta extraña esperanza en el aire. En
realidad lo estaba es-esperando. —Las últimas palabras fueron apenas
audibles.

Rune me soltó, y alcé la vista, un raro miedo de que repentinamente me


abandonaría envolviéndome. En cambio subió incómodamente sobre la
consola y se sentó a mi lado, aplastándome en un abrazo. Su aliento era
caliente en mi cuello y pequeñas palabras de consuelo vinieron con él.
Inhalé su olor a vainilla. Dejé que mi nariz descansara debajo de su oreja.

Mi respiración se calmó.

—Gracias, Rune.

Luego mi corazón se aceleró cuando sentí el más mínimo roce de sus


labios sobre mi piel. Se apartó y me encontré con su suave y simpática
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mirada.

Mi boca se volvió áspera y seca.

—Tal vez debería regresar. Mamá…

Rune me cortó con un resoplido.

—Sí, claro. Tómate un descanso, Scott. Estás mal. Necesitas tiempo,


distancia, algo de reflexión, un baño. —Sonrió y no pude evitar devolverle
el gesto—. Y no tienes opción —continuó, sacando su lengua—, te voy a
secuestrar si tengo que hacerlo.

—Sí, si pudieras conducir más rápido de lo que yo podría saltar.

Con un golpe juguetón, Rune me entregó las llaves.

—En realidad, ¿te importaría secuestrarte a ti mismo? Hay demasiados


semáforos hasta mi casa.

Dejé escapar una carcajada. Quería ir con él. Solo un día, y las ansias
de estar cerca de él otra vez eran demasiado fuertes. Nos sonreímos el uno
al otro mientras intercambiábamos de asientos, uno por arriba y el otro
por abajo. Ninguno de nosotros pensó en salir y dar la vuelta al Jeep.
Supongo que ninguno de nosotros quería. Sus ojos me absorbieron y sin
duda mi rostro se sonrojó. Una parte de mí se estaba derritiendo, como
había empezado todos esos años atrás. Aparté la vista mientras me
sentaba en el asiento del conductor. No tiene idea de lo que me hace.

A los veinte minutos llegamos a su apartamento. Abrió la puerta de par


en par e hizo un gesto para que entrara.

—Oh. Así que, ¿puedo preguntarte cómo es que conseguiste un


apartamento así? —Le observé por el rabillo del ojo—. ¿O preferiría ni
siquiera saberlo?

Rune se rió. Otra vez esa ligereza se agitó en mis entrañas.

—De hecho, este lugar es una unidad de vacaciones. Se renta por un


par de días o semanas a las personas que viajan a la ciudad. —La puerta
se cerró, estando en este lado de ella… hoy, tenía una sensación diferente.
La barra contra la madera, el clic podría haber sido un aplauso. Estás
llegando. ¿Llegando a dónde? No estaba seguro. Rune se acercó a mí, la
brillante luz colgando bajo lo obligaba a mantener los ojos bajos. En algún
lugar bueno. Emocionante. Y tal vez con un toque aterrador.
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Agarró el bolso de mi hombro y lo colocó en el extremo de la cama con el


suyo.

—Los propietarios tienen que colgar un plan de cuándo el lugar tiene


gente en el tablón de anuncios de la planta baja. Bueno, he seguido a la
limpiadora que tienen aquí, tomé la llave cuando comenzó su trabajo,
conseguí una copia y la devolví antes de que hubiera terminado de aspirar.
—Se encogió de hombros—. Así que vivo aquí cuando está disponible.
—Genial. —Me quité los zapatos.

Rune se acercó cruzando sus brazos contra su pecho, dejándolos caer,


metiendo sus manos en sus bolsillos.

—Así que, ahm, ¿un baño? —Dio un giro de ciento ochenta grados y
prácticamente saltó al baño—. Uno de los beneficios del lugar. Un baño
extra grande. —Tapó el agujero y giró los grifos. Colocó una pequeña bolsa
de aseo a un lado—. Puedes usar el champú, jabón, todo.

—Sí, ambos sabemos que necesito eso.

Rune se rió mientras me acercaba y me ponía detrás él. Entonces pasó


junto a mí hacia la puerta.

—¿Quieres algo para comer?

La comida me hacía recordar el pie de espárragos. Me hacía recordar a


mamá.

—Nah. Estoy bien. —Sumergí una mano en el agua, agitando un dedo


en la superficie.

—¿Está lo suficientemente caliente?

¿Eh? Me centré en Rune.

—Ehm, está bien para mí.

—Está bien, eh, bueno. Te traeré una toalla.

Cuando el baño estuvo medio lleno, cerré los grifos. Simplemente mirar
el agua fue una manera de liberar la tensión en mis hombros. Me quité mi
camiseta, pantalones, calzoncillos, y entré. Me deslicé dentro del agua y
apoyé la cabeza contra el lado de la bañera. Cerré los ojos y escuché mi
respiración a medida que entraba y salía.
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Escuché un paso ligero a mi derecha. Me asomé a través de mis


pestañas. Rune puso una toalla fresca en la parte superior del bastidor.
Me miró y rápidamente desvió la mirada de nuevo. Se aclaró la garganta.
Aun así cuando habló, su voz salió ronca:

—La toalla está allí. Si necesitas algo más, solo grita.


Se fue mientras me sentaba para decir algo y cerró la puerta detrás de
él. Me quedé mirando como si estuviera hecha de cristal y pudiera ver la
grácil figura de Rune moverse al otro lado.

Destapando el champú, inhalé el suave aroma a vainilla. Me limpié el


cuerpo y me lavé el cabello con él, sonriendo. Voy a oler como Rune. En el
fondo lo escuché moviéndose, luego comenzó a rasguear la guitarra.
Aunque no tocaba tan bien, sonaba familiar.

—¿Rune? —grité. Ninguna respuesta. Demasiado perezoso como para


salir de la bañera, miré mi camiseta. Después de envolver una barra de
jabón con ella en una bola, la tiré. Pum. La guitarra se detuvo—. ¡Rune!
Ven aquí.

Rune abrió la puerta y se detuvo.

—¿Sí?

—Ven aquí con la guitarra y toca un poco para mí.

Me obedeció, se sentó en un taburete y tocó suavemente. Reconocí la


canción cuando Rune empezó a tararear. Another Day in Paradise3. La
letra llegó a mí, pero no estaba imaginando a una chica, Rune llenaba mi
cabeza. ¿Con qué frecuencia necesitaba ayuda y no podía conseguirla?
Nunca nadie lo miraba.

—Detente —le dije, y detuvo la música colocando una palma sobre las
cuerdas. Era muy triste. No necesitaba eso ahora mismo. Quería algo más.
Una manera de olvidar. Una manera para que él también olvidara—.
Gracias.

Me puse de pie, el agua goteando de mí y salpicando el baño. Estiré la


mano y tomé la toalla del estante. Rune se sonrojó mientras su mirada se
deslizaba por mi cuerpo. Contuve la respiración y salí de la bañera hacia
él. Saltó de su asiento y salió de la habitación.
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Me sequé y envolví la toalla alrededor de mi cintura y de mi ahora


semierección. ¿Él me encuentra atractivo? Cuando entré a la sala principal,
Rune estaba junto al mostrador de la cocina concentrado en hacer té. Se
negó a alzar la vista, así que me acerqué a él, rozando su costado con el

3 Another Day in Paradise: traducido como «Otro día en el Paraíso», es una canción del
cantautor Phil Collins de 1989; la canción es una petición a las personas para no ignorar
a los indigentes y en la que también le pregunta a Dios si no queda algo más por hacer.
mío. Su miraba estaba hacia abajo, sabría que me gustó cómo me había
mirado.

—¿Que estás haciendo?

Su nuez de Adán subió y bajó.

—Té de hierbabuena.

Se movió un poco hacia la derecha, lejos de mí, y vislumbré la parte


delantera de sus tensos pantalones cortos. Un hilo de nerviosismo se
desenrolló en mi estómago. Como nada que hubiese sentido antes. Lo
ignoré. Esta podía ser la manera de olvidar. Podría dar a Rune algo que él
también necesitaba, podría tener esas cosas que los chicos de nuestra
edad tenían.

Antes de que pudiera agarrar la taza, le di la vuelta y presioné una


palma en su erección.

—Podemos tener sexo si quieres.

—¿Qué? ¡No! —Rune se apartó. No dijo nada durante un rato. Se sentó


en el sofá e inclinó su cabeza hacia atrás para mirar al techo—. Scott —
dijo, y, maldita sea, oí el dolor en su tono—. No estoy interesado en tener
sexo rápido.

Rune
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Por la esquina de mi ojo, vi a Scott caer contra el mostrador. Giró la


toalla alrededor de su cadera.

—Pensé que te gustaría la experiencia. Lo siento.

¿Lo siento? Esas dos palabras eran un poco duras. Me levanté de un


salto, echándome sobre mi bolso.
—¿Cuánto lo sientes? Ni siquiera entiendes lo triste que fue. El hecho es
que solo ofreciste… ¿dónde está tu autoestima? No… —Ni siquiera podía
formar las palabras para describir cómo me sentía en ese momento. Agarré
las llaves—. Voy a dar un paseo.

Dejé mi bolsa. Un mensaje para él de que volvería. No estaba huyendo,


esto era un tiempo fuera. Un momento para pensar. Para entender el flujo
de sentimientos contradictorios dentro de mí. Corrí por las escaleras, mi
medallón rebotando, un peso caliente contra mi pecho.

No me quedé fuera mucho tiempo. Una hora, tal vez. Caminé hasta el
teatro, me senté en medio del escenario vacío con las piernas colgando
sobre el frente. Imaginé las filas de sillas delante de mí llenas de personas
aplaudiendo, no, ni siquiera aplaudiendo, podrían estar abucheando por lo
que me importaba, con tal de que me miraran.

Recorrí las filas de mi público imaginario en busca de él. Scott. Allí


estaba, sentado con ese hombre en un lado, una chica al otro. Todos
intercambiando números. Sonrisas tímidas. ¿Quieres tener sexo? Bocas
curvándose y cejas subiendo.

Maldición. Golpeé el puño contra el suelo del escenario. No quería ser


una muesca, otra de sus escapadas tentativas.

Sintiendo el broche, agarré mi medallón. Lo desabroché, y lo abrí. La


imagen de mi madre por un lado se estaba desvaneciendo, pero las líneas
de su rostro estaban grabadas en mi memoria. Me gustaría que estuviera
aquí. Ser capaz de abrazarla y que me dijera que todo estaría bien. Pasé mi
dedo pulgar por la otra parte del medallón. Scott. Una foto que había
tomado de lejos, una de las veces que lo había visitado. Se veía tan
joven. Pero aún cuando había sido tomada, él había estado
sufriendo. Dios, ahora que lo sabía era imposible no ver el dolor que
gritaba en él. Los ojos sombríos, la caída de sus hombros.
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Salté fuera del escenario y caminé por el pasillo central. Volví al


apartamento. No importaba qué tan molesto, enojado y herido estuviera,
deseaba volver a verlo. Necesitaba asegurar el tentativo hilo de conexión
que teníamos ahora. Apretarla y asegurarla.

Corrí escaleras arriba, cada uno de mis pasos golpeando y haciendo eco
en las paredes. Por favor, que esté allí todavía. Con un rápido movimiento
de la llave, abrí la puerta y entré.
Scott estaba sentado en el sofá, vestido con mi ropa, miraba la pantalla
de su cámara. Una pequeña sonrisa afilaba sus labios.

La visión me hizo contener la respiración. Sin levantar la vista, dijo:

—Tus fotos, son… eres hermoso.

Solté mi respiración. Con que estaba de bromista.

—Sí, ya no soy el niño flaco con bóxers.

Scott me miró, sus ojos grises mucho más suaves, aunque todavía tan
confundidos como antes.

—Ya no. Pero me gustabas en ese entonces de todos modos. —Dejó la


cámara en su regazo, moviendo la correa a través de su dedo pulgar e
índice—. ¿Rune? —dijo en tono vacilante, rozando la timidez—. Acerca de
antes, no quería molestarte. De verdad, no lo hacía. Solo pensé… en
realidad pensé que podrías estar interesado en mí de esa manera.

Suspiré, salí de mis zapatos y arrastré los pies sobre la cama hasta que
mi espalda golpeó la pared. Estando cerca de él dejé que mis sentimientos
se derramaran.

—Me puso triste, Scott. Triste porque tengo la sensación de que piensas
que el sexo es una forma de ser visto, de ser valorado. Enojado, por cómo
la gente podría hacerte eso sin mostrarte qué otra cosa podría significar.
Pero sobre todo me rompió el corazón… —Mi voz se había encogido a un
susurro—, porque sugirieras que tengamos sexo tan despreocupadamente,
como si no significara nada para ti. Porque para mí lo significaría. —Y
muchísimo. Mi corazón se aceleró y me atraganté con las palabras
ardientes como si fueran ácido antes de que salieran—. Mira, Scott, sí me
gustas. —Sentí una llamarada de calor en mis mejillas y dejé caer mi
mirada—. Mucho.
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Aunque debería haber solo salido de la cama, pensando que la distancia


de una habitación sería buena para nosotros, me encontré escalándola
aún más. Ubicándome a su lado.

—Solo duele oírte ofrecerte así.


Scott
—Lo siento —le dije. Una vez más. Se me había escapado aunque sabía
que no quería escucharlo o que una disculpa no era suficiente—. ¿Alguna
vez solucionaremos esto entre nosotros? —pregunté como una broma, pero
en el fondo yacía el quid de mi miedo, mi esperanza. Quería esto.

Rune levantó una mano y se la llevó a su medallón.

—¿Sabes lo que creo?

—¿Qué? —dije roncamente.

—Creo que aquí… —Golpeó su pecho—, ambos estamos


sufriendo. Quiero ayudarte si me dejas. Y quiero que me ayudes.

Asentí. También quería eso.

—¿Y cómo?

—Sé mi amigo. En primer lugar, por encima de cualquier otra cosa, sé


mi amigo.

—Así que no quieres… quiero decir…

Rune me detuvo, sus dedos en mis labios.

—Quiero, sí. Pero tenemos que ir lentamente.


