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Biblioteca digital
“Dra. Rosa de Lourdes Camelo Arredondo”
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del
Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa
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Las Fuentes de
la historia de Sinaloa
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Lic. Héctor Rosendo Olea Castaños
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Conferencia publicada en la revista Ciencia
y Universidad, de la Universidad
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Autónoma de Sinaloa.
Año III, N° 8, Abril de 1979, pps 47-64
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LAS FUENTES DE LA HISTORIA DE
SINALOA
Lic. Héctor R. Olea Castaños
Serie conferencias/1
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LAS FUENTES DE LA HISTORIA DE SINALOA1
1
Conferencia sustentada por el Lic. Héctor R. olea, Secretario General del Congreso Mexicano de
Historia, en la ciudad de Culiacán, Sinaloa, el miércoles 28 de febrero de 1979.
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Analizando el término historia, es necesario explicar otro
concepto: Prehistoria o Protohistoria, que quiere decir lo que
estuvo antes de la historia, considerando el hombre varias
edades anteriores a las que conocemos, relacionadas con un
mundo irreal de mito y de leyenda. El mito tiene antigüedad de
milenios y es un relato que contiene elementos sobrenaturales
en los que interviene lo sorprendente, lo extraño y lo misterioso.
El mito primero y, después, la leyenda, llevan el conocimiento
humano a límites que están fuera de lo que propiamente es la
historia.
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hubiera expuesto y únicamente me voy a referir a tres grandes
fuentes formales de la historia: primero, a las bibliotecas;
segundo, a los archivos y, tercero, a la bibliografía.
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novohispana, ya que contenía, según las bibliografías
particulares que aparecen en las obras de los jesuitas, crónicas
de navegación y de expediciones, es decir, nos daba una visión
de la historia colonial que desde entonces había sido por
completo olvidada. Del material recompilado de estos dos siglos,
XVI y XVII, por fortuna se pasó al siglo XVIII, caracterizado por el
surgimiento de una abundancia de libros, principalmente en lo
referente a diarios de viajes, pues los navegantes enviaban una
extensa cartografía a España: gracias a ello Sinaloa cuenta con
una importante fuente de consulta en el Archivo de Indias de
Sevilla.
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Para esta misma biblioteca su fundador trajo libros de
México a Sinaloa, algunos que no eran del dominio público,
como las obras de los filósofos: San Pablo, Tácito y Salustio y la
de los humanistas como Benito Jerónimo Feijoo. Entre los textos
figuraban el Arte y Gramática de Nebrija, catecismos,
compendios, meditaciones, tratados de elocuencia, teologías,
libros canónicos, biblias, sermones, salmos, diccionarios y, en fin,
textos para los estudios de latinidad, filosofía y religión.
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por el Lic. Don Ignacio Ramírez, “El Nigromante”, que en 1852
era secretario del gobernador don Francisco de la Vega.
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Guadalajara, que llegó a Sinaloa con el grupo de jaliscienses que
encabezó el general Corona, en los aciagos días de la Guerra de
Reforma, hizo la traducción de la obra: “Los derechos del
hombre”, de Pierre Clement Eugene Pelletan, y hace que se
publique el primer libro impreso en Mazatlán, en 1871, en la
imprenta Occidental.
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1872. Dos años después, restablecida la institución de Culiacán,
fundó una biblioteca a la que el gobernador Buelna le asignó una
partida especial para la adquisición de libros.
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histórico sobre la época del virreinato, debido a una disputa
sobre jurisdicción territorial entre la Audiencia de Nueva Galicia y
la gobernación de Nueva Vizcaya, que dividió los tesoros
documentales de la época.
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gobernador Pánfilo de Narváez (1542); Relación breve de la
misión de Sinaloa (1540), por el Capitán Diego de Guzmán.
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nefasto para la historia nacional, quien declaró a Mazatlán
territorio federal y persiguió al gobernador, que era el general
don Francisco de la Vega, hasta la ciudad de Culiacán, en el mes
de julio de 1852.
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En los archivos de Sinaloa no se pudo conservar aquellos
documentos más importantes, debido, en primer término, a la
Revolución de Ayutla, después a la Guerra de los tres años y a la
intervención francesa en Sinaloa; además, en esos años de 1852
a 1867, cuando se hizo la restauración de la República, persistía
una confusión en la separación de la Iglesia y el Estado y algunos
gobernadores complacientes, como es el caso del gobernador
general Domingo Rubí, entregaron al Archivo de la Mitra de
Culiacán las cartas autógrafas del benemérito Lic. Don Benito
Juárez, Presidente de la República, y las que él dirigió en su
carácter oficial al destacado liberal mexicano.
