Está en la página 1de 12
Feeeis , oan . La coltres. cheb, espocditeuto - pBes ed LA METAFORA DE LA SINIONIA MODIFICACIONES EN LA FRECUENCIA DE ‘ONDA DE LAS NUEVAS GENERACIONES La inteligencia es la capacidad de adaptadén a un mundo en constante cambio John Dewey Conexién com Ino mucra> YEneraclOnes Potenciacién de la sensorialidad, de la narratividad, del dinamismo, de la emotividad, de lo sensacional... Tal vez el educador reniegue de estos vientos, © concluya que no quiere navegar por estos mares. Tal vez objete que lo que de- berian hacer la escuela y la cultura oficial no es plegarse 2 ‘estas hipertrofias sino contrarrestarlas, compensarias. O tal vez plantee una alternativa: si no puede cambiar la socie~ dad, si que puede controlar su aula, haciendo que soplen et ella otros vientos, los de la serenidad, el silencio, 1a abstrac- ci6n, la reflexi6n, la conceptualizeci6n... fanto las objeciones como el planteamiento alternativo pueden parecer coherentes, pero no lo son. De acuerdo en ue los profesionales de la educacién y de la comunicacién cultural deben compensar las carencias y déficits de Ja so- ‘iedad. Pero no deben hacerlo —no pueden hacerlo-~ desde ‘unos parémetros comunicativos opuestos a los de Ie cultura popular hegeménica. No es vélida la pretension de conver- tir la escuela en un mar alternativo en el que se pueda na- vegar viento en popa a toda vela. No es valida porque no es operativa Es aqui donde ha de entrar en juego una segunda meta fora: la de la sintonia. Un educador es un comunicador, y na- die puede comunicar de manera eficaz si no esté en sintonia con los receptores, si no es capaz de conectar con ellos. Sélo 43 se puede ser comunicativarmente eficaz a parir de un Comer aeeeto profunda éel receptor y este conocimiento comPOrS rai os cambios profundos que éte ha sufrido en interac” ‘Daniel Pennac (1993, pag. 26) considera tamos todos mucho mAs implicados ustraerse al infiujo social. Y Jos nifios y los joveres menos que adie. roy mas que aunca, todo sujet es, de manera inevitable, ofotinns de le cultura en Ta que nace. El antrop6logo Lév- Seaues lo expres6 mediante una paradoja al sefialar que Sedo aprendizae, incluido el que se resibe en la escucls se tradhce en un enipobrecimiento en efecto, pero para consolidar otzos de los dones fries del niho rouy Pe Peto, En otras palabras el ser humana nace genéticamens SUapado con mltitd de capacidades peicofisicas Hens. fantdraciém es necesariamente wn proceso de seleccion, 12 Tumnto lieve a desarrllar algunas de estas capacidiles J PO" rofian, marginar o descuidar otras, Bsta selecci6n es, er Suen inedida, consecuencia de le cultura imperante, “un soldado estandar cel ejércio espaztl del siglo Ro tenta mucha més fuerza fisica que un soldado os Sie se del ejércto espatil actual. En cambio, el soldado ac- thal posiblemeate tendré mucho mas desarrolladas las babi Tidades relacionadas con la motricidad fina. En ambos casos tl desarrollo personal es consecuencia de las herramientas aque privilegian las respectivas culturas El ser humano como evosistenia Las intvenciones como extensiones EJ ser bumano puede ser entendido como una especie de ecosisteme microcdsmico dentro de an ecosistems mas am 4a cemeneeRc eo e en em N i con los dems. ‘Cuando una dimensién es alterada, el con- Junto resulta alterado en su totalidad. Los cambios en un as” pecto de la percepcién 0 de ‘experiencia humana afectan a Todos los demés. El individuo debe re-crearse a sf mismo fora poder encajar en un mundo transformado, Tiene que Peodclar su propia personalidad para, ser competitivo, Tyresvo, mentalnenterépido, encantador y manipulativo Mander, 1981, pég. 127). . ‘Sil ser humano puede ser considerado como un ecosis pologias mas sutles que ejercen su influencia sobre proce pos intelectuales (J. M. Pérez Tornero, 1994, pag. 47) Ln influencia de las herramientas cultaraes no se manifesta, pues, s6loa nivel fsico 0 perceptivo, también a nivel mental. Tas tmagenes, por ejemplo, no influyen sélo en aspectos epi ermioos de la mente humana, como os conocimientos, sino ‘que modelan nuestras estructura de jento, nuestro