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Él no lo dijo, pero vi la cláusula no dicha. Quería que significara


algo. Jugué con las palabras en mi cabeza, una y otra vez, probándolas.
Aprendiéndolas. Me pusieron nervioso. Nadie con quien yo nunca hubiera
tenido sexo había significado algo más que un orgasmo. Tampoco yo para
ellos. Esto era algo completamente diferente, nuevo, y era apenas un
virgen en ello.
—Lentamente, puedo hacer eso. Puedo ir tan lento como necesites,
Rune. —Inseguro de los pasos a seguir, qué hacer y qué no, qué podía y no
podía hacer, me puse de pie—. Supongo que será mejor que vaya a casa.

Rune se puso de pie. Su tono oscilaba entre exigente y suplicante.

—No. Quédate. ¿Por favor? —Él deslizó sus dos brazos alrededor de mí,
presionándome estrechamente—. Quiero abrazarte. ¿Abrázame?

Me llevó a la cama, abriendo las sábanas y nos subimos. Enredó sus


piernas entre las mías. Se acurrucó contra mí. No había lujuria, ni en su
abrazo ni en el mío, era una sensación a la vez maravillosa y
aterradora. Era una declaración: estoy abriéndome a ti. Quiero mostrarte
mi interior. Confío en que lo cuidarás.

Toqué su rostro en la oscuridad. Un músculo tembló bajo mis dedos y


tracé la sonrisa en el rostro de Rune.

Continuando por su brazo, sentí sus vellos saltar bajo mi tacto. Poco a
poco, levanté su mano a mi rostro. Para que sintiera cómo él —nosotros—
me hacía sonreír también. Nuestras respiraciones se mantuvieron lentas,
incluso aunque de vez en cuanto había una toma de aire nerviosa.

Partes de esto me recordaban a nosotros en la granja, mezclado con algo


desconocido. Mi corazón estaba en mi garganta cuando tragué, pero no
bajaba, sino que trajo lágrimas a mis ojos.

Moví su mano de mi rostro para que no las sintiera y obtuviera una idea
equivocada. Estas no eran lágrimas tristes. En este momento era más feliz
de lo que había sido en un largo, largo tiempo.

—Cuéntame un cuento —le susurré.

Y fue su voz con la me quedé dormido en una mezcla de sueños


agridulces.
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Me desperté por la mañana por los ronquidos de Rune. Yacía atascado


contra la pared. Salí de la cama y utilicé el baño. De vuelta en la
habitación, caminé ligero sobre el suelo, para no despertarlo. Agarré mi
bolsa, prácticamente yendo de puntillas hasta la puerta. Entonces me
detuve. ¿Qué estaba haciendo? Tenía que romper este hábito de irme por
la mañana. Él no era Teresa o alguien que no me importaba. Dejé caer la
bolsa y me metí de nuevo en la cama. Rune se dio la vuelta, pero no se
despertó. Su medallón se había torcido alrededor de su cuello.

Con cuidado, lo desenredé. Justo cuando estaba a punto de soltarlo,


Rune agarró mi mano. Miré hacia arriba hacia su soñoliento y sonriente
rostro.

—Buenos días.

—Buenos días a ti.

—Eres alegre —dijo, subiendo sobre sus codos. Me miró por un


momento—. Te ves bien encima de mí también.

—Se siente muy bien. —Olía bien.

Rune mordió la cicatriz en su labio. Se revolvió de la cama y se dirigió


rápidamente hacia el baño. Me recosté en la cama, tomando su almohada
y oliéndola. Cuando volvió a salir, había hecho la cama y puesto una jarra
de té.

—¿Quieres menta? —le dije, tirando de la cuerda de la bolsita de té que


había dejado en una taza la noche anterior.

—Gracias.

Cada uno con una taza en las manos, se apoyó en el mostrador. Quemé
mi lengua con el primer sorbo, y agité una mano delante de mi boca para
que se enfriara. Rune rió.

—Entonces, ¿qué vas a hacer hoy?


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—No mucho. No tengo que trabajar hasta mañana. Revelaré algunas


fotos en mi cuarto oscuro.

—Wow, ¿tienes tu propio cuarto oscuro?

Asentí.

—El antiguo lavadero del sótano y tengo equipos cortesía de eBay.

Me miró por el rabillo del ojo.


—Me gustaría ver cómo funciona eso… en algún momento.

—Bueno, eso fue sutil —dije, mi sonrisa cada vez mayor—. ¿Te gustaría
que te lo mostrara?

—Claro que me gustaría.

Tomó un gran trago de té.

—Déjame terminar esto y podemos ir.

Terminamos de beber, mirándonos el uno al otro por encima del borde


de las tazas. Un poco de té chorreó por mi barbilla cuando le sonreí
mientras tomaba. Lo quité de un manotazo. No necesitaba lucir como un
idiota. Rune limpió y guardó nuestras tazas, explicando cómo siempre le
gustaba que el lugar se mantuviera limpio en caso de que la limpieza o los
dueños llegaran.

—¿Qué pasa con tu bolsa y la guitarra?

—Por lo general, los llevo conmigo. Pero los dueños estarán ausentes en
Europa durante el verano y con el calendario de abajo estoy bastante
seguro de que nadie vendrá. —Dejó caer la toalla de secado—. Supongo
que es la costumbre, ahora. Debo dejarlo. —Sonriendo, tomó mi mano,
entrelazó sus dedos con los míos y tiró de mí. Sacudidas emocionantes de
electricidad corrieron por mi brazo. Tal sencillo contacto y. sin embargo, se
sentía inmensamente íntimo.

—¿Estás bien? —preguntó Rune con el ceño fruncido, y me di cuenta de


que no me había movido hacia él de la forma en que había querido.

—Ah, claro.

Rune mantuvo un agarre en mi mano mientras caminábamos por la


calle. Una mujer de mediana edad me frunció el ceño cuando pasamos, y
murmuró:
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—Los chicos de hoy piensan que pueden hacer cualquier cosa.

Dos chicas de la escuela pasando por la carretera señalaron y silbaron.

Rune frunció el ceño y se encogió de hombros.

—También creo que te ves bien.


Cuando llegamos al Jeep, abrí la puerta para Rune primero, para que no
pareciera como si se movía por cuenta propia.

Aunque había algo posiblemente romántico en el gesto y quería que


también ese fuera el caso. Rune soltó mi mano. Tan rápido como pude,
corrí hacia el lado del conductor y entrelacé nuestros dedos otra vez.

Encontrando su mirada, levanté su mano y rocé mis labios contra sus


nudillos. Luego sonreí y amablemente lo solté. No quería que dudara de mi
toque de nuevo. Me comprometí a tomar las cosas con calma.

Dejaría que significara todo para él. Yo.

Nosotros.
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Traducido por Claryvslove

Corregido por Bibliotecaria70

Rune
Llegamos a su casa. Scott miró más allá de mí por la ventana.

—¿Estás seguro de que quieres ir allí ya? —Puse una mano ligeramente
sobre su brazo—. Siempre podemos ir a otro lugar.

Tragó saliva y aparó la mirada para encontrarse con la mía.

—No. Quiero y, ¿quieres conocerla? Mamá, quiero decir.

Miré fuera y viceversa, mi pulso disparado. ¿Había vacilado al ofrecer


eso?

—¿Estás seguro? ¿Quieres que vaya?

—No. Ella no está bien. Pero más que eso… Sí. —Sacó las llaves de la
ignición, se quitó el cinturón, los ojos bajos. Se movió demasiado rápido y
alrededor del auto. Se detuvo a mi lado, abrió la puerta y me dio una
sonrisa nerviosa.

Me bajé del auto sintiéndome tan ligero. Tan feliz. Así ansioso por mi
Scott. Mi Scott ¿podría pensar eso? ¿No era lo que siempre pensé? Tragué
una bocanada de aire con olor a lavanda con especias procedente de los
vecinos. Echaba de menos el olor de jardines. Cómo todo lugar tenía un
perfume diferente atado el aire. Agarré el bolso de Scott desde el auto y se
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lo entregué tratando de respirar también. Sería feliz en cualquier lugar que


estuviera.

Scott se volvió y me condujo al interior semirenuente. Quería tomar su


mano, prestarle un poco de consuelo, pero no quería hacer ese movimiento
frente a su madre.

—¿Mamá? —llamó Scott, un tono más alto que su voz de barítono de


costumbre. No hubo respuesta. Me quedé boquiabierto en su casa ya que
fuimos a la cocina. En el banco había una nota. Scott la recogió con una
expresión de supresión. Parpadeó, pero sus ojos se mantuvieron cerrados
una fracción más de lo normal—. Ha salido. —Cerró la nota y la tiró a la
basura.

Me moví a su lado, alrededor.

—Hey, está todo…

—Vamos arriba. —Dejé que tirara de mí. Me gustó el agarre que tenía en
mi manga. Deseando más cercanía. Más toque. Más de un montón de
cosas, en realidad, ya que mi dureza casi constante alrededor de Scott lo
demostraba. Pero no para el escapismo.

Me detuve en el umbral de su habitación. Se volvió levantando una ceja.

—Adelante.

Respiré hondo y entré.

—Esa es una gran cantidad de fotos. —Me acerqué a la pared de atrás y


las miré. Debía haber cientos, muchos, muchos cientos.

Mi vista aterrizó sobre Scott rodeado de chicos y chicas, riendo a la


distancia.

Scott se acercó, nuestros brazos y manos solo tocándose. Un pequeño


suspiro salió. El sonido grabó un pliegue entre las cejas de Scott. ¿Que
está mal?

Señalé una foto de grupo. Intenté un tono alegre:

—No puedo decir lo celoso que me hace.

—Es una buena cosa que Libby entrara en tu vida…

¿Libby? ¿Qué?
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—No, no lo entiendes. No estoy celoso de que tuvieras amigos y yo


no. Es solo que, al ver estas fotos… me perdí gran parte de tu vida. —Me
gustaría estar en estas también.

Unió su mano a la mía. Un agarre corto y dulce, y luego me soltó. No fue


lo suficientemente largo. Se acercó al ordenador y lo encendió. En el
estante encima de él estaba la cámara Polaroid que le había dado en su
decimocuarto cumpleaños. La conservaba.
Recordé de nuevo ese día, ese maravilloso día. La calidez de su rostro
cuando había sonreído, cómo había tirado sus brazos alrededor de mi
cuello, presionando su parte superior del cuerpo contra el mío. Cuánto
quería besarlo en ese momento, pero lo había evitado. Qué contento estaba
de haber tenido otra oportunidad…

—¿Qué ves? —Scott sonrió.

—Te lo diré, mostraré, en otro momento. Entonces, ¿qué estás


haciendo?

Scott abrió un navegador.

—Quiero organizar un poco de terapia para mamá. Y… —Se detuvo, no


parecía como si pudiera continuar.

—¿Sí?

Se sonrojó un poco.

—No, solo eso, ah, no es importante. —Scott se encogió de hombros,


alejándose demasiado bruscamente.

—¿Qué es? Quiero saberlo. Importante o no.

—Es solo esta cosa de una aplicación.

—¿Aplicación?

—Um, sí, fotógrafo libre para una pequeña revista. —Estaba sentado en
el extremo de su cama, Scott detallaba el trabajo en un tono animado y
apasionado. Sus ojos brillaron cuando mencionó que estarían involucrados
muchos viajes.

—Oh, guau, eso es… eso es genial. —¿Por qué oía falsedad en esas
palabras? ¿Por qué no podía estar realmente emocionado por él? Porque
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era tan entusiasta con su futuro, ¿y dónde estaba yo en él? ¿Podía esto ser
algo más que unas pocas semanas increíbles? Salté de la cama.

—Whoa, ¿estás bien?

—Solo tengo ganas de hacer algo. —Algo para hacer este trabajo de
verdad.

Scott sonrió.
—Ven entonces.

Scott
Le presenté mi cuarto favorito, mirando mientras inspeccionaba
cuidadosamente todo lo que le mostraba. Rune escuchó siempre con un
rastro de una sonrisa como explicaba cómo funcionaban las cosas, por qué
las cosas se hacían de una manera determinada.

Después de mostrarle el proceso, deje que Rune tuviera una


oportunidad. Él siguió cada indicación con precisión.

—Entonces —dijo Rune mientras colgaba la imagen—. ¿Qué tienes que


hacer para la aplicación?

Agarré una hoja de papel y empecé a desarrollar la siguiente imagen.

—Necesito crear un álbum con quince fotografías y dos artículos. Pero


no estoy seguro de si voy a aplicar. —No puedo aplicar.

—¿Por qué no? Pareces tan emocionado por ello. ¿Qué fotografías darás?

—En realidad, lo que realmente me gustaría hacer es ir lejos por un par


de semanas, simplemente viajar y tomar fotos. Creo que la aplicación debe
mostrar alguna iniciativa.

—¿Cuándo es la fecha de entrega?


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—Mediados de octubre.

Fuera de la esquina de mi ojo vi a Rune mirarme.

—De verdad quieres este trabajo, ¿cierto?

—Sí. —Pero no va a suceder.

Sonrió, aunque vaciló un poco primero.


—Entonces tienes que hacer lo que sea para lograrlo. Asegúrate de que
tienes tiempo libre para lo que sea que necesites. Tienes seis semanas
antes de que tengas que terminarlo, estoy seguro de que puede organizar
el tiempo libre rápidamente. O conseguir que ese camarero haga algunos
de tus turnos. —Frunció el ceño—. Estoy seguro de que lo haría.

—¿Te refieres a Toby?

La mandíbula de Rune se flexionó.

—Cualquiera que puedas conseguir.

Dio un paso detrás de mí mientras colocaba el papel en la siguiente


bandeja.

—Ve por tus sueños, Scott. Por lo que te hace feliz —dijo en mi oído,
entonces enrolló sus brazos alrededor de mi cintura, sus labios no se
movieron, pero se apoyaron en la parte posterior de mi cuello. Me mordí la
lengua en un esfuerzo para detener el endurecimiento. Pero pronto me
rendí y me relajé en su agarre, apoyando la cabeza en su hombro,
deseando que usara esos labios para besar, mordisquear, lamer.

