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domingo, 9 de septiembre de 2018, 19:28

En la actualidad, Argentina vive una de las crisis más profundas de los últimos años.
Debido a que la condición de la democracia es alarmante, ya que no se respeta la constitución
nacional y las violaciones a los derechos humanos es constante.
La existencia de un poder judicial viciado en su obrar, al estar influenciado por el poder
ejecutivo. A sabiendas que, el Poder Judicial es un pilar básico de la institucionalidad democrática.
Es su accionar el que permite reequilibrar los naturales desbalances que producen la propia naturaleza
humana con sus yerros, falencias y vicios y la inequitativa distribución de poder existente en toda
sociedad.
A su vez, una desigualdad en la distribución de los recursos del estado no responde al
federalismo ni a la coparticipación de las provincias.
La realización de una política de estado que beneficia a la industria de productos primarios,
entre otras medidas, produce el crecimiento del desempleo, que, perjudica directamente el poder
adquisitivo de la población, de esta manera se reduce el consumo popular acrecentando el
endeudamiento ante entidad financieras internacionales. Gestando en la sociedad un malestar que
acrecentó el conflicto entre los mismos habitantes, sumado a la dura perspectiva de ajuste que supone
estos acontecimientos.
Situación que rompe el tejido social y deja, en muchos casos, a los trabajadores, a sus familias
en un estado de marginalidad y a su propia suerte.
Sin educación y sin trabajo, deambulan por calles y plazas miles de chicos y adolescentes, por
lo que es posible imaginar que son presa fácil de la droga, el alcohol y la violencia, como respuesta a
esa situación indeseada. Muchas veces a sus familias les resulta difícil llegarles con un mensaje claro
de valores, como el esfuerzo sostenido, la responsabilidad y el respeto, ya que son varias las
generaciones que padecen el flagelo del empobrecimiento, la marginalidad y la falta de trabajo.
Si bien, la marginación, como proceso social, plantea el reto entre pobreza y sociedad,
poniendo de manifiesto que, aunque ésta es fruto de un sistema socioeconómico injusto, es posible
vivir de otra manera.
Una posible manera de afrontar esta situación seria desarrollar un programa formación en
valores, buscando que los jóvenes asuman como propio el desafío de la superación personal y la
autoestima.
Valores como honestidad, solidaridad, respeto, compromiso y esfuerzo por el trabajo son
modeladores de buenos hábitos y repercuten directamente en la persona y en la vida que ésta
desarrolla en la sociedad.
domingo, 9 de septiembre de 2018, 19:28
Por eso, es necesario brindar un marco integral de educación y contención, permitiéndoles
a muchas de las personas en estado de vulnerabilidad continuar en la educación media, acceder a un
trabajo digno y fundamentalmente formarse como persona.
La vida laboral se alarga porque se alarga la vida en general, y se alargan los periodos de
educación porque las actividades a desarrollar requieren una formación cada vez más específica.
Es preciso ofrecer una salida a los que no quieren estudiar (sean ricos o pobres) y derivarlos
a actividades productivas no intelectuales, en relación con las empresas e instituciones destinatarias
de la formación profesional.
Estamos en una situación similar al periodo 1880-1913, la conformación de los monopolios y
la idea dominante en el pensamiento económico que el Libre Comercio es la guía para el desarrollo,
acompañado del darwinismo económico y el individualismo exacerbado.
En Argentina, según estadísticas la distribución del ingreso marca que, del ingreso total de los
hogares, el 30% más rico se queda con el 57,5% del total y el 30% más pobre el 10,4%. En tanto, el
10% más rico recibe el 28,4% del total, y el 10% más pobre apenas el 2%. A su vez, el 10% de los
hogares más ricos recibe lo mismo que el 55% de los hogares menos favorecidos.
El acceso igualitario a la educación es importante, pero es insuficiente para reducir la
desigualdad por sí solo en ausencia de mecanismos que aseguren empleos bien remunerados a la
población más pobre. Concluyendo que, la evidencia muestra que la progresividad del sistema
impositivo (considerado globalmente) es una herramienta efectiva para combatir la desigualdad. Un
sistema impositivo progresivo que armonice la captación de riqueza en función de un desarrollo social
equitativo y sostenible.
Con respecto a los enfrentamientos de distintos sectores de la sociedad y la falta de autonomía
del Poder Judicial.
Entendiendo que el Poder Judicial es participe del Poder Político del Estado. naturalmente
entendiendo esto como la capacidad de los jueces y magistrados de incidir en la vida pública de un
país lo deberían realizar de una manera tal que se respete la autonomía que posee el Poder Judicial y
no como una actividad partidista.
Ya que de esta manera se evitarían la violación de la constitución y los derechos humanos.
Situaciones ya mencionadas en la DSI y en las Sagradas Escrituras:
Pero hay de ustedes fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las
legumbres, ¡y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
Lc 11, 42
domingo, 9 de septiembre de 2018, 19:28
La justicia resulta particularmente importante en el contexto actual en el que el valor de la
persona, de su dignidad y de sus derechos, a pesar de las proclamaciones de propósitos, están
seriamente amenazados por la difundida tendencia a recurrir a los criterios de la utilidad y el tener.
Compendio de la DSI 202.
Ya que los Derechos Humanos no se encuentran en la mera voluntad de los seres humanos,
en la realidad de las personas o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y en su Dios
creador.
El principio de Bien Común, al que debe referirse todo aspecto de la vida social para encontrar
plenitud su sentido, deriva, en primer lugar, de la dignidad, unidad e igualdad de todas personas. Las
exigencias del bien común tienen que ver que con las condiciones sociales de cada época y están
estrechamente vinculadas al respeto y a la promoción integral de la persona y de sus derechos
fundamentales.
La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es
debido. CIC 1807

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