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Los Padres Griegos definían la vida de los monjes como “la filosofía según Cristo”,
“la única filosofía verdadera”, o incluso simplemente como “la filosofía”2, y así también
lo siguieron haciendo los teólogos monásticos medievales 3. Es pues un hecho que desde
la época patrística hasta la edad media la vida monástica era presentada como “filosofía
cristiana”4.
A nosotros, ha escrito un teólogo contemporáneo, nos faltan los presupuestos
necesarios para repensar esta idea5; basta con detenernos en el significado que
actualmente damos con el uso a los términos de esta relación: “monacato” y “filosofía”,
y ni que decir de los adjetivos “medieval” y “cristiana”. En el presente artículo sólo
intentaremos recordar esta olvidada cuestión, sus orígenes (I), coordenadas (II),
implicancias (III), algunos ejemplos: uno benedictino (IV) y otro cisterciense (V), para
concluir con una acotada síntesis y una breve alusión a su actualidad (VI).
1 Monje del Monasterio de Nuestra Señora de la Paz, San Agustín, Argentina, Congregación Benedictina
de la Santa Cruz del Cono Sur.
2 Cf. G. BARD, «Philosophi et Philosophe dans le vocabulaire des premiers siècles», en Rev. Asc. Myst.
(1949), 97-108; J. LECLERCQ, «Pour l´histoire de l´expression “philosophie chrétienne”», en MelScR 9
(1952), 221-226.
3 Por ejemplo san Bernardo de Claraval escribe: “Esta es la verdadera filosofía y el consejo del Sabio:
Por encima de todo, guarda tu corazón, porque de él brota la vida” (Sobre el salmo 90 7, 12, Obras
Completas de San Bernardo III, BAC, Madrid, 1985, 503).
4 Sobre la noción de “filosofía cristiana” y su historia, Cf. É. GILSON, El espíritu de la filosofía medieval,
Emecé, Buenos Aires, 1952.
5 Cf. H. U. VON BALTHASAR, Ensayos teológicos II, Sponsa Verbi, Cristiandad, Madrid, 1964, 405-448.
6 Cf. F. GARCÍA BAZÁN, «En los comienzos de la filosofía cristiana: La actitud de los escritores
eclesiásticos y de los gnósticos ante la filosofía», en Teología y Vida 43 (2002), 251-268.
7 Cf. P. HADOT, Esercizi sapirituali antichi e “filosofia cristiana”, Torino, 1988, 29-30.
filosofía estoica para formular los postulados de una vida moral cristiana y para
describir las virtudes que debía practicar un cristiano. Tanto es así que pasarán a ser el
ejemplo de una verdadera humanidad en un entorno donde los valores tradicionales de
lo humanitario se iban perdiendo. Es decir “desarrollaron su espiritualidad en diálogo
con las corrientes espirituales de aquel entonces, en diálogo con la gnosis, con la
filosofía estoica, con los cultos mistéricos, muy comunes en el imperio romano, y con la
religiosidad helenística, una mezcla de las más variadas corrientes religiosas en el
imperio romano”8.
Si bien en un principio los Padres siguieron designando con la palabra
“philosophia” a la vida cristiana consecuente en la práctica y vivida en el mundo9,
cuando finalizaron las persecuciones y los martirios, dieron un paso más identificándola
con la anacoresis, con el discernimiento práctico del valor de las cosas y de la vanidad
del mundo, al que era preciso renunciar; razón por la cual comenzaron a denominar
“philosophos” a aquellos cristianos cuya vida entera manifestaba esa renuncia10. Ahora
los ascetas y los monjes serán considerados filósofos.