Me apretó más contra él, y sentí lo caliente que estaba por mí


también. Maldita fuera, era difícil no girarme y tomar estos sentimientos
aún más. Solté el aliento que no me había dado cuenta de que había
estado conteniendo y desbloqueé sus brazos.

—Necesito mover esto —dije con voz temblorosa, señalando la imagen.

Aun así no se apartó. Se inclinó hacia delante hasta que sus labios
estaban en contra de mi oído de nuevo.

—Tengo una idea.

Tragué saliva.
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—¿Qué es?

—Vamos a hacer el viaje juntos. Tú, yo, el Jeep. A partir del lunes, tres
semanas.

Me di la vuelta, casi demasiado rápido, Rune me tranquilizó, una


prueba de presión en mis caderas.

—¿De verdad? —¿Haría esto por mí?


Echó un vistazo a mi sonrisa, la suya cada vez más grande, lo que
reflejaba que estaba seguro.

—Oh, infierno sí.

Sus manos se deslizaron un poco en mis caderas hacia mi espalda, me


adelanté, instándole a ser un abrazo aplastante, pero cuando Rune me
llamó la atención, se puso rígido. Sentí su vacilación mientras se mecía
sobre las puntas de sus pies. Solté mis manos de sus brazos. Sentí la
chispa de lujuria disuelta mientras la razón nos llevaba de regreso a la
amistad. Tomemos las cosas con calma, las palabras se repetían en un
bucle vicioso en mi cabeza, y me encontré dando un paso hacia
atrás. Asentí.

Tres semanas después


Scott
—Estaremos lejos tres semanas. La señora Bethany de al lado te llevará
a tus citas los martes, ¿de acuerdo?

Mamá puso la aspiradora en el armario del pasillo.

—Scott, sé cómo cuidar de mí misma. Ahora, les hice a ti y a Rune algo


para llevar. ¿Dónde está ese muchacho? Quiero decirle adiós a él también.

Rune me guiñó un ojo y se marchó. Unos segundos después sonó el


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timbre.

—Ese será él ahora, supongo.

—¿Hola? —Fue la voz de arrastre, y no pude reprimir una sonrisa.

Mamá lo invitó a pasar, y los dos charlaron mientras arrastraba las


maletas al Jeep. En pequeños bloques, su aura iba a voluntad mientras
hablaba con mamá. Su presencia le ayudaba un poco, creo, una
distracción de algún tipo. Alguien que no era yo. Que no se parecía a papá.

A través de la puerta abierta escuché a mamá reír. El sonido era


agradable y nauseabundo, ¿por qué nunca hacía eso conmigo? Apreté los
dientes y tiré el recipiente de plástico al suelo. Tres sesiones de terapia
más tarde y no era tarea fácil llegar allí, todavía hacía el maldito
pastel. Los domingos habían ido mejor. Ayer mismo un sollozo se atrapó
en mi garganta cuando vi tres platos, pero rápidamente murió cuando
recordé que era para Rune.

La puerta se cerró. Rune se paseó por el sendero hacia mí. Por un


momento sentí un ceño arrugar mi frente, pero rápidamente desapareció
cuando ladeó la cabeza y bebí de él. Justo de él.

Sin decir una palabra, los dos nos subimos en el auto. Metí la llave en el
encendido y le sonreí. Tres semanas que habíamos planeado y esperado
este momento. Cada uno de esos días cálidos. Reconfortantes. Dentro de la
primera semana vislumbramos nuestra vieja amistad, un ritmo de regresar
a nosotros. Aparte del trabajo y sus visitas a Libby, pasamos cada
momento juntos.

Desde el día en el cuarto oscuro reduje mis toques a Rune casi hasta el
punto de no hacerlo en absoluto. El roce extraño, pero por lo general no
planificado. Una prueba para mí. Acepté todo de Rune de agarres y toques,
pero me abstuve de iniciarlos. Se sentía poco natural al principio, en la
medida de torpe. Realmente me hizo querer algo más cercano. Pero era
necesario que hiciera esto. Permitió que algo mucho más fuerte creciera
entre nosotros. Lenta pero fuertemente nuestra conexión volvió a
crecer. Las bromas, risas, conversaciones, aventuras, incluso los silencios
entre nosotros tejían como dedos invisibles sujetando un agarre más
apretado de mi vida.

Al final de esas semanas, sentí todo sobre él.


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Mi espalda se volvió hacia él, sabía que era cuando me miraba. Cuando
nuestras miradas se encontraron, el aire se volvía espeso, la respiración se
hacía difícil para los dos. La intensidad tan íntima que no pude evitar que
el calor subiera a mis mejillas. Y nuestras sonrisas arraigadas a nuestros
rostros concluyeron que habíamos buscado y encontrado nuestra amistad,
una vez más.
Giré la llave y el auto rugió a la vida. Rune se recostó en su asiento,
cerró los ojos, sus mejillas arrugadas con su sonrisa.

—Vamos a rodar, Scotty.

Cómo me gustaba ese nombre. Apreté el acelerador.

Después de comprobar doblemente que el Jeep estaría bien en su lugar


de estacionamiento durante tres días, Rune y yo nos colgamos nuestras
mochilas y caminamos por el sendero que cruzara fincas bayas. Mis
piernas me dieron las gracias por el estiramiento durante más de dos
pausas para orinar en ocho horas. La puesta del sol helado daba al paisaje
un cálido resplandor rosado.

No mucho tiempo después por el camino me detuve, deteniendo la


cómoda charla con Rune. Quien, desde que habíamos salido en esta
aventura, había logrado mantener una expresión pensativa constante con
toques ocasionales de una sonrisa sin provocación. ¿Qué estaba
pensando?

—Necesito tomar una foto de esto. —Tomé unas cuantas fotos del
paisaje y algunas más de Rune.

—Bueno, eso es suficiente de mí. —Se rió y señaló el trípode—


. ¿Podemos conseguir una de nosotros juntos?

La esperanza en su voz se arremolinó en mi cabeza.

—Claro. Yo, ah, eso sería genial. —No podía detener la sonrisa cursi
mientras estaba a su lado y miraba hacia la cámara. Había usado mi
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segundo rollo. Estas tres fotos las desarrollaría yo mismo.

Seguimos caminando por una hora, hasta que llegamos a un signo de


propiedad privada. Rune guiñó un ojo.

—Así que, ¿estás seguro de que te deseas mover en la manera en que yo


lo hice?
Asentí.

—Cúbreme con tu aura y vamos a encontrar un lugar para dormir.

Por otra hora y media anduvimos sobre los campos, a través de las filas
de las uvas, subiendo y bajando colinas. Me detuve dos veces más para
tomar algunas fotos.

Rune miró la pantalla por encima de mi hombro.

—Eso se ve muy bien.

Me encogí de hombros.

—Tengo que verlo en una pantalla más grande para saberlo con
seguridad. Está destinado a necesitar un poco de edición.

—Si estuviera buscando un fotógrafo, te elegiría.

—Eres parcial. Pero gracias. —Apagué la cámara y coloqué la tapa sobre


la lente—. Creo que no voy a conseguir el trabajo, sin embargo. Incluso si
mis fotos son perfectas y en realidad aplican.

Mientras Rune abría la bolsa de la cámara se congeló.

—¿Por qué? ¿Por qué no aplicarían?

—Es un sueño, Rune. No es la realidad.

—¿Qué se supone que significa eso? Para mí suena como una actitud
derrotada.

Apreté los dientes y metí la cámara.

—Por lo tanto, Scott, ¿por qué no? —No dije nada, sino que caminé por
delante. Se trasladó a mi lado y agarró mi muñeca, deteniéndome—. No te
rindas antes de intentarlo. Haz el sueño realidad.
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Lo empujé fuerte en el pecho. Se tambaleó hacia atrás, sus ojos se


abrieron con sorpresa. ¡Mierda! Esa no se suponía que fuera la forma en
que lo tocara de nuevo. Bajé la cabeza. Quería golpearme.

—Mierda. Lo siento, Rune. —Dejé mi bolso y me senté. Rune hizo lo


mismo—. Lo siento. —Me encontré con sus ojos—. No puedo aplicar
porque tengo que cuidar de mamá. Si la dejo demasiado… no sé qué sería
de ella. —Agarré algo de hierba alta y la arranqué—. Me molesta a
veces. No lo suficiente como para salir de todos modos. La amo demasiado
para eso. Solo deseo tanto que mejore. Así puedo hacer lo mío. ¿Qué tan
egoísta soy?

—De ningún modo. Lo siento, no pensaba en la situación, en tus


sentimientos, responsabilidades. Acabo de ver tu potencial. Quiero lo
mejor para ti, Scott.

Nuestros ojos se encontraron, sus hermosas pupilas oscuras


entendiendo. Su deseo por mí casi palpable en esa mirada.

—Gracias. Y de nuevo lo siento por empujarte, yo…

—No te preocupes. Lo entiendo. —Se puso de pie y se detuvo. Una


curiosa expresión cruzó su rostro mientras examinaba la zona para las
maletas, para mí. ¿Por qué estamos en este viaje, entonces?, parecía
preguntar.

Por nosotros.

Seguimos caminando, hasta que, cerca de las nueve de la noche, Rune


vio un viejo cobertizo ubicado en la curva de una colina.

—Ahí están nuestros alojamientos, bastante buena la ubicación, ¿no


crees?

Levanté una ceja.

—Genial.

En el interior no era tan malo; algunas herramientas se alineaban en las


paredes, pero en medio de la pista estaba libre. Con la puerta abierta
suficiente luz se filtraba a la habitación para que nosotros nos
preparáramos y comiéramos la cena, bocadillos y fruta.

Después de mi segundo bostezo consecutivo, Rune rebuscó en el bolso y


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me tiró mi saco de dormir.

—Duerme un poco. Mañana tenemos mucho más que caminar.

Me acomodé en la comodidad de la bolsa y Rune hizo lo mismo con la


que le traje. El suelo duro cortaba en mi espalda. Jesús, esto era
áspero. Pero aun así un lujo comparado con cómo Rune estaba. Me comí
mis quejas y me quedé mirando las telarañas por encima de nosotros. La
puerta abierta chilló sobre sus goznes, empujada por una brisa pesada.
Aunque pasábamos todas las noches juntos, había pasado un tiempo
desde que habíamos estado tan cerca. Por el calor los dos mantuvimos
nuestras cremalleras abajo y Rune torció su bolsa para que su rostro se
enfrentara al mío. Pocos centímetros separaban nuestros
cuerpos. Centímetros que quería eliminar.

Rune volvió la cabeza y me miró.

—Estoy disfrutando el tiempo que pasamos juntos —dijo más ligero que
una brisa calma.

—Yo también.

Poco a poco deslicé mi brazo más cercano al suyo. En un capricho


alcancé su mano y la levanté por encima de mi rostro. Ya que no hubo
ninguna resistencia por parte de Rune, me relajé. Tenía dedos largos y
delgados, aunque la piel de sus nudillos se había agrietado. Corrí un
pulgar sobre ellos, rodeando la palma, sobre su muñeca. Hice una
pausa. Estudié las cicatrices vidriosas en la polvorienta luz de la luna.

La vista hizo que mi interior hiciera una mueca de dolor. ¿Cuántas veces
tuvo que pensar que su vida no valía la pena? Lo agarré más fuerte.

—Alguna vez has intentado… —Tragué, no estaba seguro de que quería


saber.

—Pensé en ello —respondió Rune—. Pero no podía. Recordé tus


palabras. Que debería hablar contigo sobre cualquier cosa primero. Solo…
Sentí ganas de no hacer nada que te traicionara de nuevo. Pero Scott, lo
odio. Ser invisible es la maldición de mi vida. No se lo deseo a nadie. Ni
siquiera a mi peor enemigo, si tuviera uno.

No pude soportar la idea de Rune no estando en este mundo, me


arrastré más cerca, la longitud de nuestros lados tocándose. Rune contuvo
el aliento.
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Cuando el silencio se prolongó demasiado tiempo, me di la vuelta,


descansando en mi costado, y miré hacia abajo al rostro de Rune. Tenía
los ojos cerrados y los labios siempre tan ligeramente separados. Extendí
la mano y toqué su cicatriz, apretando los dientes ante la verdad detrás de
ella. Me enojó, tanto que quería golpear algo. Cazar al tipo y aplastar su
rostro. ¿Cómo se atrevió a herir a Rune de esa manera? Nunca dejaré que
nadie te haga daño de nuevo. Incluyéndote a ti mismo.
Los labios de Rune se abrieron. Dejé que la yema de mi dedo bailara en
su labio. Luego lo arrastré por su barbilla, por su cuello y lo dejé reposar
en su manzana de Adán. Tragó saliva, y la pelota se deslizó por debajo de
mi dedo. Así era como quería tocarlo de nuevo por primera vez. Arrastré mi
dedo hacia abajo aún más para descansarlo en su medallón. La mano de
Rune se acercó y suavemente presionó la mía. Con una sensación de vacío
repentino en mis entrañas, me aparté.

—Scott, siéntate —dijo Rune, haciendo lo mismo, y desabrochó el


medallón. Entonces me miró a los ojos y se inclinó hacia adelante para
ponerlo alrededor de mi cuello—. ¿Lo llevarías por mí?

La intensidad me llenó. Reconfortante. Al igual que un chocolate


caliente en un día frío. Puede ser calor.

—¿Por qué?

—Quiero que sepas que simplemente nunca te dejaré de nuevo. Ahora


llevas una de las cosas más importantes para mí.

Negué con la cabeza, estirándome para quitármelo.

—No, no tienes que hacer eso. Creo en ti, Rune.

Calmó mis manos. Las llevó lejos del guardapelo y entrelazó sus dedos
con los míos.

—Que sea por mí de todos modos.

Un hormigueo agarró mi brazo, por lo que se me pusieron los pelos de


punta. Luego esbozó una sonrisa que me tiró fuera de proporción. Pude
probar el verano de hacía cuatro años en el aire entre nosotros.

—Cuéntame un cuento —le pedí/exigí al igual que entonces.