len- icjey el conjunto de nuestra personalidad, Es en este sens aan suede hablarse de las tecnologias como extensiones de) cuerpo hnraano: «Cualguier protonyacion o extensién, va 9 dela pe! de la mano o del pic, afecta a tod el complejo Psi ‘quico y social» (28. McLuban, 1969, née. 26) ‘Se van acumulando las investigazionrsque ponen de r™a- nifiesto que la relacién entre cerebro y conducta es bidiree a ov conducta y la experiencia son moldeadas por ¢t Cerebro, y al mismo tiempo influyen tanto en su estrus came en oa formacion (S. 1. Greenspan, 1998, pis. 368). ec he llamado a atenciGn sobre el hecho de que el simple acto de escribir exige movimientos musculares radicalmente distintos sean se hega en una hoja de papel, en una pizatra oen un ordenador. Pero es que también los procesos ments Jee tecuen molificados segun se recurra para escribir, de ‘manera ordinaria, al boligrafo o al ordenador. ta iconosfera como extensién ‘También el hecho de vivir en una iconosfere, de respirar constantemente imagenes visuales y sonoras, el hecho de ha- “ber nacido y crecido en una cultura del espectdculo, provoca modificaciones profundas en las nuevas generaciones. Las condiciona incluso el tipo de imagenes que contemplan de Considera Jerry Mander (1981, pag. 225) que «los seres /humanos nos convertimos lentamente en las imagenes que evamos en nuestras mentess. Es una de las formas bAsicas de aprender a ser. Mander se sirve como ejemplo de las imé- genes de Buda. Las escalturas de Buda han sidohhechas para inspirar, ala persona que las mire, la actitud dela figura de Buda, su estado de énimo, su forma de ser, «La persona que contempla la figura de Buda durante muchas horas se vuelve mis parecida a Ja figura de Buda. Es simplemente una cues- ) tion de tiempo» (idem, pég. 231). Es una especiede alquimia | enta que le imagen finalmente produce la realicad En definitiva, los cambios culturales repercuten en cam- bios personales, lo que comporta que las épocas de encruci- ‘jada cultural, las épocas de grandes cambios sociales se ca- ractericen por diferencias profundas entre las generaciones. De ahi la importancia de la metéfor: ie la sintonfa, de la necesidad de conectar con los receptores. De nada sirve ha- cer un discurso muy brillante y coherente sino bay ningyin receptor en Ja frecuencia de onda en la que se ha situado el ‘emisor. ¥ esto es valido tanto para el que comunica desde la radio como para el que lo hace en la escuela, Diffcilmente podré ser eficaz un ed--ador que pretenda hacer soplar en el aula unos vientos diferentes de los que so- plan fuera de ella. ¥ es que los alumnos con los que tendré que realizar el trabajo académico estén profundamente mo- dificados por el hecho de haber nacido y crecide en una cul- ‘ura del espectéculo, La historieta que cuenta Perich (figura 2) pone de mani- fiesto el desfase entre generaciones y culturas. De nada sirve que el adulto esté cargado de argumentos. El nifo, sin usar argumentos, lo deja sin argumentos. De nada sirven las ra- zones si no se consigue conectar con los destinatarios. Para sintonizar con unos destinatarios modelados por esta cultura es imprescindible partir de los parémetros co- municativos impuestos por ella. Este es el reto: conectar 0 sintonizar con unas personas que estén en otra frecuencia de onds, con unas personas profundamente modificadas. Ha- bbrfa que hablar de modificaciones en cuanto a frecuencia de onda perceptiva, en cuante a frecuencia de onda mental y en cuanto a frecuencia de onda actitudinal. Modifeaciones en la frecuencia de onda perceptiva' La capacidad perceptiva Hay diferencias sustanciales entre la frecuencia de onda erceptiva de las nuevas generaciones y la de generaciones uacidas y crecidas hace unas décadas. Desde diversos puntos de vista. Por ejemplo, en cuanto a capacidad perceptiva. {- Elauior retoma y amplia en este capftulo algunos concepios que habia en obras anteriores, fundamentalnente en Video educa Paidss, Barcelona, Col Papeles de Pedagogia, 1992, pigs. 23-30, yen Le pr ‘lcidad, modelo para la ensetarca, Akal, Madiid, 1998, pgs. 13-24 47

También podría gustarte