El movimiento monástico fue un esfuerzo por conservar y acrecentar la riqueza de
esta “nueva filosofía”, que de ningún modo podía identificarse con una vida en el
mundo, a la que habían renunciado en la profesión, esperando el ya próximo regreso del
Señor. De esto es testigo privilegiado Eusebio de Cesarea, quien a veces se apoya en el
ejemplo de los profetas del Antiguo Testamento y otras en el Teeteto de Platón11 para
exponer este asunto. En su Historia Eclesiástica nos relata que:
Y el Señor, que busca su obrero entre la muchedumbre del pueblo al que dirige
este llamado, dice de nuevo: ¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea ver
días felices? Si tú, al oírlo, respondes “Yo”, Dios te dice: “Si quieres poseer la
vida verdadera y eterna guarda tu lengua del mal, y que tus labios no hablen
falsedad. Apártate del mal y obra el bien; busca la paz y síguela”. Y si hacéis
esto, pondré mis ojos sobre vosotros, y mis oídos oirán vuestras preces, y antes
de que me invoquéis os diré “Aquí estoy”21.
Se trata siempre de una búsqueda que se hace desde la fe y desde la realidad, la propia
miseria, el propio límite, y que se hace seguimiento de Cristo “tomando como guía el
Evangelio”22. Monacato y filosofía cristiana, en este preciso y precioso sentido,
coinciden:
Parece que lo estuviera exhortando a hacerse monje, si no por el hábito al menos por la
vida.
Como podemos apreciar la comprensión de la palabra “philosophia” no se limitaba
a un horizonte discursivo abstracto, sino que significa tanto el esfuerzo conceptual para
entender la realidad del mundo y de la historia, y comprenderse a sí mismo a la luz de la
revelación, como vivir desde-en-con-para la verdad de la Palabra; deleitarse y gozar
con ella. Guerrico de Igny decía: “La inteligencia se le dará al que tiene amor a la
30 F. L. RIVAS, «El monasterio medieval como escuela de filosofía cristiana, frente a los centros
académicos y universitarios. Ayer y hoy», en Primeras Jornadas Nacionales de Filosofía Medieval,
Actualidad del Pensamiento Medieval, Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, 21 de abril de
2006. Publicación en CD.
El término “teoría” esta usado aquí en sentido moderno, ya que en los autores monásticos designaba la
oración en el sentido más pleno de la palabra, con toda su base de ascesis y mortificación.
31“Hay buenas razones para temer que este segundo aspecto de la filosofía – su dimensión sapiencial-
haya perdido su importancia en el mundo moderno. Uno podría incluso preguntarse si no está en peligro
de ser totalmente olvidado”. (É. GILSON, «Sabiduría y amor» en El amor a la sabiduría, Otium, Bs.As.,
1979, 37).
32 Cf. J. LECLERCQ, «Pour l´histoire de l´ expression “philosophie chrétienne”» en MelScR 9 (1952),
221-226.
33 Cf. G. GIOIA, La divina filosofía, La Certosa e l´amore di Dio, San Paolo, Milano, 1994.
34 Cf. Ad Radulphum, cognomento Viridem, Remensem praepositum, en Lettres des premiers Charteaux
I, (Sources Chrétienne 88), Du Cerf, Paris, 1988, 10
35 PETRUS CLUNIACENSIS, Epistola IX, PL 189, 0077A-78C.
Palabra y se le dará en abundancia; al contrario, al que no la ama, le será quitado lo que
conoce con sus capacidades naturales, por su negligencia”36.
Desde esta perspectiva la vida monástica no era considerada un “carisma” particular
sino la manifestación viviente de la totalidad cristiana37; siendo un intento de mantener
despierta y vigilante, esa totalidad allí donde los cristianos estaban en constante peligro
de olvidar el ser por el ente, y de olvidar el dirigir la mirada hacia la luz que posibilita,
domina y justifica todas las cosas. Vista así, la contemplación monástica representaba
nada menos que el corazón palpitante de la Iglesia, no tanto el órgano particular, sino en
cuanto lleva la sangre que da y conserva la vida38.