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Franciscano, el Archivo del Museo Nacional de Antropología e
Historia, el Archivo de la Secretaría de la Defensa Nacional, el
Archivo de Cancelados de Guerra, el Archivo de la Secretaría de
Gobernación llamado “La Casa Amarilla” y los particulares del Lic.
Don Francisco Xavier Gaxiola, Ing. don Manuel Bonilla, don
Francisco Gómez Flores y don José C. Valadez.
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público del estado, desde la Independencia hasta la fecha en que
concluya la publicación, según decreto número 22 de fecha 13 de
diciembre de 1899.
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Este valioso material –que tanto necesitan los estudiantes
de jurisprudencia, maestros, abogados, legisladores y hombres
públicos-, sin duda, estaba destinado para la obra proyectada:
“Colección de leyes y demás documentos de interés público del
Estado de Sinaloa”, pero por desgracia, desavenencias políticas
con el gobernador, envidias de falsos e indocumentados
historiadores, intrigas innobles de enemigos gratuitos,
comentarios dolosos de periodistas sin cultura y, en fin, la servil
burocracia, frustraron la labor ejemplar del licenciado Buelna.
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presupuestales y, entonces, se vendió a un conocido español
comerciante de libros en la ciudad de México.
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González Obregón, Nicolás León, José Toribio Medina y los
contemporáneos: Juan B. Iguinez, Genaro Estrada, Francisco
Gamoneda, Joaquín Díaz Mercado, José Millares Carlo, José
Ignacio Mantecón, Román Beltrán, Roberto Ramos Vigueras,
Susana Uribe y Joaquín Fernández de Córdoba.
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elaboración elemental, es de importancia para el conocimiento
de la cultura.
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Años después reiteró este juicio cuando escribió, el 14 de
junio de 1946, una carta prólogo para mi libro: “Infidencias de Fr.
Bernardo”, con las palabras siguientes:
POSFACIO
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El C. gobernador le contestó al bibliógrafo Carrasco Puente
que no le era posible hacer la edición solicitada porque carecía
de recursos económicos en el presupuesto. Nunca he hablado de
eso porque comprendí que a mi laborioso trabajo no se le daba
la estimación histórica y cultural que creo que merece. Desde ese
tiempo y por esas circunstancias resolví enfocar mi obra sobre
otra temática y me dediqué a escribir libros sobre literatura,
historia, biografías y monografías especiales, que tuvieron una
buena acogida con los editores: Aurelio Villegas, Bartolomé
Costa-Amic, José M. Cajica, Andrés Henestrosa y Mario Colín.
Además las instituciones: Congreso de Sociología del Instituto de
Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de
México, Talleres Gráficos de la Nación, Gobierno del Estado de
Baja California, Secretaría de Hacienda y Crédito Público,
Congreso Mexicano de Historia, Sociedad de Amigos del Libro
Mexicano, Instituto Nacional de Estudios de la Revolución
Mexicana, Universidad de Sinaloa, Dirección de Publicaciones del
Senado de la República, Departamento del Distrito Federal y
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Otra pregunta.
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Bonilla escribió su libro: Diez años de guerra o el régimen
maderista, que editó en la imprenta Avendaño, de Mazatlán, en
1922. Esta obra tuvo una gran divulgación nacional. Los sucesos
que narra están apegados a la historia de la Revolución
Mexicana.
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escritor sólo servía a intereses políticos y llegaron incluso a
destruir la Universidad de Occidente.
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de que está formada con una sola idea: que sea material que
sirva al oficio de escritor.
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En relación con su segunda pregunta: ¡Por qué razón se
sacaron algunos materiales fuera del país? A esto le respondo:
Bueno, siguen saliendo (risas). Las bibliotecas y los archivos de
los más distinguidos escritores mexicanos han sido vendidos al
extranjero. Basta con que usted lea los catálogos de las
bibliotecas de Texas o la obra: Tesoros bibliográficos mexicanos
en el extranjero, por el compañero Fernández de Córdoba. Otra
pregunta.
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investigaciones, todos ellos laboran para rehabilitar los antiguos
prestigios de la cultura en el noroccidente.
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