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ALMANAQUE LITERARIO

VOLUMEN UNO

UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO

2015
Almanaque literario, vol. 1
D.R. © Primera edición, 2015

D.R. © UNIVERSIDAD de GUA.Najuato


Campus Guanajuato
División de Ciencias Sociales y Humanidades
Departamento de Filosofía
Lascuráin de Retana núm 5, zona centro,
C.P. 36000, Guanajuato, Gto., México.

Diseño de portada Martha Graciela Piña Pechaza


Corrección, formación y cuidado de la edición Flor E. Aguilera Navarrete.

Contacto: editorial.dsh@ugto.mx

ISBN 978-607-441-359-5 (obra (ompleta)


ISBN 978-607-441-360-1 (volumen l)

Impreso y hecho en México


Printed and Made in México.
CONTENIDO

Prólogo

UNO: UNA EDAD DE DESTRUCCIÓN


Eduardo Subirats 13

DOS: OBSCENA AUSENCIA

I. Política obscena e intelectuales


Rafael de Jesús Araujo González 59

II. La consagración de la nada


Michel Suárez Escobio 65

III. Neomedievalismo
Jorge Majfud Albernaz 71

IV A crítica como fórmula


André Cechinel 75

Y Intelectuales e idiotas
Christopher Britt Arredondo 79

VI. ¿Experto inútil, especialista idiota, o ambos?


Alvaro Álvarez Delgado 83
VII. Obscenidad del intelectual mediático
Aureliano Ortega Esquivel 89

VIII. ¿Sociedad del conocimiento o sociedad de la estulticia?


Javier Corona Fernández 95

IX. La tarea de los intelectuales en tiempos de crisis


Sven Merzbach 101

X. Rosario castellanos y la misión del intelectual


Antonio Durán Ruiz
José Martínez Torres 107

XI. Repensar la función de los intelectuales


en la sociedad contemporánea
florentino Pérez Pérez 113

XII. El intelectual municipalista


Paul Fenn 117

XIII. The necessity of confronting the future


Ashima Oza 125

TRES: ¡ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ!

I. La irrealidad histórica de España


Christopher Britt Arredondo 133

II. ¿Puede España devenir moderna?


Eduardo Subirats 153
III. España: un cómic
Pedro Pérez del Solar 163

CUATRO: RECENSIONES

I. El universo dividido
Aureliano Ortega Esquivel 191

II. Mito y literatura: una visión de la literatura profunda


de América Latina
Javier Corona Fernández 197
IX

LA TAREA DE LOS INTELECTUALES EN TIEMPOS DE CRISIS

1
Sven Merzbach

S e llama intelectual a una persona que se dedica a una actividad científica, ar-
tística, religiosa, literaria o periodística, y que ha adquirido un conocimiento
integral en una o varias de estas áreas. Como creador, propone nuevas ideas, plan-
tea soluciones para problemas socioculturales, y elabora nuevas estrategias para
mejorar el entorno político y social. Debido al significado de la palabra intelecto
—que proviene del origen latino intellectus: "Entendimiento, potencia cognoscitiva
racional del alma humana" (RAE)—, interviene (o se espera que intervenga) en el
mundo social defendiendo propuestas, valores o ideologias, además denunciando
injusticias concretas. Con "razón", es decir con máxima "conciencia" (dicho "en-
tendimiento" y "potencia cognoscitiva racional"), el intelectual es considerado una
persona de instancia moral que toma posiciones críticas y propositivas en los de-
bates públicos. De esta manera ha alcanzando cierto estatus de autoridad ante la
opinión pública.