II
Para los monjes siempre el filósofo por excelencia era Cristo: Christus summus
philosophus, y la misma filosofía era Cristo: ipsa philosophia Christus39. El entonces
Cardenal Joseph Ratzinger señalaba que unas de las primeras representaciones
pictóricas de Cristo encontradas en los sarcófagos del siglo III es la del filosofo. El
contexto es importante porque responde al cuestionamiento sobre la vida y la muerte:
36 Homilías Litúrgicas 22, Fiesta de San Benito 1, 5, en La Luz de Cristo: Homilías para el año
litúrgico, (Padres Cistercienses 10), Monasterio Trapense Ntra. Sra. de los Ángeles -Claretiana, Bs. As.,
1983, 239.
37 Cf. H. U. VON BALTHASAR, Ensayos teológicos II, Sponsa Verbi, 448.
38 H. U. VON BALTHASAR, Ensayos teológicos II, Sponsa Verbi, 439.
39 Cf. H. ROCHAIS, «Ipsa philosophia Christus», en Medieval Studes 13 (1951), 244-247.
40 J. RATZINGER, Naturaleza y misión de la teología, Ensayos sobre su situación en la discusión
contemporánea, Ágape, Bs. As., 2007, 20.
41 Cf. A. M. MALINGREY, Étude sémantique des mots de la famille de “philosophia” dans la littérature
grecque chrétienne des quatre premiers siècles, Klincksirck, Paris, 1961.
42 Expresión que tomamos prestada de Spinoza.
En una carta monástica medieval aparece la singular expresión: philosophia
Christus43. El sentido es obvio y el acento cae sobre Cristo: nuestra filosofía es Cristo,
no tenemos otra filosofía que Cristo; en el trasfondo se oye resonar el kerigma paulino
de la cruz. Bernardo de Claraval por su parte escribe: “Esta es mi filosofía más sutil y
más profunda: conocer a Jesús, y a éste crucificado”44. Pero es el teólogo
contemporáneo Henri de Lubac quien nos invita a dar un paso más y nos recuerda que
se trata “de una expresión más radical, digna de Orígenes, es la filosofía que es el
mismo Cristo, del mismo modo que es el Reino: ipsa philosophia Christus”45.
La filosofía que es Cristo, o el Cristo que es la filosofía, es casi un hapax, pero hace
surgir de nuevo en el entorno medieval de la filosofía cristiana la radicalidad de los
comienzos del cristianismo y del monacato. La expresión nos conduce al tiempo en que
Cristo, en oposición a la filosofía pagana, ocupaba el sitio y el lugar de la filosofía para
la fe naciente46. El conocimiento-seguimiento de Cristo, la “conversatio morum”, era
para los monjes su propia filosofía47.
Cristo es la misma Sabiduría de Dios encarnada, y por eso la Virgen María, en quien
se cumplió este misterio de encarnación, es llamada “la filosofía de los cristianos” 48,
como lo recuerda bellamente Odón de Cantorbery en su Sermón de la fiesta de la
Asunción:
Por eso los monjes debían aprender de ella: philosophari in María. Guillermo de Saint-
Thierry escribe:
Mira a la Madre del Señor, modelo insigne de nuestra fe; ha recibido la buena
noticia de nuestra salud y de la concepción del Verbo, y no duda ni por un
momento que será Madre del Señor por obra del Espíritu Santo. Sin embargo,
hay algo que quiere saber: de qué modo se cumplirá el misterio...Lo acepta por
43 Cf. J. LECLERCQ, «Etudes sur le vocabulaire monastique du Moyen Age», c. II, “Philosophia”, 19-67-
79.
44 Sobre el Cantar de los Cantares 43, III, 4, Obras completas de San Bernardo V, BAC, Madrid, 1987,
585.