Rune sonrió y sin soltar mi mano empezó:


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—Está bien, así que una vez fue este chico, un chico solitario, que había
hecho algo realmente malo y estaba huyendo de su pasado. Pero no
importa en qué dirección se movía, no podía escapar de su culpabilidad. A
menudo se hizo tan difícil de soportar que todo lo que veía en su futuro era
oscuridad. El día después, meses y luego año tras año, siguió corriendo,
seguro de que pronto tropezaría sin ninguna luz. Y aunque que el
pensamiento le asustaba, pensó que probablemente se lo merecía. Pensó
que podría tomar esa culpa. Un día, mientras deseaba que finalmente
acabara de caer, oyó una voz. La voz de pánico de un niño gritando por su
perro.

Mi corazón se aceleró, la boca seca, el sudor cubriendo mis


palmas. Agarré su mano con más fuerza. No continúes. No dejes que el
dolor se filtre con estas palabras-recuerdos.

Pero no te detengas. Esta era nuestra historia.

—Algo se encendió dentro del chico solitario al oír eso. Una mezcla de
tristeza y curiosidad. El perro apareció a la vista del chico, corriendo por
él. Pero cuanto más se acercaba, más peligroso se hizo, y cuando el chico
había pensado que tropezaría, el perro lo observó. Como amante de los
animales, no podía dejar que eso suceda, este perro no se lo merecía. Así
que salvó al perro.

Cerré los ojos al recordar a Skimpy. Había estado tan aliviado, muy
agradecido por Rune ese día.

—Nunca esperaba ser recompensado por haberlo rescatado, pero ese día
la luz más brillante que había visto alguna vez entró en su vida. Y día tras
día, semana tras semana la luz levantó las sombras que rodeaban al niño,
la iluminación reemplazó su culpabilidad con esperanza, con amistad, con
amor.

Rune se agitó a mi lado, lo volví a ver entre mis pestañas para


encontrarlo descansando sobre su lado, observándome.

—No pasó mucho tiempo antes de que el chico solitario deseara que esta
luz se quedara permanentemente en su vida. Y la luz parecía feliz de estar
a su alrededor, parecía brillar más brillantemente con cada día que
pasaban juntos. Así que el chico solitario sentía que también estaba
haciendo algo bueno. Entonces un día lo más sorprendente de la vida del
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chico solitario pasó. Él y su luz compartieron un beso. —La voz de Rune lo


atrapó cuando continuó—: Pero antes de que el chico solitario jamás
pudiera compartir otro, escapó, el miedo de que por estar cerca de su luz
sería el encargado de hacer que se apagara. Como una estrella, a veces
veía a su luz desde la distancia, cada vez pensaba en lo cerca que habían
estado una vez. La obsesión del beso todavía lo persigue desde
entonces. Porque él lo recuerda con tanto detalle, pero el recuerdo nunca
parece ser suficiente, y…
—Bésame, Rune. —Cogí la mirada, apoyándome en mi lado para
enfrentarme a él de forma más directa.

—…y quiere hacerlo de nuevo —terminó, inclinándose hacia adelante y


presionando sus labios con los míos. Firme. Fuerte. Exigente. Habíamos
estado realizando este beso por un tiempo y, demonios, lo decimos en
serio. Me gustó el poder detrás de su beso y lo igualé, dejando ir su mano y
agarrando los lados de su rostro en su lugar. Los brazos de Rune me
rodearon y me presionaron contra él. Por primera vez mi cabeza y mi
corazón se sincronizaron, lo que permitió que la sensación del beso se
fusionara en dos niveles a la vez.

Cabeza: Esto es tan correcto.

Corazón: Finalmente.

En un pequeño espacio para respirar, Rune rió.

—He estado pensando en hacer esto todo el día. Diablos desde hace
semanas, cada vez desde que te vi de nuevo.

—Bueno, tenemos muchos besos para compensar entonces, ¿no?

—Oh infierno sí. Voy a besarte hasta que tus labios estén en carne viva.

Y algo más.
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Traducido por Claryvslove

Corregido por Etziadeingle

Scott
Rodé en el duro suelo. ¿Qué demonios estaba golpeando mi costado? En
medio del sueño sentí todo el concreto. Eh, tierra. Al empujarla lejos, hizo
un sonido profano. Uf, demasiado pronto. Rune se agitó a mi lado.
Limpiando el sueño de mis ojos, lo miré. Él murmuró algo en
sueños. Había perdido la cuenta de cuántas veces había perdonado los
pisos fríos en los que había dormido en el último par de semanas por
despertar con Rune a mi lado.

—Scotty. —Salió un gemido, el sonido vibró derecho a mi ya dura ingle.

Giré en una posición más cómoda. Los ojos de Rune se abrieron al


resplandor gris débil de la mañana. Una sonrisa perezosa cruzó su rostro.

—Ya te despertaste, eh. —La última palabra deformada en un bostezo,


Rune se estiró, estirando el torso. La camiseta que llevaba se deslizó,
revelando un rastro de tesoro denso. Mi mano se deslizó por encima de su
cintura y lo usé para anclarme, arrastrándome más cerca. Nuestras
longitudes al ras enviaron más sangre y calor a través de mí. Solté un
ligero beso en sus labios.

Él tarareó.

—Me he acostumbrado a despertar así. —Serpenteando sus brazos


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alrededor de mi lado me puso encima de él, profundizando el beso de la


mañana. Cuando me di cuenta de mí mismo frotándome contra él, lo besé
una vez más y salté.

—Me tengo que ir —le dije.

Rune se puso de pie.

—Yo también.
Brilló entre nosotros una sonrisa de complicidad antes de salir de la
cabaña que habíamos usado y por el camino en un pequeño trozo de
madera. Para facilitar las cosas, nos separamos, Rune iba a la izquierda
del camino y yo a la derecha.

Recorrí la zona. Era el medio de la nada, aun así, ese pequeño rizo de
ansiedad al ser descubierto tenía doble control. Rune tenía una ventaja
aquí. Sonriente, pensando en él, descansé una mano firme en un viejo
pino. Alcanzando la tensión en mis bóxers, yo mismo le di un largo y lento
movimiento. Esta se había vuelto la rutina en nuestro viaje ya que no
habíamos llevado las cosas más allá de los besos. Cada vez que estábamos
a punto de dar el siguiente paso, nos deteníamos. Era como si
estuviéramos esperando algo primero. Aunque no estaba muy seguro de
qué era. Necesitaba, quería que las cosas fueran bien. Para que no volviera
a dudar de lo que significaba ese toque.

El grito de Rune cortó la quietud de la mañana, y aumenté mi ritmo, el


sonido de su voz casi fue suficiente para enviarme por encima del borde. El
hecho de saber que él estaba apenas a unos nueve metros de distancia
envió otro estremecimiento a través de mi cuerpo. Me emparejé con su
grito, justo como si supiera el momento preciso.

Me vine y lancé el semen hacia el bosque, un pequeño pensamiento me


sacó una risa. Una crisis sobre las hojas crujientes. Rune se asomó por el
tronco justo cuando lo lanzaba lejos.

—Te escuché reír —dijo, apoyándose contra el árbol—. ¿Te importaría


compartir?

Sentí crecer mi sonrisa.

—Solo me preguntaba si tu esperma es invisible o no. —Y la esperanza


de que lo fuera, esperando que yo fuera el único que llegaría a verlo. Entre
otras cosas.
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—Ver esa sonrisa me está poniendo duro otra vez.

Temblé ante sus palabras.

—Maldita sea. —Impresionante "efecto gatillo". Llevé una mano a la


parte trasera de su cuello y tiré de él para darle un beso—. Pero tengo que
usar esta luz. Es perfecta para las tomas. Nos vemos en el cobertizo en
una media hora. —Pasé junto a él hacia el camino. Miré por encima de mi
hombro y le guiñé un ojo—. Diviértete por mí.

Cuarenta minutos más tarde, fuera del cobertizo y casi todo empacado,
Rune doblaba una grulla.

—No importa cuántas veces te vea hacer eso —le dije, deslizando mi
cámara en su bolsa—, nunca voy a recordar cómo se hace.

La colocó en el centro del espacio abierto. Casi podía ver a Rune y a mí a


cada lado mientras dormíamos, donde nos sentamos con las manos
entrelazadas.

Rune se agachó, y mientras me miraba, me acordé de sus palabras de


hacía semanas: Tal vez no sean capaces de vernos, pero ese pequeño
pedazo de papel es una prueba de que estuvimos aquí.

Había levantado la mano y toqué la parte superior de la mochila donde


guardaba mis cámaras. Aquí también hay pruebas.

Salimos del cobertizo y nos dirigimos de nuevo al Jeep a diez minutos


por un camino de grava polvorienta. Desplegué el mapa que había
empacado en mi bolsillo, pensé en nuestro próximo destino. Escaneando
con la mirada sobre las áreas que todavía tendríamos que ver. Mi mirada
se mantuvo estrechamente en el mismo lugar. No estaba seguro de ello.

—¿Y ahora? —dijo Rune.

—No lo sé.

—Dame el mapa, vamos a ver las posibilidades.

—No, está bien podemos… —pero él me lo agarró.

Su expresión se puso rígida, y con manos rápidas volvió a plegar el


mapa. Caminamos hasta el Jeep en silencio; solo una vez que el motor
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zumbó a la vida, habló.

—Creo que hay que ir allí.

Miré por el espejo retrovisor, concentrándome en el respaldo de debajo


de los árboles. Suspiré, mientras una parte de mí odiaba la idea, una más
importante me animaba a hacerlo. Esto era algo que tenía que hacer,
supongo.
Ni una hora después de salir, Rune puso una mano en mi brazo.

—Detente en la posada delante.

—¿Tienes que orinar tan pronto, Rune? En serio. —Negué con la cabeza,
pero no pude ocultar la sonrisa.

—No es una parada para pis, en realidad. Estoy pensando en el


desayuno.

Ahora que él lo mencionaba, tenía hambre.

—Hmmm. —Lo miré. En una posada frívola, pero…—. Sí, vamos. ¿Por
qué no?

—Voy a ir contigo, visible, quiero decir. Al igual que, um… —Él exhaló y
se hundió de nuevo en la silla—. En realidad quiero que esto sea como una
cita.

Entré en el estacionamiento de la posada. Me volví a Rune y levanté una


ceja.

—¿Solo como una cita?

—Está bien, una cita. Una cita de verdad.

—Con una condición.

—¿Estás colocando términos a nuestra cita?

—Sí. Uno. Quiero pagar por los dos.

El rostro de Rune se arruinó como si lo hubiera golpeado en el


estómago.

—No.

—¿No?
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—No acepto esa condición. —Me tomó la mano. Apretando—. Sé que no


tengo mucho, y sé que no voy a ser capaz de hacer esto todo el
tiempo. Pero de vez en cuando, cuando pueda, quiero hacerlo, y lo haré. —
Él acarició mi palma con el pulgar—. Así que déjame hacer esto. Te voy a
enseñar un poco de agradecimiento.
Mordí mi lengua, reprimiendo una protesta. Si yo estuviera en sus
zapatos, ofrecería lo mismo. Inclinándome sobre la consola, lo besé.

—Está bien, Rune. Me gustaría que se trate de una cita de verdad. —


Entonces, para aligerar el estado de ánimo, añadí—. Pero ya que es la
primera, no habrá sexo después.

Él se rió mientras salía del Jeep.

—En una nota más seria —dije mientras caminábamos hacia la cafetería
de la posada—, será mejor mantener nuestras manos fuera de nosotros.

Una etiqueta engomada del arco iris en la esquina del panel de la puerta
de vidrio alivió mis preocupaciones. Está bien, así que tal vez podría haber
un poco de toques.

Dentro una pequeña mujer nos saludó con una sonrisa


alegre. Encontramos un acogedor rincón para sentarnos y estudiamos el
menú. Yo quería elegir lo más barato en él, pero pensé que solo sería frotar
la herida de antes. El desayuno sorpresa parecía de un precio
razonable. Se lo indiqué a Rune.

—Se puede pedir para dos. ¿Qué tal como para una cita? —le dije,
meneando las cejas.

—Perfecto.

Pedimos y, mientras esperábamos, Rune encerró mi tobillo entre sus


piernas. Un cómodo silencio se instaló entre nosotros y casualmente miró
por la ventana.

—Estas últimas cinco semanas han sido las mejores —dijo Rune con voz
suave y profunda.

Han sido buenas. Alarmantemente. Cogí una servilleta y doblé los


bordes.
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—¿Incluso mejor que cuando nos conocimos?

Rune sopesó la pregunta, y contempló mi pobre intento de grulla.

—Sí —pero antes de que pudiera procesarlo, Sonrisa Amigable puso


nuestro desayuno en el centro de la mesa.

—Disfruten.
Me quedé mirando el plato grande entre nosotros. Panqueques. Mi
estómago se tensó y quise cerrar mis ojos, pero mis párpados no se
movieron.

—¿Qué pasa? —preguntó Rune.

Fui vagamente consciente de abrir mi boca para pronunciar algo, pero


un sollozo en aumento atrapó mi voz. No queriendo que saliera, la cerré de
golpe otra vez.

—¿Scott? —extendió la mano y cubrió la mía.

Sonrisa Amigable regresó.

—Ups, olvidé esto. —Ella puso una jarra sobre la mesa. El olor azotó
mis sentidos.

No olvides traer un poco de jarabe de arce.

Encontré mis pies y corrí afuera. Agachado junto a unos arbustos


vomité secamente.

Rune, pronto a mi lado, se arrodilló.

—Scott, dime lo que está mal. ¿Cómo puedo hacerlo mejor?

Limpiando con una manga mi boca, me miró a los ojos.

—Es mi culpa. Todo. Papá, mamá… nosotros.

Frunció el ceño y, ahuecando un brazo alrededor de mis hombros, me


ayudó a ponerme de pie.

—Nada es culpa tuya. Nada. —Con mano firme, él me llevó al


Jeep. Tomó las llaves de mi bolsillo y me sentó en el lado del pasajero. En
el asiento del conductor, se torció—. Háblame.
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—Esas fueron mis últimas palabras para él. Lo único que importaba
eran los panqueques y el jodido jarabe de arce.