1
Docente de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach). Escribió su tesis de
Doctorado en Filosofía sobre comunicación intercultural y las utopías filosóficas para las socie-
dades modernas (Universidad de Hamburgo, 2005). Además, es actor y director de teatro en San
Cristóbal de las Casas y Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

[101]
El término como tal es atribuido a Georges Clemenceau, uno de los defenso-
res del oficial francés Alfred Dreyfus en el famoso caso de error judical del mismo
nombre (1898), y se refirió en lo general al grupo de periodistas, escritores, ar-
tistas, académicos, etcétera, quienes protestaron en contra de la injusticia en este
juicio.2 No obstante, se puede suponer que el término fue utilizado por primera
vez en este contexto por los opositores nacionalistas del Caso Dreyfus, para de-
nunciar a las personas que fueron consideradas desleales a su propia nación.
De esta manera, el término intelectual ha recibido desde un principio una
connotación peyorativa, entiéndase como sinónimo de charlatán, sin embargo,
prefiero el sentido más positivo como lo indica el origen de la palabra. A través
de la larga historia del hombre han existido siempre personajes que propusieron
nuevas ideas a favor del propio pueblo, que han dado nuevos impulsos al desarro-
llo social y espiritual del mismo, de los que se ha favorecido la humanidad. Me
refiero, por ejemplo, a los griegos con sus propuestas artísticas, filosóficas y polí-
ticas, cuyas teorías han tenido un impacto hasta las sociedades modernas; las doc-
trinas de los llamados Patres Ecclesiae con sus lineamientos religiosos que todavía
están definiendo una perspectiva más general de convivencia social y cultural en
muchas regiones del mundo; los autores de las utopías del renacimiento que pro-
pusieron sobre todo un estado civil más humanista; los autores de la ilustración
que preconizaron un uso más democrático de la razón; los grandes teóricos del
Estado que —a partir del siglo XIX— analizan profundamente la relación entre
la economía, los conflictos sociales y eventualmente la represión por parte del
Estado (que mejor no se considere sinónimo de pueblo).
En muchos casos de verdad, la propuesta intelectual o académica ha tenido
el potencial para cambiar el mundo. A través de las ideas de Platón y Aristóteles
logró la sociedad griega un nivel avanzado de civilización, cuyo modelo social
influye nuestra cosmovisión hasta la fecha; la teoría histórica de Agustín de Hi-
pona, tal vez no se ha comprobado en sentido plenamente científico, sin embar-
go, fue una inspiración profunda para los siglos después de la caída del Imperio

2
En este contexto, el personaje más sobresaliente era Émile Zola con su artículo "J'accuse...!"
("¡Yo acuso...!", 1898).

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romano; probablemente se equivocaron Tomás Moro y Nicolás Maquiavelo en
sus utopías (o respecto al último: distopía), pero también de esos pensamientos
han provenido impulsos importantes para la construcción del mundo moderno;
y durante la Ilustración, en el Siglo de las Luces, fueron principalmente los filó-
sofos los que proclamaron un nuevo orden mundial en sentido político, social y
educativo: consideremos, por ejemplo, la publicación de la primera enciclopedia
moderna (1751-1780).
A veces, las nuevas teorías no eran completamente originales de la época
(así los lemas de la Ilustración formulados por Immanuel Kant reintegran varias
fuentes, desde la alegoría de la caverna de Platón hasta el imperativo categórico
cristiano; y los enciclopedistas refinaron sólo el valor de la propia historia en una
sola publicación). Pero siempre causaron un impacto positivo a las generaciones
que siguieron. Desafortunadamente tenían también unas teorías dudosas con un
efecto muy poderoso: Intelectuales del clérigo, por ejemplo, justificaron mucho lo
que sucedió durante la Conquista. Y cuando leemos hoy en día las teorías de ra-
zas de todo el siglo XIX —sobre todo las teorías que trataron de justificar el anti-
semitismo—, tenemos que preguntarnos sinceramente de qué manera intelectua-
les y académicos son responsables de fenómenos históricos tan fatales como los
genocidios de la era moderna —considerando los antecedentes del pensamiento.
Pero regresando a mi ejemplo inicial, parece que en 1898 muchos de los
intelectuales de la sociedad francesa entendieron y aceptaron su responsabili-
dad política y social, y su intervención era en efecto más que una proclamación
moralista, en cierto modo fue exitosa porque por fin el caso de Dreyfus fue ab-
suelto. No obstante, por el entusiasmo "emborrachado" nacional de —cuando
menos— un pueblo, no se pudo evitar uno de los genocidios más horribles de la
historia.3 La problemática que hizo de Dreyfus una víctima y símbolo de la injus-
ticia humana —por su pertenencia al pueblo judío y la duda en su lealtad (nació