45 H. DE LUBAC, L´Écriture dans la Tradition, Aubier, Paris, 1966, 210.
46 Cf. X. TILLIETTE, El Cristo de la Filosofía, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1994, 33.
47 Cf. X. TILLIETTE, El Cristo de la Filosofía, 31.
48 Cf. J. LECLERCQ, «María christianorum philosophia», en MelScR 14 (1956), 103-106.
49 Texto latino en J. LECLERCQ, «Etudes sur le vocabulaire…», 152-154. Traducción tomada de «María
contemplativa y activa», en Miles Immaculatae 3 (1967), 425-429 y recogido en Epílogo, Vida religiosa y
vida contemplativa, Mensajero, Bilbao, 1970, 245-247.
la fe, pero desea conocer el modo de su realización. Su alma fiel, confortada por
la gracia de la que está llena, no duda de la promesa, pero su naturaleza se
asombra de la manera en que se cumplirá50.
III
50 El espejo de la fe 50, (Padres Cistercienses 8), Monasterio Trapense de Ntra. Sra. de los Ángeles -
Claretiana, Buenos Aires, 1981, 52.
51 Sermones varios 7, 1-2.
52 Cf. En la fiesta de San Benito 1, 4, 237.
53 BRUNO DE QUERFURT, Vita. S. Adalberti, 27, MGH 55, IV, p. 609; PEDRO DE CELLE, Epist. 75, PL.
202, 522.
54 Exord. magn. Cist. PL. 185, 437.
55 Epist. 6, PL. 211, 598.
56 S. PRICOCO, L´ isola dei santi. Il cenobio de Lerino e le origini del monachesimo gallico, Roma, 1978,
156.
57 Expresión que tomamos prestada de Erasmo.
58 Cf. X. TILLIETTE, El Cristo de la Filosofía, 55.
ponerse a la escucha, sino también por comprender en la medida en que sea posible,
añadiendo a la obediencia la inteligencia de Cristo 59, porque para el monje como para
Pablo: “la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia” 60, hasta el punto de poder decir:
“no vivo yo, sino que es Cristo quien vive el mí” 61; hasta decir con Romano Guardini:
“Y precisamente de ese modo es como empiezo a ser yo mismo”62.
A partir de esta consideración podemos adentrarnos en la otra cara de la moneda, en
el plano de la filosofía puramente especulativa, teórica, donde descubriremos algo más
sobre la relación entre monacato medieval y filosofía cristiana. El monacato no será
visto ya como “otra filosofía” en oposición a la forma de vida de la filosofía pagana,
sino como una asunción- resignificación de ésta como instrumento al servicio de la fe.
Los primeros solitarios fueron grandes enemigos de la filosofía griega, decían:
“Bienaventurado el que no ha gustado el veneno de la filosofía ni se ha apartado de la
simplicidad de los apóstoles”63. Pero esa misma filosofía antigua con su terminología,
sus conceptos e incluso sus ideales, va penetrando paulatinamente en la espiritualidad
de los monjes en vías de sistematización64.
En la Edad Media ya dijimos que ser monje era filosofar sin más, sin embargo para
ser monje a veces también era necesario dedicarse a estudiar filosofía, a “hacer
filosofía” como se dice actualmente, ellos preferirían la expresión “hacerse filosofía”,
porque en cierta forma no vivían sin ella. Esto no quiere decir que todos los monjes
fueran filósofos, ni que estuvieran obligados a serlo, a no ser que fueran teólogos. Por
otro lado esta dedicación por parte de algunos, en nombre y servicio de todos, no
formaba parte esencial de su vocación, ni del ideal del monasterio.
La filosofía no era más que un medio, un instrumento necesario, presupuesto, y
siempre subordinado a la pureza de corazón, a la búsqueda de Dios 65 en sí mismo y por
sí mismo. El monje sabía que había ingresado al monasterio para “nihil amori Christi
praeponere”66, pero es este mismo amor el que le mandaba “que en todo tiempo
sirvamos al Señor en la medida de los bienes que ha puesto en nosotros” 67. Esto explica
la doble actitud de los monjes filósofos ante los filósofos paganos: “desconfianza” y
“simpatía”.
