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Joh 4:39 Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que
daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.
Joh 4:40 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí
dos días.
Joh 4:42 y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos
oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
En los acontecimientos que tuvieron lugar en Samaria tenemos el esquema de cómo se extiende muchas
veces el Evangelio.
En la historia de la implantación de la fe entre los samaritanos tenemos tres etapas.
(i) Hubo una presentación. Fue la Samaritana la que les presentó a Cristo a los samaritanos. Aquí vemos
plenamente desarrollada la necesidad que Dios tiene de nosotros.
Pablo dijo: "¿Cómo van a creer si no hay quién les predique?» (Rom_10:14 ). La Palabra de Dios tiene
que irse transmitiendo de persona a persona. Dios no puede hacerles llegar Su Mensaje a los que nunca
lo han oído a menos que tenga alguien que se lo lleve.
Él no tiene más manos que las nuestras para hacer hoy Su Obra; No tiene más pies que los nuestros para
guiar a la gente en Su camino;
Él no tiene más voz que la nuestra para decirle al mundo cómo murió; Él no tiene más ayuda que la
nuestra para guiarlos hasta Él.
Es al mismo tiempo nuestro gozoso privilegio y nuestra irrenunciable responsabilidad el llevarle a Cristo
a las personas.
No puede haber presentación a menos que haya alguien que presente a Cristo.
Además, la presentación hay que hacerla sobre la base del testimonio personal. La mujer iba gritando:
"¡Fijaos en lo que ha hecho por mí y en mí!" No era de una teoría de lo que hablaba, sino de un poder
dinámico y transformador. La Iglesia se podrá extender sólo cuando hombres y mujeres experimenten
por sí mismos el poder de Cristo, y luego les transmitan esa experiencia a otros.
“¡No podemos esperar que la gente sea conmovida por un mensaje que no nos haya conmovido
primero!”
George Otis Jr.
Juan revela la causa y la base de la fe de los samaritanos: las palabras de la mujer que “estaba
testificando”, una expresión que traduce un participio griego del tiempo presente, indicando una acción
que se repetía.
Ella sencillamente no pudo frenar el testimonio que brotaba de su corazón al experimentar por primera
vez la profunda satisfacción del agua viva que Jesús le dio a beber. La evidencia que le había convencido
de que Jesús era el Mesías es lo que ella repetía en la ciudad: “Me dijo todo lo que he hecho“.
La mujer samaritana contó de inmediato su experiencia a otros. Sin importarles su reputación, muchos
aceptaron su invitación y fueron al encuentro de Jesús.
He allí una verdadera transformación, un cambio de corazón, un nuevo comienzo. Y como consecuencia
del testimonio de esta samaritana, muchos creyeron en Cristo
Tal vez haya pecado en nuestro pasado del que estamos avergonzados, pero Cristo nos cambia.
Cuando la gente ve estos cambios, la mueve la curiosidad. Use estas oportunidades para presentarles a
Cristo.
Es notable que un mensaje tan breve y limitado haya producido en los samaritanos una fe en este
“judío” a quien nadie conocía).
Revela la tremenda sed espiritual de ellos, ciertamente un campo “blanco para la siega”.
El v. 39 asegura que muchos samaritanos habían «creído» por la palabra de la mujer que testificaba: Me
ha dicho de pe a pa todo lo que he hecho, me ha descubierto todo mi pasado. La mujer había tratado
con Jesús, y él le había revelado su pasado, «con sus problemas», y en el fondo todo su estilo de vida.
En su encuentro con Jesús había hecho dos experiencias decisivas: primera, la experiencia autocrítica de
su vida anterior con la experiencia de una nueva vida brindada por Jesús, simbolizada en el «agua viva»,
que calma por completo toda clase de sed; segunda, la propuesta de una nueva adoración de Dios, de
un nuevo culto. No puede por menos de certificar tales experiencias que la han cambiado por completo.
El testimonio de la mujer fue, en efecto, para aquella gente la condición necesaria, el motivo y requisito
externo para su fe; pero ahora ya resulta superfluo tal testimonio, porque creen en Jesús en base a su
propia experiencia, decisión e intuición, y no simplemente por lo que la mujer les había contado.
¡Cuán distintos los samaritanos en contraste con los judíos de Jerusalén quienes habían visto tantas
señales y escuchado sus enseñanzas (Jon_2:18) y con los propios familiares y conocidos de Nazaret
(Mat_13:58, Luk_4:29), y aún con los gadarenos (Mat_8:34)! Hubo otros casos de una actitud favorable
de los samaritanos para con Jesús (Luk_10:25-37; Luk_17:16 s.).
Había un contacto personal cada vez más íntimo y un conocimiento que iba en aumento. Una vez que Se
les presentó a Cristo a los samaritanos, ellos mismos Le buscaron; buscaron Su presencia y Su compañía.
Le pidieron que se quedara con ellos hasta que aprendieran de Él y llegaran a conocerle mejor.
Le estaban diciendo a la mujer: “Ya no creemos sólo por lo que nos cuentas tú. Fue importante oír lo
que dijiste, pero ahora nosotros mismos hemos oído y sabemos con certeza que Jesús es el Cristo.”
Muchos más creyeron parece indicar que algunos vinieron de la ciudad sin haber llegado a la fe en Jesús,
sólo como curiosos, pero fueron convencidos al escucharle a él.