Rune agarró mi mano temblorosa, tratando de seguirme.

La ira se elevó dentro de mí. ¿Cómo no lo entendía ya? Grité:


—Si no me gustaran los panqueques, él todavía estaría putamente
vivo. Mamá no estaría loca. Tú nunca me habrías dejado. —Mi corazón no
se habría roto.

—¿Oyes lo ridículo que suenas?

¿Qué? Abrí la puerta, pero Rune tiró de mí antes de que pudiera salir.

—No, Scott, espera, lo siento, salió mal. Mírame. —Él levantó mi


barbilla. Me miró profundamente a los ojos—. Esa no fue la razón por la
que tu padre murió. No tenías control sobre su accidente de coche. No me
importa si le pediste y le exigiste que te hiciera panqueques, lo que pasó no
fue culpa tuya. Tienes que aceptar eso. Tu mamá está de duelo, todavía
conmocionada probablemente. Pero su trauma no es por tu culpa, ella
perdió al hombre que amaba. —Él tomó una respiración profunda, sin
soltar mi barbilla. —En cuanto a nosotros, de nuevo eres inocente en
eso. No fuiste quien tomó la decisión de alejarse. La única persona que
debe decir lo siento en ese asunto, soy yo.

Cerré los ojos y me apoyé en el reposacabezas.

—Acabo de ver esos panqueques y me asusté. Pensé en la última vez


que vi a mi padre. También pensé en mamá. ¿Por qué todavía duele tanto
a veces?

—Todo el que te cuida y te amó te dejó de alguna manera. Eso es… —Su
voz estaba tensa—. Eso es mucho que perder.

Suspiré y me puse el cinturón.

—Conduce. Eso me hará reír de nuevo.


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Cachorros gratis. Recoger antes de las cinco.

Rune se hizo a un lado de la carretera y detuvo el coche. El cinturón


azotó contra mi pecho. Estoy conduciendo el resto del camino.

—No.
—¿Qué?

—He visto signos como este antes. Tenemos que ver si queda alguno. —
La puerta se abrió de golpe. Rune ya estaba dando zancadas por el
camino. Corrí para alcanzarlo.

—Rune, cálmate. Explícame.

Él se ahogó con sus siguientes palabras.

—A veces, ahogan al resto, los no deseados. —Su mandíbula se contrajo


y los ojos se le oscurecieron—. Lo he visto suceder, cuando viajé con el
circo, después de…

—Hay refugios de animales que los llevan. No serán asesinados. —Me


estremecí ante la idea y seguí a Rune a una alambrada, un signo al lado de
él lía: Ayúdenos. A continuación, en la escritura de un niño: Por favor,
toma los cachorros, si no los toman pueden ser dormidos.

Tragando saliva, me asomé a través de la valla. Solo quedaba una


cría. Arena con hilos de jengibre, se acurrucaba junto a un poste,
gimiendo. Rune buscó mi mirada. No hizo falta ninguna palabra. Asentí y
él entró y recogió la cosa pequeñita. Acunándola en sus brazos, Rune hizo
sonidos de besos. Cuando me alcanzó, me dio al cachorro. Recuerdos de
Skimpy me entristecieron por un segundo. ¿Fue una buena idea? Los
grandes ojos negros del cachorro miraban a los míos y vi una profundidad
similar a la que veía en los ojos de Rune. Sí, esto era lo que había que
hacer.

—Cúbrenos con tu aura —le dije—. ¿Hecho?

—Sí.

—Bien. Acércate. —Él vino por detrás de mí—. Ahora pon tus brazos
alrededor de mi cintura. —Se obligó, y me incliné de nuevo hacia él. Giré
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mi cabeza para encontrarme con la suya—. Quiero besarte. —Por cuidar


tanto, por…

Mis pensamientos se perdieron cuando sus labios se encontraron con


los míos. El cachorro se retorció en mis brazos, pero mantuve un buen
agarre.

Juntos caminamos de regreso al Jeep. En el interior, Rune escondió el


cachorro en su regazo, con el dedo meñique acariciándolo entre las orejas.
—Gracias por hacer esto conmigo, Scotty. Les debo tanto a los
cachorros. Salvar uno es lo que te trajo a mí.

—Supongo que nos gustaría encontrar una tienda de mascotas en


alguna parte. Y un nombre. ¿Tenemos que nombrarlo? ¿Ella?

Rune agarró el cachorro con los ojos entrecerrados:

—Um… una chica.

—Bien. Qué tal Astra.

—Astra-la-vista. Vetado. ¿Vagabunda?

—¿Vetas Astra por Vagabunda? De ninguna manera. ¿Foxy?

—¿Señorita Foxy?

—Ugh. No lo creo. ¿Polly?

—¿Quiere la galleta?

—Mierda. No lo sé. Tú tienes otro.

—Cariño.

—¿Sí, querido? —Me reí, y Rune rodó los ojos—. ¿Qué hay de Solo? Ella
fue la última que quedó, después de todo.

—No está mal. Está siendo considerado.

—¿Quién toma la decisión final?

—A los dos nos debe gustar, pero… —Señaló con el dedo a su regazo—,
ella da la última palabra. —La cachorra le mordió el dedo—. Mira, ella está
de acuerdo.
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La cachorra, envuelta en mi chaqueta, jadeó contra mi cuello. Froté la


parte superior de su pequeña cabeza, haciendo estallar hacia afuera la
parte superior de mi cremallera. Viendo la granja y de nuevo.
—Es exactamente igual.

Rune entrelazó sus dedos con los míos y apretó.

—No sé lo que estaba haciendo al sugerir que viniéramos aquí. Solo


pensé, tal vez…

—No —le dije—. Creo que tenía que volver aquí. Algún tipo de cierre, tal
vez. —Recorrí los campos, finalmente descansando en el antiguo granero—
. Además, hay tantos buenos recuerdos de este lugar, pero es… difícil. Tal
vez son esos los que hacen que esté aquí.

Una luz se encendió en el cuarto delantero

—¿Está el aura alrededor de nosotros? —le pregunté, instando a Rune


lejos de la casa.

Él asintió. En acuerdo tácito, nos dirigimos hacia el granero. La puerta


crujió cuando la abrimos, la melaza dulce y heno perfumaban el aire.

Caminamos en pasos medio vacilantes como explorando el lugar de


nuevo. La respiración de Rune enganchada, acelerada, como la mía.

Me volví hacia él, corrientes húmedas corrían por sus mejillas. Él me


atrajo hacia él, tirando de nuestras mochilas, hasta que fuimos solo
nosotros y la cachorra. Con cuidado de no aplastarla, me besó. Profundo y
apasionadamente, afirmando: No creas que te dejaré ir de nuevo.

Y algo cambió dentro. Una pieza del rompecabezas que estaba en mi


interior se puso en el lugar correcto.

—Rune, yo…

La cachorra se quejó y se apresuró a escapar de los confines de la


chaqueta.
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—Debemos establecer un lugar para que duerma —dijo Rune—. Creo


que tal vez debería dormir con la correa puesta. Que se acostumbre a la
sensación. —Él sonrió—. Quiero decir que todos los perros deben ser
entrenados, pero esta encantadora tendrá que ser el mejor perro que hay,
sobre todo cuando ella está conmigo.

—Definitivamente vamos a necesitar nombrarla entonces. ¿Qué hay de


Sunny?
Rune besó al cachorro entre las orejas.

—¿Qué piensas de Sunny? Sí, demasiado común, estoy de acuerdo.

Atrapó mi lengua entre sus labios mientras me empujaba hacia él. Mi


sangre chisporroteaba. Rune, eso fue tan caliente.

—Más sobre esto más adelante —dijo con un guiño. Presioné la cachorra
más cerca cuando Rune hizo una cama improvisada usando pajares, una
rutina nerviosa desconocida en mi estómago.

Después de instalar a la cachorra en la cama, Rune se enderezó.

—Tengo el nombre perfecto. —Levanté una ceja, y él me dijo—


. Entonces, ¿qué piensas?

—Ve-ta-do.

—Vamos a tirar un poco de heno para hacer una cama blanda. —Rune
sonrió—. Sé lo mucho que odias todos los suelos duros en los que hemos
estado durmiendo.

—¿Me quejo de eso a menudo?

—No. Tu cara lo dice todo cada vez que nos encontramos con nuestros
alojamientos. Y haces esta cosa con el pie.

—Solo para saber qué tan rígida debo esperar mi espalda en la mañana.

Una vez que instalamos todo, Rune y yo nos sentamos uno frente al
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otro, ambos apoyados en pilas de heno.

—¿Tienes hambre?

Negué con la cabeza.

—¿Qué tal una historia entonces? —Mientras hablaba, sacó sus cuadros
de colores de papel y los dobló.

Me quedé mirando la creciente pila de lirios verde entre nosotros. Eh.


—Me di cuenta de que casi nunca utilizas papel verde cuando nos
quedamos en algún lugar.

Una sonrisa secreta le tocó los labios.

—Los verdes son solo para ti, Scotty.

Mi mirada cayó de nuevo a las flores.

—¿Son todas para mí? —Mi voz salió ronca.

Cogió el montón en sus brazos y los dejó caer sobre mi regazo.

—Quería darte una cita adecuada, lo siento por lo de esta mañana.

Me puse de pie y dispersé las flores sobre la cama. Las extendí con un
brazo. Tragué saliva mientras lo sacaba. Con el corazón acelerado, lo rodeé
con mis brazos y lo atraje más cerca. Nuestro beso comenzó lento, suave,
tomé mi tiempo explorando su boca. Rune soltó un pequeño jadeo
contento, y mi cuerpo respondió a él profundizando el beso,
expandiéndolo. Desde su barba áspera, hasta su cuello. Lo quise… lo sentí
listo para ir más allá.

Di un paso hacia atrás. Encontré su mirada comprensiva.

¿Qué es diferente en este momento?

Siempre estás ahí para consolarme. Confío con mi corazón de nuevo.

Me refiero a esto.

Extendiendo la mano, tiré de su playera, una pregunta: ¿Esto está bien?

Él asintió, y me agarró el dobladillo, levantó la camiseta y la sacó. Lenta


y suavemente, entonces no tan lentamente nos sacamos la ropa. Las
manos de Rune temblaban mientras nos alcanzamos. Besándonos de
nuevo. Nuestras erecciones apretadas; respiré hondo.
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Me incliné lejos de nuestro beso y lo miré a los ojos.

—¿Estás listo esta vez?

Suspiró contra mi cuello.

—Siempre estuve listo, Scott. Solo quería que también lo estuvieras.

Beso.
—¿Cómo sabes…

Beso.

—… que estoy listo?

Miró hacia la cama. Tocó su medallón alrededor de mi cuello y sopló la


respuesta contra mis labios.

—Tú me has demostrado que lo estás.

Con una sonrisa me envolvió en sus brazos. De alguna manera


terminamos en la cama improvisada. A horcajadas, corriendo las manos
por su pecho mientras nos besábamos, estirándome lo agarré
ligeramente. Mi hermoso Rune maldijo algo malo, y saber que lo hizo me
hizo sentir tan bien, yo quería darle más. Me deslicé más abajo de él,
arrastrando besos con la boca abierta sobre el pecho, estómago…

—Espera.

Levanté la vista para ver su rostro.

—¿Estás bien?

—El infierno sí, yo… —Se mordió el labio—. En caso de que empecemos
a dejarnos llevar… Mi mochila, bolsillo lateral. Hay cosas. —Sonreí, y Rune
se sentó, me mordisqueó con los dientes.

Agarré los condones y lubricante. Se los pasé a Rune. Le susurré al


oído:

—Eso es lo que quiero que suceda.

Juntos nos acariciamos, entrelazados, besando, aplastando las flores


debajo de nosotros. Cada paso era desconocido, maravilloso. Nunca me
había sentido tan desnudo y al mismo tiempo tan cómodo. Cuando entró,
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cuidadosamente observando signos de malestar, una parte de mí quería


sollozar. No por dolor, que estaba un poco allí, sino porque cada
movimiento suyo era una sonrisa solo para mí.

Vaciló, hasta que le sonreí. Rune puso un beso en mi pierna que estaba
en su hombro. Se movió lentamente con suaves gemidos. Sus manos
tiraron de mis caderas. Nunca me había sentido tan cerca.
Sus embestidas se hicieron más fuertes, más apasionadas; palabras que
no tenía control sobre mi boca salieron volando con cada pulso de placer.

—Scotty, yo…

Di un grito ahogado, me vine, su voz me envió por el borde. Rune se


derrumbó sobre mí, directamente en un beso. Eso fue… eso fue tan…

Maravilloso y embarazoso.

—El clima perfecto para darse un baño, ¿no te parece? —le dije,
tratando de ignorar la creciente ola de mal humor mientras caminábamos
sobre el punto. Lo intenté y fracasé no ver la fruta podrida, las moscas, los
gusanos.

Apresuré mis pasos hacia la piscina de río. Miré por encima de mi


hombro. Rune me seguía con la cachorra, más lento y con la mandíbula
apretada mientras miraba a la zona de césped.

—¿Rune?

—Adelante. Me quiero quedar aquí con la cachorra. Realmente


deberíamos llegar a un nombre. Hoy.

—¿Abby? ¿Gemma? ¿Sophie?

—No, no y no. —Rune se sentó en el borde del agua y dio unas


palmaditas a la cachorra—. No te preocupes, estaremos de acuerdo en algo
lo suficientemente pronto. Nosotros dos… —Me miró—, solo tomamos
nuestro tiempo para hacer las cosas bien. Pero cuando lo hacemos, es
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perfecto.

Dejé caer mi bolso a su lado y me incliné para darle un beso rápido. Con
manos rápidas me quité la ropa y eché mi camino al río.

—¡Oh, qué! ¿Con tus bóxers puestos? —Rune llamó. Me volví, sonreí y
tiré de la cintura un poco.

Rune rió, sacó la cámara y tomó fotos.


—Por Dios, estás caliente. ¡Y tomándome el pelo!

Negué con la cabeza.