Desconfianza de los filósofos por el uso de la dialéctica, “scientia inflat” escribía
San Pablo68 y repetían, o mejor dicho repiten, algunos monjes hasta cansarse y cansar.
Detengámonos un momento en cuatro breves citas de san Bernardo que explican este
asunto: “El entendimiento de los filósofos...no tiene esa belleza propia de la pureza y de
la verdad. Por eso se preocupan tanto de colorearlo y teñirlo con los collares de la
elocuencia y los silogismos sutiles; si lo presentan al natural aparecería la deformidad
de su falsedad.”69; “La palabrería vacía de los filósofos no es buena lluvia; trae más
Simpatía con algunos filósofos, como por ejemplo Platón, su escuela 74 y la Stoa, por
un acuerdo secreto con ellos. Esto nos recuerda lo ya dicho por San Agustín en La
Ciudad de Dios:
Mientras los otros filósofos gastaron sus talentos y esfuerzos en buscar las
causas de los seres, e indagar las reglas del estudio y de la vida, las causas de
los seres, éstos, en cambio encontraron al Dios cognoscible, en quien está la
causa del universo creado, la luz de la verdad que es posible percibir y la fuente
de la felicidad que se puede beber. Sean éstos los Platónicos u otros filósofos de
cualquier nación, los que piensan así sobre Dios, sienten como nosotros. Sin
embargo, nos agrada más tratar esta cuestión con los Platónicos, pues sus obras
son más conocidas... Algunos de los que están asociados con nosotros en la
gracia de Cristo, se maravillan cuando oyen o leen que Platón sintió sobre Dios
de una forma que reconocen que concuerda mucho con la verdad de nuestra
religión75.
Pero aún siendo así Guillermo de Saint Thierry, que tanto debe a Platón, desaprueba por
ejemplo a los monjes que recurren a los filósofos sin haberlos expurgado antes y, por así
decirlo, bautizado: “intonsos et illotos”76.
Los monjes han sido en algunos casos anti-dialécticos, por anti-orgullo, pero nunca
anti-metafísicos, ya Evagrio Póntico decía: “la ciencia de Cristo no necesita de un alma
dialéctica, sino de un alma diorática (es decir, que ve-a-través-de)” 77, de un alma
contemplativa, o dicho en lenguaje filosófico, metafísica.
Anselmo es “un hombre que tiene bastante fe en la palabra de Dios para pensar con
libertad”84 por eso su “deseo apasionado de ver a Dios... se reviste de inteligencia” 85.
Aquí vemos reunidos los dos genitivos de la “philosophia Christi”.
Frente a los adversarios de la dialéctica, como Otloh de San Emerano, San Pedro
Damián y Lanfranco, Anselmo recuerda que para aquel que en un primer momento se
aseguró en su fe no existe inconveniente alguno en que se esfuerce por comprender
racionalmente lo que cree, lo contrario sería pecar de “negligencia” 86. Ser creyente, ser
78 W. H., SHANNON, Anselm. The joy of the faith, The Crossroad Publishing Company, New York, 1999,
29.
79 É. GILSON, La filosofía en la Edad Media. Desde los orígenes patrísticos hasta el fin del siglo XIV ,
Gredos, Madrid, 1965, 227.
80 Proslogion 1, 18, 100.
81 En san Bernardo de Claraval esta noción también aparece, Cf. SCant 31, 9 y VigNav 5, 5.
82 Epistola de Incarnatione Verbi I, 284, 27-31.
83 L. BOGLIOLO, El problema de la filosofía cristiana, Litúrgica Española, Barcelona, 1961, p. 81.
84 Y. CATTIN, «Proslogion et De Veritate: “Ratio, Fides, Veritas”», en Les mutations socio-culturelles au
tournant des XI-XIII siècles, Paris, 1984, 608.
