En 1884 la Federación de Trabajadores de los Estados Unidos y Canadá convocó a los
trabajadores para luchar por la jornada laboral de ocho horas, declarando, que los obreros iban a cumplirla a partir del 1° de mayo de 1886. El lema era: "Ocho horas para el trabajo, ocho para el sueño y ocho para la casa". El 1 de mayo de 1886, los obreros de la ciudad de Chicago iniciaron una huelga que, después de muchos incidentes, donde varios obreros y policías perdieron la vida, concluyó con la detención de treinta y un trabajadores acusados de promover el conflicto. Llevados a un juicio irregular, cinco de ellos, conocidos más tarde como los Mártires de Chicago, fueron condenados a la horca, dos a cadena perpetua y uno a quince años de trabajos forzados. No solo exigían el derecho a una jornada de trabajo de 8 horas, también tener el derecho a la huelga, a la libertad de expresión y asociación, así como a tener un trabajo y un salario justo. Finalmente, algunos sectores patronales aceptaron conceder la jornada de 8 horas a varios centenares de miles de obreros, poniendo fin con ello a las jornadas de protestas. En 1889 la Internacional Socialista exigió la jornada de ocho horas para todos los obreros del mundo mediante una gran manifestación en todos los países en honor a los Mártires de Chicago.