—Nunca me burlo. Considera esto como juego previo. —Yo estaba a


punto de saltar en el agua cuando me di cuenta de que todavía llevaba el
medallón. Como no quería dañarlo, me lo desabroché y volví a colocarlo
alrededor del cuello de Rune. Su sonrisa, pequeña y dulce, se añadió a las
demás… como una conexión, la colección enrollándose alrededor de mis
entrañas. Salté al agua con un rugido juvenil. Reclamado el agua con
manotazos gruesos hacia otro lado. Yo estaba tan jodida e increíblemente
feliz.

Después de un par de vueltas me uní a Rune y a la perrita en la hierba,


cayeron gotas de agua sobre ellos así que me incliné para darle un
beso. La lengua de Rune encendió la mía, y de alguna manera durante el
intercambio él regresó el medallón alrededor de mi cuello.

La cachorra se quejó y se apartó.

—Te amamos demasiado, linda sabuesa —le dije, frotando detrás de sus
orejas.

Rune silbó en un aliento y me miró a la cara brillante. Él tomó la parte


de atrás de mi cuello y me besó de nuevo. Hmmm, podría hacer esto todo
el día.

—Pregúntame cuánto tiempo.

—¿Cuánto tiempo, qué? —Sonreí contra otro beso—. Sé más específico.

—Cuánto tiempo te he amado.

Me tiré hacia atrás. Él me miró fijamente, el silencio cada vez mayor. En


silencio, las palabras salieron nerviosas:
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—¿Cuánto tiempo?

—Desde la noche en que me dijiste que debía ir a la escuela contigo. Fue


entonces cuando estos sentimientos empezaron.

Me balanceé adelante y atrás y delante de nuevo. Él miró a su


alrededor. Este fue el lugar donde mi corazón se rompió. Parecía justo que
aquí fuera donde se convirtió de nuevo en un todo. Me encontré con su
mirada. Su timidez me venció. Podía sentir el calor de un rubor.
—Yo… también te amo, Rune.

Nos besamos hasta que la cachorra nos recordó que no estábamos


solos. De mala gana, levanté mi yo casi seco fuera de Rune. Cogí la cámara
para grabar este momento.

En la pantalla estaba la imagen que Rune había tomado de mí. Yo


estaba prácticamente desnudo, nada excepto un par bastante cutre de
bóxers. Había algo que no estaba bien acerca de la imagen, pero no podía
ubicarlo. Tal vez era el ángulo. Bueno, Rune no había aprendido fotografía
igual que yo. Al menos no cortó ninguna extremidad.

Cambié la configuración y, sosteniendo la cámara delante de nosotros,


me incliné hacia Rune y me presioné contra él. La cachorra ladró, y Rune
la levantó hasta que también estuviera en la toma.

Miré por la ventana del Jeep una y otra vez en un último adiós mientras
conducíamos. Los minutos de silencio contemplativo cayeron entre
nosotros. Rune se acercó y me apretó el muslo.

—¿Cómo te va?

—Estoy bien. Bien. Realmente bien, en realidad —suspiré—. Yo no sabía


lo mucho que necesitaba eso. Gracias.

Diez minutos por la carretera después reduje la velocidad.

—En realidad, hay algo más que tengo que hacer.

—¿Qué es eso?
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Seguí conduciendo hasta que los árboles grandes, las cruces y las
piedras aparecieron.

—Tengo que decir algunas palabras. Tomar una foto. —La última
fotografía para el álbum. Me detuve al lado de la carretera y abrí la
puerta—. No tienes que venir si no quieres.

—¿Qué quieres?
Que vengas.

Rune, leyendo mi cara, comprendió.

—Bien. Yo, ah… —Él miró a la cachorra dormida—… iremos.

Tomé solo mi cámara y Rune cogió algo de su mochila. Caminamos de la


mano hasta la tumba de mi padre. Me dejó ir una vez que llegamos a la
lápida de mármol negro. Un esposo y padre amado.

Un vacío se arrastró de nuevo a mí. Cerré los ojos y me arrodillé


delante. Las palabras de Rune eran tanto una comodidad como una
advertencia en mi cabeza. No es tu culpa. Me mordí la lengua para reprimir
un lo siento.

—Te echo de menos, papá. —Mi voz se quebró. Pasé una mano sobre la
parte superior de la piedra. Entonces empecé a temblar y las palabras
salieron de mí, le conté todo sobre los últimos cuatro años—. Y estoy
haciéndolo, voy a hacer mi mejor esfuerzo para ser mejor. Ella te quiere
mucho.

Rune, que había estado doblando lirios y colocándolos en el borde de la


piedra, apoyó una mano en mi espalda. La cachorra, ahora despierta, tiró
de la correa enredada en la muñeca de Rune. Tirando de ella con él, Rune
envolvió sus brazos alrededor de mí y presionó sus labios contra mi
frente. Por encima de mi hombro, dijo las palabras que hicieron de mis
ojos ardientes finalmente agua:

—Su hijo es un hombre hermoso.

Di un paso atrás cuando la cachorra gruñó. Ambos miramos hacia ella


felizmente royendo uno de los lirios de papel de Rune y a continuación el
uno al otro de nuevo. Ambos con la misma pregunta en mente. Asentí.

—Sí. Es perfecto.
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Utilizando el hombro de Rune para estabilizar la cámara, trabajé para


tomar la última imagen.

—Gracias —le susurré al oído mientras terminaba—. Ahora vamos a


llevarnos a nosotros mismos y a Lily de nuevo al Jeep. Vamos a casa.
Nos tomó solo tres horas (con las paradas de Lily) llegar a la
ciudad. Frené de nuevo por otro semáforo.

—Es mucho mejor conducir en el campo —murmuré.

Por último me detuve frente a su apartamento.

—¿Quieres venir? —preguntó, yo ya estaba medio fuera de la puerta en


respuesta. Diablos, sí.

—Ven aquí y hazlo para que así seas el único en verme.

Él cumplió, una sonrisa expectante en su rostro. Está bien. Tomé la


correa y, a continuación, lo presioné contra el cuerpo del Jeep.

¡Beso!

Mis labios contra los suyos.

—No, oh, mucho más de eso arriba.

Sus manos me dieron una palmada en el trasero mientras empujaba de


nuevo contra mí. Sus labios rozaron mi oreja.

—Me alegro de que te vas a quedar. —Cerré los ojos. Corazón y cuerpo…
él tira de ambos hilos a la vez.

Levanté a Lily y entré en el vestíbulo del apartamento. Rune se detuvo


en su camino hacia la escalera. Retrocedió un paso para estudiar el tablón
de anuncios.
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—Mierda.

Me acerqué a su lado.

—¿Qué?

—El lugar será alquilado a finales de la semana.

Tomó las escaleras de dos en dos, Lily y yo nos arrastramos por detrás.
—Lo… ah… ¿A dónde sueles ir cuando eso sucede? —le pregunté
mientras ponía mis zapatos en la puerta.

—Parques, la estación de tren, en el invierno donde Libby. Es verano,


por lo que en realidad no importa dónde. —Dejó nuestras maletas—.
Además, acabo de tener tres semanas de práctica contigo.

Rune se trasladó al cuarto de baño y se movió alrededor. Lily lamió la


palma de mi mano.

—Ella va a estar bien aquí, por ahora. —Él vino y tomó a la cachorra. Le
puso a algo de comida y agua a la par.

—Quédate conmigo.

—¿Disculpa?

—Al final de la semana, diablos, esta noche, ven a mi casa. Quédate


conmigo. —Me acerqué bailando y besé la sonrisa cada vez más grande en
su rostro—. Sí, sabías que íbamos hacia esto todo el tiempo, ¿no? —
Levanté una ceja. Admítelo.

—Me quedaré contigo totalmente.

—Bien. Vamos a empacar tus cosas y vamos allí ahora mismo. Podemos
continuar con nuestros planes de la tarde allí.

Diez minutos fue todo lo que se necesitó para reunir todas las cosas de
Rune. Lily ladró en ráfagas excitadas. Todas las luces estaban verdes en
mi casa, como la sonrisa en nuestra decisión.

—Um, es mejor que vayas con Lily. No estoy seguro de cómo mamá se
llevará con ella. Déjame probar sacarla primero.

Abrí la puerta.
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—Hola, mamá, soy yo. Ya estoy de vuelta.

Desde el final del pasillo sonó un arrastrar de pies. Pasé por encima del
umbral seguido por Rune. Mis pies se deslizaron a través de las tablas del
suelo. ¿Qué…? Llamé a Rune tratando de mantener el equilibrio. Lily ladró
y corrió libre de sus brazos. Sus manos me encerraron alrededor de mí en
su lugar. Articulé a Rune un agradecimiento.
La perra se deslizó en el piso, dividiendo sus piernas separadas. Mamá
giró alrededor de la esquina de rodillas, un trapo en una mano frotaba las
plantas. Eh. Cera. Debería tener…

Tragué saliva mientras Lily trotaba y se desviaba hacia mamá.

Mamá miró, parpadeando.

—Scott. Estás de vuelta. —Luego de una sonrisa rápida, continuó


puliendo el piso—. Yo no sé lo que voy a hacer con estas manchas. —Ella
negó con la cabeza.

Y bienvenido a casa, Scott. La terapia una vez a la semana no era


suficiente. Ella ni se dio cuenta de un cachorro en el centro de la
sala. ¿Cuánto en su propio mundo estaba ella?

Negué con la cabeza, agarré a Lily y me dirigí al exterior. La voz de Rune


vino detrás de mí.

—¿Scott? Tú estás…

—Necesito un paseo.

—Muy bien, vamos a ir.

Negué con la cabeza.

—Solo necesito un poco de tiempo a solas. Por favor. Una media hora.

Él asintió y se volvió hacia la casa.

—Voy a estar en la habitación.

Por el camino conduje a Lily alrededor de un parque. Fue estúpido para


mí estar molesto. Esa era justo la forma en que estaba. ¿Entonces por qué
lo hice? Porque hasta ese momento las cosas eran perfectas. Yo había
estado tan feliz, el dolor del contraste. Un recordatorio de lo que la realidad
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era de verdad.

Un hombre que paseaba a su perro se acercó. Miró a Lily, curioso, y


saltó hacia atrás cuando Lily se levantó a sí misma contra sus oídos.

—Es extraño —dijo el hombre—. Chappy aquí no suele ser tan nervioso
alrededor de la gente.
—Es Lily, ella es una cachorra muy curiosa. —Me incliné y froté su
cabeza—. ¿Acaso no lo eres?

El hombre frunció el ceño y tiró de la correa de su perro.

—Vamos. Rápido, Chappy.

Me dejé caer en una vieja banca de hierro forjado y madera, frotándome


las sienes. Algo me molestaba. Lily caminó alrededor de mis tobillos
saltando. Inclinándome, la recogí y me recosté para que ella se sentara en
mi estómago y el pecho. Ella se acercó, me lamió la nariz. Me ayudó, me
reí.

—Gracias, Lily, este ha sido un día increíble. No debería haber


necesitado el recordatorio.

¿Impresionante? Más como el mejor de mi vida. Yo no podía esperar a


llegar a casa y desarrollar esas tomas…

Ohmidios, la primera respuesta a las cosas que juntaba las piezas. Mi


estómago se apretó. Me quedé mirando a Lily ya que todo el pasado y el
presente llegaron cayendo, estrellándose en su lugar.

La camiseta que mamá y papá no vieron. Las chicas silbándome en la


calle. La foto de Rune y yo… yo no llevaba el medallón. Y ahora… y ahora
mamá, ese hombre…

Lily es invisible.
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Traducido por PrisAlvS

Corregido por Pily

Scott
Lily era invisible. Invisible.

La observé bailar, moverse alrededor de mis pies. Fragmentos de


recuerdos se abrieron paso por mi mente, ninguno tenía sentido, o tal vez
tenían demasiado sentido, pero no lo quería creer. No podía. No lo haría.

Pero tenía que hacerlo.

A pesar de la calidez del anochecer, deseé tener una sábana, algo con lo
que cubrirme. Como para protegerme de… no, ni lo pienses. ¿Tal vez si no
lo hacía no sería real?

Me balanceé con la cabeza entre mis rodillas. Mis pantalones


camuflaron mi gruñido contenido… ¿o era un sollozo? ¿Cómo podía estar
pasando? ¿Cómo no lo vi antes? ¿Incluso pensarlo pudo haber sido una
posibilidad?

Levanté a la perrita, dejé que los fragmentos se armaran en mi cabeza.


Algo del aura de Rune hacía las cosas invisibles. El medallón que había
estado usando cuando tomó la foto no aparecía. Mierda. ¡Incluso había
caminado con su ropa por la calle! O sin esta para los demás… ¿cómo
pude no haberlo notado entonces? Pero más que eso, Rune tampoco lo
había notado. Él no sabía. ¡No lo sabe!
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Respiré hondo, el olor a cachorro llegó con esto. Lily y yo éramos muy
similares, ambos podíamos ver a Rune. Ninguno de nosotros enfermaba
alrededor de él.

Aun así Lily igual se volvió invisible.


No quería admitir lo que eso significaba, pero ahí estaba. El trozo más
afilado, un pensamiento como una daga lista para hacer todo el daño que
pudiera.

Estar alrededor de Rune también me hará invisible.

Pero no… espera un momento. Si las cosas alrededor de él se vuelven


invisibles, ¿entonces de seguro la cama en su apartamento no se podría
ver? O… ¿a menos que sean solo cosas que entran a su aura las que se
vuelven invisibles? Eso debe ser.

Tragué con fuerza. Por eso él no sabía lo que sucedería. Recordé el


teatro, como me había ocultado con su aura esa primera vez. No sabía si
funcionaría. Por supuesto que no sabía que esta era una posibilidad. O
nunca lo habría hecho. No se lo desearía a mi peor enemigo.

Pero si este era el efecto de su aura cuando estaba alrededor de mí,


Rune no tendría que volverme a cubrir. Podíamos hacer esto funcionar,
¿cierto? Con esta esperanza impulsándome, Lily y yo dejamos el parque.
Una pareja nos pasó, lanzándome una mirada al hacerlo. Esta no tenía
que ser una de esas últimas miradas que recibiría antes de… me apresuré,
llegué a casa, até a Lily atrás, acariciándola.