85 Y. CATTIN, «Proslogion et De Veritate: “Ratio, Fides, Veritas”» 596.
86 Cur Deus homo I, 2.
monje, no impide pensar, ni dispensa de ello, sino que por el contrario lo pide, lo exige,
no con necesidad de fin pero si de medio, como decían los escolásticos. En palabras de
José Ramón Pérez:
Tener una fe viva es buscar a Dios, buscar verdaderamente a Dios es ser monje, es
prepararse y acercarse a la ansiada visión de Dios. “La jerarquía tradicional de los
modos de conocimiento en los pensadores cristianos es siempre: la fe, la inteligencia, la
vista cara a cara”88.
La razón anselmiana es monástica y benedictina. Como razón monástica, en cuanto
a la forma, es contemplativa, intuitiva, dócil y fiel a la tradición; como razón
benedictina, en cuanto al fondo, es conciencia de libertad personal y de vida impregnada
de la libertad de los hijos de Dios, es comunitaria y dialógica, siempre abierta al
progreso89.
Anselmo es un punto medio, una unión única entre la patrística y la escolástica, que,
aunque no contrapuestas, tienen presupuestos mentales distintos. La teología es en la
patrística más contemplativa y sapiencial, y en la escolástica más ciencia y dialéctica.
Para explicar esta paradójica unidad entre una actitud creyente, que parece rayar con el
fideísmo, y a la vez racional, hasta la apariencia de racionalismo teológico, nada mejor
que verlo como genuino teólogo monástico que persigue la unión de conocimiento
(teoría) y amor (praxis)90. Los grandes maestros del siglo XII designaban a este
conocimiento con amor y por amor, con el nombre de sabiduría, de amor a la sabiduría,
de filosofía91. “Esta –escribe Teodorico de Chartres- es el amor de la sabiduría, y la
sabiduría es la comprensión integral de la verdad, y sin amor no se llega, o apenas se
llega a ella”92.
Lo característico de la contemplación monástica anselmiana es que no es, ni éxtasis,
ni sentimiento, sino “fides quaerens intellectum”, razón en clave de lectio divina, razón
oyente, rumiante, meditativa, especulativa, metafísica, orante, contemplativa y
dialógica, a la vez. Se trata de una razón que peregrina con fervor entre la fe terrena y la
visión eterna. Una razón orante que sólo en diálogo con una alteridad radical espera
Los que insensatamente han perdido la teología caen miserablemente desde las
alturas de la física y cambian la majestad de Dios, incorruptible, por simulacros
de imágenes que representan al hombre corruptible...ni siquiera se mantienen a
nivel de ética honrada...De ahí viene el delirio, la confusión, los problemas de la
ciudad108.
Esta búsqueda de Dios, de su comprensión por medio de la “ratio fidei” tiene lugar
en el contexto del deseo, de la experiencia de Dios. “Es más por la experiencia como
enseña a los creyentes y los forma para que lleguen, por el mérito y la práctica de la fe,
a la recompensa de la contemplación” 112. Ahora podemos entender lo que decía en su
oración acerca de la divina y auténtica filosofía:
En verdad, ¡Oh Padre!, el camino es Cristo, quien dijo: “Yo soy el camino, la
verdad y la vida”. Así tu verdad, que es la vía por donde caminamos, nos
descubre la pura, verdadera y simple forma de la divina y auténtica filosofía
diciendo a sus discípulos: “Como el Padre me amó, yo también os he amado,
permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi
amor, como yo guardé los mandamientos de mi Padre y permanezco en su
amor”...113.
VI
Para los monjes medievales su misma vida monástica, su conversatio morum, era
philosophia christiana, philosophia caelestis, spiritualis, o divina, teórica y práctica a la
vez. Por eso philosophari era una conversatio caelestis, era monachum agere y
114 J. L. MARION, «La irracionalidad de una racionalidad sin razón. Entrevista realizada por Silvio
Guerra», en Huellas 3 (2007), (http://www.huellas-cl.com/2007S/03/lairracionalidad.html).