3
Me refiero, en primer lugar, al asesinato masivo de los judíos en el Tercer Reich alemán, par-
ticularmente al programa de la "solución final de la cuestión judía" a partir de 1941; pero pogromos
contra el pueblo judío en otras partes de Europa (por ejemplo en España durante la Reconquista)
están documentados por lo menos desde la Edad Media.

Sven Merzbach 103


en Alsacia que fue anexionada por Alemania tras la Guerra Franco-Prusiana en
1871)— que, tristemente, han sobrevivido estos sucesos históricos hasta obser-
varlos en los discursos contemporáneos. Cuando observamos, por ejemplo, las
publicaciones de la prensa sobre el conflicto más reciente entre la Franja de Gaza
e Israel (desde julio 2014), uno puede darse cuenta la manera como se mezclan
creencias irracionales con disposiciones ideológicas anacrónicas.4 Casi todos los
comentarios sobre el conflicto están llenos de prejuicios como base del debate;
muy pocos autores hacen el intento de analizar los sucesos de una manera más
objetiva, en todos sus enlaces históricos. Tal vez no se puede discutir a sangre fría
la matanza de civiles, niños, mujeres y personas de la tercer edad. Pero me parece
como aspecto más grave la falta de una propuesta constructiva que puede ayudar
a resolver el conflicto en todas las críticas.
Tenemos que confesar —como intelectuales, como estudiosos, como acadé-
micos— que estamos fallando, no solo respecto a este conflicto sino también a
asuntos que se refieren al desarrollo de la comunidad mundial. Seguimos con
problemas graves de la injusticia social, de la pobreza, del hambre, de la conta-
minación, y todo lo que resulta de las academias son —en muchos casos— sola-
mente palabras más o menos inteligentes y profundas. Pero probablemente eso
nunca ha sido suficiente. Para nuestra excusa uno sólo puede decir que el mundo
en realidad no nos facilita nuestro oficio, pero eso fue cierto incluso en otras ép-
ocas. Además, la era moderna de la tecnología con todos sus medios nuevos de
la información y comunicación justamente no ha contribuido a mejorar de forma
significativa la información que circula en ellos, ni ha mejorado nuestra manera
de comunicarnos. Pero tal vez se abre exactamente en este contexto un nuevo
campo para los intelectuales. Tal vez sería la nueva tarea, una vieja: tratar de
entender el tiempo en que estamos viviendo, tratar de quedarse en la búsqueda
de la perfección de la potencia cognoscitiva racional, además responder con ideas
no convencionales, con imaginación y compasión en el mejor sentido humanista.

4
Aparte de eso, realmente no tiene mucho sentido hablar de un suceso singular, porque los
conflictos bélicos en la región palestina han estado sucediendo durante las últimas décadas.

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El papel más noble del intelectual siempre ha sido dar nuevos impulsos, es-
pecialmente en tiempos de crisis. No podemos permitirnos el lujo de excusar el
hecho de que tampoco sabemos todas las respuestas. Tenemos que seguir con la
búsqueda. Cuando abandonamos esta búsqueda, arriesgamos no sólo nuestra re-
putación, sino ponemos en riesgo la justificación entera para nuestra existencia;
y estaríamos de acuerdo con aquéllos que siempre nos han considerado como
habladores o charlatanes.

* * *

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