—Solo hasta que te preparemos un espacio en el cobertizo.

Entré a la carrera, preparándome para hablar con Rune. Lo encontré


tirado en mi cama. Sus zapatos lejos y sus ojos cerrados. Me acerqué
hasta que escuché su profunda respiración. Dormía. Es tan pacífico. Tan
hermoso. Subí a la cama junto a él. Lo haríamos funcionar. Lo haríamos.
Teníamos que.

Presioné suavemente mis labios contra su brazo. Se removió. Me aparté,


no quería despertarlo. Dos manos rodearon mi cintura.

—Vuelve aquí —dijo la profunda y atractiva voz de Rune.


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Me giré y su boca encontró la mía. Nos exploramos en un beso


apasionado que apartó la confusión por un momento. Le diría, luego de
esto, oh Dios, esto se siente bien, besar. Rune movió su lengua, sus manos
trabajaron para remover mi camiseta. Las mías se movieron para devolver
el gesto.

—Dios… no nos podemos besar… así en público… Nunca.


Salvo por la parte de quitarnos la ropa…

—¿Por qué no?

—Porque cuando estoy contigo. Cuando me pongo tan caliente… —Otro


beso—… no puedo controlar mi aura. No puedo hacerte desaparecer frente
a un grupo de personas.

Me aparté de él, rompiendo nuestra pasión. Necesitaba decirle. Debía.


Pero…

—¿No puedes controlar tu aura? ¿Eso pasa mucho?

—A veces cuando nos besamos… y, ah, cuando dormimos juntos. Nos


consumí a ambos en mi aura y creo que algo de la paja. No pude evitarlo.
—Sonrió—. Pero ya que no planeo hacer nada sucio… ah, bueno al menos
no con una cámara, creo que estaremos bien.

Bien. La palabra se repitió en mi cabeza, palpitando entre mis


pensamientos anteriores. Bien. No lo estaría sin embargo, ¿no? Amar a
Rune de la forma que quería… eso significaba que no había forma de evitar
volverme invisible.

—Rune, hay algo que necesito decirte, y… —Me detuve. Cerré mi boca.
No se lo desearía a su peor enemigo. ¿Cómo podría decirle? Se iría para
protegerme—. Ah… no es mucho. Solo quería que supieras que me gusta el
lado izquierdo de la cama.

Rune me mostró una sonrisa de desconocimiento y completa alegría.

—Tomado en cuenta.

Sentí algo de culpa por mentirle. Se movió para besarme, pero no pude
igualar el entusiasmo de antes. Luego la aspiradora se encendió en el
fondo, y me congelé.
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—¿Qué pasa, Scott? —La preocupación se marcó en su frente.

—Mamá.

—¿Qué hay con ella?

Exactamente mi pregunta. Si me volvía invisible, ¿qué pasaría con ella?


¿Cómo lo enfrentaría, cuánto más la heriría que yo me fuera, que
desapareciera?
Rune
Los ojos de Scott se humedecieron, su pequeña sonrisa se disolvió. Lo
presioné contra mi pecho, pasando mis dedos por su cabello color
chocolate. Su profundo suspiro pasó por mi piel hasta mi estómago. La
piel de gallina siguió ese camino. En dos sentidos.

—¿Qué está mal?

—¿Qué?

—El suspiro. —Suspiros. Esos pasaron muy a menudo la última


semana. Una pequeña punzada cada vez que escuchaba uno.

—Nada. —Scott se apartó y buscó sus pantalones enrollados en las


sábanas. Tomé su mano antes de que pudiera liberarlos. Sonrió
rápidamente, se inclinó hacia mí, pasando sus labios sobre los míos—. En
serio, estoy bien. —Un leve pesar en su voz, un temblor en su mandíbula.
No te creo—. Necesito hacer algo de trabajo.

Dirigió su mirada a mi mano. Lo solté. Contuve el ceño fruncido que


sentí llegar.

—Bien.

—¿Tal vez debería salir de tu camino por un par de días? —Me escuché
ofrecer, mis entrañas apretándose al mismo tiempo—. ¿Darte algo de
espacio?
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Su cabeza se levantó de golpe y su voz estaba cargada de pánico.

—No. No lo hagas.

Dejé salir el aire aliviado.

—Muy bien. Solo una sugerencia. —Frotó su frente—. El cumpleaños de


mamá es el próximo miércoles. Quiero terminar su regalo.
Luego de abotonar sus pantalones y ponerse una camiseta, se sentó,
haciendo girar la silla del escritorio. Pronto sus dedos estaban sobre las
teclas. Apilé unas almohadas detrás de mí y lo observé.

—Oh. —Su tono empezó emocionado y rápidamente cambió a algo


más… ¿tristeza?

—¿Oh, qué?

Scott se encogió de hombros.

—Correo. Recibí la crítica del maratón de fotografía.

Me levanté de la cama y me acerqué a él.

—Eso es emocionante. Guau, ¿entonces qué dice?

Observó la pantalla, una sonrisa alegre iluminando su rostro antes de


que se endureciera de nuevo. Leí sobre su hombro.

—Elogios… muestra potencial. Pero eso es genial, Scotty.

—Sí —aceptó, observando por la ventana—. Sí, lo es.

Con un rápido cliqueo cerró la ventana, se movió por el escritorio para


abrir Photoshop. Había pasado horas cada día editando las fotografías de
paisajes y se veían profesionales.

—¿Seguro de que no quieres aplicar para ese trabajo? —pregunté


dudoso.

No contestó, sus párpados se apretaron.

—Solo necesito algo —dijo, la silla rodando por el suelo. Sus pies
golpearon las escaleras y desde donde estaba pude escuchar el golpe de la
puerta trasera. Tirando de unos bóxers, me moví al cuarto de costura al
otro lado del pasillo. Miré por la ventana hacia el patio trasero.
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Scott se movió hacia una banca podrida cerca del cobertizo del jardín, el
cual por estar en desuso servía para mantener a Lily. Sacó a la cachorra y
la dejó jugar en su regazo. Pero sus hombros cayeron y su cabello colgaba
por lo que no podía ver su rostro. Acarició a Lily lenta y suavemente.

Lo observé por diez minutos solo sentado ahí, y con cada minuto la
preocupación me llenó. ¿Qué estaba pasando? Cuando Scott volvió a la
casa, volví a su habitación y me senté al final de su cama.
Entró al cuarto, mostrando un rollo de cinta adhesiva doble.

—Finalmente encontré un poco.

Respiré hondo ante la mentira. Intenté mantenerme calmado, pero mi


voz tembló.

—Siéntate a mi lado por un momento.

Lanzó la cinta a la cama y se acomodó junto a mí. No muy cerca. Alto.


Estoy analizando esto de más, ¿o no? Abrí mi boca para preguntarle qué
estaba pasando de verdad, pero no tuve la oportunidad. Scott dejó caer su
cabeza a sus manos.

—Rune, no me mires así. Solo tengo cosas en mi mente. Necesito


tiempo. para procesarlas.

¿Procesar? ¿Procesar qué?

—¿Quieres hablar de eso?

Scott sacudió la cabeza, la forma en que lo hizo se sintió como un golpe


en el estómago: no contigo.

Se movió a su escritorio, sacó la fotografía de la tumba de su padre, y la


imprimió. Lo observé atontado. Me faltaban las palabras. En menos de
media hora, todos las increíbles emociones que tuve la semana pasada
fueron drenadas, dejándome vacío. Una sensación muy familiar. Debería
estar acostumbrado. Me moví sobre la cama y me enrollé en una sábana.
El sudor de Scott mezclado con el mío invadió mi nariz. Respiré hondo.
Este era un olor que no quería tener que recordar, un olor que solo quería
tener. Siempre. Pero él necesitaba tiempo para pensar. ¿Se había dado
cuenta de alguna forma que no quería esto?

Pero no. No. Teníamos una conexión. Apenas nos alejábamos del otro.
Me invitó a quedarme con él, también me quiere aquí.
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Miré por una abertura entre la sábana a Scott abrir un cajón de su


escritorio. Sacó un grueso libro de algún tipo. La luz de la tarde delineó su
perfil, los fuertes contornos de su rostro y su figura. Sus grandes ojos
grises se movieron hacia mí y rápidamente se apartaron.

Tragué alrededor de un nudo en mi garganta. No dejes que esto sea


demasiado bueno para ser verdad.
Cerré mis ojos y regresé una semana en mi memoria. A la granja, el río.
También te amamos, cachorro. ¿Eso no había significado que también me
amaba? Una sensación royó mi estómago. ¿Y si lo había malentendido?

Yo… también te amo. Recordaba ese momento… tan hermoso, ahora


manchado. Oh, Dios, había dudado. ¿Lo dijo solo porque yo lo dije? Por
supuesto que no, un momento nunca se había sentido tan real. Volvimos a
crecer juntos. Juntos.

Me dormí cargado con sueños de Scott. Nuestras lenguas un nudo. Un


gemido. Calidez. Lo presioné contra mí. Él gimió de nuevo. ¿O es un
sollozo? No, un quejido.

—¿Qué está mal?

—Buenas noches, Rune. Cuídate.

Cierra la puerta del carro ante mis ruegos para que se quede. Me dejo
caer en la acera, viéndolo irse. Intentando que vea hacia atrás.

No lo hace.

Lily lamió su plato para limpiarlo con un sonido de satisfacción. Scott se


inclinó y la acarició.

—Momento de dar un paseo, adorable.

Tomé su correa y metí una bolsa de plástico en su bolsillo.

—¿Tenemos las galletas de perro en algún lugar?


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Scott, en silencio, como había estado todo el día excepto para desearle
un buen cumpleaños a su mamá, desapareció en el cobertizo y volvió con
un bolsillo de su chaqueta lleno.

En el parque, Scott me pasó unas de las galletas con un pequeño beso


en mi mejilla. Deseé acunar la leve presión que dejó. Una pequeña llama
de esperanza de que tal vez las cosas entre nosotros volverían a mejorar.
Desde la semana en que intenté hablar con él, se había apartado.
Claramente no habíamos hecho el amor, aunque sí me dejó abrazarlo,
acariciar su cabello, besar su rostro. Aunque me contenía.

Aun así, a pesar del dolor, no me podía ir. No lo haría, hasta que él
mismo dijera las palabras. Por lo que me aferraba a sus pequeñas
sonrisas, intentaba memorizarlas por si acaso.

Nos separamos, moviéndonos a lados opuestos. Cuando se refería a Lily,


Scott parecía tan dedicado. Cada tarde la entrenábamos. Luego de unos
buenos cuarenta minutos, Scott se dejó caer en una banca.

—Lo está haciendo bien.

—Sí. —Somos buenos papás, quería decir. Quería ver su reacción. En su


lugar pateé nueces caídas, observándolas moverse por el césped. Lily se
emocionó. Encontré cuatro grandes y las lancé en arcos. ¿Tal vez esto lo
haría sonreír? Una sonrisa de verdad. Cuando Scott cerró los ojos, me
detuve. Dije en voz baja:

—Solía gustarte cuando hacía esto.

Scott los abrió.

—Todavía lo hago, Rune. Yo… de verdad. —Se levantó, me pasó la


correa. Encontró tres nueces e hizo malabares.

—Recuerdo enseñarte —hablé suavemente, mirando en algún lugar


entre Scott y Lily como si pudiera ver la escena en el aire. Un momento
pasó. Encontré la mirada de Scott.

—Por favor dime lo que está pasando. Con nosotros.

—Nada pasa con nosotros. —Y podría haber creído la sinceridad en su


voz si no hubiera apartado la mirada.

Era mi turno de suspirar, pero no lo hice. Porque pensar que podría no


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herirlo como los suyos a mí era demasiado.


Tomé su mano en su habitación. Entrelacé nuestros dedos y besé cada
nudillo.

—Te amo, Scott.

Su manzana de Adán se movió.

—Te… —Detuve sus palabras con un beso.

—No lo digas solo porque yo lo hago.

Asintió. Aunque le dije que no lo hiciera, dolía que de todos modos no lo


hiciera. Miré la cama. Quería subirme a esta. Scott tomó un regalo
envuelto en plateado y azul. Acomodó el papel.

—Vamos a cenar.

—¿Visible?

El labio de Scott tembló.

—Sí. Esta noche. Por favor.

Bajamos para ver a su mamá preparando la mesa. Cuando me vio una


sonrisa partió su rostro. Scott inhaló.

—Feliz cumpleaños —dije entregándole un pequeño ramo de lirios


rosados de papel.

—Hermoso. —Estudió las flores antes de dejarlas en el centro de la


mesa—. Siéntense y coman mientras sigue caliente.

Scott le entregó su regalo y la abrazó.

—Te amo, mamá. Siempre te amaré.

Ella no replicó. ¿Lo hirió como a mí? Deseé poder rodear su cintura con
mi brazo, susurrar a su oído. Darle todo el amor que necesitaba, quería. Si
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tan solo fuera suficiente.

La mamá de Scott abrió el regalo y me acerqué para ver. Abrió por la


mitad el álbum de fotos. Su rostro palideció.

—John. —A lo que podía recordar, las fotos se parecían


asombrosamente a su papá.
Lentamente, una sonrisa apareció en su rostro. Un dedo trazó el papel
brillante. Acomodó el libro para que pudiera ver mejor.

—Este es John. El papá de Scott. Míralo, trabajando en el campo. —


Sacudió la cabeza—. Un hombre tan apuesto.

Finalmente terminó luego de comentar algunas fotografías. El silencio


en la habitación se llenó de tensión. El golpe al cerrar el álbum lo rompió.

—Comamos. La cena se está enfriando.

Scott observó a su mamá, sus ojos brillando, pero arrastró una silla y
comió.

—Oh, por cierto —dijo su mamá con una mirada casual hacia Scott—.
Reparé tus pantalones de trabajo.

Su tenedor resonó contra el plato.

—¿En serio? Gracias. —Hizo una pausa por un momento, luego agregó
tentativamente—: ¿Estás cosiendo de nuevo?

Ella asintió.

—El terapeuta me dijo que sería bueno.

Scott rió un poco en alivio.

—Sí, mucho. —Su mano buscó la mía por debajo de la mesa. La


apretó—. Mucho.