Es verdad que hay que empezar por presentar a Cristo; Puede que sean otros los que nos guíen a la
amistad con Cristo, pero debemos buscar y disfrutar de esa amistad por nosotros mismos, la persona
tiene que seguir viviendo en la presencia de Cristo por sí misma.
La fe de estos hombres, basada solo en la palabra de la mujer, era en efecto una fe basada en la fe de
otro, o sea una fe secundaria.
Mientras que sea tal clase de fe, no es una auténtica fe cristiana.
«Ello quiere decir que la fe no se puede dar sobre la autoridad de otros, sino que debe encontrar por
sí misma su objeto; a través de la palabra predicada debe recibir la palabra del revelador.
Se da así la auténtica paradoja de que la indispensable predicación, que lleva a los oyentes a Jesús, es sin
embargo indiferente, toda vez que el oyente se independiza en el saber de fe y con ello se convierte en
crítico de la predicación que a él mismo le ha conducido hasta la fe».
Debe haber un conocimiento personal de Cristo y un encuentro personal con él, resultando en una
relación personal con él, que es la esencia de la salvación.
La creencia basada en la palabra de ella era un comienzo, pero faltaba la relación personal con Cristo.
Vincent destaca la diferencia entre la palabra (lalia G2981, v. 42) de la mujer aquí, su testimonio dado a
los conciudadanos, por un lado, y “la palabra” (logos G3056, vv. 39, 41) de Jesús, por otro.
En el v. 39 “palabra”, desde el punto de vista de Juan, se refiere a su testimonio de Cristo.
En cambio, aquí los samaritanos distinguen entre la palabra (logos) más autoritativa y dignificada de
Jesús, y la charla (lalia) de la mujer. La experiencia directa y personal con Jesús les convenció de que él
era el Mesías prometido a los judíos, no el “mesías” esperado por los samaritanos.
*A todo ello se agrega que la fe personal lleva siempre a nuevas afirmaciones acerca de lo que Jesús
significa para elIa. Una fe viva tiene que articularse de continuo también personalmente y poder
expresar la propia experiencia creyente y el conocimiento de esa misma fe
Se refiere al Padre (Luk_1:47; 1Ti_1:1) y al Hijo dos veces, como se mencionó antes. Los griegos se
referían a una multitud de divinidades con el mismo término. Cuando el término se aplica a Jesús, tiene
por lo menos las dos ideas de redentor y libertador. Salva al creyente, librándole de la condenación
eterna. No sólo es el Salvador de cada creyente como individuo, o de algunos individuos en particular,
sino del mundo, de todos los que creen en su nombre (1Ti_1:12).
Es cierto que dio muestras de poseer esa cualidad en el caso de la Samaritana; pero hizo mucho más.
Él no era simplemente un ejemplo. No vino sólo a presentarle a la humanidad cómo había que vivir la
vida. Un gran ejemplo puede ser descorazonador y frustrante cuando nos deja impotentes para seguirlo.
Jesús era y es El Salvador. Él es el único que puede rescatar a las personas de la situación terrible y
desesperada en que se encuentran; el único que puede romper las cadenas que tienen aherrojadas a las
personas a su pasado, y darles poder para enfrentarse con el futuro.
La Samaritana es en realidad un buen ejemplo de cómo actúa el poder salvador de Jesús. La población
donde vivía ya la tendría probablemente por una persona irreformable;. y seguramente ella misma
estaría de acuerdo en que jamás sería capaz de llevar una vida respetable. Pero llegó Jesús, y la rescató
por partida doble: la capacitó para que se desligara de su pasado, y la introdujo a una nueva vida desde
allí en adelante. No hay título que Le corresponda a Jesús mejor que El Salvador del Mundo.
Mientras que antes se hablaba del profeta o del Mesías, ahora se dice que Jesús es realmente el
Salvador del mundo.
Hch 4:12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos.
La palabra «salvador», griego soter, es un concepto que deriva del culto helenístico a los soberanos,
designando así a quienes con su acción soberana restablecen el orden en el mundo, haciendo así posible
una vida humana y política satisfactoria.
«Salvador» indica, pues, originariamente una función politico-cósmica del soberano al que en la
antigüedad se daba culto divino.
Este título no lo inventó Juan. En el Antiguo Testamento a Dios se Le llama Salvador, Dios de Salvación.
Este título se aplicaba también a muchos dioses griegos. Cuando Juan estaba escribiendo, al emperador
romano se le otorgó el título de Salvador del Mundo. Es como si Juan dijera: «Todo lo que veníais
soñando se ha hecho realidad en Jesús."
Jesús, como Salvador del mundo, en base a y por medio de su infinito sacrificio, quita la culpa del
pecado, la corrupción y el castigo, y derrama sobre los corazones y las vidas de los que así favorece
todos los frutos de la obra del Espíritu Santo.
CONCLUSIÓN
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has
enviado." Juan 17:3
Joh 17:8 porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido
verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
El día en que el bebé de la familia empieza a comer solo es muy importante. El nene está sentado frente
a la mesa y empieza a usar la cuchara, quizás al revés, pero luego la usa bien y la madre o la hermana
dice regocijada:
- ¡El nene está comiendo solo! Bien, lo que necesitamos como cristianos es poder comer solos. ¡Cuántos
hay que se sientan, impotentes y apáticos, y abren la boca, con hambre de las cosas espirituales! Pero
esperan que el pastor les dé de comer, mientras que en la Biblia hay ya lista una gran fiesta para ellos.
Pero no se animan a empezar a comer solos.