Pasé un pulgar sobre el dorso de su mano, no quería que me soltara de


nuevo. No lo hizo, en lugar de eso, entrelazó sus dedos con los míos. Su
toque es un toque Scotty: interés, amor, entusiasmo. No lo analices, solo
tómalo.

Luego de veinte minutos, me disculpé de la mesa. Volví a felicitar a la


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mamá de Scott, y en cuanto dejé la habitación, dejé que mi aura me


rodeara. En el cuarto de Scott tomé mi guitarra y toqué algunas canciones.

Cuando Scott subió, se tiró en la cama a mi lado.

—Sigue tocando.

Dejé que mis dedos volaran de cuerda a cuerda. Estaba mejorando. A la


mitad de la siguiente canción, Scott levantó su mano. Me detuve.
—¿Qué pasa?

Tenía el ceño fruncido. Desde la distancia llegó un tarareo.

—Guau, de verdad está cosiendo otra vez.

Por segunda vez en la semana, rió. No era completa, era más ligera e
insegura. Igual es una risa. En minutos se quedó dormido. Lo cubrí con
una manta, metí la guitarra bajo la cama y apagué las luces. Me acosté a
su lado, acomodándome junto a él, y cerré mis ojos. Escuché su
respiración e igualé la mía. Pero, al igual que las noches anteriores, no
quería dormir. No quería ver que Scott me dejara de nuevo.

En algún momento me dormí, solo para despertarme un corto rato


después ante un tarareo. Me tomó un momento registrar que era Scott
murmurando contra mi cuello. Fingí estar dormido, intentando entender
sus palabras, pero eran poco claras y terminaron muy pronto. Depositó un
beso en mi frente, rodeó mi cintura con sus brazos y presionó su cuerpo
fuertemente contra el mío. El contacto era cálido. Amoroso. ¿Qué no estoy
entendiendo?

Más entrada la noche, me quité la manta, encontré mi mochila y me


escapé al patio trasero. Llevé a Lily a dar un corto paseo y luego me acosté
con ella en el cobertizo. La luz funcionaba ahí, aunque estaba cubierta con
telas de araña. Saqué un libro de mi mochila y, aunque la idea era leer, las
palabras en la página se movieron y combinaron en pensamientos sobre
Scott. Su abrazo, ¿cómo podía ser tan distante y tan cercano al mismo
tiempo? Quiero entender. Algo estaba mal y quería arreglarlo.

Debí haberme quedado dormido porque lo siguiente que supe fue que
Lily ladró y mi cuello crujió cuando salté. Movió su cola y empujó su tazón
de comida con la nariz.

—Sí, sí. Un segundo. Jesús, mis extremidades están tiesas. —Me levanté
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y la alimenté. Tomé su correa, listo para llevarla a dar un paseo. Un alto


grito salió de la casa, congelándome. ¡Scott!

Dejé todo detrás al correr a la casa. Subí las escaleras de dos en dos, o
incluso tres. Su habitación estaba vacía.

—¿Scott?
Un golpe alto llegó desde el otro lado del pasillo. Entré al cuarto y me
detuve. La máquina de coser estaba rota en el suelo. Scott estaba al lado,
ropa apilada en sus manos, ojos cerrados. Mierda.

—¿Scott?

Levantó la mirada hacia mí con una respiración profunda.

—Creí… tu mochila… no estaba. Estás aquí.

—Por supuesto que estoy aquí. —Me dejé caer de rodillas a su lado,
acunando su cabeza contra mi pecho. Te amo. Te amo. Te a m o. mareado
por la preocupación y la confusión, besé su frente, levanté su barbilla y
busqué su mirada—. Confía en mí, Scotty. Por favor dime qué pasa.

Dejó salir un medio sollozo y se acercó a mí. Su respiración era pesada y


cálida contra mi piel.

—Por favor, Scotty.

Retrocedió, sacudiendo su cabeza.

—No lo desearías para mí.

¿Ah?

—¿Qué no desearía?

—No se lo desearías a tu peor enemigo. Nunca lo desearías para mí. —


Pateó la máquina de coser—. De ninguna otra forma. Nunca. Tú… —Otro
sollozo—. Tanto como aborrezca la situación. Realmente la amo. Creí que
estaba mejorando. Arregló mis pantalones. Pero… pero… —Observó la
ropa en su regazo.

—No entiendo —dije, mi ceño frunciéndose—. Estoy aquí para escuchar.


Respira hondo. Vuelve a empezar.
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—No, no puedo decirte.

—Sí, sí puedes, Scott. Superamos las cosas juntos. No de esta forma. No


me dejes verte luchar solo. No me apartes. Duele.

Scott inclinó la cabeza. Se quedó en silencio. Luego con un susurro roto


y aterrado habló:
—Esto es de él. Está arreglando su ropa. Aún me necesita y yo… y yo
estoy…

—¿Qué? —le urgí gentilmente.

Levantó la cabeza, encontró mi mirada, la suya llena de lágrimas. Las


palabras, apenas audibles, cayeron de su lengua.

—Me estoy volviendo invisible.


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Traducido por PrisAlvS

Corregido por Celesmg

Scott
No debí haber dicho nada.

Rune parecía sorprendido. Sin palabras. Pero la sorpresa solo tardó un


momento. Él acercó su cabeza al pecho, su cuerpo sacudiéndose. Soltó un
medio lamento, medio suspiro con un borde de algo que no pude
identificar. Cayó sobre la ropa y el suelo cuando repentinamente dejó salir
un sollozo estremecedor.

Me acerqué a él. Rune me miró a través de ojos entrecerrados.

—Estoy tan, tan aliviado.

¿Aliviado? ¿Me había escuchado mal?

—¿Qué…?

Él tiró de mí en un abrazo casi violento. Susurró a mi oreja palabras


que me hicieron contener la respiración:

—No te estás volviendo invisible, Scotty.

—¿Qué? Pero…

Me volvió a interrumpir, esta vez con un beso.


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—No retraje mi aura. Lily huyó antes de que lo pudiera hacer. Esa
invisibilidad no dura. Igual con el relicario. Cuando solo estoy yo, o
alrededor de ti, no pienso en retraerla tanto ya que ambos podemos ver las
cosas igualmente.

Sus palabras sonaban lejanas, no estaba seguro de poder creerlas.

—Entonces —dije tentativamente—, ¿Lily no es invisible?


Rune se levantó de un salto. Tiró de mí y me llevó por las escaleras al
patio con Lily. Me entregó la correa.

—Vamos a presentársela a tu mamá.

Entré con pasos nerviosos. Mamá estaba saliendo de la ducha. Ella se


giró cuando la llamé.

—¿Sí, Scott?

Su mirada cayó a Lily, pero no dijo nada.

—Entonces… Rune y yo conseguimos un perro.

—Eso veo. ¿Qué está haciendo aquí adentro?

—Lily. Quería mostrártela.

Mamá asintió, su mirada revisó el suelo. Lily acarició mis piernas, una
presión reconfortante.

—Siempre y cuando mantengas eso afuera.

—Lily. Ella. —Pero mi insistencia se perdió en mi tono… ligero, como la


risa de Rune: aliviado. Ella no es invisible. Yo no soy el siguiente.

Regresamos al jardín. Me dejé caer en la banca afuera con Lily a mi


lado. Rune jugueteó con sus pulgares y supe que intentaba preguntarme
algo. Su oscura mirada encontró la mía.

—Necesito entender algo.

Incliné mi cabeza, mi corazón bajó su velocidad ante su tono serio.

—¿Por qué no confiaste en mí y me dijiste esto antes? Porque he estado


sufriendo por semanas sobre lo que estaba mal entre nosotros. No podía
entender lo que había hecho. Creí… creo que podría haberte estado
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perdiendo.

—¡Qué! —Mi voz salió en un grito—. No, Rune. No… nunca.

—Estabas tan distante. Difícilmente me tocabas. Yo…

Fue mi turno de interrumpirlo. Robé su mano, levantándolo de la


banca. Me alejé de la propiedad, más allá del Jeep, por la calle. No sabía
por qué necesitaba caminar, solo que lo hacía. Para organizar mis
pensamientos, para explicarle a Rune que no había malentendidos. En
cuanto llegamos al parque vacío, le indiqué a Rune que se sentara. Él
sostuvo a Lily mientras yo me paseaba frente a él.

—Casi no te toqué —dije, empezando de un solo—, porque necesitaba


más tiempo. Necesitaba más tiempo para preparar todo antes de que
pasara. Creí que sería invisible por siempre, Rune… quería dejar las cosas
en orden. Quería saber que mamá estaría bien. —Suspiré y me hundí
junto a él en la banca—. Ayer, durante la cena, creí que las cosas estaban
mejorando. Ella había arreglado mis pantalones. Pero no era nada más
que… no sé, una broma. —Golpeé las tablas de madera bajo nosotros.
Flexioné mis dedos, ignorando los nudillos que acababa de golpear—.
Rune, estaba triste. Triste por tener que renunciar a mamá. Triste por lo
que creía que estaba perdiendo. Y… y demasiado asustado como para
hablarlo contigo. No podía. Porque… porque, más que nada, no quería
perderte. Pero tus palabras seguían dando vueltas en mi cabeza. Nunca le
desearías tu invisibilidad ni a tu peor enemigo. ¿Entonces cómo podía
esperar que entendieras? Que te quedaras conmigo… que me volviera
invisible. Haz sacrificado tanto por mí en el pasado… porque creíste que
significaría que viviría. No podía… puedo dejar que hagas eso de nuevo. Si
fuera a volverme invisible por estar contigo, entonces es lo que quiero.

Rune dejó caer la correa que había estado aferrando. Tomó mis manos.
Solo me miró, su rostro ilegible. Luego de un silencio extendido, él habló,
su voz rica y profunda. Curiosa y sorprendida.

—¿Harías eso? ¿Tomarías esta maldición por mí?

Me acerqué a él, soltando sus manos y poniéndolas en mi cintura. Llevé


una mano al lado de su rostro. Con la otra aparté su cabello. Me incliné
para besar los fuertes músculos de su cuello hasta su oreja.

—Cuando encuentras a la persona que puede verte, no la dejas. Rune,


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tú me ves. —Lo volví a besar con fuerza: créeme—. Realmente me ves, y te


amo.
Un año después
Doblé el papel con una sonrisa y lo metí en el sobre. Todo gracias a él.

—Renunciarías a todo. ¿Dejarías a tu madre, este lugar, porque me


amas? —Él me abrazó con fuerza mientras lo decía—. ¿Pero qué hay de ti?
Scotty, amate lo suficiente como para saber que mereces ser feliz…
perseguir tus sueños.

Sabía que me tomaría tiempo, pero con la paciencia de Rune, la guía, él


me lo mostró. Alguien que merecía amor. El día siguiente sería nuestro
primer aniversario. Me aseguraría de que supiera lo mucho que lo amaba
por todo lo que era. Por todo lo que nosotros éramos.

Metí la carta bajo mi brazo. Besé la mejilla de mamá en la cocina.

—Huele bien.

—Chispas de chocolate, para ti y para Rune. —Ella estaba tan


enamorada de él que a veces no sabía si estar feliz porque ella lo aceptara
como mi novio o si estar celoso. Tomé una galleta del plato. Mamá lavó la
bandeja—. ¿Entonces cuándo vendrá?

Tragué la delicia y miré por la ventana, donde Lily saltaba alrededor de


Rune en la banca.

—Pronto, espero.

—Bueno, si no lo veo cuando vuelvo, salúdalo. —Ella revisó su reloj—.


Será mejor que me vaya o perderé el bus.

—Siempre puedo llevarte, lo sabes.

Ella negó con la cabeza, la respuesta que había estado esperando. Con
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las llaves sonando, mamá se fue. Observé las galletas. Por mucho que te
ame, mamá, no puedo quedarme aquí por siempre esperando… anhelando.

Aparté la tristeza. Presioné mi brazo contra el sobre y caminé al patio


trasero. Rune continuó leyendo mientras me sentaba junto a él, pero
sonrió, un “sé que estás ahí y me gusta”.

—¿Qué tal, Scotty? —Él bajó el libro y se acercó.

Le entregué el sobre.
—Lee esto.

Mi corazón latía erráticamente mientras esperaba a que él terminara.


Cuando levantó la mirada, sus ojos estaban húmedos. Él lanzó sus brazos
alrededor de mí y Lily saltó como si sintiera la emoción. Rune me levantó e
hizo girar.

—Felicidades. Te mereces el trabajo. Estoy tan feliz porque lo hicieras.

—Nosotros. Lily, tú y yo. Hacemos esto juntos. —Siempre juntos. Con


eso él selló mis palabras, sus labios contra los míos.

Un beso que mostraba nuestro beso como:

Sorprendente.

Mágico.

Increíble.
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Gracias primero a mi magnífica familia, cuyo apoyo ha sido tan cálido e
inspirador. A GayAuthors por encontrar tantos amigos en el camino de
creación de esta historia y por toda la fabulosa ayuda que me ofrecieron
para mejorar mi escritura. Y a Caroline Wimmer por la asombrosa
portada.

Gracias a todos.
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Anyta Sunday

Nacida y criada en Wellington, Nueva Zelanda, he estado explorando los


mundos de C. S. Lewis y Roald Dahl desde que era una niña. Las historias
se han apilado en mi cabeza desde entonces, y luego de mudarme a Berlín,
Alemania, unos tres años atrás, empecé a ponerlas en papel. Mi género
predilecto es el romance, tanto para adultos como jóvenes adultos,
homosexual y heterosexual.

Cuando no estoy presionando a mis personajes en aventuras más


profundas, persigo a mi hijo alrededor de la casa y lucho con mis dos
cómicos gatos por la silla del escritorio.
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Moderadoras de Traducción & Corrección
PrisAlvS Celesmg

Traducción
PrisAlvS Marijf22 Malu_12

Celesmg Claryvslove Girls-&-Peace

Lavi MICHELITA

Recopilación y Revisión
PrisAlvS

Corrección
PrisAlvS Pily *elis*

Celesmg bibliotecaria70 EtziadeIngle


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Diseño
PrisAlvS
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